Traducción: Miguel F. Lanero, o.s.a y Enrique Aguiarte Bendímez, o.a.r.
1. [v.1] Cada uno valore por sí mismo la importancia que tiene la palabra de Dios para la corrección de nuestra vida, para la esperanza de los premios y el temor de los castigos; que ponga su conciencia ante sus propios ojos sin engaño, y no se lisonjee en un peligro tan importante; porque ya veis cómo el mismo Señor Dios nuestro no halaga a nadie; y si nos consuela con sus buenas promesas, reafirmando nuestra fe, en cambio a los que viven mal y desprecian del todo su palabra, no se anda con contemplaciones. Que cada uno se pregunte a sí mismo, mientras hay tiempo, y vea dónde está situado, y entonces o que persevere en el bien, o cambie su mala conducta. De acuerdo con esto se expresa en este salmo no un hombre cualquiera, ni un ángel, sino: El Dios de los dioses, el Señor habla. ¿Y qué hizo al hablar? Convoca la tierra de Oriente a Occidente. Quien ha convocado la tierra desde la salida del sol hasta su ocaso es nuestro Señor y Salvador Jesucristo. La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Nuestro Señor Jesucristo es, pues, el Dios de los dioses, ya que por medio de él fueron creadas todas las cosas, y sin él no se hizo nada. Si la Palabra de Dios es Dios, claro que es el Dios de los dioses. Y si nos preguntamos si es Dios, nos contesta el evangelio: En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios1. Y si todo fue hecho por medio de ella, consiguientemente afirma que los dioses —si es que existen— fueron creados por medio de ella. Hay un Dios que no ha sido creado, sólo él es Dios. Sí, es el único Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, un solo Dios.
2. Entonces los dioses de aquellos, cuyo Dios es el Dios verdadero, ¿quiénes son o dónde están? Lo dice otro salmo: Dios se levanta en la asamblea de los dioses; en medio de ella juzga a los dioses. Aún no sabemos si quizá hay algún grupo de dioses en el cielo, y en su asamblea, Dios se levantó para juzgarlos. En ese mismo salmo fijaos a quiénes se dirige: Yo dije: Sois dioses e hijos del Altísimo todos; pero vosotros moriréis como los hombres, y caeréis como cualquier príncipe2. Está claro que ha llamado dioses a los hombres, deificados por su gracia, pero no nacidos de la naturaleza divina. Él es quien justifica, ya que es justo por sí mismo, no por otro; y es él quien deifica, ya que es Dios por sí mismo, no por la participación de alguien. El que justifica, es el mismo que deifica: al justificarlos, los hace hijos de Dios. Les dio el poder ser hijos de Dios3. Si se nos ha hecho hijos de Dios, también se nos ha dado la categoría de dioses; pero esto es por generosidad del que adopta, no por naturaleza del que engendra. Sólo hay un Dios—Hijo de Dios, un solo Dios con el Padre, que es el Señor y Salvador nuestro, Jesucristo, la Palabra existente desde el principio, la palabra junto a Dios, la Palabra Dios. El resto de los que llegan a ser dioses, no nacen de su naturaleza, de forma que sean lo mismo que él, sino que fue una merced suya el llegar a él, y ser coherederos de Cristo. Tan grande fue la caridad del Heredero, que quiso tener coherederos. ¿Qué hombre avaro quiere tener coherederos? Y si encontramos a alguien que quiera tenerlos, se beneficia menos, al tener que dividir la herencia con los otros, que si sólo él la recibiera. Pero la herencia por la que somos coherederos con Cristo no disminuye por la abundancia de herederos. No; heredan lo mismo, sean muchos o sean pocos, sea uno solo o sean muchos. Mirad, nos dice el apóstol Juan, qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, y serlo de verdad. Y en otro lugar: Queridos, somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que seremos. Luego lo somos sólo en esperanza, no todavía en realidad. Sabemos, sigue diciendo, que cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es4. Sólo uno lo es por nacimiento, nosotros lo seremos por la gracia de verlo. Claro que no seremos tan semejantes como lo es él, que es lo mismo que aquel por quien fue engendrado; nosotros seremos parecidos, no iguales; precisamente porque él es igual, nosotros seremos parecidos. Hemos ya oído quiénes son dioses al ser justificados, porque se llaman hijos de Dios; y quiénes son los dioses que no son dioses, a quienes el Dios de los dioses les infunde terror. Como dice otro salmo: Es más terrible que todos los dioses. Y como respondiéndote a la pregunta: ¿Qué dioses son estos? Responde: Pues todos los dioses de los gentiles son demonios5. Con los dioses de los gentiles, con los demonios, se muestra terrible; con los dioses que él se ha hecho, o sea, sus hijos, es amable. Lo que sí veo es que unos y otros confiesan la majestad de Dios. Los demonios confesaron a Cristo, y los fieles también lo confesaron. Tú eres Cristo, el Hijo de Dios vivo6, dijo Pedro. Sabemos quién eres: tú eres el Hijo de Dios7, dijeron los demonios. Oigo la misma confesión, pero no me encuentro con el mismo amor; es más, allí lo que hay es amor, y aquí temor. Con los hijos se muestra amable; mas con quienes se muestra terrible, esos no son hijos; si está amable, es que Dios ha hecho a esos hijos; si terrible, está probando que no son dioses. A unos los ha hecho él dioses, los otros se tienen por dioses; a aquellos la verdad los hizo dioses, a estos otros es el error el que los tiene por dioses.
3. Así pues, El Dios de los dioses, el Señor habla. Ha hablado de muchas maneras: ha hablado él mismo por medio de los ángeles; por los profetas también, y también con su propia Palabra; ha hablado por medio de los apóstoles. También habla por medio de sus fieles él mismo; por medio de nuestra humildad, cuando decimos algo verdadero, es él quien habla. Notad, pues, que hablando de distintas maneras, de muchos modos, usando muchos instrumentos y muchas vías de comunicación, es él quien se deja oír en todos, tocando, reformando, inspirando: fijaos lo que ha hecho. Porque habla y convoca la tierra. ¿Qué tierra? ¿Tal vez África, teniendo en cuenta los que dicen: La Iglesia de Cristo es el Partido de Donato? No, no ha llamado sólo a África, aunque tampoco la ha excluido. Pues el que convoca la tierra de Oriente a Occidente, sin dejar ninguna de las partes que ha llamado, en su llamada también incluyó a África. Que se goce, pues, en la unidad, no se enorgullezca en la división. Bien decimos que la voz del Dios de los dioses llegó hasta el África, pero no se quedó en ella. Convoca la tierra de Oriente a Occidente. No hay lugar para que se escondan las insidias de los herejes, no existe una sombra para ocultar su falsedad. Nadie se puede ocultar a su calor8. El que convoca a la tierra, la convoca a toda ella; el que convoca a la tierra, convoca a toda la que él fabricó. ¿Cómo es que se me presentan falsos Cristos y falsos profetas? ¿Cómo es que traman envolverme con palabras capciosas, diciendo: Mirad, Cristo está aquí, mirad, Cristo está allí?9 No quiero escuchar a los que me muestran facciones: El Dios de los dioses me muestra la totalidad; el que convoca la tierra de Oriente a Occidente, ha redimido todo el conjunto; y a los partidos que calumnian los ha condenado.
4. [v.2] Hemos oído que la tierra ha sido convocada de Oriente a Occidente. ¿Desde dónde comenzó la llamada del que la llamó? Escuchad: De Sión saldrá el resplandor de su belleza. He aquí que el salmo concuerda con el evangelio, cuando dice: Por todas las naciones, empezando por Jerusalén. Fíjate: Por todas las naciones. Convoca toda la tierra de Oriente a Occidente. Escucha: Comenzando por Jerusalén: De Sión saldrá el resplandor de su belleza. Luego: Convoca la tierra de Oriente a Occidente, concuerda con las palabras que pronunció el Señor: Cristo tenía que padecer, resucitar al tercer día de entre los muertos, y que se predicase en su nombre la conversión y el perdón de los pecados por todas las naciones10. Eso son todos los pueblos desde la salida del sol hasta el ocaso. Ahora bien, de Sión saldrá el esplendor de su belleza, coincide con que la belleza de su evangelio comenzó desde allí, ya que desde allí comenzó a anunciarlo el más hermoso de los hijos de los hombres11, lo cual concuerda también con las palabras de Señor: Comenzando por Jerusalén. Coinciden lo nuevo y lo antiguo, lo antiguo y lo nuevo; se dicen uno al otro los dos serafines: Santo, santo, santo es el Señor Dios de los ejércitos12. Y los dos Testamentos están acordes, los dos Testamentos tienen la misma voz; óigase la voz de los Testamentos que coinciden, no la de los desheredados calumniadores. Es esto lo que hizo el Dios de los Dioses: Convoca la tierra de Oriente a Occidente, procediendo de Sión su belleza. Allí estaban los discípulos que el día quincuagésimo después de la resurrección, recibieron el Espíritu Santo, enviado del cielo13. De allí comenzó el Evangelio, de allí la predicación, desde allí se colmó toda la tierra; y todo ello gracias a la fe.
