EXPOSICIÓN DEL SALMO 40

Traducción: Miguel F. Lanero, o.s.a y Enrique Aguiarte Bendímez, o.a.r.

1. [v.6] Puesto que hoy celebramos la solemne fiesta de los mártires, recordando la pasión de Cristo, el Emperador de los mártires, quien no se sustrajo a la lucha, enviando a ella a los soldados, sino que él fue el primero en luchar, el primero en vencer, para exhortar con su ejemplo a los combatientes y servirles de ayuda con su majestad, y prometerles la corona, pongamos atención a algo que en el presente salmo se refiere a su pasión. Os recuerdo muy a menudo, y no tengo empacho en repetiros de nuevo, algo que os conviene retener: que nuestro Señor Jesucristo con frecuencia habla de sí mismo, de su propia persona, como cabeza nuestra; y otras en la persona de su cuerpo, que somos nosotros y su Iglesia; pero da la impresión de que las palabras salen de la boca del mismo hombre, para que así comprendamos que el cuerpo y la cabeza están integrados en una misma unidad, y no se separan el uno del otro, a la manera de aquella unidad conyugal de la que se dijo: Serán los dos una sola carne1. Si reconocemos que hay dos en una sola carne, reconozcamos también que hay dos en una sola voz. Comencemos, pues, el sermón por la respuesta que hemos dado al lector cantando, aunque esté en medio del salmo. Mis enemigos dijeron cosas malas de mí: a ver cuándo se muere y perece su nombre2. Se trata de la persona de nuestro Señor Jesucristo; pero veamos si en ella no hay que entender también los miembros. Esto está dicho referido al período en que vivía nuestro Señor aquí en la tierra corporalmente. La gente en masa le seguía, cautivada por su autoridad, por su divinidad y la majestad que demostraba con sus milagros. Cuando los judíos vieron esto, ya el mismo Señor los había aludido en una parábola, poniendo en su boca estas palabras: Este es el heredero; venid, matémoslo, y su herencia será nuestra3, se dijeron entre ellos lo que expresa la voz del pontífice Caifás: Ya veis cómo le sigue una gran multitud, y todo el mundo se va tras él; si lo dejamos con vida, vendrán los romanos y nos quitarán a nosotros, el lugar y la nación. Conviene que muera un hombre antes que perezca toda la nación. El evangelista nos explicó el sentido de las palabras, que no entendía quien las pronunció: Esto lo dijo no por su propia cuenta, sino que al ser pontífice, profetizó que convenía que Jesús muriera por el pueblo y por la nación4. Sin embargo ellos, al ver que el pueblo se iba tras él, dijeron: Cuando muera, también su nombre perecerá; es decir, cuando lo matemos, su nombre no quedará en la tierra, ni podrá seducir a nadie más después de muerto; por su misma muerte caerán en la cuenta los hombres que seguían a un hombre, y que en él no había esperanza de salvación; abandonarán su nombre, y desaparecerá. Murió, sí, pero su nombre no pereció, sino que fue como una semilla que se siembra. Murió, pero resultó ser el grano que, una vez muerto, hace surgir la cosecha5. De hecho, una vez glorificado nuestro Señor Jesucristo, comenzaron las gentes a creer en él más fervorosamente y en mucho mayor número. Además, comenzaron los miembros a percibir lo que oía la Cabeza. Porque cuando ya quedó establecido en el cielo nuestro Señor Jesucristo, y en nosotros continuaba trabajando en la tierra, todavía dijeron sus enemigos: Cuando muera, su nombre perecerá. Por esta razón el diablo desencadenó persecuciones en la Iglesia, con el fin de destruir el nombre de Cristo. A no ser que creáis, hermanos, que los paganos aquellos, cuando se ensañaban contra los cristianos, no tenían la misma intención: destruir el nombre de Cristo en la tierra. Y los mártires fueron sacrificados con esa intención: lograr que Cristo muriese de nuevo, no en su cabeza, sino en su cuerpo. Pero la sangre santa derramada sirvió para multiplicar la Iglesia, y la siembra se multiplicó con la muerte de los mártires. Preciosa es a los ojos del Señor la muerte de sus fieles6. Los cristianos se han ido multiplicando cada vez más, y no se ha cumplido lo que sus enemigos dijeron: Cuando muera, su nombre desaparecerá. Todavía hoy se dice esto. Se sientan los paganos y se ponen a contar sus años, y escuchan a sus fanáticos decir: En algún momento ya no habrá cristianos, y se dará culto a aquellos ídolos, como se hacía antaño. Siguen diciendo: Cuando muera, también perecerá su nombre. Dos veces quedaron vencidos, y mirad una tercera: Cristo murió, y no va a desaparecer su nombre; murieron los mártires, y la Iglesia se multiplicó todavía más: por todas las naciones va creciendo el nombre de Cristo. El que profetizó su muerte y su resurrección; el que profetizó la muerte y la corona de sus mártires, también profetizó que iba a existir su Iglesia. Si por dos veces dijo la verdad, ¿iba a mentir en la tercera? Por tanto, estáis equivocados en lo que creéis contra él; es mejor que creáis en él, que pongáis atención al necesitado y al pobre; porque siendo rico, se hizo pobre, para que con su pobreza, dice Pablo, os enriquecierais vosotros7. Pero ahora, por haberse hecho pobre, es despreciado, y se dice: Era hombre. ¿Qué era? Murió, fue crucificado. Dais culto a un hombre, tenéis puesta vuestra esperanza en un hombre, adoráis a un muerto. Pero te engañas. Pon atención al necesitado y al pobre, para que con su pobreza llegues a ser rico. ¿Qué significa: Pon atención al necesitado y pobre? Que recibas al mismo Cristo necesitado y pobre, que en otro salmo dice: Yo soy un necesitado y pobre, pero el Señor se cuida de mí8. ¿Qué significa cuidar del necesitado y del pobre? Que se anonadó a sí mismo, tomando la forma de siervo, hecho a semejanza de un hombre y hallándose revestido de la humanidad9: rico al lado del Padre, y pobre entre nosotros; rico en el cielo, pobre en la tierra; rico como Dios, pobre como hombre. ¿Te turba, quizá, que ves al hombre, que miras la carne, que te fijas en la muerte, que te mofas de la cruz? ¿Te turba esto? Pon atención en el necesitado y pobre. ¿Qué significa esto? Fíjate que donde a ti se te muestra la debilidad, allí está oculta la divinidad. Rico porque lo es; pobre porque lo eras tú. Sin embargo en su pobreza consiste nuestra riqueza; así como su flaqueza es nuestra fortaleza, y su necedad nuestra sabiduría; así como su condición de mortal es nuestra inmortalidad10. Fíjate bien lo que es ser pobre, no lo midas por la pobreza de los demás. Él se hizo pobre para colmar a los pobres. Así que abre el seno de tu fe y recibe al pobre, para que no permanezcas pobre.

