Traducción: Miguel F. Lanero, o.s.a y Enrique Aguiarte Bendímez, o.a.r.
1. Este salmo, como su título indica, es de los Hijos de Coré. Por Coré se entiende calvicie o calavera, y en el evangelio nos encontramos con que el Señor Jesucristo fue crucificado en el lugar de la calavera1. Está claro, pues, que este salmo lo cantan los hijos de su pasión. Y tenemos sobre ello un evidente y seguro testimonio del apóstol Pablo: cuando la Iglesia sufría las persecuciones de los gentiles, él toma de aquí un versículo para exhortar a la paciencia y dar consuelo. Esto es lo que cita en su carta: Por ti somos entregados a la muerte continuamente, nos tratan como a ovejas de matanza2. Escuchemos, pues, la voz de los mártires en este salmo; y fijaos qué causa tan noble tiene esa voz, cuando dice: Por ti. Ya el Señor añadió por causa de la justicia cuando dice: Dichosos los que padecen persecución por causa de la justicia3, no fuera que cualquier perseguido se gloriase de la pena en sí misma, sin ser por una causa justa. Y por esto mismo exhorta a los suyos con estas palabras: Dichosos vosotros cuando os hagan o digan de vosotros esto o aquello por mi causa. En este contexto está la citada frase: Por ti sufrimos la muerte continuamente.
2. [v.1] Merece una seria y profunda reflexión el designio de Dios sobre su pueblo: Primeramente a nuestros padres los patriarcas y a todo aquel pueblo de Israel lo sacó de Egipto con mano fuerte; sumergió en el mar a sus enemigos que los perseguían; los condujo a través de naciones enemigas; los colocó en la tierra prometida, tras haber derrotado a sus adversarios; les concedió grandes victorias en medio de una multitud enemiga, a pesar de ser un número reducido. Pero luego parece como que tuvo a bien apartarse de su pueblo, para que sus santos sufriesen el estrago de la carnicería y de la muerte, sin que nadie ofreciese resistencia, nadie los defendiera, nadie se lo prohibiera. Como si hubiese apartado el rostro de sus gemidos, como si los hubiera olvidado, como si ya no fuera el Dios que con mano robusta y brazo poderoso libró de Egipto, como ya he dicho, a nuestros padres, es decir, a aquel pueblo con un poder a todas luces manifiesto; y después de vencer y expulsar de su tierra a los gentiles, lo constituyó un reino, con la admiración de todos, porque unos pocos habían vencido a muchos. Es esto lo que se comienza a cantar en este salmo, confesándolo con un gemido. Porque todo esto no sucedió en vano, sino para que podamos comprender por qué ocurrieron estas cosas. Que sucedieron es evidente; por qué hay que investigarlo con profundidad. El título no dice sólo de los hijos de Coré, sino: Para comprensión de los hijos de Coré. Esto se encuentra también en aquel salmo, cuyo primer versículo recitó el mismo Señor desde la cruz: Dios mío, Dios mío, vuélvete hacia mí; ¿por qué me has desamparado? Representándonos a nosotros en lo que decía, y en su cuerpo (puesto que nosotros somos su cuerpo, y él nuestra Cabeza), su grito desde la cruz no fue suyo, sino nuestro. En realidad a él jamás lo abandonó Dios, ni tampoco él se separó del Padre, sino fue por nosotros por lo que dijo esta exclamación: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? De hecho continúa así el salmo: Lejos de mi salvación están las palabras de mis delitos. Muestra en persona de quiénes dijo esto; en él no se podía encontrar delito alguno. De día te grito, continúa el salmo, y no me escuchas; y de noche —se sobreentiende también «no me escuchas»—, pero dice: y no lo haces por mi insensatez4. Es decir, el no escucharme no es para mi insensatez, sino para que yo comprenda. ¿Qué quiere decir «que no me escucharás para que yo comprenda»? Que no me vas a escuchar en lo referente a las cosas temporales, para que yo entienda que de ti se deben desear las eternas. Porque Dios nunca abandona; incluso cuando te da la impresión de que te ha abandonado, lo que hace es quitarte lo que deseaste incorrectamente, y te enseña lo que debes desear debidamente. Si Dios nos fuera siempre favorable en las prosperidades temporales, de forma que tuviéramos abundancia de todo, y no padeciéramos ningún sufrimiento, ni pasáramos aprieto ni angustia alguna durante el tiempo de nuestra mortalidad, diríamos que estos son los supremos bienes que Dios brinda a sus siervos, y nunca desearíamos de él realidades más sublimes. De ahí que esta vida engañosamente dulce, la mezcla él con amarguras y tribulaciones, para que andemos en busca de la otra que sí es saludablemente dulce; es decir: Para comprensión de los hijos de Coré. Escuchemos, pues, ya el salmo, y en él comprobaremos mejor lo que venimos diciendo.
