EXPOSICIÓN DEL SALMO 44

Traducción: Miguel F. Lanero, o.s.a y Enrique Aguiarte Bendímez, o.a.r.

1. [v.1] Con la misma alegría con que he cantado con vosotros este salmo, así os suplico que conmigo lo meditéis atentamente. Porque se trata del canto de una boda santa, de un esposo y una esposa, de un rey y de su pueblo, del Salvador y de los que se han de salvar. Quien acude a la boda con vestido nupcial, buscando no su propia gloria, sino la del esposo, no solamente pone atención de buen grado, como suele ser propio de quienes desean asistir a un espectáculo, y no de exhibirse, sino que también le ordena a su corazón que no esté ocioso en esa situación, sino que sea fructífero, germinando, naciendo, creciendo, perfeccionándose, aportando algo. Conviene que nosotros seamos hijos de Coré, a quienes se canta este salmo, como reza el título. Porque estos eran unos hombres, y no obstante, todo título de las divinas letras algo insinúan para los que son capaces de entender, y no sólo requiere ser oído, sino alguien que penetre su sentido. Indagamos cuál puede ser el alcance de la palabra hebrea Coré; y como todas las palabras expresadas en la Escritura tienen una interpretación, lo que se nos transmite del significado de los hijos de Coré equivale a hijos de Calvo. Y no os cause risa este nombre, no vayamos a caer en un sentido pueril de la palabra, como leemos de los niños en el libro de los Reyes, que insultaban al santo profeta Eliseo, gritándole por detrás: Sube, calvo; sube, calvo. Tal es así que aquellos niños neciamente locuaces, que maldecían para su perdición, fueron devorados por unas fieras que salieron del bosque1. Así está escrito, y ya dijimos dónde; quienes lo recuerdan que lo tengan presente; quienes no, que lo lean, y si no lo han leído, que lo crean. No nos debe sorprender lo que tal hecho significó para el futuro. En aquellos niños se significó a los hombres necios, que ignoran el sentido de las cosas. El apóstol no nos quiere a nosotros así, cuando dice: No seáis niños en la mente2. Pero dado que el Señor nos ha invitado a imitar a los niños, aquella vez que, tomando un niño consigo, dijo: El que no se haga como este niño, no entrará en el reino de los cielos3, también allí el Apóstol, donde rechaza la mente pueril, invita prudentemente a imitar a los niños, diciendo: No seáis niños en la mente, sino sed niños en la malicia, para que seáis perfectos en la mente4. El que se complace en imitar a un niño, que no lo haga en la ignorancia, sino en la inocencia. Los niños aquellos insultaban al santo de Dios por ignorancia, tachándole de calvo, y gritando tras él: ¡Calvo, calvo! Y sucedió que fueron devorados por las fieras. Simbolizaron a los hombrees que con la misma mente pueril, se mofaban de un cierto calvo; se trata del que fue crucificado en el Calvario. Estos fueron algo así como víctimas de las fieras, o sea, de los demonios, del diablo y sus ángeles, que obra en los hijos de la incredulidad. Se portaron como verdaderos niños, que, de pie ante el sagrado leño, meneaban la cabeza y decían: Si es el Hijo de Dios, que baje de la cruz5. Nosotros somos sus hijos, ya que somos hijos del Esposo; y para nosotros se puso a este salmo la inscripción, cuyo título dice: Para los hijos de Coré, por las cosas que serán cambiadas.

2. ¿Cómo explicaré el sentido de por las cosas que serán cambiadas? ¿Qué voy a decir? ¿Qué diré sobre ello? Esto lo conoce todo el que se ha cambiado. Quien oiga: Por las cosas que serán cambiadas, debe mirar qué era antes y qué es ahora. Y ante todo que se fije en cómo el mundo ha cambiado; antaño adoraba los ídolos, hoy adora a Dios; antaño era siervo de las cosas que hacía, ahora lo es de aquel por quien ha sido hecho. Hay que ver cuándo se dijeron estas palabras: Por las cosas que serán cambiadas. Los paganos que aún quedan están asombrados de todo lo que ha cambiado; y los que se niegan a cambiar, ven rebosantes las iglesias, y desiertos los templos paganos; aquí ven celebraciones, allí soledad. Se admiran del cambio; que lean cómo fue pronosticado: presten oído al que lo prometió, y crean al que lo ha cumplido. Pero también cada uno de nosotros, hermanos, está cambiando del hombre viejo al nuevo: de ser infiel, se hace creyente, de ladrón se hace un donante generoso, de adúltero casto, y de malhechor, se vuelve benefactor. Así que se nos cante a nosotros: Por las cosas que serán cambiadas, y comience ya a narrar por obra de quién han cambiado.

3. Prosigue el salmo: Por las cosas que serán cambiadas, a los hijos de Coré para su conocimiento, cántico para el amado. El amado fue visto por sus perseguidores, pero sin comprenderlo. Porque si lo hubieran conocido, jamás habrían crucificado al Señor de la gloria6. Para este conocimiento buscaba él otros ojos, cuando decía: Quien me ve a mí, ve al Padre7. Que lo cante ya, pues, el salmo: alegrémonos en la boda, y también nosotros estaremos con los que festejan la boda, invitados a ella; los invitados son la esposa. La esposa, en realidad, es la Iglesia, y el esposo Cristo. Suelen recitar los declamadores a los que se van a casar ciertos cánticos, llamados epitalamios; lo que en ellos se canta es para honra del esposo y de la esposa. ¿Acaso no hay también tálamo en esta boda, a la que somos invitados? ¿Cómo, si no, se canta en otro salmo: Ha puesto su tienda en el sol, y él sale como el esposo de su tálamo?8 He aquí la unión nupcial: la del Verbo y la carne; el tálamo de esta unión es el seno de la Virgen. Porque ciertamente la carne se unió al Verbo; por eso se dice también: Ya no son dos, sino una sola carne9. La Iglesia fue tomada del género humano, para que la Cabeza de la Iglesia fuera la misma carne unida al Verbo, y el resto de los fieles fueran los miembros de esa Cabeza. ¿Quieres saber quiénes son los asistentes a esta boda? En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios10. Alégrese la esposa, amada por Dios. ¿Cuándo fue amada? Cuando todavía era fea. Todos pecaron, dice el Apóstol, necesitan la gloria de Dios11. Y también: Cristo murió por los impíos12. Fue amada cuando era fea, para que no se quedara fea. En realidad no fue amada por ser fea, puesto que la fealdad no es amada: si la amara, se la conservaría. Pero le arrancó la fealdad y le creó la belleza. ¿A quién vino, y a quién creó? que él mismo nos lo diga con palabras proféticas; que venga, que venga el Esposo en persona y salga a nuestro encuentro; y si en él encontrásemos algo de fealdad, no lo amemos. Sin embargo él se ha encontrado con muchas fealdades, y nos ha amado; nosotros no lo amemos si en él encontramos alguna fealdad. Porque por el hecho de haberse revestido de carne, se llegó a decir de él: Lo vimos y no había en él un aspecto atrayente13; si tienes en cuenta que la razón por la que llegó a este estado fue la misericordia, ahí sí tiene hermosura. Pero el profeta hablaba en nombre de los judíos, cuando decía: Lo vimos y no había en él un aspecto atrayente. ¿Por qué? Porque no entendieron. Para los que entienden, aquello de: y la Palabra se hizo carne14 es una gran hermosura. Lejos de mí gloriarme, dijo uno de los amigos del Esposo, si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo15. Poco es no avergonzarte de ella, al contrario, debes incluso gloriarte en ella. ¿Por qué, entonces, no tuvo un aspecto atrayente? Porque Cristo crucificado fue un escándalo para los judíos y una locura para los paganos. ¿Y por qué, no obstante, hasta de la cruz le vino la hermosura? Porque la locura de Dios es más sabia que los hombres; y lo que es débil para Dios, es más fuerte que los hombres16. Que a nosotros, que ya creemos, en cualquier situación que se nos presente, el Esposo sea bello. Hermoso por ser Dios, la Palabra con Dios; hermoso en el seno de la Virgen, donde no perdió su divinidad, y tomó la humanidad; hermoso como la Palabra recién nacida; porque aun siendo un infante sin palabras, al mamar, al ser llevado en brazos, los cielos hablaron, los ángeles cantaron alabanzas, una estrella guio a los Magos, fue adorado en el pesebre y manjar de los mansos17. Es, pues, hermoso en el cielo, hermoso en la tierra, hermoso en el seno materno, hermoso en brazos de sus padres; hermoso en sus milagros, hermoso en los azotes; hermoso al invitar a la vida, hermoso no preocupándose de la muerte; hermoso entregando su vida, hermoso al recuperarla; hermoso en la cruz, hermoso en el sepulcro, hermoso en el cielo. Escuchad este cántico para entenderlo, y que la debilidad de la carne no aparte vuestros ojos del esplendor de su hermosura. La suprema y auténtica hermosura es la justicia; a nadie verás ser hermoso si lo encuentras malvado; si es totalmente justo, lo es también bello. Que se acerque ya a nosotros para que lo contemplen los ojos del espíritu, descrito por un profeta panegirista suyo, y que comienza así:

