EXPOSICIÓN DEL SALMO 53

Traducción: Miguel F. Lanero, o.s.a y Enrique Aguiarte Bendímez, o.a.r.

1. [v.1—2] El título de este salmo, si se lo entiende bien, tiene un fruto que compensa su extensión; y ya que el salmo es breve, por lo cual no nos alargaremos mucho en él, quedará compensado el detenernos en su título. De él depende cada versículo que cantamos. Quien conoce bien el letrero colocado a la entrada de una casa, entra en ella con seguridad, y no se equivoca una vez ya dentro. Y aquí a la entrada está escrito cómo debemos hacer para no errar cuando estemos dentro. He aquí el título: Para el fin, en los himnos, inteligencia del mismo David, cuando vinieron lo zifeos, y le dijeron a Saúl: ¿Acaso no está David escondido entre nosotros? Sabemos perfectamente cómo Saúl perseguía al santo varón David; y yo recuerdo haberos explicado cómo Saúl simbolizaba el reino temporal que dice relación no con la vida, sino con la muerte. Y al mismo tiempo David representaba en sí a Cristo, o si queréis, el cuerpo de Cristo. Tened esto en cuenta, recordando lo que ya sabéis. ¿Quiénes eran, pues, los Zifeos? Había un pueblo que se llamaba Zif, y sus habitantes zifeos, en cuyos dominios se había escondido David, cuando Saúl lo perseguía para matarlo. Al conocer esto los zifeos, lo delataron ante el rey, diciendo: ¿Acaso no está David escondido entre nosotros?1 De nada les valió a ellos su traición, y nada le perjudicó a David. Quedó demostrada la mala intención de los zifeos; pero Saúl, ni siquiera tras esta traición pudo apresar a David, es más, en una cueva del pueblo, cuando tuvo a mano el poder matar a Saúl, David lo perdonó, y no llevó a cabo lo que bien pudo haber consumado2. Saúl en cambio, pretendía realizar lo que no estaba en su poder. Allá se las hayan los zifeos, y reconozcan qué clase de gente eran; nosotros fijémonos en quiénes da a conocer el salmo partiendo de ellos.

2. Si buscamos qué significa la palabra «zifeos», encontramos que «florecientes». No sé qué clase de enemigos del santo David serían estos florecientes, florecían ante el escondido. Tratemos de identificarlos entre los hombres, si queremos entender el salmo. Intentemos encontrar primero a David escondido, y así encontraremos a sus enemigos florecientes. Mira a David oculto: Vosotros —dice el Apóstol a los miembros de Cristo— estáis muertos, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Pero estos escondidos ¿cuándo estarán florecientes? Lo dice Pablo: cuando aparezca Cristo, vuestra vida, entonces también vosotros apareceréis con él en la gloria3. Cuando estos estén florecientes, entonces los zifeos se secarán. Ved a qué flor se compara su esplendor: Toda carne es heno, y toda gloria de la carne es como flor de heno. ¿En qué terminará? La hierba se secó, y la flor cayó. ¿Y qué será entonces de David? Mira cómo sigue: Pero la palabra del Señor permanece para siempre4. Hay, pues, dos clases de hombres, que debéis distinguir y elegir una de ellas. ¿De que servirá el conocerlos, si eres perezoso para elegir? Y atención, porque la posibilidad de elegir, la tenemos sólo en esta vida; llegará el tiempo cuando no te será ya posible elegir, y esto será cuando Dios ya no difiera el juicio y su sentencia. ¿Quiénes son estos florecientes zifeos, sino aquel grupo llamado «Doeg el idumeo», del cual hace pocos días he comentado a vuestra Caridad? De ellos está escrito: Mirad al hombre que no ha puesto a Dios como su ayuda, sino que ha confiado en sus muchas riquezas, y se ha envalentonado en su vanidad5. Estos son los hijos florecientes de este mundo, que acabáis de oír en el Evangelio cómo son en su generación más astutos que los hijos de la luz. En realidad dan la impresión de que miran al futuro, adonde no saben si han de llegar. Oísteis cómo se comportó aquel administrador con su amo, procurándose un buen futuro con los bienes de su señor, perdonándoles a sus deudores, para que cuando fuera removido de la administración, fuese por ellos bien acogido. Y aunque cometió un fraude con su señor, este alabó su astucia, no mirando al perjuicio que le hizo, sino a su habilidad. ¿Cuánto más nosotros debemos granjearnos amigos, según el consejo de nuestro Señor Jesucristo, con el dinero (mammona) de iniquidad?6 El significado de «mammona» es riquezas. Pero nuestras riquezas están donde está nuestra morada eterna en el cielo. Por eso al dinero temporal se le llama riquezas, que no pueden más que florecer temporalmente, y no quieren ganarse amigos con ellas para la eternidad, ya que las verdaderas riquezas no las han conocido. A estas las tiene por riquezas únicamente la maldad, que florece momentáneamente como el heno. Estos son los zifeos, enemigos de David, florecientes en este mundo.

