EXPOSICIÓN DEL SALMO 46

Traducción: Miguel F. Lanero, o.s.a y Enrique Aguiarte Bendímez, o.a.r.

1. Dios nuestro Señor quiso difundir la fe en que vivimos, y de la que vivimos, de una manera abundante y variada por medio de los libros santos, las Escrituras santas, variando el significado oculto de las palabras, pero recomendando una sola fe. Pues la misma cosa se puede decir de varias maneras, cambiado el modo de decirla para evitar el hastío, pero guardando siempre la unidad, para conservar la concordia. Y así en este salmo que hemos oído cuando lo cantaban, y que a él hemos respondido cantando, vamos a decir cosas ya sabidas; sin embargo, con la ayuda y generosidad del Señor, quizá pueda seros un poco agradable, al recordaros lo que ya sabéis de aquí y de allá, para que lo rumiéis. Por la misma rumia, en la que están significados los animales puros, nos quiso insinuar que todo lo que el hombre oye, lo debe guardar en su corazón, de forma que no sea perezoso en volver sobre ello de nuevo, sino que cuando oye algo, haga como el que come; y cuando lo oído lo trae de nuevo a la memoria y lo medita con una dulce complacencia, se parezca al que está rumiando. De ahí que se puedan repetir las mismas cosas, pero con una expresión distinta, haciéndonos pensar dulcemente lo que ya conocemos, y escucharlas de buen grado; el modo de decirlas es distinto, y un tema ya antiguo se hace nuevo por el mismo modo de hablar.

2. [v.1] Así reza el título del salmo: Para el fin, en favor de los hijos de Coré, salmo del mismo David. Estos hijos de Coré están en otros cuantos títulos de salmos 2, indicando un dulce misterio, e insinuando un profundo sacramento 3; en él nos podemos nosotros ver incluidos sin dificultad alguna, reconociéndonos en el título quienes lo oímos y leemos, y contemplar como en un espejo que se nos ofrece, quiénes somos. ¿Quiénes son los hijos de Coré? Existió un hombre llamado Coré1, ese era su nombre; de todas maneras, cuando se leen los escritos y nos encontramos con que la palabra divina se dirige a algunos que no se comprende bien el que sean hijos del único hombre llamado Coré, el alma recurre al misterio, buscando qué pueda significarse en el nombre de Coré. Es una palabra hebrea, que se pronuncia y traduce al griego y al latín. Y ya lo está; muchos nombres hebreos ya nos han sido traducidos; los hemos examinado en ocasiones anteriores, y hemos encontrado que Coré significa calvo 4. Pusisteis entonces mucha mayor atención. Era oscuro decir hijos de Coré, pero ¿no lo es más todavía cuando decimos hijos del calvo? ¿Quiénes son estos hijos del calvo? ¿Tal vez los hijos del esposo? Porque el esposo fue crucificado en el lugar de la Calavera. Recordad el evangelio, a ver dónde crucificaron al Señor, y encontraréis que fue crucificado en el lugar llamado de la Calavera2. Por lo tanto los que se burlan de la cruz de Cristo, son devorados por los demonios como por bestias feroces. Porque algo dio a entender en esto la Sagrada Escritura. Cuando el profeta Eliseo iba subiendo, le seguían unos muchachos detrás, gritando y burlándose de él: Sube, calvo; sube, calvo. Y él, no con crueldad, sino significando un misterio, hizo que salieran unos osos y los devoraran3. Si aquellos chicos no hubieran sido devorados, ¿vivirían, acaso, todavía hoy? O, habiendo nacido mortales, ¿no podrían haber sido víctimas de una fiebre? Pero en este caso no se habría puesto de manifiesto el misterio que sirviera de escarmiento para la posteridad. Que nadie, pues, se burle de la cruz del Señor; los judíos fueron poseídos por los demonios y devorados. Al crucificar a Cristo en el lugar de la Calavera, y levantarlo en la cruz, ellos proferían con sentido pueril, sin saber lo que decían: Sube, calvo. ¿Y a qué equivale lo de sube? A ¡Crucifícale, crucifícale!4 Se nos propone la niñez para imitar su humildad, pero al mismo tiempo para guardarnos de la fatuidad. El Señor propuso la niñez para imitar su humildad, cuando llamó a sí a los niños, y al impedirles que se le acercasen, dijo: Dejad que los niños se acerquen a mí, porque de los son como ellos es el reino de los cielos5. Y un ejemplo de niñez para guardarnos de la fatuidad, nos lo propuso el Apóstol: Hermanos, no seáis niños en sentir. Y luego propone el ejemplo a imitar: Sino sed niños en cuanto a la malicia, para que seáis perfectos en vuestras mentes6. En favor de los hijos de Coré. El salmo se canta: luego se ha cantado en favor de los cristianos. Escuchémoslo como hijos de aquel esposo, a quien los niños insensatos crucificaron en el Calvario. Ellos merecieron ser devorados por las bestias, nosotros ser coronados por los ángeles. Conocemos la humillación de nuestro Señor, y no nos ruborizamos de ella. No nos avergonzamos de él, llamado místicamente calvo en razón del lugar de la Calavera. En efecto, la misma cruz en que él fue insultado, es la que nos ha eximido de que nuestra frente esté calva, puesto que él la signó con su leño. En fin, para que vayáis conociendo cómo estas cosas se refieren a nosotros, poned atención a lo que sigue.

