EXPOSICIÓN DEL SALMO 48

Sermón primero

Traducción: Miguel F. Lanero, o.s.a y Enrique Aguiarte Bendímez, o.a.r.

1. La palabra de Dios es saludable para quienes la entienden bien, pero es un peligro para quienes pretendan distorsionarla, según la perversidad de su corazón, en lugar de acomodar su corazón a la rectitud de ella. Esta es una grande y frecuente perversidad entre los hombres: en lugar de vivir ellos según la voluntad de Dios, pretenden que Dios se doblegue a la suya propia; y al negarse ellos a la corrección, lo que quieren es corromper a Dios, encaprichándose ellos en su propia voluntad, e ignorando lo que Dios quiere. Estamos acostumbrados a oír a los hombres murmurar contra Dios de que a los malos les vaya bien en esta vida, y los buenos tengan que sufrir; como si Dios fuera un malvado y no supiera lo que hace, o que está totalmente desentendido de las cosas humanas; o también que no quiere perturbar su tranquilidad, poniendo atención a estas cosas, ya que le traería sinsabores el vigilarlas y corregirlas. Murmuran, sí, los hombres que únicamente quieren dar culto a Dios para que les vaya bien, cuando ven que los que no le dan culto tienen éxito y gozan de la felicidad terrena, mientras que ellos, adoradores de Dios, se ven envueltos en angustias, necesidades, calamidades y las demás dificultades propias de la mortalidad humana. Contra esta voz, contra estas ofensas de los murmuradores se alza siempre la palabra divina, que pone remedio a la mordedura de la serpiente. Esta ponzoña es propia de un corazón envenenado, que exhala el hedor de la blasfemia contra Dios, y lo que es peor, rechaza la mano del que lo cura, pero no la mordedura de la serpiente. Insisto en que el corazón del hombre aparta de sí la severidad de la palabra de Dios, aceptando en cambio el halago de la serpiente que incita al mal. Contra estos se dirige el cántico de la palabra divina, y a nosotros nos habla en este salmo. Hacia este salmo quiero dirigir la atención de vuestra santidad, a no ser que él nos la haga encaminar a todos; y no sólo a nosotros, sino también a toda la humanidad. Escuchad, pues, cómo comienza.

2. [v.2] Oíd esto todas las naciones. No sólo vosotros, los que estáis aquí. Porque ¿cuánta potencia tiene nuestra voz para gritar, y que lo oigan todas las naciones? Nuestro Señor Jesucristo clamó por medio de los apóstoles; clamó en tantas lenguas cuantas mandó a predicar. Y el salmo que antes sólo se recitaba en un pueblo, en la sinagoga de los judíos, ahora se recita por toda la tierra, en todas las iglesias, dándose cumplimiento a lo que aquí se dice: Oíd esto todas las naciones. Sólo pretendo que pongáis atención a esto, no sea que el trabajo corporal os impida levantar el ánimo, por miedo de la extensión de este salmo. Si fuera posible lo terminaremos hoy; si no, dejaremos algo para mañana. En todo caso, estad siempre atentos. Sólo vais a oír, si Dios quiere, lo que no os canse, sino que os ilumine. Oíd esto, todas las naciones, luego también vosotros. Escuchadlo todos los que habitáis la tierra. Parece que repitiera lo mismo, como si fuera poco el decir: Oíd. Lo que digo es: al decir: Oíd, y luego: Escuchadlo, quiere decir que no lo oigáis a la ligera. ¿Qué significa: Escuchadlo? Lo que el Señor dijo en otras ocasiones: El que tenga oídos para oír, que oiga1. Dado que todos los asistentes tenían sin duda oídos, ¿a cuáles se refería con esta frase, sino a los oídos del corazón? A estos oídos se dirige este salmo. Escuchadlo todos los que habitáis la tierra. Tal vez hay aquí alguna diferencia. Yo no quiero obligaros, pero nada hay de malo en explicar esta frase. Quizá sea un poco diferente decir todas las naciones, de la otra expresión todos los que habitáis la tierra. Puede ser que en la palabra los que habitáis ha preferido que entendiésemos todos los pueblos malvados, y en cambio por los habitantes del orbe a todos los justos. Porque el que habita, es que no está forzado a ello; en cambio el que está forzado, no habita, sino que le obligan a estar allí. Algo así como uno posee las cosas que tiene, el que es dueño de sus cosas; pero es dueño el que no está atrapado por la codicia; el que es víctima de ella, está dominado, no es dueño. Tenemos una palabra sobre la habitación, consignada en la Escritura divina. Dice: Prefiero estar humillado en la casa de Dios, antes que habitar en las tiendas de los pecadores2. Y aunque en la casa de Dios seas despreciado, ¿no habitas en ella? No quiso dar a entender por habitar sino a los que reinan, poseen, son dueños y gobiernan; pues los que son tenidos en poco, es como que no habitaran, sino que están sometidos. Pero lo que él dijo es: prefiero estar sometido en la casa de Dios, a reinar en las moradas de los pecadores. Así que si hay alguna distinción entre todas las naciones y los que habitáis la tierra, como también entre oíd y escuchad, aunque aquí parecería que repite; pero en todo caso algo hay que quiso significar, dado que lo habían de oír no sólo los pecadores e impíos, sino también los justos. Ahora lo oyen todos mezclados; pero cuando llegue el tiempo de rendir cuentas, serán separados los que lo oyeron sin interés ninguno, de los que lo escucharon con atención. Que lo oigan los pecadores: oíd esto todas las naciones. Que lo oigan también los justos, quienes no lo han oído a la ligera, y que gobiernan la tierra, más bien que son gobernados por ella: Escuchad todos los que habitáis la tierra.

