EXPOSICIÓN DEL SALMO 33

Sermón segundo

Traducción: Miguel F. Lanero, o.s.a y Enrique Aguiarte Bendímez, o.a.r.

1. Creo que recordaréis —los que ayer estuvisteis presentes— la promesa que os hicimos. Pues bien, ha llegado el momento de cumplir con esa deuda en el nombre del Señor. Él, que me inspiró la promesa, me ayudará a cumplirla, quedando siempre deudor en la caridad. Ella, en efecto, es la que, aun dando siempre, siempre queda uno deudor, como dice el Apóstol: A nadie debáis nada, a no ser el amor de unos a otros1. Ayer estuvimos explicando el título de este salmo; y como su exposición nos retuvo bastante tiempo, diferimos la exposición del texto del salmo. Oigamos, pues qué es lo que el Espíritu Santo, por boca de su santo profeta, dice a lo largo de este salmo, de acuerdo con el título que ayer hemos expuesto. Los que faltaron ayer piden también esto como el saldo de una deuda; así que para no defraudar con largas demoras a quienes debemos dar lo prometido, trataremos de recordarlo brevemente, para que puedan comprenderlo en lo posible quienes estuvieron ayer ausentes y hoy están presentes. Y si algo les inquieta, que necesite preguntas más detalladas, encontrarán mis oídos abiertos en el nombre de Cristo a escucharlos en otro momento, no ahora, para ser interrumpido.

2. [v.1] Ya dijimos lo que está escrito en el Libro de los Reyes acerca de David, cuando huía de Saúl, cómo quiso ocultarse al amparo de un cierto rey de Geth, llamado Aquis. Pero al enterarse el rey de la fama que había merecido, tuvo miedo de que ese rey, con quien se había refugiado, se volviera celoso, y comenzase a maquinar algo contra él. Comenzó entonces a fingirse loco, como arrebatado de un delirio, y mudó la expresión de su rostro, y —así lo leemos— afectaba (la locura) y tocaba el tambor a las puertas de la ciudad, y era llevado en sus manos, y se tumbaba a la entrada de las puertas. Entonces dijo el rey Akis: ¿Cómo me habéis traído aquí este individuo? ¿Acaso necesito yo a un demente?2 Y fue así como David lo abandonó, para que se cumpliese lo que aquí está escrito: Mudó su rostro, y abandonándolo se fue. Pero a quien abandonó fue al rey Aquis; en cambio en este salmo se dice que mudó su rostro ante Abimelec, y abandonándolo se fue. Dijimos que los nombres fueron cambiados para que quedara en claro la existencia de un misterio; de otra forma si se repitiera el mismo nombre en el título del salmo, parecería que no se profetizaba ningún misterio, como si se tratara sólo la narración de algún hecho histórico. Lo cierto es que tanto uno como el otro nombre, encierran un gran misterio. En efecto, Aquis significa: «Cómo es»; y Abimelec «El reino de mi padre». En la expresión «cómo es» se insinúa la ignorancia, o sea, una palabra de quien contempla algo, pero sin entenderlo; en cambio la palabra Abimelec encierra el significado de «reino de los judíos». A la persona de Cristo se le puede atribuir lo del reino de mi padre, puesto que su ascendiente según la carne es David, y el reino de David era el país de los judíos. Por tanto, en presencia del reino de su padre mudó su rostro, y abandonándolo se fue, porque allí el sacrificio que había era según el rito de Aarón, y luego él, Jesús, instituyó con su cuerpo y su sangre el sacrificio según el rito de Melquisedec. Mudó, pues, su rostro en el sacerdocio, y abandonó a los judíos, y se fue a los gentiles. ¿Qué sentido le daremos a la palabra afectaba? Que estaba lleno de afecto. ¿Qué puede haber tan lleno de afecto como la misericordia del Señor nuestro Jesucristo, que, al ver nuestra flaqueza, para librarnos de la muerte eterna, aceptó la muerte temporal, tan llena de injurias y desprecios? Y tocaba el tambor. El tambor no se puede hacer sino extendiendo el cuero sobre un madero; y David hacía sonar el tambor, significando que Cristo había de ser crucificado. Tocaba el tambor, sí, pero a las puertas de la ciudad. ¿Cuáles son las puertas de la ciudad, sino nuestros corazones, que le habíamos cerrado a Cristo, que desde el tambor de la cruz abrió los corazones de los mortales? Y era llevado en sus propias manos; ¿Cómo es posible que fuera llevado en sus propias manos? Porque al ofrendarnos su mismo cuerpo y su sangre, tomó en sus propias manos lo que los fieles ya conocen; y se llevaba a sí mismo de alguna manera, cuando decía: Esto es mi cuerpo3. Y se tumbaba en la entrada de la puerta, es decir, se humilló a sí mismo. Esto es el tumbarse hasta el inicio de nuestra fe. La puerta de entrada, en efecto, es el inicio de la fe, que es donde comienza la Iglesia, y llegará hasta la visión; y así, mientras cree en lo que no ve, se hace merecedora de la visión, cuando comience el contemplar cara a cara. Esto es lo que significa el título del salmo; lo hemos oído resumidamente; oigamos ahora las palabras del que afectaba (la locura) y tocaba el tambor a la puerta de la ciudad.

3. [v.2] Bendeciré al Señor en todo tiempo, su alabanza está siempre en mi boca. Lo dice Cristo, dígalo también el cristiano, puesto que el cristiano forma parte del cuerpo de Cristo; y por eso Cristo se hizo hombre: para que el hombre pueda llegar a ser un ángel, que diga: Bendeciré al Señor. ¿Cuándo bendeciré al Señor? ¿Cuándo te ha hecho un beneficio? ¿Cuándo hay abundancia de bienes de este mundo? ¿Cuándo hay gran abundancia de aceite, vino, oro, plata, propiedades, ganado; cuando esta nuestra salud mortal permanece robusta e intacta; cuando todo lo que se emprende va prosperando, y nada perece por muerte prematura; cuando rebosa la casa en felicidad completa, y fluye a nuestro alrededor toda clase de bienes, es entonces cuando bendecirás al Señor? No; sino en todo tiempo. Por lo tanto ahora mismo, y también cuando estas cosas, según las circunstancias y los castigos de nuestro Dios y Señor quedan trastornadas, o nos son arrebatadas, o surgen más pobremente, o las ya nacidas se van disipando. Suceden estas cosas, y de ahí viene la escasez, la pobreza, la fatiga, el dolor y las pruebas. Pero tú, que has cantado: Bendeciré al Señor en todo tiempo, su alabanza está siempre en mi boca, cuando todo esto te lo da, bendícele; y cuando todo esto te lo quita, bendícele. Porque él es quien lo da, y él quien lo quita; sin embargo él mismo nunca se aleja de quien le bendice.