5. Cuando el Señor vino, lo hizo ocultamente, puesto que venía a padecer; y aun siendo fuerte por sí mismo, se manifestó débil en la carne. Era necesario verlo sin comprenderlo; ser despreciado y hasta ser matado. La hermosura de su gloria estaba en su divinidad, pero está oculta bajo su ser corporal. Porque si lo hubieran conocido, jamás habrían crucificado al Señor de la gloria14. Y así fue como anduvo entre los judíos, oculto entre sus enemigos, realizando cosas admirables, soportando sufrimientos, hasta ser suspendido en el leño. Y al verlo colgado de la cruz, los judíos se burlaban más y más, y meneando la cabeza ante la cruz, decían: Si es Hijo de Dios, que baje de la cruz15. Estaba oculto, pues, el Dios de los dioses, y dio gritos más bien por nuestra compasión, que por su majestad. ¿De dónde le salieron aquellos gritos, sino tomados de nosotros: Dios, Dios mío, por qué me has abandonado?16 ¿Cuándo abandonó el Padre a su Hijo, ni el Hijo al Padre? ¿No son un único Dios el Hijo y el Padre? ¿No es del todo cierto: El Padre y yo somos una sola cosa?17 ¿Cómo, pues, gritó: Dios, Dios mío, por qué me has abandonado, sino porque en la debilidad de su carne reconocía la voz del hombre pecador? El que asumió la semejanza de la carne pecadora18, ¿por qué no iba a asumir la semejanza de la voz del pecado? Estuvo, pues, oculto el Dios de los dioses cuando caminó entre los hombres; cuando tuvo hambre y sed; cuando, cansado, se sentó; cuando, rendido en su cuerpo, se durmió; y también cuando fue apresado, flagelado, llevado ante el juez, y cuando respondió a aquel soberbio: No tendrías poder sobre mí, si no se te hubiera dado de arriba19. Y fue llevado al sacrificio, y no abrió su boca ante el esquilador20, lo mismo que cuando fue crucificado y sepultado, siempre estuvo oculto el Dios de los dioses. ¿Y qué ocurrió después, cuando resucitó? Los discípulos quedaron admirados, y en principio no creyeron, hasta tocarlo con sus manos21. Pero lo que resucitó fue la carne, puesto que fue la carne la que murió; la divinidad, que no podía morir, todavía seguía escondida en la carne del resucitado. Pudo ser vista su forma corporal, tocados sus miembros, palpadas sus cicatrices; pero la Palabra, por la cual fueron hechas todas las cosas, ¿quién es capaz de verla?, ¿de rodearla con sus manos?, ¿de tocarla? Y sin embargo la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros22. Y Tomás, que tenía entre sus manos al hombre, comprendía, como podía, a Dios. Por eso, después de palpar sus cicatrices, exclamó: Señor mío y Dios mío23. El Señor mostraba el mismo aspecto, la misma carne que habían visto en la cruz y que fue depositada en la sepultura. Estuvo con ellos cuarenta días. No se mostró a los impíos judíos; sí se mostró a quienes habían creído en él antes de su crucifixión, para fortalecer, con su resurrección, la fe de quienes había dejado vacilantes al ser crucificado. Después, al cumplirse los cuarenta días, les encomendó su Iglesia, es decir, la tierra convocada de Oriente a Occidente, y para que no tuvieran excusa los que quieren perecer en el cisma, subió al cielo, diciéndoles: Seréis mis testigos en Jerusalén (de ahí brotaría el esplendor de su belleza), y en toda Judea y Samaría y hasta los confines de la tierra. Dicho esto, una nube se lo llevó. Ellos veían al que habían conocido: en su humildad, no en su gloria todavía. Y mientras los dejaba y se iba al cielo, una voz de ángel les avisó diciendo: Galileos, ¿qué hacéis ahí parados? Este Jesús que estáis viendo irse, vendrá tal como lo habéis visto irse al cielo. Así pues él ascendió; ellos, llenos de alegría volvieron y permanecieron en la ciudad, tal como él se lo había mandado, hasta que fueran llenos del Espíritu Santo24. Ahora bien, ¿qué se le dijo a Tomás cuando tocó a Jesús? Porque has visto, has creído; dichosos los que sin ver creen25. En él fuimos preanunciados nosotros. Esa tierra convocada desde el Oriente al Occidente, no ve y cree. El Dios de los dioses está oculto también para quienes anduvieron con él, para quienes lo crucificaron, y también para aquellos ante cuyos ojos resucitó, y para nosotros, que lo creemos sentado en el cielo, a quien no vimos cuando andaba por esta tierra. Pero aunque lo hubiéramos visto, ¿no habríamos visto lo mismo que vieron los judíos y lo crucificaron? Mejor es que creamos en Cristo sin verlo, que haberlo visto como los que lo vieron, y creerlo un puro hombre. Porque ellos, creyendo mal, se causaron la muerte, y nosotros, creyendo bien, recibimos la vida.
6. [v.3] ¿Qué diremos, hermanos? Ese Dios de los dioses, oculto entonces y oculto ahora, ¿estará siempre oculto? De ninguna manera; escucha lo que sigue: Dios vendrá manifiestamente. El que vino oculto, vendrá manifiesto; vino oculto para ser juzgado, vendrá a las claras para juzgar; vino oculto para comparecer ante el juez, vendrá manifiestamente para juzgar a los mismos jueces: Vendrá manifiestamente y no callará. ¿Cómo es esto? ¿Es que ahora calla? Entonces ¿de dónde procede lo que ahora decimos? ¿De dónde estos preceptos? ¿De dónde estas amonestaciones? ¿De dónde esta trompeta del terror? No calla y sí calla: no calla en sus amonestaciones, calla en sus castigos: no calla en sus mandatos, calla en el juicio. Tolera a los pecadores que diariamente obran mal, que no se preocupan ni de Dios, ni de su conciencia, ni del cielo, ni de la tierra; todo esto no le pasa inadvertido, amonestando universalmente a todos, y cuando castiga a algunos en la tierra, está amonestando, no condenando. Calla, por tanto, en cuanto al juicio, está oculto en el cielo, sigue todavía intercediendo por nosotros; es paciente con los pecadores, no dando rienda suelta a su ira, sino esperando su conversión. Dice en otro lugar: He callado, pero ¿voy a callar siempre?26 Así que cuando no calle Dios vendrá manifiestamente. ¿Qué Dios? Nuestro Dios. Se trata del mismo Dios que es nuestro Dios: no hay otro Dios que no sea el nuestro. Los dioses de los gentiles son demonios; el Dios de los cristianos es el verdadero Dios. Es él quien vendrá, pero manifiestamente, no para ser burlado, abofeteado y flagelado; vendrá, sí, pero claramente, no ya para ser golpeado con una caña en la cabeza, ni crucificado, ni muerto, ni sepultado; todo esto lo quiso padecer Dios ocultamente. Vendrá manifiestamente y no callará.
7. Que ha de venir a juzgar lo dejan claro las siguientes palabras: Delante de él avanza fuego27. ¿Tenemos miedo? Cambiemos nuestra vida y no habrá lugar a temores. Que el fuego lo tema la paja; pero el fuego ¿qué le hace al oro? Ahora está en tu poder lo que debes hacer, para que no te sobrevenga lo que no quieres, por no haberte corregido. Pero aunque pudiéramos hacer, hermanos, que no llegara el día del juicio, pienso que ni siquiera así deberíamos portarnos mal. Si no sobreviniese el fuego en el día del juicio, y el castigo reservado a los pecadores fuera únicamente la separación de la presencia de Dios, cualquiera que fuese la abundancia de placeres, sin ver a quien fue su creador, y lejos de la dulzura inefable de su rostro, aun siendo eterna la impunidad de sus pecados, necesariamente estarían lamentándose. Pero ¿qué estoy diciendo, y a quiénes lo digo? Esto es un castigo para los que aman, no para los que menosprecian. Quienes han comenzado a gustar de alguna manera la dulzura de la sabiduría y de la verdad, conocen a lo que me refiero: al castigo doloroso que supone únicamente el hecho de estar apartados del rostro de Dios. Y quienes no han gustado esa dulzura, si no tienen deseos de ver el rostro de Dios, que al menos teman el fuego; que tiemble ante los suplicios el que por los premios no siente estímulos. Si te parece vil lo que Dios promete, tiembla ante sus amenazas. Viene la dulzura de su presencia; y tú no te inmutas, no te fascinas, no suspiras, no anhelas; te abrazas a tus pecados, a los placeres de tu carne, amontonas paja, llegará el fuego. El fuego arderá en su presencia. No será como el del fogón de tu casa; si te obligara alguien a meter la mano en él, estarías dispuesto a hacer lo que quiera el que te amenaza con esta tortura. Si te dijera: Escribe contra tu padre, escribe contra tus hijos, y si no lo haces, te meteré la mano en el fogón; lo harías, no ibas a permitir que tu mano se quemara, que se quemara un miembro tuyo aunque fuera sólo por un tiempo, pues no iba a estar por siempre sufriendo. Ahora bien, si tu enemigo te amenaza con una desgracia no muy grave, obras mal; ¡y si Dios te amenaza con un sufrimiento eterno, no estás dispuesto a obrar el bien! Ni siquiera las amenazas deberían empujarte a evitar el mal, ni tampoco obligarte a obrar el bien. Sin embargo, con las amenazas de Dios, amenazas de fuego eterno, se te prohíbe obrar mal y se te invita al bien. ¿De dónde viene tu pereza, sino de tu falta de fe? Escudriñe cada uno su corazón, y mire a ver qué fe hay en él. Si creemos, hermanos, en el juicio futuro, vivamos bien. Ahora es el tiempo de la misericordia, después será el tiempo del juicio. Nadie dirá: Hazme volver a mis años anteriores. Eso será penitencia, pero lo será en vano. Que se convierta ahora, cuando la conversión es fructuosa; aplíquesele ahora la fertilización a la raíz del árbol, el dolor del corazón y las lágrimas, no sea que venga el Señor y lo arranque28. Una vez arrancado, no hay otra espera que el fuego. Ahora, aunque algunas ramas estén tronchadas, siempre se pueden injertar de nuevo; pero entonces, todo árbol que no dé buen fruto, será cortado y echado al fuego29. El fuego arderá en su presencia.
