Traducción: Miguel F. Lanero, o.s.a y Enrique Aguiarte Bendímez, o.a.r.
1. De todas las cosas que predijo nuestro Señor Jesucristo, una parte las sabemos ya cumplidas, y otra parte las esperamos como futuras. Todas ellas se cumplirán, porque lo afirma la Verdad, y según sea la credibilidad de quien lo dice, así debe ser la fe de quien lo escucha. El que cree se alegrará de las cosas que se vayan cumpliendo; el que no cree se sentirá confundido con ellas. Tales cosas se cumplirán, quieran o no quieran los hombres, crean o no crean, como dice el Apóstol: Si lo negamos, él también nos negará; si no creemos, él permanece fiel, pues no puede negarse a sí mismo1. Y por encima de todo lo demás, recordad esto, que es breve, y que os quede grabado lo que acabamos de oír todos en el evangelio: El que persevere hasta el final, se salvará2. Nuestros padres fueron entregados a los tribunales, expusieron sus causas ante los enemigos, a quienes amaban; les ofrecieron cuanto pudieron para su corrección, y todo el amor de que eran capaces; y fue derramada sangre inocente en aquella sangre, como semilla esparcida por todo el mundo, de cuya cosecha surgió la Iglesia. Pero el tiempo que después ha venido es de escándalos, engaños y tentaciones, por los que dicen: Mirad que Cristo está aquí, mirad que está allá3. Nuestro enemigo de entonces fue el león, cuando se ensañaba a las claras. El de ahora es un dragón, porque ocultamente nos acecha. Pisotearás al león y al dragón4, se le dijo a Cristo; y como nosotros somos su cuerpo y sus miembros, igual que pisoteó con los pies de nuestros padres al león, que los atacaba abiertamente, y que arrastró a los mártires a los tormentos, así también ahora aplastará al dragón, para que no nos tienda emboscadas. El apóstol nos hace estar alerta contra este dragón, y por eso dice: Os he desposado con un solo marido, para presentaros como virgen casta a Cristo; y me temo que lo mismo que la serpiente sedujo a Eva con su astucia, así se perviertan vuestras mentes, alejándoos de la fidelidad debida a Cristo Jesús5. Esta serpiente antigua, adúltera, busca corromper la virginidad no de la carne, sino del corazón. Y así como el hombre adúltero se goza en su perversión, cuando corrompe la carne, así también el diablo se goza cuando corrompe la mente. Y como nuestros padres lo que necesitaban contra el león era paciencia, nosotros tenemos necesidad de vigilancia contra el dragón. La persecución siempre existirá en la Iglesia, sea del león, sea del dragón; y es más de temer cuando engaña que cuando se ensaña. En aquel tiempo a los cristianos se les obligaba a negar a Cristo. Ahora, en cambio, se les enseña a negar a Cristo. Entonces se violentaba, ahora se enseña. Entonces imponía violencias, ahora asechanzas; entonces se le veía la furia, ahora, al ser escurridizo, difícilmente se detectan sus errores. Sabido es de todos cómo se violentaba entonces a los cristianos a negar a Cristo. Se les atraía para que negaran a Cristo, y los que confesaban a Cristo eran coronados. Pero ahora el dragón enseña a negar a Cristo, y los engaña de tal manera, que el que recibe esa enseñanza, le parece que no se aparta de Cristo. En efecto, ¿qué le dicen ahora los herejes al cristiano católico? Ven, hazte cristiano. Se le dice esto para que responda: ¿Es que no lo soy? Es muy distinto decir: Ven, sé cristiano, que decirle: Ven, niega a Cristo. El mal evidente, el rugido del león, se percibe de lejos, y de lejos uno se precave. En cambio, el escurridizo dragón se acerca, deslizándose en ocultos engaños, arrastrándose con suave paso, susurrando un astuto silbido, y no dice: Reniega de Cristo. Porque de los mártires coronados ¿quién le iba a prestar atención? Pero no; le dice: Sé cristiano. Y él, impactado por aquella admirable voz, si todavía no está infectado con el veneno, le responderá: Yo ya soy totalmente cristiano. Pero si empieza a vacilar, y es alcanzado por el diente del dragón, responde: ¿Por qué me dices que me haga cristiano? ¿Es que no lo soy? Y él: No. ¿Entonces no lo soy? No. Pues entonces hazme ahora cristiano, si es que no lo soy. Y él: Ven. Pero cuando seas interrogado por el obispo sobre lo que eres, no digas: Soy cristiano, o bien: Soy un fiel, sino mejor di que no lo eres, para que puedas serlo. Porque cuando oiga la confesión de un cristiano fiel, no se atreverá a rebautizarlo. Pero al oír que no lo es, se lo administra como algo que no tenía. Y así él aparece como exento de culpa, ya que obra según sus palabras. Y ahora yo te pregunto a ti, hereje: ¿Cómo es que te crees sin culpa? ¿Qué es lo que oigo en estas palabras? ¿Es él quien lo niega, y no tú? Si tiene culpa el que niega ser cristiano, ¿qué culpa no tendrá el que le enseña a negarlo? ¿Vas a quedar sin culpa tú, que eres cristiano, y que con tus enseñanzas haces lo mismo que hacía el pagano con amenazas? ¿Y qué haces? ¿Acaso le quitas lo que ya tiene, porque ha negado que lo tiene? No logras que no lo tenga, sino que lo tenga para su condena. Lo que tiene, lo tiene. Su bautismo está grabado como una marca imborrable, que en el soldado es un orgullo, denuncia al desertor. ¿Qué es lo que haces? Pones a Cristo sobre Cristo. Si fueras sencillo, no duplicarías a Cristo. Te pregunto también: ¿te has olvidado de que Cristo es la piedra, y que la piedra que desecharon los arquitectos, es ahora la piedra angular?6 Si, pues, Cristo es la piedra, y quieres superponer a Cristo sobre Cristo, ¿se te ha borrado lo que has oído en el Evangelio: que no quedará piedra sobre piedra?7 Tan fuerte es la unión de la caridad, que aunque se congreguen muchas piedras vivas en la construcción del templo de Dios, se hace de todas ellas una sola piedra. Pero tú te has arrancado, separas de la edificación, llevas a la ruina; y proliferan todas estas insidias, y no cesan; nosotros lo vemos, lo toleramos, y en lo posible intentamos reprimirlo dialogando, convenciendo, encontrándonos, amenazando, pero siempre amando. Y como a pesar de estos nuestros intentos, ellos persisten en el mal, y nuestro corazón se consume por la muerte de nuestros hermanos, doliéndose por los que están fuera, y teniendo miedo de los que están dentro, por las diversas angustias y las tentaciones incesantes, de las que está llena esta vida, ¿qué debemos hacer? Al ser tan abundante la maldad, hay un cierto torpor de la caridad: Por la abundancia de la maldad, se enfría la caridad de muchos. ¿Y qué hemos de hacer, sino lo que sigue, naturalmente, si nos es posible con su ayuda: El que persevere hasta el fin, se salvará?8
2. [v.2—3] Digamos, pues, las palabras de este salmo: Esperanzado he esperado al Señor. Esperanzado he esperado, no en cualquier hombre prometedor, que puede engañar y ser engañado; no en cualquier hombre consolador, que puede consumirse con su tristeza antes de reanimarme a mí. Que me consuele el hermano, cuando está triste conmigo; lamentémonos juntos, lloremos juntos, oremos juntos, esperemos juntos; ¿a quién, sino al Señor, que no retracta sus promesas, sino que las difiere? Las manifestará, claro que sí, las manifestará; ya son muchas las que ha manifestado; nada debemos temer de la lealtad de Dios, aunque todavía no hubiera manifestado nada. Podemos pensar que lo ha prometido todo y nada ha cumplido; pero si es un buen prometedor, también es un fiel cumplidor; tú limítate a ser un buen receptor, y aunque seas pequeño, débil, exige misericordia. ¿No ves cómo los corderos tiernos embisten con sus cabezas las ubres maternas para saciarse de leche? Esperanzado he esperado al Señor, dice. ¿Y él que hace? ¿Acaso se apartó de ti, o despreció al que lo esperaba, o tal vez no lo vio? No, de ninguna manera. ¿Entonces qué? Me miró y escuchó mi plegaria. Me miró y me escuchó. Así que tu esperanza no fue vana; puso sus ojos sobre ti, y a ti dirigió sus oídos. Sí, porque los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos escuchan sus plegarias. Y cuando obrabas mal, cuando blasfemabas, ¿él no lo veía?, ¿no lo oía? ¿Y dónde queda lo que dice ese mismo salmo: Pero el rostro del Señor está sobre los que obran el mal? Mas ¿con qué fin? Para que se pierda de la tierra su memoria9. Luego también cuando eras malo te miraba, pero no estaba atento a ti. Por lo tanto, a este que esperanzado espera al Señor, no le bastó con decir: Me miró. Me miró es decir, mirándome me consoló para mi bien. ¿Qué es lo que atendía? Y escuchó mi plegaria.