2. [v.2] Dichoso el que comprende al necesitado y al pobre, en el día malo lo librará el Señor. Llegará el día malo; llegará, lo quieras o no; vendrá el día del juicio, día malo si no comprendes al necesitado y al pobre. A lo que ahora no quieres dar crédito, se hará patente al final. Pero no huirás cuando se manifieste, por no creer ahora mientras está oculto. Se te invita a que creas lo que no ves, para no ruborizarte cuando lo veas. Comprende, pues, al necesitado y al pobre, es decir, a Cristo; comprende en él tesoros ocultos, aunque lo ves pobre. Escondidos en él están todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia11. Por ser Dios, él será quien te ha de librar en el día malo; por ser hombre, ha resucitado lo que en él había de humano, lo ha dignificado y elevado al cielo. Siendo Dios, como era, y queriendo tener una sola persona en el hombre y con el hombre, no podía crecer ni decrecer, ni morir ni resucitar. Si murió fue por la debilidad humana, porque como Dios no puede morir. No te admires de que el Verbo de Dios no muera, puesto que en el mártir el alma no muere. ¿No oíamos decir al Señor hace un momento: No temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma?12 Luego si en la muerte de los mártires sus almas no mueren, ¿al morir Cristo va a morir el Verbo? Sin duda que la Palabra de Dios es mucho más excelente que el alma humana, puesto que el alma fue creada por Dios; y si lo fue por Dios, lo fue mediante su Palabra, puesto que todo ha sido creado por ella13. Luego no murió la Palabra, puesto que tampoco murió el alma, hecha por la Palabra. Pero al igual que decimos con toda propiedad que ha muerto un hombre, aunque su alma no muere, también decimos con toda propiedad que murió Cristo, aunque su divinidad no haya muerto. ¿Muerto por qué? Por ser necesitado y pobre. No te turbe su muerte, ni te aparte de la contemplación de su divinidad. Dichoso el que comprende al necesitado y al pobre. Mira también a los pobres, los necesitados, los hambrientos, los sedientos, los desterrados, los desnudos, los enfermos, los presos; comprende también a este pobre, porque si lo comprendes a él, comprendes al que dijo: Tuve hambre, sed, estuve desnudo, fui peregrino, enfermo, estuve preso14. Así, en el día malo te librará el Señor.

