Traducción: Miguel F. Lanero, o.s.a y Enrique Aguiarte Bendímez, o.a.r.
1. [v.14] Como recordará vuestra caridad, ayer había que terminar el salmo comenzado. Habíamos llegado hasta el versículo aquel, donde el Espíritu de Dios habla de los hombres que sólo prestan atención a los bienes terrenos y mundanos presentes, sin pensar en lo que vendrá después de esta vida, convencidos de que no hay más felicidad que las riquezas y los honores de este mundo, con el poderío temporal; y que después de su muerte no se preocupan más que de su funeral: que sea pomposo y que sean sepultados en monumentos magníficamente esculpidos, y de que su nombre sea invocado en su tierra por sus conocidos; en cambio, necios ellos, no procuran prepararse un lugar donde su espíritu pueda residir después de esta vida, sin importarles la advertencia de Cristo, que dijo: Insensato, esta misma noche te reclamarán el alma, y todo lo que has acumulado ¿para quién será?1. Tampoco caen en la cuenta de que después de sus espléndidos banquetes diarios, y de su lujoso atuendo de púrpura y lino, el rico aquel fue condenado a los tormentos del infierno, y el pobre, tras sus sufrimientos, sus llagas y su hambre, descansó en el seno de Abrahán2. Sin preocuparse de todo esto, pusieron su atención en el presente, descuidando el futuro después de la muerte, excepto el que su nombre, reprobado en el cielo, se lo invocara en la tierra. Pues bien, aludiendo a estos individuos, dice el Espíritu Santo: Este es su camino, un tropiezo para ellos, y luego habrá bendiciones en su boca. Semejante a lo que el Señor Jesucristo expresó de algunos, que se acercan a la fe purificados por la palabra de Dios y los exorcismos en el nombre de Cristo, para recibir la gracia de Dios, ser bautizados, y luego se vuelven a cometer males más graves de los cometidos anteriormente, Su final, dice el apóstol Pedro, será más desastroso que su principio3; y dice también el Señor: Y a aquel hombre le sucederá peor al final que al principio4. ¿Por qué? Porque al principio era abiertamente un pagano, y después se escondía bajo el nombre de cristiano, y era un malvado bajo el velo de la religión. Y será peor por estar oculto, como dice el salmo: Y luego habrá bendiciones en su boca; es decir, oyes en sus labios el nombre de Dios y de Cristo, pero no en su corazón. De estos está escrito: Este pueblo me honra con sus labios, pero su corazón está lejos de mí5. Fue aquí hasta donde llegamos en la exposición de este salmo.
2. [v.15] Y así comienzan los versículos que hoy vamos a tratar de explicar: Son como rebaño de ovejas en el infierno, la muerte es su pastor. ¿A quiénes se refiere? A aquellos cuya vida es un tropiezo para sí mismos, a quienes sólo se preocupan del presente, sin pensar en el futuro; a aquellos que sólo tienen por vida esta que vivimos, que más bien habría que llamar muerte. Por eso no sin razón son como ovejas en el abismo, cuyo pastor es la muerte. ¿Cuál es el significado de tener la muerte como pastor? Porque la muerte ¿es alguna cosa, o es algún poder? La muerte en realidad es la separación del alma y del cuerpo; y lo que verdaderamente temen los hombres es la separación del alma del cuerpo. Pero la verdadera muerte que no temen los hombres es que el alma se separe de Dios. Y con frecuencia al temer esta separación del alma y del cuerpo, caen en aquella otra en la que el alma se separa de Dios. Esta es la verdadera muerte. Pero ¿cómo la muerte es su pastor? Si Cristo es la vida, el diablo es la muerte. Nos encontramos muchos lugares en la Escritura que nos dicen que Cristo es la vida. El diablo es la muerte, no porque lo sea él mismo, sino porque la muerte viene por él. Sea, pues, que aquella en la que cayó Adán, por la persuasión diabólica que le fue inferida al hombre, o bien sea esta otra, en la que se