3. [v.3—4a] ¿Y en qué te ayudó? ¿Qué hizo por ti? Me sacó del pozo de la miseria y del lodazal fangoso; y afianzó mis pies sobre roca y enderezó mis pasos. Puso en mi boca un cántico nuevo, un himno a nuestro Dios. Grandes bienes dio, y aún es deudor; pero el que ya posee todo esto que se le ha dado, créalo también de lo demás, ya que debió creer antes de recibir nada. Por estas cosas nos ha convencido el Señor de que es un fiel prometedor y un espléndido cumplidor. ¿Y qué es lo que ahora ha hecho? Me sacó del pozo de la miseria. ¿Qué pozo es este? El abismo de la maldad, efecto de los deseos carnales. Es lo mismo que: Y del lodazal fangoso. ¿De dónde te sacó? De un abismo. De donde en otro salmo gritabas: Desde lo hondo a ti grité, Señor10. Los que ya están gritando desde el abismo, no están del todo en él; el mismo clamor los va levantando. Hay otros que están en el abismo, pero mucho más abajo: son los que ni siquiera se dan cuenta de que están en el abismo. Tales son los soberbios despreciadores, no los piadosos rezadores, no los que claman con lágrimas; están señalados por la Escritura en otro lugar: El pecador, cuando llega a lo profundo del mal, desprecia11. A quien es poco ser pecador, que incluso llega a defender sus pecados, nunca a confesarlos, ese está más en lo profundo del abismo. En cambio, el que ha gritado desde el abismo, ya ha tenido que levantar la cabeza desde el fondo del abismo para gritar; fue escuchado, sacado del pozo de la miseria y del lodazal fangoso. Ya tiene la fe que antes no tenía; tiene la esperanza, de la que carecía; ya camina con Cristo el que con el diablo andaba errante. Por eso dice: Afianzó mis pies sobre roca y enderezó mis pasos. La roca era Cristo12. Estemos siempre sobre roca, estén orientados nuestros pasos; y además es necesario que caminemos, para llegar a algo. El apóstol Pablo, puesto ya sobre la roca, orientados ya sus pasos, ¿qué decía? No es que ya haya recibido el premio, o que ya sea perfecto; yo, hermanos, no creo haberlo conseguido. Entonces, ¿qué se te ha concedido, si todavía no lo has conseguido? ¿Cómo es que das gracias, cuando dices: Pero he obtenido misericordia?13 Porque sus pasos están enderezados, porque ya camina sobre roca. Una sola cosa me interesa: olvidarme de lo que queda atrás. ¿Qué es lo que queda atrás? El pozo de la miseria. ¿Qué hay detrás? El cenagal fangoso, las apetencias carnales, las tinieblas de la iniquidad. Olvidándome de lo que queda atrás, me he lanzado a lo que está por delante. No diría que se lanzó si ya hubiera llegado. El deseo lanza el alma hacia una cosa anhelada, no es la alegría de lo ya conseguido. Lanzándome, dice, hacia lo que está por delante, voy hacia la palma de la suprema vocación de Dios en Cristo Jesús14. Corría, iba en pos de la palma 5. Y en otro pasaje, ya próximo a la palma, dice: He concluido mi carrera. Así pues, cuando decía: Voy hacia la palma de la suprema vocación, como ya sus pies estaban encaminados sobre la roca, caminaba por el buen camino; tenía de qué dar gracias a Dios, tenía cosas que pedir, dando gracias por las recibidas, y pidiendo las que se le debían. ¿Por qué cosas recibidas? Por el perdón de los pecados, por la iluminación de la fe, por la fortaleza de la esperanza, por la llama de la caridad. ¿Y cómo es que todavía el Señor se le mantenía deudor? Por lo demás, dice, me aguarda la corona de la justicia. Luego todavía se me debe algo. ¿Qué es? La corona de la justicia, que me ha de entregar el Señor en el día aquel como justo juez15. Primero fue un padre benévolo, para sacarlo del pozo de la miseria, para remitirle los pecados, para librarlo del lodazal fangoso; y luego un juez justo, que da lo prometido al que va por buen camino, concediéndole ya antes el ir por el camino recto. El justo juez lo concederá; ¿pero a quiénes? El que persevere hasta el fin, este se salvará16.
4. [v.4] Me puso en la boca un cántico nuevo. ¿Qué cántico nuevo? Un himno a nuestro Dios. Quizás cantabas himnos a dioses extranjeros, himnos viejos. Los cantaba el hombre viejo, no el nuevo; que el hombre se haga nuevo y recite un cántico nuevo; que el renovado ame las cosas nuevas que lo han renovado. ¿Qué hay más antiguo que Dios, anterior a todo, que no tiene fin ni principio? Pero se hace nuevo por ti para que retornes, ya que alejándote te habías hecho viejo, y habías dicho: he envejecido entre todos mis enemigos17. Si recitamos un himno a nuestro Dios, el mismo himno nos libera. Invocaré con alabanzas al Señor, y me veré libre de mis enemigos18. El himno, en efecto, es un cántico de alabanza. Invoca alabando, no reprochando. Cuando invocas a Dios para que aplaste a tu enemigo, cuando quieres gozarte del mal ajeno, y para eso invocas a Dios, lo haces cómplice de tu maldad. Y si lo haces partícipe de la maldad, no lo invocas alabando, sino reprochando. Rebajas a Dios a tu misma altura. Por eso se te dice en otro lugar: Esto hiciste y me callé; has creído maliciosamente que soy como tú19. Así que invoca a Dios con alabanza; no vayas a creer que se parece a ti, y así puedas hacerte tú semejante a él. Sed perfectos como vuestro Padre, que hace salir el sol sobre buenos y malos, y derrama la lluvia sobre justos e injustos20. Que sea tu alabanza al Señor sin desear el mal a tus enemigos. ¿Y cuánto bien —dirás— les he de desear a ellos? Lo mismo que a ti. No van a recibir nada de ti para ser buenos, ni lo que a ellos se les ha de dar va a ser en mengua tuya. Tu enemigo es enemigo por ser malo; al hacerse bueno será ya tu amigo y tu compañero; y será tu hermano, para que junto con él puedas poseer lo que amabas. Por lo tanto, invoca con alabanza, canta un himno a tu Dios. El sacrificio de alabanza, dice, es el que me honra. ¿Y qué? ¿Tendrá Dios más gloria porque tú lo glorificas? ¿O le aumentamos la gloria a Dios, cuando le decimos: Te glorifico, Dios mío? Cuando él nos bendice, sí nos hace más santos, más felices; cuando él nos glorifica, nos hace más gloriosos, nos hace más honorables. Pero cuando nosotros le glorificamos, nos beneficia a nosotros, no a él. ¿Y cómo lo glorificamos a él? Proclamándolo, no haciéndolo glorioso. ¿Qué es lo que dice a continuación de El sacrificio de alabanza es el que me honra? Para que no pienses que le das algo a Dios ofreciéndole un sacrificio de alabanza, continúa: Ese es el camino donde le mostraré mi salvación. Ya ves cómo el alabar a Dios te aprovecha a ti, no a él21. ¿Alabas a Dios? Andas por el camino. ¿Reprochas a Dios? Perdiste el camino.
5. Me puso en la boca un cántico nuevo, un himno a nuestro Dios. Tal vez alguien pregunte quién es el que habla en este salmo. Lo diré brevemente: es Cristo. Pero como ya sabéis, hermanos, y lo debemos repetir con frecuencia, Cristo a veces habla en su propia persona, es decir, como cabeza nuestra. Él es el Salvador del cuerpo, nuestra cabeza, el Hijo de Dios, nacido de la Virgen, que padeció por nosotros, resucitando al tercer día para nuestra justificación, que se sentó a la derecha del Padre para interceder por nosotros, y que retribuirá en el juicio todo lo bueno a los buenos y lo malo a los malos. Es nuestra cabeza, se ha dignado ser la cabeza del cuerpo, tomando la carne de nosotros, en la que había de morir por nosotros; y en ella resucitó por nosotros, para darnos ejemplo de resurrección en esa misma carne, para que aprendamos a esperar lo que no esperábamos, y teniendo los pies en la roca, caminásemos en Cristo. Así que unas veces habla como cabeza nuestra, y otras en nuestro nombre, como sus miembros que somos. Cuando dijo: Tuve hambre y me disteis de comer22, hablaba en nombre de sus miembros, no de sí mismo. Y cuando dijo: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?23, clamaba la cabeza por los miembros; no dijo: ¿Por qué persigues a mis miembros, sino: Por qué me persigues? Si él padece en nosotros, también nosotros seremos en él coronados. Así es el amor de Cristo. ¿Qué se le puede comparar? Pone en nuestra boca el himno de esta maravilla, y lo dice él personificando a sus miembros.