8. Lo rodea tempestad violenta. Sí, una tempestad impetuosa, para ventilar una era tan grande. Por esta tempestad tendrá lugar la bielda, por la que se separará de los santos todo lo inmundo, de los fieles toda mentira, de los piadosos y temerosos de la Palabra de Dios, todo el que sea despectivo y soberbio. Ahora lo que tenemos aquí es una mezcla de todo esto, desde la salida del sol hasta su ocaso. Veamos, pues, cómo va a hacer el que ha de venir, qué hará con esa tempestad aquel a quien lo rodea una tempestad violenta. Sin lugar a dudas que esta tempestad hará una separación. Se trata de aquella separación que no aguardaron los que antes de arribar a la costa, rompieron las redes30. Porque en tal separación se realiza la distinción entre buenos y malos. Unos son los que siguieron ahora a Cristo, librando sus hombros de la carga de los cuidados mundanos, que no oyeron en vano: Si quieres ser perfecto, anda, vende todo lo que tienes, y tendrás un tesoro en el cielo, y ven y sígueme; a los cuales se les dice: Os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel31. Por tanto, unos juzgarán con el Señor, otros han de ser juzgados, pero se les ha de colocar a la derecha. Tenemos un claro testimonio que habrá algunos que han de juzgar con el Señor, como acabo de recordar: Os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel.
9. Alguien podrá replicar: Los que se han de sentar allí son los doce Apóstoles, y nadie más. ¿Estará allí el apóstol Pablo? ¿No será excluido? Lejos de mí decir esto, lejos ni siquiera el pensarlo. ¿No podrá sentarse en el lugar dejado por Judas? Pero la divina Escritura nos dice quién fue designado en lugar de Judas. En los Hechos de los Apóstoles se dice expresamente quién fue elegido en lugar de Judas: Matías, para que no haya lugar a dudas32. Al fallar Judas, se completó el número de los doce. Entonces, al ocuparse el número doce de los tronos, ¿Pablo el apóstol no juzgará? ¿O es que juzgará de pie? No, no será así; no hará esto el que retribuye a los justos: no va a juzgar de pie el que trabajó más que todos ellos33. Lo que sí es cierto es que este Pablo apóstol nos obliga a reflexionar y escudriñar la razón de por qué se dijo que serían doce los tronos. Encontramos de hecho en las Escrituras otros números significando una multitud. Por ejemplo, cinco son las vírgenes admitidas, y cinco las rechazadas34. Entiende como quieras el significado de las vírgenes: bien sea por la castidad y la integridad de su corazón, en lo que la Iglesia entera debe ser virgen, y a ella se le dice: Os tengo desposados con un solo Esposo, para presentaros a Cristo cual casta virgen35; o bien se entienda de aquellas mujeres que han consagrado a Dios también la integridad de su cuerpo; ¿acaso entre tantos miles sólo hay cinco? No, sino que en el número cinco se entiende la continencia de los cinco sentidos corporales. De hecho a muchos la corrupción les llega por los ojos, a otros por el oído, a no pocos por un olfato ilícito, a muchos por el gusto desordenado, y a otros muchos por dejarse apresar por el adulterio. Todos los que cierran estas cinco puertas a la corrupción, y mantienen la continencia hasta experimentar gloria en su conciencia, no porque esperen alabanza alguna de los hombres, estos son las cinco vírgenes sabias que llevaron el aceite consigo. ¿Qué significa el llevar consigo el aceite? Nuestra gloria es esta: el testimonio de nuestra conciencia36. Volviendo al rico aquel que sufría los tormentos del infierno: Tengo, dijo, cinco hermanos37. En ellos entendemos el pueblo judío, que estaba bajo la Ley, ya que Moisés, su legislador, la escribió en cinco libros. Además, el Señor, después de la resurrección, mandó echar las redes a la derecha, y recogieron ciento cincuenta y tres peces. Y con ser tantos, dice el evangelista, no se rompieron las redes38. Antes de su pasión mandó Jesús echar las redes, pero sin decir si a la derecha o a la izquierda de la barca, ya que si hubiera dicho a la derecha, habría querido referirse a solos los buenos, y si a la izquierda, a los malos únicamente. Cuando se calla la derecha y la izquierda, los peces pescados son buenos y malos. Y en aquella ocasión fueron capturados tal cantidad de peces, como nos atestigua la verdad del evangelio, que las redes se rompían39. Aquella captura significaba el tiempo presente; las redes rotas indicaban las desgarraduras y divisiones de los herejes y cismáticos. Lo que el Señor hizo después de su resurrección, significaba lo que hará después de nuestra resurrección con nosotros, en el número aquel del reino de los cielos, donde no habrá ningún malo. Por eso las redes lanzadas a la derecha, representaban a los de la derecha, separados ya de los de la izquierda. ¿Entonces no va a haber más que buenos en aquellos ciento cincuenta y tres del lado derecho? La Escritura en ellos da a entender millones40. Leed el Apocalipsis: habrá doce por doce mil, probablemente, como se deja traslucir, sólo del pueblo judío41. Fijaos en la cantidad de mártires: sólo en el reciente acontecimiento, de los llamados Masa Cándida, son más de ciento cincuenta y tres mártires. Y en fin, aquellos siete mil de los que se le responde a Elías: Me he reservado siete mil hombres, que no han doblado sus rodillas ante Baal42; todos estos superan con mucho el número de estos peces. Los ciento cincuenta y tres peces no significan el número exacto de los santos, sino la universalidad numérica de los santos y justos, y por algo la Escritura da a entender que son un número grande, para que todos los pertenecientes a la resurrección de la vida eterna, entiendan estar comprendidos en aquel número ciento cincuenta y tres. De hecho la Ley tiene diez preceptos; pero el Espíritu de la gracia por el cual se cumple la Ley, leemos que es septiforme43. Habrá que investigar, por tanto, qué quieren significar los números diez y el siete: en el diez están significados los mandamientos, y en el siete la gracia del Espíritu Santo, con la que se cumplen los diez mandamientos. El diez y el siete contienen, por tanto, a los pertenecientes a la resurrección, a los de la derecha, al reino de los cielos, a la vida eterna; es decir, a los que cumplen la ley por la gracia del Espíritu, no por sus esfuerzos o por mérito alguno propio. Ahora bien, si el diez con el siete, los vas sumando progresivamente el uno al dos; el dos al tres, y luego al cuatro, hasta llegar a diez; y luego continúas añadiendo el cinco hasta quince; y después el seis, hasta el veintiuno; y luego el siete hasta sumar veintiocho; y sumando luego el ocho hasta llegar al treinta y seis; y luego el nueve para sumar cuarenta y cinco; y el diez para sumar cincuenta y cinco; más el once, sumando sesenta y seis; añadiendo el doce para formar setenta y ocho; y el trece, resultando noventa y uno; y luego el catorce, obteniendo el ciento cinco; más el quince, resultando ciento veinte; luego el dieciséis, y resultan ciento treinta y seis; por fin el diecisiete, y tenemos el número ciento cincuenta y tres; comprobarás que el gran número de santos dice relación a este número reducido de peces. Y así, lo mismo que en las cinco vírgenes están comprendidas las innumerables vírgenes, y en los cinco hermanos de aquel que sufría los tormentos del infierno, están comprendidos los miles de judíos, así también los millones de santos están representados en los ciento cincuenta y tres peces, como en los doce tronos están comprendidos no doce hombres, sino el gran número de los perfectos.
10. Pero veo que por igual motivo se me preguntará: Lo mismo que de las cinco vírgenes se da la explicación de por qué el número cinco representa a muchas vírgenes, y los cinco hermanos a muchos judíos, y el ciento cincuenta y tres representa a muchos perfectos, demuestra por qué y cómo en los doce tronos se representa no a doce hombres, sino a muchos. ¿Cómo es que los doce tronos nos representan a todos los que de cualquier parte han conseguido ser perfectos como aquellos a quienes se les dijo: Os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel?44¿Y por qué han de estar contenidos en el número doce, siendo, como son, de todas partes? Porque al decir de todas partes, nos referimos a todo el mundo; y el orbe entero de la tierra está dividido en cuatro partes: Oriente, Occidente, Sur y Norte; y de todas estas partes han sido llamados en el nombre de la Trinidad; y puesto que el triple de cuatro son doce, ya os dais cuenta de por qué pertenecen a todo el mundo los santos que se sentarán en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel; porque las doce tribus de Israel, son las del Israel completo. Y así como los jueces serán de todo el mundo, los que serán juzgados provienen también de todo el mundo. El apóstol Pablo, reprendiendo a los fieles laicos de no presentar sus causas judiciales ante la Iglesia, sino que acudían al tribunal civil para los casos con quienes pleiteaban, les dice: ¿No sabéis que juzgaremos a los ángeles?45 Ved cómo él se constituye a sí mismo en juez; y no sólo a él, sino a todos los que juzgan rectamente en la Iglesia.