3. [v.2—3] Oh Dios, nuestros oídos lo oyeron, nuestros padres nos lo han anunciado, la obra que realizaste en sus días, en los días antiguos. Impresionados de que en estos días como si Dios hubiese abandonado a los que quiso probar en los sufrimientos, hacen recuento de los hechos pasados que han oído a sus padres, como diciendo: No nos han transmitido nuestros padres lo que estamos padeciendo. De hecho en el salmo antes citado dijo esto: En ti esperaron nuestros padres, esperaron y los libraste; pero yo soy un gusano y no un hombre, oprobio de los hombres y desprecio del pueblo5. Ellos esperaron y los libraste. ¿No he esperado también yo y me has abandonado? ¿Ha sido en vano mi esperanza en ti, e inútilmente está escrito mi nombre en tu presencia, y el tuyo grabado en mí? Esto es lo que nos han transmitido nuestros padres: Tu mano dispersó a los gentiles y los plantaste a ellos; debilitaste a los pueblos y los expulsaste; es decir, arrojaste a pueblos de su propia tierra para introducir y establecerlos a ellos, para afianzar su reino por tu misericordia. Esto es lo que hemos oído de nuestros padres.
4. [v.4] ¿Pero quizá fueron capaces de todo esto porque eran fuertes, combativos, invictos, entrenados, belicosos? De ninguna manera. No es esto lo que nos han transmitido nuestros padres, no es esto lo que se halla en la Escritura. ¿Y qué es lo que dice a continuación, sino lo siguiente?: No por su espada poseyeron la tierra como heredad, ni su brazo los salvó, sino tu diestra, y tu brazo y la luz de tu rostro. Tu diestra, o sea, tu poder; tu brazo, o sea, tu mismo Hijo. Y la luz de tu rostro. ¿Qué quiere esto decir? Que los acompañabas con tamañas señales, que dabas a entender tu presencia en medio de ellos. ¿Es que cuando Dios está con nosotros, por algún milagro vemos su rostro con nuestros ojos? No, pero ese milagro nos da a entender su presencia entre los hombres. De hecho, ¿qué dicen todos los que se admiran de tales hechos? Hemos visto a Dios presente. Sino tu diestra, y tu brazo, y la luz de tu rostro, porque tú te complacías en ellos; es decir, que obraste con ellos de tal manera, que hallaste en ellos tu complacencia, de modo que cualquiera que viese cómo obrabas con ellos, dijese: verdaderamente Dios está con ellos, y es Dios quien los conduce.
5. [v.5] ¿Qué diremos entonces? ¿Que era otro entonces y que es otro ahora? No, en absoluto. ¿Cómo sigue, de hecho, el salmo? Mi rey y mi Dios eres tú. Tú eres el mismo, no has cambiado. Veo, sí, los tiempos cambiados, pero el creador de los tiempos no cambia. Mi rey y mi Dios eres tú. Tú sueles conducirme, gobernarme y socorrerme. Que envías la salvación a Jacob. ¿Qué significa Que envías? Aun cuando tú permaneces oculto por tu ser y naturaleza, por la que eres lo que eres, y por eso no te manifestaste a los padres, hasta verte cara a cara, sin embargo por medio de alguna criatura, tú envías la salvación de Jacob. La visión cara a cara está reservada a los liberados en la resurrección. Y aquellos padres, incluso del Nuevo Testamento, aunque hayan visto revelados tus misterios, y los hayan anunciado como misterios desvelados, sin embargo dijeron que los veían como en un espejo y en enigma; que la visión como tal, cara a cara, estaba reservada para el futuro6, cuando llegue lo que dice el Apóstol: Vosotros estáis muertos, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios; pero cuando se manifieste Cristo, vuestra vida, entonces también vosotros os manifestaréis con él en gloria7. Se nos reserva, pues, para entonces la visión aquella cara a cara, de la que también Juan dice: Queridos, somos hijos de Dios, y todavía no se ha manifestado lo que seremos; sabemos que cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal cual es8. Y aunque entonces nuestros padres no te vieron cara a cara tal como tú eres, y esta visión se reserva para la resurrección, por más que los ángeles estuvieron presentes, tú envías la salvación a Jacob. No sólo te haces presente tú mismo, sino también, aunque lo hagas por medio de cualquiera de tus criaturas, envías para la salvación de tus siervos, lo que realizas por ti mismo; y es por la salvación de tus siervos lo que se realiza por medio de quienes tú envías. Ahora bien, siendo tú mi rey y mi Dios, y enviando la salvación a Jacob, ¿por qué estamos padeciendo ahora todo esto?