6. Lo verán los justos y temerán, y esperarán en el Señor. Lo verán los justos. ¿Qué justos? Los fieles; porque el justo vive de la fe24. En la Iglesia hay este orden: unos preceden y otros les siguen; los que preceden sirven de ejemplo a los que les siguen; y estos imitan a los que les preceden. Pero y aquellos que se muestran como ejemplo para los que les siguen, ¿no siguen a nadie? Si a nadie siguen, están en un error. Sí, también ellos siguen a alguien: a Cristo. Aquellos que sean perfectos en la Iglesia, y que no les quede nadie a quien imitar, puesto que los han aventajado a todos, a estos les queda todavía el mismo Cristo, a quien deben seguir hasta el fin. Os dais cuenta de que hay un orden gradual por las palabras de Pablo apóstol: Sed imitadores míos, como yo lo soy de Cristo25. Por lo tanto, aquellos que ya caminan acertadamente sobre la roca, deberán ser un modelo para los fieles: Sé modelo, le dice a Timoteo, para los fieles26. Ya esos fieles son justos porque se fijan en los que les llevan la delantera en el bien y los siguen imitándolos. ¿Cómo los siguen? Lo verán los justos y tendrán temor. Lo verán y tendrán miedo de seguir los malos caminos, cuando están viendo a los que han elegido los buenos caminos. Y se dicen para sus adentros, como suelen hacer los caminantes, inseguros todavía de cuál es el camino, y sin saber por dónde ir, al ver a otros que caminan por la ruta con seguridad, se dicen a sí mismos: Con razón ellos siguen este camino, puesto que desean ir por el mismo que nosotros. ¿Y por qué caminan ellos por aquí con tanta confianza, sino porque el ir por otros caminos es peligroso? De ahí que Lo verán los justos y tendrán temor. Este camino lo ven angosto, y ven por otro lado un camino más ancho; este lo ven pocos, aquel muchos27. Si eres justo, ponte a pesar, no a contar; trae una balanza fiel, no falsa, porque te has llamado justo: Lo verán los justos y tendrán temor. Esto se dice por ti. No te pongas a contar la multitud de los que caminan por los caminos anchos, que mañana llenarán el circo, celebrando con gritos la fundación de la ciudad y deshonrándola con su mala conducta. No, no te fijes en esos. Son muchos, ¿quién los podrá contar? En cambio, son pocos los que van por el camino estrecho. Trae, repito, una balanza y ponte a pesar: mira cuánta paja levantas con pocos granos. Que hagan esto los fieles que siguen el camino. ¿Y qué hemos de decir a los que van delante? Que no se ensoberbezcan, no se den pompa, no defrauden a los que les siguen. ¿Cómo pueden defraudar a sus seguidores? Prometiéndoles la salvación por sí mismos. ¿Y qué deberán hacer los que les siguen? Lo verán los justos y temerán, y esperarán en el Señor, no en los que les preceden, sino que mirándolos les siguen y los imitan, pero como saben de quién han recibido ellos el ir delante, también ellos esperan en él. Y aunque sean sus imitadores, su esperanza la ponen en aquel de quien también ellos han recibido lo que son. Lo verán los justos y temerán, y esperarán en el Señor. Lo mismo se dice en otro salmo: He levantado mis ojos a los montes. Por montes entendemos los varones espirituales ilustres y excelsos de la Iglesia, excelsos por su solidez, no por su hinchazón. Por ellos nos ha sido transmitida toda la Escritura; son los profetas, los evangelistas, los doctores, hombres de bien; es allí hacia donde Levanté mis ojos a los montes, de donde me vendrá el auxilio. Y para no creer humano ese auxilio, continúa diciendo: El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra28. Lo verán los justos y temerán, y esperarán en el Señor.
7. [v.5] ¡Ánimo pues, los que quieren esperar en el Señor, los que ven y tienen temor! Que teman caminar por los malos caminos, por los caminos anchos; que elijan el camino estrecho, en el que ya se han enderezado sobre la roca los pasos de algunos; que escuchen ahora lo que deben hacer. Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el nombre del Señor y no le ha hecho caso a las cosas vanas y a las locuras engañosas. Por aquí es por donde querías ir, esta es la caterva que va por el camino ancho; con razón él es el que conduce al anfiteatro, con razón él es el que conduce a la muerte. El camino ancho es mortal; su anchura deleita momentáneamente, pero su final es eternamente angosto. Las turbas se alborotan, se apresuran, se alborozan, se reúnen. No las imites, no te desvíes; se trata de vanidades, se trata de locuras engañosas. El Señor tu Dios sea tu esperanza; nada esperes fuera del Señor tu Dios, sino que sea sólo él tu esperanza. Muchos de Dios esperan dinero, muchos de él esperan honores caducos y perecederos, cualquier cosa esperan de Dios fuera del mismo Dios. Tú en cambio busca al mismo Dios; más aún, desprécialo todo y vete hacia él; dejándolo todo en el olvido, acuérdate de él; déjalo todo atrás y dirígete hacia él. Él corrige al descarriado, él guía al que camina rectamente, él conduce hasta el final; sea, pues, tu esperanza él, que es quien guía y conduce hasta el final. ¿Adónde lleva, y adónde desemboca la terrena avaricia? Buscabas haciendas, ansiabas ser dueño de la tierra, echabas a los vecinos; pero si los excluías a ellos, estabas ávido de otros vecinos; y tanto ensanchabas tu avaricia, que no paraste hasta llegar el mar; llegaste al mar, y tu avidez quiso las islas; Y una vez dueño de la tierra, pretendes tomar el cielo. Abandona todos estos amores; es mucho más hermoso el que hizo el cielo y la tierra.
8. Dichoso el hombre que ha puesto su esperanza en el Señor y no ha mirado las cosas vanas y a las locuras engañosas. ¿Por qué son engañosas estas locuras? La locura es engañosa, la salud es veraz. ¿Te parece bueno lo que ves? Te engañas, no estás sano, una alta fiebre te ha enloquecido; no es verdad lo que amas. ¿Elogias al auriga, le animas con gritos, te enloqueces por el auriga? Es una banalidad, es una engañosa locura. —No hay, dice, nada mejor, nada más divertido. ¿Qué le haré al que está con fiebre? Si hay en vosotros misericordia, rogad por ellos. El mismo médico, frecuentemente, cuando ya no tiene esperanza, se vuelve a los de casa, que con lágrimas le rodean, y están pendientes de oír su palabra sobre el diagnóstico del enfermo en peligro; el médico, no sabe qué hacer, no ve nada positivo que poder prometer, y teme declarar el mal, para no asustar. Entonces se le ocurre una prudente respuesta: El buen Dios lo puede todo, orad por él. ¿A quién de estos locos lograría yo convencer? ¿Quién me escuchará? ¿Quién de ellos no nos llamará desgraciados? Como no participamos de sus locuras, piensan que hemos perdido la ocasión de disfrutar intensos y numerosos placeres, en los que ellos llegan a enloquecerse; pero no llegan a ver que son engañosos. Cuando le doy un huevo lo rechaza, y si le ofrezco el cáliz de la salvación se siente ofendido. ¿Y cómo podré restablecerlo, cuando lo encuentre? Para que no perezca de desnutrición y no se quede enfermo, le exhorto a que se recupere; él levanta los puños y quiere ensañarse con el médico. Pues, aunque se ponga a golpear, ámesele; y aunque insulte, no se le abandone; recuperará el sentido y dará gracias. Cuántos se conocen aquí, se ven mutuamente y hablan de sí mismos en la Iglesia de Dios; en el seno de la santa Iglesia se preocupan de sus esfuerzos, que son buenos, por la palabra de Dios, por sus obligaciones y servicios en la caridad, por visitar frecuentemente la grey de Cristo, que no se separe de la Iglesia, en fin, se ven y hablan mutuamente de sí mismos. ¿Y quién es este aficionado a las carreras de circo? ¿Quién es el amante y aclamador de aquel cazador circense, de aquel histrión? Este habla de otro, y aquel de sí mismo. Sin duda que se dan estas cosas, y sin duda que nos alegramos de tales personas. Y si de ellos nos alegramos, no desesperemos de ellos. Oremos por ellos, hermanos carísimos; el número de santos va creciendo por el número de los que antes eran impíos. Y no le ha hecho caso a las cosas vanas y a las locuras engañosas. Aquel venció, montó tal caballo, se proclama vencedor, ¿aspira a ser divino? Pretende la divinidad, perdiendo la fuente de la divinidad; cuantas veces se proclama, tantas veces se engaña. ¿Por qué? porque las locuras son engañosas. ¿Por qué a veces se cumple lo que dicen? Para seducir a los locos, y amando en eso una aparente verdad, caigan en la trampa de la mentira. Que se vayan lejos, que los abandonen, que se los elimine. Si eran miembros nuestros, sean amputados: Mortificad, dice el Apóstol, a vuestros miembros terrenos29. Que nuestra esperanza sea nuestro Dios. El que lo creó todo, es mejor que todas las cosas; el que hizo las cosas bellas, es más bello que todas ellas; el que hizo las fuerzas, es el más fuerte; el que las grandes, es el mayor; todo lo que ames, lo será él para ti. Aprende a amar al Creador en la criatura, en la obra a su artífice, no seas prisionero de lo que él ha hecho, y pierdas a aquel que te ha creado a ti mismo. Por eso: Dichoso el hombre que ha puesto su esperanza en el nombre del Señor, y no le ha hecho caso a las cosas vanas y a las locuras engañosas.