3. [v.3] Dice de nuevo: Todos los nacidos de la tierra, los hijos de los hombres. La expresión nacidos de la tierra se refiere a los pecadores; y los hijos de los hombres a los fieles justos. Veis ya cómo mantiene esta distinción. ¿Quiénes son los nacidos de la tierra? Los hijos de la tierra. ¿Y quiénes son los hijos de la tierra? Los interesados por los bienes terrenos. ¿Y quiénes los hijos de los hombres? Los pertenecientes al Hijo del hombre. En alguna otra ocasión os he hecho esta distinción a Vuestra Santidad, llegando a la conclusión de que Adán era hombre, pero no el Hijo del hombre; en cambio Cristo sí era el Hijo del hombre y era Dios. Todos, pues, cuantos pertenecen a Adán, son nacidos de la tierra, y los que pertenecen a Cristo son los hijos de los hombres. Pero que oigan todos, no quiero a nadie privarle de mi palabra. ¿Es nacido de la tierra? Oiga por el juicio. ¿Es hijo de hombre? Oiga por el reino. Todos juntos, el rico y el pobre. De nuevo repite lo mismo: el rico se refiere a los nacidos de la tierra; el pobre a los hijos de los hombres. Por ricos entiende los soberbios; por pobres los humildes. Por más que uno tenga muchos recursos pecuniarios, si con ellos no se ensoberbece, es pobre; y aunque no tenga nada, pero es ambicioso y jactancioso, Dios lo coloca entre los ricos y réprobos. La pregunta de Dios tanto a ricos como a pobres, va al corazón, no a las arcas ni a la casa. ¿Es que no son pobres los que aceptan el mandato del Apóstol, cuando le dice a Timoteo: Di a los ricos de este mundo que no sean altaneros? ¿Cómo logró hacer pobres a los ricos? Transmitiéndoles cómo hay que buscar las riquezas. Nadie quiere ser rico, sino para enaltecerse entre los que vive, y aparecer como superior. Pero cuando dijo Pablo: que no sean altaneros, los hace iguales a los que nada tienen; y así puede darse el caso de que un mendigo se engría más con un puñado de monedas, que el rico que atendió a lo que dice el Apóstol: Di a los ricos de este mundo que no sean altaneros. ¿Y cómo no serlo? Si hacen lo que sigue: No poner la esperanza en la incertidumbre de las riquezas, sino en el Dios vivo, que nos lo ofrece todo con abundancia para que lo disfrutemos3. No dijo: «que les ofrece a ellos», sino: que nos ofrece a nosotros. ¿Acaso el mismo Pablo no poseía riquezas? Claro que sí. ¿Cuáles? Aquellas de las que dice la Escritura: El hombre fiel es dueño de las riquezas del mundo entero4. Escucha al Apóstol que confiesa: Como quienes no tienen nada, pero lo poseemos todo5. Quien quiera, pues, ser rico, que no se apegue a una parte, y entonces lo tendrá todo: que se adhiera al Creador de todo. Todos juntos, el rico y el pobre. Dice en otro salmo: Comerán los pobres hasta saciarse. ¿Cómo ha resaltado a los pobres? Comerán los pobres hasta saciarse. ¿Cuál es su comida? Lo que los fieles saben. ¿Y cómo se saciarán? Imitando la pasión de su Señor y recibiendo su mérito en recompensa. Comerán los pobres hasta saciarse, y alabarán al Señor los que lo buscan. ¿Y los ricos? También ellos comerán. Pero ¿cómo? Comieron y adoraron todos los ricos de la tierra6. No dice: Comieron y se saciaron, sino: Comieron y adoraron. Adoran, sí, a Dios, pero no muestran una sensibilidad fraterna. Los ricos comen y adoran; los pobres, además, quedan saturados; pero comer, comen todos. Al que come se le exigirá lo que come; que el que sirve no le impida comer, pero avísele de que deberá temer al que pasará la cuenta. Oigan esto los pecadores y los justos, las naciones y los que habitan la tierra, los nacidos de la tierra y los hijos de los hombres, unidos todos, el rico y el pobre, no divididos, no separados. De esto se encargará el tiempo de la cosecha, será la mano del que bielda la que podrá hacerlo7. Ahora que lo oigan juntos el rico y el pobre, que puedan pacer juntos cabritos y corderos, hasta que venga el que los separará a unos a la derecha y a los otros a la izquierda8. Que juntos oigan al Maestro, no sea que vayan a oír por separado al juez.

4. [v.4] ¿Y qué es lo que ahora van ellos a oír? Mi boca hablará con sabiduría, y las reflexiones de mi corazón, sensatez. Parece una repetición, pero es para que al decir mi boca, no entiendas que te habla sólo el que tiene su sabiduría a flor de labios. Hay muchos que la tienen a flor de labios, pero no en su corazón; de ellos dice la Escritura: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí9. ¿Qué tiene, entonces, el que te habla a ti? El que te dice: Mi boca hablará con sabiduría, debes entender que lo que sale de su boca, mana de la fuente de su corazón; por eso añade: Y las reflexiones de mi corazón, sensatez.