6. [v.6] Podría ser que se nos han narrado únicamente los hechos pasados, pero nada hay que esperar semejante en el futuro. No, al contrario, hay que esperarlo. Con tu auxilio aventaremos a nuestros enemigos. Luego nuestros padres nos contaron las obras realizadas en sus días y en la antigüedad; porque fue tu mano la que dispersó a los gentiles, expulsaste a sus pueblos y los plantaste a ellos. Estos son los acontecimientos pasados; ¿pero qué sucederá en el futuro? con tu auxilio aventaremos a nuestros enemigos. Llegará el tiempo en que todos los enemigos de los cristianos serán aventados como la paja, como el polvo serán aventados y arrojados de la tierra. Por tanto, si los hechos pasados se nos han contado de esta forma, y otros semejantes para el futuro, ¿por qué padecemos, inmersos en el presente, sino para comprensión de los hijos de Coré? Con tu auxilio aventaremos a nuestros enemigos, y en tu nombre despreciaremos a los que se levanten contra nosotros. Esto se refiere al futuro.
7. [v.7] Pues yo no confío en mi arco, como tampoco nuestros padres en su espada. Y mi espada no me salvará.
8. [v.8] Nos salvaste de los que nos afligían. Y esto, figuradamente en tiempo pasado, se refiere al futuro, ya que es tan cierto como si hubiera ya sucedido. Mirad por qué los profetas la mayoría de las veces expresan los hechos como ya sucedidos, cuando en realidad están anunciando algo futuro, aún no sucedido. Por ejemplo, refiriéndose a la pasión del Señor mismo, se anunciaba como futura, y se dice, sin embargo: Han taladrado mis manos y mis pies y han contado todos mis huesos. No dijo: taladrarán y contarán. Ellos me miraron y me observaron; no dice: Me mirarán y observarán. Se repartieron mis vestiduras9; no dice que se las repartirán. Todo esto se dice en forma de pretérito, cuando en realidad sucederá en el futuro. La razón es que para Dios el futuro es tan cierto como las cosas ya pasadas. Para nosotros lo cierto es lo ya sucedido; el futuro es incierto. Sabemos algo de lo ya sucedido, y que no es posible que no haya sucedido lo que ya sucedió. Cítame a un profeta: para él tan cierto es el futuro, como para ti el pasado; y así como para ti, que recuerdas un suceso, no puede ser que no haya sucedido, así también para él, que conoce el futuro, no es posible que no suceda. Por eso hablan con seguridad como ya sucedidas, de cosas que aún deberán suceder. En esto, pues, confiamos. Nos salvaste de los que nos afligían, y confundiste a los que nos odiaron.
9. [v.9] Alabaremos a Dios todos los días. Fijaos cómo mezcla también palabras en futuro, para que entiendas que también las palabras dichas en pretérito, son anunciadoras del futuro. Alabaremos a Dios todos los días; y confesaremos tu nombre por los siglos. ¿Por qué alabaremos? ¿Por qué confesaremos? Porque nos libraste de todos los que nos afligían, porque nos darás el reino eterno, porque en nosotros se cumplirá lo de: Felices los que habitan en tu casa, Señor; te alabarán por los siglos de los siglos10.
10. [v.10] Entonces, ese futuro que para nosotros es cierto, y aquel pasado que hemos oído a nuestros padres, ¿qué nos dice del presente? Ahora, en cambio, nos has rechazado y nos has avergonzado. Nos avergonzaste no ante nuestra conciencia, sino en presencia de los hombres. Hubo un tiempo en que los cristianos eran afligidos, y tuvieron que huir a todas partes, y al decirle a uno por doquier: Ese es cristiano, se consideraba como insulto y ofensa. ¿Dónde está, pues, aquel nuestro Dios y nuestro rey que envía la salvación a Jacob? ¿Dónde se encuentra el autor de todas las maravillas que nos han contado nuestros padres? ¿Dónde el que iba a realizar todo lo que nos fue revelado por su Espíritu? ¿Acaso ha cambiado? No es así, sino que estas cosas suceden para entendimiento de los hijos de Coré. Algo debemos entender al preguntarnos por qué quiso que padeciéramos todas estas cosas en este tiempo intermedio. ¿Qué cosas son? Ahora, en cambio, nos has rechazado y nos has avergonzado, y ya no sales, oh Dios, con nuestras tropas. Marchamos contra nuestros enemigos, y tú no vienes con nosotros; llegamos hasta ellos, nos vencen, siendo nosotros débiles. ¿Dónde está aquella tu fortaleza? ¿Dónde está tu diestra y tu poder? ¿Dónde el mar desecado? ¿Dónde los egipcios perseguidores, hundidos en el oleaje? ¿Dónde el enemigo Amalec, vencido con el signo de la cruz? Y ya no sales, oh Dios, con nuestras tropas.