4. ¿Quién es el que bendice al Señor en todo tiempo, sino el humilde de corazón? Fue esta humildad la que nos enseñó con su cuerpo y con su sangre; porque al confiarnos su cuerpo y sangre, nos está recomendando su humildad, según lo escrito en esta historia acerca de aquella aparente locura de David, que hemos pasado por alto: y la baba le corría por su barba. Cuando era leído el Apóstol, habéis oído algo de estas salivas, que le corrían por la barba. Alguien dirá: ¿Qué salivas hemos oído? Acabamos de leer al Apóstol, cuando decía: Los judíos exigen signos, y los griegos buscan sabiduría. Y hemos leído hace un momento: Pero nosotros predicamos —dice— a Cristo crucificado (es entonces cuando tocaba el tambor), escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; en cambio para los llamados, tanto judíos como griegos, el Cristo de Dios, fuerza y sabiduría de Dios; porque la necedad de Dios es más sabia que los hombres, y la debilidad de Dios es más fuerte que los hombres4. La baba significa la necedad, significa la flaqueza. Pero si la necedad de Dios es más sabia que lo hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres, no te escandalicen estas salivas, sino fíjate que corren sobre la barba. Porque así como la baba es señal de debilidad, así la barba es señal de fortaleza 8. Es que ocultó su fortaleza bajo un cuerpo débil: por fuera aparecía débil, como la saliva; pero por dentro la fortaleza divina estaba cubierta como la barba. Luego aquí se nos está inculcando la humildad. Sé humilde si quieres bendecir al señor en todo tiempo, y que su alabanza esté siempre en tu boca. Job, por ejemplo, no bendecía al Señor sólo cuando tenía abundancia de todo, cuando leemos que era rico y feliz por sus rebaños, su servidumbre, su casa; feliz por sus hijos y por todo. De repente todo le fue quitado, y lo que está escrito en este salmo, lo puso en práctica, cuando dijo: El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó; como al Señor le ha parecido bien, así ha sucedido; sea bendito el nombre del Señor5. Aquí tienes un modelo de alguien que bendice al Señor en todo tiempo.

5. [v.3] ¿Y por qué bendice el hombre al Señor en todo tiempo? Porque es humilde. ¿Qué significa ser humilde? No querer alabanzas por sí mismo. El que desea ser alabado por sí mismo, es un soberbio. Quien no es soberbio es humilde. ¿Quieres no ser soberbio? Para poder ser humilde, di con el salmo: Mi alma se gloría en el Señor: que lo oigan los mansos y se alegren. Luego los que no desean gloriarse en el Señor, no son mansos; son violentos, ásperos, engreídos, soberbios. El Señor quiere tener jumentos mansos; sé tú un jumento del Señor, es decir, sé manso. Él cabalga sobre ti, él te gobierna; no tengas miedo de tropezar y caer en el precipicio. Tuya es la debilidad, sí, pero fíjate en quién te conduce. Eres un pollino, pero llevas a Cristo. Él también quiso entrar en la ciudad sobre un pollino, y fue manso el jumento. ¿Era tal vez elogiado el jumento aquel? ¿Era al borrico a quien se le decía: Hosanna, Hijo de David, bendito el que viene en nombre del Señor?6El pollino lo llevaba, pero los vítores de los que le precedían y lo seguían iban dirigidos al que lo montaba. El borrico a lo mejor iba diciendo: Mi alma se gloría en el Señor; que lo oigan los mansos y se alegren. No, nunca aquel asno dijo esto, hermanos; pero dígalo, sí, el pueblo que imita a aquel jumento, si quiere ser portador de su Señor. Quizá el pueblo se enoje por ser comparado con el asnillo en que se sentó el Señor; y me digan algunos soberbios y engreídos: Mira, este nos ha hecho asnos. Que sea asno del Señor todo el que esto diga; no sea como el caballo y el mulo que son irracionales. Ya conocéis aquella frase del salmo: No seáis como el caballo y el mulo, que son irracionales. El caballo y el mulo levantan de vez en cuando la cerviz, y con su ferocidad arrojan de sí al caballero. Se los doma con el freno, el bocado y el látigo, hasta que aprendan a someterse y llevar a su dueño. Pero tú, antes que el freno te castigue las mandíbulas, sé manso y lleva a tu Señor; no busques la alabanza en ti mismo; que alaben al que va sentado sobre ti, así podrás decir: Mi alma se gloría en el Señor; que lo oigan los mansos y se alegren. Porque cuando los que no son mansos oyen estas palabras, no se alegran, sino que se encolerizan. Son estos los que dicen que los tratamos como asnos. Pero los que son mansos, que tengan a bien oír y ser lo que oyen.

6. [v.4] Prosigue el salmo: Proclamad conmigo la grandeza del Señor. ¿Quién será este que exhorta a que engrandezcamos junto con él al Señor? Todos los miembros del cuerpo de Cristo, hermanos, deben procurar engrandecer con él al Señor. Este, sea quien sea, ama evidentemente al Señor. ¿Y cómo lo ama? No envidiando al que lo ama junto con él. Porque quien ama carnalmente, es inevitable que ame con celos detestables. Si, por ejemplo, alguien ha conseguido ver, como si fuera un gran logro, a una mujer desnuda, deseándola con un amor detestable, ¿quiere acaso que también algún otro la vea? Inevitablemente se consumirá de celo y envidia, si otro también la viera. Y así se guardará la castidad si la ve sólo a quien le está permitido, y el otro no; o incluso si no la ve ninguno de los dos. No sucede así con la Sabiduría de Dios: la veremos cara a cara, la veremos todos, y nadie allí se sentirá celoso. Se muestra a todos, y sin embargo ella se conserva intacta y casta para todos. Ellos se transforman en ella, pero ella no se transforma en ellos. Se trata de la verdad, se trata de Dios. ¿Habéis oído alguna vez, hermanos, que nuestro Dios pueda cambiar? La verdad es superior a todo lo que existe, es la Palabra de Dios, la Sabiduría de Dios, por quien fueron creadas todas las cosas; ella tiene sus amantes. ¿Y qué es lo que dice su amante? Proclamad conmigo a grandeza del Señor. No quiero engrandecer al Señor yo sólo, no quiero amarlo solo, no quiero abrazarlo solo. Porque no se da el caso de que si yo lo abrazo, ya no queda lugar donde poner otro sus brazos. No, la amplitud de la Sabiduría es tal, que todas las almas la pueden abrazar y disfrutar. ¿Y qué voy a decir, hermanos? ¿Que se avergüencen los que aman a Dios de tal modo que tienen envidia de los demás? Hasta los hombres corrompidos aman al auriga, y todo el que ama al auriga o al cazador, quiere que todo el pueblo lo ame con él; por eso los anima y dice: «Amad conmigo al actor de pantomimas, amad conmigo aquella torpeza y aquella otra». Vocifera en medio del pueblo para que se ame junto con él la indecencia; ¡Y el cristiano no grita en la Iglesia para que se ame junto con él la verdad de Dios! Avivad el amor en vosotros, hermanos, y gritadle a cada uno de los vuestros, y decidles: Proclamad conmigo la grandeza del Señor. Que arda en vosotros esta llama. ¿Por qué se os recitan y exponen estas cosas? Si amáis a Dios, arrastrad al amor de Dios a todos los que están unidos a vosotros, a todos los de vuestra casa; si amáis el cuerpo de Cristo, es decir, la unidad de la Iglesia, arrebatadlos a este deleite, y decidles: Proclamad conmigo la grandeza del señor.

