Traducción: Miguel F. Lanero, o.s.a y Enrique Aguiarte Bendímez, o.a.r.
1. Se sabe que para los que se niegan a estar tranquilos en una vida recta, y prefieren vivir en pecado habitualmente, el último día será terrible. Dios, para nuestro bien, quiso ocultarnos cuándo llegará ese día, para que mantengamos siempre preparado el corazón a la espera de lo que sabemos que vendrá, pero no sabemos cuándo. De hecho, el Señor nuestro Jesucristo nos fue enviado como maestro, y el mismo Hijo del hombre dijo que ignoraba ese día1, porque no entraba en su magisterio el comunicárnoslo a nosotros. El padre nada sabe que el Hijo ignore, puesto que la ciencia del Padre es su Sabiduría, y su Sabiduría es su propio Hijo, su Palabra. Pero como no nos convenía saber lo que ciertamente sabía el que había venido a enseñarnos, no precisamente lo que no nos aprovechaba, como maestro nos enseñó algunas cosas, y también como maestro nos ocultó otras. Porque como maestro sabía enseñar lo que era útil, y no enseñar lo que era nocivo. Y así, con una expresión adecuada, decimos que el Hijo no sabe lo que no enseña; o sea, se dice que no sabe lo que quiere que no sepamos; y esto es una forma nuestra cotidiana de hablar, como ya he dicho. Llamamos, por ejemplo, alegre a un día porque nos alegra, y triste porque nos entristece; y le decimos perezoso al frío, porque nos infunde pereza. Del mismo modo, pero en otro sentido, dice el Señor: Ahora conozco. Así le dijo a Abrahán: Ahora conozco que temes al Señor2. Esto ya lo sabía Dios antes de aquella prueba. Aquella prueba se hizo para que supiéramos nosotros que Dios ya lo conocía, y fue escrito para enseñarnos a nosotros que antes de su escritura, ya lo conocía él; y quizá el mismo Abrahán no sabía las fuerzas que tenía su fe; cada uno de nosotros se conoce a sí mismo de forma parecida al ser interrogado por la tentación; del mismo modo Pedro desconocía evidentemente las fuerzas de su fe, cuando le dijo al Señor: Te acompañaré hasta la muerte. Pero el Señor, que sí lo conocía, le predijo cuándo iba a fallar, declarándole de antemano su debilidad, como si le hubiese tomado el pulso de su corazón 3. Y por eso Pedro, que antes de la tentación presumía de sí mismo, con la tentación se conoció. Y no carece sentido pensar que nuestro padre Abrahán conociese la fuerza de su fe después que se le mandó inmolar a su único hijo, y él, sin dudar ni temblar, le ofreció a Dios lo que le había dado; porque, así como desconocía de dónde iba a venir el hijo no nacido, así también creyó que podría devolverle el hijo inmolado. Dijo, pues, Dios: Ahora conozco; para nosotros significa: Ahora te hecho conocer, de acuerdo con los modismos que hemos recordado: El frío perezoso, porque nos da pereza; un día alegre, porque nos alegra a nosotros; así también él conoce porque nos hace conocedores a nosotros. De ahí que se diga: Os tienta el Señor vuestro Dios, para saber si le amáis4. Sin duda que atribuirías una gran ignorancia a Dios nuestro Señor, al Dios sumo, al Dios verdadero —lo que te darás cuenta de que es un gran sacrilegio— si estas palabras: Os tienta el Señor para saber, las interpretaras como que él de nuestra tentación obtuviera algún conocimiento, estando anteriormente en la ignorancia. ¿Qué significa entonces: Os tienta para saber? Que os tienta para hacer que vosotros lo sepáis. Tomadlo, pues, en sentido contrario a como se suele interpretar; y así, cuando oís que Dios dice: He conocido, entended: Os he dado a conocer. Por tanto, cuando oigáis del Hijo del hombre, de Cristo, que desconoce ese día, entended que lo que se dice es que hace que se desconozca. ¿Qué significa hacer que se desconozca? Que lo oculta para que se ignore lo que no nos conviene saber. Es esto lo que os quería decir con aquellas palabras de que el buen maestro sabe lo que debe dar a conocer, y sabe lo que ha de ocultar; y de hecho leemos que difirió la manifestación de algunas cosas. Por eso sabemos que no han de darse a conocer todas las cosas que no pueden comprender aquellos a los que se manifiestan. Dice en otro lugar: Tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no sois capaces de recibirlas5. También dice el Apóstol: No os pude hablar como a espirituales, sino como a carnales; os di a beber leche como a párvulos en Cristo, y no alimento; no erais capaces, y tampoco ahora lo sois6. ¿En qué son provechosas estas palabras? Sabemos que el último día llegará: nos es útil saberlo, pero también nos es útil ignorar cuándo, porque así tenemos el alma preparada viviendo bien; y no tenemos que temer ese día que vendrá, sino incluso amarlo. Aquel día se incrementará el dolor de los infieles, pero también será su fin para los fieles. En tu poder está ya ahora elegir, antes de que venga, dónde quieres estar. Cuando llegue ya no será posible. Elige, pues, cuando todavía es tiempo; porque lo que Dios misericordiosamente oculta, misericordiosamente lo difiere.