separa el alma del cuerpo, ambas tienen como autor al que había caído primero por su soberbia, y teniendo envidia del que se mantenía firme, derribó con una muerte invisible al que se mantenía en pie, para someterlo también a la muerte visible6. Así que los que pertenecen a él tienen como pastor a la muerte. Pero nosotros, que tenemos presente la futura inmortalidad, y no llevamos en vano la señal de la cruz de Cristo sobre nuestra frente, no tenemos como pastor sino a la vida. El pastor de los no creyentes es la muerte, el de los creyentes, la vida. Y si están en el infierno las ovejas cuyo pastor es la muerte, aquellas conducidas por la vida, están en el cielo. ¿Entonces qué? ¿Estamos ya en el cielo? Sí, en el cielo según la fe. Si no estuviéramos en el cielo, ¿cómo es que decimos: «Levantemos el corazón»? Y si no fuera así, ¿cómo es que el Apóstol Pablo afirma: nuestra vida está en el cielo?7 Caminamos corporalmente por la tierra, pero vivimos con el corazón en el cielo. Allí habitamos si enviamos para allá algo que en el cielo nos retenga. Nadie habita con el corazón sino donde tiene el pensamiento; y su pensamiento está donde está su tesoro. ¿Atesoró en la tierra? Su corazón no permaneció de la tierra. ¿Atesoró en el cielo? Su corazón no descendió del cielo; como dice claramente el Señor: Donde está tu tesoro, allí está tu corazón8.
3. Pues bien, estos pastoreados por la muerte parece que prosperan ahora en el tiempo, y en cambio los justos lo pasan mal. ¿Por qué será? Porque todavía es de noche. ¿Qué quiere esto decir? Que los méritos de los justos aún no se ponen de manifiesto, y como que sólo se elogiase la felicidad de los impíos. La hierba aparece con más lozanía que el árbol mientras dura el invierno. En efecto, el pasto verdea en invierno, mientras que el árbol en ese período parece estar seco; pero cuando salga el sol más cálido del verano, ese árbol que parecía seco en invierno, se cubre de hojas y se cuaja de frutos; en cambio la hierba se seca; podrás ver entonces la gallardía del árbol y la aridez de la hierba. Y así sucede con los justos, que ahora sufren antes de llegar el verano. La vida está en la raíz, todavía no aparece en las ramas. La raíz nuestra es la caridad. ¿Y qué dice el Apóstol? Que debemos estar enraizados en lo alto, para que nuestro pastor sea la vida, puesto que nuestra morada no debe apartarse del cielo, ya que en esta tierra debemos movernos como muertos; que viviendo arriba, abajo estemos muertos, no al revés: muertos arriba y vivos abajo. Y dado que nuestra vida, nuestro corazón, no debe rebajarse de las alturas, ¿qué dice el Apóstol? Porque vosotros estáis muertos; y para que no te eches a temblar, sigue diciendo: Y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. He ahí dónde está nuestra raíz. Y cuando aparezca nuestro esplendor, como en el follaje y los frutos, sigue diciendo: Cuando aparezca Cristo, vuestra vida, entonces también vosotros apareceréis con él glorificados9. Esto será la mañana. Ahora todavía no lo es. Que se inflen ahora los soberbios y los ricos de este mundo, que los impíos insulten a las personas de bien, los infieles a los fieles, y digan: ¿De qué os sirve el haber creído? ¿Qué tenéis de más con tener a Cristo? Que los fieles, si lo son de verdad, respondan: Es de noche, y todavía no se ve lo que tenemos. Nada de bajar las manos en el bien obrar. De ahí que se diga en otro pasaje: En el día de mi angustia busco, a Dios, de noche tiendo mis manos hacia él, y no fui decepcionado10. Nuestra fatiga será descubierta mañana, y los frutos vendrán mañana; así los que ahora sufren, mañana reinarán; y los que ahora se jactan llenos de soberbia, luego quedarán vencidos. ¿Qué sigue, pues? Como rebaño de ovejas en el infierno, la muerte es su pastor. Y a la mañana los dominarán los justos.