3. [v.2] Pueblos todos, batid las manos 5. ¿Acaso en el pueblo judío estaban todos los pueblos? Pero hubo una obcecación en una parte de Israel para que los muchachos insensatos gritasen: Calvo, calvo; y así el Señor fuera crucificado en el lugar de la Calavera, y redimiera a los pueblos con su sangre derramada, para que se cumpliese lo que dice el Apóstol: La obcecación de una parte de Israel sucedió, para que entrase la plenitud de los pueblos7. Que insulten los necios, los torpes, los insensatos, y repitan: Calvo, calvo; pero vosotros, los redimidos por su sangre, derramada en el Calvario, vosotros, Todos los pueblos, batid las manos, porque la gracia de Dios ha llegado a vosotros. Batid las manos. ¿Qué quiere decir? Alegraos. ¿Y por qué las manos? Porque las manos significan las buenas obras. No os alegréis de palabra, sin mover las manos. Si os alegráis batid las manos. Vea las manos de los pueblos el que se ha dignado conceder la alegría. ¿Y qué significan las manos de los pueblos? Los hechos de quienes hacen buenas obras. Pueblos todos, batid las manos; aclamad a Dios con la voz del júbilo. Con la voz y con las manos. Si sólo es con la voz, no está bien, al ser perezosas las manos; y si es sólo con las manos, tampoco esto es bueno, pues está muda la lengua; que sean concordes manos y lengua: esta aclame, y las manos se pongan a obrar. Aclamad a Dios con la voz del júbilo.

4. [v.3] Porque el Señor es excelso y terrible. Es excelso aquel que, al humillarse, se hizo como irrisorio, pero terrible al ascender al cielo. Gran rey de toda la tierra. No sólo de los judíos, aunque también de ellos es rey. Por eso creyeron los apóstoles, por eso muchos miles de hombres vendieron sus propiedades y pusieron su valor a los pies de los Apóstoles8, cumpliéndose en ellos lo que estaba escrito en la inscripción de la cruz: Rey de los judíos9. Sí, también es el rey de los judíos. Pero no basta el serlo de los judíos. Todos los pueblos, batid las manos, porque Dios es el rey de toda la tierra. No le basta tener un pueblo bajo su autoridad; fue tan grande el precio pagado de su costado, que compró toda la tierra. Es el gran rey de toda la tierra.

5. [v.4] Nos ha sometido los pueblos y las naciones bajo nuestros pies. ¿Qué pueblos y bajo quiénes los sometió? ¿Quiénes son los que aquí hablan? ¿Quizá los judíos? Cierto, si ellos son los apóstoles; cierto, si son los santos. A ellos Dios sometió los pueblos y las naciones, para que hoy sean honrados entre las naciones, quienes tuvieron el mérito de ser muertos por sus conciudadanos; del mismo modo que su Señor fue muerto por sus conciudadanos, y es honrado por los gentiles; crucificado por los suyos y adorado por los extraños, pero como precio de sus obras. Porque él nos compró para que no le fuésemos extraños. ¿Te parece que puedan ser de los apóstoles estas palabras: Nos ha sometido los pueblos y las naciones bajo nuestros pies? No lo sé. Pero me parecería raro que los apóstoles hablasen con tanto orgullo, hasta alegrarse de tener a las naciones bajo sus pies, es decir, a los cristianos bajo los pies de los apóstoles. De hecho se alegran de que nosotros estemos con ellos bajo los pies de aquel que murió por nosotros. A los pies de Pablo corrían los que querían ser de Pablo; y él les decía: ¿Es que Pablo fue crucificado por vosotros?10 ¿Entonces qué? ¿Cómo debemos de entender esta expresión?: Nos ha sometido los pueblos y las naciones bajo nuestros pies. Tanto los que forman parte de la heredad de Cristo, como los que no la forman, están en todas las naciones; y veis cómo la Iglesia de Cristo es exaltada en el nombre de Cristo, hasta el punto de que los que aún no son creyentes, están bajo los pies de los cristianos. Todos cuantos ahora acuden presurosos a la Iglesia, y no son todavía cristianos, imploran el auxilio de la Iglesia; su intención es buscar una ayuda temporal, aunque no desean reinar todavía con nosotros eternamente. Cuando todos buscan el apoyo de la Iglesia, incluso los que todavía no forman parte de ella, ¿no equivale esto a que nos ha sometido los pueblos y las naciones bajo nuestros pies?