5. [v.5] Inclinaré mi oído a la parábola, y descubriré mis deseos al son del salterio. ¿Quién es este, cuya reflexión del corazón expresa sensatez, y no está únicamente de labios a fuera, sino que se adueña del interior del hombre? ¿Quién es este que tal como oye así habla? ¿Hay muchos que hablan lo que no han oído? ¿Quiénes son estos, que hablan sin haber oído? Los que no practican lo que dicen, como dice el Señor de los fariseos, que se sientan en la cátedra de Moisés. Quiso él hablarte desde la cátedra de Moisés por boca de los que dicen lo que no practican; y te quiso dar a ti seguridad el Señor. No temáis, dice: Haced lo que ellos dicen, pero no hagáis lo que hacen, porque dicen y no hacen10. No son de los que escuchan lo que dicen. En cambio, los que hacen y así hablan, oyen antes lo que dicen, y por eso hablan con fruto. Los que son predicadores, pero no oyen, enseñan a los demás, pero a ellos no les aprovecha. Por eso, este que quería oír y luego proclamar, antes de decir: descubriré mis deseos al son del salterio, lo que significa expresarse corporalmente, su alma utiliza el cuerpo como el citarista utiliza el salterio, diciendo: Inclinaré mi oído a la parábola. Antes de hablarte con mi cuerpo, dice, antes de hacer sonar el salterio, yo inclinaré mi oído a la parábola, es decir, escucharé lo que te voy a decir. ¿Y por qué al proverbio? Porque ahora vemos como en un espejo, figuradamente11, como dice el Apóstol. Mientras estamos en este cuerpo, peregrinamos lejos del Señor12. Todavía no tiene lugar aquella visión nuestra cara a cara, donde ya no habrá parábolas, donde ya no habrá enigmas ni semejanzas. Lo que ahora comprendemos, lo vemos enigmáticamente. El enigma es como una parábola misteriosa que se llega a comprender con dificultad. Por mucho que el hombre agudice su interior y se concentre para entender las realidades interiores, mientras veamos a través de nuestro cuerpo corruptible, sólo parcialmente comprenderemos. Pero cuando llegue la incorrupción por la resurrección de los muertos, cuando aparezca el Hijo del hombre a juzgar a los vivos y a los muertos, entonces se verá al Hijo del hombre, que fue él juzgado antes, separar a los malos de los buenos, colocando a los malos a su izquierda y a los buenos a su derecha. Lo verán tanto los buenos como los malos, pero a los malos se les dirá: Id al fuego eterno. En cambio a los buenos: Venid, benditos de mi Padre, recibid el reino. Y los malos irán al fuego eterno, mientras que los buenos irán a la vida eterna13. Será entonces cuando tendrá lugar la visión cara a cara, de la que los otros no son dignos. Poned atención a lo que estoy diciendo. Al Hijo del hombre, cuando todavía aquí iba a ser juzgado, lo vieron tanto los buenos como los malos; lo vieron los apóstoles que lo seguían; lo vieron los judíos que lo crucificaron. Así también cuando venga a juzgar, lo verán tanto los buenos como los malos: los buenos para recibir su recompensa, por haberle seguido; los malos para recibir el castigo, puesto que lo crucificaron. ¿Y serán condenados sólo aquellos que lo crucificaron? Me atrevo a decir que sí, sólo ellos. Luego nosotros, dicen los pecadores de nuestros días, estamos a salvo. Si no somete a examen vuestras almas, claro que estáis a salvo. ¿Pero qué es lo que he dicho? Entienda bien vuestra caridad, no vayan a decir los que se presenten ante el juicio de Dios que no entendieron. Los judíos porque vieron a Cristo lo crucificaron; tú, por no haberlo visto, te opones a su palabra. ¿Al hacer resistencia a su palabra, te parece que no lo crucificarías si lo vieses? El judío despreció al que colgaba de la cruz, y tú desprecias al que está sentado en el cielo. Sí, las dos clases lo vieron cuando estaba aquí; y las dos lo verán también cuando venga. Vendrá el Hijo del hombre a juzgar, porque el Hijo del hombre vino para ser juzgado. Y como el Padre no se encarnó, el Padre no sufrió la pasión, y juzga por medio del Hijo del hombre, como dijo él mismo en el Evangelio: El Padre no juzga a nadie, sino que ha delegado todo juicio en el Hijo; y sigue diciendo poco después: Y le dio la potestad de juzgar, porque es el Hijo del hombre14. Por el hecho de ser Hijo de Dios, el Verbo está siempre con el Padre, y por eso mismo juzga siempre junto con el Padre; pero por ser Hijo del hombre, y haber sido juzgado, también habrá de juzgar. Y así como fue visto tanto por los que creyeron, como por los que lo crucificaron cuando fue sometido a juicio, así también, cuando comience a ser juez, será visto por los que condenará, como por los que coronará. Pero aquella visión de su divinidad, que prometió a los que lo amasen, cuando dice: El que me ama, será amado por mi Padre; y el que me ama cumplirá mis mandatos, y yo lo amaré y me mostraré a él15, esa visión los impíos no la tendrán. Esta manifestación es en cierto modo familiar, reservada a los suyos; esta no se la muestra a los impíos. ¿Qué visión es esta; de qué Cristo se trata? En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios16. Ahora suspiramos por esta visión, y por ella gemimos mientras estamos desterrados; a esta visión se nos llevará al final, ahora la vemos en figura, y si la vemos como en enigma, prestaremos oído a la parábola, y así será como expondremos nuestros deseos al son de la cítara; escuchemos lo que decimos; pongamos en práctica lo que aconsejamos.