9. [v.6] Tal vez alguno que haya quedado impactado por este versículo y quisiera corregirse, y a quien ha sobrecogido el temor aquel de la justicia de la fe, y queriendo comenzar a caminar por el sendero estrecho, tal vez, repito, nos quiera decir: No voy a perseverar en el camino, si no puedo asistir a ningún espectáculo. ¿Qué hacer, hermanos? ¿Lo vamos a dejar sin que asista a ninguno? Morirá, no aguantará, no nos seguirá. ¿Qué hacer entonces? Ofrezcámosle otra clase de espectáculos. ¿Y qué espectáculos le vamos a ofrecer a un cristiano, a quien queremos liberar de esa clase de espectáculos? Doy gracias al Señor Dios nuestro: el siguiente versículo del salmo nos muestra qué espectáculos debemos presentar y ofrecer a los ansiosos espectadores. Y suponiendo que se haya alejado del circo, del teatro, del anfiteatro, y busque algo que ver, y lo busque de verdad, no lo vamos a dejar sin espectáculos. ¿Qué le vamos a ofrecer a cambio de los otros? Escucha lo que sigue: Muchas son las maravillas que tú has realizado, Señor Dios mío. Si se fijaba en lo admirable de los hombres, que contemple las maravillas de Dios. Son muchas las maravillas que ha hecho Dios: que dirija hacia ellas su mirada. ¿Por qué han perdido su encanto para él? Ensalza al auriga que domina cuatro caballos, que corren impecables y sin tropiezo; ¿acaso no ha hecho Dios milagros así en el orden espiritual? Domine la lujuria, domine la pereza, domine la injusticia, domine la imprudencia, que gobierne y someta a sí mismo todos estos movimientos que, al ser muy resbaladizos, originan tales vicios; que sostenga las riendas y no irá descarriado; que conduzca en la dirección que quiere, y no será arrastrado adonde no quiere. Ensalzaba al auriga, y como un auriga será ensalzado; gritaba para que el auriga fuese revestido con el manto del triunfo, y él será revestido de inmortalidad. He aquí los premios, he aquí los espectáculos cuyo empresario Dios. Desde el cielo clama: Os estoy esperando; luchad, que os ayudaré; venced, que yo os coronaré. Muchas son las maravillas que tú has realizado, Señor Dios mío; y en tus designios nadie hay semejante a ti. Ahora mira al histrión. Aprendió el hombre con gran esfuerzo a caminar sobre la cuerda, y su equilibrio te tiene a ti en suspenso. Fíjate en el empresario de los mayores espectáculos. Este aprendió a andar sobre una cuerda, ¿pero acaso logró caminar sobre el mar? Olvídate de tu teatro, y mira a nuestro Pedro, que no fue un funámbulo, sino, por así decir, un mariámbulo. Camina también tú no sobre aquellas aguas en las que Pedro caminó, con algún significado, sino sobre otras aguas, ya que este mundo es un mar. En él hay amarguras perjudiciales, está el oleaje de las tribulaciones, las tempestades de las tentaciones; tiene en su seno hombres como peces, que se alegran del mal que hacen, y como que se devorasen entre sí; camina por aquí, pisa este mar. Quieres asistir a un espectáculo: sé tú mismo el espectáculo. No te desanimes, mira al que va delante de ti, que te dice: Hemos sido hechos espectáculo para este mundo, de los ángeles y de los hombres30. Pisa el mar, para no hundirte en él. No irías por él, no lo pisarías, si no te lo hubiera ordenado el que caminó primero sobre el mar. Por eso dijo Pedro: Si eres tú, mándame ir a ti sobre las aguas. Y como sí era él, escuchó su petición, le cumplió su deseo, lo llamó para que caminase, lo levantó cuando se hundía31. Estas maravillas hizo el Señor: fíjate en ellas; el ojo del espectador debe ser la fe. Y haz tú lo mismo, porque aunque soplen los vientos, aunque bramen las olas, y tu humana fragilidad te haga tambalear por alguna duda sobre tu salvación, tienes a quién gritar y decirle: ¡Señor, que me hundo! No te va a dejar que perezcas, habiéndote mandado él caminar. Pero como ya caminas sobre la roca, ni siquiera en el mar debes temer; y si estás fuera de la roca, te hundirás en el mar, porque hay que caminar sobre la roca que no se ha sumergido en el mar.
10. Contempla las maravillas de Dios. Anuncié y hablé, se multiplicaron sobre todo número. Hay un número, y hay lo que supera el número. El número es fijo, pertenece a la Jerusalén celestial. El Señor conoce a los suyos32, los cristianos que tienen temor de Dios, los cristianos fieles, los cristianos que observan los mandamientos, que caminan por las sendas de Dios, que se abstienen de pecar, y si caen lo confiesan; estos pertenecen al número. ¿Pero son ellos solos? Los hay también que superan el número. Y aunque ahora sean pocos, en comparación con la muchedumbre de las grandes aglomeraciones, qué grandes multitudes llenan las iglesias, se apiñan dentro de sus paredes, se empujan apretándose mutuamente, hasta casi ahogarse por el gentío. Pues bien, de entre estos mismos, si hay espectáculos, se van al anfiteatro; estos superan el número. Pero precisamente digo estas cosas para que estén dentro del número; y porque no están presentes, no me escuchan a mí; pero al salir, que lo oigan de vosotros. Lo anuncié, dice el salmo, lo hablé. Cristo es el que habla; lo anunció él mismo como cabeza nuestra, lo anunció por sus miembros, él envió mensajeros, envió a sus apóstoles: A toda la tierra alanza su pregón, y hasta los confines del orbe sus palabras33. Son muchos los fieles que se aglomeran, mucho el gentío que concurre: de ellos un buen número están convertidos de verdad, y otros muchos falsamente convertidos; todavía menos son los convertidos de verdad, muchos los falsamente convertidos, porque superan todo número.
11. [v.7] Anuncié y hablé, se multiplicaron sobre todo número. No has querido sacrificio ni ofrenda. Estas son las maravillas de Dios, estos sus designios, a los que nadie se le puede comparar; para que así aquel espectador sea apartado de la curiosidad de los espectáculos, y con nosotros vaya en busca de estas cosas mejores, más fructuosas, y se llene de gozo una vez encontradas; y su alegría llegará a no temer que sea vencido aquel a quien ama; porque él aprecia al auriga, y cuando pierde, debe soportar insultos. En cambio, cuando el auriga triunfa, el auriga es vestido con el manto de triunfo 1. ¿Lo es acaso el pobre hombre que lo aclama? El vencedor es quien recibe el manto, y cuando es vencido, debe el otro soportar por su causa los insultos. ¿Por qué razón has de soportar vejaciones por causa de quien no compartes el manto? En esto hay diferencia en nuestros espectáculos. Así se expresó el apóstol Pablo, refiriéndose a aquel estadio y a aquel espectáculo: Todos corren, pero uno solo recibe el premio. El resto de los vencidos se retiran34. Y no obstante han perseverado en la carrera; pero recibido el premio por uno solo, los demás, que se han esforzado lo mismo, se quedan sin nada. No ocurre aquí lo mismo. Que todos los corredores perseveren en la carrera, porque todos recibirán; y el que llegó antes, espera al último para ser coronado con él. Esta competición la organiza el amor, no la ambición; todos los que corren se aman mutuamente, y el amor mismo es la carrera.
12. No has querido sacrificio ni ofrenda, le dice a Dios el salmo. Los antiguos, cuando todavía se preanunciaba figurativamente el verdadero sacrificio, que conocen los fieles, celebraban en imagen las realidades futuras. Muchos lo sabían, pero la mayoría lo ignoraban. Los profetas y los santos patriarcas sí sabían lo que celebraban; pero el resto de la multitud inicua era tan carnal, que con aquellas celebraciones se significaban las realidades que habían de venir. Y por fin llegó, siendo abrogado aquel primer sacrificio, suprimidos los holocaustos de carneros, machos cabríos, de terneros y demás víctimas. Dios no los quiso. ¿Por qué no los quiso? ¿Y por qué anteriormente sí los quiso? Porque todos ellos eran como palabras de quien promete, y las promesas, cuando llega lo prometido, ya no se pronuncian. Uno es promitente mientras no ha dado lo prometido; cuando ya lo dio, cambia sus palabras. Ya no dice «daré», como decía antes de dar, sino que dice «he dado»; la palabra es distinta. ¿Por qué esta palabra le pareció bien al principio, y luego la cambió? Porque era el tiempo adecuado del verbo, y según el tiempo así le pareció bien. Cuando se hacía la promesa, se hablaba en esos términos; pero cuando ya se dio lo prometido, se suprimieron las palabras de promesa, y se usaron las realizadas. Por eso mismo los antiguos sacrificios, como palabras de promesa que eran, fueron abolidas. ¿Y cuál es la expresión de lo realizado? El Cuerpo que ya conocéis, aunque no todos lo conocéis; ojalá que todos los que lo conocéis, no lo hayáis conocido para vuestra condena. Ved por qué razón se dijo: Cristo, efectivamente, es el Señor nuestro, que a veces habla en nombre de sus miembros, y otras veces habla en nombre propio. No has querido, dice, sacrificio ni ofrenda. ¿Qué decir, pues: que nosotros hemos quedado en este tiempo sin sacrificio? De ningún modo. Me has preparado un cuerpo. Por tanto rechazaste aquellos para cumplir este; aquellos los aceptaste antes de que este tuviese cumplimiento. El cumplimiento de lo prometido anuló las palabras de promesa. Pues si todavía hay promesas, está sin cumplir lo prometido. Este sacrificio se prometía con algunos signos; se anularon los signos de promesa, porque se hizo presente la verdad prometida. Pertenecemos a este cuerpo, de él participamos, sabemos lo que recibimos; y los que aún no lo conocéis, lo llegaréis a conocer, y cuando ya lo conozcáis, Dios no quiera que lo recibáis para vuestra condena. Porque el que lo come y bebe indignamente, come y bebe su propia condena35. Para nosotros ha sido hecho perfecto este cuerpo; hagámonos perfectos en el cuerpo.