4. Pienso que con lo expuesto anteriormente ha quedado ya aclarado este versículo: Y a la mañana los dominarán los justos. Aguanta la noche, espera la mañana. No vayas a pensar que la noche tiene vida y la mañana no la tiene. ¿Entonces el que duerme vive, y el que despierta no vive? ¿Acaso el que duerme no se parece más a un muerto? ¿Y quiénes son los que duermen? Aquellos a quienes despierta el apóstol Pablo, si es que quieren estar vigilantes. Pues les dice a algunos: Despierta tú que duermes, levántate de entre los muertos, y te iluminará Cristo11. Los que son iluminados por Cristo ya están en vela, pero todavía no aparece el fruto de tales vigilias; mañana aparecerá, es decir, cuando pase la incertidumbre de este mundo. Esta es la noche; ¿No te da la impresión de que pareces estar en tinieblas? Hay quien obra mal: vive, prospera, amedrenta, recibe honores. Otro hace el bien: recibe reproches, maldiciones, acusaciones, se fatiga, tiene miedo; como si estuviera en tinieblas. Pero en la raíz está su vigor, los frutos, la abundancia; todavía el fruto no está en las ramas, pero la raíz no se ha secado; parece que está seco; pero llega por fin el tiempo, y es vestido de su propia honra, rodeado de sus frutos. Entonces, de aquellos de quienes se dice que no les tengamos envidia ¿qué dice el salmo? Como hierba pronto se secarán, y como el césped verde se agostarán12; sí, se desplomarán cuando vean a la derecha a los santos, a quienes en su esfuerzo se los suele insultar, y mascullarán su arrepentimiento para sus adentros, pero en una penitencia tardía e inútil. Los que rehusaron aquí hacer una penitencia fructuosa, la que hagan entonces será infructuosa. ¿Cuáles serán sus palabras en ese arrepentimiento inútil? Estos son aquellos de quienes nos reíamos entonces, que hicimos blanco de nuestros insultos. Estoy citando el libro de la Sabiduría; esto ya lo conocen quienes lo suelen oír. Son las palabras que dirán los malvados cuando vean por un lado al juez y a todos los fieles colocados a su derecha, y por otro a todos sus santos juzgándolos junto con él; esto han de decir; he aquí sus palabras referidas en la Escritura: Estos son aquellos de quienes nos reíamos entonces, que hicimos blanco de nuestros insultos, nosotros insensatos, que teníamos su vida como una locura13. Pero cuando se comienza a vivir para Dios, a despreciar el mundo, a renunciar a la venganza de las injurias, a no ansiar las riquezas de aquí abajo, a no buscar aquí la felicidad terrena, a despreciarlo todo, pensando sólo en Dios, a no salirse del camino de Cristo, es entonces cuando no sólo son los paganos quienes dicen: Este está loco; sino, lo que es más doloroso, los de dentro, puesto que muchos están dormidos y no quieren despertarse, de los suyos, de los cristianos tienen que oír: ¿Para qué vas a sufrir? Hermanos míos, si uno le reprocha los sufrimientos a quien vive según el camino de Cristo, ¿caemos en la cuenta de por qué se lo dice? Nos horrorizamos de los judíos, porque le dijeron al Señor Jesucristo: Tú tienes un demonio14; y cuando oímos recitar el evangelio, nos golpeamos el pecho. Algo infame fue lo que los judíos le dijeron a Cristo: Tú tienes un demonio. Pues mira, tú, cristiano, cuando veas que ha sido expulsado un demonio del corazón de un hombre, y que en su lugar habita Cristo, le vas a decir todavía: ¿Por qué tienes que sufrir? ¿Te parece que tiene un demonio? Al mismo Señor le dijeron que desvariaba, cuando decía palabras que ellos no entendían; se le dijo: Está loco, tiene un demonio; pero algunos que estaban despiertos, decían: Estas palabras no son de un endemoniado15. Eso mismo pasa ahora, hermanos, cuando estas palabras las oye la gente, los habitantes del orbe, los nacidos en la tierra, los hijos de los hombres, el rico y el pobre, es decir los pertenecientes a Adán y los pertenecientes a Cristo, unos dicen: Este tiene un demonio, y otros dicen: estas no son palabras de un endemoniado. Porque unos siguen el camino del mundo, y oyen esto temporalmente; otros, en cambio, no lo oyen en vano, sino que ponen por obra lo que se ha dicho: Prestad el oído, habitantes del orbe. Y al ponerlo por obra, el fruto es incierto. Pero para los que obran el mal, siguiendo el camino mundano, la muerte es su pastor; y para los que eligen el camino de Dios, la vida es su pastor. Esa misma vida vendrá a juzgar y condenar con