3. Hay veces que también los hijos de la luz, que no están firmes en su fe, al ver a los malos cómo florecen de felicidad, vacilan sus pies, y se dicen: ¿De qué me sirve ser inocente? ¿Qué me reporta el servir a Dios, el cumplir sus mandamientos, el no abusar de nadie, no robar nada a nadie, ni perjudicarle, el ayudar a todo el que puedo? Yo hago todo esto; ellos florecen, y yo aquí estoy con mis fatigas. ¿Entonces qué? ¿Tú también quieres ser un zifeo? Ellos florecen aquí en este mundo, y cuando llegue el juicio estarán secos, y así, secos como están, serán arrojados al fuego eterno. ¿Tú quieres también esto? ¿Ignoras, acaso, lo que te prometió el que vino a visitarte, y lo que nos enseñó aquí en su persona? Si hubiera él apetecido la flor de los zifeos, ¿no habría florecido el mismo Señor en este mundo? ¿O es que no tenía posibilidades de florecer aquí abajo? Sin embargo prefirió estar oculto entre los zifeos, y decirle a Poncio Pilato, como a una supuesta flor de los zifeos, que sospechaba de su reino: Mi reino no es de este mundo7. Está claro que Jesús en este mundo se ocultaba; y todos los buenos aquí se ocultan, porque su bien para ellos está dentro, escondido, en el corazón, donde está la fe, la caridad, la esperanza, en fin, donde está su tesoro. ¿Acaso se manifiestan estos bienes como tesoros mundanos? Están ocultos no sólo estos tesoros, sino también su recompensa. En cambio las magnificencias mundanas ¡cómo relumbran! Brillan, sí, por un tiempo; ¿pero brillarán para siempre? Es hierba invernal, que verdea hasta el verano. Que no acontezca en nuestro espíritu lo que se nos dice en otro salmo. Allí se nos manifiesta cómo alguien estuvo vacilante, próximo a caer, y que resbalaron sus pies en el camino de Dios, al contemplar el florecimiento y la felicidad de los malvados; pero después se dio cuenta de qué es lo que al final Dios reserva para los inicuos, y qué les prometió a los buenos por sus trabajos el que no puede mentir. Y dando gracias por esta revelación, exclamó: ¡Qué bueno es el Dios de Israel para los rectos de corazón! ¿Por qué dices esto? Pero por poco, sigue diciendo, resbalaron mis pisadas. ¿Por qué razón? Porque envidiaba a los pecadores, viendo el bienestar de los malvados. Pero sus pasos se afirmaron, una vez que recapacitó cuál era el final. Lo dice el mismo salmo poco después: Esto es difícil para mí, es decir, me ha surgido en mi interior una gran pregunta: ¿Por qué estos hombres de mala conducta florecen en el mundo? Hay muchos que obran bien, y que tienen dificultades en esta tierra. Siendo, pues, de gran importancia esta pregunta, a mi manera de ver, y difícil de contestar: Esto, dice, me resulta difícil, hasta que entre en el santuario de Dios, y comprenda su destino final8. ¿Cuál es ese destino final? Ya conocemos lo que está preanunciado en el evangelio: Cuando venga el Hijo del hombre, serán congregadas ante él todas las naciones; y los separará como un pastor separa las ovejas de los cabritos: pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda9. He aquí cómo han de ser separados los zifeos: después de la separación, lo que les espera son las llamas. ¿Dónde está la flor de los que han de estar a la izquierda? ¿No será entonces cuando se lamentarán? ¿No se atormentarán con una tardía conversión, y dirán: ¿de qué nos sirvió la soberbia, y qué nos ha aportado la arrogancia de nuestras riquezas? Todo aquello pasó como una sombra10. ¡Oh zifeos, puestos a la izquierda, qué tarde os habéis arrepentido de florecer en la sombra! ¿Y cómo es que no llegasteis a descubrir a David, a quien denunciasteis que estaba en medio de vosotros? Si entonces