13. [v.8] No has querido sacrificio ni ofrenda, pero me has preparado un cuerpo. No has exigido holocaustos por el pecado; entonces yo dije: Heme aquí. ¿Habrá que explicar: No has querido sacrificio ni ofrenda, pero me has preparado un cuerpo? No has exigido holocaustos por el pecado, holocaustos que antes sí exigía. Entonces dije: Heme aquí. Es tiempo de que llegue lo prometido, puesto que se anula lo que era promesa. Fijaos, hermanos míos, en que lo primero fue anulado y lo segundo cumplido. Que los judíos me traigan ahora un sacerdote. ¿Dónde están los sacrificios que hacían? Sin duda que han desaparecido, sin duda que ahora ya han sido suprimidos. ¿Rechazaremos los sacrificios de entonces? Los reprobaríamos si se ofrecieran ahora; si ahora quisieras hacerlos, sería algo intempestivo, inoportuno, incongruente. Sigues todavía prometiendo, pero ya lo he recibido. Les quedó a los judíos algo que celebrar, para no verse privados de todo signo. Caín, el hermano mayor, que asesinó al menor, recibió un signo, para evitar que nadie le matase, como leemos en el Génesis: Dios le puso a Caín una señal, para que nadie lo matase. Por esto mismo sobrevive la raza judía. Todos los pueblos sometidos a la autoridad romana, aceptaron el derecho romano, y participaron de sus supersticiones; después por la gracia de nuestro Señor Jesucristo, han comenzado a separarse; en cambio los judíos han continuado con su propio signo, con el de la circuncisión, con el de los ácimos; Caín no ha sido matado, no lo ha sido, tiene su propio signo. Lo ha maldecido la tierra, que abrió sus fauces para recibir la sangre de su hermano, vertida por sus propias manos. Él derramó la sangre, no la recibió; es maldito por la misma tierra que abrió su boca y la recibió; y la misma tierra que recibió en sus fauces la sangre, es la Iglesia. Por ella, pues, es él maldito. Y esa sangre está clamando a mí desde la tierra. De esta tierra dijo el Señor: El clamor de la sangre de tu hermano llega hasta mí desde la tierra36. Está clamando, dice, a mí desde la tierra. Clama al Señor; pero es sordo el que derrama sangre, porque no la bebe. Así son ellos, como Caín con su señal. Los sacrificios que allí se realizaban han sido abolidos; y lo que les quedaba del signo de Caín ya se ha cumplido, y ellos lo ignoran. Sacrifican el cordero, comen los panes ácimos: Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado. Si yo reconozco el Cordero sacrificado, es porque Cristo ha sido inmolado. ¿Y qué decir de los ácimos? Así pues, dice Pablo, celebremos la fiesta, pero no con la vieja levadura, ni con la levadura de la maldad y de la perversidad (nos dice qué es lo viejo, es la harina vieja que se ha agriado), sino con los ácimos de la sinceridad y de la verdad37. Se han quedado en la oscuridad, no pueden soportar el sol de la gloria. Nosotros, en cambio, estamos ya en la luz, tenemos el cuerpo de Cristo, tenemos la sangre de Cristo. Si tenemos una nueva vida, cantemos un cántico nuevo, un himno a nuestro Dios. No has querido sacrificio ni ofrenda, pero me has preparado un cuerpo. No has exigido holocaustos por el pecado; entonces yo dije: Heme aquí.
14. [v.9] En el principio del libro está escrito de mí que cumpla tu voluntad. Dios mío, lo quiero y tu ley está en el centro de mi corazón. Ya veis cómo se fija en los miembros, ya veis cómo él ha cumplido la voluntad del Padre. ¿Pero al principio de qué libro se escribe sobre él? Quizá en el principio de este libro de los salmos. ¿Para qué ir más lejos, o andar indagando otros libros? En el principio de este salterio está escrito: Dichoso el hombre que no ha tomado parte en la reunión de los impíos, ni se detiene en la senda de los pecadores, ni se sienta en la cátedra de pestilencia, sino que su voluntad es la ley del Señor. Es decir: Dios mío, lo quiero y tu ley está en el centro de mi corazón; o sea: Y en su ley medita día y noche38.
15. [v.10] He proclamado rectamente tu justicia ante la gran Iglesia. Se dirige a sus miembros, les exhorta a que hagan lo mismo que él hizo. Proclamó él, proclamemos nosotros; padeció él, padezcamos con él; fue glorificado, lo seremos con él nosotros. He proclamado tu justicia ante la gran Iglesia. ¿Cuán grande es? Como todo el orbe. ¿Cuán grande es? Está en todas las naciones. ¿Por qué en todas las naciones? Porque es descendiente de Abrahán, en quien serán benditas todas las naciones39. ¿Por qué en todos los pueblos? Porque a toda la tierra alcanza su pregón40. En la gran Iglesia. No cerraré mis labios, Señor, tú lo sabes. Mis labios hablan, no les voy a impedir que hablen. Mis labios hablan a los oídos de los hombres, pero tú conoces mi corazón. No cerraré mis labios, tú lo sabes. Una cosa oye el hombre, y otra conoce Dios. No sea que la proclamación sea solamente de labios para fuera, y se tenga que decir de nosotros: Haced lo que os dicen, pero no hagáis lo que hacen41; o al mismo pueblo, que alaba a Dios con los labios, no con el corazón, haya que decirle: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí42. Habla tú con los labios y acércate con el corazón. Pues con el corazón se cree para conseguir la justificación, y con la boca se confiesa para conseguir la salvación43. Así sucedió con aquel ladrón, colgado de la cruz junto al Señor, que reconoció al Señor en la cruz. Los otros no lo reconocieron cuando hacía milagros, y este lo reconoció pendiente de la cruz. Estaba pegado a la cruz con todos sus miembros; sus manos estaban clavadas, y sus pies taladrados, todo su cuerpo estaba adherido al madero; aquel cuerpo no podía mover los demás miembros, pero sí estaban libres la lengua y el corazón: creyó con el corazón, y confesó con su boca. Acuérdate de mí, Señor, decía, cuando llegues a tu reino. Él esperaba que su salvación llegaría tarde, y se contentaba con recibirla después de mucho tiempo; la esperaba para después de un largo período, pero el día no se hizo esperar. Dijo: Acuérdate de mí cuando llegues a tu reino. Y Jesús le respondió: Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso44. El paraíso tiene árboles de felicidad: hoy estás conmigo en el árbol de la cruz, y también conmigo hoy en el árbol de la salvación.
16. No les prohibiré a mis labios, Señor, tú lo sabes. No vaya a suceder que crea con el corazón, y luego por temor les prohíba a sus labios anunciar lo que ha creído. De hecho, hay cristianos que tienen la fe en su corazón, pero al estar en medio de paganos mordaces, mal educados, soeces, infieles, impertinentes, burlones, en cuanto comienzan a ser hostigados por ser cristianos, tienen, sí, la fe en su corazón, pero temen confesarla con los labios, y les impiden que expresen lo que saben, que expresen lo que llevan dentro. Y es a estos a los que reprende el Señor: El que se avergüence de mí ante los hombres, también yo me avergonzaré de él ante mi Padre45, es decir, no lo reconoceré; puesto que se avergonzó de confesarme ante los hombres, yo tampoco lo confesaré ante mi Padre. Que digan, pues, los labios lo que contiene el corazón; esto va en contra del temor. Y que el corazón tenga también lo que dicen los labios; esto va en contra de la simulación. Porque a veces hay temor, y no te atreves a decir lo que sabes, lo que crees; y otras veces hay simulación: hablas, pero no lo llevas en el corazón. Que tus labios concuerden con tu corazón. Buscas la paz que viene de Dios: estate en paz contigo mismo; que no haya desavenencia entre tu boca y tu corazón. No les prohibiré a mis labios, Señor, tú lo sabes. ¿Cómo lo conoce él? ¿Y qué es lo que el Señor conoce? Dentro, en el corazón, donde no llega a ver el hombre, el cual por eso dice: Creo. Ya posee el corazón, ya tiene Dios donde ver; no le ponga obstáculo a sus labios. No se lo pone. ¿Y qué dice? Y por eso he hablado. Y porque ha hablado lo que creyó, buscando cómo pagarle al Señor por todo el bien que le ha hecho, añade: Tomaré el cáliz de la salvación, e invocaré el nombre del Señor. No se asustó del Señor, que dijo: ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber?46 Confesando con los labios lo que tenía en su corazón, llegó hasta la pasión. Y llegado a la pasión, ¿qué daño le puede hacer el enemigo? Porque preciosa es a los ojos del Señor la muerte de sus justos47. Las muertes en las que los paganos se ensañaron, son hoy edificantes para nosotros. Celebramos el día natalicio de los mártires, y son los mártires para nosotros un ejemplo, contemplamos su fe, cómo fueron sorprendidos, cómo se intentó seducirlos, y cómo permanecieron firmes ante los jueces. En la Iglesia católica, sin ninguna simulación, hechos una misma cosa por el vínculo de la unidad, confesaron a Cristo; como miembros que eran del mismo cuerpo, su deseo fue seguir a la cabeza que les había precedido. ¿Pero quiénes lo desearon? Los pacientes en las torturas, los fieles en la confesión, los sinceros en sus palabras. Y como lanzaban saetas divinas a la boca de quienes los interrogaban, y los herían enfureciéndolos, a muchos los hirieron para su salvación. Todo esto es lo que nos proponemos nosotros, miramos esos ejemplos, y resolvemos imitarlos. Estos son los espectáculos cristianos, es esto lo que Dios ve desde arriba, a esto nos exhorta, a esto nos impulsa; para estos combates él propone premios y los otorga. No les prohibiré a mis labios. Procura no tener miedo, no cierres tus labios. Señor, tú lo sabes que esté en el corazón lo que hablan los labios.