6. [v.5] Eligió para nosotros su heredad, la hermosura de Jacob, a quien amó. Eligió para nosotros la belleza de Jacob como su heredad. Esaú y Jacob eran dos hermanos; ya en el vientre materno luchaban entre sí, y esa lucha agitaba las entrañas de la madre. Y ya allí, siendo dos, fue elegido el menor y antepuesto al mayor; por eso se dijo: Hay dos pueblos en tu seno, y el mayor servirá al menor11. Por todas las naciones está extendido el mayor, y por todas el menor; pero el menor en los buenos cristianos, los elegidos, los piadosos, los fieles; y el mayor lo está en los soberbios, los indignos, los pecadores, los obstinados, que prefieren defender sus pecados antes que confesarlos, tal como fue el pueblo judío, que ignoró la justicia de Dios, queriendo establecer la suya propia12. Pero como se dijo: El mayor servirá al menor, queda claro que los impíos están sometidos a los piadosos, y los soberbios a los humildes. Primero nació Esaú, y luego Jacob; pero el último en nacer fue antepuesto al primogénito, quien por su gula perdió el derecho de primogenitura. Mira lo que está escrito: Apeteció las lentejas, y su hermano le dijo: si quieres que te las dé, dame tu primogenitura. Y él prefirió su apetito carnal, a lo que merecía espiritualmente por haber nacido primero. Así se desprendió del derecho de primogenitura por comer lentejas13. Sabemos que las lentejas son el alimento de los egipcios, ya que es abundante en Egipto. De ahí la fama que tiene la lenteja alejandrina, que llega hasta nuestras tierras, como si aquí no se cosecharan lentejas. Así que por el deseo de la comida egipcia perdió la primacía. Fue lo que le aconteció al pueblo judío, del que se dijo: En su corazón se volvieron a Egipto14. De alguna manera apetecieron las lentejas y perdieron la primacía. Eligió para nosotros su heredad, la gloria de Jacob su amado.

7. [v.6] Dios asciende entre el júbilo. Es el mismo Dios, nuestro Señor Jesucristo, quien asciende entre el júbilo. El Señor al son de trompeta. Asciende. ¿Adónde, sino adonde ya sabemos? Adonde los judíos no le siguieron ni con los ojos. Se rieron cuando fue exaltado en la cruz, y no lo vieron cuando ascendió al cielo. Dios asciende entre el júbilo. ¿Qué es el júbilo, sino la admiración gozosa, que no se puede expresar con palabras? Como cuando se admiraron con alegría los discípulos, al ver que se iba al cielo15 a quien lloraron muerto; realmente en una alegría tal no bastaban las palabras: quedaba un júbilo que nadie podía expresar. Allí estaba también la voz de la trompeta, la voz aquella de los ángeles. Por eso se dijo: Levanta tu voz como una trompeta16. Los ángeles anunciaron la ascensión del Señor; cuando ascendía vieron a los discípulos estáticos, admirados, estupefactos, mudos, pero con el corazón jubiloso; y se oyó entonces la voz de una trompeta en la clara voz de los ángeles: Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados? Este es Jesús. Como si no supieran ellos que aquel era Jesús. ¿No lo habían visto a su lado un momento antes? ¿No lo habían oído hablar con ellos? Es más, no sólo lo habían visto presente, sino que también llegaron a tocar sus miembros17. ¿No iban a saber ellos que era Jesús? Pero el mismo estupor de la alegría jubilosa los dejó como fuera de sí, y por eso hablaron los ángeles: Este es Jesús. Como diciendo: Si creéis en él, es el mismo que al ser crucificado, vacilaron vuestros pies, el mismo que al verlo muerto y sepultado, pensabais que se había apagado vuestra esperanza; ved que este es Jesús. Ha ascendido en vuestra presencia; vendrá tal como le habéis visto irse al cielo18. Se quita su cuerpo de vuestra vista, pero Dios no se separa de vuestros corazones; vedlo ascender, creed en él como ausente, esperad su venida; pero por una oculta misericordia sentidlo también presente. Porque el que ascendió al cielo para ser ocultado a vuestra vista, os hizo una promesa, diciendo: Mirad que yo estoy con vosotros hasta el fin del mundo19. Con razón el Apóstol se dirigía a nosotros en estos términos: El Señor está cerca, no os preocupéis por nada20. Sentado está Cristo en los cielos, y los cielos están lejos, y con todo, el que tiene allá su trono está cerca. El Señor al son de trompeta. Luego vosotros sois los hijos de Coré, si es que ya habéis caído en la cuenta de que sois vosotros, y os habéis descubierto aquí, y os alegráis de veros aquí a vosotros.