11. [v.4] Siendo, pues, evidente que muchos han de juzgar junto con el Señor, y que otros han de ser juzgados, no todos por igual, sino según sus méritos, cuando venga con todos sus ángeles, al ser congregados ante él todos los pueblos46, serán contados entre los ángeles aquellos tan perfectos, que se sienten sobre los doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. A los hombres también se les ha llamado ángeles. El Apóstol dice de sí mismo: Me habéis recibido como a un ángel de Dios47. Y se dice refiriéndose a Juan Bautista: He aquí que yo envío a mi ángel delante de ti, el cual preparará tu camino ante ti48. Cuando venga con todos los ángeles, tendrá consigo también a los santos. Claramente lo dice también Isaías: Vendrá a juzgar con los ancianos del pueblo49. Así que estos ancianos del pueblo, denominados ya ángeles, estos miles y miles de perfectos, venidos de todo el orbe de la tierra, son los que llamamos cielo. La otra parte, en cambio, se llamará tierra, pero fructífera. ¿Cuál es esta tierra? La que se pondrá a su derecha, a la que se le dirá: Tuve hambre y me disteis de comer; sí, tierra fructuosa realmente, en la que se complace el Apóstol, cuando le mandaron lo que necesitaba: No es que yo busque la dádiva, dice, sino que busco vuestro beneficio. Y les da las gracias diciendo: porque finalmente habéis hecho florecer vuestros sentimientos en mi favor. Habéis hecho florecer50, dice, como florecen los árboles, que se habían secado por una cierta esterilidad. Sigamos, hermanos oyendo el salmo. Cuando venga el Señor a juzgar, ¿qué hará? convocará al cielo desde lo alto: el cielo, o sea, todos los santos perfectos que juzgarán; los llamará desde lo alto para sentarse con él a juzgar las doce tribus de Israel. ¿Cómo es que convocará al cielo desde lo alto, dado que el cielo siempre está en lo alto? Sí, pero a los que aquí llama cielo, en otros lugares llama cielos. ¿Qué cielos son estos? Los que proclaman la gloria de Dios: en efecto, Los cielos proclaman la gloria de Dios; y de ellos se dice: a toda la tierra alcanza su pregón, y hasta los límites del orbe su lenguaje51. Fijaos, pues, cómo el Señor discierne en el juicio: Convocará al cielo desde lo alto, y a la tierra para separar a su pueblo. ¿De quiénes, sino de los malos? De ellos ya no se hace aquí más mención, por estar separados para el castigo. A estos otros debes mirarlos tú y separarlos. Convocará al cielo desde lo alto, y a la tierra para separar a su pueblo. Convoca a la tierra, pero no para mezclarla, sino para separarla. Primeramente los llamó a todos juntos, cuando el Dios de los dioses ha hablado, y convocado la tierra de Oriente a Occidente; aún no los había separado; los siervos aquellos habían sido enviados a invitar a la boda, y reunieron a buenos y malos52. Pero cuando el Dios de los dioses venga manifiestamente y no calle, convocará desde lo alto al cielo, para juzgar con él. El cielo es lo mismo que los cielos, como la tierra son las tierras, y la Iglesia las Iglesias. Desde lo alto convocará al cielo, y a la tierra para juzgar a su pueblo. Al cielo lo separa de la tierra, es decir, al cielo con él lo distingue de la tierra. ¿Cómo hace distinción con la tierra? Poniendo unos a la derecha y otros a la izquierda. ¿Y qué le dice a las tierras, así divididas? Venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del reino que os está preparado desde el origen del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, etc. Y ellos responderán: ¿Cuándo te vimos con hambre? Y él: Cuando lo hicisteis con uno de mis más pequeños, conmigo lo hicisteis53. El cielo mostró a la tierra a los más pequeños, llamados ya a lo alto, y exaltados desde su humildad: Cuando lo hicisteis con uno de mis más pequeños, conmigo lo hicisteis. Así pues, Desde lo alto convocará cielo y tierra para juzgar a su pueblo.
12. [v.5] Congregadle a sus justos. La voz divina y profética, que ve el futuro como presente, exhorta a los ángeles a que los congreguen. Enviará a sus ángeles, y serán congregados ante él todas las naciones54. Congregadle a sus justos. ¿A qué justos, sino a los que viven de la fe, a los que realizan obras de misericordia? Porque esas obras son obras de justicia. Lees en el evangelio: Cuidaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos por ellos. Y como si alguien preguntase: ¿Qué justicia? responde: Cuando hagas limosna55. Luego dio a indicar que las limosnas son obras de justicia. Congregad a esos justos suyos; congregad a los que se compadecieron del necesitado, a los que pusieron su atención en el pobre y el indigente; reunidlos, que el Señor los conserve y les dé vida56. Congregadle a sus justos, que colocan su alianza sobre los sacrificios; es decir, que estiman sus promesas por encima de las obras que ellos realizan. Esos son los sacrificios, si tenemos en cuenta lo que dice el Señor: Prefiero la misericordia al sacrificio57. Que colocan su alianza sobre los sacrificios.
13. [v.6] Y proclamarán los cielos su justicia. Realmente esta justicia de Dios nos la han proclamado los cielos, la que predijeron los evangelistas. Por ellos hemos oído que unos estarán a la derecha, a quienes dice el padre de la familia: Venid, benditos de mi Padre, recibid ¿Qué vais a recibir? el reino. ¿Por qué? Tuve hambre y me disteis de comer. ¿Qué hay más bajo, más terreno, que partirle pan a un hambriento? Todo eso vale el reino de los cielos. Parte tu pan con el hambriento, y al pobre sin techo cobíjalo en tu casa; si ves a un desnudo, vístelo58. Pero no tienes la posibilidad de partir el pan, ni tienes casa donde alojarlo, ni vestidos con qué cubrirlo: dale un vaso de agua fresca59, deposita dos pequeñas monedas en la alcancía del templo60. Tanto adquirió la viuda con dos moneditas, cuanto adquirió Pedro dejando las redes61, y cuanto adquirió Zaqueo dando la mitad de su patrimonio62. Tanto vale cuanto tengas. Los cielos proclamarán su justicia, porque Dios es juez. Sí, es realmente un juez, que no mezcla, sino que selecciona. El Señor conoce quiénes son suyos63. Aunque los granos estén bajo la paja, bien los conoce el labrador. Nadie tenga miedo de ser grano, incluso entre la paja; no se equivocan los ojos de quien nos bielda. No temas a la tempestad que hay a su alrededor: no te mezclará con la paja. Sí, fuerte será la tempestad; pero no ha de llevarse del trigo ni un solo grano a la paja; el juez no es un rústico cualquiera empuñando un bieldo, sino el Dios Trinidad. Los cielos proclamarán su justicia, porque Dios es juez. Que vayan los cielos, que lo proclamen los cielos, que su voz se extienda por toda la tierra, y hasta los límites del orbe su lenguaje64, y pueda decir todo este mundo: Te invoco desde los confines de la tierra, con el corazón abatido65. Ahora gime mezclado; se alegrará una vez separado. Alce, pues, su voz y diga: No arrebates mi alma con los impíos, ni mi vida con los hombres sanguinarios66. No arrebata, porque Dios es juez. Alce su voz y le diga: Júzgame, Señor, y separa mi causa de la gente malvada67; dígalo y él lo hará; serán reunidos ante él sus santos. Convocó a la tierra para separar a su pueblo.
14. [v.7] Escucha, pueblo mío, que voy a hablarte. El que ha de venir y no callará, mirad cómo ahora tampoco calla, si lo escucháis: Escucha, pueblo mío, que voy a hablarte. Porque si no escuchas, no te hablaré. Escucha, que voy a hablarte. Porque si no escuchas, aunque hable, no será para ti. ¿Cuándo, entonces, te hablaré? Cuando escuches. ¿Y cuándo escuchas? cuando formas parte de mi pueblo. Escucha, pues, Pueblo mío; no escuchas si formas parte de otro pueblo. Escucha, pueblo mío, que voy a hablarte; Israel, voy a dar testimonio de ti. Escucha, Israel; pueblo mío, escucha. Israel es un nombre de elección: No te vas a llamar, dijo, Jacob, sino que te llamarás Israel68. Luego escucha como Israel, como el que ve a Dios, aunque no sea en la realidad, pero sí ya en la fe. Este sentido tiene Israel: El que ve a Dios. El que tenga oídos para oír, que oiga69; y el que tenga ojos para ver, que vea. Escucha, Israel, que voy a dar testimonio sobre ti. Al que antes llamó pueblo mío, a continuación le llama Israel; y como antes dijo: voy a hablarte, ahora le dice a continuación: voy a dar testimonio de ti. ¿Qué es lo que le va a decir el Señor nuestro Dios a su pueblo? ¿Qué testimonio le dará a su Israel? Escuchemos: Yo soy Dios, soy tu Dios. Yo soy Dios, y soy tu Dios. ¿De qué manera yo soy Dios? Como le dijo a Moisés: Yo soy el que soy70. ¿Y de qué manera soy tu Dios? Yo soy el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Soy Dios y soy tu Dios; y aunque no fuera tu Dios, sigo siendo Dios. Para mi bien soy Dios; si no soy tu Dios, es para mal tuyo. De hecho, se le llama tu Dios, a quien se tiene a sí mismo como muy familiar de Dios, como si fuera un doméstico a su servicio, como parte de sus pertenencias. Soy Dios, soy el Dios tuyo. ¿Qué más quieres? ¿Buscas que te dé Dios un premio, que te dé Dios alguna recompensa, y que seas tú dueño de lo que te dé? Pero mira, ese mismo Dios que te lo dará es tuyo. ¿Qué riqueza mayor que él? Buscabas dones. Y posees al mismo dador. Yo soy Dios, soy el Dios tuyo.