6. [v.6] ¿Y qué es lo que ha dicho? ¿Por qué he de temer los días aciagos? La maldad de mi calcañar me rodeará. Comienza la parte más oscura. ¿Por qué he de temer, dice, los días aciagos? La maldad de mi calcañar me rodeará. Más debería temer si es la maldad de su calcañar la que lo rodea. No tema el hombre —quiere decir— lo que no está en su mano evitar. Por ejemplo: si uno teme la muerte ¿qué va a hacer para evitarla? Que me diga a ver cómo librarse de la deuda de Adán, un descendiente de Adán. Pero piense que si es hijo de Adán, y ha seguido a Cristo, debe ser Cristo quien pague la deuda de Adán, y él conseguir lo que Cristo prometió. Quien teme, pues, la muerte, no tiene salida; en cambio el que teme la condenación, que tendrán que escuchar como sentencia los impíos: Id al fuego eterno, entonces sí tiene solución. ¿No deberá, entonces, temer? ¿Y por qué ha de temer? ¿Lo va a rodear la maldad de su calcañar? Si ve la maldad de su calcañar, pero él camina por las sendas de Dios, no llegará a los días aciagos; el día aciago, el último día, no será aciago para él. El último día será nefasto para algunos, y bueno para otros. ¿Va a ser malo para aquellos a quienes se les diga: Venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del reino? No, para quienes será aciago será para aquellos a quienes se les dirá: Id al fuego eterno17. Y aunque la maldad esté a su alrededor, ¿por qué va a temer el día malo? Tomen ahora, mientras viven las precauciones necesarias, alejen la maldad de su calcañar, caminen por aquel camino al que él mismo se refirió: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida18; y no tengan miedo del día aciago, puesto que les da confianza el que se hizo camino. ¿Por qué he de temer los días aciagos? La maldad de mi calcañar me acechará. Luego deben evitar la maldad de su calcañar. Por el calcañar es como todos caen. Entienda Vuestra Caridad. ¿Qué dijo Dios a la serpiente? Ella (la mujer) acechará tu cabeza, y tú acecharás su calcañar19. El diablo está al acecho de tu calcañar, para derribarte cuando tropieces. Él está al acecho de tu calcañar; tú acecha su cabeza. ¿Qué quiero significar con su cabeza? El comienzo de una mala sugerencia. En cuanto él comience a sugerirte algo malo, recházalo en ese instante, antes de que brote la complacencia y siga el consentimiento. Así evitarás su cabeza, y no te morderá el calcañar. ¿Por qué le dijo esto a Eva? Porque a través de la carne es como el hombre cae. Para nosotros Eva es nuestra carne interior. El que ama, dice, a su esposa, se ama a sí mismo. ¿Qué significa a sí mismo? Continúa la cita y dice: Nadie jamás ha odiado a su propia carne20. Porque así como al hombre Adán le echó la zancadilla sirviéndose de Eva21, así también el diablo nos quiere hacer caer por la carne. Se le mandó a Eva que esté al acecho de la cabeza del diablo, ya que el diablo lo está de su calcañar. Si, pues, la maldad del calcañar nos acecha, ¿por qué hemos de temer los días aciagos, cuando, una vez convertidos a Cristo, seremos libres para no cometer la maldad? Entonces ya no habrá nada que nos aceche, y en el último día no lloraremos, sino que nos llenaremos de gozo.

7. [v.7] ¿Y quiénes son aquellos a quienes acechará la maldad del calcañar? Los que confían en sus fuerzas, y se glorían de sus inmensas riquezas. Luego debo evitar todo esto, y no me acechará la maldad de mi calcañar. ¿Qué quiere decir evitar estas cosas? No confiemos en nuestro poder, no nos gloriemos de nuestras grandes riquezas; gloriémonos, en cambio, en aquel que nos prometió elevar a los humildes, y amenazó con condenar a los jactanciosos, y entonces no nos acechará la maldad del calcañar. Los que confían en sus fuerzas, y se glorían de sus inmensas riquezas.

8. [v.8] Hay quienes ponen su confianza en sus amigos; otros en su poderío; otros en sus riquezas. Esta es la confianza del género humano, no de quien confía en Dios. Ha citado el poder, las riquezas y la amistad: Si la redención no viene del hermano, ¿cómo va a redimir el hombre? ¿Tienes esperanzas de que el hombre te librará de la ira que ha de venir? Si el hermano no te redime, ¿te va a redimir el hombre? ¿Y quién es el hermano que, si no te redime, no hay hombre que te redima? Aquel que después de la resurrección dice: Ve y dile a mis hermanos22. Quiso ser nuestro hermano; y cuando decimos: Padre nuestro, esto se manifiesta en nosotros. Porque quien dice: Padre nuestro, a Cristo le está llamando hermano. Por tanto, el que tiene por padre a Dios, y a Cristo por hermano, no debe temer en el día aciago. No le rodeará la maldad de su calcañar, porque no confía en sus fuerzas, ni se jacta de la abundancia de sus riquezas, ni se gloría de sus poderosos amigos. Que ponga su confianza en el que ha muerto por él, para que él no muera para siempre; en el que por él fue humillado, para que fuera él exaltado; que buscó al impío para ser buscado por el fiel. Luego si este hermano no redime, ¿podrá redimir el hombre? ¿Redimirá algún hombre, si no lo hace el Hijo del hombre? Si Cristo no redime, ¿redimirá Adán? Si la redención no viene del hermano, ¿cómo va a venir del hombre?