8. [v.7] Tocad para nuestro Dios, tocad. A aquel de quien, como hombre, se mofaron los que se alejaron de Dios, tocad para nuestro Dios. Sí, no era solo hombre, era también Dios. Hombre como descendiente de la estirpe de David21, pero como Dios es Señor de David, aun teniendo la carne de los judíos: de ellos son los patriarcas —como dice el Apóstol— y de ellos nació Cristo según la carne. Así es: Cristo procede de los judíos, pero según la carne. ¿Y quién es este Cristo, nacido de los judíos según la carne? El que está sobre todo, Dios bendito por los siglos22. Es Dios antes de la carne, Dios al encarnarse, y Dios hecho hombre de carne. Pero no es sólo anterior a la carne, es Dios anterior a la tierra, de donde salió la carne; y no sólo antes de la tierra, sino también del cielo, creado anteriormente; Cristo, como Dios, es anterior a los ángeles. En efecto, Al principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios: Todo fue hecho por ella, y sin ella nada se hizo23. Cristo Dios es anterior a todo, y por él existe todo. Tocad, pues, para nuestro Dios, tocad.

9. [v.8] Porque Dios es el rey de toda la tierra. ¿Cómo es esto? ¿No es Dios de toda la tierra antes de ella? ¿No es, acaso, el Dios del cielo y de la tierra, siendo así que todo fue hecho por él? ¿Quién podrá decir que no lo es? Pero no todos los hombres conocieron a su Dios; y cuando lo reconocieron, era como si fuera Dios solamente allí. Dios se manifiesta en Judá24; todavía a los hijos de Coré no se les decía: Pueblos todos, batid las manos. Puesto que aquel Dios manifestado en Judea, es el Dios de toda la tierra. Ahora ya es conocido por todos, al haberse cumplido lo que dice Isaías: Tu Dios, el que te ha liberado, se llamará Dios de toda la tierra25. Porque Dios es el rey de toda la tierra; tocad con maestría. Nos enseña y nos amonesta a que toquemos la cítara con inteligencia; no busquemos sólo agradar al oído, sino iluminar el corazón. Tocad, dice, con inteligencia. Los gentiles, de donde fuisteis llamados vosotros a ser cristianos, adoraban a unos dioses hechos a mano, y tocaban para ellos; pero no con inteligencia. Si hubieran cantado con inteligencia, no habrían adorado a piedras. Cuando un hombre sensato cantaba a una piedra sin sentido, ¿acaso cantaba con inteligencia? Ahora en cambio, hermanos, no vemos con nuestros ojos a quien adoramos, y sin embargo adoramos rectamente. Mucho más digno de estima se nos hace Dios, al no verle con nuestros ojos. Si lo viéramos, quizá lo despreciaríamos. Pues los judíos despreciaron a Cristo, a quien vieron, y los gentiles, sin verlo lo adoraron. Fue a ellos a quienes se dijo: Tocad con inteligencia. No seáis como el caballo y el mulo, en los que no hay inteligencia26.