15. [v.8] Veamos ahora qué es lo que exige al hombre. Nuestro Dios, emperador y rey nuestro ¿qué tributo nos impone, puesto que ha querido ser nuestro rey, y que nosotros seamos una provincia suya? Oigamos cuáles son sus impuestos. Que no tiemble el pobre por los impuestos. Lo que él impuso como tributo, lo da él mismo por adelantado. Vosotros únicamente mantened la devoción. Dios no exige lo que antes no ha dado, y a todos dio lo que exige. ¿Y qué es lo que exige? Escuchémoslo ahora: No te reprocho tus sacrificios. No te voy a decir: ¿Por qué no me has sacrificado un toro cebado? ¿Por qué no has elegido el macho cabrío más hermoso de tu rebaño? ¿Por qué sigue entre tus ovejas aquel carnero, y no lo pones sobre mi altar? No te voy a decir: Mira a ver tus campos, tu establo, las paredes de tu casa, y busca algo que darme. No te reprocho tus sacrificios. ¿Entonces qué? ¿No aceptas mis sacrificios? Pues tus holocaustos están siempre en mi presencia. Se trata de los sacrificios de que habla en otro salmo: Si quisieras un sacrificio, te lo ofrecería sin dudar; pero los holocaustos no son de tu agrado; y luego cambiando dice: El sacrificio acepto a Dios es un espíritu quebrantado; un corazón contrito y humillado Dios no lo desprecia. ¿Cuáles son, pues, los holocaustos que no desprecia? ¿Cuáles los holocaustos que están siempre en su presencia? Favorece, Señor, en tu bondad, a Sión, y se reconstruirán las murallas de Jerusalén; entonces aceptarás el sacrificio de justicia, las oblaciones y los holocaustos71Dice que aceptará Dios algunos holocaustos. ¿Qué es un holocausto? Lo que es totalmente consumido por el fuego; kausiV quiere decir quemado, y òlon todo entero. Un holocausto, pues, es algo consumido totalmente por el fuego. Cuando la caridad es ardiente, hay un cierto fuego: que el alma se inflame por la caridad, y que esa caridad se lleve consigo a los miembros para su servicio, sin permitir que se entreguen a los vicios, para que arda entero en el amor divino quien quiera ofrecer a Dios un holocausto. Esos tus holocaustos están siempre en mi presencia.
16. [v.9] Todavía este Israel puede que no haya entendido cuáles de sus holocaustos tiene siempre Dios en su presencia, y esté pensando aún en bueyes, en ovejas y en cabritos. Que deje de pensarlo: No aceptaré los becerros de tu casa. He nombrado los holocaustos; y ya estabas echando a correr con decisión pensando en tus rebaños, para elegirme alguna res cebada: No aceptaré becerros de tu casa. Está preanunciando el Nuevo Testamento, en el que aquellos antiguos sacrificios ya cesaron. Anunciaban entonces un futuro sacrificio cuya sangre nos purificaría: No aceptaré los becerros de tu casa, ni los cabritos de tus rebaños.
17. [v.10] Porque mías son todas las bestias de la selva. ¿Por qué voy a pedirte lo que yo he creado? ¿Acaso son más bien tuyas estas criaturas, a quien yo di en posesión, que mías, yo que las he creado? Porque mías son todas las fieras de la selva. Pero tal vez dirá Israel: Sí, las bestias son de Dios, aquellas bestias feroces que no meto yo en mi establo, que no ato a mi pesebre; pero el resto, el buey aquel, la oveja y el cabrito, esos son míos. Las bestias de los montes y los bueyes. Mías son aquellas que no posees, y mías son las que posees. Si tú eres mi siervo, todo tu patrimonio es mío. Si es del Señor el patrimonio que el siervo adquirió para sí, no va a dejar de ser del Señor lo que el mismo Señor creó para su siervo. Mías son, pues, las bestias de la selva de las que tú no te has adueñado, y mías son las bestias de los montes que has hecho tuyas, y los bueyes que comen de tu pesebre: todo es mío, porque yo lo he creado.
18. [v.11] Conozco todos los pájaros del cielo. ¿Cómo los ha conocido? Los pesó y contó. ¿Quién de nosotros conoce todas las aves del cielo? Pero aunque Dios le haya dado a alguien conocimientos de todas las aves del cielo, no llega a conocerlas como el que las da a conocer al hombre. Uno es el conocimiento de Dios y otro el del hombre; como una es la propiedad de Dios y otra la del hombre; es decir, uno es el dominio que Dios tiene, y otro el dominio del hombre. Pues lo que tú posees, no lo tienes totalmente bajo tu dominio, por ejemplo cuánto va a vivir el buey que te pertenece, o el que no pazca o no se muera. Aquel que tiene el total dominio, tiene también un profundo y total conocimiento. Atribuyámosle esto a Dios alabándole. No tengamos el atrevimiento de decir: ¿Cómo es que conoce Dios? No vayáis a esperar de mí, hermanos que os explique cómo conoce Dios; os digo sólo esto: su conocimiento no es como el del hombre ni como el del ángel. No me atrevo a deciros cómo conoce Dios, porque no puedo saberlo. Una cosa sí sé: que antes de que existieran todas las aves del cielo, ya sabía Dios lo que iba a crear. ¿Y cuál es este conocimiento? ¡Oh hombre! Tú has comenzado a ver los pájaros después que has sido creado, después de haber recibido el sentido de la vista. Estos volátiles han nacido del agua por una orden de Dios, que les dijo: Produzcan aves las aguas72. ¿Cómo conocía Dios lo que ordenaba que produjese el agua? Ya conocía lo que creaba, y lo sabía antes de crearlo. El conocimiento de Dios es tal, que las criaturas estaban en él de un modo inefable antes de ser creadas; ¿y va a esperar recibir de ti lo ya tenía antes de crearlo? Conozco todos los pájaros del cielo, que tú no me puedes dar a mí. Lo que tú me vas a sacrificar, lo conozco todo, y no lo conocí por haberlo creado, sino para crearlo. La belleza del campo me acompaña. La belleza del campo, la abundancia de toda la fecundidad de la tierra me acompaña, dice Dios. ¿Cómo es que está con él? ¿Será incluso antes de ser creado? Sí, con él estaban todas las cosas que en el futuro existirían, y con él están todas las que ya han existido. Las futuras están de manera que no excluyen a las pasadas; están con él por un cierto conocimiento de la inefable Sabiduría de Dios, establecida en su Verbo, y el mismo Verbo las contiene a todas. ¿O acaso está con él de otro modo la belleza del campo, dado que él está en todas partes, y que él mismo dijo: Yo lleno el cielo y la tierra?73 ¿Qué hay que con él no esté, si de él se ha dicho: Si subo a los cielos, allí estás tú; si desciendo a los abismos estás presente?74 Todo está con él; pero no lo está hasta el punto de poder sufrir el contagio o la deficiencia de alguna de las cosas que él creó. De hecho tú puedes estar en pie al lado de una columna, y cuando estás fatigado te recuestas en ella. Tú necesitas lo que está a tu lado, mientras que Dios no necesita el campo que está con él. A su lado está el campo, a su lado la belleza de la tierra, con él la hermosura del cielo, con él todas las aves, porque él está en todas partes. ¿Y por qué todo está con él? Porque antes de que todo existiera o fuera creado, todo lo conocía él.
19. [v.12] ¿Quién podrá explicar, quién exponer lo que se le dice a Dios en otro salmo: Porque no necesitas de mis bienes?75 Ha dicho que no le hacíamos falta como algo necesario. Si tuviera hambre, no te lo diría. No pasará hambre, ni sed, ni fatigas, ni le rendirá el sueño al guardián de Israel76. Pero fíjate que estoy hablando según tu naturaleza carnal; porque cuando tú no comes, pasas hambre, y quizá tú piensas que también Dios tiene hambre y por eso come. Aunque pasara hambre, no te lo dirá; todo lo tiene en su presencia, y de donde quiere toma lo que necesita. Esto se ha dicho adecuándose a un sentido elemental, no porque Dios haya manifestado que tiene hambre. Aunque por amor nuestro ese Dios de los dioses se ha dignado hasta pasar hambre. Vino a tener hambre y alimentar, vino a sentir sed y a dar de beber, vino a revestirse de mortalidad, para vestirnos de inmortalidad, vino como pobre, para hacernos ricos. Pero no es que él haya perdido sus riquezas, asumiendo nuestra pobreza, ya que en él están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia77. Si tuviera hambre, no te lo diría. Porque el orbe de la tierra y cuanto lo llena es mío. Por tanto no te inquietes por lo que debes darme: sin esfuerzo alguno tengo lo que quiero.