2. En cualquier clase de vida, en que se ejercita alguna profesión, no todos son encontrados aptos, ni todos ineptos; y esto se manifiesta, por medio de semejanzas, en el evangelio que acabamos de escuchar; sobre las diversas clases de hombres, concluye: Uno será tomado y el otro dejado7; será tomado el bueno y será dejado el malo. Según parece los dos están en el campo; ambos tienen la misma profesión, pero no el mismo corazón. Los hombres ven la profesión, Dios conoce el corazón. Sea cual sea el significado del campo: Uno será tomado, y el otro dejado. No es como si se tomara la mitad, y la otra mitad se dejara; aquí se habla de dos clases de hombres. Y aunque una de ellas represente a pocos, y la otra a muchos, Uno será tomado y el otro dejado, es decir, una clase será tomada, y la otra dejada. Lo mismo pasa en el lecho, lo mismo en el molino. Quizá estáis ansiosos por saber a quiénes se refieren estas dos clases de personas; pues bien, ya veis que están ocultas y envueltas en ciertas semejanzas. A mí me puede parecer una cosa, y a otro, otra; mas no por eso yo le impongo a nadie una mejor interpretación con mis palabras, ni el otro me obligará a mí que yo acepte ambas, siempre que ambas estén de acuerdo con la fe. Por ejemplo a mí me parece que los que trabajan en el campo son los que presiden las iglesias; como dice el Apóstol: Vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios. Se llama arquitecto cuando dice: Como sabio arquitecto yo puse el cimiento, y se llama agricultor cuando dice: Yo planté, Apolo regó, pero fue Dios quien dio el crecimiento8. En el molino dijo que había dos mujeres9, no dos hombres. Creo que esto simboliza al pueblo; porque los dirigentes gobiernan, y el pueblo es gobernado. Y yo considero que llamó molino a este mundo, porque da vueltas como en una rueda del tiempo, que tritura a sus amadores. Hay quienes no se apartan de las actividades del mundo, y sin embargo en ellas unos obran bien y otros mal; algunos en ellas se ganan amigos con la riquezas inicuas, y serán recibidos por ellos en las moradas eternas10. A ellos se les dirá: Tuve hambre y me disteis de comer; otros descuidan esto; a ellos se les dirá: Tuve hambre y no me disteis de comer11. Por eso, como de los que están metidos en los negocios y quehaceres de este mundo, unos se preocupan de ayudar a los necesitados, y otros lo descuidan, sucederá lo mismo que a las dos del molino: una será tomada y la otra dejada. En cuanto al lecho, creo que está puesto para indicar la inactividad; porque hay quienes ni siquiera quieren soportar las actividades del mundo, como los casados que poseen casas, servidumbre, hijos; ni tampoco trabajan nada en la Iglesia, como ocurre con los dirigentes, que se parecen a los trabajadores del campo; pero como sintiéndose débiles para estos trabajos, se entregan al ocio, y aman estar quietos; tienen siempre presente su debilidad, no asumen grandes trabajos, y están de alguna manera como postrados en su debilidad rogando a Dios. También en esta profesión los hay buenos y los hay fingidos; y por tanto de entre ellos uno será tomado, y el otro será dejado. A cualquier profesión que te dediques, prepárate a soportar a los falsos; porque si no te prepararas, te encontrarás con lo que no esperabas, y te desanimarás o te disgustarás. Para todo te va preparando el que te habla cuando todavía para él es tiempo de hablar, no aún de juzgar; y para ti tiempo de escuchar, no de arrepentirte ya inútilmente. Ahora la penitencia no es inútil, pero entonces será inútil. Y no porque entonces dejen los hombres de arrepentirse de haber vivido mal, sino porque en modo alguno la justicia de Dios les podrá devolver lo que perdieron por su injusticia. Lo justo para Dios es impartir ahora la misericordia, y luego ejercer el juicio. Por eso ahora no se calla. ¿O acaso se calla? Que lo demuestre cualquiera, que proteste, si es que por todo el orbe esta Escritura no se recita y se canta; si es que deja de ofrecerse como en venta a todo el mundo.
