Traducción: Miguel Fuertes Lanero, OSA
Revisión: Pío de Luis Vizcaíno, OSA
1. Ya hemos tenido dos sermones sobre este salmo, y nos queda un poco más de la tercera parte. Trataremos hoy de cumplir lo prometido. Por eso ruego a vuestra caridad que tengáis a bien el no detenerme en exponer las palabras que ya están claras, para que lo pueda hacer en las que lo necesiten. Muchas son las expresiones que las entienden los fieles de forma espontánea; otras muchas necesitan una breve explicación; y algunas, pocas ciertamente, hay que bregar para poder entenderlas. Por tanto, a fin de que el tiempo no sobrepase mis fuerzas y las vuestras, fijaos en lo claras que son estas cosas, reconocedlas conmigo y en ellas alabad conmigo al Señor. Si el salmo ora, orad; si el salmo gime, gemid; si se congratula, alegraos; si espera, esperad; si teme, temed. Porque todo lo que aquí está escrito es como un espejo para nosotros.
2. [v.16] Arráncame de las manos de mis enemigos, y de quienes me persiguen. Digamos esto nosotros, y cada uno dígalo de sus enemigos. En efecto, es cosa buena y un deber el orar para que Dios nos libre de nuestros enemigos. Pero debemos conocer quiénes son los enemigos por los que hay que orar, y quiénes contra los que debemos orar. De los enemigos, sean quienes fueren, si son hombres no hay que odiarlos, no sea que, volviéndose malo el que odia a quien le hace víctima del mal, haya dos malos. Que el bueno siga bueno, amando a quien le causa el mal, y así habrá solamente un malo. Los enemigos contra los que hay que orar son el diablo y sus ángeles; éstos envidian en nosotros el reino de los cielos, no quieren que subamos a la mansión de donde ellos fueron arrojados. De éstos, sí, hay que orar para que nuestra alma se vea libre de ellos. Porque cuando los hombres son incitados contra nosotros, se convierten en sus instrumentos. Por eso el apóstol Pablo, avisándonos de cuán cautos debemos ser contra nuestros enemigos, les dice a los siervos de Dios que padecen tribulaciones, sea de divisiones, de insultos, de enemistades humanas: Vuestra lucha no es contra la carne y la sangre, es decir, no es contra hombres, sino contra los dominadores, los poderes y rectores del mundo1. ¿De qué mundo? ¿Del cielo y de la tierra? De ninguna manera. Este mundo sólo lo rige el Creador. Entonces ¿a quiénes llama mundo? A los que aman el mundo. Y añade, explicando: Me refiero al mundo de estas tinieblas. ¿Qué tinieblas, sino las de los infieles e impíos? En efecto, hablando a los impíos e infieles que ya se habían vuelto piadosos y creyentes, les dice el mismo Apóstol: En otro tiempo fuisteis tinieblas, pero ahora ya sois luz en el Señor2. Lucháis, dice, contra las fuerzas espirituales del mal que hay en los cielos3, contra el diablo y sus ángeles; a vuestros enemigos no los veis, pero los vencéis. Arráncame de las manos de mis enemigos, y de quienes me persiguen.
3. [v.17] Haz brillar tu rostro sobre tu siervo, ponme a salvo en tu misericordia. Decíamos más arriba, si recuerda Vuestra Caridad, los que estuvisteis presentes en la exposición de ayer, que los máximos perseguidores de la Iglesia son los cristianos que no quieren llevar una vida recta. Estos son la vergüenza de la Iglesia, y de ellos le vienen las disensiones que tiene que soportar. Cuando se les corrige, cuando no se les consiente su mala vida, cuando se habla con ellos, maquinan maldades en su corazón y buscan la ocasión para explotar. Entre ellos se encuentra éste que gime en el salmo, y, si queremos, estamos también nosotros. Porque de éstos hay un gran número, y en medio de esta multitud apenas se ven los buenos, como pasa con los granos en la era; pero de estos granos, una vez que hayan sido limpiados de la paja, se llenarán los hórreos del Señor4. Por eso, el que aquí en el salmo está gimiendo entre ellos, dice: Haz brillar tu rostro sobre tu siervo. Parece que hay una cierta confusión, al llamarse todos cristianos, tanto los que viven mal como los que viven bien: todos están marcados con la misma señal, todos se acercan al mismo altar, todos se purifican con el mismo bautismo, todos recitan la misma oración dominical, todos asisten a la celebración de los mismos misterios. ¿Cómo se distinguirá a los que se lamentan, de aquéllos por quienes se están lamentando, si el Señor no ilumina su rostro sobre su siervo? ¿Qué significa, entonces: Haz brillar tu rostro sobre tu siervo? Que se vea que pertenezco a ti, y que no diga que también pertenece a ti el cristiano impío, para que no tenga yo que decirte con mentira en otro salmo: Júzgame, oh Dios, y discierne mi causa de la gente malvada. Lo que dice allí: Discierne mi causa, eso mismo dice aquí: Haz brillar tu rostro sobre tu siervo. Y no obstante, para evitar él mismo enorgullecerse, y que no dé la impresión de justificarse, añadió: Ponme a salvo en tu misericordia; o sea, no por mi justicia, no por mis méritos, sino en tu misericordia; no porque yo sea digno, sino porque tú eres misericordioso. No me escuches con severidad de juez, sino con bondad rebosante de misericordia. Ponme a salvo en tu misericordia.