7. [v.4] Y ensalcemos juntos su nombre. ¿Qué quiere esto decir? Que lo hagamos unidos. En efecto, muchos códices presentan esta lectura: Proclamad conmigo la grandeza del Señor, y ensalcemos su nombre unidos (in unum). Sea que se diga juntos (in idipsum), o unidos (in unum), tienen el mismo significado. Así que arrastrad a cuantos podáis, exhortando, llevando, rogando, exponiendo, dando razones, todo con mansedumbre y dulzura: arrastrad hacia el amor; para que si proclaman la grandeza del Señor, que lo hagan unidos. Porque los del grupo de Donato creen también que proclaman la grandeza del Señor; ¿y en qué se sienten ofendidos por el orbe entero de la tierra? Hermanos, digámosles: Proclamad conmigo la grandeza del Señor, y ensalcemos unidos su nombre. ¿Por qué queréis engrandecer al Señor separados? Él es único, ¿por qué os empeñáis en hacer dos pueblos para Dios? ¿Por qué queréis despedazar el cuerpo de Cristo? Sí, es verdad que estaba colgado en la cruz, cuando hacía sonar el tambor; y cuando pendía de la cruz, exhaló su espíritu; y vinieron los que lo habían clavado y se encontraron con que había exhalado su espíritu, y no le quebraron las piernas, mientras que a los ladrones que aún estaban con vida en la cruz, sí se las rompieron7, para librarlos, por el mismo dolor, de aquella tortura, con una muerte acelerada, tal como se solía hacer con los crucificados. Llegó, pues, el verdugo y se encontró con que el Señor había expirado en paz; él mismo había dicho: Tengo el poder de dar mi vida8. ¿Por quiénes dio la vida? Por todo su pueblo, por todo su cuerpo. Así que vino el verdugo y no quebró las piernas de Cristo; pero viene Donato y descuartiza la Iglesia de Cristo. Está íntegro el cuerpo de Cristo en la cruz, en medio de las manos de sus perseguidores, y entre las manos de los cristianos no se conserva íntegro el cuerpo de la Iglesia. Gritemos entonces, hermanos, con todas nuestras fuerzas diciendo: proclamad conmigo la grandeza del Señor, y ensalcemos su nombre unidos. La Iglesia les grita; es la voz de la Iglesia clamando a los que se han separado. ¿Y por qué han llegado a la ruptura? Por soberbia. Cristo, al ofrecernos su cuerpo y su sangre, nos está enseñando la humildad; es lo que hemos dicho a vuestra santidad 13 que se trata y se celebra en el texto de este salmo, cuando se nos ofrece el cuerpo y la sangre de Cristo, cuando se nos inculca la humildad que Cristo se dignó asumir por nosotros.

8. [v.5] Consulté al Señor y me respondió. ¿Dónde respondió el Señor? Dentro de ti. ¿Dónde se da él? Dentro de ti. Allí oras, allí eres escuchado, allí encuentras la felicidad. Hiciste oración y fuiste escuchado: eres feliz; y el que está a tu lado no se da cuenta; todo se realiza en secreto, como dice el Señor en el Evangelio: Entra en tu aposento, cierra la puerta y ora en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto, te recompensará9. Cuando entras en tu aposento, entras en tu corazón. Dichosos los que sienten alegría al entrar en su corazón, y allí no encuentran nada malo. Que preste atención vuestra santidad: los que tienen una mala esposa no quieren entrar en su casa, y se marchan a la plaza y allí es donde lo pasan bien; y cuando llega la hora de tener que volver a su casa les da pesadumbre, porque allí está el fastidio, el refunfuño, la amargura, los desórdenes, porque no es un hogar ordenado, porque allí no hay paz alguna entre marido y mujer, y le va mejor andar vagando por la calle. Si, pues, son desgraciados los que al volver a su casa, tienen miedo de malhumorarse por los desórdenes de su familia, ¡cuánto más desgraciados serán los que no quieren entrar a su conciencia, para no verse turbados por la acusación de sus pecados! Por eso, para que puedas volver contento a tu corazón, purifícalo. En efecto, dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios10. Arroja de allí todos los deseos impuros, arroja la mancha de la avaricia, la mancha de la superstición, arroja los sacrilegios y los malos pensamientos; los odios, no sólo contra tu amigo, sino incluso contra tu enemigo; quita todo esto; entra en tu corazón y allí encontrarás tu gozo. Cuando hayas comenzado a gozarte, la misma limpieza de tu corazón te agradará y te hará ponerte en oración: como cuando llegas a un lugar, y allí encuentras silencio, quizá encuentras descanso, el lugar está limpio. Vamos a orar aquí, dices; la misma armonía del lugar te deleita, y estás convencido de que allí Dios te escuchará. Si, pues, la limpieza de un lugar visible te deleita, ¿cómo no te va a molestar la inmundicia de tu corazón? Entra, sí, límpialo todo, eleva tus ojos a Dios, y al punto te escuchará. Clama y di: Consulté al Señor y me escuchó; y me libró de todas mis tribulaciones. ¿Por qué? Porque aun cuando hayas sido iluminado, aun cuando hayas comenzado a tener aquí una buena conciencia, quedan todavía las tribulaciones, porque lo que queda es todavía débil, hasta que la muerte sea absorbida por la victoria, y esto mortal se revista de inmortalidad11; es necesario que seas castigado en este mundo; es inevitable que sufras algunas tentaciones e inclinaciones malas. Dios lo purificará todo, él te librará de todo sufrimiento: búscalo a él.