3. [v.1—2] Pero a ti, hombre cristiano, te perturba ver que los que viven mal son felices, que están rodeados de bienes terrenos, que están sanos, sobresalen por sus altos cargos, tienen intacta su casa, gozos en los suyos, el respeto de las personas que dependen de ellos, poderes encumbrados, en fin, que nada triste se les interpone en su vida. Ves sus perversísimas costumbres, y contemplas sus abundantísimas riquezas; y tu corazón te está diciendo que la justicia divina no existe, que todo sucede por casualidad y se resuelve de una manera fortuita. Porque si Dios —dices— pusiera su mirada en los acontecimientos humanos, ¿prosperaría su maldad, mientras mi inocencia está padeciendo? Toda enfermedad del espíritu tiene en las Escrituras su propia medicina; el que enferma de tal modo que en su corazón llega a decir tales cosas, que beba la pócima de este salmo. ¿De qué se trata? ¿Miramos de nuevo lo que decías? ¿Qué decía, me preguntas, sino lo que estás viendo? Los malos prosperan, los buenos sufren; ¿cómo Dios puede ver todas estas cosas? Toma, bebe: el mismo de quien criticas estas cosas, te ha preparado esta infusión; al menos no rehúses tan saludable copa; abre la boca de tu corazón, y, por medio del oído, bebe lo que oyes: No envidies a los malvados, ni envidies a los que cometen la iniquidad. Porque se secarán pronto como el heno, y como la hierba del prado pronto se consumirán. Lo que a ti te parece muy prolongado, para Dios es un instante; sométete a Dios y te parecerá un instante. Cuando dice heno, entendemos lo mismo que la hierba del prado. Son cosas que valen poco y están a flor de tierra, no tienen raíces profundas. Por eso durante el invierno reverdecen, pero en cuanto empieza a calentar el sol de verano, se secan. Y ahora el tiempo es de invierno, tu gloria todavía no se manifiesta; pero si la raíz de tu amor es profunda, como la de muchos árboles durante el invierno, pasará el frío, vendrá el verano, es decir, el día del juicio; es entonces cuando el verdor del heno se secará y aparecerá la gloria de los árboles. Vosotros estáis muertos, dice el Apóstol, igual que parecen estar los árboles en invierno, como secos, como muertos. Entonces ¿qué esperanza nos queda, si estamos muertos? La raíz está debajo; y donde está nuestra raíz, está también nuestra vida, porque allí está también nuestro amor. Y vuestra vida, sigue diciendo, está escondida con Cristo en Dios. ¿Cuándo se secará el que tiene una tal raíz? ¿Y cuándo vendrá nuestra primavera, cuándo nuestro verano, cuándo nos revestirá la hermosura de las hojas, y nos enriquecerá la abundancia de los frutos?, ¿cuándo sucederá todo esto? Escucha lo que sigue: cuando Cristo, vuestra vida, aparezca, entonces también vosotros con él apareceréis en gloria12. ¿Y mientras tanto? No envidies a los malvados, ni envidies a los que obran el mal. Porque se secarán pronto como el heno, y como la hierba del prado pronto se consumirán.