11. [v.11] Nos hiciste volver, nosotros detrás, delante nuestros enemigos, como si ellos fueran delante y nosotros detrás, ellos victoriosos y nosotros como vencidos. Y los que nos odiaban, nos saquearon; ¿qué fue lo que saquearon, sino a nosotros?
12. [v.12] Nos entregaste como a ovejas para ser comidas, y nos has dispersado por las naciones. Hemos sido comidos por las naciones. En estos están aludidos los que tanto padecieron, que llegaron a formar parte del conjunto de los paganos. La Iglesia los llora como a miembros suyos devorados.
13. [v.13] Has vendido a tu pueblo sin ponerle precio. Hemos visto a los que has entregado, pero no lo que has percibido por ellos. Y no hubo una multitud en sus fiestas de júbilo. ¿Es que acaso cuando los cristianos iban huyendo de sus perseguidores idólatras, se reunían multitudes y hacían festejos a Dios? ¿Se cantaban, tal vez, los himnos en las iglesias de Dios, que suelen cantarse en tiempos de paz, y resonaba un dulce concierto fraternal a los oídos de Dios? Y no hubo una multitud en sus fiestas de júbilo.
14. [v.14—15] Nos pusiste como un oprobio para nuestros vecinos, irrisión y burla de los que nos rodean. Nos pusiste como refrán entre las naciones. ¿Qué quiere decir como refrán? Es como cuando los que maldicen ofrecen una semejanza de aquel al que aborrecen: «Ojalá mueras tú así, ojalá seas tú así castigado». ¿Cuántas cosas por el estilo no se dijeron en aquel entonces? «Ojalá seas así crucificado». Y no faltan también hoy los enemigos de Cristo, aquellos mismos judíos, que al defender nosotros a Cristo, en su contra nos responden: «¡Ojalá mueras tú como él!» Porque nunca le habrían inferido aquella muerte, si no hubieran tenido un gran horror a aquella forma de morir; pues ¿qué misterio habría en ello, si pudiesen llegar a entenderlo? El ciego, cuando se le aplica el colirio, nada ve en la mano del médico. Y la cruz tuvo lugar incluso en favor de los mismos perseguidores. De aquí que fueron sanados, y creyeron en él los mismos que lo mataron. Nos pusiste como refrán de las naciones, y como movimiento de cabeza de los pueblos. Naturalmente en son de insulto. Han hablado con sus labios y movieron la cabeza11. Esto se lo hicieron al Señor, y esto mismo lo hicieron a todos sus santos, a quienes les fue posible perseguir, encarcelar, ultrajar, entregar, torturar y matar.
15. [v.16—17] Todo el día la vergüenza está frente a mí, y la confusión me ha cubierto la cara, por la voz de quien me recrimina e injuria. Es decir, por el grito de quienes me insultan y me achacan crímenes, porque te venero a ti, porque te confieso a ti; y precisamente me achacan crímenes por aquel nombre que me borrará todos mis crímenes. Al oír los gritos de quien me recrimina e injuria, de quien habla contra mí. En presencia de mi enemigo y perseguidor. ¿Cómo lo hemos de entender? Los hechos expresados como pasados, no nos afectan a nosotros; los esperados como futuros, no se manifiestan. Del pasado: por ejemplo la manifestación grande de tu gloria cuando el pueblo fue sacado de Egipto, liberado de sus perseguidores, conducido a través de naciones, y colocado en el reino, tras la expulsión de los gentiles. ¿Y del futuro? El pueblo que ha de ser sacado de este Egipto del mundo, teniendo por guía a Cristo, cuando aparezca en su gloria; los santos han de ser colocados a la derecha y los perversos a la izquierda, siendo estos condenados con el demonio a eternas penas, y aquellos recibirán de Cristo el reino con los santos para siempre. Estos son los acontecimientos futuros; aquellos los pasados. ¿Y qué habrá entre ambos? Tribulaciones. ¿Por qué razón? Para que el alma que adora a Dios, se demuestre cuánto lo adora; para que se vea si adora gratuitamente a aquel de quien gratuitamente ha recibido la salvación. Si Dios te dijera por ejemplo: ¿Qué me diste para que yo te creara? Sin duda que, si una vez creado, has tenido algún mérito ante mí, nada habías merecido antes de crearte. ¿Qué le vamos a decir al que se adelantó a crearnos gratuitamente, porque es bueno, no por mérito alguno nuestro? Y luego de la misma redención, de nuestro segundo nacimiento, ¿qué le vamos a decir? ¿Se deberá a nuestros méritos el habernos enviado el Señor aquella salvación eterna? De ninguna manera. Si algo pesaran nuestros méritos, sería para nuestra condenación. No vino él para averiguar nuestros méritos, sino para perdonar nuestros pecados. No existías, y fuiste creado; ¿qué le has dado a Dios? Te portaste mal, y has sido liberado; ¿qué le has dado a Dios? ¿Qué es lo que de él no has recibido gratis? Con razón se le llama gracia, puesto que se da gratis. Por ello se exige que le des culto gratis, no porque te concede dones temporales, sino porque te otorga los eternos.