3. [v.3] Y mira qué felicidad la tuya. El Señor lo conserve. El profeta le desea el bien al que comprende al necesitado y al pobre. Este deseo es una promesa. Que la esperen seguros los que así obran. El Señor lo conserve y lo vivifique. ¿Cuál es el significado de lo conserve y lo vivifique? ¿A qué se refiere y lo vivifique? A la vida futura. Se le da vida al que estaba muerto. ¿Podrá un muerto comprender al necesitado y al pobre? Pero nos promete aquella vivificación de la que dice el Apóstol: El cuerpo ciertamente está muerto por el pecado, pero el espíritu es vida por la justicia; y si el que resucitó a Cristo de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó a Cristo de entre los muertos también vivificará vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que habita en vosotros15. Esta es la vida que se promete al que comprende al necesitado y al pobre. Pero, como dice el Apóstol a Timoteo: Teniendo la promesa de la vida presente y la futura16, los que comprenden al necesitado y al pobre no han de pensar que serán, sí, recibidos en el cielo, pero abandonados en la tierra, y sólo esperen lo que acontecerá en la eternidad; no vayan a pensar que en la vida presente Dios no se cuida de sus santos y de los que le son fieles. No; donde expresó lo que más debemos esperar, o sea: El Señor lo conserve y lo vivifique, mira también a la vida presente: Y lo haga, dice, feliz en la tierra. Levanta, pues, tus ojos a estas promesas con fe cristiana; Dios no te abandona en la tierra, con alguna promesa del cielo. Hay muchos malos cristianos consultores de las tablas astronómicas, investigadores de los tiempos y de los días, que, al comenzar nosotros u otros cristianos buenos y mejores a reprocharles y decirles por qué hacen eso, responden: «Esto es necesario para la vida temporal; nosotros somos cristianos para la vida eterna; creemos en Cristo para que nos dé la vida eterna, porque esta vida temporal en que vivimos, a él no le preocupa». Sólo les falta decir en pocas palabras, que Dios debe ser adorado con vistas a la vida eterna, y el diablo a la vida presente. La respuesta la tienen del mismo Cristo: No podéis servir a dos señores17. A uno le das culto por lo que esperas en el cielo, y al otro por lo que esperas en la tierra. ¿Cuánto mejor será, si das culto al único que hizo cielo y tierra? El que se preocupó de que existiera la tierra, ¿se despreocupará de su imagen en la tierra? Así pues: El Señor lo conserve y lo vivifique al que comprende al necesitado y al pobre. Es más, aunque le dé vida eterna, que lo haga feliz en la tierra.

4. Y no lo entregue en manos de su enemigo. Ese enemigo es el diablo. Nadie vaya a creer, cuando oye estas palabras, que su enemigo es el hombre. Quizá pensaba en algún vecino suyo, con el que tenía pendiente algún pleito, o en aquel que le quería despojar de alguna propiedad, o en el que le presionaba para que le vendiera la casa. No, no penséis en esto; recordad aquel del que dice el Señor: Algún enemigo ha hecho esto18. Se trata precisamente del que insinúa que se le dé culto por los asuntos terrenos. Como este enemigo no puede eliminar el nombre cristiano, al verse vencido por la fama y las alabanzas de Cristo, y verse triunfador por haber dado muerte a los mártires, pero los que recibieron la corona fueron ellos; al verse fracasado de no poder convencer a los hombres de que Cristo no cuenta nada, y que difícilmente engaña vituperando a Cristo, intenta llevar a cabo sus engaños con alabanzas a Cristo. ¿Qué era lo que antes decía?: «¿A quién dais culto? A un judío muerto, crucificado, a un hombre sin relieve, que no pudo librarse de la muerte». Cuando ve que en su nombre acude presuroso el género humano; cuando ve que en nombre del crucificado los templos paganos son derribados, destruidos los ídolos y que se extinguen los sacrificios; y que todo esto estaba predicho por los profetas y lo contemplan los hombres, llenos de admiración; y que tienen sus corazones cerrados a los insultos de Cristo, él se reviste con las alabanzas de Cristo y planea apartar de la fe con otros métodos: «Qué magnífica es la ley cristiana, qué poderosa, que divina, qué inefable; pero ¿quién la cumple?» Pisotead al león y al dragón en nombre de nuestro Salvador19. Antes el león vituperaba a las claras; ahora el dragón se insinúa astutamente con adulaciones. Acérquense a la fe los que dudaban; que no digan: «¿Quién podrá cumplir esto?» Si presumen de sus propias fuerzas, no lo cumplirán. Presumiendo de la gracia de Dios crean, presumiendo vengan, vengan a ser ayudados, no a ser juzgados. Los fieles todos viven en el nombre de Cristo, cumpliendo los preceptos de Cristo, cada uno según su estado, tanto los casados como los célibes y las vírgenes, viven según el don que el Señor les concede vivir; y no presumen de sus fuerzas, sino que han aprendido que deben gloriarse en él. Porque ¿qué tienes que no hayas recibido? Y si lo has recibido ¿por qué te glorías como si no lo hubieras recibido?20 No vengas a decirme: «¿Quién podrá cumplir todo eso?». Lo cumple en mí Aquel que vino rico al pobre; o mejor, que hecho pobre, vino al pobre, pero estando plenificado, se acercó al indigente. Pensando esto, al comprender al necesitado y al pobre, y no menospreciar la pobreza de Cristo, llega a comprender las riquezas de Cristo, a ser feliz en la tierra; y no es entregado en las manos del enemigo, que pretende convencerle de que se le adore a Dios por los bienes del cielo, y al diablo por los de la tierra. Y no lo entregue en manos de su enemigo.