4. [v.2] Prorrumpió mi corazón una palabra buena. ¿Quién dice esto: el Padre o un profeta? Creyeron algunos, efectivamente, que era el Padre personalmente el que dijo: Prorrumpió mi corazón una palabra buena, dándonos a entender un nacimiento inefable. Y para que no pensaras que Dios había utilizado algún medio para engendrar a su Hijo, como sucede con el hombre, que necesita de la unión conyugal para engendrar hijos, y sin la cual es incapaz de procrear; para que no se te ocurriese pensar que Dios necesitó algo así para engendrar a su Hijo, prorrumpe, dice, mi corazón una palabra buena. Hoy tu corazón, oh hombre, puede engendrar una decisión, sin necesidad de buscar esposa; por esa decisión, nacida de tu corazón, construyes algo; y esa construcción, antes de ser una realidad, está en tu pensamiento; y ya está lo que harás en el proyecto por el que lo vas a realizar; y alabas ya el edificio que aún no existe, y lo haces no en lo que se ve, sino en el proyecto que tienes en tu mente; y nadie puede alabar ese proyecto tuyo, si no se lo describes o lo ve ya hecho. Luego si todo fue hecho por medio de la Palabra, y la Palabra viene de Dios, mira la obra realizada por la Palabra, y de tal construcción podrás admirar el proyecto pensado. ¿Cómo será la Palabra, por la que se hizo el cielo y la tierra, y todas las maravillas del cielo, toda la fecundidad de la tierra, la anchura del mar, el extenso volumen del aire, el esplendor de los astros, la claridad del sol y de la luna? Estas cosas las vemos: pero vete más allá, trasciéndelas; piensa en los ángeles, en los principados, los tronos, las dominaciones, las potestades: todo fue hecho por medio de ella. ¿Y cómo se pudieron hacer todas estas maravillas? Porque brotó el ser por el cual fue posible hacerlas: la Palabra buena. Luego buena es esta Palabra; y a la misma Palabra se le dijo: Maestro bueno. Y él respondió: ¿Por qué me preguntas sobre lo bueno? Nadie es bueno; sólo hay uno bueno: Dios18. Se le dice: Maestro bueno, y dice: ¿Por qué me preguntas sobre lo bueno? Y añade luego: Nadie es bueno más que uno: Dios. ¿Por qué es bueno él también, sino porque es Dios? No sólo es Dios, sino que con el Padre es un solo Dios. No creamos que al decir: Nadie hay bueno más que uno, Dios, se apartó de Dios, sino que se unió a él. Prorrumpe mi corazón una palabra buena. Dijo esto Dios Padre de su Palabra buena y benéfica para nuestro bien, y gracias a ese único bien, podemos ser nosotros buenos de cualquier modo que lo seamos.

5. Continúa el salmo: Yo digo mis obras al rey ¿Será todavía el Padre quien habla? Si es así, miremos a ver cómo hemos de entender esto según la fe auténtica y católica: Le digo mis obras al rey. Porque si el Padre le comunica sus obras a su Hijo, nuestro rey, ¿qué clase de obras le comunicará al Hijo, siendo así que todas las obras del Padre han sido realizadas por el Hijo? ¿O se trata, quizá, de que al decir: Le digo mis obras al rey, en ese le digo está significando la generación del Hijo? Me temo que este misterio no pueda quizá ser comprendido por los más lentos en entender. Pero a pesar de ello lo voy a decir. Que me siga el que pueda, no sea que por no decirlo, se quede sin captarlo el que sea capaz de ello. En otro salmo leemos esto: Dios habló una sola vez19. Cuántas veces habló por los profetas, cuántas por los apóstoles, y hoy sigue hablando por sus santos. Y sin embargo dice: Dios habló una sola vez. ¿Cómo puede ser esto, sino porque pronunció su única Palabra? Ahora bien, así como en la frase Prorrumpe mi corazón una palabra buena, hemos entendido la generación del Hijo, así también me parece a mí que se trata de una repetición en la frase siguiente, es decir, que se trataría de una repetición cuando dice: Yo digo. Porque ¿qué es digo? Que pronuncio una palabra. ¿Y cómo pronuncia Dios una palabra, sino de su corazón, de su intimidad? Tú no hablas más que expresando lo que hay en tu corazón; tu palabra que suena y desaparece, no sale de otra fuente. ¿Y te admiras de que Dios también hable así? Sólo que el hablar de Dios es eterno. Tú, por ejemplo, hablas ahora, y antes estabas callado; o también puede ser que ahora no digas ninguna palabra todavía; pero cuando te empiezas a expresar, rompes de alguna manera el silencio, engendrando palabras que antes no existían. No es así como Dios engendra su Palabra; su hablar no tiene principio, y tampoco tiene fin; y sin embargo dice una sola Palabra. Que diga una más, si es que la que pronunció hubiera ya pasado. Pero el que habla permanece, así como lo que dice también permanece, y lo que se dice es una sola vez y no tiene final, eso mismo que se dijo de una sola vez, se dijo sin principio, y no dos veces, ya que en Dios lo dicho una sola vez no desaparece. Esto es, pues: Prorrumpe mi corazón una palabra buena, que es como decir: Yo digo mis obras al rey. ¿Por qué se dice: Yo digo mis obras? Porque las obras todas de Dios están en su misma Palabra. Porque todo lo que Dios iba a realizar en la creación, ya estaba en su Palabra; y no estaría en las cosas, si no estuviera en la Palabra. Es lo mismo que tú no estarías en la construcción de la obra, si ella no estuviera en tu planificación interior. Por eso se dice en el evangelio: Lo que se hizo en ella, era vida20. Lo que se hizo tenía existencia, pero en la Palabra; es más, todas las obras de Dios allí estaban, aunque había obras que todavía no existían; pero existía la Palabra, y esta Palabra era Dios, estaba con Dios y era el Hijo de Dios, que con el Padre era un solo Dios. Yo digo mis obras al rey. Que el que entiende la Palabra, oiga al que habla; que vea cómo está con el Padre la eterna Palabra, en la que también están todas las realidades futuras, y del cual no se han apartado las que ya han sucedido. Estas son las obras de Dios que están en la Palabra, y están como en su Palabra, como en su Unigénito, como en la Palabra de Dios.

6. ¿Y cómo sigue? Mi lengua es pluma de escribano, que escribe velozmente. ¿Qué hay de semejante, hermanos, en qué se parece la lengua de Dios a una pluma de escribano? ¿En qué se parece la roca a Cristo?21 ¿Qué semejanza hay entre un cordero y el Salvador?22 ¿Se parecen en algo el león con la fortaleza del Unigénito?23 Y sin embargo estas comparaciones han sido expresadas; es más, si no se hubieran expresado, no habríamos conocido de algún modo lo invisible por medio de estas cosas visibles. No aceptemos como parecida la humildad de esta pluma con la divina excelencia, pero tampoco la despreciemos. Mi pregunta, entonces, es: ¿Por qué se expresó diciendo que su lengua era una ágil pluma de escribano? En todo caso, por muy veloz que se deslice la pluma de un escriba, no se puede comparar con aquella velocidad de la que canta otro salmo: Su palabra corre a toda velocidad24. No obstante a mí me parece, dentro de lo que la humana inteligencia puede alcanzar, que sí se puede aplicar a la persona del Padre este dicho: Mi lengua es pluma de escribano. Porque la lengua dice, suena y pasa; lo que se escribe, permanece. Cuando Dios pronuncia la Palabra, esa Palabra no suena y pasa; es una Palabra que una vez dicha, permanece. De ahí que Dios prefirió compararla con la escritura más bien que con los sonidos. Luego, lo que añade: que escribe velozmente, le da un impulso a la mente para que entienda; pero que no se quede perezosa contemplando a los copistas de antigüedades, o mirando a cualesquiera escribanos veloces. Si se fija en estos, ahí se quedó. Piense velozmente la palabra velozmente, y vea por qué se dijo velozmente. La velocidad de Dios es tal, que nada se le iguala. En la escritura se va poniendo letra por letra, sílaba por sílaba, palabra por palabra. No se pasa a lo siguiente sin que quede escrito lo anterior. Pero nada hay más veloz que donde las palabras no son muchas, y nada se ha omitido, puesto que en una sola están todas.