20. [v.13] ¿Por qué estás pensando todavía en tus rebaños? ¿Comeré yo carne de toros, o beberé sangre de cabritos? Habéis oído qué es lo que no busca de nosotros el que no sabemos qué es lo que nos quiere prescribir. Si pensabais en esas cosas, ya podéis ir apartando vuestros pensamientos de ellas; no penséis en ofrecer a Dios nada de eso. Si tienes un toro cebado, mátalo para los pobres; coman ellos la carne de los toros, aunque no beban la sangre de cabritos. Si obras así, te lo contará a tu favor el que dijo: Si tuviera hambre no te lo diría, y un día te dirá: Tuve hambre y me diste de comer78. ¿Comeré yo carne de toros, o beberé sangre de cabritos?
21. [v.14] Di, pues: «Señor, Dios nuestro, ¿qué le ordenas a tu pueblo, a tu Israel?». Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza. Y digámosle también nosotros: Conmigo están, oh Dios, los votos de alabanza que te rendiré79. Me asusté pensando que podrías pedirme algo fuera de mi alcance, que yo suponía estaba en mi establo, y ya algún ladrón me lo podría haber robado. ¿Qué es lo que me mandas? Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza. Me volveré a mí: allí encontraré lo que debo ofrecer; volveré a mí, porque en mí encontraré el sacrificio de alabanza; que sea tu altar mi conciencia. Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza. Podemos estar tranquilos, no tenemos que ir a Arabia a buscar incienso, ni registrar los fardos del avaro negociante; lo que Dios pide de nosotros es un sacrificio de alabanza. Zaqueo tenía este sacrificio de alabanza en su patrimonio, lo tenía la viuda en su pequeña bolsa, lo tenía no sé qué pobre hospedero en su tinaja; y otro ni en el patrimonio, ni en el fardo, ni en la tinaja tenía nada, todo lo tenía en su corazón: la salvación llegó a la casa de Zaqueo80; y aquella viuda echó más que el otro rico81; este otro ofreció un vaso de agua fresca82, y no perderá su recompensa. Pero la paz llega en la tierra a los hombres de buena voluntad83. Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza. ¡Oh sacrificio gratuito, dado por la gracia! No he sido yo quien ha comprado la ofrenda, eres tú quien la ha dado; pues yo ni esto tendría. Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza. He aquí el sacrificio de alabanza: dar gracias a aquel por quien tienes todo lo bueno que tienes, y por cuya misericordia se te perdona el mal que tienes. Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza, y presenta al Altísimo tus súplicas. Este es el perfume que agrada al Señor. Presenta al Altísimo tus súplicas.
22. [v.15] E invócame el día de la tribulación; yo te libraré y tú me glorificarás. No debes presumir de tus fuerzas, todos tus recursos son engañosos. Invócame el día de la tribulación; yo te libraré y tú me glorificarás. Por eso he permitido que te venga el día de la tribulación; posiblemente si no sufrieras, no me invocarías. Pero cuando te llega el sufrimiento, me invocas; cuando me invocas, yo te libero; y cuando te libero tú me glorificas, y así ya no te alejarás más de mí. Había uno que se había entorpecido y enfriado en el fervor de su oración. Y dijo: Me encontré con el dolor y la tribulación e invoqué el nombre del Señor84. Encontró la tribulación como algo útil; estaba infectado por la purulencia de sus pecados, se había quedado ya sin sentimientos, y le sobrevino el sufrimiento como un cauterio y una cirugía. Me encontré, dice, con el dolor y la tribulación e invoqué el nombre del Señor. Bien sabemos, hermanos, los sufrimientos de todos conocidos. Citemos algunos frecuentes en el género humano: uno llora por algún dolor que le afecta, el otro derrama lágrimas por la pérdida de un familiar; otro está triste lejos de su patria, y está anhelando volver, porque le resulta insufrible vivir como desterrado; a otro una tormenta le apedreó la viña, y contempla cómo sus fatigas y su cosecha ya madura, quedó toda destrozada. ¿Cuándo es el hombre capaz de no entristecerse? Sufre porque un amigo se le ha convertido en enemigo. ¿Puede darse mayor desgracia en el género humano? Todos lamentan estas situaciones, y sufren: He aquí las tribulaciones. En todas ellas invocan al Señor, y hacen bien. Que invoquen a Dios, él tiene poder para enseñar a sufrir, o bien para remediar el sufrimiento. Bien sabe él que no permitirá ser tentados por encima de nuestras fuerzas85. Invoquemos a Dios también en estas tribulaciones; ellas nos sobrevienen, como está escrito en otro salmo: Es nuestra ayuda en tantos sufrimientos como nos han llegado86; hay una tribulación a la que nosotros debemos salir al encuentro. Que estas otras tribulaciones nos sobrevengan; pero hay una a la que nosotros debemos buscar y encontrar. ¿Cuál? La felicidad propia de este mundo, es decir, la abundancia de los bienes temporales no son por cierto una tribulación; sí son un alivio en nuestro sufrimiento. ¿Qué alivio? El de nuestro destierro. El hecho mismo de no estar todavía en compañía con Dios, el vernos envueltos en tentaciones y molestias, el no poder estar libres de temor, es una tribulación: en efecto, no tenemos aquella seguridad que se nos ha prometido. El que no se haya encontrado con este sufrimiento de su peregrinar en el destierro, no piensa volver a su patria. Esa es, hermanos, nuestra tribulación. Sin duda que ahora realizamos obras buenas, cuando damos pan al hambriento, hospedaje al exiliado, etc. También esta es tribulación. Nos encontramos con gente necesitada con la que ejercitamos la misericordia; y la miseria de los miserables nos hace compasivos. ¿Cuánto mejor estarías donde ya no te encuentres un hambriento a quien alimentar, un peregrino a quien hospedar, un desnudo a quien vestir, un enfermo a quien visitar, ni un litigante a quien apaciguar? Allí todo es excelso, verdadero, santo, eterno. Nuestro pan allí es la justicia, nuestra bebida la sabiduría, nuestro vestido la inmortalidad, nuestra casa es eterna en los cielos, y nuestra seguridad reside en la inmortalidad. ¿Acaso nos sorprenderá la enfermedad? ¿O el cansancio nos llevará al sueño? No hay muerte, no hay litigios: allí reina la paz, la quietud, la alegría, la justicia. No hay allí cabida al enemigo, ni el amigo es vacilante. ¡Qué paz reina allí! Si caemos en la cuenta y reflexionamos dónde estamos, y dónde nos prometió que habremos de estar el que no sabe mentir, por su misma promesa descubriremos en qué tribulación nos encontramos. Esta tribulación nadie la encuentra sino el que la busca. Estás sano, sí, pero mira a ver si no eres infeliz; porque es muy fácil que el enfermo se sienta infeliz; mientras estás sano, mira a ver si eres infeliz; la razón es que todavía no estás con Dios. Me encontré con el dolor y la tribulación, e invoqué el nombre del Señor. Ofrece, pues, a Dios un sacrificio de alabanza. Alaba al que promete, alaba al que te está llamando, al que te anima, al que te ayuda; y descubre en qué tribulación te encuentras. Invócalo y serás liberado, lo glorificarás y allí permanecerás.
23. [v.16] Mirad lo que sigue, hermanos míos. Uno —qué sé yo quién—, por haberle dicho Dios: Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza, y haberlo tomado en cierto modo como un tributo, reflexionaba y se decía: Me voy a levantar todos los días, ir a la iglesia, recitar un himno por la mañana, otro por la tarde, y un tercero o cuarto en mi casa: y así todos los días ofrezco a Dios un sacrificio de alabanza. Sí, haciendo esto obras bien; pero ten cuidado no vayas a estar confiado por hacer estas prácticas, y mientras tu lengua bendice a Dios, tu vida lo esté maldiciendo. Pueblo mío, te dice el Dios de los dioses, el Señor que ha hablado, convocando la tierra de Oriente a Occidente, aunque estés todavía mezclado con la cizaña; te dice: ofrece un sacrificio de alabanza a tu Dios, y preséntale tus súplicas; pero pon atención a no vivir mal y cantar bien. ¿Y esto por qué? Porque Dios dice al pecador: ¿Por qué recitas mis preceptos, y tienes en tu boca mi alianza? Fijaos, hermanos, con cuánto temor os digo esto. Mi boca pronuncia la alianza de nuestro Dios, y os predico la sabiduría y los preceptos de Dios. ¿Y qué le dice Dios al pecador? ¿Por qué lo haces tú? ¿Se lo prohíbe, entonces, a los predicadores que son pecadores? ¿Y dónde queda aquello de: Haced lo que os dicen, pero no hagáis lo que ellos hacen?87 ¿Y dónde aquello otro de: Sea con sinceridad, o con segundas intenciones, que Cristo sea anunciado?88 Pero esto se dijo para que no tengan reparo los oyentes, sea cualquiera el predicador que les hable, no para que se sientan seguros los que predican bondades y realizan maldades. Así que, hermanos, ahora podéis estar tranquilos; si oís cosas buenas, es a Dios a quien oís, sea quien sea el predicador. Pero no quiso Dios dejar sin corrección a aquellos que toman la palabra; no sea que por el mero hecho de hablar, se adormezcan tranquilos en su mala vida, diciéndose: No nos va a repudiar Dios a nosotros, que tantas cosas buenas ha querido que digamos a su pueblo. Pero hay más, escucha lo que dices, quienquiera que seas: tú que quieres ser oído, escúchate antes a ti mismo; di lo que dice un salmista en otro salmo: Voy a escuchar lo que dice el Señor Dios, porque anuncia la paz a su pueblo89. ¿Qué clase de cristiano soy yo, que no pongo atención a lo que se dice en mi interior, y pretendo que los demás escuchen lo que yo digo? Primero voy a escuchar, sí, voy a escuchar, sobre todo lo que el Señor Dios habla en mi interior, porque va a proclamar la paz a su pueblo. Lo voy a oír y a castigar a mi cuerpo, para reducirlo a servidumbre, no sea que predicando a los demás, sea yo hallado reprobable90. ¿Por qué tú recitas mis preceptos? ¿Por qué asumes esa responsabilidad que a ti de nada te sirve? Está amonestándole a que escuche en su interior, no a que renuncie a la predicación, sino a que se haga obediente a ella. Pues tú, ¿por qué tienes en la boca mi alianza?