9. Busqué al Señor y me escuchó. Porque los que no son escuchados, no buscan al Señor. Fíjese bien vuestra santidad: No dijo: He pedido oro al Señor, y me escuchó; pedí al Señor larga vida, y me escuchó; he pedido al Señor esto o lo otro, y me escuchó. Una cosa es buscar algo del Señor, y otra buscar al Señor mismo. Busqué, dice, al Señor, y él me escuchó. Cuando tú en la oración le pides: Mata a aquel enemigo mío, no estás buscando al Señor, te estás constituyendo a ti en juez sobre tu enemigo, y haces verdugo a tu Dios. ¿Cómo sabes que aquel cuya muerte buscas, no es mejor que tú? Quizá lo es por el hecho de que él no busca la tuya. No busques nada fuera del Señor; busca al Señor mismo, y te escuchará, y aun antes de que termines de hablar, te dirá: Aquí estoy12. ¿Qué significa aquí estoy? Es como si dijera: Estoy presente, ¿qué quieres, qué me pides? Todo lo que yo te dé, es inferior a mí; poséeme a mí, goza de mí, abrázame; todavía no puedes hacerlo del todo, tócame con la fe y estarás unido a mí (así te dice Dios), te libraré de todas tus cargas, para que puedas unirte a mí del todo, cuando esto mortal tuyo lo convierta yo en inmortal13, y llegues a ser igual a mis ángeles14, viendo mi rostro sin cesar, y te alegres, y tu alegría no te la pueda quitar nadie15; porque buscaste al Señor, y él te escuchó, y te libró de todas tus tribulaciones.

10. [v.6] Ya hemos dicho quién es este que exhorta, el amante aquel, que no quiere abrazar él solo el objeto amado, y dice: Acercaos a él y quedaréis radiantes. Comunica lo que ya ha probado. Puede ser algún hombre espiritual que está en el cuerpo de Cristo, o también el mismo Señor nuestro Jesucristo, en cuanto hombre, la cabeza que exhorta al resto de los miembros. ¿Y qué dice? Acercaos a él y quedaréis radiantes. O tal vez cualquier cristiano, hombre espiritual, que nos invita a acercarnos al mismo Señor nuestro Jesucristo. Sí, acerquémonos a él y quedaremos radiantes; no como se acercaron a él los judíos, que quedaron en tinieblas. Se acercaron a él para crucificarlo; nosotros acerquémonos a él para recibir su cuerpo y su sangre. Ellos del crucificado quedaron en tinieblas; nosotros comiendo y bebiendo del crucificado quedamos iluminados. Acercaos a él y quedaréis radiantes, esto es lo que se dice a los gentiles. Cristo crucificado estaba entre los judíos, que se ensañaban y miraban, estando ausentes los gentiles; y he aquí que se acercaron los que estaban en tinieblas, y los que no habían visto quedaron iluminados. ¿Cómo se acercan los gentiles? Dejándose llevar por la fe, suspirado con el corazón, corriendo con el amor. Tus pies son el amor que tienes. Ten los dos pies, no seas cojo. ¿Cuáles son? Los dos preceptos del amor: el de Dios y el del prójimo. Corre con estos dos pies hacia Dios, acércate a él; porque él te ha exhortado a que corras, y él ha derramado la luz de tal manera, que lo podáis seguir de una forma espléndida y divina. Y vuestro rostro no se avergonzará. Acercaos, a él, dice, y quedaréis radiantes, y vuestro rostro no se avergonzará. Sólo se avergüenza el rostro del soberbio. ¿Por qué? Porque desea engreírse, y cuando tenga que padecer una ofensa o una ignominia, o una humillación, según el espíritu mundano, o cualquier otra aflicción, se avergüenza. Pero tú no temas, acércate a él y no te avergonzarás. Todo lo que el enemigo te pudiera hacer, parecerá ante los hombres superior a ti; pero ante Dios eres tú superior. Yo he capturado, yo he encadenado, yo he matado. ¡Qué superiores se creen los que esto pueden decir! ¡Cómo se creían superiores los judíos cuando al Señor le daban bofetadas, cuando le escupían en la cara, cuando le golpeaban la cabeza con la caña, cuando le ponían sobre ella la corona de espinas, cuando le vestían con una túnica burlesca! ¡Qué superiores! Y él parecía un ser inferior, porque se tumbaba a la entrada de las puertas16; pero no se avergonzaba. Porque era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. Como la luz no puede confundirse, no permite que sea confundido el iluminado. Acercaos, pues, a él y quedaréis radiantes, vuestro rostro no se avergonzará.

11. [v.7—8] Pero alguien puede replicar: ¿Cómo me acerco a él? Estoy cargado de tantas maldades, de tantos pecados, mi conciencia me acusa de tantos delitos, ¿cómo tendré el atrevimiento de acercarme a Dios? ¿Cómo? Si te humillas y haces penitencia. Pero yo, dices, me avergüenzo de hacer penitencia. Entonces acércate a él y quedarás radiante, y tu rostro no se avergonzará. Y si el temor de avergonzarte te aleja de la penitencia, es la penitencia la que te acerca a Dios; ¿no te das cuenta de que llevas el castigo en el rostro, porque se avergonzó tu rostro por no haberse acercado a Dios, y no se acercó precisamente por no estar arrepentido? Así lo atestigua el Profeta: Este pobre clamó y el Señor lo escuchó. Te está enseñando cómo vas a ser escuchado. No te escucha porque eres rico. O tal vez no clamabas, y no eras escuchado. Mira por qué: Este pobre clamó, y el Señor lo escuchó. Grita tú, pobre, y el Señor te escuchará. ¿Y cómo gritaré desde mi pobreza? Pues mira: aunque tengas algo, no por eso presumas de tus fuerzas; así te convencerás de que eres un indigente, de que serás siempre pobre mientras no tengas a aquel que te hace rico. ¿Cómo lo escuchó el Señor? Y lo salvó —continúa el salmo— de todas sus tribulaciones. ¿Y cómo salva el Señor de todas las tribulaciones? El Ángel del Señor se pone en torno a los que le temen, y los libra. Es así como está escrito, hermanos, no como falsamente ofrecen otros códices diciendo: El Señor enviará al ángel en torno a los que le temen, y los libra, sino de esta otra forma: El Ángel del Señor se pone en torno a los que le temen, y los libra. ¿A quién da aquí el nombre de Ángel del Señor, que se colocará junto a los que le son fieles, y los libra? El mismo Señor nuestro Jesucristo es llamado proféticamente Ángel del gran consejo, Mensajero del gran consejo. Así lo llamaron los profetas17. Por tanto, el mismo Ángel del gran consejo, es decir, el Mensajero, vendrá en ayuda de los que temen al Señor, y los librará. Así que no tengas miedo de quedar ignorado; en cualquier parte que temas al Señor, te conoce ese Ángel que se coloca a tu lado, y te librará.