7. [v.3] He aquí que una vez proferida aquella Palabra, eterna, coeterna desde la eternidad, viene como Esposo. Eres el más bello por encima de los hijos de los hombres. Sí, por encima de los hijos hombres. ¿Y por qué por encima de los ángeles? ¿Qué quiere decir: por encima de los hijos de los hombres, sino que es hombre? Y para que no vayas a creer que el hombre Cristo es un hombre cualquiera, dice: Eres el más bello por encima de los hijos de los hombres. Hombre también, pero el primero de los hombres; un hombre entre los hombres, pero por encima de ellos; tomado de entre los hombres, sí, pero el primero de los hombres. En tus labios se derrama la gracia. La Ley fue dada por Moisés; la gracia y la verdad se establecieron por Jesucristo25. En tus labios se derrama la gracia. Con razón se me ha concedido a mí, puesto que mi deleite está en la Ley de Dios según el hombre interior. Pero hay otra ley en mis miembros que se opone a la ley de mi espíritu y que me tiene cautivo de la ley del pecado que hay en mis miembros. ¡Desgraciado de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? La gracia de Dios por Jesucristo nuestro Señor26. Así pues, en tus labios se derrama la gracia. Llegó a nosotros con palabra de gracia, con el beso de la gracia. ¿Habrá algo más dulce que esta gracia? ¿Qué objeto tiene esta gracia? Dichoso el que está absuelto de sus maldades, y a quien le han sepultado sus pecados27. Si el juez viniera con severidad, y no nos hubiera traído esta gracia derramada en sus labios, ¿quién podría tener alguna esperanza de salvación?, ¿quién no debería temer lo que se merece un pecador? Al venir él con la gracia, no exigió la deuda: pagó él lo que no debía. ¿Acaso el pecador no era reo de muerte? O lo que tú, pecador, merecías, ¿qué era sino el castigo? Te perdonó tus deudas, y pagó las suyas, que no debía. ¡Oh gran gracia! ¿Por qué es gracia? Porque es gratuita. Por eso a ti se te permite dar gracias, pero no restituir. No eres capaz. Se preguntaba el salmista cómo retribuir, y dice: ¿Cómo restituiré al Señor todos los beneficios que me ha otorgado? Y como encontrando alguna recompensa, dijo: Tomaré el cáliz de la salvación e invocaré el nombre del Señor28. ¿Es así como le retribuyes, tomando el cáliz de la salvación, e invocando el nombre del Señor? ¿Quién te dio este cáliz salvador? Se quedó en la acción de gracias, ya que no pudo hacer la retribución. Mira a ver si puedes encontrar algo que dar al Señor, que no lo hayas recibido de él; entonces podrás devolverle algo gratuito. Pero atención, no sea que al buscar qué le podrás devolver, que de él no lo hayas recibido, lo encuentres: tu propio pecado. Esto, claro está, no lo has recibido de él, pero tampoco se lo debes dar. Fue esto lo que le dieron los judíos, pagándole males por bienes. De él recibieron la lluvia, pero no le dieron frutos, sino las espinas de sus sufrimientos. Luego cualquier bien tuyo que quieras ofrecerle al Señor, será únicamente el que has recibido de Dios. Esa es la gracia derramada en sus labios. Te dio el ser, y te lo dio gratis. Nada debía a nadie antes de crearlo. Después te hallaste perdido, y él fue en tu busca. Te encontró y te volvió a llamar. No tuvo en cuenta tu pasado, y te prometió el futuro. Realmente en tus labios se ha derramado la gracia.

8. Por eso —dice— Dios te ha bendecido para siempre. Nos cuesta trabajo entender que estas palabras sean dichas también por Dios Padre: Por eso Dios te ha bendecido para siempre. Parecería más oportuno tomar estas palabras como venidas personalmente del profeta. De hecho en los santos libros de la Escritura hallamos repentinos cambios de personas, totalmente imprevistos. Es más, si nos fijamos, están llenas las divinas páginas de estos cambios. Por ejemplo: Señor, libra mi alma de los labios inicuos y de lengua dolosa; y a continuación: ¿Qué te va a dar o qué te añadirá contra la lengua traidora? En la primera frase era una persona y otra distinta en esta segunda. Allí suplicaba, aquí se recompensa. Flechas agudas del potente, con ascuas devastadoras. Una es la persona que dice: ¿qué te va a dar o qué te añadirá?; y otra distinta en las palabras que siguen: ¡Ay de mí, porque mi morada se ha vuelto lejana!29 Un tan frecuente cambio de personas en tan pocos versículos, nos estimula a indagar; no se nos indica el momento del cambio; no se dice: «Esto lo dice el hombre», «esto lo dice Dios». Las mismas palabras nos dan a entender qué pertenece al hombre y qué a Dios. Por ejemplo, es el hombre quien dice: Prorrumpe mi corazón una palabra buena, yo digo mis obras al rey. Lo dice un hombre, lo decía el que escribió el salmo; pero lo decía en la persona de Dios; después también lo dice en la suya propia: Por eso Dios te ha bendecido para siempre. Dios había dicho: En tus labios se derrama la gracia, dirigiéndose a aquel a quien había hecho el más bello por encima de los hijos de los hombres, hombre también él, presentado como Dios por encima de todo, como coeterno por el eterno. El profeta se llenó de un gozo inefable, y mirando lo que Dios Padre había revelado al hombre sobre su Hijo, pudo decir todo esto en la persona de Dios. Así que dice: Por eso Dios te ha bendecido para siempre. ¿Por qué? Por la gracia. Y esa gracia ¿adónde conduce? Al reino de los cielos. El primer Testamento había prometido la tierra; sí, una fue la promesa para los que estaban bajo la Ley, y otra para los que estaban bajo la gracia: a los judíos, que estaban bajo la Ley, la tierra de los cananeos, y el reino de los cielos a los cristianos, que están bajo la gracia. De ahí que el reino, la tierra aquella, que les pertenecía a los que estaban bajo la ley, eso pasó; en cambio el reino de los cielos, propio de los que están bajo la gracia, ese no pasa. Por eso dice aquí: Dios te ha bendecido, no temporalmente, sino para siempre.

9. No han faltado quienes todas estas anteriores palabras han preferido tomarlas como de la persona del profeta, y la expresión: Prorrumpe mi corazón una palabra buena, entenderlas como dichas por el profeta que recita un himno. (De hecho, quien recita a Dios un himno, le brota del corazón una palabra buena, así como a quien blasfema contra Dios, le brota de su corazón una palabra mala). Entonces lo que sigue: Yo le digo mis obras al rey, intentaría significar que la obra u ocupación más sublime para el hombre, no sería sino alabar a Dios. Él desea agradarte con su belleza, y a ti te corresponde alabarlo con acción de gracias. Si tus obras no fueran alabanza de Dios, estás comenzando a amarte a ti mismo, y formarás parte de aquellos de quienes dice el Apóstol: Habrá hombres amantes de sí mismos30. No te complazcas en ti mismo; que tu complacencia esté en quien te creó. Sentirás desagrado en aquello que tú mismo has creado en ti. Que tu quehacer sea la alabanza a Dios, que brote de tu corazón una buena palabra. Di, pues, tus obras al rey, puesto que obra suya es el que se lo puedas decir, y él mismo te ha regalado todo lo que tú le has de ofrecer. Devuélvele lo que es suyo, no vayas a irte lejos, una vez recibido tu patrimonio, y derrocharlo sin control con meretrices, y termines apacentando cerdos. Ya recordáis este episodio del Evangelio. Pero también se aplica a nosotros aquello de: Estaba muerto y ha vuelto a la vida; se había perdido y ha sido encontrado31.

10. Mi lengua es pluma de escribano, que escribe velozmente. No han faltado quienes han entendido estas palabras como dichas por el profeta al ir escribiendo, y que comparaba su lengua a la pluma de un escribano. Las palabras escribe velozmente querría referirlas para significar que estaba escribiendo algo que muy pronto iba a suceder, es decir, que escribir velozmente se ha de entender que es referir cosas que llegarán pronto, algo que no ha de tardar en suceder. Dios no tardó, de hecho, en mostrar a Cristo. ¡Cómo se tiene la sensación de haber sucedido rápidamente, aquello que se sabe ya sucedido! Haz memoria de las generaciones anteriores a ti: te parecerá que Adán fue creado ayer. Con esa sensación leemos los hechos sucedidos desde el principio mismo; por eso sucedieron velozmente. Veloz vendrá el día del juicio: anticípate a su velocidad; él vendrá veloz, y tú procura cambiar más velozmente. Se presentará el rostro del juez, pero mira lo que dice el profeta: Anticipémonos en su presencia confesando32. En tus labios se derrama la gracia, por eso tu Dios te bendice para siempre.

11. [v.4] Cíñete tu espada en torno al muslo, oh poderosísimo. Tu espada. ¿Qué es, sino tu palabra? Con esa espada abatió a sus enemigos, con esa espada separó al hijo del padre, a la hija de la madre, a la nuera de la suegra. Leemos en el evangelio: No he venido a traer la paz, sino la espada. Y también: Estarán en una misma casa cinco divididos entre sí: dos contra tres, y tres contra dos, es decir: el hijo contra el padre, la hija contra la madre, la nuera contra suegra33. ¿Qué espada causó esta división, sino la que Cristo trajo? Así es, hermanos, incluso esto lo vemos realizado cada día. Le apetece, por ejemplo, a un joven servir a Dios, pero no está de acuerdo su padre; ya están divididos entre sí; el uno le promete una herencia terrena, y el otro lo que quiere es la celestial; este le promete una cosa, pero el otro elige otra. Que no piense el padre que se le hace una injuria; es únicamente Dios lo preferido a él; y sin embargo litiga con su hijo que quiere servir a Dios. Pero es más fuerte la espada espiritual que separa, que la naturaleza carnal que une. Esto ocurre también entre hija y madre, y mucho más entre nuera y suegra. Hay veces que en una misma casa conviven suegra y nuera, siendo una hereje y la otra católica. Y allí donde esta espada ha entrado fuertemente, no temo la rebautismo. ¿Podrá estar dividida la hija contra la madre, y no lo podrá la nuera contra su suegra?