5. [v.4] Que el Señor lo socorra. Pero ¿dónde? ¿Tal vez en el cielo, quizá en la vida eterna, para que continúe dando culto al diablo por la indigencia terrena, por las necesidades de esta vida? De ninguna manera. Tienes promesas para la vida presente y la futura21. Vino a ti a la tierra, aquel por quien fue hecho el cielo y la tierra. Pon atención a lo que dice: Que el Señor lo socorra en el lecho de su dolor. El lecho del dolor es la enfermedad del cuerpo. No digas que no puedes contener, soportar y refrenar tu carne. Recibes ayuda para que puedas. El Señor te socorre en el lecho de tu dolor. Quien te llevaba a ti era el lecho, no lo llevabas tú a él, sino que eras el paralítico que iba dentro; se acerca el que te dice: Toma tu camilla y vete a tu casa22. El Señor lo socorra en el lecho de su dolor. Y se vuelve al Señor, como para preguntarle: «¿Por qué, si Dios nos socorre, padecemos tantos males en esta vida, tantos escándalos, tantos trabajos, tanta incertidumbre de la carne y del mundo?». Se vuelve el salmista a Dios, y como dándonos un consejo medicinal de su parte, nos aclara: Cambiaste, dice, todo su lecho en su enfermedad. ¿Qué significa: Cambiaste todo su lecho en su enfermedad? Por el lecho se entiende algo terreno. Toda alma débil busca en esta vida algo terreno en qué apoyarse; porque difícilmente puede aguantar la tensión del trabajo y de la mente dirigida a Dios de forma continua; por eso busca en la tierra algo en qué poder descansar y como hacer una pausa para poder aliviarse. Algo así hace también la gente buena. No hay por qué referirnos ahora a los deseos de los malos: muchos encuentran su descanso en los teatros, otros encuentran su descanso en el circo, o en el anfiteatro, muchos encuentran su descanso en los juegos de azar, o en la embriaguez, o en el desenfreno del adulterio, muchos en la violencia de las rapiñas, o en el engaño y en los fraudes disimulados. En todas estas cosas hay hombres que encuentran su descanso. ¿Qué quiere decir descanso? Que se deleitan en ello. Pero dejemos a un lado todo esto, y vengamos al hombre inocente. Su descanso lo encuentra en la casa, en la familia, en su cónyuge, en los hijos, en la pobreza, en su propiedad humilde, en la nueva siembra hecha con sus propias manos, en algún nuevo edificio que su esfuerzo ha levantado. En estas cosas hallan su descanso la gente buena. Pero Dios, como quiere que no tengamos amor más que por la vida eterna, incluso en estos, llamémosles placeres inocentes, mezcla amarguras; y quiere también que en ellos soportemos tribulaciones, y así cambia todo nuestro lecho de descanso en debilidad nuestra. Cambiaste todo su lecho en su debilidad. No se queje cuando en las cosas que posee inocentemente soporta algunas tribulaciones, puesto que se enseña a amar las cosas mejores mediante la amargura de las inferiores. No ame el viajero que camina hacia la patria la posada en lugar de su casa. Cambiaste todo su lecho en su debilidad.