12. [v.9] Ahora el salmista quiere hablar claramente de aquel misterio en que era llevado en sus propias manos. Gustad y ved qué amable es el Señor. ¿No se abre el salmo para mostrarte aquella aparente locura y frenesí permanente, una sana locura, y una sobria ebriedad de aquel David, que figuradamente representaba no sé qué realidad, cuando de parte del rey Aquis le dijeron: ¿Cómo es esto?, cuando decía el Señor: El que no coma mi carne y beba mi sangre, no tendrá vida en él? Y ellos, los súbditos del rey Aquis, es decir, el error y la ignorancia, ¿qué dijeron? ¿Cómo puede darnos a comer su carne?18 Si no lo sabes, vete a gustar y ver qué amable es el Señor; y si no lo entiendes, eres el rey Aquis. David mudará su rostro y se apartará de ti, te dejará y se marchará.

13. Dichoso el que confía en él. ¿Qué necesidad hay de seguir exponiendo esto? El que no confía en el Señor es un miserable. ¿Y quién es el que no confía en el Señor? El que confía en sí mismo. Algunas veces —y esto es peor todavía; prestad atención, hermanos míos—, algunas veces los hombres no quieren confiar en sí mismos, sino en otros hombres. Por la salud de Gayo Seyo, no me podrás hacer nada, se dice. Y quizá se habla de alguien que ya está muerto. Lo dice en esta ciudad: Por la salud de él, y él quizá ya está muerto en los otros lugares. ¡Y con qué facilidad dicen esto los hombres! En cambio, no dicen: Yo creo en Dios que no te permitirá hacerme daño. Pero cuando dicen: Por la salud de fulano, ni ellos mismos se desean la salud, y se lo cargan a otros de los que piensan obtener salud.

14. [v.10—11] Todos sus santos, temed al Señor, porque nada les falta a los que le temen. Hay muchos que se niegan a temer al Señor, para no pasar hambre. Se les dice: No cometáis fraude. Contestan: —¿Y cómo puedo comer, si no? De nada sirve la habilidad sin el engaño, no puede haber negocio sin fraude. Pero el fraude lo castiga Dios. Teme a Dios. —Pero si temo a Dios, no tengo de qué vivir. Todos sus santos, temed al Señor, porque nada les falta a los que le temen. Le promete abundancia tanto al temeroso, como al que duda de que si teme a Dios quizá se le vaya de las manos la sobreabundancia de bienes. El Señor te alimentaba cuando tú lo despreciabas, ¿y te va a abandonar cuando le temes? Pon atención y no digas: Aquel es rico y yo soy pobre; yo temo al Señor, y él sin temerlo ¡cuánto ha conseguido! Yo en cambio, que lo temo, estoy desnudo. Fijaos en lo que sigue: Los ricos empobrecen y pasan hambre, pero los que buscan al Señor no carecen de ningún bien. Si lo tomas al pie de la letra, parece que te engañas. Ves a muchos ricos malvados morir rodeados de sus riquezas, que no empobrecieron durante su vida; los ves cómo envejecen, cómo llegan al último momento de su vida con gran abundancia de riquezas, cómo se celebran sus pompas fúnebres en medio de grandes derroches, cómo son depositados en ricas sepulturas, después de haber muerto en lechos de marfil, rodeados de todos los suyos; y te dices para tus adentros, porque tal vez conoces alguno de sus crímenes y delitos: Yo sé todo lo que este hombre ha hecho; mira cómo llegó a viejo, cómo murió en su propio lecho, y ahora lo llevan los suyos y le celebran una gran pompa fúnebre; yo conozco sus obras; me ha engañado la Escritura y se ha equivocado, cuando oigo y canto: Los ricos empobrecen y pasan hambre. ¿Cuándo a este le faltó algo? ¿Cuándo tuvo hambre? Pero los que buscan al Señor no carecen de ningún bien. ¡Yo cada día me levanto y voy a la basílica, me arrodillo todos los días, diariamente busco al Señor, y no tengo nada; y este, que no buscó al Señor, se murió rodeado de grandes riquezas! Al que así piensa lo ahoga el lazo del escándalo. Es que busca en la tierra el mortal alimento, y no busca en el cielo la verdadera recompensa; mete su cabeza en el lazo del diablo, le aprietan la garganta y el diablo lo tiene sujeto para que obre el mal, y de esa manera imite a ese rico que vio morir rodeado de abundantes riquezas.

15. No interpretes así estas palabras. ¿Entonces cómo las debo interpretar? Referidas a las riquezas espirituales. No se ven con los ojos, pero sí con el corazón. No, no veo esas riquezas. Las ve el que ama. No veo la justicia. Porque no es ni oro ni plata. Si fuera oro, la verías; pero como es fe, no la ves. Y si no ves la fe ¿cómo es que te gusta el siervo fiel? Pregúntate a ti mismo a ver qué siervo prefieres. Tal vez tengas un siervo bello, alto, esbelto, pero es ladrón, malo, tramposo; y al mismo tiempo tienes otro bajo de estatura, feo, de piel oscura, pero es fiel, moderado, sobrio. Mira a ver, por favor, a quién de estos prefieres. Si preguntas a los ojos de la carne, ganará ante ti el hermoso, aunque injusto; pero si miras con los ojos del corazón, ganará el feo, pero fiel. Así que ves lo que quieres que otro te muestre, es decir, la fidelidad. Pues bien, muéstrasela tú también. ¿Por qué no se ven más que con los ojos interiores? ¿Es que cuando llegues a estar colmado de riquezas espirituales, serás pobre? El rico aquel, lo fue por tener un lecho de marfil; ¡y tú eres pobre porque el aposento de tu corazón está lleno de piedras preciosas, las virtudes de la justicia, de la verdad, de la caridad, de la fe, de la paciencia y la tolerancia! Pon a la vista tus riquezas, si es verdad que las tienes, y compáralas con las de ese rico. Él se fue al mercado, encontró unas mulas de mucho valor, y las compró. Si estuviera la fe a la venta, cosa que Dios ha querido que la consigas gratis, ¿cuánto darías por ella, ingrato de ti? Sí, son pobres aquellos ricos, son pobres; y lo que es más grave aún, no tienen ni pan. No vayáis a pensar que necesitan oro y plata, aunque realmente lo necesiten. Por mucho que uno tenga, ¿qué es lo que le sacia? Por eso muere pobre, porque deseaba poseer más de lo que tenía. Les falta hasta el pan. ¿Por qué digo esto? Si no entiendes qué clase de pan, Jesús te lo dijo: Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo19; y también: Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque quedarán saciados20. Los que buscan al Señor no carecen de ningún bien. Pero ya hemos dicho de qué bienes.