12. Esto sucede también a la humanidad en general: el hijo está dividido contra su padre. Fuimos en algún tiempo hijos del diablo. Lo mismo se dice todavía de los infieles: Vosotros tenéis por padre el diablo34. Y toda nuestra infidelidad, ¿de qué padre proviene, sino del diablo? No es que él nos haya creado, sino que nosotros le imitamos. Ya veis cómo ahora hay división entre un hijo y su padre. Vino aquella espada, renuncia al diablo; ha encontrado otro padre, otra madre. Aquel, ofreciéndose a ser imitado, generaba la destrucción; en cambio, el padre y la madre que hemos encontrado, engendran para la vida eterna. El hijo está en contra del padre. La hija está en contra de su madre: la gente del pueblo judío que creyó, quedó distanciada de la sinagoga. La nuera quedó dividida contra su suegra: el pueblo venido de los gentiles lo llamamos nuera, ya que Cristo es el esposo, hijo de la sinagoga. ¿De dónde nació el Hijo de Dios según la carne? De aquella sinagoga. Y aquel que abandonó padre y madre y se unió a su esposa, para formar los dos una sola carne35, no es una invención mía, sino que lo atestigua el Apóstol diciendo: gran misterio es este, pero yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia36. Porque él abandonó en cierto modo al Padre, no completamente, como separándose de él, sino para tomar la carne humana. ¿Cómo lo abandonó? Porque teniendo la forma de Dios, no consideró una rapiña ser igual a Dios, sino que se anonadó a sí mismo tomando la forma de siervo37. ¿Y cómo hizo para dejar la madre? Dejando al pueblo judío, a aquella sinagoga, aferrada a los ritos antiguos. A esta semejanza podemos referir aquellas palabras: ¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos?38 Él, efectivamente, enseñaba hacia dentro, y ellos permanecían fuera. Fijaos si ahora los judíos no siguen lo mismo: Cristo enseña en la Iglesia, y ellos permanecen fuera. ¿Y la suegra quién es? La madre del esposo. Sí, la madre del Esposo, nuestro Señor Jesucristo, es la sinagoga. Por lo tanto, su nuera la Iglesia, que viene de los gentiles, no admitió la circuncisión carnal, está en disenso con su suegra. Cíñete la espada. Del poder de esta espada venimos hablando, al hacer estos comentarios.

13. Cíñete tu espada, tu palabra, en torno al muslo, oh poderosísimo, teniendo la espada en torno al muslo. ¿Qué significa en torno al muslo? La carne. De ahí que se dijo: No faltara un príncipe de Judá, ni jefe de su muslo39. Y el mismo Abrahán, a quien se le había prometido una descendencia, en la cual serían benditas todas las naciones, cuando mandó a su siervo a elegir y traerle esposa a su hijo, del cual procedería aquella descendencia en la que serían bendecidas todas las naciones, teniendo una fe segura de que en aquel humilde germen se escondía un gran nombre, es decir, el Hijo de Dios, que nacería de los hijos de los hombres por la descendencia de Abrahán, ¿no le hizo jurar a su siervo personalmente de esta manera? Pon, le dijo, tu mano bajo mi muslo, y así jura40. Como diciéndole: Pon tu mano en el altar o en el Evangelio, o en el profeta o sobre algo santo. Pon tu mano bajo mi muslo, le dice, teniendo plena confianza, y sin pensar en nada torpe, sino comprendiendo la verdad. Por eso: Cíñete tu espada, en torno al muslo, oh poderosísimo. Poderosísimo también en torno al muslo; puesto que lo que es débil para Dios, es lo más fuerte de los hombres41. Oh poderosísimo.

14. [v.5] Con tu belleza y tu hermosura. Recibe la justicia, por la que siempre eres bello y hermoso. Marcha, avanza victorioso y reina. ¿Acaso no lo vemos? Ya sin duda se cumplió. Mirad el orbe entero. Ya marchó, ya avanzó victorioso y ya reina; Todas las naciones le están sometidas. ¿Qué quería decir aquello de ver en el espíritu? Lo que ahora es experimentar en la realidad. Cuando estos oráculos se pronunciaban, todavía Cristo no reinaba de esta manera, aún no había comenzado su marcha, aún no había avanzado: sólo era anunciado. Ahora se han evidenciado, ya las tenemos; en muchas de estas cosas tenemos a Dios como dador, y en pocas de ellas por deudor. Marcha, avanza victorioso y reina.

15. Por la verdad, la mansedumbre y la justicia. Se nos ha dado la verdad, cuando la verdad brotó de la tierra, y la justicia miró desde el cielo42. Cristo fue presentado ante la expectación del género humano, para que en la descendencia de Abrahán fueran bendecidas todas las naciones. Se ha predicado el Evangelio; es la verdad. ¿Dónde está la mansedumbre? Han padecido los mártires, y eso ha hecho que el reino de Dios avanzara mucho y se promoviera entre todas las naciones; sufrían los mártires y no claudicaban ni ofrecían resistencia; ellos lo manifestaban todo, sin ocultar nada; estaban dispuestos a todo, nada rehusaban. ¡Qué gran mansedumbre! El Cuerpo de Cristo fue quien realizó esto, lo aprendió de su Cabeza. Él fue el primero en ser llevado como oveja al matadero, y como cordero ante el esquilador no abrió la boca43. Hasta tal punto llegó su mansedumbre, que colgado en la cruz dijo: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen44. ¿Y lo de la justicia? Vendrá también a juzgar y dar a cada uno según sus obras45. Predicó la verdad, sufrió la iniquidad, traerá la equidad. Y tu diestra te conducirá admirablemente. Nosotros seremos conducidos por su diestra, él por la suya. Él es Dios, nosotros hombres. Él se ha guiado por su diestra, es decir, por su poder. El poder del Padre lo tiene también Jesucristo, la inmortalidad del Padre también él la posee, y la fuerza también. Su diestra lo conducirá admirablemente: realizando maravillas divinas, sufriendo dolores humanos, borrando con su bondad las maldades humanas. Incluso es conducido hasta donde no está todavía, y es su diestra la que lo conduce. Lo conduce aquello que él mismo ha entregado a sus santos. Tu diestra te conducirá admirablemente.

16. [v.6] Tus flechas agudas del potentísimo. Son tus palabras, que traspasan el corazón y excitan al amor. De ahí lo del Cantar de los Cantares: Estoy herida de amor46. Dice estar herida de amor, es decir, dice que está amando, que se abrasa y suspira por el esposo: es que recibió la flecha de la palabra. Tus flechas agudas del potentísimo. Atraviesan con eficacia: agudas del potentísimo. Los pueblos caen bajo de ti. ¿Quiénes? Los que han sido heridos y han caído. Vemos pueblos sometidos a Cristo, pero no caídos. Dice cómo caen: en el corazón. Donde se levantaban contra Cristo, allí caían ante Cristo. Blasfemaba Saulo contra Cristo, se había erguido; de pronto suplica a Cristo, cae y se postra; murió un enemigo de Cristo para que viva un discípulo de Cristo. La flecha vino del cielo, fue herido en el corazón Saulo —no Pablo, todavía Saulo, todavía erguido, no postrado—; recibió la flecha y le hirió en el corazón. Y no por postrarse rostro en tierra fue cuando cayó, sino cuando dijo: Señor, ¿qué me mandas hacer?47 Cuando ibas a apresar a los cristianos y conducirlos al castigo, fue entonces cuando le dijiste a Cristo: ¿Qué me mandas hacer? ¡Oh potentísima flecha aguda, que, recibida por Saulo, cayó para convertirse en Pablo! Lo que pasó con él, eso mismo les pasa a los pueblos. Mirad las naciones, y ved cómo están sometidas a Cristo. Luego: Los pueblos caen bajo de ti, en el corazón de los enemigos del rey. Esto es, en el corazón de tus enemigos. A él mismo lo llama rey, y como tal lo reconoce. Los pueblos caen bajo de ti, en el corazón de los enemigos del rey. Eran enemigos: aceptaron tus saetas y se rindieron ante ti. De enemigos se convirtieron en amigos; los enemigos murieron, son amigos los que viven. A esto alude lo del título: Por las cosas que serán cambiadas. Pretendemos comprender cada una de las palabras, cada uno de los versos. Así también deseamos que nadie dude en afirmar esto de Cristo. Los pueblos caen bajo de ti, en el corazón de los enemigos del rey.