9. [v.8—9] No logrará darle a Dios su expiación, ni el precio de la redención de su alma. Confía en su poder, y se jacta de sus inmensas riquezas el que no logrará pagar a Dios su expiación, es decir, cómo aplacarlo haciéndolo indulgente hacia sus pecados; ni el precio de la redención por su alma, el que pone su confianza en sus fuerzas, en sus amigos y en sus riquezas. Pero ¿quiénes son los que pagan el precio de la redención de su alma? Aquellos a quienes dice el Señor: Ganaos amigos con la injusta riqueza, para que ellos os reciban en las moradas eternas23. Los que pagan el precio de la redención de su alma son los que no cesan de dar limosnas. Por eso el Apóstol les avisa por Timoteo que no quiere que sean orgullosos, no sea que se gloríen por la abundancia de sus riquezas; en fin, que lo que poseen no quiere que envejezca con ellos, sino que lo empleen de alguna manera, de forma que llegue a ser el precio de la redención de sus almas. Así les habla: A los ricos de este mundo recomiéndales que no se engrían, ni pongan su esperanza en lo incierto de las riquezas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para disfrutarlas. Y como si fueran ellos a contestar: ¿Entonces qué debemos hacer de nuestras riquezas? él les dice: Que sean ricos en buenas obras, dadivosos, que compartan sus bienes, y así no los perderán. ¿Y cómo lo sabremos? Escucha lo que sigue: Que acumulen un buen fondo para el futuro, y así entrarán en posesión de la verdadera vida24. Es así como pagarán la redención de su alma. Y el Señor nos recomienda esto: Haceos bolsas que no se deterioren, un tesoro imperecedero en el cielo, donde el ladrón no tiene acceso, ni lo corroe la polilla25. No quiere Dios que pierdas tus riquezas, sino te aconseja que las cambies de lugar. A ver si me entiende Vuestra Caridad: si ahora, por ejemplo, un amigo tuyo entrase en tu casa, y se encontrara con que tú las depositado el trigo en un lugar húmedo, (se supone que él entiende de la corrupción del trigo, y tú lo ignoras), te daría más o menos este consejo: «Hermano, vas a perder lo que con tanto trabajo has cosechado; lo has puesto en un lugar húmedo y en pocos días todo esto se pudrirá». Tú le dirías: «¿Y qué debo hacer, hermano?». «Llévalo al piso de arriba», te contestaría. Harías caso a un amigo que te aconseja pasar el grano de abajo a arriba, ¿y vas a desoír a Cristo, que te aconseja subir tus tesoros de la tierra al cielo, donde no se te va a devolver lo que amontonas, sino que tú acumulas tierra y vas a recibir cielo, acumulas bienes perecederos, y allí recibirás bienes eternos? Ojalá le prestes a Cristo; recibirá menudencias de la tierra, y te dará grandes cosas. Pero aquellos a quienes la iniquidad rodea su calcañar, puesto que confían en su poder, y se glorían de sus inmensas riquezas, y que confían en recibir de sus amigos humanos, que no les servirán para nada, esos no lograrán pagarle a Dios su expiación, ni el precio de la redención de su alma.

10. [v.9—10] ¿Y qué dice de este tal hombre? Sufrirá eternamente, y vivirá hasta un límite. Su dolor será sin fin, y su vida tendrá un fin. ¿Por qué dijo: vivirá hasta un límite? Porque de la vida sólo consideran las delicias cotidianas. De ahí que muchos de nuestros indigentes y pobres, poco firmes en la fe, sin saber lo que Dios les promete por todos estos sinsabores, al ver a los ricos en sus cotidianos banquetes, en el lujo y el esplendor del oro y la plata, ¿qué dicen?: Sólo estos, sí, sólo estos viven de verdad. Esto se dice. Que no se diga más; así les exhortamos, aunque se seguirá diciendo. Al menos que se diga por muchos menos de lo que se diría si no tuviera lugar nuestra amonestación. Nosotros mismos no tenemos la convicción, cuando así nos expresamos, de que no va a decirse más, sino de que al menos lo harán muchos menos, porque esto se estará diciendo hasta el fin de los tiempos. Poco es que diga que es él quien vive, pero añade y dice exclamando: Bien sabes que es sólo él quien vive. Sí, que viva, pero su vida tendrá fin; pues él no paga el rescate de su alma; su vida terminará, sus fatigas no. Sufrirá eternamente, y vivirá hasta su fin. ¿Cómo vivirá hasta su fin? Como vivía aquel que se vestía de púrpura y lino, y banqueteaba opíparamente cada día, mientras al pobre llagado tendido a su puerta, cuyas llagas lamían los perros, y que estaba ansioso de las migajas que caían de su mesa, él, soberbio e hinchado, lo despreciaba. ¿De qué le valieron sus riquezas? Se trocaron las suertes de ambos: el pobre de la casa del rico fue llevado al seno de Abrahán; y el rico de sus espléndidas comilonas fue arrojado al fuego; el uno descansaba, el otro se abrasaba; el uno se saciaba, el otro estaba sediento; uno había sufrido hasta el fin de su vida, pero vivía eternamente; el otro había disfrutado su vida hasta el final, pero sufría eternamente. ¿Qué ventajas tuvo el rico, que en los tormentos del infierno suspiraba por el dedo de Lázaro para, que le dejase caer una gota de agua sobre su lengua, diciendo: Porque me abraso aquí en medio de las llamas, pero no le fue concedido?26 Anhelaba él la gota del dedo, como Lázaro las migajas de la mesa del rico; pero su sufrimiento tuvo término, y la vida del rico también: en cambio el sufrimiento de este es eterno, como eterna es la vida de aquel. Nuestra vida no está aquí, para los que quizá sufrimos en la tierra, pero que después no vamos a seguir igual; Cristo será nuestra vida por toda la eternidad. Y aquellos que quieren vivir su vida aquí, será una vida limitada, pero sus sufrimientos serán eternos.