4. [v.18] Señor, no sea confundido, porque te he invocado. Manifiesta una gran razón: No sea confundido, porque te he invocado. ¿Vas a querer que sienta vergüenza el que te ha invocado? ¿Quieres que se diga: Dónde está aquél en quien tanto confiaba? ¿Quién hay, incluso entre los impíos, que no invoque a Dios? Porque si no dijera con un cierto modo personal: Te he invocado, sin que sea algo común a muchos, no podría en absoluto exigir de tal invocación un favor tan grande. Dios de algún modo le respondería mentalmente y le diría: ¿Cómo es que me pides no quedar avergonzado? ¿Por qué? ¿Porque me invocaste? ¿No ves cómo los hombres me invocan a diario, incluso para llevar a cabo sus adulterios, movidos por la pasión? ¿No ves cómo a diario los hombres me invocan pidiendo la muerte de aquéllos de quienes esperan obtener su herencia? ¿No me invocan a diario los hombres que maquinan fraudes para ejecutarlos con éxito? ¿Qué es, pues, lo que tú exiges, como un gran favor, al decir: No sea confundido, porque te he invocado? Ellos invocan, sí, pero no es a ti a quien invocan. Tú invocas a Dios cuando le pides que venga a ti. Invocarlo es llamarlo para que venga a ti, invitarlo, por así decir, a la morada de tu corazón. Y nunca te atreverías a invitar a un tan importante Padre de familia, si no supieras prepararle el aposento. Si Dios te dijera: Ya que me has llamado, voy a ti, pero ¿por dónde entro? ¿Tendré que soportar tamañas inmundicias en tu conciencia? Si invitases a un servidor mío a tu casa, ¿no te esmerarías en limpiarla primero? Me llamas para que vaya a tu corazón, que está lleno de rapiñas. Se le llama a Dios adonde está lleno de blasfemias, lleno de adulterios, lleno de fraudes, lleno de malos deseos ¡y todavía me llamas! ¿Qué dice, en fin, de tales hombres en otro lugar un salmo? No invocaron al Señor5. Lo invocaron, sí, pero en realidad no lo invocaron. Voy a tocar brevemente este punto, ya que ha surgido la cuestión de cómo es que el hombre exija un favor tan grande, alegando un solo mérito, cuando dice: Porque te he invocado; y esto cuando vemos a un tan gran número de malvados invocar al Señor. De aquí surge la duda que no conviene soslayar. Brevemente le pregunto a un avaro: ¿Tú invocas a Dios? ¿Y por qué invocas a Dios? Para que me otorgue ganancias. Luego invocas las ganancias, no a Dios. Porque claro, estas ganancias que codicias no las puedes conseguir ni de tu siervo, ni de tu granjero, ni de tu cliente, ni de tu amigo, ni de tu compañero; invocas a Dios y lo haces servidor de tus lucros. ¡Cómo se ha envilecido Dios para ti! ¿Quieres invocar a Dios? Invócalo gratuitamente. ¿Te parece poco a ti, avaro, que el mismo Dios venga a llenarte? Si viene a ti Dios, sin oro ni plata, ¿no lo quieres? ¿Y qué te puede satisfacer de lo que Dios ha hecho, si el mismo Dios no te satisface? Con razón ruega el del salmo: No sea confundido, porque te he invocado. Invocad al Señor, hermanos, si no queréis sentir vergüenza. De esta vergüenza tiene miedo cuando se expresa así en los comienzos del salmo: En ti, Señor, he esperado; no quede yo confundido para la eternidad6. Y para que sepáis que tiene miedo de esta vergüenza, ¿qué añadió después de decir: No sea confundido para siempre, porque te he invocado? Ruborícense los impíos, y sean llevados al infierno. Sí, se trata de la eterna confusión.