os hubierais corregido, este dolor no sería infructuoso; es fructuoso el arrepentimiento ahora en el tiempo, cuando te acusas, cuando te reprendes por tu mala conducta, y las faltas reprendidas las persigues, las perseguidas las expulsas, y una vez expulsadas, las cambias, despojándote del hombre viejo, y revistiéndote del nuevo, eligiendo más bien la afrenta por Cristo, que las flores de los zifeos. Ahora bien, si te sucediera por tu buen comportamiento en lo escondido y oculto en medio de los zifeos, estando también oculta la promesa de tu recompensa, si te llegara, digo, alguna prosperidad de este mundo, no caigas en la arrogancia; porque si en ella tropiezas, caerás en el florecimiento de los zifeos. Mira el comportamiento de aquella santa mujer, Ester, en medio del pueblo de los judíos en aquel entonces. Era la esposa de un rey extranjero, y al sobrevenir el peligro para sus conciudadanos, fue ante el rey a rogar por ellos. Comenzó por orar, y en su oración expresó que todos aquellos adornos reales de que estaba investida, eran para ella como un paño menstrual11. Si son capaces de esto las mujeres, ¿no lo van a ser los varones? Y si hasta aquí pudo llegar una mujer judía, ¿no podrá llegar la Iglesia cristiana? Yo quiero deciros esto a vuestra Caridad: Aunque crezcan vuestras riquezas, no pongáis en ellas el corazón12. Aunque abunden las riquezas, y te persiga la prosperidad mundana, tú no confíes en el mar, ni siquiera en la bonanza. Si las riquezas se te amontonan, si las tienes en abundancia, pisotéalas y aférrate a tu Dios. Porque si las tienes bajo tus pies, y tú dependes de Dios, cuando te sean arrebatadas, no caerás. Ojalá que no te suceda por un mal pensamiento, en nada cristiano, lo que se dice en otro salmo, aludiendo a este florecimiento de los zifeos: ¡Qué profundos son tus designios! Insisto en lo que dice: ¡Qué profundos son tus designios! El imprudente no los conoce, y el necio no los entiende. ¿Qué es lo que no entiende? Que cuando broten los pecadores como hierba, verá a los que obran la iniquidad ir a la muerte para siempre13. Les ha gustado el florecimiento de los malvados; se dijeron para sus adentros: «Mirad cómo prosperan los malhechores; me parece que Dios los ama»; y complacidos en el florecimiento temporal de los malvados, se encaminaron a la maldad, y acabaron pereciendo; pero no por un tiempo, como es el florecimiento de aquellos, sino que perecieron por toda la eternidad. ¿Por qué pasa esto? El imprudente no los conoce, y el necio no los entiende. No entra en el santuario de Dios para entender el destino final del hombre. Y como es un tanto difícil de entender, este salmo comienza hablando de cómo David estaba oculto entre los zifeos, y no se complacía en la flor de los zifeos, sino que más bien eligió vivir humildemente entre ellos, para tener en Dios escondida su gloria. ¿Qué se le atribuye, pues, en este título? Para el final, en los himnos; esto quiere decir las alabanzas. ¿Qué alabanzas? El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó; como a él le ha parecido bien, así ha sucedido; sea bendito el nombre del Señor14. ¿Da la impresión de haberse secado y de haber perdido toda su vitalidad? De ninguna manera. Las hojas cayeron, pero la raíz seguía con vida. Luego: Para el final, en los himnos. ¿Y qué diremos de: Inteligencia del mismo David? Inteligencia opuesta a lo otro: El imprudente no conoce, ni el necio entiende. Inteligencia del mismo David, cuando vinieron los zifeos, y le dijeron a Saúl: ¿Acaso no está David escondido entre nosotros? Que esté escondido entre vosotros, y no florezca como vosotros. Y ahora escucha su voz.