16. Pero fíjate en los bienes eternos, no los vayas a pensar equivocadamente, y a pesar de todo lo dicho, adores a Dios interesadamente, por mirar carnalmente lo eterno. ¿Y entonces? Si adoras a Dios porque te da una propiedad, ¿no le vas a adorar también, porque te la quitó? Quizá digas: Yo lo adoro porque me ha de dar una villa, pero no temporal. Aun así tu pensamiento está descaminado; no lo amas con un amor puro: estás reclamando una recompensa. Quieres tener en el mundo futuro lo que aquí necesitas dejar a un lado. Deseas modificar el ansia carnal, no cortarlo de raíz. No es laudable el ayuno de quien reserva su estómago para una cena suntuosa. Porque hay veces que algunos son invitados a un gran banquete, queriendo asistir a él con avidez, se someten a un ayuno: ¿estará este ayuno dictado por la continencia, y no más bien por la intemperancia? No esperes que Dios te dé aquello de lo que aquí te manda que te abstengas. Es esto lo que los judíos esperaban, y por eso estaban contrariados. De hecho ellos esperan también la resurrección, pero una resurrección para disfrutar de unos placeres corporales como los que aquí apetecen. De ahí que cuando les proponían los saduceos —que no creen en la resurrección— aquella cuestión de la mujer que se casó sucesivamente con siete hermanos, a ver de quién sería luego esposa, claudicaban y no sabían qué responder. En cambio, cuando se la propusieron al Señor, puesto que no se nos ha prometido una resurrección en la que se repetirán esta clase de placeres, sino en la que se disfrutará de los gozos eternos del mismo Dios, respondió así el Señor: Estáis equivocados y no conocéis las Escrituras ni el poder de Dios: porque en la resurrección no se casarán ni unas ni otros, ya que allí habrá cesado la muerte. Es decir, allí nadie buscará sucesores, puesto que no habrá decesos. ¿Qué es lo que habrá? Serán, dice, como los ángeles de Dios12. A no ser que vayas a pensar que los ángeles disfrutan de comilonas diarias y del vino con el que tú te embriagas; o tal vez creas que los ángeles tienen esposas. No, nada de esto hay en los ángeles. ¿Cuál es el placer de los ángeles, sino aquel del que dice el Señor: No sabéis que sus ángeles están siempre viendo el rostro del Padre?13 Por tanto, si los ángeles son felices disfrutando de la presencia del Padre, prepárate tú a una tal felicidad; ¿o has encontrado, acaso, algo mejor que contemplar el rostro de Dios? Pobre de ese tu amor que sospecha algo más hermoso, que aquel de quien dimana toda hermosura, y que te cautive el corazón hasta no pensar que lo mereces a él. El Señor se encarnó y se presentaba hombre entre los hombres. ¿Cómo aparecía? Ya lo dije, como un hombre entre los hombres. ¿Qué mostraba de extraordinario aquel de quien se dijo: Lo vimos sin aspecto atrayente?14 ¿Quién era el que no tenía buen aspecto ni hermosura? Aquel de quien se dijo también: Eres el más bello de los hombres15. En cuanto hombre no tenía belleza ni hermosura; pero su hermosura le venía de lo que lo hacía ser superior a los hombres. Por eso, mostrando aquella forma deforme de su carne a los ojos de quienes lo contemplaban, ¿qué es lo que dice? El que me ama guarda mis mandamientos; y mi Padre lo amará, y yo también lo amaré y me manifestaré a él16. A quienes lo estaban viendo les prometía su manifestación. ¿Cómo se entiende esto? Es como si dijera: Lo que veis es mi forma de siervo, pero mi forma de Dios está oculta. Por esta os atraigo, y por aquella os sirvo; por esta os alimento como a niños, por la otra os doy el alimento de adultos. Así que esta nuestra fe nos purifica, nos prepara para las cosas invisibles, es decir, todo esto se hizo para entendimiento de los hijos de Coré, a fin de que despojando a los santos de lo que poseían, se despojasen de misma vida temporal. Así no darían culto a lo eterno por estas cosas temporales, sino que por puro amor a Dios tolerarían todas estas cosas que habrían de padecer temporalmente.