6. [v.5] ¿Y todo esto por qué? Porque Dios azota a todo el que recibe como hijo23. ¿Por qué? Porque Dios dijo al hombre que había pecado: Con el sudor de tu frente comerás el pan24. Luego el hombre debe reconocer que estos castigos, en los que todo nuestro lecho se cambia en nuestra debilidad, los padece por sus pecados. Conviértase y diga lo que viene a continuación: Yo dije: Señor, ten misericordia de mí; sana mi alma, porque he pecado contra ti. Oh Señor, ejercítame en la tribulación. Determinas que debe ser azotado todo el que vas a recibir como hijo, tú, que ni siquiera perdonaste a tu Unigénito. Él, aun no teniendo pecado, fue flagelado; pero en cambio, yo digo: Señor, ten misericordia de mí, sana mi alma, porque he pecado contra ti. Si sufrió incisiones el que no tenía infección alguna, si quien era nuestra misma medicina no rechazó el fuego del cauterio, ¿sufriremos sin paciencia al médico que nos cauteriza y nos corta, es decir, a quien nos ejercita en toda clase de sufrimientos, y que nos cura del pecado? Entreguémonos sin límites en manos del médico; no errará cortando lo sano en lugar de lo infectado: conoce bien lo que ausculta, conoce el vicio, ya que él fue quien creó la naturaleza; distingue lo que es su creación de lo que ha añadido nuestra pasión. Sabe que dio un precepto al hombre sano, para que no cayese en la enfermedad; que le dijo en el paraíso: Come esto y no aquello25. Pero el sano no hizo caso del mandato del médico, para no caer; que al menos ahora, enfermo, lo escuche para levantarse. Yo dije: Señor, ten misericordia de mí; sana mi alma, porque he pecado contra ti. En mi proceder, en mis pecados no le echo la culpa a la mala suerte. No digo: Esto me lo ha hecho el destino; no digo: Fue Venus quien me hizo adúltero, y ladrón me hizo Marte, y me hizo avaro Saturno. Yo dije: Señor, ten misericordia de mí; sana mi alma, porque he pecado contra ti. ¿Serán estas palabras de Cristo? ¿Serán del que es nuestra cabeza sin pecado? ¿Lo habrá dicho quizá aquel que devolvió lo que no había robado?26 ¿O el que es el solo libre entre los muertos?27 Libre, sí, entre los muertos, porque no tuvo pecado; De hecho, todo el que comete pecado, es siervo del pecado28. ¿Será él, entonces? Sí, lo es él en sus miembros, ya que la voz de sus miembros es su propia voz, como la voz de nuestra cabeza es nuestra voz. En él estábamos cuando dijo: Triste está mi alma hasta la muerte29. No es que él tuviera miedo a la muerte, ya que había venido a morir; ni tampoco rechazaba el morir, puesto que tenía la potestad de entregar su vida y la de recuperarla de nuevo30; pero hablaban los miembros en la cabeza, y la cabeza hablaba por los miembros. Así que en él encontramos nuestra propia voz: Sana mi alma, porque he pecado contra ti. En él también estábamos cuando dijo: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?31 En ese mismo salmo, cuyo primer versículo es este, se dice a continuación: Las palabras de mis pecados32. ¿De qué pecados habla en él, sino porque nuestro hombre viejo fue crucificado juntamente con él, para ser anulado el cuerpo del pecado, y ya no sirvamos más al pecado?33 Digámosle a él y en él: Yo dije: Señor, ten misericordia de mí; sana mi alma, porque he pecado contra ti.

7. [v.6] Mis enemigos dijeron cosas malas de mí: ¡Cuándo morirá y perecerá su nombre! Esto ya lo hemos comentado, puesto que hemos comenzado por aquí. Para poder decir otras cosas, no hay por qué repetir lo que tenéis impreso en vuestros oídos y en vuestros corazones con palabras tan recientes.

8. [v.7] Y entraban para ver. Lo que padeció Cristo, lo padeció también la Iglesia. Lo que padeció la cabeza, lo padecen también los miembros. ¿Acaso el siervo es mayor que su Señor, o el discípulo está sobre el maestro? Si a mí, dice, me persiguieron, también a vosotros os perseguirán. Si al padre de familia le llamaron Belcebú, ¿cuánto más a los de su casa?34 Entraban para ver. El famoso Judas estaba junto a nuestra cabeza, entraba adonde estaba nuestra cabeza para ver, es decir, para acechar; no para poseer lo que creía, sino para encontrar lo que iba a traicionar. Mirad cómo entraba para ver, y este ejemplo se nos mostró en nuestra cabeza. ¿Y qué aconteció a los miembros después de haber ascendido a los cielos nuestra cabeza? ¿No dice el Apóstol Pablo: la causa se debe a aquellos falsos hermanos intrusos, que se infiltraron para acechar nuestra libertad?35 Luego también estos se introducían para ver, puesto que son hipócritas, simuladores perversos que se añadieron con un amor fingido, imitadores de todos los movimientos, de todas las palabras de los santos, buscando poner trampas en toda ocasión. ¿Y qué pasó con ellos? Fijaos en lo que sigue: Su corazón pronunció palabras vanas. Es decir, hablan como quien tiene un amor fingido; no tiene contenido lo que dicen, no es verdad, no tiene consistencia. Y como se percatan dónde pueden acusar, ¿qué sigue diciendo? Han acumulado maldad en contra suya. Al preparar calumnias contra el enemigo, se ven a sí mismos engrandecidos, puesto que tienen de qué acusar. Han acumulado maldad en contra suya. En contra suya, dice, no contra mí. Como le pasó a Judas en su propia contra, y no a Cristo, así les sucede a los farsantes de la Iglesia contra sí mismos, no contra nosotros. Como se dice en otro pasaje de ellos: La iniquidad se mintió a sí misma36. Han acumulado maldad en contra suya. Y puesto que entraron para ver, salían afuera y lo decían. El que entró para ver, salía fuera y lo decía. ¡Ojalá se quedase dentro y dijera la verdad! No hubiera salido fuera, donde se dicen cosas falsas. Es un traidor y un perseguidor: habla cuando sale afuera. Si perteneces a los miembros de Cristo, ven, entra, adhiérete a la cabeza. Si eres trigo, tolera la cizaña; si grano, tolera la paja37; tolera los peces que no sirven, y están en la red, si tú eres un pez bueno. ¿Por qué te volaste de la era antes de la bielda? ¿Por qué arrancaste granos contigo antes del tiempo de la cosecha? ¿Por qué rompiste la red antes de llegar a tierra? Salían afuera y lo decían.