4. [v.3] Oh Dios, sálvame por tu nombre, y júzgame con tu poder. Diga esto la Iglesia, escondida entre los zifeos. Diga esto el cuerpo de los cristianos, que tiene ocultas sus buenas acciones, y que espera en secreto la recompensa de sus méritos; sí, diga esto: Oh Dios, sálvame por tu nombre, y júzgame con tu poder. Viniste, Cristo, te mostraste humilde, fuiste despreciado, azotado, crucificado, fuiste muerto; pero resucitaste al tercer día, y a los cuarenta días subiste al cielo, estás sentado a la derecha del Padre, y nadie te ve ya. Desde allí enviaste tu Espíritu, que recibieron los que eran dignos; quedaron llenos de tu amor, predicaron a las naciones y a todo el mundo la grandeza de esa tu humildad. Veo cómo tu nombre descuella sobre todo el género humano, aunque se nos ha predicado como débil. El mismo Doctor de los gentiles dijo que no sabía en medio de nosotros, otra cosa fuera de Cristo Jesús, y este crucificado15, para que prefiriéramos el oprobio antes que la gloria de los florecientes zifeos. ¿Y sin embargo, qué dice de él? Aunque murió por su debilidad, vive por el poder de Dios16. Vino a morir por su fragilidad, pero vendrá a juzgar con el poder de Dios; por la debilidad de la cruz, su nombre quedó glorificado. Quien no haya creído en su nombre glorificado en la debilidad, quedará aterrado ante el juez cuando venga con poder. Ojalá que ese, en otro tiempo débil, cuando venga ya fuerte a ventilar la era, no nos ponga a su izquierda; que nos salve por su nombre, y nos juzgue con su poder. Porque ¿quién será tan temerario, para llegar a decirle a Dios: Júzgame? ¿No se le suele decir a los hombres como una maldición: «Que te juzgue Dios»? Sí, es una maldición si te juzga con su poder, pero no te salva por su nombre; pero si antes te salva por su nombre, te sentenciará después con sentencia de salvación. Estate tranquilo: un juicio así, nunca será para ti un castigo, sino una mera separación. En efecto, así se dice en un salmo: Júzgame, oh Dios, distingue mi causa de la gente que no es santa17. ¿Qué es: Júzgame? No me confundas con los zifeos entre quienes vivo oculto; he soportado sus flores, que aparezca ya la mía. Su flor fue transitoria, y se vino a tierra cuando se secó el césped; ¿y mi flor cuál será? Plantados en la casa del Señor, florecerán en los atrios de la casa de nuestro Dios18. A nosotros nos queda la flor, pero que no se marchita, no se cae, como las hojas de aquel árbol plantado junto a la acequia, del cual se dijo: Y sus hojas no se marchitan19. Por eso: Oh Dios, sálvame por tu nombre, y júzgame con tu poder.