5. [v.19] Sean hechos mudos los labios mentirosos, que profieren iniquidad contra el justo, con soberbia y desprecio. Este justo es Cristo; son muchos los labios que profieren maldades contra él con soberbia y desprecio. ¿Por qué con soberbia y desprecio? Porque apareció despreciable a los soberbios quien vino tan humilde. ¿Cómo quieres que no sea despreciado de quienes están apegados a los honores aquél que sufrió tantas injurias? ¿Cómo quieres que no sea despreciado de aquellos que aprecian esta vida como lo máximo, aquél que fue sometido a la muerte? ¿Cómo quieres que no sea despreciado de los que estiman la muerte en cruz como una infame condena, aquél que fue crucificado? ¿Cómo quieres que no desprecien los ricos al que llevó una vida pobre en el mundo, siendo el Creador del mundo? Todos los que aman estas realidades, que no las quiso tener Cristo, no porque no tuviese posibilidad de poseerlas, sino porque quiso demostrarnos que deben ser despreciadas; todos éstos, digo, lo desprecian a él. Y cualquiera de sus servidores que quiera seguir sus pasos y caminar también él en aquella humildad con la que aprendió cómo había caminado su Señor, sufrirá el desprecio en Cristo, como miembro de Cristo que es; y cuando son despreciados la cabeza y los miembros, es despreciado el Cristo total, puesto que el Justo total es la cabeza y el cuerpo. Y es necesario que sea despreciado por los soberbios y los impíos este Cristo total, para que en ellos se cumpla lo que está escrito: Sean hechos mudos los labios mentirosos, que profieren iniquidad contra el justo, con soberbia y desprecio. ¿Cuándo llegarán a quedarse mudos estos labios? ¿En este mundo? Jamás. A diario gritan contra los cristianos, sobre todo si son humildes. A diario blasfeman, a diario ladran. Aumentan con sus lenguas las penas que en el infierno les harán sentir la sed, cuando en vano suspirarán por una gota de agua fresca7. No, los labios de esta clase de gente no quedarán mudos en el tiempo presente. ¿Cuándo, entonces? Cuando sus propias iniquidades se vuelvan contra ellos, como dice el libro de la Sabiduría: Aquel día estarán los justos erguidos con gran seguridad ante los que los afligieron. Entonces les dirán ellos: Estos son aquéllos de quienes un día nos reíamos, y eran objeto de nuestros desprecios. ¡Mirad cómo ahora están entre los hijos de Dios y comparten su herencia con los santos! Nosotros, insensatos, teníamos su vida como una locura8. Será entonces cuando enmudezcan los labios que profieren maldades contra el justo, con soberbia y desprecio. Ahora ellos nos dicen: ¿Dónde está vuestro Dios? ¿Qué adoráis? ¿Qué es lo que veis? Creéis y estáis sufriendo. Estáis seguros de lo que sufrís, pero no sabéis bien lo que esperáis. Cuando llegue lo que esperamos con seguridad, los labios embusteros enmudecerán.
6. [v.20] A sí que fíjate en lo que sigue, porque enmudecerán los labios mentirosos, que profieren maldades contra el justo con soberbia y desprecio. El que así se queja considera interiormente, en su espíritu, las bondades de Dios, esas bondades que se ven en lo escondido, y que los impíos no son capaces de ver. Los ve proferir injurias contra el justo con soberbia y desprecio, precisamente porque ellos pueden percibir los bienes de este mundo, pero ni son capaces de imaginar las bondades del siglo futuro. Y para inculcar a los hombres estos bienes del siglo futuro, mandándoles soportar, no amar los de este tiempo, exclama y añade: ¡Cuán numerosa es la abundancia de tu dulzura, Señor! Y aquí si el impío llega a decir: ¿Y dónde está esa dulzura tan grande?, yo le respondo: ¿Cómo quieres que te muestre la magnitud de esta dulzura, a ti que has perdido el paladar por la fiebre de tu maldad? Si desconoces la miel, nunca podrás exclamar lo bien que sabe hasta que no la llegues a gustar. Careces del paladar del corazón para gustar estas riquezas. ¿Qué quieres que te haga? ¿Cómo te las voy mostrar? No hay a quién decirle: Gustad y ved que el Señor es suave9. ¡Cuán numerosa es la abundancia de tu dulzura, Señor, que has escondido a quienes te temen! ¿Qué significa les «has escondido»? Se la reservaste, no se la has negado, para que sólo ellos puedan acceder (se trata de un bien que no es posible sea común a justos e impíos) y para que accedan a ella con temor. Porque mientras están todavía en el temor, ni ellos mismos llegan a poseerla; creen, sin embargo, que la alcanzarán, y comienzan por el temor. Nada hay más dulce que la inmortal sabiduría, pero el inicio de la sabiduría es el temor del Señor10. Que has escondido a quienes te temen.