su pastor a quienes se dirá: Id al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles. Y aquellos que fueron vituperados, que fueron causa de irrisión por su fe, oirán de la misma vida que tuvieron como pastor: Venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del reino que os fue preparado desde el origen del mundo16. Serán, pues, dominados por los justos, no ahora, pero sí mañana. Que a nadie se le ocurra decir: ¿Para qué ser cristiano? Sobre nadie mando; voy a mandar, dices. No te apresures: vas a mandar, pero mañana. Y su apoyo, sigue diciendo el salmo, se desvanecerá en el abismo, después de su gloria. Ahora disfrutan de la gloria; en el infierno se marchitarán. ¿Qué significa su apoyo? El apoyo del dinero, de los amigos, de su fortaleza. Pero cuando el hombre muera, ese día perecen sus planes17. Toda la gloria de que, al parecer, gozaba en su vida, toda ella quedará marchita y corrompida cuando le lleguen los suplicios en el infierno, una vez muerto.
5. [v.16] Pero Dios rescatará mi alma. Oíd la voz del que espera en el futuro: Pero Dios rescatará mi alma. Tal vez se trata de una voz que aún espera ser liberada de algún padecimiento. Ignoro quién está en la cárcel, dice: Dios rescatará mi alma; no sé quién estará encadenado: Dios rescatará mi alma; no sé quién corre peligro en el mar, golpeado por las olas, recrudeciéndose las tempestades, ¿y qué dice? Dios rescatará mi alma. Hay quienes desean ser librados para esta vida. No se trata de esta voz. Escucha lo que sigue: Dios rescatará mi alma de las garras del abismo, cuando me lleve consigo. Se refiere a la redención que ya Cristo manifestó en sí mismo. En efecto, descendió a los infiernos y ascendió al cielo. Lo que hemos contemplado en el cuerpo, lo encontramos realizado en sus miembros. Pues lo que creemos de la cabeza, nos anunciaron los mismos que lo vieron; y por ellos sabemos que todos somos un solo cuerpo18. Pero ¿acaso son mejores aquellos que lo vieron, y peores nosotros, a quienes se nos anunció? No es esto lo que nos dice la vida, ni nuestro pastor. Es cierto que reprende a un discípulo que está en dudas, deseoso de tocar sus cicatrices; y tras haberlas palpado y exclamado: Señor mío y Dios mío, viendo dudoso a su discípulo, y fijándose en toda la tierra que iba a creer, dijo: Por haber visto has creído; dichosos los que sin ver, creen19. Pero Dios rescatará mi alma de las garras del abismo, cuando me lleve consigo. Entonces, aquí en esta vida ¿qué nos espera? Trabajos, angustias, sufrimientos, tentaciones: no esperes otra cosa. ¿Y dónde queda la alegría? para la futura esperanza. Así, en efecto, dice el Apóstol: Siempre alegres. En tamañas tribulaciones siempre alegres y siempre tristes; siempre alegres porque él dijo: Como tristes, pero siempre alegres. Nuestra tristeza tiene un como, mas nuestra alegría no lo tiene. ¿Por qué nuestra tristeza tiene ese como? Porque pasará como un sueño, y mañana dominarán los justos. Ya conoce vuestra caridad que quien alude al sueño, añade un como: Como que estaba sentado, como que hablaba, como que estaba comiendo, cabalgando, disputando. Siempre «como»; porque al despertar verá otra cosa distinta. Como que había encontrado un tesoro, dice el mendigo. Pero si no tuviera el como, no sería un mendigo, pero como está presente el como, sigue siendo un mendigo. Y entonces, los que abren sus ojos ahora a las alegrías mundanas, y cierran el corazón, desaparece su como, y aparece su realidad. Ellos están como alegres en este mundo, pero en verdad lo suyo es la tristeza. Lo nuestro es como una tristeza, pero la alegría ya es sin el como. Porque el Apóstol no dice: Como alegres, pero siempre tristes, sino: Como tristes, pero siempre alegres. Dando impresión de indigentes (aquí ha sustituido el como por dando la impresión de), pero enriqueciendo a muchos. Y eso que cuando decía estas palabras el Apóstol, no poseía nada: había abandonado todo lo suyo, no era dueño de ningunas riquezas. ¿Y cómo sigue? Como quien nada tiene (y al no tener le pone un como) pero poseyéndolo todo (y aquí le quita el como)20. Era como un pobre, pero no «como» que enriquecía a muchos. Como que no tenía nada; pero no como, sino que realmente todo lo poseía. ¿Por qué lo poseía todo? Porque estaba unido al creador de todo. Pero Dios —dice el salmista— rescatará mi alma de las garras del abismo cuando me lleve consigo.