9. [v.8] Todos juntos mis enemigos se reunían a murmurar contra mí. Contra mí todos juntos; ¿cuánto mejor si se hubieran reunido conmigo? ¿Qué significa: Contra mí todos juntos? Formando un solo consejo, una conspiración. De hecho Cristo les habla así: «Os habéis puesto de acuerdo contra mí: poneos de acuerdo conmigo; ¿Por qué contra mí, y no de acuerdo conmigo? Si siempre estuvierais unidos, jamás os habríais escindido con cismas». Dice a propósito el Apóstol: Os ruego, hermanos, que todos digáis lo mismo, y no haya entre vosotros divisiones38. Todos juntos mis enemigos se reunían a murmurar contra mí; maquinaban maldades contra mí. En realidad era más bien contra ellos, porque han acumulado maldad en contra suya; pero lo fue también contra mí, porque deben ser valorados según la intención de su ánimo. No porque sus intenciones hayan quedado fallidas, deja de haber mala intención. De hecho el diablo quiso acabar con Cristo, como también Judas quiso darle muerte; pero una vez muerto y resucitado Cristo, fuimos nosotros vivificados; en cambio tanto el diablo como Judas han recibido la paga no de nuestra salvación, sino de su mala voluntad. Pues para que sepáis que hay que sopesar la intención de cada uno para darle el premio o el castigo, nos encontramos con individuos que han expresado buenos deseos a alguien, como nosotros lo deseamos, y sin embargo siguen en el grupo de los que aquí se dice que hablaban en contra. Por ejemplo, cuando los judíos quedaban convencidos de que aquel ciego estaba iluminado en cuerpo y en alma, viéndolo con los ojos corporales, pero ciegos en su corazón, les dijo él mismo, que ya veía: ¿Es que también vosotros queréis ser sus discípulos? Ellos, nos dice el evangelio, lo maldijeron, diciéndole: Discípulo de ese serás tú39. Ojalá nos llegue a nosotros el deseo de esa su maldición. Llamamos maldición a estas palabras por el malintencionado error de los que las pronunciaron, no porque las palabras fueran malas en sí; el narrador de este episodio se guía por la intención con que las dijeron, no por lo que ellos dijeron. Maquinaban maldades contra mí. ¿Y qué males maquinaron contra Cristo, qué males contra los mártires? Dios hace que todo sea para bien.

10. [v.9] Palabras inicuas tramaron contra mí. ¿Cuáles palabras inicuas? Escucha a la misma Cabeza: Matémosle y será nuestra la herencia40. ¡Necios! ¿Cómo va a ser vuestra la herencia? ¿Porque lo habéis matado? Sí, lo matasteis, pero la herencia no va a ser vuestra. ¿Acaso el que duerme no se acostó para levantarse? Al tiempo de vuestro alborozo por haberle dado muerte, él se durmió. Lo dice en otro salmo: Yo me dormí. Ellos se ensañaron e intentaron matarlo. Yo me dormí. Pues si no lo hubiera querido, ni siquiera me habría dormido. Me dormí, Puesto que tengo poder para entregar mi vida, y poder para volverla a recuperar41. Me dormí en profundo sueño y desperté42. Que se ensañen los judíos, que se entregue la tierra en manos del impío43, que se le entregue el cuerpo en manos de los perseguidores, para que lo cuelguen de un madero, lo atraviesen con clavos, lo perforen con una lanza: ¿Acaso el que duerme no se acostó para levantarse? ¿Por qué durmió? Porque Adán era figura del futuro44, y Adán durmió cuando de su costado fue formada Eva45. Adán representaba a Cristo y Eva a la Iglesia; por eso se le llamó madre de los vivientes. ¿Cuándo fue formada Eva? Mientras Adán dormía. ¿Cuándo brotaron los sacramentos de la Iglesia del costado de Cristo? Mientras dormía en la cruz. ¿Acaso el que duerme no se acostó para levantarse?