17. [v.7] Tu trono, oh Dios, por los siglos de los siglos. Porque Dios te ha bendecido por siempre, por la gracia derramada en tus labios. El trono del reino judaico era temporal, y pertenecía a los que vivían bajo la Ley, no a los que estaban bajo la gracia. Vino él para liberar a los sumisos a la Ley, y establecerlos bajo la gracia. Su trono, por los siglos de los siglos. ¿Por qué? Porque el primer trono fue temporal. ¿De dónde viene el que ahora el trono sea para siempre? Porque es de Dios. Tu trono, oh Dios, por los siglos de los siglos. ¡Oh divinidad eterna! Dios no podría tener un trono temporal. Tu trono, oh Dios, por los siglos de los siglos. Cetro de rectitud es el cetro de tu reino. El cetro que rige a los hombres es un cetro de rectitud. Andaban torcidos, extraviados; querían gobernarse por sí mismos, se amaban a sí mismos, y se complacían en su mala conducta; no sometían a Dios su voluntad, sino que pretendían torcer el querer de Dios hacia sus caprichos. El pecador y el injusto muchas veces se enojan con Dios porque no llueve; y no quieren que Dios se enoje por sus deslices. Por este motivo se reúnen casi a diario los hombres para altercar contra Dios: «Esto debió hacerlo, aquello no lo hizo bien». Es decir, que tú sí sabes lo que hay que hacer, ¿y él no? El torcido eres tú; él es el recto. ¿Cuándo podrás acoplar lo torcido a lo recto? No, no se pueden alinear. Es como si en un pavimento llano pones un madero torcido: no se acopla, no se adhiere, no se adapta al pavimento. Este está allanado totalmente, y el madero es curvo, no se puede adaptar a lo llano. La voluntad de Dios es llana, y la tuya está encorvada; y a ti te parece desigual la de Dios, porque no puedes adaptarla a la tuya. Acomódate tú a su voluntad, no pretendas torcerla a tu medida. Como no puedes, en vano lo intentas: La de Dios siempre será recta. ¿Quieres unirte a la suya? Corrígete. Será su cetro el que te rige, cetro de rectitud. La misma palabra rey viene de regir. No rige el que no corrige. Y precisamente nuestro rey es el rey de los que rigen. Así como el sacerdote lo es porque nos santifica, así también el rey lo es porque nos rige. Pero ¿qué dice en otro pasaje? Con el santo tú serás santo, con el inocente serás inocente, con el íntegro serás íntegro, y con el perverso serás perverso48; no porque Dios sea perverso, sino porque los perversos tienen por perverso a Dios. ¿Te agrada el bien? Dios es bueno; ¿te desagrada? Es como si Dios fuera un depravado. Para ti Dios está torcido, y es tu torcedura la que esto origina; su rectitud permanece siempre. Escucha lo que dice otro salmo: ¡Qué bueno es el Dios de Israel para los rectos de corazón!49

18. [v.8] Cetro de rectitud es el cetro de tu reino. Amaste la justicia y odiaste la iniquidad. Fíjate en el cetro de rectitud: Amaste la justicia y odiaste la iniquidad. Acércate a este cetro, sea Cristo tu rey: que sea este el cetro que te rija, para que no te quiebre. Porque su cetro es férreo, inflexible. ¿Y qué se dice en otro lugar? Los gobernarás con cetro de hierro, los quebrarás como vaso de alfarero50. A unos los gobierna, a otros los quiebra: gobierna a los espirituales, y quiebra a los carnales. Acércate, por tanto, a este cetro. ¿Por qué le tienes miedo? Aquí tienes el cetro completo: Amaste la justicia y odiaste la iniquidad. ¿Por qué temes? Claro, puede ser que hayas sido malo; y al oír que tu rey odia la maldad, tienes miedo. Pero hay una solución. ¿Qué es lo que él odia? La maldad. ¿Acaso te odia a ti? ¿Pero en ti hay maldad? Dios la odia, ódiala también tú, y así los dos odiaréis lo mismo. Serás amigo de Dios si odias lo mismo que él odia. Y también amarás lo que él ama. Que te desagrade en ti mismo tu propia maldad, y te complazcas en su criatura. El hombre, ciertamente, es malo. He pronunciado dos palabras; sí, dos palabras: hombre y malo. En estos dos nombres uno es el de la naturaleza, y el otro el de la culpa. El primero es la obra de Dios en ti, el segundo es obra tuya. Ama lo que Dios ha hecho, y odiarás lo que has hecho tú, puesto que él mismo lo odia. Mira cómo comienzas ya a unirte a él, una vez odiado lo que él odia. El pecado ha de ser castigado, ya que el cetro de su reino es un cetro de rectitud. ¿Y el pecado no lo castigará? Claro que sí, no puede por menos. El pecado hay que castigarlo. Si no fuera así, no sería pecado. Debes prevenirlo. ¿No quieres que él castigue? Castígate tú. Él ahora todavía perdona, espera, detiene la mano, tensa el arco, es decir, te amenaza. ¿Gritaría tan fuerte que te va a herir, si te quisiera herir? Detiene la mano ante tus pecados, pero tú no la detengas. Conviértete para castigar tus pecados, porque el pecado no puede quedar impune. Sufrirá el castigo o bien de tu mano, o de la suya; reconócelos tú para que él te perdone. Pon tu atención en aquella metáfora del salmo penitencial: Aparta tu rostro de mis pecados51. ¿Dijo, acaso, «de mí»? Claramente se dice en otro salmo: No apartes de mí tu rostro52. Así que aparta tu rostro de mis pecados, es como decir: no quiero que veas mis pecados. Porque el ver de Dios es tomar en cuenta. De ahí que lo que el juez castiga, se dice que lo toma en cuenta, es decir, que pone atención en ello; y se fija precisamente para castigarlo, por ser juez. Así sucede con el juez Dios. Aparta tu rostro de mis pecados. Tú no apartes de ellos tu rostro, si quieres que Dios aparte su rostro de ellos. Mira cómo le ofrece esto a Dios en el mismo salmo: Yo reconozco, dice, mi delito, y tengo siempre presente mi pecado53. No quiere que esté en la presencia de Dios lo que quiere que esté en su presencia. Cetro de rectitud es el cetro de tu reino. Que nadie abuse de la misericordia de Dios: su cetro es de rectitud. ¿Pretendemos, acaso, decir que Dios no es misericordioso? ¿Quién puede haber más misericordioso que el que perdona de tal modo a los pecadores, que se olvida de los pecados pasados de todos los que se convierten a él? Ámalo así, misericordioso, pero queriendo permanecer en la verdad; porque su misericordia no puede despojarle de la justicia, como tampoco la justicia restarle misericordia. Entre tanto, mientras él espera, tú no des largas: puesto que es cetro de rectitud el cetro de su reino.

19. Has amado la justicia y odiado la iniquidad; por eso a ti, Dios, tu Dios, te ha ungido. Te ungió para que amases la justicia y odiases la iniquidad. Mira cómo lo dice: Por eso a ti, Dios, tu Dios, te ha ungido. ¡Oh tú, Dios! Te ha ungido el Dios tuyo. Dios, ungido por Dios. En latín da la impresión de estar repetido el término en el mismo caso. En griego, en cambio, hay una clara distinción, ya que uno es el nominado y el otro el que lo nombra: Te ha ungido a ti, Dios. Oh tú, Dios, te ha ungido tu Dios. Como si dijera: Por eso a ti, Oh Dios, te ha ungido tu Dios. Aceptadlo así, entendedlo así, y es así como está con toda evidencia en griego. Entonces, ¿quién es el Dios ungido por Dios? Que nos lo aclaren los judíos. Estas Escrituras las tenemos en común. Dios es ungido por Dios: al oír el ungido, debes entender Cristo. Efectivamente, Cristo se deriva de crisma; este nombre con el que llamamos a Cristo, es el nombre de la unción. En ningún otro lado se ungían a los reyes y a los sacerdotes, más que en aquel reino donde se profetizaba y ungía a Cristo, y de donde vendría el nombre de Cristo. En ningún otro lugar, en ninguna nación, en ningún reino, fue, pues, Dios ungido por Dios. ¿Con qué aceite, sino el espiritual? En efecto, el óleo visible está como signo, el invisible como misterio, y el espiritual es algo íntimo. Dios fue ungido para nosotros, y para nosotros fue enviado; y el mismo Dios, para ser ungido era hombre; pero lo era de modo que era también Dios; era Dios de tal forma, que no rehusó el ser hombre: verdadero hombre, verdadero Dios; en nada había falacia, en nada había falsedad: en todo momento fue veraz, en todo momento fue la verdad. Un Dios, pues, que era hombre, y Dios fue ungido porque era hombre—Dios, y así llegó a ser el Cristo.