6. [v.17] ¿Y qué pasa con los que pretenden prosperar aquí abajo? has de ver a algún hombre malo que prospera, y quizá titubeen tus pies, y te dirás para tus adentros: Yo conozco, oh Dios, la conducta de este hombre, y mira cómo prospera, siembra el terror, él es el dueño, se enseñorea, no tiene dolores de cabeza, nada se viene abajo en su casa. Y a ti te entrará temor por haber creído, y tal vez en tu intimidad digas: «¡Pobre de mí! Me parece haber creído en vano: Dios no se preocupa de las cosas humanas». Pero nos despierta Dios y ¿qué nos dice? No te preocupes si se enriquece un hombre. ¿Por qué te preocupabas cuando un hombre se hacía rico? Temías no fuera vana tu fe, no fueras a perder el esfuerzo por creer y la esperanza de tu conversión; porque quizá te llegó la ocasión de lucrarte con fraude, de ser rico y no tener ya que andar en apuros; y al considerar la amenaza de Dios, te frenaste en lo del fraude y despreciaste las ganancias; ves cómo alguno se ha hecho rico a base de trampas, y no le pasa nada; y comienzas a tener miedo de ser bueno. No te preocupes, te dice el Espíritu Santo, si se enriquece un hombre. ¿Quieres tener los ojos para ver sólo el presente? El que resucitó prometió realidades futuras, no paz en esta tierra ni la tranquilidad para esta vida. Todo hombre busca la tranquilidad; busca lo bueno, pero no en el lugar donde reside. No hay paz en esta vida; se nos ha prometido en el cielo lo que buscamos en la tierra; se nos prometió para el mundo futuro lo que buscamos en este mundo.
7. [v.17—18] No temas cuando se enriquece un hombre, ni cuando se multiplique la gloria de su casa. ¿Por qué no temas? Porque cuando muera no se llevará nada. Estás viendo a uno que vive: ponte a pensar que va a morir. Te fijas en lo que tiene aquí: fíjate ahora en qué se llevará consigo. ¿Qué es lo que se llevará consigo? Tiene mucho oro, mucha plata, muchas fincas, muchos siervos: se murió, y todo eso quedará vete a saber para quién. Primero porque hay muchos que se han adueñado de lo que no les fue dado en herencia, y segundo, porque otros muchos han perdido las cosas heredadas. Quedan, pues, todas esas cosas, y se lleva consigo, ¿qué? Tal vez alguien dirá: «Se lleva consigo la mortaja que lo envuelve, y los gastos de su precioso mausoleo de mármol, para perpetuar su memoria»; es esto lo que se lleva. Pero yo te digo: No, ni esto siquiera; de todas estas cosas se hace exhibición ante quien ya nada percibe. Si engalanas a uno que está dormido y no ha despertado, todo eso lo tiene consigo en el lecho; tal vez los ornamentos están sobre su cuerpo, que está acostado, y tal vez en sueños él se ve como envuelto en andrajos. Para él tiene más valor lo que siente que lo que no siente. Y eso a pesar de que cuando despierte, ya no existirá, y sin embargo mientras dormía tenía más valor lo que soñaba, que lo otro que no sentía. Pueden los hombres comentar entre ellos: Quiero que se gaste dinero en mi muerte; ¿para qué dejar ricos a mis herederos? Van a disfrutar mucho de mis caudales, reserve yo también algo de lo mío para mi cuerpo. Pues bien, hermanos, ¿qué podrá poseer el cuerpo muerto? ¿Qué podrá poseer una carne que se está corrompiendo? ¿Qué tendrá como propio una carne que no siente? Si es verdad que aquel rico de la lengua seca tenía algo21, entonces el hombre conserva algo de lo suyo. ¿Acaso, hermanos, leemos en el evangelio que el rico aquel aparecía