17. [v.18—19] Y bien, dado que los hijos de Coré comprendieron esto, ¿qué dicen? Todo esto nos ha venido encima, y no nos habíamos olvidado de ti. ¿Cuál es el sentido de y no nos habíamos olvidado de ti? Y no hemos violado tu alianza; y nuestro corazón no se volvió atrás; y apartaste nuestros senderos de tu camino. Aquí está la explicación: puesto que no se volvió atrás nuestro corazón, ni te hemos olvidado, ni hemos quebrantado tu alianza, nos hemos visto envueltos en grandes sufrimientos y persecuciones de parte los gentiles. Y has doblegado nuestros senderos a tu camino. Sí, nuestros pasos estaban en los placeres mundanos. Caminábamos en la prosperidad de las cosas temporales; doblegaste nuestros desvariados senderos, y nos mostraste cuán difícil y angosto es el camino que conduce a la vida. Y has doblegado nuestros senderos a tu camino, ¿qué quiere decir esto? Es como si nos dijera: Estáis en medio de tribulaciones, sufrís mucho, habéis perdido muchas de las cosas que amabais en este mundo. Pero en el camino angosto que os estoy enseñando no os he abandonado. Andabais buscando caminos anchos; ¿y qué os digo yo? Os indico por dónde se va a la vida eterna; por el camino que vosotros pretendéis ir, camináis a la muerte. ¡Qué ancha y espaciosa es la vía que lleva a la perdición, y son muchos los que caminan por ella! ¡Y qué incómoda y angosta es la que conduce a la vida, y son pocos los que caminan por ella!17 ¿Quiénes son esos pocos? Los que soportan las tribulaciones, los que soportan las tentaciones, los que se mantienen firmes en todas estas molestias; no los que de momento se alegran de escuchar la Palabra de Dios, y al llegar los padecimientos se secan, como si hubiera salido el sol, sino los que han echado sus raíces en la caridad, como acabamos de oír en la lectura del evangelio18. Ten, pues, insisto, como raíz la caridad, y cuando salga el sol no te abrasará, sino que te nutrirá. Todo esto nos ha venido encima sin haberte olvidado; y no hemos quebrantado tu alianza; y nuestro corazón no se volvió atrás. Pero como todo esto lo hacemos en medio de sufrimientos, caminando ya por la vía angosta, has doblegado nuestros senderos a tu camino.
18. [v.20] Porque nos humillaste en el lugar de la debilidad. Luego nos levantarás en el lugar de la fortaleza. Y nos ha cubierto la sombra de la muerte. Esa sombra de muerte es nuestra mortalidad. La muerte verdadera es la condenación con el diablo.
19. [v.21] Si nos hemos olvidado del nombre de nuestro Dios. Es esta la comprensión de los hijos de Coré. Y si hemos extendido las manos a un Dios extraño.
20. [v.22] ¿Es que Dios no averiguará estas cosas? Él conoce los secretos del corazón. Conoce y averigua; si conoce lo escondido del corazón, ¿qué va a hacer allí? ¿Es que Dios no averiguará estas cosas? Conoce por sí mismo; averigua por nosotros. Sí, porque a veces él averigua y dice que ha conocido lo que quiere hacerte conocer. Te manifiesta su obra, no su conocimiento. Muchas veces decimos nosotros cuando está despejado: «Qué día tan alegre»; ¿es que el día se goza de ello? No, pero lo llamamos alegre porque nos alegra a nosotros. También decimos: «Qué cielo tan triste». Y no es que haya en las nubes un sentimiento así; somos los hombres, que al ver el aspecto de cielo nublado, entristecemos el rostro, y por eso le llamamos triste, porque origina tristeza. Pues bien, se dice que Dios conoce, cuando nos hace conocer. Le dice Dios a Abrahán: Ahora conozco que temes a Dios19. ¿Antes no lo tenía ya conocido? Pero es el mismo Abrahán quien no se conocía a sí mismo, ya que en la misma prueba fue donde él mismo se conoció. Cuántas veces el hombre piensa que puede lo que no puede, o al revés, piensa que no puede lo que realmente puede; entonces le llega, por designio divino, una interrogación, y por esta interrogación las cosas se le aclaran. Es cuando se dice que Dios ha conocido lo que le hizo conocer a él. ¿Acaso Pedro se conocía a sí mismo, cuando le afirmó al médico: Estoy dispuesto a ir contigo hasta la muerte?20 Le toma el pulso el médico y conoció lo que pasaba en el interior del enfermo, cosa que el enfermo ignoraba. Se le acerca la tentación, y el médico demostró su afirmación. Es entonces cuando el enfermo perdió su presunción. Es así como Dios conoce y averigua. Conoce. ¿Y cómo es su averiguación? Es por ti, para que te encuentres a ti mismo y des gracias a Dios que te ha creado. ¿Es que Dios no averiguará estas cosas?