11. [v.10] ¿Y cuál fue la causa de su sueño? De lo que decíamos antes, que entró para ver y acumuló maldad en contra suya. En efecto el hombre de mi paz, en el que esperaba, que comía de mis panes, extendió sobre mí su calcañal. Levantó su pie sobre mí; con ánimo de aplastarme. ¿Quién es este hombre de su paz? Judas. ¿También en él puso Cristo su esperanza, ya que le dijo en quien yo esperaba? ¿No lo conocía desde el principio? ¿No sabía lo que iba a suceder, antes de que él naciese? ¿No le había dicho a sus discípulos: Yo os he elegido a los doce, y uno de vosotros es un diablo?46 ¿Cómo en él mantuvo su esperanza, sino porque él está entre sus miembros, y, tal como habían esperado muchos fieles de Judas, todo esto lo transfiguró en sí mismo el Señor? De hecho, muchos de los que habían creído en Cristo, cuando veían a Judas andar entre los doce discípulos, algunos tenían esperanza en él, ya que era como los demás. Pero Cristo, que estaba en los miembros que tenían esta esperanza; lo mismo que está en los que tienen hambre y sed; lo mismo que dijo: Tuve hambre, dijo también: En quien yo esperaba. Por eso, si le preguntamos: «Señor, ¿cuándo esperaste?». así como cuando se le dijo: «Señor, ¿cuándo tuviste hambre?». Y a esa pregunta nos respondió: cuando lo hicisteis con alguno de mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis47, del mismo modo nos puede decir: «Cuando uno de los míos más pequeños ha esperado, fui yo quien esperaba». ¿En quién? El hombre de mi paz, en quien yo esperaba, que compartía mis panes. ¿Cómo lo evidenció en su pasión con estas mismas palabras proféticas? Lo señaló por el bocado de pan48, para que quedara claro que de él se había dicho: El que compartía mis panes. Y también, cuando llegó para entregarlo, le dio un beso49, quedando en claro que de él se dijo: El hombre de mi paz.

12. [v.11] Pero tú, Señor, apiádate de mí. Estas palabras responden a su condición de siervo, a su condición de pobre y de indigente. Dichoso, en efecto, el que pone su atención en el pobre y desvalido. Apiádate de mí y resucítame, y yo les daré su merecido. Fijaos cuándo fue dicho, y que ya se ha cumplido. Los judíos, de hecho, mataron a Cristo para no perder la ocasión50; pero una vez muerto, la perdieron; arrojados del reino, se dispersaron. Una vez resucitado, les devolvió sus tribulaciones; se las devolvió para amonestarlos, no para condenarlos todavía. Aquella ciudad en la que bramó el pueblo, como león rugiente y rapaz, que exclamaba: ¡Crucifícalo, crucifícalo!51, una vez expulsados de allí los judíos, quienes ahora viven allí son cristianos, no la habita ningún judío. Fue allí plantada la Iglesia de Cristo, donde fueron arrancadas las espinas de la sinagoga. Ardió allí verdaderamente su fuego, como el de las espinas52, pero el Señor era como un leño verde. Fue esto lo que dijo cuando lloraban algunas mujeres ante la inminencia de su muerte: No lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos, como anunciando estas palabras: Resucítame, y yo les daré su merecido. Si esto hacen con el leño verde, ¿qué no se hará con el seco?53 ¿Cuándo un leño verde podrá ser consumido por el fuego de las espinas? Porque ellos se quemaron como el fuego en las espinas. El fuego consume las espinas, y si se acerca un tronco verde, difícilmente se prende, pues la humedad propia del leño resiste las llamas flojas y lánguidas, que no obstante sí consumen las espinas. Resucítame, y yo les daré su merecido. Y no vayáis a pensar, hermanos, que el Hijo es menos poderoso que el Padre, por haberle dicho: Resucítame, como si él mismo no pudiera resucitarse. Resucitó lo que podía morir. Lo que murió fue la carne, y esa fue la que resucitó. No vayáis a pensar que el Padre de Cristo sí pudo resucitarlo, resucitar la carne de su Hijo, pero que no pudo el mismo Cristo, que es la Palabra de Dios, igual al Padre, resucitar su propia carne. Escuchad el evangelio: Derribad este templo, y en tres días lo reedificaré. Y dice el evangelista para disipar todas nuestras dudas: Esto lo decía refiriéndose al templo de su cuerpo54. Resucítame y yo les daré su merecido.