17. [v.11] No he escondido en el corazón mi justicia. ¿Qué significa: mi justicia? Mi fe, porque el justo vive de la fe48. Por ejemplo, el perseguidor pregunta lo que a veces les estaba permitido en los tormentos: ¿Tú qué eres: pagano o cristiano? Cristiano, respondía. He ahí su justicia: creyó y vive de su fe. No escondió en el corazón su justicia. No dijo para sí: Claro que creo en Cristo, pero a este cruel y amenazante perseguidor no le voy a decir que he creído; Dios conoce que en el interior de mi corazón yo creo, bien sabe que no reniego de él. Esto es lo que dices tener en el interior de tu corazón; pero en los labios ¿qué? ¿No soy cristiano? Tus labios dan testimonio contra tu corazón. No he escondido en el corazón mi justicia.
18. He anunciado tu verdad y tu salvación. He anunciado a tu Cristo, o sea: He manifestado tu verdad y tu salvación. ¿Es Cristo la verdad? Yo soy la Verdad49. ¿Es también su salvación? Simeón en el templo reconoció al niño en las manos de su madre, y dijo: Porque mis ojos han visto tu salvación50. El anciano reconoció al infante, se hizo niño por el Niño, y se renovó por la fe. Había recibido una revelación, y esto fue lo que dijo; le había dicho el Señor que no dejaría esta vida sin ver antes la salvación de Dios. Es bueno manifestar a los hombres esta salvación de Dios. Pero que clamen: Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación51. Ahora bien, la salvación de Dios está dirigida a todos los pueblos; porque después de haber dicho en otro pasaje: Dios tenga piedad de nosotros y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros, para que conozcamos en la tierra tu camino, añadió: En todos los pueblos tu salvación. Primero dice: Para que conozcamos en la tierra tu camino, y luego añade: En todos los pueblos tu salvación52. Es como si se le dijese al hombre: ¿Cuál es el camino que deseas conocer? Los hombres van en busca del camino; ¿acaso el camino va buscando a los hombres? Sí, nuestro camino ha venido hacia los hombres, los encontró errantes, y llamó hacia sí a los que andaban descaminados. Caminad, dijo, por mí y no andaréis errados: Yo soy el camino, la verdad y la vida53. Para que no anduvieras diciendo: ¿Dónde está el camino de Dios? ¿A qué región debo dirigirme? ¿Qué monte tengo que escalar? ¿Qué llanuras debo buscar? ¿Buscas el camino de Dios? La salvación de Dios es su camino, y este lo encuentras por todas partes; porque a todos los pueblos llega tu salvación. He anunciado tu verdad y tu salvación.
19. No he ocultado tu misericordia y tu fidelidad ante la gran asamblea. Allí estamos, considerémonos también nosotros en ese cuerpo, no ocultemos la misericordia y la fidelidad del Señor. ¿Quieres conocer la misericordia del Señor? Apártate del pecado y él te perdonará los pecados. ¿Quieres conocer la fidelidad del Señor? Conserva la justicia y la justicia será coronada. Ahora se te predica la misericordia, después aparecerá su fidelidad. No es Dios misericordioso de manera que sea injusto; ni tampoco es tan justo que no sea misericordioso. ¿Te parece que es escasa para ti la misericordia de Dios? No te tendrá en cuenta todas tus culpas pasadas. Has vivido mal hasta ahora, sigues viviendo así todavía; comienza hoy a vivir bien, y no ocultarás su misericordia. Si es esta su misericordia, ¿cuál será su fidelidad? Se reunirán ante él todos los pueblos, y los separará como un pastor separa las ovejas de los cabritos; pondrá las ovejas a su derecha y los cabritos a su izquierda. ¿Qué dice a las ovejas? Venid, benditos de mi Padre, recibid el reino que os está preparado. ¿Y a los cabritos? Id al fuego eterno54. Allí no hay lugar a la penitencia. Por haber despreciado la misericordia de Dios, sentirás la verdad; pero si no has despreciado la misericordia, te gozarás en su fidelidad.
20. [v.12—13] Pero tú, Señor, no alejes de mí tus misericordias. Su mirada se vuelve hacia los miembros heridos. Porque no he ocultado tu misericordia y tu fidelidad ante la gran asamblea, ante la Iglesia que es una, extendida por todo el mundo. Mira a los miembros heridos, mira a los delincuentes y pecadores, y no apartes tus misericordias. Tu misericordia y tu fidelidad me han acogido siempre. No tendría valor para convertirme, si no estuviera seguro del perdón; no perseveraría, si no estuviera seguro de la promesa. Tu misericordia y tu fidelidad siempre me han acogido. Considero que eres bueno, considero que eres justo; amo al bueno y temo al justo. Amor y temor me guían; porque tu misericordia y tu fidelidad me han acogido siempre. ¿Por qué me acogen ellas, y no hay que separar de ellas la mirada? Porque me han cercado males sin número. ¿Quién enumerará los pecados, quién las maldades propias y ajenas? Bajo este peso gemía el que exclamaba: purifícame, Señor, de mis faltas ocultas, y de las ajenas perdona a tu siervo55. Por si fueran pocos nuestros pecados, nos echan encima los ajenos; temo por mí, temo por el hermano bueno, y tolero al malo. Y bajo este cúmulo ¿qué sería de nosotros, si cesara la misericordia de Dios? Pero tú, Señor, no te alejes; estate cerca. ¿De quién está cerca el Señor? de los contritos de corazón56. Lejos de los soberbios, cerca de los humildes. Porque el Señor es excelso y mira a los humildes. Y no piensen que van a pasar desapercibidos los soberbios, pues de lejos conoce el Señor al que se exalta57. Conocía de lejos al fariseo que se jactaba, y socorría de cerca al publicano que confesaba sus pecados58. El uno se jactaba de sus méritos y tapaba sus heridas; el otro no se jactaba de mérito alguno, sino que presentaba sus heridas. Al médico venía, se reconocía enfermo, sabía que necesitaba ser curado; no se atrevía a levantar los ojos al cielo, se golpeaba el pecho; no se perdonaba a sí mismo para ser perdonado por Dios; se reconocía pecador, para que él le absolviese; se castigaba a sí mismo, para ser liberado por él. Estas son las voces que aquí se oyen; escuchémoslas y amémoslas con piedad; digámoslas con el corazón, con la lengua, con todas nuestras entrañas. Que nadie se tenga por justo; el que habla está vivo; vive, ¡Y ojalá tenga vida! Todavía aquí sigue viviendo, todavía sigue viviendo al lado de la muerte; porque si el espíritu es vida por la justicia, el cuerpo está muerto por el pecado59. El cuerpo corruptible es lastre del alma, y la morada terrenal agobia la mente que piensa mucho60. Luego a ti te corresponde clamar, te corresponde gemir, te corresponde reconocer tus faltas; pero no exaltarte, no jactarte, no gloriarte de tus méritos; porque si tienes algo de qué alegrarte, ¿qué tienes que no hayas recibido?61 Porque me han cercado males sin número.