21. Él conoce los secretos del corazón. ¿Qué significa que conoce los secretos? ¿De qué secretos se trata? Por ti somos degollados cada día, nos tratan como a ovejas de matanza. Tú puedes ver que un hombre es llevado a la muerte; pero desconoces los motivos; Dios sí los conoce; y es algo que está en lo secreto. Pero me dirá alguien: Mira cómo es apresado por el nombre de Cristo, confiesa el nombre de Cristo. ¿O es que los herejes no confiesan el nombre de Cristo, y no mueren por él? No, no es esto. ¿Creéis, acaso, que en la misma Iglesia, en la Católica, no ha habido, o no puede haber quienes padezcan, por razones de gloria humana? Si así fuese, no diría el Apóstol: Aunque entregase mi cuerpo a las llamas, si no tengo caridad, de nada me sirve21. Sabía de sobra que podía haber quienes hicieran esto por jactancia, no por amor. Quedemos, pues, en que es algo oculto; sólo Dios lo ve, nosotros no podemos. Sólo él puede ser juez, pues es el que conoce los secretos del corazón. Por ti somos degollados cada día, nos tratan como a ovejas de matanza. Ya dije que el apóstol Pablo aduce este testimonio para exhortar a los mártires, no fueran a desfallecer en los sufrimientos recibidos por el nombre de Cristo.
22. [v.23] ¡Despiértate, Señor! ¿Por qué duermes? ¿A quién se lo dice? ¿Quién lo dice? ¿No tendremos que decir más bien que está durmiendo y roncando el que habla de esta manera: ¡Despiértate, Señor! Por qué duermes? Pero te responderá: Sé muy bien lo que digo; soy consciente de que no duerme el guardián de Israel; sin embargo, los mártires claman: Despiértate, Señor, ¿por qué duermes? ¡Oh Señor Jesús! Tú fuiste muerto, te dormiste en la pasión, y ya estás resucitado para nosotros. ¿Por qué resucitaste? Los gentiles que nos persiguen te creen muerto, no creen que has resucitado. Despierta, pues, para ellos también. ¿Por qué duermes, no para nosotros, sino para ellos? Si ellos creyeran que ya has resucitado, ¿cómo iban a perseguir a los que en ti creen? Pero ¿por qué los persiguen? ¿Aniquila, dirían, mata a todos esos que creen en ti, un muerto cualquiera, de muerte ignominiosa? Todavía para ellos estás dormido; despierta, para que reconozcan que has resucitado y se queden tranquilos. Sucede, en fin, que mientras los mártires mueren y se expresan así, están dormidos, y despiertan a Cristo, que duerme realmente para sus sueños. De alguna manera Cristo resucitó entre los gentiles, que es tanto como decir que han creído que está resucitado; y así poco a poco también ellos creyendo se han convertido a Cristo, formando una gran multitud, a la que temieron los perseguidores, cesando en sus persecuciones. ¿Por qué? Porque entre los gentiles resucitó Cristo, que estaba dormido antes de que creyeran. Levántate no nos rechaces para siempre.
23. [v.24] ¿Por qué apartas tu rostro?, como si estuvieras ausente, como si te hubieras olvidado de nosotros. Te olvidas de nuestra miseria y de nuestra tribulación.
24. [v.25] Porque nuestra alma está humillada hasta el polvo. ¿Dónde está humillada? En el polvo, es decir, el mismo polvo nos persigue. Nos persiguen aquellos de quienes dijiste: No así los impíos no así; serán como el polvo que el viento arrebata de la superficie de la tierra22. Nuestra alma está humillada hasta el polvo; nuestro vientre está pegado al suelo. Me da la impresión de que ha expresado una pena de extremada humillación, en la que cuando uno se postra, toca la tierra con su vientre. Porque el que se humilla hincando sus rodillas, todavía se puede humillar más; pero el que se humilla hasta pegar la tierra con su vientre, ya no es posible humillarse más. Pretender ir más adelante sería no ya humillarse, sino enterrarse. Esto es lo que quizá pretendió decir: Estamos humillados hasta el extremo en este polvo, ya no podemos humillarnos más; la humillación llegó al sumo. Que llegue ya la conmiseración.