20. Esto estaba simbolizado en la piedra que Jacob puso bajo su cabeza para dormir54. Jacob había puesto una piedra bajo su cabeza, y mientras dormía con la cabeza recostada sobre la piedra, vio los cielos abiertos; una escalinata bajaba del cielo a la tierra, y ángeles que subían y bajaban. Después de esta visión, se despertó, ungió la piedra y se fue. En aquella piedra él veía a Cristo, y por eso la ungió. Ya veis desde cuándo se predica a Cristo. ¿Qué alcance tiene la unción de aquella piedra, sobre todo en los patriarcas, que adoraban a un solo Dios? Esto sucedió como algo simbólico, y él se fue. No ungió la piedra y luego volvía siempre allí para adorar, y ofrecer sacrificios. Quedó expresado un misterio, no incoado un sacrilegio. Pero mirad la piedra: La piedra que rechazaron los arquitectos, se ha convertido en piedra angular55. Y como la cabeza del varón es Cristo56, por eso la piedra estaba a la cabeza. Fijaos bien en este gran misterio: la piedra es Cristo. La piedra viva, nos dice Pedro, rechazada por los hombres, pero elegida por Dios57. Está la piedra a la cabecera, porque la cabeza del varón es Cristo. Y la piedra fue ungida, porque el vocablo Cristo se deriva de crisma. Se ven unas escalinatas, por revelación de Cristo, desde la tierra al cielo, o del cielo a la tierra, con ángeles que subían y bajaban58. Veremos mejor el significado de todo esto, cuando tratemos el testimonio evangélico dado por el mismo Señor. Os dais cuenta de que Jacob e Israel son la misma persona. Se le cambió el nombre, llamándole Israel, después de haber luchado y vencido al ángel, y haber sido bendecido por el mismo a quien había vencido59. Algo así como cuando el pueblo de Israel derrotó a Cristo hasta crucificarlo; y sin embargo fue bendecido en las personas que creyeron en él por el mismo a quien derrotaron. Pero muchos no creyeron, y de ahí viene la cojera de Jacob. Bendición y cojera. Bendición en los que creyeron: sabemos que después un buen número de aquel pueblo creyó. Y cojera en los que no creyeron: como una mayoría no creyeron y hubo pocos creyentes, para provocar la cojera, le tocó el tendón del muslo. ¿Qué significado tiene el tendón del muslo? La multitud de su descendencia. Fijaos ahora en aquellas escalinatas: cuando vio el Señor a Natanael, como nos narra el Evangelio, le dijo: He ahí un verdadero israelita, en quien no hay engaño60. Así se dice también del mismo Jacob: Y Jacob habitaba en su casa con honradez61. Y el Señor, al ver a Natanael, hombre sin engaño, perteneciente a esa raza y a ese pueblo: He ahí, dice, un verdadero israelita en quien no hay engaño. Le llamó israelita sin doblez pensando en Jacob. Y Natanael le respondió: ¿De qué me conoces? Y el Señor: Te vi cuando estabas bajo la higuera; es decir, cuando estabas en aquel pueblo, sometido a la Ley, que lo mantenía bajo una sombra carnal, fue allí donde te vi. ¿Qué quiere decir que te vi allí? Que fue allí donde me compadecí de ti. Y él recordando que ciertamente estaba bajo una higuera, se admiró, pues pensaba que nadie lo había visto en aquel lugar, y exclamó diciendo: Tú eres el Hijo de Dios, tú eres el rey de Israel. ¿Quién es el que dice esto? El que oyó que era un verdadero israelita, y que en él no había doblez. Y siguió el Señor: Por haberte dicho: Te vi bajo la higuera, has creído; has de ver cosas mayores. Está hablando con Jacob, el que se había puesto una piedra bajo su cabeza. Has de ver cosas mayores que estas. ¿Cuáles? Sí, mayores porque ya la piedra está colocada bajo la cabeza. Os aseguro que veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre62. Que asciendan y desciendan los ángeles de Dios por aquellas escalinatas; que suceda esto en la Iglesia. Los ángeles de Dios son los mensajeros de la verdad: que suban y contemplen: En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios63. Y que luego desciendan, y vean que la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros64. Que suban para admirar a los grandes, y bajen luego para alimentar a los pequeños. Mira cómo sube Pablo: Si he salido fuera de mí, se debe a Dios. Y mira ahora cómo baja: Si estoy en mis cabales, es por vosotros65. Míralo ascender: Hablamos de la sabiduría entre los perfectos. Y míralo descender: Os di a beber leche, y no alimento sólido66. Es esto lo que sucede en la Iglesia: suben y bajan los mensajeros de Dios sobre el Hijo del hombre; Porque el Hijo del hombre está arriba y hacia él suben con el corazón, es decir, suben a su cabeza. Y el Hijo del hombre está también abajo, es decir, su cuerpo. Sus miembros están aquí, y arriba la cabeza. Se sube a la cabeza; se baja a los miembros. Cristo allá y Cristo aquí. Porque si estuviera sólo allí y no aquí, ¿cómo podría haber pronunciado aquella frase: Saulo, Saulo, por qué me persigues?67 Porque en el cielo ¿quién lo perturbaba? Nadie, ni los judíos, ni Saulo, ni el mismo diablo tentador; nadie en el cielo lo molestaba; pero dada la unidad del cuerpo humano, grita la lengua cuando es pisado el pie.

21. Has amado la justicia y odiado la iniquidad; por eso a ti, Dios, tu Dios, te ha ungido. Hemos hablado de Dios ungido, es decir de Cristo. No se ha podido expresar con más claridad el nombre de Cristo, que cuando se habla de Dios—ungido. Así como se dice: Eres el más bello por encima de los hijos de los hombres, así también: has sido ungido con aceite de júbilo sobre tus compañeros. ¿Quiénes son sus compañeros? Los hijos de los hombres; porque también el mismo Hijo del hombre se ha hecho compañero de ellos, participando de su mortalidad, para hacerlos partícipes de su inmortalidad.

22. [v.9] A mirra, áloe y canela huelen tus vestidos. Olores perfumados salen de tu vestimenta. Sus vestidos son sus santos, sus elegidos, toda su Iglesia, la cual exhibe él como un vestido sin mancha ni arruga68. La mancha quedó lavada con su sangre, y para suprimir las arrugas se tendió en la cruz. De aquí viene el buen olor, significado en algunos de los aromas citados. Escucha a aquel Pablo, el mínimo, hablar sobre la orla del vestido que tocó aquella mujer que padecía flujo de sangre, y que fue curada69; mira lo que dice: Somos el buen olor de Cristo en todas partes, tanto en medio de los que se salvan, como de los que perecen70. No dijo: El buen olor de Cristo entre los que se salvan, y mal olor entre los que perecen; sino: En lo que a nosotros concierne, somos buen olor en medio de los que se salvan, y también de los que perecen. El que un hombre se salve por el buen olor, no es improbable ni increíble; perecer, en cambio, alguien por el buen olor, ¿cómo se puede explicar? Sí, es una verdad, y muy fuerte; y aunque no se pueda entender, así es. Y para que veáis que es difícil de comprender, dijo a continuación: ¿Y quién es apto para esto? ¿Quién va a entender que los hombres mueran por el buen olor? Pero voy a decir algo, hermanos. Ya veis cómo Pablo predicaba el evangelio; muchos había que amaban a aquel predicador del evangelio, y muchos le tenían envidia; los que lo amaban se salvaban por el buen olor; los que lo envidiaban, por el buen olor perecían. No había, pues, un mal olor para los que perecían, sino un olor bueno. Precisamente lo envidiaban más porque en él sobresalía una gracia extraordinaria: nadie envidia a un miserable. Le llenaba de gloria la predicación de la palabra de Dios, y el vivir según la regla de aquel cetro de rectitud. Lo amaban quienes en él amaban a Cristo, quienes iban en pos del buen olor; al amigo del Esposo lo amaba la esposa, que dice en el Cantar de los Cantares: Correremos en pos del olor de tus perfumes71. Los otros, en cambio, cuanto más lo veían glorioso por la predicación del Evangelio y con una vida irreprochable, tanto más se recomían de envidia, siendo víctimas del buen olor.