11. [v.11] Porque él no verá la muerte, viendo que mueren los sabios. El que sufrió eternamente, cuya vida tenía un final, no verá la muerte, viendo que mueren los sabios. ¿Qué significa esto? No sabrá lo que es la muerte, al ver que mueren los sabios. Porque se dirá: Este que era sabio, y que habitaba inmerso en la sabiduría, y dio culto a Dios piadosamente, ¿acaso no murió? Voy, pues, a pasarlo bien mientras viva; porque si los que creen diversamente tuvieran algún poder, no morirían. Está viendo cómo muere él, pero ignora lo que es la muerte. No verá la muerte, viendo que mueren los sabios. Como sucedió con los judíos, que vieron a Cristo colgado de la cruz y dijeron: Si este fuera el Hijo de Dios, bajaría de la cruz27, sin darse cuenta de lo que es la muerte. ¡Si hubieran sabido lo que es la muerte, si la hubieran comprendido! Él moría temporalmente, para revivir eternamente; ellos, en cambio, vivían temporalmente, para morir eternamente. Pero como lo veían morir, no veían la muerte, es decir, no llegaban a entender lo que verdaderamente es la muerte. ¿Qué dicen ellos mismos en el libro de la Sabiduría? Condenémosle a una muerte ignominiosa, pues, según él dice, alguien le auxiliará; si es en realidad el Hijo de Dios, lo librará de las manos de sus adversarios28, no va a permitir que muera su propio hijo, si lo es en realidad. Pero al ver que lo injuriaban en la cruz, y que no descendió de ella, dijeron: era en realidad un puro hombre. Ya hemos dicho que quien pudo resucitar del sepulcro, también habría podido descender de la cruz. Pero así nos enseñó a soportar a quienes lo insultaban, nos enseñó a ser pacientes frente a las lenguas humanas, a beber ahora el amargo cáliz, para recibir después la eterna salvación. Bebe tú, enfermo, el amargo cáliz para sanarte, ya que tu interior no está sano; no tengas miedo, pues para que no lo tuvieses, primero lo bebió el médico. En otras palabras: la amargura de la pasión la bebió primero el Señor. La bebió el que no tenía pecado, el que en sí no tenía nada que curar. Anímate a beberla mientras pasa la amargura de este mundo, y llega el otro, donde no habrá ningún escándalo, ninguna ira, ninguna corrupción, ninguna amargura, ninguna fiebre, ningún engaño, ninguna enemistad, ninguna vejez, ninguna muerte, ninguna rivalidad. Sufre aquí, que terminará tu sufrimiento; esfuérzate aquí, no sea que por no querer sufrir aquí, llegues al fin de tu vida, y jamás llegarás al fin de tus sufrimientos. Porque él no verá la muerte, viendo que mueren los sabios.

12. Juntamente perecerán el imprudente y el necio. ¿Quién es el imprudente? El que no se prepara para el futuro. ¿Y el necio? El que no comprende en qué mal se encuentra. Tú, en cambio, procura detectar el mal que ahora te afecta, y prepararte para tener un buen estado en el futuro. Siendo consciente del mal en que estás, no serás necio; preparándote para el futuro, no serás imprudente. ¿Quién es el que toma precauciones? El siervo aquel a quien su Señor le confió la administración, y al cabo de un tiempo le dijo: No puedes ser mi administrador, ríndeme cuenta de tu gestión. Y él se puso a pensar: ¿Qué voy a hacer? Cavar no puedo, mendigar me da vergüenza. Sin embargo sí supo con el capital de su señor, ganarse amigos que lo acogiesen cuando fuera despedido de su empleo. Engañó a su señor para adquirirse amigos que lo acogiesen; y tú no tengas reparo en hacer este fraude: el mismo Señor te invita a que lo hagas; él mismo te dice: Gánate amigos con la injusta riqueza29. Tal vez lo que has adquirido, lo adquiriste injustamente; o tal vez la injusticia está en que tú tienes y el otro no tiene, tú nadas en la abundancia y otro está en la miseria. De esta riqueza injusta, de estas que los injustos llaman riquezas, gánate amigos y serás prudente. Estás comprando, no te causas fraude. De momento te parece perder. Pero ¿pierdes acaso por ponerlo en el depósito? Los chicos para comprar sus cosas, hermanos, van depositando en la hucha las monedas que encuentran, y sólo más tarde la abren. ¿Acaso porque no ven lo que van acumulando, lo pierden? No temas, los niños depositan en su hucha y están seguros; ¡y tú, que lo depositas en manos de Cristo, tienes miedo! Sé prudente y mira por tu futuro en el cielo. Sí, sé prudente, imita a la hormiga, como dice la Escritura30; almacena durante el verano para no pasar hambre en el invierno: el invierno es el último día, el día de la tribulación; es el día de los escándalos y de la amargura; acumula lo que aquí te pueda servir para el futuro. Si no lo haces perecerás por imprudente y por necio.