16. [v.12] Venid, hijos, escuchadme, os instruiré en el temor del Señor. Pensáis que lo digo yo. Pensad más bien que lo dice David, que lo dice el Apóstol, más aún, que lo dice el mismo Señor nuestro Jesucristo: Venid, hijos, escuchadme. Oigámoslo juntos, oídlo vosotros por nuestra voz. Nos quiere enseñar el humilde, el que toca el tambor, el que afectaba (la locura), ese nos quiere enseñar. ¿Y qué dice? Venid, hijos, escuchadme, os instruiré en el temor del Señor. Que nos enseñe, pues; nosotros abramos los oídos, abramos el corazón. No los oídos carnales, cerrando el corazón; al contrario, como él dice en el evangelio: El que tenga oídos para oír, que oiga21. ¿Quién es el que se niega a escuchar a Cristo que nos instruye por el Profeta?

17. [v.13] ¿Hay alguien que ame la vida, y desee días prósperos? Pregunta. ¿No respondéis cada uno de vosotros: Yo? ¿Habrá alguien entre vosotros que no ame la vida, que no la quiera, y no desee ver días prósperos? ¿No es esto lo que diariamente comentáis y decís: hasta cuándo tendremos que aguantar esto? Cada día todo va peor y peor; nuestros padres vivieron días más alegres, días mejores. ¡Oh si preguntases a tus antepasados! Se quejarían lo mismo que tú de sus días. Nuestros padres fueron felices, y nosotros somos desgraciados, vivimos malos tiempos; aquel fue un tirano, y soñábamos con que después de muerto gozaríamos de algún alivio; las cosas se pusieron peor. ¡Oh Dios, muéstranos días de prosperidad!

¿Hay alguien que ame la vida, y desee días de prosperidad? No busque aquí esos días prósperos. Buscas algo bueno, sí, pero fuera de lugar. Es como si buscaras a un hombre honrado fuera de la patria donde vive, y se te dijera: Buscas a un buen hombre, a una buena persona, pero no lo busques aquí, es inútil, nunca lo encontrarás. Buscas días felices, busquémoslos todos, sí, pero no aquí. Es que nuestros padres los pudieron disfrutar. ¡Mentira! Todos en esta tierra tuvieron que sufrir. Leed las Escrituras; precisamente quiso Dios que se escribiesen para nuestro consuelo. En tiempos de Elías hubo hambre: es la que han padecido nuestros padres. Las cabezas de sus jumentos muertos se vendían a precio de oro22, llegaron a matar a sus familiares para comérselos; hasta dos mujeres se pusieron de acuerdo para matar a sus hijos y comérselos; mató la primera al suyo, y lo comieron entre las dos; la segunda se negaba a matar a su hijo, pero la otra, que ya había matado al suyo, la obligaba a hacerlo; se armó una tal pelea, que llegó a oídos del rey, y ante él se presentaron riñendo por la muerte de sus hijos23. Que el Señor no permita que tengamos que llegar a comer estas cosas, según leemos. Siempre en el mundo habrá días malos, pero en Dios siempre serán buenos los días. Tuvo días prósperos Abrahán, pero en el interior de su corazón; y tuvo días aciagos cuando hubo de cambiar de país, y andaba buscando alimento24. Y como él todos lo han tenido que buscar. ¿No tuvo Pablo días buenos, y él mismo dice: Pasando hambre y sed, desnudo y con frío?25 Que no se enojen los siervos; el mismo Señor no tuvo días prósperos en este mundo; tuvo que sufrir ultrajes, injurias, la cruz y otros muchos males.

18. [v.14] Que no se queje el cristiano, y mire a ver de quién sigue las huellas. Pero si quiere días de prosperidad, que escuche al Maestro que dice: Venid, hijos, escuchadme, os instruiré en el temor del Señor. ¿Qué es lo que quieres? La vida y días prósperos. Escucha y ponlo en práctica: Guarda tu lengua del mal. Practica eso. No quiero, replica el hombre miserable; me niego a reprimir mi lengua del mal, y al mismo tiempo quiero la vida y los días de prosperidad. Si un obrero tuyo te dijese: Voy a destrozar esta viña, y te voy a exigir la paga por ello; me trajiste a la viña para que la limpiase y podase: voy a cortar sus sarmientos útiles, arrancaré las cepas, para que no puedas cosechar nada de esta finca, y cuando haya terminado esto, me vas a pagar mi trabajo. ¿No le llamarías loco a este? ¿No lo echarías de tu casa, antes de que ponga la mano en la podadera? Así son los hombres que quieren el mal, que juran falsamente, que blasfeman contra Dios, que murmuran, cometen fraudes, se emborrachan, se pelean, cometen adulterio, llevan amuletos, consultan a los adivinos, y luego quieren vivir días prósperos. Se les dice: Obrando mal no puedes pretender una recompensa buena. Si tú eres injusto, ¿lo será también Dios? ¿Entonces qué debo hacer? ¿Qué es lo que quieres? Quiero la vida y quiero días prósperos. Guarda tu lengua del mal y que tus labios no hablen la mentira, es decir, a nadie estafes, a nadie mientas.

19. [v.15] ¿Qué significa: Apártate del mal? No basta con que no perjudiques a nadie, que no mates a nadie, que no robes, no cometas adulterio, que no estafes, que no des falso testimonio. Apártate del mal; cuando te hayas apartado, dices: Ya estoy seguro, lo he terminado todo, tengo vida, estoy viviendo días de prosperidad. Pero no sólo es apártate del mal, sino también y haz el bien. No basta con que no despojes; viste al desnudo. Si no despojas, te has apartado del mal; pero aún no haces el bien mientras no des alojamiento en tu casa al peregrino. Luego apártate del mal de tal manera, que hagas el bien. Busca la paz y corre tras ella. No te ha dicho: Tendrás paz aquí, búscala, persíguela. ¿Y adónde la iré a buscar? Adonde ella se te ha adelantado. El Señor es nuestra paz26, resucitó y ascendió al cielo. Busca la paz y corre tras ella, porque también a ti, cuando resucites, te será transformado esto mortal, y abrazarás la paz, donde nadie te molestará. Allí hay una paz perfecta, donde no pasarás hambre. Porque aquí la paz te la da el pan; quita el pan y mira a ver qué guerra se desata en tu estómago. ¡Cuánto tienen que gemir los mismos justos en esta tierra, hermanos!, para que sepáis que aquí estamos buscando la paz, pero sólo la conseguiremos al final. No obstante aquí la tenemos parcialmente, para merecerla del todo en la otra vida. ¿Qué quiere decir parcialmente? Tengamos aquí un solo corazón, amemos al prójimo como a nosotros mismos. Ama a tu prójimo como a ti mismo, estate en paz con él. Pero no puede menos de haber algunas rencillas, como las hubo entre hermanos, incluso entre los santos, por ejemplo entre Bernabé y Pablo27; pero no llegaron a romper la concordia, ni a ahogar la caridad. Tú mismo te haces resistencia, de vez en cuando, pero todavía no te odias. Y todo el que se arrepiente de algo, se reprende a sí mismo. Pecó, reflexiona y se reprende a sí mismo por haber hecho eso, por haber cometido tal cosa. El enojo lo tiene contra sí mismo, pero este enojo lleva a la concordia. Mira cómo se reprende a sí mismo un justo, y lo que dice: ¿Por qué te acongojas, alma mía, por qué te me turbas? Espera en el Señor, que todavía volveré a alabarlo28. Cuando dice a su alma: ¿Por qué me conturbas? Es que lo estaba molestando. Tal vez él quería sufrir por Cristo, y su alma estaba triste. Él se daba cuenta y decía: ¿Por qué te acongojas, alma mía, por qué te me turbas? Todavía no estaba en paz; sí, espiritualmente se unía a Cristo, para que su alma lo siguiera y no lo turbara. Por tanto, buscad la paz, hermanos. Dijo el Señor: Os hablo esto, para que tengáis paz en mí. Lo que no os prometo es paz en la tierra29. En esta vida la verdadera paz no existe, ni la tranquilidad. El gozo de la inmortalidad, y la compañía de los ángeles es una promesa. Pero el que no la busca mientras está aquí, cuando llegue no la poseerá.