23. [v.10] A mirra, áloe y canela huelen tus vestidos, desde las moradas de marfiles, desde las cuales te han deleitado las hijas de reyes. Salones con marfiles, grandes casas, palacios reales, elige los que quieras: desde allí han deleitado a Cristo hijas de reyes. ¿Quieres interpretar los salones de marfil en sentido espiritual? Interpreta las grandes casas, las grandes tiendas de Dios como los corazones de los santos, y a ellos como a reyes que reinan sobre la carne y subyugan el tropel de las humanas pasiones; que castigan su cuerpo y lo someten a servidumbre; tómalo como que desde ahí le han deleitado las hijas de reyes. En realidad, todas las almas, nacidas de la predicación y evangelización, son hijas de reyes, y las iglesias, hijas de los apóstoles, son hijas de reyes. Porque él es Rey de reyes72; y reyes son aquellos de quienes se dijo: Os sentaréis sobre doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel73. Predicaron la palabra de la verdad, y engendraron iglesias, no para sí mismos, sino para él. De este misterio forma parte lo que está escrito en la Ley: Si un hermano muere, que su hermano tome a su mujer por esposa, y dé descendencia a su hermano74. Tome a la esposa de su hermano y de ella tenga descendencia, no para sí, sino para su hermano. Dijo Cristo: Dile a mis hermanos75. Dijo en el salmo: Hablaré de tu nombre a mis hermanos76. Cristo murió, resucitó, ascendió, se ausentó corporalmente: sus hermanos tomaron a su esposa, para, por la predicación del evangelio, engendrarle hijos, no por sí mismos, sino por el evangelio, en atención al nombre de su hermano. Dice Pablo: Porque yo os he engendrado en Cristo Jesús por el Evangelio77. De ahí que los que dieron descendencia a su hermano, no llamaron a los engendrados paulinos o petrinos, sino cristianos. Fijaos cómo en estos versículos está también presente el mismo sentido. Cuando dice: Desde las moradas de marfiles, se refería a aquellas reales, amplias, hermosas, cómodas, como son los corazones de los santos, y añadió: Desde los cuales te festejaron las hijas de reyes en honor tuyo, puesto que le suscitaron descendencia a su hermano. Y por eso, a los que Pablo había suscitado para su hermano, al ver que recurrían a su nombre, exclamó: ¿Acaso Pablo fue crucificado por vosotros? ¿Qué dice la Ley? Que el nacido lleve el nombre del difunto. Nazca para el difunto, lleve el nombre del difunto. Pablo observa esta norma; a los que pretendían llevar su nombre, los disuade y les dice: ¿Acaso Pablo fue crucificado por vosotros? Poned la atención en el difunto: ¿Fue Pablo acaso crucificado por vosotros? ¿Y entonces? Que cuando tú los has engendrado, ¿les has puesto tu nombre? No lo hagas. Así dice: ¿Habéis sido bautizados en nombre de Pablo?78 Te festejaron las hijas de reyes en honor tuyo. Retened, conservad lo de en tu honor. Esto es tener la vestidura nupcial, buscar su honor y su gloria. Entended en las hijas de reyes, las ciudades que creyeron en Cristo, y que fueron fundadas por reyes; y también: desde las moradas de marfiles, por los ricos, los soberbios, los engreídos. Hijas de reyes te festejaron en tu honor; porque no fueron buscando el honor de sus padres, sino el tuyo. Que se me muestre a mí en Roma el templo de Rómulo con tanto honor como el que yo en ella muestro en memoria de Pedro. ¿Quién es honrado en Pedro, sino aquel que murió por nosotros? Nosotros somos cristianos, no petrinos. Y si hemos nacido por obra del hermano del difunto, sin embargo llevamos el nombre del difunto. Por el uno nacimos, pero nacimos para el otro. Y así Roma, Cartago, y tantas y tantas otras ciudades son hijas de reyes. Y han festejado a su rey en honor suyo; y de todas ellas se constituye como una sola reina.

24. ¿Y cuál es el canto nupcial? Mira cómo se acerca también la esposa entre cantos llenos de alegría. El esposo era el que venía, se lo describía a él, en él estaba fija toda nuestra atención. Que se presente también la esposa. De pie a tu derecha está la reina. Quien esté a su izquierda no es reina. A la izquierda estará aquella a quien se diga: Vete al fuego eterno. A la derecha estarán aquellos a quienes se les diga: Venid, benditos de mi Padre, recibid el reino preparado para vosotros desde el principio del mundo79. De pie a tu derecha está la reina, con vestido de oro, cubierto de variedad. ¿Qué vestido es el de esta reina? Es precioso y variado: los misterios de la doctrina se expresan en todas las varias lenguas. Unos en la lengua africana, otros en lengua siria, otros en griego, otros en hebreo, y así sucesivamente: las diversas lenguas forman la variedad del vestido de esta reina. Y así como la variedad en el vestido se armoniza en la unidad, así también todas estas lenguas llevan a una misma fe. En el vestido hay variedad, pero no rotura. Ved que orientamos la diversidad de lenguas y la variedad en el vestido a la unidad. ¿Dónde está el oro en esta variedad? Es la sabiduría misma. Sea cualquiera la variedad de lenguas, se predica un mismo oro: no un oro distinto, sino la variedad del oro único. Así, pues, la misma sabiduría, la misma doctrina, la misma disciplina la predican todas las lenguas. Variedad en las lenguas, oro en las sentencias.

25. [v.11] El Profeta canta a esta reina, (lo hace de buen grado), y a cada uno de nosotros; si hemos conocido dónde estamos, y nos esforzamos en pertenecer a aquel cuerpo y continuamos unidos a los miembros de Cristo. Entonces se dirige a nosotros diciendo: Escucha, hija, y mira. Le habla a ella como si él fuera uno de los padres, puesto que son hijas de reyes; y aunque hable un profeta, o un apóstol como a una hija (de hecho llamamos padres nuestros a los profetas, a los apóstoles; si nosotros los llamamos padres, ellos nos tratan como a hijos), y la única voz paterna se dirige a la única hija: Escucha, hija, y mira. Primero escucha, y después mira. Porque vino a nosotros por el evangelio y se nos predicó lo que aún no vemos, y oyendo hemos creído, y creyendo lo veremos. Como dice el mismo esposo por boca de un profeta: Un pueblo desconocido fue mi servidor; con oído atento me obedeció80. ¿Qué significa: con oído atento? Que no vio. Vieron los judíos y lo crucificaron; los gentiles no vieron y creyeron. Que venga la reina de entre los gentiles, con su vestido de oro y cubierta de variedad; salga de los gentiles y venga rodeada de todas las lenguas, con la unidad de la sabiduría; dígasele: Escucha, hija, y mira. Si no oyes, no verás. Oye para que purifiques el corazón por la fe, como dice el Apóstol en los Hechos: Purificando sus corazones por la fe81. Para esto, pues, oímos lo que hemos de creer antes de ver. Así, creyendo purifiquemos el corazón, y por tanto podremos llegar a ver. Escucha para creer, purifica el corazón por la fe. Y cuando tenga el corazón limpio, ¿qué veré? Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios82. Escucha, hija, y mira; inclina tu oído. Escuchar es poco: debes escuchar con humildad: Inclina tu oído. Olvida tu pueblo y la casa paterna. Había un cierto pueblo y una casa paterna, en la que tú has nacido: el pueblo de Babilonia, que tiene como rey al diablo. De cualquier procedencia que llegaran los gentiles, su padre era el diablo; pero renunciaron al diablo como padre. Olvida tu pueblo y la casa paterna. Él te engendró fea, al hacerte pecadora: este otro, que justifica a la impía, te ha regenerado y hecho bella. Olvida tu pueblo y la casa paterna.

26. [v.12] Porque el rey ha deseado tu belleza. ¿De qué belleza, sino de la que él mismo le dio? Ha deseado la belleza. ¿La belleza de quién? ¿De la pecadora, de la inicua, de la impía, como lo era con su padre el diablo y con su pueblo? No, sino de aquella de quien se dice: ¿Quién es esta que asciende blanqueada?83 Antes no estaba blanca, pero después ya estaba de blanco. Porque aunque vuestros pecados sean como la púrpura, los volveré blancos como la nieve84. El rey ha deseado tu belleza. ¿Qué rey es este? Porque él es el Señor tu Dios. Mira bien si no debes abandonar a aquel padre tuyo, y aquel tu pueblo, y venir a este rey, Dios tuyo: es tu Dios, es tu rey. Sí, tu rey, y además es tu esposo. Te casas con el rey Dios, embellecida por él, engalanada por él, redimida por él y por él sanada. Todo lo que tienes para complacerle, de él lo has recibido.

27. [v.13] Y lo adorarán las hijas de Tiro con regalos. Al mismo rey, tu Dios adorarán las hijas de Tiro con regalos. Hijas de Tiro, hijas de los gentiles: se toma la parte por el todo. Tiro, limítrofe con la tierra donde se pronunciaba esta profecía, significaba a todos los gentiles que habían de creer en Cristo. De allí era la cananea, que en principio fue llamada perro. Y para que veáis que era de allí, así nos dice el Evangelio: Se retiró (Jesús) al país de Tiro y Sidón, y una mujer cananea, de aquella región le salió al encuentro y se puso a gritarle, etc., lo que allí se nos describe. La que en principio era un perro, por la procedencia de su padre y de su pueblo, gritando y acercándose a este rey, se convirtió en hermosa al creer en él. ¿Y qué fue lo que mereció oír? Mujer, ¡qué grande es tu fe!85 El rey ha deseado tu belleza. Y le adorarán las hijas de Tiro con regalos. ¿Qué regalos? De esta forma quiere este rey que se acerquen a él para colmarles de sus tesoros; él les ha concedido con qué llenarlos y que vosotros se los llenéis. Que vengan, dice, que lo adoren con regalos. ¿Qué significa con regalos? No amontonéis tesoros en la tierra, donde la polilla y la carcoma los arruinan, y donde los ladrones abren boquetes y roban. En cambio atesorad tesoros en el cielo, donde ni el ladrón ni la carcoma los echan a perder. Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón86. Venid con ofrendas: Dad limosna y todo será puro para vosotros87.Venid con ofrendas a aquel que dice: Prefiero la misericordia al sacrificio88. A aquel templo que antiguamente era la sombra del futuro, se venía con toros y carneros, con cabritos, con animales de diversas especies, aptos para el sacrificio, a fin de que en su sangre se realizase un hecho y se significase otro. Ahora ya llegó la sangre que prefiguraban todos ellos; vino el rey en persona, y quiere regalos. ¿Qué regalos quiere? Limosnas. Es él quien ha de juzgar, y es él quien remunerará sus ofrendas a algunos. Venid, dice, benditos de mi Padre, recibid el reino que os está preparado desde la creación del mundo. ¿Por qué? Tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber; estuve desnudo y me vestisteis; fui peregrino y me acogisteis; enfermo y en la cárcel y me visitasteis. Estas son las ofrendas con que adoran al rey las hijas de Tiro; porque cuando le digan: ¿Cuándo te vimos así? Y él, que está arriba y abajo, por los mensajeros que suben y bajan, responderá: Cuando a uno de mis más pequeños lo hicisteis, a mí me lo hicisteis89.