13. Pero lo cierto es que aquel rico murió, y se le hizo un funeral grande. Esto es en lo que fijaron su atención los hombres: no tienen en cuenta la mala vida que tuvo, sino las pompas fúnebres de su muerte. ¡Oh feliz, a quien tantos lloran! Al otro, sin embargo, dada la vida que llevó, pocos lo lloran. Todos deben llorar a quien tan mal vivió. Pero el funeral debe ser pomposo, deberá ser colocado en un suntuoso sepulcro, amortajado con ricas vestiduras y con ungüentos y perfumes. Y luego ¡qué sepulcro tiene! ¡Qué rico en mármoles! Pero, ¿está vivo en ese sepulcro? No, es allí donde está muerto. Los hombres, creyendo buenas estas cosas, se alejaron de Dios equivocadamente, no buscaron los verdaderos bienes, y se dejaron engañar por los falsos; así que fíjate en lo que sigue. Aquel que no pagó ningún precio por el rescate de su alma, que no comprendió lo que es la muerte, porque vio morir a los sabios, se volvió imprudente y necio, muriendo junto con ellos. ¿Y cómo perecerán los que dejan sus riquezas a extraños? Juntamente perecerán el imprudente y el necio.

14. Poned atención, hermanos: Dejarán sus riquezas a extraños. Parece como si hubiera puesto bajo maldición a los que, después de muertos, pasaran a otros sus riquezas. Luego felices los que las dejan a sus hijos, como sucesores de su patrimonio. Parece como que al haber tenido hijos, no habría muerto. ¿Y qué sucede con sus hijos? Conservan el patrimonio que les dejaron sus padres; y por si esto fuera poco, lo aumentan. ¿Y para quién lo conservan ellos? Para sus propios hijos, y estos lo mismo, y así sucesivamente. ¿Y qué queda para Cristo? ¿Y para su propia alma? Todo es para sus hijos. Que cuenten entre los propios hijos que tienen aquí en la tierra, a un hermano que tienen en el cielo, al que se lo debían legar todo, o al menos repartirlo con él. Pero alguien me dice: Mira a quiénes la Escritura llama malditos, de los que dice que mueren y dejan sus riquezas a extraños; y en cambio llama dichoso a quien se las deja a los suyos. A mí no me queda clara esta interpretación, porque inclino mi oído a la parábola y veo que no en vano se expresa así la Escritura. Porque veo morir a muchos malvados cuyos sucesores son sus hijos; y no pudo hablar la Escritura de modo que libre de la miseria a aquellos cuya vida reprueba. ¿Y cuál os parece, hermanos, que será mi opinión, sino que todos estos dejan sus riquezas a extraños? ¿Qué es lo que hace que sean extraños los hijos? Son extraños los hijos de los injustos. De hecho tenemos algún extraño que se hizo nuestro allegado por habernos ayudado. Si alguno de tus familiares no te ayuda en nada, es un extraño. ¿Dónde encontramos a algún extranjero, que por habernos ayudado se ha hecho familiar? En el evangelio: estaba un hombre derribado en tierra y herido por los ladrones. El Señor le había dicho a alguien: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. A lo que el otro le respondió: ¿y quién es mi prójimo? Y el Señor comenzó esta narración: Había un hombre que bajaba de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de los ladrones, que le atacaron dejándolo medio muerto; pasaron por allí los suyos —porque el que descendía de Jerusalén a Jericó era judío—; llegó un sacerdote y pasó de largo; vino un levita y también pasó de largo; pasó por allí un samaritano —ignoro quién sería el tal samaritano, pero era un extranjero—, y se le acercó, se fijó en su estado deplorable, y compadecido le curó sus heridas, lo montó en su cabalgadura, lo llevó a la posada y lo encomendó al posadero. Todo esto está dicho encerrando un misterio, que sería ahora largo de exponer. De todas formas, hermanos, el Señor, refiriéndose a lo que os he dicho, le pregunta: ¿Quién de estos se ha portado como prójimo del herido? Y él respondió: creo que el que tuvo misericordia de él. Anda, le dice, y haz tú lo mismo31. Prójimo tuyo es aquel de quien tienes misericordia. Si, pues, un extraño samaritano, practicando la compasión y socorriendo se ha convertido en prójimo, todos los que en tus sufrimientos no son capaces de echarte una mano, se convierten en extraños tuyos. Fijémonos ahora en esos ricos que tuvieron una mala vida, que obraron con altanería y ya han muerto, dejando sus riquezas no digo a extraños, sino a sus propios hijos; y a su vez los hijos siguen los pasos de sus padres, soberbios unos y soberbios los otros, ladrones estos y ladrones aquellos, avaros unos y otros: son, efectivamente extraños suyos. Y para que veáis que son extraños a sus padres, ¿le socorrieron por ventura los que heredaron sus riquezas, al rico aquel que estaba ardiendo en las llamas del infierno? ¿O es que quizá no tuvo sucesores, y fueron extraños quienes entraron en posesión de sus riquezas? El Evangelio nos afirma que los tuvo. Dice, en efecto: Tengo cinco hermanos32. Sus hermanos no fueron capaces de socorrerlo en medio de las ardientes llamas. ¿Qué te diría a ti el rico? Tengo cinco hermanos; y no me hice amigo de uno, el que estaba echado a la puerta de mi casa; los hermanos que poseen mis riquezas no me pueden ayudar; se han apartado de mí. Ya veis cómo todos los que viven mal, dejan en herencia sus riquezas a extraños.