4. [v.3—4] ¿Y qué harás tú? Espera en el Señor. Ellos esperan, sí, pero no en el Señor; su esperanza es mortal, caduca, frágil, efímera, transitoria, vana. Espera en el Señor. —Ya espero, ¿y qué más? Y haz el bien. No hagas la maldad que ves en aquellos que triunfan con el mal; haz el bien y habita la tierra. No vayas a hacer el bien fuera de la morada terrena. La tierra del Señor es su Iglesia. Esta es la que riega, esta es la que cultiva aquel agricultor, el Padre13. Porque hay muchos que parecen ejercitarse en buenas obras, pero como no habitan la tierra, nada tienen que ver con el Agricultor. Luego haz el bien, pero no fuera de la tierra, sino habitando en ella. ¿Y qué obtendré? Y te alimentarás de sus riquezas. ¿Cuáles son las riquezas de su tierra? Sus riquezas son su Señor, sus riquezas son su Dios. Es él mismo a quien se dice: Mi porción eres tú, oh Señor14. Es el mismo de quien se dice: El Señor es la porción de mi herencia y de mi cáliz15. En un reciente sermón recordé a vuestra caridad que Dios era nuestra posesión, y que nosotros éramos posesión de Dios. Escucha cómo la riqueza de esta tierra es él mismo; mira lo que sigue: Gózate en el Señor. Como si le preguntaras y le dijeras: Muéstrame las riquezas de la tierra en la que me mandas habitar. Gózate en el Señor, dice, y te dará las peticiones tu corazón.
5. Entiende claramente las peticiones de tu corazón. Distingue las peticiones de tu corazón de las peticiones de la carne, distínguelas cuanto puedas. No en vano se dijo en un salmo: Dios de mi corazón. Allí mismo dice a continuación: Mi Dios es mi porción para siempre16. Por ejemplo, uno está ciego en su cuerpo, y pide a Dios que le devuelva la vista. Que se lo pida, sí, porque Dios realiza también estas cosas, Dios las da; pero esto también lo piden los malos. Es una petición de la carne. Se enferma alguien; pide ser curado; iba a morir, pero se cura. También se trata de una petición de la carne, y lo mismo otras peticiones parecidas. ¿Cuál es la petición del corazón? Así como la petición de la carne es el querer ver reestablecidos sus ojos, claro está, aptos para ver esta luz que puede verse con los ojos; del mismo modo la petición del corazón se refiere a otra luz. Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios17. Gózate en el Señor, y te dará las peticiones de tu corazón.
6. [v.5—6] He aquí que deseo, ruego, quiero. ¿Podré acaso yo mismo satisfacerlos? No. ¿Quién, entonces? Revela tu camino al Señor y espera en él, y él mismo lo hará. Muéstrale lo que sufres, muéstrale lo que quieres. ¿Qué es lo que sufres? La carne desea contra el espíritu, y el espíritu contra la carne18. ¿Qué es, pues, lo que quieres? Infeliz de mí, hombre, ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? Y puesto que él lo hace, cuando le revelas tu camino, fíjate en lo que sigue: La gracia de Dios por Jesucristo nuestro Señor19. ¿Qué es lo que hará, puesto que está dicho: Revela tu camino al Señor y espera en él, y él mismo lo hará? ¿Y qué es lo que hará? Hará resplandecer tu justicia como la luz. Ahora tu justicia permanece oculta, es una realidad de fe, no de visión. Crees en algo para que lo hagas, y no ves todavía eso que crees. Cuando comiences a ver aquello en lo que creíste, resplandecerá luminosa tu justicia, porque tu justicia era tu misma fe20. En efecto, El justo vive por la fe21.
7. Hará resplandecer tu justicia como la luz, y tu juicio como el mediodía. Es decir, como la luz brillante. Era poco decir como la luz. Porque llamamos luz cuando comienza a amanecer, y llamamos luz cuando nace el sol; pero nunca es más brillante la luz como al mediodía. Y no solamente hará resplandecer tu justicia como la luz, sino a tu juicio como el mediodía. Porque ahora crees que sigues a Cristo; esto te propusiste, esto has elegido, este es tu juicio; nadie te ha mostrado lo que él ha prometido; tienes al que prometió, sin embargo esperas al que lo manifieste; por tanto en el juicio de tu fe has elegido seguir lo que no ves. Tu juicio está oculto, y hasta los gentiles te vituperan y se ríen de ti: ¿Qué es lo que creíste? ¿Qué te prometió Cristo? Que serás inmortal, y te daría la vida eterna ¿Dónde está esto? ¿Cuándo te lo va a dar? ¿Cuándo es posible que esto suceda? Pero tú juzgas mejor seguir a Cristo que promete lo que no ves, antes que al impío que te vilipendia por haber creído en lo que todavía no ves. Este es tu juicio; y todavía no aparece de qué condición sea tu juicio: en este mundo es como si fuera de noche. ¿Cuándo hará resplandecer tu juicio como el mediodía? Cuando aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis con en la gloria22. Cuando llegue el día del juicio y venga Cristo a congregar todas las naciones para juzgarlas, ¿qué sucederá entonces? ¿Dónde esconderá el impío su perfidia, cuando yo ya vea mi fe? Luego ¿ahora qué nos queda? Angustias, tribulaciones, tentaciones. Y dichoso aquel que se mantiene firme: El que persevere hasta el fin, este se salvará23. Que no ceda ante los que le insultan, no vaya a elegir prosperar aquí, para que de árbol que era, se convierta en heno.