5. [v.4] ¡Oh Dios! escucha mi súplica, atiende con los oídos a las palabras de mi boca. Que lleguen a tus oídos las palabras de mi boca, ya que está lejos de mi deseo la flor de los zifeos. Atiende con los oídos las palabras de mi boca; tú atiende, porque aunque a los zifeos les llegue el sonido de mi oración, no oyen, puesto que no son capaces de entender. Su alegría está en las cosas temporales, pero desconocen el deseo de los bienes eternos. Llegue hasta ti mi oración, dirigida como una saeta por el deseo de tus bienes eternos; a tus oídos la lanzo; ayúdala a que llegue a término, que no se quede a mitad de camino, y como si se cayera, desaparezca. Y si no consigo ahora los beneficios que suplico, estoy seguro de que me llegarán más tarde. Pues se dice que un pecador rogó a Dios, y no fue escuchado para su bien. Los deseos mundanos le incitaron a orar; sobreviniéndole los sufrimientos temporales, había optado por el fin de las tribulaciones temporales, y que volviese la flor del heno; por eso dijo: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Es la voz misma de Cristo, sí, pero en la voz de sus miembros. Con las palabras de mis delitos, dice: te grité de día, y no escuchaste, de noche, y no (me escuchaste) para mi insensatez20. Es decir, he gritado durante la noche, y no me has hecho caso; y la razón de no haberme atendido, no ha sido para mi insensatez, sino para mi sabiduría, para que yo llegue a entender qué es lo que te debo pedir. Porque posiblemente pedía cosas que me eran perjudiciales. ¡Tú, hombre, pides riquezas! ¡Cuántos se han arruinado por causa de sus riquezas! ¿Cómo sabes si las riquezas te van a ayudar? ¿Es que no había muchos pobres tranquilos y desconocidos? En cuanto se hicieron ricos y salieron a la luz, ¿no fueron presa de otros más poderosos? ¡Cuánto mejor si hubieran estado ocultos, cuánto mejor si hubieran pasado desapercibidos! Pero comenzaron a ser buscados no por lo que eran, sino por lo que tenían. En estos días de nuestra vida, hermanos, os aconsejamos y exhortamos en el Señor, a que no pidáis nada como seguro, sino aquello que sabe Dios que os conviene. En realidad ignoráis totalmente lo que os conviene. Hay veces que lo que creéis ser provechoso, os es un obstáculo; y lo que pensáis que os es un obstáculo, eso os beneficia. Estáis, por ejemplo, enfermos; no se os ocurra imponerle al médico los medicamentos que os debe recetar. Si el doctor de los gentiles, el apóstol Pablo, dice: no sabemos realmente orar como es debido21; ¿cuánto más nosotros? Él, sin duda, cuando le parecía orar como debía, pidiendo que se alejase el aguijón de su carne, el ángel de Satanás que lo abofeteaba, para no caer en la tentación de engreírse por la magnitud de las revelaciones que había tenido, ¿qué fue lo que oyó del Señor? ¿Se realizó lo que él pretendía? No. Y todo para que sucediera lo que más le convenía. ¿Qué es lo que le respondió el Señor? Dice así: He rogado tres veces al Señor, que lo aleje de mí; y esta fue su respuesta: Te basta mi gracia; pues la fuerza se perfecciona en la flaqueza22. Yo te he aplicado el remedio a tu herida; sé cuándo había que ponerlo, y cuándo había que retirarlo. Que no se aparte el enfermo de las manos del médico, que no le dé consejos. Así son las cosas de este mundo. Sufrimientos hay; y si tienes una buena relación con Dios, verás que él conoce qué es lo que cada uno necesita; prosperidades las hay; anda con mucho cuidado para que ellas no corrompan tu espíritu, de manera que se aleje del que te las concedió. Entonces según el salmo, ¿qué dice el que es sensato? ¡Oh Dios! escucha mi súplica, atiende con los oídos a las palabras de mi boca.