15. [v.12] ¿Pero realmente les prestan ayuda los mismos extraños, que se llaman sus íntimos? Escuchad cómo les ayudan, fijaos cómo se burlan de ellos: Morirán juntamente el imprudente y el necio; y dejarán sus riquezas a extraños. ¿Por qué habla de extraños? Porque en nada les pueden ayudar. Aunque en algo sí parecería que les pueden ser útiles: El sepulcro es su morada perpetua. Claro, como estos sepulcros están ya construidos, son su casa. De hecho se oye decir a algún rico: «Tengo una casa de mármol que tendré que abandonar, y no pienso en una casa eterna, donde voy a estar para siempre». Cuando piensa hacerse un sepulcro de mármol o esculpido, está pensando en una casa para siempre, como si el tal rico fuera a vivir allí eternamente. Si permaneciera allí, no estaría ardiendo en los infiernos. Debemos pensar dónde va a permanecer el alma del pecador, no dónde van a colocar su cuerpo mortal. Pero sus sepulcros serán su morada perpetua. Sus tiendas de generación en generación. La tienda hace referencia a su morada temporal; la morada es como la casa en la que permanecerán para siempre, o sea el sepulcro. Las tiendas se las dejan, pues, a los suyos, donde permanecían en vida, y luego como que pasaran a su casa eterna, el sepulcro. ¿De qué les sirven sus tiendas de generación en generación? Piensa que esas generaciones y generaciones son sus hijos, y luego los nietos y biznietos. ¿Cómo los usan, de qué les sirven sus tiendas? ¿De qué? Escucha: Invocarán sus nombres en su tierra. ¿Qué quiere esto decir? Que llevarán pan y vino selecto a sus sepulcros, e invocarán allí el nombre de sus muertos. ¿Has pensado cuántas veces habrán invocado después de su muerte el nombre de aquel rico, cuando se embriagaban en memoria suya, y a él, sumido en llamas, no le caía ni una sola gota en su lengua?33 Lo que con esto hacen los hombres es dar gusto a su vientre, no ayudar a los espíritus de sus muertos. Al espíritu de los muertos sólo llega lo que han acumulado de vivos; pero si de vivos no han realizado nada, a los muertos nada les llega. Pero ¿qué pretenden sus descendientes con estos ritos? Únicamente invocarán sus nombres en su tierra.

16. [v.13] El hombre, constituido en honor, no comprendió; se puso a la altura de las bestias insensatas, y se hizo semejante a ellas. De este modo han sido burlados los hombres, que mientras vivían no comprendieron qué hacer con sus riquezas y creyeron que iban a ser felices en la posteridad, si contaban con un mausoleo de mármol, algo así como una casa eterna, con tal de que sus descendientes, a quienes legarían sus haberes, invocasen sus nombres en su tierra. Pero lo que deberían haber hecho es prepararse una casa eterna a base de buenas obras, prepararse una vida inmortal, enviar por delante el costo, ser perseverantes en sus obras, ayudar al que a su lado pasaba indigencia, compartir con el compañero de camino, no despreciar a Cristo, cubierto de llagas a su puerta, que dice: Cuando lo hicisteis a uno de mis más insignificantes, conmigo lo hicisteis34. No, no entendió el hombre constituido en honor. ¿Qué significa constituido en honor? Hecho a imagen y semejanza de Dios, el hombre superior a los animales35. Porque no creó Dios al hombre como a los animales, sino que a estos los creó al servicio del hombre. ¿Pero acaso sólo al servicio de sus energías, y no de su inteligencia? Pero él no comprendió; y el que había sido creado a imagen de Dios, se puso a la altura de las bestias insensatas, y se hizo semejante a ellas. Como se dice en otro pasaje: No seáis como el caballo y el mulo, que no razonan36.

17. [v.14] Tal es su camino, que les sirve de tropiezo. Que sea un tropiezo para ellos, no para ti. ¿Cuándo podrá serlo para ti? Cuando llegues a pensar que esos tales son felices. Pero si estás convencido de que no lo son, entonces su camino será tropiezo sólo para ellos, no para Cristo, para su cuerpo, para sus miembros. Y después alabarán con sus labios. ¿Qué quieren decir estas palabras? Que cuando se rebajen a no buscar más que los bienes temporales, se convertirán en unos hipócritas; porque cuando bendicen a Dios, lo hacen con los labios, no con el corazón. Cuando los cristianos llegan a esto, y se les hacen elogios de la vida eterna, invitándoles a despreciar las riquezas en nombre de Cristo, hacen una mueca de disgusto en su interior; y si no la hacen en su rostro por vergüenza, o para no ser reprendidos por los demás, sí lo hacen interiormente, y lo desprecian. Permanece en sus labios la bendición, y la maldición en su corazón. Y después alabarán con sus labios. Sería demasiado largo terminar el salmo; baste a vuestra caridad de momento lo que hoy habéis oído; mañana seguiréis oyendo lo que sea del agrado de Dios.