entre las llamas vestido de seda y lino fino? ¿Por ventura en los infiernos estaba igual que cuando banqueteaba alrededor de su mesa? Cuando estaba sediento, ansioso de una gota de agua, faltaban todas aquellas cosas. No, el hombre no se lleva consigo nada, ni tampoco lo que hay en la sepultura se lo lleva consigo el muerto. Mientras hay percepción, allí hay un hombre; donde ya falta toda sensación, aquello ya no es un hombre. Yace, sí, el recipiente que contenía al hombre, la casa donde moraba el hombre. Llamemos casa el cuerpo, y espíritu al habitante de esa casa. El espíritu está en las torturas del infierno; ¿de qué le sirve que su cuerpo esté envuelto en ricos lienzos, entre cinamomo y aromas? Algo así como si al dueño de la casa lo llevan al exilio, y tú te pones a adornar las paredes de su casa. En el destierro él padece necesidad, desfallece de hambre, apenas si puede encontrar un cubículo donde conciliar el sueño, y tú dices: Qué feliz es, puesto que su casa está decorada. ¿Quién no va a pensar que estás bromeando, o que no estás bien de la cabeza? Adornas el cuerpo y el espíritu está sufriendo. Dale algo a su espíritu, y habrás dado algo al muerto. Pero ¿qué le vas a dar cuando suspiró por una gota de agua y no la llegó a conseguir? No se preocupó de enviar en este mundo algo delante de sí. ¿Y por qué no se preocupó? Porque este camino para ellos es un tropiezo. No tuvo por vida más que la presente, no se preocupó de otra cosa que de ser enterrado envuelto en preciosas vestiduras. Le fue sustraída el alma. Como dice el Señor: Necio, esta noche te van a reclamar el alma, y todo lo que has acumulado ¿para quién será?22 En él se cumplió lo que dice el salmo: No temas cuando se enriquece un hombre, ni cuando se multiplique la gloria de su casa; porque cuando muera no se llevará nada, ni su gloria bajará con él.
8. [v.19] Porque mientras viva, su alma será bendecida. Entiéndalo bien vuestra caridad: Porque mientras viva, su alma será bendecida. Mientras vivió, se hizo bien a sí mismo. Así lo dicen todos, pero no tienen razón. La bendición proviene de la intención de quien bendice, no de las palabras en sí mismas. Y tú ¿qué es lo que dices? Por comer y beber, porque hizo lo que se le antojaba, por haber banqueteado espléndidamente, ¿ya por eso se benefició a sí mismo? Yo afirmo que se perjudicó. Y no soy yo quien lo dice, es Cristo: Se causó un mal. Cuando el rico aquel tenía comilonas a diario, la gente pensaba que se beneficiaba; pero llegó el momento en que comenzó a arder en los infiernos: entonces se evidenció como un mal lo que se había tenido por un bien. Lo que había comido aquí arriba, lo estaba digiriendo allá en el abismo. Me refiero, hermanos, a la maldad de que se saciaba. Con su boca comía ricos manjares, pero su corazón lo que comía era pura maldad. Lo que comía aquí arriba con el corazón, era lo que digería sumido en aquellos suplicios del infierno. Y lo peor es que su comida fue temporal, y su horrible digestión era eterna. Pero, ¿la maldad se puede comer? A lo mejor alguno dice: ¿Pero qué está diciendo este? ¿La maldad se come? No lo digo yo, escucha la Escritura: Como la uva agria es un tormento para los dientes, y el humo para los ojos, así es la maldad para quienes la gustan23. Porque quien haya comido la injusticia, es decir, el que la haya practicado a sus anchas, no podrá alimentarse de la justicia. El pan es la justicia. ¿Y