6. [v.5] Porque los extranjeros se han levantado contra mí. ¿Qué extranjeros? ¿Es que David no era judío, de la tribu de Judá? El pueblo de Zif también formaba parte de la tribu de Judá, era de los judíos. ¿Cómo pueden ser extranjeros? No lo era por la ciudad, ni por la tribu, ni por la parentela, sino por su florecimiento. ¿Quieres conocer a estos extranjeros? En otro salmo se dice a quién se llama los hijos de extranjeros: Aquellos cuya boca dice vanidades, y su diestra es una diestra de iniquidad. Y va enumerando cuál es ese florecimiento de los zifeos: Sean sus hijos como plantas nuevas lozanas en su juventud; sus hijas arregladas y adornadas a semejanza de un templo: sus silos están repletos, rebosantes completamente; sus ovejas, fecundas, se multiplican en sus partos, sus bueyes están cebados; no hay brechas ni aberturas en sus muros, ni quejidos en sus plazas. Pero fíjate bien en los zifeos, date cuenta de que su florecer es temporal. Proclamaron dichoso al pueblo que tiene todo esto. Con razón son hijos extraños. Y tú, oculto entre los zifeos, ¿qué dices? Dichoso el pueblo cuyo Dios es el Señor23. Desde este sentimiento se dirige a los oídos del Señor esta oración: Atiende con los oídos a las palabras de mi boca, porque los extranjeros se han levantado contra mí.

7. Y los poderosos atentaron contra mi vida. De un modo nuevo, hermanos míos, todos aquellos que tienen puesta su esperanza en este mundo, están empeñados en destruir a los santos que no tienen puesta su esperanza en este mundo. Es cierto que estos son bien conocidos, es cierto que viven juntos. Bien diferentes y opuestos son estas dos clases de personas: unos son los que ponen su esperanza en los bienes mundanos, y su felicidad en lo temporal; y la otra clase son aquellos que ponen su esperanza sólo y firmemente en el Señor su Dios. Y aunque estos zifeos digan que están de acuerdo, no les des mucho crédito; es porque faltan las dificultades; cuando les viene alguna dificultad, como por ejemplo el que alguien sea reprendido por confiar en lo mundano, no digo que se enfrentará a algún obispo, pero ni siquiera se quiere acercar a la Iglesia, no sea que se pueda perder algo de su típico heno. ¿Por qué he dicho esto, hermanos? Porque ahora todos escucháis con gusto en el nombre de Cristo, y como lo entendéis, por eso aclamáis con vuestras voces; no habría esas exclamaciones, si no lo hubierais entendido. Y este haberlo entendido, tiene que dar sus frutos. Y la tentación es la que confirma estos frutos. No sea que después de haberos declarado de los nuestros, la tentación os convierta en extranjeros, y se diga: Los extranjeros se han levantado contra mí, y los poderosos atentaron contra mi vida; que no haya que decir lo que sigue: No han puesto a Dios delante de sí. ¿Cómo va a tener a Dios en su presencia, el que no tiene presente más que el mundo? El que se preocupa de multiplicar su dinero, de aumentar sus reses, de llenar sus almacenes, hasta poder decir a su alma: «Eres dueño de muchos bienes; date la buena vida, banquetea, sáciate». ¿Acaso pone delante de sí a Dios, que dijo a quien se gloriaba en todo esto, y brillaba con la flor de los zifeos: Necio —es decir, que no entiende, que es un hombre imprudente—, esta noche se te quitará la vida; y todo esto que has amontonado, para quién será?24 No han puesto a Dios delante de sí.

8. [v.6] Pero Dios es mi auxilio. Y lo ignoran los mismos entre quienes estoy oculto. Si también ellos pusieran a Dios ante sí, se darían cuenta de cómo me ayuda Dios. Todos los santos reciben el auxilio de Dios, pero en su interior, donde nadie lo ve. Así como los impíos tienen un gran remordimiento de conciencia, los buenos en su conciencia disfrutan de una gran alegría. Nuestra gloria es, dice el Apóstol, el testimonio de nuestra conciencia25. En esto se gloría el justo interiormente, no en el florecimiento exterior de los zifeos, y por eso dice: Dios es mi auxilio. Y aunque lo prometido tarde en llegar, hoy el auxilio me es dulce y lo tengo presente, y hoy en el gozo de mi corazón encuentro que algunos dicen sin motivo: ¿Quién nos mostrará los bienes? Porque la luz de tu rostro se refleja en nosotros, Señor; has dado alegría a mi corazón26, no a mi viña, no a mis rebaños, no a mi bodega, no a mi mesa, sino a mi corazón. Pero Dios es mi auxilio. ¿Cómo te auxilia? El Señor sostiene mi vida.