13. [v.12] En esto conozco que me amas, en que mi enemigo no canta victoria a mi costa. Los judíos, cuando vieron a Cristo crucificado, creyeron haber cumplido su dañina voluntad; vieron realizado el fruto de su crueldad, al ver a Cristo colgado en la cruz. Menearon la cabeza: Si es el Hijo de Dios, que baje de la cruz55. Y el que podía hacerlo, no lo hacía. No demostraba su potencia, sino enseñaba su paciencia. Si ante estos desafíos hubiera descendido de la cruz, parecería que había cedido ante los insultos, y lo creeríamos como derrotado, que no había podido tolerar aquellos oprobios. Prefirió permanecer en la cruz, a pesar de los insultos, clavado mientras ellos lo burlaban. Si movían sus cabezas era porque no estaban unidos a la Cabeza. A ellos les dio una clara lección de paciencia. Obró con mucha mayor fortaleza quien no quiso realizar aquello a lo que le desafiaban los judíos. Es de mucho más poder resucitar del sepulcro, que descender de la cruz. Mi enemigo no canta victoria a mi costa. En aquel momento sí, cantaron victoria. Pero Cristo resucitó, Cristo fue glorificado. Y ahora ven cómo el género humano se convierte en su nombre; que lo insulten ahora, que muevan ahora la cabeza, es más, que la fijen; y si la agitan, que sea de admiración y estupor. Dicen ahora: «¿Es que se trata de aquel de quien hablaron Moisés y los Profetas?». Así es, de él dijeron: Como oveja fue llevado al matadero, y como cordero sin un balido ante el esquilador, no abrió su boca; por sus heridas hemos sido sanados56. Ya vemos, pues, cómo ese crucificado se lleva tras de sí al género humano, y cómo sin razón dijeron nuestros padres: Matémosle, no sea que el mundo se vaya tras él57. Tal vez, si no hubiera ido tras él, de no haber sido matado. En esto conozco que me amas, en que mi enemigo no canta victoria a mi costa.

14. [v.13—14] A mí, en cambio, me has acogido por mi inocencia. Inocencia de verdad: integridad sin pecado, restitución sin deuda, castigo sin culpa. Me has acogido por mi inocencia, y me has fortalecido en tu presencia para siempre. Me fortaleciste para siempre, me debilitaste por un tiempo; me fortaleciste en tu presencia, me debilitaste en presencia de los hombres. ¿Qué decir entonces? A él la alabanza, a él la gloria. Bendito el Señor Dios de Israel. Porque él es el Dios de Israel, nuestro Dios, el Dios de Jacob, el Dios del hijo menor, el Dios del pueblo más reciente. Que nadie diga: «Esto lo dijo de los judíos, y yo no pertenezco a Israel». Más bien quienes no son Israel son los judíos. El hijo mayor ese es el pueblo primero, que fue reprobado; y el menor es el preferido. Lo de: el mayor servirá al menor58, ahora se ha cumplido; los judíos ahora, hermanos, nos sirven a nosotros, son como nuestros esclavos libreros, encargados de traernos los libros para que los estudiemos. Mirad en qué nos sirven los judíos, y no sin razón. Caín, el hermano mayor, que mató a su hermano menor, recibió una señal para no ser asesinado, es decir, para que su linaje no pereciese59. A ellos pertenecen los Profetas y la Ley. En dicha Ley y en dichos profetas Cristo fue anunciado. En el trato con los paganos, les mostramos que se cumple ahora en la Iglesia de Cristo, lo que fue ya predicho del nombre de Cristo, de la cabeza y del cuerpo de Cristo. Pues bien, para que no vayan a pensar que estas predicciones son una invención nuestra, y que nosotros, una vez sucedidas, las hemos escrito como si fueran predicciones, les mostramos los libros de los judíos. Y dado que los judíos son adversarios nuestros, por los documentos del enemigo se convence el adversario. El Señor lo ha distribuido todo, y todo lo ha ordenado para nuestra salvación. Antes de nosotros ya predijo algunas cosas, y las ha cumplido en nuestro tiempo; las que no ha cumplido todavía, las cumplirá. Tenemos el dador, para que creamos en el deudor; porque lo que todavía no ha dado, lo dará, lo mismo que lo que antes no había dado, lo dio. Si alguien quiere comprobar dónde están escritas las promesas, lea a Moisés y a los Profetas. Y si algún enemigo se pone a alborotar y dice: «Os habéis inventado los profetas, mostrad los libros de los judíos, puesto que el mayor servirá al menor». Bien, que lean allí todas estas predicciones que ahora vemos ya realizadas, y digamos todos: Bendito el Señor Dios de Israel desde ahora y para siempre. Y el pueblo entero responderá: Amén, amén.