quién es el pan? Yo soy el pan vivo, bajado del cielo24. Él es el pan de nuestro corazón. Lo mismo que el que come uvas agrias con la boca corporal sufre dentera, y sus dientes quedan como inservibles y casi incapacitados para comer pan, lo que le queda a él es ensalzar lo que ve, sin poderlo comer, así también el que se ha habituado a la injusticia y sufrido los pecados en su corazón, comienza a no poder comer el pan; alaba la palabra de Dios, pero no la practica. ¿Por qué? Porque al comenzar a practicarla, se irrita; como sentimos padecer a los dientes después de masticar uvas agraces al comer luego pan. ¿Y qué hacen los que padecen dentera? Abstenerse por un tiempo de las uvas agraces, los dientes vuelven a su estado normal y podrá entonces comer pan. Así nos pasa a nosotros: elogiamos la justicia, pero sin alimentarnos de ella; abstengámonos de nuestras maldades; surgirá entonces en nuestro corazón no sólo el gusto por alabar la justicia, sino incluso la disponibilidad para nutrirnos de ella. Puesto que si el cristiano dice: Dios sabe que me gusta, pero no la puedo practicar, tiene los dientes doloridos, se pasó mucho tiempo masticando la maldad. ¿Así que también la justicia se come? Si no fuera así, no diría el Señor: Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia25. Luego porque mientras viva, su alma será bendecida. En vida será bendecido, y muerto, atormentado.
9. Te alabará cuando le beneficies. Poned atención y alimentaos; que quede impreso en vuestros corazones; comed, mirad a estos tales y no seáis como ellos: guardaos de estas palabras: Te alabará cuando le beneficies. ¡Cuántos cristianos hay, hermanos, que dan gracias a Dios sólo cuando se lucran! Es decir: Te alabará cuando le beneficies; te alabará y dirá: Realmente tú eres mi Dios; me libró de la cárcel y le alabo. Al otro le llegaron unas ganancias, y le alaba; le llegó una herencia, y le alaba; le sobreviene un daño y blasfema. ¿Qué clase de hijo eres tú, que cuando el padre te corrige, es entonces cuando te desagrada? ¿Te corregiría si no le fueras tú desagradable? Y si le disgustases hasta el punto de odiarte, ¿seguiría queriendo tu corrección? Dale gracias, sí, al que te corrige, para que puedas recibir la herencia de Dios, que trata de corregirte. Porque te está enseñando cuando te corrige. Pero te corrige muchas veces porque es mucho lo que has de recibir. Si pusieras en una balanza las correcciones junto con lo que vas a recibir, caerías en la cuenta de que no pesan nada tus correcciones. Dice el apóstol Pablo: Efectivamente, la leve tribulación de un momento, nos procura sobre toda medida un increíble caudal de gloria eterna. ¿Pero cuándo? A quienes no ponemos la mirada en las cosas visibles, sino en las invisibles; no en las temporales, sino en las eternas. Lo que se ve es temporal; lo que no se ve es eterno26. Y también: No tienen comparación los sufrimientos de este tiempo, con la gloria futura que se manifestará en nosotros27. ¿Cuánto es lo que padeces? Aunque siempre estarás padeciendo. De acuerdo. Desde que naciste y en todas tus etapas, hasta tu vejez, cuando te mueras, piensa que tendrás que sufrir lo que sufrió Job; lo que él padeció algunos días, hay quien lo padece desde su infancia; lo que padeces es transitorio, se acaba; lo que vas a recibir, no tendrá fin. No quiero ya que compares la pena con el premio: compara, si puedes, el tiempo con la eternidad.