9. [v.7] Devuélveles la maldad a mis enemigos. Tal como ahora verdean, como ahora florecen, están destinados al fuego. Desbarátalos con tu poder. Piensa que ahora florecen, que ahora brotan como la hierba; tú no seas un hombre imprudente ni un insensato, que poniendo tu interés en estas cosas, te pierdas para siempre27. Devuélveles, pues, la maldad a mis enemigos. Pues si tú fueras de la estirpe de David, con su poder los desbarataría. Estos florecen, sí, con la felicidad terrenal, pero están destinados a perecer con el poder de Dios. No es igual su florecimiento a su caída; florecen por un tiempo, pero su ruina es eterna; florecen con falsos bienes, y perecen con auténticos tormentos. Desbarátalos con tu poder, a los que toleraste en tu debilidad.

10. [v.8] Te ofreceré un sacrificio voluntario. ¿Quién podrá comprender esta bondad del corazón, aunque alguien se lo explique, si no la ha gustado en sí mismo? ¿Qué significa: Te ofreceré un sacrificio voluntario? Quiero deciros: que lo entienda el que pueda y como pueda; y el que no, que lo crea y ore para que pueda entenderlo. ¿Acaso debo pasar por alto este versículo, para no inculcaros su significado? Confieso a vuestra Caridad que el amor de Dios me empuja a hablaros algo sobre él, y doy gracias a Dios por la atención que estáis prestando. Porque si os viese aburridos de oírme, me sentiría obligado a callarlo; aunque en mi corazón no podría callar cuanto el Señor se dignara concederme. Venga, pues, a mis labios lo que ha concebido mi corazón; que la voz declare lo que guarda la mente. Voy a decir, según mis posibilidades, qué sentido tiene la frase: Te ofreceré un sacrificio voluntario. ¿Qué sacrificio he de elegir aquí, hermanos? ¿O qué será digno de ofrecer al Señor por su misericordia? ¿Elegiré víctimas entre las ovejas o los carneros del rebaño, o pondré los ojos en algún toro de la vacada, o traeré incienso genuino de la tierra de los sabeos? ¿Qué haré? ¿Qué le ofreceré, sino lo que él dice: El sacrificio de alabanza, ese me honra?28 ¿Y por qué lo de voluntario? Porque a quien alabo lo amo gratuitamente. Amo a Dios, y me complazco en esa alabanza; me gozo en la alabanza de aquel en quien no tengo el menor reparo en alabarlo. Mas no como los aficionados a las frivolidades teatrales, que alaban al auriga, al cazador, o a cualquier histrión; y estos que alaban invitan a otros a que se unan a la alabanza, y los exhortan a que aclamen con ellos. Y muchas veces, después de que todos lo han aclamado, se avergüenzan, cuando su ídolo es vencido. Con nuestro Dios no pasa esto: que se lo alabe voluntariamente, se le ame con caridad; que su amor y su alabanza sea con afecto gratuito. ¿Qué quiere decir gratuito? Que se lo ama a él por sí mismo, no por otra razón. Porque si amas a Dios para que te dé alguna cosa, ya no amas a Dios gratuitamente. Te daría vergüenza de que tu esposa te amase por tus riquezas, y que pensara en el adulterio si te sobreviniera la pobreza. Si tú quieres ser amado gratis por tu esposa, ¿a Dios lo vas a amar por algún otro interés? Tú, avaro, ¿qué premio vas a recibir de Dios? No te reserva la tierra, se reserva a sí mismo él, que hizo el cielo y la tierra. Te ofreceré un sacrificio voluntario; no lo hagas por necesidad. Si alabas a Dios por alguna otra razón, lo alabas por necesidad. Si tuvieses lo que amas, no alabarías a Dios. Mira bien lo que digo: alabas a