8. [v.7] Entonces ¿qué debo hacer? Escucha lo que debes hacer: Sométete al Señor y suplícale. Que tu vida sea esto: obedecer sus preceptos. Esto es lo que quiere decir someterte a él y suplicarle hasta que te dé lo que te prometió. Que persevere en la obra buena, y que persevere también en la oración. Hay que orar siempre y no desfallecer24. ¿Cómo manifiestas tu sumisión? Haciendo lo que él manda. El premio no lo recibes todavía, porque quizá todavía no lo puedes recibir. Él sí que puede dártelo, pero tú no puedes recibirlo. Ejercítate en las obras, trabaja en la viña; al final del día pide el salario: fiel es el que te llevó a la viña25. Sométete al Señor y suplícale.
9. [v.7—9] Así lo hago; me someto al Señor y le ruego. Pero ¿a ti qué te parece? Aquel vecino desvergonzado que actúa mal y prospera; conozco sus hurtos, sus adulterios, sus rapiñas; siempre altanero y soberbio, exaltado por su iniquidad, no se digna reconocerme. ¿Cómo voy a perseverar así? Él es la enfermedad, tú tómate el antídoto: No envidies al que prospera en su camino. Él prospera, sí, pero en su camino; tú sufres, pero en el camino de Dios. Él tiene prosperidad en su caminar, pero al llegar a la meta le espera la infelicidad; en cambio tú tienes el esfuerzo en tu camino, pero te espera la felicidad a su término; porque perecerá el camino de los impíos: El Señor conoce el camino de los justos, pero perecerá el camino de los impíos26. Tú caminas por los senderos que el Señor conoce, y aunque tengas en ellos tus sufrimientos, no te decepcionarán. El camino de los impíos es una felicidad transitoria; terminado el camino, se acabó la felicidad. ¿Por qué? Porque ese su camino es ancho, pero conduce a lo profundo del infierno. Tu camino, en cambio, es estrecho, y pocos entran en él27; pero debes pensar a qué anchura conduce. No envidies al que prospera en su camino, al hombre que comete iniquidad. Apártate de la ira, y abandona el enojo. ¿Por qué darte un disgusto? ¿Por qué blasfemas, o casi llegas a blasfemar, por esa ira e indignación? Al hombre que comete iniquidad. Apártate de la ira, y abandona el enojo. ¿No sabes adónde te llevará esta ira? A decirle a Dios que es un malvado, hasta ahí te llevará. ¿Cómo es que aquel es feliz y aquel otro es infeliz? Mira lo que engendra: ahoga ese mal engendro. Apártate de la ira, y abandona el enojo, para que recapacitando puedas decir: Mis ojos se ofuscaron por la ira28. ¿Qué ojos, sino los de la fe? Le voy a preguntar al ojo de tu fe: Has creído en Cristo; ¿por qué has creído? ¿Qué es lo que te prometió? Si Cristo te prometió la felicidad de este mundo, murmura contra Cristo, sí, murmura contra él, cuando veas que un infiel es feliz. ¿Qué clase de felicidad te prometió? ¿Cuál, si no, la de la resurrección de los muertos? ¿Qué fue lo que te prometió para esta vida? Lo que él, sí, lo que él mismo vivió. ¿Acaso vas a desdeñar tú, siervo y discípulo, lo que vivió tu Señor, lo que vivió tu Maestro? ¿No oyes de él mismo estas palabras: No es el siervo mayor que su señor, ni el discípulo está por encima del maestro?29 Él sufrió por ti dolores, azotes, desprecios, la cruz y la muerte. ¿Y era esto lo que debía sufrir un justo? ¿Y qué es lo que tú, pecador, no merecías? Luego mantén recto tu ojo, no se ofusque por la ira: Apártate de la ira, y abandona el enojo. No lo envidies de modo que hagas el mal, imitando así al que obra mal y, de momento, prospera. No lo envidies de modo que hagas el mal. Porque los que obran el mal serán exterminados. Pero es que yo veo su felicidad. Cree al que dice: Serán exterminados, porque él ve mejor que tú: sus ojos no se pueden ofuscar por la ira. Porque los que obran el mal serán exterminados. Pero los que se sustentan en el Señor. No a algún mentiroso, sino por cierto a la Verdad misma; no a alguien débil, sino al que es omnipotente. Los que se sustentan en el Señor, poseerán la tierra en herencia. ¿Qué tierra, sino aquella Jerusalén, con cuyo amor los que se inflaman, llegan a la paz?