20. [v.16] Los ojos del Señor miran a los justos. No tengas miedo, trabaja; sobre ti están los ojos del Señor. Y sus oídos escuchan sus ruegos. ¿Qué más quieres? Si el padre de familia de una casa grande no escuchase al siervo sus cuitas, podría quejarse y decir: ¡Cuánto tenemos que sufrir aquí, y nadie nos hace caso! ¿Dirás lo mismo de Dios: Qué mal lo estoy pasando, y nadie me escucha? Quizá digas: Si me escuchara, me libraría de este sufrimiento; estoy gritando dolorido. Sólo hace falta que te mantengas en su camino, y cuando sufras, él te escuchará. Sí, pero él es médico, y tienes no sé qué miembro infectado. Gritas, pero él sigue cortando, y no retira la mano hasta haber sajado todo lo conveniente. Sería cruel un médico que escuchase a alguien, no tocando la herida y la infección. ¿No ves cómo las madres frotan a sus hijos al bañarlos, para que se conserven sanos? ¿No gritan las criaturas entre sus manos? ¿Son crueles porque no escuchan sus lágrimas, y les evitan esa molestia? Y sin embargo los niños lloran y no se les hace caso. Así es nuestro Dios: lleno de amor. Y si da la impresión de no escucharnos, es para sanarnos y perdonarnos para siempre.

21. [v.17] Los ojos del Señor miran a los justos, y sus oídos escuchan sus ruegos. Tal vez digan los malvados: Luego puedo hacer el mal tranquilamente, porque no están sobre mí los ojos del Señor; Dios mira a los justos, y no me ve a mí; así que todo lo que haga lo hago sin temor alguno. Pero el Espíritu Santo, intuyendo los pensamientos de los hombres, añadió inmediatamente: Los ojos del Señor miran a los justos, y sus oídos escuchan sus ruegos; pero el Señor vigila a los malhechores, para borrar de la tierra su memoria.

22. [v.18] Los justos clamaron y el Señor los escuchó, y los libró de todas sus tribulaciones. Había tres jóvenes justos; clamaron al Señor desde el horno, y con sus alabanzas las llamas se enfriaron. La llama no pudo acercarse y abrasar a estos jóvenes, inocentes y justos, que alababan a Dios, y él los libró de las llamas30. Alguien dirá: He ahí un ejemplo de los verdaderos justos que fueron escuchados, como está escrito: Los justos clamaron y el Señor los escuchó, y los libró de todas sus tribulaciones. Yo, en cambio, he gritado, y no me libró; o yo no soy justo, o no hago lo que me manda, o quizá es que él no me ve. No temas, simplemente haz lo que manda; si no te libra corporalmente, te librará espiritualmente. Porque el que libró de las llamas a los tres jóvenes, ¿libró acaso de ellas a los Macabeos? ¿No cantaban himnos entre las llamas, y entre las llamas morían?31 ¿El Dios de los tres jóvenes, no es el mismo que el de los Macabeos? A unos los libró y a los otros no; mejor, libró a unos y a otros; a los tres jóvenes los libró para confundir a gente carnal; en cambio a los Macabeos los dejó morir, para que sus perseguidores cayeran en mayores suplicios, pues sabían que torturaban a unos mártires de Dios. Libró a Pedro cuando el ángel llegó, estando él encadenado, y le dijo: Levántate y sal de aquí. Inmediatamente sus cadenas se le soltaron, siguió al ángel y así lo libró32. ¿Acaso Pedro había perdido su justicia cuando no lo libró de la cruz? ¿Es que entonces no lo libró? Sí, también entonces lo libró. ¿O es que vivió largo tiempo para hacerse malvado? Quizá lo escuchó mejor la segunda vez que la primera, porque en realidad lo libró de todas sus angustias. En efecto, cuando lo libró la primera vez, ¡cuánto tuvo que sufrir después! En cambio la segunda vez lo llevó adonde ya ningún mal podía padecer.

23. [v.19—20] Cerca está el Señor de los de corazón abatido, y salva a los de espíritu humilde. Altísimo es Dios, que el cristiano sea humilde. Si quiere que ese Dios alto se le acerque, debe humillarse. ¡Qué gran misterio, hermanos! Dios está sobre todo; si te levantas, no logras tocarlo; si te abajas, él desciende hasta ti. Muchos son los sufrimientos de los justos. ¿Acaso dice: Que los cristianos sean justos, que escuchen mi palabra, para que no sufran ningún mal? No, esto no lo promete, sino que dice: Muchos son los sufrimientos de los justos. Más aún, los malos tienen menos sufrimientos; si son justos, sufren mucho. Pero aquellos, después de pocos sufrimientos, o quizá ninguno, llegarán a la eterna tribulación, de donde jamás saldrán; en cambio los justos, tras muchos sufrimientos, llegarán a la eterna paz, donde ya no sufrirán ningún mal. Muchos son los sufrimientos de los justos; y de todos los libra el Señor.

24. [v.21] El Señor cuida de todos sus huesos, y ni uno sólo se quebrará. Tampoco esto, hermanos, lo interpretemos de una manera carnal. Los huesos son lo que da firmeza de los fieles. Lo mismo que a nuestra carne los huesos le dan firmeza, así sucede en el corazón del cristiano: la fe es la que le da firmeza.