10. [v.9] El Señor reinará sobre todas las naciones. El que reinaba en una nación, reinará, dice, sobre todas las naciones. Cuando se anunciaban estas cosas, Dios reinaba sobre una sola nación; se trataba de una profecía, no se había hecho realidad. Nosotros, gracias a Dios, ya vemos cumplido lo que antaño se profetizaba. Dios, antes del tiempo, nos escribió de propia mano un compromiso, y llegado el tiempo nos lo ha cumplido. El Señor reinará sobre todas las naciones, es la promesa. Dios se sienta en su trono sagrado. Lo que entonces era una promesa, ahora se conoce y se mantiene como cumplido. Dios se sienta en su trono sagrado. ¿Cuál es su trono sagrado? quizá los cielos; y está bien interpretarlo así. Como ya sabemos, Cristo ascendió con el mismo cuerpo que había sufrido la crucifixión, y está sentado a la derecha del Padre27; y esperamos que vendrá desde allí para juzgar a vivos y muertos28. Está sentado en su trono sagrado. ¿Son los cielos su trono sagrado? ¿Quieres también tú ser su trono? No pienses que no lo puedes ser; prepárale un lugar en tu corazón; él viene y se sentará gustosamente. Él es, sin duda, la fuerza y la sabiduría de Dios29. ¿Y qué dice la Escritura de la sabiduría? Que el alma del justo es trono de la sabiduría30. Luego si el alma del justo es trono de la sabiduría, sea justa tu alma, y serás el trono real de la sabiduría. Y así es, hermanos; todos los hombres que llevan una vida buena, que tienen una buena conducta, y cuyo proceder es conforme a la caridad y la piedad, ¿no son la sede de Dios, y es él quien da órdenes? Obedece el alma a Dios, que en ella reside, y ella gobierna a los miembros de su cuerpo. El alma da órdenes a un miembro tuyo, y se mueve el pie, la mano, el ojo, el oído; manda a sus miembros como si fueran sus siervos; pero ella en su interior obedece a quien reside en ella, que es su Señor. No puede mandar bien a un inferior, si este no se digna obedecer al superior. Dios se sienta en su trono sagrado.

11. [v.10] Los príncipes de los pueblos se han reunido con el Dios de Abrahán. El Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob31. Es cierto, esto lo dijo Dios, y por eso se ensoberbecieron los judíos, y dijeron: Nosotros somos hijos de Abrahán. Jactanciosos del nombre paterno, herederos de su carne, pero carentes de su fe; apegados a su estirpe, y degenerados en su conducta. ¿Y qué es lo que les replicó el Señor al ver su orgullo? Si sois hijos de Abrahán, portaos como él32. Además, ¿qué les dijo Juan Bautista a los que venían, algunos de ellos estremecidos y arrepentidos, que querían corregirse? Raza de víboras. Eran unos injustos, perdidos, pecadores, impíos que vinieron a ser bautizados por Juan; ¿y qué les dice? Raza de víboras. Ellos se llamaban hijos de Abrahán, y Juan les llamaba hijos de víboras. ¿Acaso Abrahán era una víbora? Pero como ellos con su mala vida habían imitado a los demonios, y se habían hecho hijos suyos, imitándolos y pervirtiendo su vida, les dice: Raza de víboras, ¿quién os ha enseñado a vosotros, a escapar de la ira que se acerca? Dad, entonces, el fruto digno del arrepentimiento; y no os ilusionéis diciéndoos a vosotros mismos: Tenemos por padre a Abrahán, como jactándoos de la ascendencia de Abrahán; porque Dios tiene poder para sacar hijos de Abrahán de estas piedras33. No va a quedarse Abrahán sin hijos, si Dios os condena a vosotros; porque es poderoso para condenar a los que están bajo su ira, y devolverle los que le ha prometido. ¿Y de dónde le dará hijos, si condena a los hebreos, sus descendientes según la carne? De estas piedras. Les mostraba piedras del desierto. ¿Quiénes eran piedras, sino los gentiles, que adoraban las piedras? ¿Y por qué lo eran? Porque al adorar ídolos de piedra, se hacían piedras; veamos lo que había predicho el salmo de estos adoradores: Que sean igual los que los hacen, cuantos confían en ellos34. Sin embargo, de estas piedras, le devolvió los hijos a Abrahán; y ahora todos los que adorábamos estas piedras, al convertirnos al Señor, nos hemos hecho hijos de Abrahán, no tomando de él la carne, sino imitando su fe. Así pues: Los príncipes de los pueblos se han reunido con el Dios de Abrahán. Los príncipes de los pueblos: es decir, de los gentiles; no los de un pueblo únicamente, sino los príncipes de todos los pueblos, se han reunido con el Dios de Abrahán.