28. Y lo adorarán las hijas de Tiro con regalos. Quiénes son las hijas de Tiro, y cómo lo han de adorar con regalos, lo quiso explicar más ampliamente diciendo: Los ricos del pueblo buscarán tu rostro. Las hijas de Tiro, en adoración con regalos, son los ricos del pueblo, a los que se dirige el amigo del esposo: A los ricos de este mundo diles que no sean soberbios, ni pongan su confianza en la incertidumbre de las riquezas, sino en el Dios vivo, que nos lo procura todo en abundancia para que lo disfrutemos; que sean ricos en buenas obras, que den de buena gana y que hagan a los demás partícipes de sus bienes. Que adoren con regalos, y que no por esto van a perder; que coloquen sus bienes donde siempre los van a encontrar. Que atesoren para sí un capital sólido para el futuro, y así conseguirán la vida verdadera90. Adorando con regalos, buscarán tu rostro. Ellos ya concurren a la Iglesia y allí depositan sus limosnas. No lo hagan fuera de la Iglesia, quiero decir, no lo hagan estando fuera: háganlo en la Iglesia. El rostro de esta esposa y reina se mostrará a los que dan limosna. Por esta razón aquellos que vendían sus posesiones, venían buscando el rostro de esta reina con regalos; y cuanto traían lo depositaban a los pies de los apóstoles91. El amor en la Iglesia era ardiente, el rostro de la reina era la Iglesia, el rostro de la reina era el obsequio de las hijas de Tiro, es decir, el de los ricos que adoraban con regalos. Los ricos del pueblo buscarán tu rostro. Los que buscan el rostro, y ese mismo rostro, todos son una sola esposa, todos la única reina, formando parte todos, madre e hijos juntos, del Cristo total, perteneciendo a su cabeza.

29. [v.14—15] Pero como estas obras y estas limosnas se hacen por jactancia ante los hombres, por eso dice el mismo Señor: Cuidaos de practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos92. Y dice cómo se deben hacer incluso públicamente en honor del rostro de la esposa: Brillen vuestras obras delante de los hombres, para que vean vuestras buenas acciones, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos93, no para buscar vuestra propia gloria en las buenas obras que hacéis públicamente, sino para gloria de Dios. ¿Y quién sabe —dirá alguien— si busco la gloria de Dios o la mía propia? Porque lo que se ve es que yo doy al pobre, pero mi intención ¿quién la ve? Te baste con que sea el que todo lo ve; lo ve el que dará la recompensa. Ama interiormente el que ve el interior; ama interiormente, sea amado íntimamente el que es autor de la misma belleza interior: Toda la gloria de la hija del rey es interior. Por fuera no sólo está el vestido de oro y variado, sino que la conoce bella por dentro el que ama su hermosura. ¿Cuáles son las intimidades de la belleza? Las de la conciencia. Es ahí donde Cristo ve, ahí es donde Cristo ama, es ahí donde Cristo habla, es ahí donde Cristo castiga, y ahí es donde Cristo premia. Que tu limosna sea en secreto, puesto que toda la gloria de la hija del rey es interior. Con orlas doradas y cubierta de variedad. La belleza por dentro; las orlas doradas son la variedad de lenguas, el esplendor de la doctrina. ¿De qué sirve todo esto, si falta la hermosura interior?

30. Después de ella, son presentadas ante el rey las vírgenes. Realmente así ha sucedido. Ha creído la Iglesia, se ha difundido por todas las naciones. ¿Y ahora de qué modo desean las vírgenes complacer al rey? ¿Qué razón las estimula? El que la Iglesia las ha precedido. Después de ella, son presentadas ante el rey las vírgenes; a ti serán presentadas sus compañeras. No serán extrañas las que son presentadas, sino sus compañeras, las que le pertenecen. Y ya que dijo, al rey, vuelto a él dice, a ti: a ti serán presentadas sus compañeras.

31. [v.16] Serán presentadas con alegría y gozo; serán conducidas al templo del rey. El templo del rey es la misma Iglesia: entra en el templo la misma Iglesia. ¿Y de qué está construido el templo? De los hombres que vienen al templo. ¿Quiénes son las piedras vivas, sino los fieles? Serán conducidas al templo del rey. Porque hay vírgenes fuera del templo del rey: las monjas herejes. Cierto que son vírgenes, pero ¿de qué les sirve si no son conducidas al templo del rey? El templo del rey está en la unidad; el templo del rey no está ruinoso, no está fragmentado, no está dividido. El cemento de sus piedras vivientes es la caridad. Serán conducidas al templo del rey.

32. [v.17] A cambio de tus padres te han nacido hijos. Nada más claro. Contemplad el templo del rey, ya que de él se habla a causa de la unidad extendida por todo el mundo. Porque aquellas que han querido ser vírgenes, no podrán complacer al esposo si no son conducidas al templo del rey. A cambio de tus padres te han nacido hijos. A ti te han engendrado los Apóstoles: ellos son los enviados, ellos los que predicaron, ellos son los padres. ¿Pero es que pudieron permanecer corporalmente presentes con nosotros? Y aunque uno de ellos dijo: Mi deseo es morir y estar con Cristo, y esto es sin comparación lo mejor; sin embargo el permanecer vivo corporalmente es necesario por vosotros94. Sí, esto lo dijo; pero ¿por cuánto tiempo pudo permanecer aquí? ¿Acaso hasta el presente? ¿Tal vez hasta la posteridad? ¿Y entonces con su partida la Iglesia ha quedado abandonada? De ninguna manera. A cambio de tus padres te han nacido hijos. ¿Qué significa esto? Como padres fueron enviados los Apóstoles, y en su lugar te han nacido hijos, y han sido constituidos obispos. En efecto, los obispos de hoy, que están por todo el mundo, ¿de dónde nacieron? La misma Iglesia los llama padres, ella los ha engendrado, y ella misma los ha establecido en las cátedras de los padres. No la tengas por abandonada, porque ya no ves a Pedro, ni a Pablo, porque no ves a aquellos de donde ella nació; de tu descendencia te ha crecido la paternidad. A cambio de tus padres te han nacido hijos, que nombrarás príncipes sobre toda la tierra. Mira qué ampliamente se ha extendido el templo del rey, y que sepan las vírgenes, que no son conducidas al templo del rey, que no pertenecen a estas bodas. A cambio de tus padres te han nacido hijos que nombrarás príncipes sobre toda la tierra. Esta es la Iglesia católica: sus hijos han sido constituidos príncipes sobre toda la tierra, sus hijos han sido constituidos en lugar de los padres. Que recapaciten cuantos están separados, y que vengan a la unidad, que sean conducidos al templo del rey. Dios ha ido edificando su templo por doquier, ha solidificado el fundamento de los profetas y los Apóstoles por todas partes. La Iglesia engendró hijos y los constituyó príncipes en lugar de sus padres por toda la tierra.

33. [v.18] Recordarán tu nombre de generación en generación. Por eso los pueblos te alabarán. ¿De qué servirá alabarlo, y hacerlo fuera del templo? ¿De qué sirve rogar, y no hacerlo en el monte? A voz en grito invoqué al Señor, y él me escuchó desde su monte santo95. ¿De qué monte se trata? Del que se dijo: No es posible esconder una ciudad edificada sobre un monte96. ¿A qué monte se refiere? Al que Daniel vio, salido de un pequeño pedrusco, y que arrasó con todos los reinos de la tierra y llenó toda su superficie97. Adore allí todo el que quiera recibir, pida allí el que quiera ser escuchado, confiese allí el que quiera ser perdonado. Por eso los pueblos te alabarán por los siglos de los siglos. En aquella vida eterna no habrá ya gemidos de pecadores, sino al contrario, en las alabanzas divinas de aquella sublime y eterna ciudad no faltará la confesión de tan grande felicidad. Alabarán a aquella ciudad, de la que canta otro salmo: Cosas gloriosas dijeron de ti, ciudad de Dios98; a la esposa misma de Cristo, a la reina hija de reyes, a la esposa del rey; porque sus príncipes hacen memoria de su nombre de generación en generación, es decir, mientras pase este mundo, integrado por muchas generaciones, que llevan adelante el celo por conservar la caridad, para que cuando se vea liberada de este siglo, reine con Dios por toda la eternidad. Y por eso la alabarán los pueblos eternamente, allí donde los corazones de todos estarán patentes y manifiestos, iluminados por la caridad perfecta, para que sea plenamente conocida como universal, ella que aquí está oculta a sí misma en muchas de sus partes. Por eso nos amonesta el Apóstol a no juzgar nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor e ilumine los secretos ocultos en tinieblas, y ponga al descubierto los pensamientos del corazón, y reciba cada uno el elogio de Dios99. La ciudad santa recibirá en cierto modo su propia alabanza de sí misma, cuando los pueblos que la componen, la alaben a ella eternamente. Ya no tendrá ninguna parte oculta, al no tener nada que ocultar de sus miembros.