21. Me abruman mis iniquidades, hasta no poder ver. Hay algo que vemos; ¿y qué es lo que nos oprime hasta no permitirnos ver? ¿Acaso no es la maldad? Quizá lo que a tu ojo le impida ver la luz natural sea la molestia de una efusión lacrimal, o la irritación del humo o del polvo, algo que se le ha infiltrado; no podías dirigir a esta luz tu ojo herido. ¿Cómo vas a levantar hacia Dios tu corazón herido? ¿No habrá que sanarlo primero, para que puedas ver? ¿No te parece que es una soberbia el decir: Primero quiero ver, y luego creeré? ¿Quién habla así? ¿Uno que ha de ver dice: Tengo que ver para creer? Voy a mostrar la luz, mejor aún, la luz misma quiere mostrase. ¿A quién? a un ciego es imposible, no ve. ¿Por qué no ve? Porque su ojo está abrumado de tantos pecados. ¿Y qué dice? Me abruman mis iniquidades, hasta no poder ver. Desaparezcan, pues, las iniquidades, sean perdonados los pecados, retírese la pesadez de los ojos, sánese lo que está enfermo, aplíquese el precepto cauterizante como colirio. Haz primero lo que se te manda: sana el corazón, purifícalo, ama a tu enemigo62. ¿Y quién es el que ama a su enemigo? Esto es lo que manda el médico; amargo, pero saludable. ¿Qué te voy a hacer? le dice. Se te trata así, con dureza, para que te sanes. Y dice más: Al que está curado, esto no le resultará oneroso; cuando estés curado, amarás con placer al enemigo; tú esfuérzate para ser curado. En los sufrimientos, en las angustias, en las tentaciones sé fuerte, sé constante; estás en manos del médico, no de un ladrón. Te dice: Mira, si aceptas los mandamientos, si te mantienes en la fe, te sanaré primero, como tú deseas, el corazón, según dices: con el corazón sano y puro, ¿qué veré? Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios63. Porque tal como estoy —dice— no puedo. Me abruman mis iniquidades, hasta no poder ver.
22. Se han multiplicado más que los cabellos de mi cabeza. Menciona los cabellos de la cabeza refiriéndose a algo numeroso. ¿Quién puede contar los cabellos de su cabeza? Mucho menos sus pecados, que superan la cantidad de sus cabellos. Parecen pequeños, pero son muchos. Has evitado los grandes: ya no cometes adulterio, ya no incurres en homicidio, no robas lo ajeno, no blasfemas, no incurres en falso testimonio; estos son pecados gigantescos. De los graves ya te has librado. Y de los pequeños ¿qué haces? ¿No tienes temor de los pequeños? Derribaste la mole; ten cuidado, no seas sepultado por la arena. Se han multiplicado más que los cabellos de mi cabeza.
23. [v.13—14] Y mi corazón me ha abandonado. ¿Qué tiene de extraño el que tu corazón sea abandonado de Dios, cuando se ha abandonado a sí mismo? ¿Qué significa: Mi corazón me ha abandonado? Que no es capaz de conocerse a sí mismo. Es lo que ha dicho: Mi corazón me ha abandonado. Es decir: Quiero ver al Señor con mi corazón, y no soy capaz por la multitud de mis pecados; todavía esto es poco: ni siquiera mi corazón se comprende a sí mismo. Que nadie presuma de sí. ¿Es que acaso Pedro comprendía su corazón, cuando dijo: Te seguiré hasta la muerte?64 Había en su corazón una falsa presunción, en él se escondía un auténtico temor; no era capaz su corazón de conocerse a sí mismo. Estaba oculto el corazón enfermo, aunque sí lo conocía el médico. Se cumplió en él lo que se le había pronosticado. Dios conocía en él lo que él mismo desconocía de sí; y porque su corazón lo había abandonado, su corazón ocultaba a su corazón. Y mi corazón me ha abandonado. ¿Qué es, pues, lo que gritamos? ¿Qué decimos? Dígnate, Señor, librarme; como si dijera: Si quieres, puedes limpiarme65. Dígnate, Señor, librarme; mírame y ven en mi auxilio. Son miembros en estado de penitencia, miembros bajo el dolor, miembros que claman por las herramientas del médico, sí, pero que tienen esperanza. Señor, mírame, y ven en mi auxilio.
24. [v.15] Queden confundidos y avergonzados a una los que buscan mi vida para quitármela. En otro pasaje profiere una queja y dice: Miraba a mi derecha y veía cómo nadie se interesaba por mi vida66, es decir, no había nadie que me imitase. Es Cristo quien habla en su pasión: miraba a mi derecha, o sea, no a los impíos judíos, sino a su propia derecha, a los mismos Apóstoles: Y no había quien se preocupara por mi vida. Hasta tal punto nadie se interesara por mi vida, que el que había presumido de su valentía, terminó negándome67. Pero como uno se puede interesar por el hombre de dos maneras, a saber, para sacar provecho de él, o para perseguirlo, por eso aquí se refiere a los segundos, y quiere que sean confundidos y avergonzados los que buscan su vida. Pero para evitar que se pudiera entender como cuando se queja de algunos que no se interesan por su vida, dice explícitamente para quitármela, es decir, se interesan por ella para matarme. Y añade: Queden confundidos y avergonzados. Y realmente muchos se interesaron por su vida y quedaron confundidos y avergonzados; se interesaron por la vida de Cristo, y cuando les pareció bien, se la quitaron. Pero él tuvo la potestad para entregar su vida, y la potestad de recobrarla68. De ahí que ellos se alegraron cuando la entregó, y quedaron confundidos cuando la recuperó. Queden confundidos y avergonzados los que buscan mi vida para quitármela.
25. Que retrocedan y se avergüencen los que me desean males. Que retrocedan y se avergüencen. No entendamos esta frase en mal sentido. Les desea algo bueno: es la voz del que dijo en la cruz: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen69. ¿Y por qué les dice, entonces, que retrocedan? Porque los que antes eran soberbios y cayeron hacia atrás, se han vuelto humildes para que se levanten. Cuando están delante, pretenden preceder al Señor, quieren ser mejores que el Señor; en cambio, si están detrás, lo reconocen al él mejor, lo reconocen como el primero, y ellos se confiesan inferiores, y de esa forma les precede el Señor y ellos le siguen. Así le replicó el Señor a Pedro, cuando pretendió darle un consejo. En efecto, el Señor iba a padecer por nuestra salvación, y les hablaba de lo que iba a suceder en la pasión; entonces Pedro le dice: De ninguna manera, Señor; sé benévolo contigo, esto no va a sucederte. Pretendía preceder al Señor y aconsejarle al Maestro. Entonces el Señor, para impedirle que lo precediera, y obligarle a que lo siguiera, le dice: ¡Vete detrás, Satanás!70 Te llamo satanás porque quieres preceder al que debes seguir; si estuvieras detrás y lo siguieras, ya no serías satanás. ¿Y qué pasó? Sobre esta piedra yo edificaré mi Iglesia71.
26. [v.16—17] Que retrocedan y se avergüencen los que me desean males. Son malvados incluso cuando bendicen, mientras en su corazón están maldiciendo. Tú le dices a alguien: Sé cristiano. Y te responde: Sé cristiano tú. Ha dicho algo bueno, pero no se le tiene en cuenta lo que dijo, sino la intención con que lo dijo; como ocurrió con los judíos, cuando Jesús curó al ciego de nacimiento; ellos le atacaban y le urgían con insultos, y él les respondió: ¿Acaso también vosotros queréis haceros discípulos suyos? Y ellos lo cubrieron de maldiciones. Esto es lo que dice el evangelista: Discípulo suyo lo serás tú72. Ellos lo maldecían, pero Dios lo bendecía; hizo de él lo que le dijeron, pero a ellos les pagó con su propia maldición. Que retrocedan y se avergüencen los que me desean males. Pero hay otros nada buenos, que desean cosas buenas: hay que tener cuidado también con estos. Porque así como los otros maldicen, y usan lo que hay de bueno en nosotros, pero con mala intención, así los hay que pueden usar lo que hay de malo en nosotros, pero con buena intención. Me explico: si uno te dice: «Sé cristiano tú», te dice algo bueno, pero con mala intención; en cambio otro te puede decir: «Nadie hay mejor que tú», y se refiere a tus malas acciones, según dice un salmo: El pecador recibe elogios por los deseos de su alma, y es bendecido cuando realiza maldades73; dice tus cosas malas alabándolas. Así como aquel expresaba tu bondad maldiciendo, este otro dice tus males bendiciendo. Pero huye de ambas clases de enemigos, guárdate de unos y de otros. Uno se ensaña, el otro adula; ambos son malos: aquel es iracundo, este cínico en su alabanza; uno reprocha, el otro halaga; pero uno es enemigo en la reprensión, y el otro es cínico en su alabanza. Guárdate de ambos, ora contra ambos. El que así ora: Que retrocedan y se avergüencen los que me desean males, se refiere a otra clase de malévolo engañoso, que bendice falsamente: Que al instante queden confundidos los que me dicen: ¡Muy bien, muy bien! Su alabanza es falsa: Qué gran hombre, qué buen varón, eres un erudito, un docto, pero ¿por qué ser cristiano? Te alaban lo que no quieres que te alaben; te echan en cara lo que es tu alegría. Pero si quizá le replicas: ¿Oye, y por qué alabas en mí el que soy bueno y justo? Si piensas así, esto se lo debo a Cristo: alábalo a él. Pero te replica: De ninguna manera, no quiero injuriarte, eres tú quien te has hecho tal. Queden confundidos los que me dicen: ¡Muy bien, muy bien! ¿Y cómo sigue? Que se alegren y gocen todos los que te buscan, Señor. No me buscan a mí, sino a ti. No es a mí a quien dicen: ¡Qué bien, qué bien!, sino que ven cómo yo me glorío en ti, si es que tengo algo de gloria. Porque el que se gloría, que se gloríe en el Señor74. Que se alegren y gocen todos los que te buscan, Señor, y digan siempre: Engrandecido sea el Señor. Porque aunque un pecador se haga justo, da gloria al que justifica al impío75. Y si aún es pecador, sea alabado aquel que invita al perdón; y si ya va caminando por la senda de la justicia, sea ensalzado el que llama a la corona. Sea siempre engrandecido el Señor por quienes aman tu salvación.