12. A estos príncipes pertenecía el centurión de que habla el Evangelio que acabáis de oír. Había un centurión con honores y poder entre los hombres. Era uno de tantos príncipes de las naciones. Cuando venía Cristo hacia su casa, envió a su encuentro a unos amigos. Mejor, a Cristo que iba a pasar le envió los amigos, rogándole que curase a un servidor suyo, gravemente enfermo; y al mostrar el Señor la voluntad de ir a su casa, le mandó a decir: No soy digno de que entres bajo mi techo, basta que digas una palabra y mi servidor quedará sano. Pues también yo, que soy un hombre subordinado, tengo soldados a mis órdenes. Fijaos cómo guarda el orden: primero recuerda que está él subordinado, y luego que tiene a otros bajo sus órdenes. Estoy bajo la autoridad, y tengo autoridad; estoy a las órdenes de otro, y tengo también algunos bajo mis órdenes. Y digo a este: Vete, y va; y a otro: Ven, y viene; y a mi servidor: haz esto, y lo hace. Como diciendo: Si yo, que estoy subordinado, doy órdenes a los que están bajo mi cargo, tú, que no estás bajo la autoridad de nadie, ¿no puedes dar órdenes a una de tus criaturas, siendo así que todo ha sido hecho por ti, y sin ti no se hizo nada? Di, pues, una palabra, y mi sirviente se sanará, pues no soy digno de que entres en mi casa. Temblaba por meter en su casa a Cristo, cuando ya él estaba dentro de su corazón; ya su alma era su trono, ya estaba sentado allí el que buscaba a los humildes. Por fin Cristo se vuelve admirado y le dice a los que le seguían: Os aseguro que no he encontrado una fe tan grande en Israel35. Y como dice otro evangelista, que narra el mismo pasaje, el Señor continúa diciendo: Por eso os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se sentarán a la mesa con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos. Este centurión no pertenecía al pueblo de Israel. Pues en el pueblo de Israel los soberbios rechazaban a Dios; y entre los príncipes de los gentiles se encontró uno humilde que invitó a Dios a venir a él. Y Jesús, al tiempo que admiraba su fe, reprobaba la perfidia de los judíos. A ellos les parecía estar sanos, cuando estaban gravemente enfermos, tanto más cuanto que no lo reconocieron como médico, y lo mataron. ¿Qué dijo al reprobar y repudiar su soberbia? Por eso os digo que vendrán muchos de oriente y occidente que no pertenecen a la descendencia de Israel; vendrán muchos de quienes dijo: Todos los pueblos batid las manos; y se sentarán con Abrahán en el reino de los cielos. Abrahán no los engendró de su propia carne; y vendrán y se sentarán con él en el reino de los cielos, y serán hijos suyos. ¿Por qué hijos suyos? No nacidos corporalmente de él, sino por imitar su fe. Los hijos del reino, en cambio, es decir, los judíos, los echarán afuera a las tinieblas: allí habrá llanto y rechinar de dientes36. Serán condenados a las tinieblas de fuera los nacidos de la carne de Abrahán, y se recostarán a la mesa con él en el reino de los cielos los que imitaron la fe de Abrahán. Con razón también aquí se dice: Los príncipes de los pueblos se han reunido con el Dios de Abrahán.

13. ¿Y qué será de los que pertenecían al Dios de Abrahán? Porque los dioses fuertes de la tierra se han elevado mucho. Los que eran dioses, el pueblo aquel de Dios, aquella viña de Dios, de la que se dice: juzgad entre mí y mi viña37, serán echados fuera a las tinieblas, no se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob, porque no están reunidos con el Dios de Abrahán. ¿Por qué? Porque son dioses fuertes de la tierra. Se consideraban dioses fuertes de la tierra, presumían de la tierra. ¿De qué tierra? De sí mismos. Todo hombre es tierra; se le dijo al hombre: Tierra eres, y a la tierra volverás38. El hombre debe poner su confianza en Dios, y esperar la ayuda de él, no de sí mismo. No es la tierra la que llueve sobre sí misma, ni se envía su propia luz; así como la tierra espera la lluvia y la luz del cielo, así también el hombre debe esperar de Dios la misericordia y la verdad. En cambio ellos eran como dioses fuertes de la tierra que se han elevado mucho, es decir, que se han ensoberbecido demasiado. No creyeron tener necesidad del médico, con lo que se quedaron en su enfermedad, y esa enfermedad los llevó a la muerte. Fueron amputadas las ramas naturales, para injertar un humilde acebuche39. Porque los dioses poderosos de la tierra se han erguido excesivamente. Permanezcamos, hermanos, en la humildad, la caridad, la piedad, puesto que hemos sido llamados, habiendo sido ellos reprobados; o al menos ante su ejemplo, temamos caer en la soberbia.