10. Te alabará cuando le beneficies. No seáis así, hermanos; mirad que por eso decimos esto, por eso cantamos, por eso nos esforzamos: no obréis así. Vuestros negocios os ponen a prueba: algunas veces en vuestros negocios oís la verdad, y blasfemáis, blasfemáis contra la Iglesia. ¿Por qué? Porque sois cristianos. «Si es así —reaccionáis—, me paso a los donatistas; prefiero ser pagano». ¿Por qué? Porque has mordido el pan y te duelen los dientes. Al ver el pan te alegrabas; comienzas a comerlo y te duelen los dientes; o sea, que cuando oías la palabra de Dios, la colmabas de elogios, y cuando se te dice: Ponla en práctica, te pones a blasfemar. No hagas esto; di más bien: Qué bueno es el pan, pero no lo puedo comer. En cambio ahora, cuando lo ves, lo elogias; y cuando comienzas a hincarle el diente, dices: «Qué pan más malo, ¿quién lo hizo?» Esto sucede cuando alabas a Dios al hacerte él algún beneficio; así estás mintiendo cuando cantas: Bendeciré al Señor en todo tiempo, su alabanza está siempre en mi boca28. Es necesario que el cantar de tus labios, brote de tu corazón. En la iglesia cantaste: Bendeciré al Señor en todo tiempo; ¿Cómo dices en todo tiempo? Si en todo tiempo tienes ganancias, en todo tiempo se bendice a Dios; Si alguna vez llega la contrariedad, no se bendice, sino que se blasfema. ¿De verdad que lo bendices en todo tiempo, de verdad que su alabanza está siempre en tu boca? Te portas como lo describe el salmo: Te alabará cuando le beneficies.
11. [v.20—21] Se introducirá en el linaje de sus antepasados; es decir, que imitará a sus padres. Los que ahora son malvados, tienen hermanos, tienen padres. Los antiguos malvados, son padres de los actuales; y los malos de ahora, son padres de los malos que vendrán. Lo mismo sucede con los antepasados buenos: son padres de los actuales; y los buenos de ahora, serán padres de los que han de venir. El Espíritu Santo nos ha querido mostrar que la justicia no es mala, aunque se la critique; pero estos tienen un padre propio desde su origen hasta su descendencia. Adán tuvo dos hijos; en uno resaltaba la maldad, y en el otro la justicia: el primero era Caín, el segundo Abel. Da la impresión de que la maldad prevaleció sobre la justicia, ya que Caín, el injusto, mató una noche a Abel, el justo29. ¿Fue acaso de mañana? Pero ya hemos escuchado que los rectos los dominarán por la mañana. Llegará la mañana y se verá dónde está Abel y dónde Caín. Así sucederá con todos los que son como Caín, y con todos los que son como Abel, hasta el fin de los tiempos. Se introducirá en el linaje de sus antepasados; no verá la luz nunca jamás. Y esto porque cuando vivía aquí, estaba en tinieblas, gozándose en los bienes falsos, y no amando los verdaderos; por eso, de aquí irá al infierno; de las tinieblas de sus sueños, será recibido por las tinieblas de los tormentos. Por tanto, no verá la luz jamás. ¿Y esto por qué? Lo que se canta a mitad del salmo, eso mismo está al final: El hombre rodeado de honores, no entiende; se parece a las bestias sin sentido, y se ha hecho semejante a ellas. Pero vosotros, hermanos, consideraos hombres hechos a imagen y semejanza de Dios30. La imagen de Dios está en el interior, no en el cuerpo; no está en estos oídos que veis, ni en los ojos, ni en el olfato, ni en el paladar, ni en las manos, ni en los pies. Pero la imagen de Dios está. Está donde hay inteligencia, donde hay una mente, una razón que busca la verdad; está en vuestra fe, en vuestra esperanza y caridad: allí tiene Dios su imagen31. O bien es allí donde comprendéis y llegáis a ver que todo esto pasa, como lo ha dicho en otro salmo: aunque el hombre camine como en sombras, vanamente se fatiga: atesora sin saber para quién. No os preocupéis, ya que sean cuales fueren estas realidades, son pasajeras, si estáis rodeados de honores, y lográis comprender. Porque rodeados de honores, si no comprendéis, seréis como animales sin sentido, y os pareceréis a ellos.