27. [v.18] Pero yo, cuyo mal buscaban. Pero yo, cuya vida buscaban para quitármela... Pero vuélvete a otra clase de hombres. Pero yo, a quien decían: ¡Bien, bien!, soy un necesitado y un pobre. No hay en mí nada digno de alabanza. Que rasgue él mi saco y me cubra con su propia ropa 20. Porque ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí76. Si Cristo vive en ti, y todo lo que tienes de bueno es de Cristo, de Cristo será todo lo que has de tener; ¿tú qué eres por ti mismo? Yo soy un necesitado y un pobre. Y no soy rico porque no soy soberbio. Rico era aquel que decía: Te doy gracias, Señor, porque no soy como los demás hombres; en cambio el publicano era pobre, y decía: Sé compasivo conmigo, Señor, que soy un pecador77. El otro eructaba de su saciedad, este lloraba de hambre. Soy un necesitado y un pobre. ¿Y qué has de hacer, tú, necesitado y pobre? Mendiga a la puerta de Dios; llama y te abrirán. Pero yo soy un necesitado y un pobre; el Señor se cuidará de mí. Pon tu confianza en el Señor y espera en él, que él lo realizará78. ¿Por qué vas a cuidar de ti? ¿Por qué te has de afanar por ti mismo? Que te cuide el que te hizo. Quien te cuidó antes de que existieras, ¿cómo no va a cuidar de ti, cuando ya llegaste a ser lo que él quiso que fueras? Ya eres un fiel, ya caminas por la vía de la justicia. ¿No se va a preocupar de ti el que hace salir el sol sobre buenos y malos, y manda la lluvia sobre justos e injustos?79 ¿A ti, un justo que vive por la fe80, te va a desdeñar, te va a despreciar, te va a rechazar? Al contrario, te ampara, te ayuda, te da lo necesario, cercena lo que te perjudica. Con sus dones te anima a perseverar, con sus privaciones te corrige para que no perezcas, el Señor te cuida, estate seguro. Te va llevando el que te creó, no vayas a caer de las manos de tu artífice; si cayeras de las manos de tu Creador, te harías pedazos. La buena voluntad, sin embargo, hace que permanezcas en sus manos. Di: mi Dios lo ha querido, y él mismo te llevará y te sostendrá. Arrójate en él; no pienses que vas al vacío, como si te arrojaras al precipicio; no se te ocurra pensar algo así. Fue él quien dio: Yo lleno el cielo y la tierra81. Nunca te dejará; tú a él no lo dejes, ni te dejes a ti mismo. El Señor se cuida de mí.
28. Tú eres mi auxilio y mi protector; Dios mío, no tardes. Invoca, implora, teme desfallecer: No tardes. ¿Qué significa no tardes? Si aquellos días no se acortasen, ninguna carne se salvaría82, acabamos de leer, a propósito de los días de la tribulación. Como un solo hombre ruegan a Dios los miembros de Cristo, el cuerpo de Cristo, extendido por el mundo entero, como un mendigo, como un pobre. Porque también aquel pobre, aquel rico que se hizo pobre, del que dice el Apóstol: Siendo rico, se hizo pobre para, con su pobreza, enriqueceros a vosotros83, enriquece a los auténticos pobres, y empobrece a los falsos ricos. A él le grita: Te invoco desde los confines de la tierra, estando mi alma abatida84. Vendrán días de sufrimiento, de grandes sufrimientos; vendrán, sí, como lo dice la Escritura; y cuanto más se van acercando, más aumentan los sufrimientos. Que nadie se prometa lo que no promete el Evangelio. Os ruego, hermanos míos, que pongáis atención a nuestras Escrituras, a ver si en algo han defraudado, si han dicho una cosa y ha sucedido otra; necesariamente ha de suceder todo hasta el fin, tal como ellas lo han dicho. No nos prometen nuestras Escrituras en este mundo más que tribulaciones, dolores, angustias, sufrimientos cada vez mayores, muchas tentaciones. Preparémonos principalmente a todo esto, no vayamos a sucumbir por estar desapercibidos. Acabáis de oír: ¡Ay de las embarazadas o que estén criando!85 En embarazo están todos aquellos que están como hinchados con su esperanza; criando, es decir, amamantando están todos los que ya han conseguido lo que deseaban. La mujer embarazada, en efecto, está voluminosa con la esperanza del hijo que todavía no ve; en cambio la que ya lo amamanta, abraza al hijo que esperaba. Pongamos una comparación a modo de ejemplo: ¡Qué buena es esa quinta de mi vecino! ¡Ojalá fuera mía! ¡Ojalá pudiese unirla a la mía, y hacer de las dos una sola! Hasta la avaricia ama la unidad; bueno es lo que ama, pero ignora cómo debe ser amado. Mira cómo ha deseado la quinta de su vecino; pero el tal vecino no es un pobre, sino rico; un hombre honorable, incluso con poder, y tal vez te atemorice su poder, y nada hay que esperar de tal finca. Y quien nada espera, su alma no ha concebido, no hay embarazo. En cambio, si su vecino es un pobre, con alguna necesidad, que tal vez pueda vender su finca, o pueda ser presionado hasta obligarlo a venderla, se le echa el ojo, se espera conseguir la quinta; el alma ahora sí está preñada, espera poder conseguir la pequeña quinta y la propiedad del vecino pobre. Y cuando este pobre se encuentra en necesidad, se acerca a su vecino rico, con quien se suele, quizá, mostrar obsequioso, ser con él deferente, levantarse cuando llega, y saludarlo con inclinación de cabeza: Ayúdame, por favor, estoy en un aprieto, mi acreedor me está urgiendo. Y el otro le replica: No tengo a mano nada. En cambio, si el pobre quisiera vender, sí lo conseguiría. Esto lo conocemos; individuos así los hubo entre nosotros; y ojalá que no los hubiera más. ¿Acaso esto no lo hemos vivido ayer y lo seguimos viviendo hoy? Ahora es tiempo de enmienda, todavía no se ha hecho la separación de unos a derecha y los otros a izquierda86; todavía no estamos en el abismo, donde estaba el rico aquel, sediento y suspirando por una gota de agua87. Prestemos atención mientras vivimos, y corrijámonos. No pongamos esperanza en cosas ajenas, hinchándonos como preñados; no andemos tras ellas, hasta conseguirlas, besándolas como si fueran hijos nuestros. ¡Ay de las embarazadas, y de las que estén criando en aquellos días! Hay que cambiar el corazón, elevar el corazón, no habitar con el corazón en esta tierra; es un mal sitio. Bástenos lo que aquí es necesario para el cuidado de nuestro cuerpo; lo que no sea necesario no se haga; bástenle a cada día su propia malicia88; nosotros habitemos con el corazón en lo alto. Si habéis resucitado con Cristo, dice Pablo a los fieles, se lo dice a los que recibían el cuerpo y la sangre de Cristo: Si habéis resucitado con Cristo, gustad las cosas de arriba, donde está cristo sentado a la derecha del Padre; buscad las cosas de arriba, no las de la tierra. Porque estáis muertos, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios89. Todavía no aparece lo que se os prometió; ya está preparado, aunque no lo veis. Quieres embarazarte, embarázate con esto, sea esta tu esperanza, y tu parto está asegurado, no será abortivo ni temporal; abrazarás el fruto de tu parto por toda la eternidad, así se nos dice en Isaías: Concebimos y dimos a luz el espíritu de salvación90. Luego está en espera, aún no se da, pero se dará. ¡Cuánto se ha dado ya, hermanos míos! ¿Quién lo podrá enumerar, como dice la Escritura? Está escrito en ella sobre la Iglesia, y la Iglesia se ve que existe; se dice allí que los ídolos desaparecerán, y ya vemos que no los hay; está escrito en ella que los judíos perderían el reino, y ya lo comprobamos; allí se dijo que habría herejes, y vemos que es así; está escrito allí sobre el día del juicio; también está escrito sobre el premio de los buenos y el castigo de los malos; y hemos visto que Dios es fiel en todo; ¿va a fallar y a engañarnos al final? El Señor se cuida de mí. Tú eres mi auxilio y mi protector; Dios mío, no tardes. Si no se acortasen aquellos días, ninguna carne se salvaría; pero por causa de los elegidos se acortarán91. Aquellos días serán de sufrimiento, pero no tan largos como se esperan. Pasarán pronto; y el descanso que luego vendrá, ese no pasará. Aunque sea prolongado, debe tolerarse el mal, en atención al bien sin límites.