24. [v.17] Tú detestas mi enseñanza. Detestas la enseñanza. Cuando perdono, cantas y alabas; cuando castigo, te quejas; como si sólo fuera tu Dios cuando perdono; y no lo fuera cuando castigo. Yo a los que amo los corrijo y castigo91. Tú detestas la enseñanza; y te echaste a la espalda mis palabras. Las palabras pronunciadas por ti las echas a la espalda. Y te echaste a la espalda mis palabras, para no verlas, pero son un peso para ti. Y te echaste a la espalda mis palabras.
25. [v.18] Si veías a un ladrón, corrías con él, y tomabas parte con los adúlteros. No podrás decir: No he robado, ni cometido adulterio. ¿Cómo que no, si estabas de acuerdo con lo que hizo? ¿Acaso no tomaste parte con tu beneplácito? ¿No pusiste tu parte aprobando al que lo cometió? Esto es, hermanos, correr con el ladrón, y participar con el adúltero; porque aunque no lo realices, si alabas al que lo realiza, te haces cómplice de su transgresión; porque el pecador es elogiado por los deseos de su alma, y es bendecido el delincuente92. No ejecutas el mal, pero elogias a los que lo hacen. ¿Es esto un mal sin importancia? Tomabas parte con los adúlteros.
26. [v.19] Tu boca se ha llenado de maldad, y tu lengua ha abrazado el engaño. Llama, hermanos, mala intención y engaño a la de algunos hombres, quienes por adulación, aun sabiendo que lo que están oyendo es una maldad, por no disgustar a aquellos de quienes lo han oído, no sólo consienten no reprendiendo, sino también con su silencio. Se quedan cortos al no decir: Obraste mal; sino que además dicen: Has obrado bien, sabiendo que está mal; pero su boca está llena de maldad, y su boca se ha desatado para el engaño. El engaño es un fraude en las palabras, ya que se expresa una cosa y se piensa otra. No dice: Tu lengua ha aceptado el engaño, o bien: ha cometido una trampa; sino que para mostrar una cierta complacencia en el mismo hecho malo, lo ha abrazado, dice. No sólo es lo que haces, sino que te complaces en ello: lo alabas sin dudar y te ríes por dentro. Empujas a la perdición al que incautamente manifiesta sus vicios, y que tal vez ignora que lo son; tú, que conoces que es eso un vicio, ¿no eres capaz de decirle: Adónde te precipitas? Si lo vieras caminar confiado en la oscuridad, por donde sabes que hay un pozo, y te callaras, ¿qué clase de hombre serías? ¿No te considerarías un enemigo de su vida? Y eso a pesar de que si cayese en el pozo, no le vendría la muerte del alma, sino únicamente de su cuerpo. Pues bien, él se precipita en sus vicios, manifiesta ante ti su mala conducta; tú sabes que eso está mal, y no obstante lo alabas y te ríes para ti mismo. Ojalá se convirtiera a Dios algún día el que es objeto de tu risa, y a quien tú no quisiste corregir, y te dijera: Queden confundidos los que me dicen. ¡Bravo, bravo!93 Y tu lengua ha abrazado el engaño.
27. [v.20] Sentado denigrabas a tu hermano. El decir sentado equivale a lo dicho anteriormente de la lengua: ha abrazado. El que está en pie o pasa caminando, no lo hace por placer; en cambio, el que se sienta con ese fin de criticar, ¡cómo busca el sentirse bien! Sentado denigrabas a tu hermano; esa mala crítica la hacías con todo cuidado, te sentabas para hacerla; pretendías centrarte en eso, te abrazabas con tu maldad, acariciabas tu mentira. Sentado denigrabas a tu hermano, y ponías obstáculos contra el hijo de tu madre. ¿Quién es el hijo de tu madre, sino tu hermano? Ha querido repetir lo mismo que había dicho antes: tu hermano. ¿O nos habrá querido insinuar que debemos percibir alguna distinción? Así es, hermanos; creo que hay que buscar alguna distinción. Supongamos que un hermano difama a su hermano, por ejemplo, uno que se cree con autoridad, maestro en alguna materia e instruido, denigra a su hermano, quizá bien instruido también, y que va por buen camino; y hay un tercero que es débil; el escándalo le afecta a este al denigrar al otro hermano. Porque cuando se difama a la gente buena por parte de los que parecen tener algún peso y que son instruidos, este escándalo les hace caer a los débiles, que todavía no saben discernir. Por tanto el débil del que hablamos, es el que se dice el hijo de tu madre, todavía no del padre, que todavía es lactante, y todavía prendido de los pechos maternos. Aún es llevado en el seno de la madre Iglesia, no puede todavía comer alimento sólido de la mesa del padre, sino que extrae el sustento del pecho materno, incapaz de emitir juicios, por ser todavía animal y carnal. Porque el hombre espiritual todo lo juzga; pero el hombre carnal no percibe las cosas del Espíritu de Dios, son para él una locura94. A los que son como ellos les dice el Apóstol: No he podido hablaros como a hombres espirituales, sino como a carnales; os he dado a beber leche como a niños en Cristo, no alimento sólido; no erais capaces de ello, pero ni siquiera ahora lo sois95. Fui para vosotros una madre, como dice en otro pasaje: Me hice pequeño en medio de vosotros, como una madre que alimenta a sus hijos96. No una nodriza que alimenta a hijos extraños, sino una nodriza que mantiene a sus propios hijos. Porque hay madres que después del parto dan sus hijos a nodrizas; estas madres, que habiendo dado a luz no alimentan a sus hijos, pues los dan para ser alimentados; y los alimentados, no son sus hijos, sino los de otra madre; Pablo, en cambio, los había dado a luz y él mismo los alimentaba, no encomendaba el fruto de sus entrañas a ninguna nodriza; había dicho: A vosotros, a quienes nuevamente doy a luz, hasta que Cristo se forme en vosotros97. Por tanto los sustentaba y los amamantaba. Pero había algunos que, dándoselas de doctos y espirituales, denigraban a Pablo. Sus cartas, dicen, ciertamente son profundas y vigorosas, pero su presencia corporal es débil, y su palabra despreciable98. Así se expresa en una de sus cartas, refiriéndose a lo que habían dicho sus detractores. Se sentaban y denigraban a su hermano, poniendo tropiezos al hijo aquel de su madre, que necesitaba ser amamantado. Con razón dieron motivos para que la misma madre los tuviera que dar a luz de nuevo. Y ponías obstáculos contra el hijo de tu madre.