La paciencia, pues, que hay en la fe, son los huesos que van por dentro. Son ellos los que impiden las fracturas. El señor cuida de todos sus huesos, y ni uno solo se quebrará. Si de nuestro Dios y Señor Jesucristo hubiera dicho esto: El Señor cuida de todos los huesos de su Hijo, y ni uno solo se romperá; así como también en otro pasaje se profetiza figuradamente de él, cuando se dijo que el cordero debe ser sacrificado, y se añade: No le rompas ningún hueso33. Pues bien, eso se cumplió en el Señor, porque cuando pendía en la cruz, expiró antes de que llegaran quienes le tenían que romper las piernas, y no lo quisieron hacer, al encontrar ya el cuerpo sin vida, para que se cumpliera lo que estaba escrito34. Pero esto lo prometió también a los demás cristianos: El Señor cuida de todos sus huesos, y ni uno solo se quebrará. Entonces, hermanos, si viéramos a un santo pasar sufrimientos, o que el médico le tiene que sajar, o que un perseguidor lo asesina, rompiéndole los huesos, no digamos: Ese no era un hombre justo, puesto que el Señor prometió esto a sus justos, cuando dice: El Señor cuida de todos sus huesos, y ni uno solo se quebrará. ¿Quieres ver cómo se refiere a otros huesos, los que hemos dicho que son la firmeza de la fe, la paciencia y la tolerancia en todos los sufrimientos? Estos son los huesos que no se quiebran. Poned atención y ved cómo en la misma pasión del Señor se cumple lo que os estoy diciendo. El Señor estaba crucificado en medio, y a su lado estaban los dos ladrones: uno de ellos lo insultó, y el otro creyó; el uno fue condenado y el otro justificado; el uno tuvo su castigo, tanto aquí como en el más allá, y al otro le dijo Jesús: Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso35; pues bien, los soldados que se acercaron, no fracturaron los huesos del Señor, y sí los de los ladrones36; y fracturaron tanto los huesos del ladrón que blasfemó, como del que creyó. ¿Dónde queda lo de la Escritura: El Señor custodia todos sus huesos, y ni uno solo se quebrará? ¿Al que le dijo: Hoy estarás conmigo en el paraíso, no le podía haber custodiado todos sus huesos? El Señor te da la respuesta: Claro que sí, y de hecho se los he custodiado; porque la firmeza de la fe que él tenía no pudo ser resquebrajada por aquellos golpes que le fracturaron las piernas.

25. [v.22] Horrorosa es la muerte de los pecadores. Poned atención, hermanos, a lo que íbamos diciendo. Realmente Dios es grande, y lo es su misericordia; él nos ha dado a comer verdaderamente su cuerpo, que tanto padeció, y a beber su sangre. Dios se fija en los que piensan mal y dicen: Ese murió mal, fue devorado por las fieras; ¿no es cierto que no era justo, pues si lo fuese no habría perecido de esta manera? ¿Así que es justo el que muere en su casa y en su lecho? Esto es, dices, lo que me extraña, que, conociendo yo sus pecados y sus crímenes, ha muerto en paz, en su casa, entre sus paredes, sin la molestia de peregrinar, ni siquiera en su edad avanzada. Escucha bien: Horrorosa es la muerte de los pecadores. Lo que a ti te parece una buena muerte, puede ser la peor, si miras su interior. Por fuera ves al que está acostado en su lecho; ¿pero ves lo que pasa en su interior: que ha sido arrastrado al infierno? Escuchad, hermanos, y aprended del evangelio cómo es detestable la muerte del pecador. ¿No eran dos los hombres en este mundo, uno rico, que se vestía de púrpura y lino fino, y a diario banqueteaba espléndidamente; y el otro un pobre, tirado a su puerta, cubierto de llagas, y los perros venían y lamían sus llagas, y que estaba ansioso de saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico? Pues bien, sucedió que le llegó la muerte al pobre (era justo aquel pobre), y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán. Quien hubiera visto aquel cuerpo yacer en el umbral del rico, sin que nadie lo sepultara, ¡cuántas cosas diría! Ojalá muera así mi enemigo, y el que me persigue, que lo vean así mis ojos. Se rechaza el cuerpo con un escupitajo, sus heridas son pestilentes; pero él descansa en el seno de Abrahán. Si somos cristianos, creamos; si no creemos, hermanos, nadie se finja cristiano. Es la fe la que nos guía. Las cosas son tal como las dijo el Señor. ¿Acaso por decírtelo el astrólogo ya es verdad, y si te lo dice Cristo es falso? ¿Con qué muerte murió el rico? ¿Qué muerte más lujosa, más pomposa que esa, vestido de púrpura, de lino fino? ¿Qué clase de exequias funerarias no tuvieron lugar en tal ocasión? ¿Cuántos aromas no ungieron su cadáver para su sepultura? Y sin embargo, cuando estaba en el infierno en medio de sus tormentos, suspiraba porque del dedo de aquel pobre despreciado le cayera una gota de agua sobre su abrasada lengua, cosa que nunca consiguió37. Comprended ya lo que significa: Es horrible la muerte del pecador, y no envidiéis los lechos cubiertos con preciosos lienzos, el cuerpo envuelto en abundantes riquezas, con exhibición pomposa de lamentaciones, la familia gimiendo, multitudes respetuosas que preceden y siguen al cuerpo cuando es transportado, y un mausoleo con mármoles y oro; si preguntáis a todas esas cosas, os responderán con una mentira, y os dirán que la muerte de muchos no medianos pecadores, sino consumados criminales, es excelente, al haber merecido ser de esta forma llorados, embalsamados, revestidos, transportados y sepultados. Pero preguntad al evangelio, y os responderá a vuestra fe que el alma del rico está ardiendo entre torturas, y cómo de nada le han servido las honras y los homenajes que la vanidad de los vivientes le ha rendido a su cuerpo muerto.

26. [v.22—23] Pero hay muchas clases de pecadores, y no es fácil librarse de ser pecador, incluso podríamos decir que es imposible en esta vida. De ahí que enseguida añade qué clase de pecadores tendrá una muerte pésima. Los que odian al justo, dice, serán castigados. ¿De qué justo se trata, sino del que justifica al impío?38 ¿De qué justo, sino del Señor Jesucristo, que hasta es propiciación por nuestros pecados?39 Los que odian a este justo tendrán la peor de las muertes, porque mueren en sus pecados, ya que por él no se han reconciliado con nuestro Dios. Porque el Señor redime las almas de sus siervos. Así que la muerte, sea la peor o la mejor, hay que entenderla referida al alma, no según los ultrajes o los honores visibles que los hombres tributan a los cuerpos. Y no pecan los que esperan en él. Así es como se desarrolla la justicia1del hombre: progresar en lo posible durante esta vida mortal, y ya que no puede mantenerse sin pecado, que al menos no peque en esto, en esperar en aquel en quien se encuentra la remisión de los delitos. Amén.