Dios, por ejemplo, para que te conceda abundante dinero; si de otro lado te viniera ese dinero abundante, ¿alabarías a Dios? Si por el dinero alabas a Dios, no haces un sacrificio espontáneo, sino que tu sacrificio está movido por la necesidad, ya que no sé cuántas cosas amas fuera de él. Por eso dice el salmo: Te ofreceré un sacrificio voluntario. Desprécialo todo, míralo sólo a él. Todas estas cosas son buenas, pero por razón del donante. Sin duda que las cosas temporales que Dios nos da, a unos les sirven para su provecho, y a otros para su mal, según la altura y la profundad de los designios divinos. Ante el abismo de estos designios, exclamó impresionado el Apóstol: ¡Qué abismo de riqueza, de sabiduría y de ciencia el de Dios! ¡Qué inescrutables son sus designios, y qué irrastreables sus caminos! Pues ¿quién será capaz de conocer sus caminos, o de comprender sus designios?29 Sabe cuándo darlo y conoce a quién se lo da, cuándo quitarlo y a quién se lo quita. Tú en esta vida pide lo que te aproveche para la futura, pide lo que te sirva de ayuda para la eternidad. Pero a él ámale gratuitamente; no vas a encontrar nada mejor que te dé que a él mismo; y si lo encuentras, pídelo. Te ofreceré un sacrificio voluntario. ¿Por qué voluntario? Porque es gratuito. ¿Y qué es gratuito? Y alabaré tu nombre, Señor, porque es bueno: por ninguna otra causa, sino porque es bueno. ¿Dice, acaso: Alabaré tu nombre, Señor, porque me das una fértil hacienda, porque me das oro y plata, porque me das amplias riquezas, mucho dinero, y un puesto muy elevado? No, sino porque es bueno. No encuentro nada mejor que tu nombre; por eso alabaré tu nombre, Señor, porque es bueno.

11. [v.9] Porque me has librado de toda tribulación. Por eso he comprendido que tu nombre es bueno; porque si hubiera podido comprender esto antes de que vinieran las tribulaciones, probablemente no me serían necesarias. Pero la tribulación se envía como una amonestación, y esa amonestación va dirigida a tu alabanza. Nunca sabría en qué estado estaba, si no fuera amonestado por mi debilidad. Porque me has librado de todas mis tribulaciones. Y mis ojos han mirado desde arriba a mis enemigos: han mirado por encima a los zifeos. Su florecimiento lo he superado con la altura de mi corazón, y he llegado a ti, y desde allí los he mirado, y he visto que toda carne es heno, y toda la gloria del hombre como flor de heno30; y como se dice en otro salmo: Vi a un malvado que se jactaba, y que se elevaba como los cedros del Líbano; luego pasé por allí y ya no estaba. ¿Por qué no estaba? Porque pasaste. ¿Qué quiere decir que pasaste? Que no en vano oíste «levantemos el corazón», que no te quedaste en la tierra, donde llegarías a la putrefacción; que elevaste tu alma a Dios, superando los cedros del Líbano, y desde aquella altura miraste: y ya no estaba, y lo buscaste, pero ya no se encontró su lugar31. No tienes ya más que hacer; has entrado en el santuario de Dios, y has comprendido cuán es el final32. Y por eso concluye así: Y mis ojos han mirado desde arriba a mis enemigos. Debéis hacer esto con vuestro espíritu, hermanos: elevad vuestro corazón, avivad la mirada de vuestro espíritu, aprended a amar a Dios gratuitamente, aprended a despreciar el mundo presente, aprended a ofrecer de buen grado el sacrificio de alabanza, para que trascendiendo la flor del heno, podáis mirar desde arriba a vuestros enemigos.