28. [v.21] Esto hiciste y me he callado. Por eso vendrá el Señor nuestro Dios, y no callará. Ahora Esto hiciste y me he callado. ¿Qué sentido tiene me he callado? Que me he abstenido del castigo, te he prolongado mi paciencia, he esperado largamente tu conversión. Esto hiciste y me he callado. Pero mientras yo he esperado tu arrepentimiento, según las palabras del Apóstol: Tú, en cambio, siguiendo la dureza de tu corazón, y de un corazón impenitente, vas acumulando en tu contra ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios99. Has creído malévolamente que yo soy como tú. Te parece poco que tus maldades sean de tu agrado; llegas a pensar que también me agradan a mí. Como no soportas a un Dios vengador, quieres tenerlo como cómplice, y que sea socio tuyo del botín como un juez corrupto. Has creído malévolamente que yo soy como tú, al negarte tú a ser semejante a mí. Sed perfectos, nos dice el Señor, como lo es vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre buenos y malos100. Tú te has negado a imitar al que da sus bienes también a los malos, y te sientas para denigrar incluso a los buenos. Has creído malévolamente que soy como tú. Te lo echaré en cara. Cuando Dios, nuestro Dios, venga manifiestamente, y no callará, te lo echaré en cara. ¿Y qué te voy a hacer echándotelo en cara? ¿Qué te voy a hacer? Ahora tú no te ves; voy a hacer que te veas. Porque si te vieras, y estuvieras en desagrado contigo mismo, me agradarías a mí; porque sin verte, te complacías en ti mismo, y así me desagradarás a mí y a ti; a mí cuando seas juzgado, y a ti cuando ardas en las llamas. ¿Qué haré, entonces, contigo?, dice. Te pondré ante ti mismo. ¿Por qué quieres esconderte? Estás de espaldas a ti mismo, no te ves; voy a hacer que te veas; lo que pusiste detrás de ti, te lo voy a poner a tu vista; verás tu fealdad, no para que te corrijas, sino para que te avergüences. Y al decir esto, ¿deberá perder la esperanza aquel a quien se lo dice? La ciudad aquella a la que se dijo: Dentro de tres días Nínive será destruida, ¿no fue capaz de convertirse en el plazo de esos tres días, de rogar, de lamentarse, de merecer el perdón del castigo que se le venía encima?101 Que oigan esto los que son como ellos, mientras sean capaces de oír al que guarda silencio. Porque vendrá y no callará, y acusará cuando no se le dé lugar alguno a la conversión. Te pondré, dice, ante ti mismo. Haz, pues, tú ahora mismo, si te portas así, lo que Dios amenaza hacer contigo. Quítate a ti de tu espalda, donde no te quieres ver, ocultando tu propia conducta, y ponte delante de ti. Preséntate ante el tribunal de tu conciencia, sé tu propio juez, que el temor te atormente, que brote de ti la confesión, y di a tu Dios: Porque yo reconozco mi maldad, tengo siempre presente mi pecado102. Lo que estaba detrás de ti, póngase ante ti, no sea que Dios, ya juez, te coloque ante ti, y ya no tengas adónde huir de ti.
29. [v.22] Entended estas cosas los que olvidáis a Dios. Daos cuenta de que está clamando, y no se calla; no pierde la ocasión de hacerlo. Te habías olvidado del Señor, no te importaba tu mala vida. Cae en la cuenta de que has olvidado al Señor. No sea que os atrape como un león, y no haya quien os libre. ¿Qué significa como un león? Como un fuerte, como un potente, como alguien a quien nadie puede resistir. A esto se refiere, cuando dice león. Se utiliza este vocablo tanto en sentido positivo, como negativo. Por ejemplo se le llama león al diablo: Vuestro adversario, dice, como león rugiente ronda buscando a quien devorar103. El diablo, pues, recibe el nombre de león por su salvaje crueldad; ¿Y no se le llamará a Cristo león por su invencible fortaleza? Entonces ¿dónde queda aquella cita de: Ha vencido el león de la tribu de Judá104? Ponga vuestra Caridad un poco de atención a lo poco que aún nos queda; os pido que os olvidéis del cansancio; a vuestro lado estará aquel que os ha dado fuerzas hasta este momento. Hace poco os había dicho, como habéis oído, que nos impuso como una obligación de alabanza: Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza, y preséntale tus súplicas. Pero luego dice: Dios dice al pecador: ¿Por qué recitas mis preceptos, y tienes en tu boca mi alianza? Como si le dijese: De nada te sirve alabarme; yo he prescrito el sacrificio de alabanza a los que tienen una recta conducta; pero tú aunque alabes, no te sirve de nada; ¿para qué me alabas? No es hermosa la alabanza en boca del pecador105. Por fin concluye, como dirigiéndose a ambas cosas, y reprendiendo a los malos que se olvidan de Dios, y dice: Poned atención a esto los que olvidáis a Dios, no sea que os atrape como un león, y no haya quien os libre.
30. [v.23] El sacrificio de alabanza me glorificará. ¿Cómo es que el sacrificio de alabanza me glorificará? Sin duda que a los malos nada les aprovecha el sacrificio de alabanza, puesto que tienen en sus labios tu alianza, y sus hechos son dignos de condena, desagradables a tus ojos. No obstante, dice, también a ellos les digo sin dudar: El sacrificio de alabanza me glorificará. Ya pensabas que a ti la alabanza no te serviría de nada; alaba, que te será provechoso. Si vives mal y dices buenas palabras, todavía eso no es alabanza; y si cuando ya hayas comenzado a vivir bien, atribuyes a tus méritos las buenas obras, todavía eso no es alabanza. No quiero que seas el ladrón que insultaba la cruz del Señor106; pero tampoco quiero que seas aquel que se jactaba en el templo de sus méritos, y ocultaba sus heridas107. Si fueras una mala persona, y perseveras en tu maldad, no voy a decirte que de nada te sirve la alabanza, sino que no me alabas, esa alabanza no la considero como tal; incluso si te portas como el justo (y nadie es justo sino el humilde y piadoso), pero te mueves engreído de tu justicia, despreciando a los demás al compararlos contigo, y te enorgulleces, como gloriándote de tus méritos, no me alabas. Ni me alaba el que vive mal, ni el que vive como apoyado en sus propios méritos. Pero el fariseo aquel, que decía: Te doy gracias porque no soy como los demás hombres, ¿se tendría por tal, confiando en sus propios méritos? Daba gracias a Dios por lo bueno que había en él. Pero aunque algo bueno haya en ti, aunque llegues a entender que eso bueno no procede de ti, sino que lo has recibido de Dios, sin embargo, si te crees superior a otro que no lo tiene, te pones contra él, y entonces todavía tu alabanza no es válida ante mí. Lo primero, pues, abandona ese pésimo camino que sigues, comienza a vivir bien; y comprende que no te corregirás sino por un don de Dios; en efecto, El Señor guía los pasos del hombre108. Cuando llegues a entender esto, ayuda a los demás para que sean como tú; porque también tú eras como ellos. Ayúdales todo lo que puedas, y no pierdas la esperanza; Dios no dejó de ser rico después de ti. Así que no alaba a Dios el que lo ofende con su mala vida; no lo alaba el que, aun cuando ya comenzó a vivir bien, cree que sus buenas obras provienen de él, y no de Dios. Tampoco lo alaba el que sabiendo que su buena conducta proviene de Dios, quiere no obstante que Dios sea rico sólo hasta él. De hecho, aquel que decía: Te doy gracias, oh Dios, porque no soy como los demás hombres, injustos, ladrones, adúlteros, ni como este publicano, ¿no tenía motivos para decirle: Dale también a este publicano lo que a mí me has dado, y completa en mí lo que todavía no me has dado? Pero parecería que eructaba como saturado, en vez de decir: Yo soy un miserable y un pobre109, que era lo que decía el publicano: perdóname, Señor, que soy un pecador. De ahí que el publicano bajó del templo justificado, más que el fariseo110. Por lo tanto, atención los que vivís bien, atención los que vivís mal: El sacrificio de alabanza me glorificará. Nadie que sea malo me ofrece este sacrificio de alabanza. No le estoy prohibiendo al malo que me lo ofrezca; lo que quiero decir es que ningún malo me lo ofrece. Quien alaba es bueno, porque si alaba es que vive bien; porque si alaba, no lo hace sólo con la lengua, sino que también su vida concuerda con la lengua.
31. El sacrificio de alabanza me glorificará; he ahí el camino en el que le mostraré la salvación de Dios. En el sacrificio de alabanza está el camino en el que mostraré la salvación de Dios. ¿Cuál es la salvación de Dios? Cristo Jesús. ¿Y cómo se nos muestra Cristo en el sacrificio de alabanza? Porque Cristo viene a nosotros con la gracia. Así habla el Apóstol: Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí; y mi vida de ahora en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó a sí mismo por mí111. Reconozcan, pues los pecadores que no necesitarían el médico si estuvieran sanos112. De hecho Cristo murió por los pecadores113. Cuando comienzan por imitar al publicano aquel que decía: Perdóname, Señor, que soy un pecador, están mostrando sus llagas y suplican que venga el médico; y al no alabarse a sí mismos, sino al contrario, reprenderse, de manera que quien se gloríe no se gloríe en sí mismo, sino en el Señor114, están reconociendo para qué vino Cristo, es decir, para salvar a los pecadores: Porque Jesucristo, dice Pablo, vino a este mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero115. De ahí que el mismo Apóstol reprende a aquellos judíos que se gloriaban de sus obras, y les dice que no pertenecen a la gracia, por creer que se les debía el premio a los méritos de sus obras116. Porque el que sabe que pertenece a la gracia, que es Cristo, que es de Cristo, sabe que tiene necesidad de la gracia. Si se llama gracia, es que se da gratis; y si se da gratis, no hay mérito alguno que le preceda para darle premio. Pues si precedieron méritos tuyos, la recompensa no se te cuenta como gracia, sino como una deuda117. Además, si dices que hay méritos tuyos anteriores, te deseas alabarte a ti, no a Dios; por tanto no reconoces a Cristo, que vino con la gracia de Dios. Presta atención a tus méritos, y verás que son malos, y la recompensa que te pertenece sería el castigo, no el premio. Y cuando reconozcas qué es lo que se te debe como mérito, caerás en la cuenta de lo que se te da por la gracia; entonces te pondrás a ofrecer a Dios un sacrificio de alabanza. Ahí está el camino en el que reconocerás a Cristo como salvación de Dios.