10. [v.10] Pero ¿cuánto tiempo dura la prosperidad del pecador? ¿Por cuánto tiempo tendré que soportarlo? ¡Te estás apresurando! Pronto llegará lo que a ti te parece muy lejano. La debilidad nos hace ver duradero lo que es breve. ¿Cómo son los deseos de los enfermos? Nada tan lejano como la copa que ha de calmar a un sediento. Y sin embargo los suyos se apresuran para no hacer sufrir al enfermo. ¿Cuándo llegará? ¿Cuándo se preparará? ¿Cuándo se le dará? Hay prisa en los que te sirven, pero tu debilidad te hace ver retrasado lo que se realiza con rapidez. Mirad a nuestro médico, que, cuando el enfermo le pregunta: ¿Cuánto se prolongará esto? ¿Cuánto durará? Le da ánimos diciéndole: Todavía un poco, y no estará el pecador. Estás entre pecadores y te lamentas, sí; te lamentas del pecador; dentro de un poco ya no estará. Y para que no creas, quizá, que tu espera va a ser interminable, dado que te dijo: Los que se sustentan en el Señor, poseerán la tierra en herencia, aguarda un poco y recibirás lo que esperas sin que tenga ya fin. Todavía un poco, un poquito. Recuerda cuántos años habrán pasado desde Adán hasta nuestros días, repasa las Escrituras: casi ocurrió ayer cuando fue arrojado del Paraíso. Tantos siglos han ido pasando y trascurriendo. ¿Dónde han quedado los tiempos pasados? Así será con los pocos que restan: también pasarán. Si hubieras vivido durante todo el tiempo desde que Adán fue arrojado del Paraíso hasta hoy, sin duda verías cómo tu vida no había sido tan larga, sino que pasó volando. ¿Cuánto dura la vida de cada hombre? Ponle los años que quieras, prolóngale una avanzadísima vejez: ¿qué es todo eso? ¿No es como una brisa mañanera? Así que por muy lejos que esté el día del juicio, cuando tenga lugar la retribución de justos e injustos, tu último día no puede estar muy lejano. Prepárate para él. Porque tal como salgas de esta vida, así te presentarás en la otra. Después de esta corta vida, todavía no estarás en el lugar de los santos, a quienes se les dirá: Venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del reino preparado para vosotros desde la creación del mundo30. No estarás allí, ¿quién lo ignora? Pero sí podrás ya estar donde está aquel pobre llagado, a quien el rico soberbio y vacío, en medio de sus tormentos, desde lejos lo vio descansando31. Y establecido en aquel descanso, entonces sí esperarás seguro el día del juicio. Entonces recuperarás el cuerpo, y serás transformado hasta igualarte a los ángeles. Cómo nos apresuramos, y decimos: ¿Cuándo sucederá? ¿Tardará mucho? Esto mismo dirán nuestros hijos y nuestros nietos. Y cuando todos los descendientes de cada uno digan lo mismo, de tal modo pasa lo que aún es un breve futuro, como ya ha pasado lo que es pretérito. ¡Oh, hombre débil! Todavía un poco, y no estará el pecador.