25. ¿O se trata, hermanos, de que en esta voz la Iglesia se lamenta de aquellos a quienes los perseguidores lograron persuadir y hacer caer en la impiedad, de forma que los que perseveraron llegaran a decir esto mismo: Nuestra alma está humillada hasta el polvo? Es decir, entre las manos de este polvo, en manos de los impíos y perseguidores, nuestra alma está humillada hasta el polvo, para que te invoquemos y nos mandes tu auxilio en la tribulación; pero nuestro vientre está pegado al suelo, en otras palabras, nuestro vientre consintió en la impiedad de este polvo; este es el sentido de está pegado. Porque cuando amas, y ardes de caridad, con toda razón dices a Dios: Mi alma está pegada a ti23; y también: Para mí lo bueno es adherirme a Dios24. Es entonces cuando estás pegado a Dios, cuando le das a Dios tu consentimiento; no sin razón se dice de este vientre que está pegado al suelo: ahí están expresados quienes por no soportar la persecución, se rindieron a los impíos; es así como se pegaron a la tierra. ¿Y por qué se les llamó el vientre, sino porque son carnales? Y así la boca de la Iglesia son los santos, los espirituales, mientras que el vientre son los carnales. Por eso la boca está en lo alto, y el vientre está escondido, como algo más flojo y débil. Esto es lo que quiere significar en cierto pasaje la Escritura, donde dice de alguien que recibió un libro; y el tal libro, dice, me resultó dulce al paladar, y amargo en mi vientre25. ¿Qué significa esto, sino que los preceptos más subidos, que perciben los espirituales, y no así los carnales, y de los cuales se gozan los espirituales, y se contristan los carnales? ¿Cuál es, hermanos, el contenido de este libro? Vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres. ¡Qué dulce le resulta esto al paladar de la Iglesia! Y lo han puesto en práctica todos los que son espirituales. En cambio a un carnal, cualquier cosa que le digas: Haz esto, se aparta triste de ti, como se apartó del Señor aquel rico26, antes que poner en práctica lo que se le dijo. ¿Cuál fue la razón para marcharse triste, sino que el libro aquel le resultó dulce al paladar, pero amargo en el estómago? Supongamos que le has dado a uno algo de oro y plata; y se encuentra en esta circunstancia: si no lo pierdes, quizá cometas algún pecado, por ejemplo el infringir algún ultraje a la Iglesia, o que te obliguen a blasfemar; puesto en esta angustiosa disyuntiva de perjudicarte en tu dinero, o de quebrantar la justicia, se te dice: «Quédate más bien sin tu dinero, antes que perder tu justicia»; pero tú, a quien la justicia no te sabe dulce en la boca, sino que estás débil en aquellos miembros que la Iglesia tiene como vientre, bien a tu pesar eliges perder algo de tu justicia, antes que perder ni una sola moneda de tu dinero. Con lo cual te causas un daño más grave: tienes, sí, llena la bolsa, pero vacío el corazón. A estos tal vez se refiera la frase: Nuestro vientre está adherido a la tierra.
26. [v.26] Levántate, Señor, ayúdanos. Y así fue, carísimos: se levantó y prestó su ayuda. Pues cuando se levantó, es decir, cuando resucitó y se dio a conocer a las naciones, al cesar las persecuciones, incluso los que estaban adheridos a la tierra, fueron despegados de ella, y haciendo penitencia se reincorporaron al cuerpo de Cristo, a pesar de su debilidad, a pesar de su imperfección, para que se cumpliera en ellos lo de: Tus ojos vieron mis imperfecciones, todas estaban escritas en tu libro27. Levántate, Señor, ayúdanos, y redímenos por tu nombre. Es decir, gratuitamente: por tu nombre, no por mis méritos; porque te has dignado realizarlo, no por porque yo sea digno de que me lo hagas. De hecho, si esto mismo de no habernos olvidado de ti, y nuestro corazón no se echó atrás, el no haber extendido nuestras manos a un dios extraño, sin tu ayuda ¿cómo habríamos podido hacerlo? Si tú, interiormente no nos hubieras sugerido y exhortado, sin abandonarnos, ¿de dónde habríamos sacado la fuerza para ello? Por lo tanto, sea soportando adversidades, sea gozando de prosperidad, redímenos; no por mérito propio nuestro, sino por tu nombre.