11. Y buscarás su sitio, y no lo encontrarás. Explica el sentido de: no estará; es decir, no es que ha dejado de existir completamente, sino que ya no será útil para nada. Porque si ya dejó de existir, ni siquiera será atormentado; se le habría dado una seguridad al pecador para decir: Voy a hacer lo que quiera mientras viva; después dejaré de existir. ¿No habrá quien sufra, no habrá quien sea atormentado? ¿Dónde queda entonces lo de: Id al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles?32 Pero quizá los enviados a ese fuego serán consumidos, dejarán de existir. No, porque si no, no se les habría dicho: Id al fuego eterno. En efecto, para los que dejan de existir no sería eterno. Entonces, ¿qué les ha de suceder? ¿Se extinguirán del todo, o padecerán dolor y tortura? El Señor no se lo calló; dijo: Allí será el llanto y el crujir de dientes33. ¿Cómo van a llorar y crujir los dientes quienes ya no existen? El sentido, pues, de la frase: Todavía un poco, y no estará el pecador, es el mismo que el del verso siguiente: Y buscarás su sitio y no lo encontrarás. ¿Qué significa su sitio? Su utilidad. ¿Tiene alguna utilidad el pecador? Claro que sí. En esta vida se sirve Dios de él para probar al justo, como se sirvió del diablo para probar a Job, como se sirvió de Judas para entregar a Cristo. Para algo, pues, sirve el pecador en esta vida. Aquí está su sitio, como lo está para la paja en el horno del joyero que trabaja el oro. La paja arde para purificar el oro; así también se ensaña el impío para probar al justo. Y cuando termine el tiempo de nuestra probación, cuando ya no haya a quién probar, también desaparecerán los que prueban. Pero al decir que no habrá quienes sean probados, ¿los pecadores dejarán de existir? Como ya los pecadores no harán falta para probar a los justos: Y buscarás su sitio, y no lo encontrarás. Busca ahora el lugar de los pecadores y lo encontrarás. Del pecador Dios hizo un azote, le dio hasta un cierto honor, un cierto poder. A veces Dios obra así: le da al pecador un poder, y las realidades humanas sufren un flagelo por ello, y así se enmiendan los piadosos. Al pecador se le dará lo que merece; sin embargo sucede que gracias a él saca provecho el bueno de lo mismo que al malo le viene su ruina. Y buscarás su sitio, y no lo encontrarás.
12. [v.11] Los mansos, sin embargo, poseerán la tierra en heredad. Se trata de aquella tierra de la que tantas veces hemos hablado, la Jerusalén santa, que será liberada del actual peregrinar, y vivirá eternamente con Dios y de Dios. Por eso poseerán la tierra en heredad. ¿Cuáles serán sus delicias? Y disfrutarán de una paz abundante. Disfrute aquí el impío aquel, en la abundancia de oro, en la abundancia de plata, en la multitud de esclavos, de la abundancia, en fin, de baños, de rosas, de embriagueces, de lujosos y espléndidos banquetes. ¿Es este el poder que envidias, esta la flor que te deleita? ¿No daría más bien lástima aunque estuviera viviendo siempre así? Tus delicias ¿cuáles serán? Y disfrutarán de una paz abundante. He aquí tu oro: la paz; y tu plata: la paz; tus posesiones son la paz; tu vida toda es paz; tu Dios es la paz. Cuanto deseas, será para ti paz. Porque lo que aquí es oro, no puede ser para ti plata; el vino no puede para ti ser pan; lo que es luz para ti, no puede ser bebida: Dios lo será todo para ti. Lo comerás para no tener hambre; lo beberás para no tener sed; serás por él iluminado para no andar a ciegas; serás sostenido por él para no desfallecer; te poseerá todo entero, él todo entero. No sufrirás allí carencias, en compañía de aquel, con quien todo lo posees; todo lo tendrás, y él todo lo tendrá, porque tú y él seréis uno, ya que el que os posee lo tendrá todo en unidad. Esto es lo que se le reserva al hombre pacífico34. Hemos cantado este verso, que ya está bien avanzado en los versos tratados de este salmo. Pero como lo hemos cantado, con él debemos concluir. Tú, por ahora, estate tranquilo: Custodia la inocencia, es algo precioso. ¿Quieres robar algo? Pienso que es para poseerlo. Ve donde metes la mano y de dónde coges. Si por un lado ganas, por otro pierdes: consigues dinero y pierdes la inocencia. Esté más bien atento tu corazón; si por ganar dinero pierdes la inocencia, es preferible que pierdas el dinero: Custodia la inocencia y mira la rectitud, ya que Dios te dirige para que todo lo que él quiere lo quieras también tú; esa es, en realidad, la rectitud. Si tú no quieres lo que quiere Dios, estás torcido, y tu maldad no te va a permitir enderezarte. Custodia, pues, la inocencia y mira la rectitud. No pienses que terminada esta vida, el hombre está terminado, puesto es lo que se le reserva al hombre pacífico.