7. En cambio, la has concedido en plenitud a quienes esperan en ti en presencia de los hijos de los hombres. No dice: se la has concedido en presencia de los hijos de los hombres, sino: a quienes esperan en ti en presencia de los hijos de los hombres. Esto es, les has concedido tu dulzura a quienes esperan en ti en presencia de los hijos de los hombres. En este sentido dice el Señor: El que me niegue ante los hombres, también yo lo negaré ante mi Padre11. Por tanto, si esperas en el Señor, espera ante los hombres, no sea que esa tu esperanza la escondas en tu corazón, y tengas miedo de confesarla, porque se te pueda imputar como un delito el ser cristiano. ¿Pero a quién se le acusa hoy día de ser cristiano? Quedan tan pocos no cristianos, que más bien la acusación sería contra los no cristianos por tener la osadía de acusar a alguien de ser cristiano. Pero estas son mis palabras, hermanos míos: comienza tú, cualquiera que me estés oyendo, a vivir como cristiano, y mira a ver si las acusaciones no te vienen de los mismos cristianos, cristianos de nombre, no de vida, no de conducta cristiana. Esto nadie lo sabe más que el que lo ha experimentado. Por tanto, ánimo, fíjate bien en lo que estás oyendo. ¿Quieres vivir como cristiano? ¿Quieres seguir las huellas de tu Señor? tal vez se te insulta, tú te avergüenzas, y por vergüenza te rindes. Perdiste el camino. Se diría que has creído con el corazón para obtener la justicia, pero la has perdido, porque la confesión oral es la que obtiene la salvación12. Por tanto, si quieres recorrer el camino del Señor, tu esperanza en él debe aparecer también en presencia de los hombres, esto es, no te ruborices de tu esperanza. Tal como está viva en tu corazón, así debe estar presente en tus labios. No en vano quiso grabarnos Cristo su señal en nuestra frente, como en la sede del pudor, para que el cristiano no se ruborice de las afrentas hechas a Cristo. Si obras así en presencia de los hombres; si no te ruborizas de ello ante los hombres; si no niegas a Cristo en presencia de los hijos de los hombres ni de palabra ni con los hechos, ten esperanza de que podrás disfrutar plenamente de la dulzura de Dios.
8. [v.21] ¿Y cómo continúa el salmo? Los esconderás en lo escondido de tu rostro. ¿Qué lugar es este? No dijo: Los esconderás en tu cielo; ni tampoco: los esconderás en el paraíso; ni tampoco: Los esconderás en el seno de Abrahán. Porque en las Sagradas Escrituras están ya señalados a la multitud de los fieles los lugares reservados a los santos. Estimemos en nada todo lo que no sea Dios. El que nos protege aquí durante esta vida, sea él mismo nuestra morada al fin de esta vida. Se lo dice este mismo salmo al principio: Sé para mí un Dios protector y casa de refugio13. Sí, estaremos escondidos en el rostro de Dios. ¿Estáis esperando que os diga qué refugio hay en rostro de Dios? Purificad el corazón para que sea él mismo quien lo ilumine, y ya que lo invocáis, penetre en su interior. Sé tú su casa, y él será la tuya; que habite en ti, y tú habitarás en él. Si en este mundo lo recibes en tu corazón, él te recibirá en su rostro. Los esconderás, dice. ¿Dónde? En lo escondido de tu rostro. De las angustias humanas. Porque cuando sean allí escondidos, no sufrirán angustias; en lo secreto de tu rostro no habrá lugar a la angustia. ¿Crees tú que habrá alguien tan feliz en este mundo, que al sentir los desprecios humanos por el hecho de servir a Cristo, huya en su corazón hacia Dios, y comience a tener esperanza en su dulzura, y lejos de las angustias de los hombres, que le hacen oír sus injurias, entre en el rostro de Dios con su conciencia? Entra, sí, pero si tiene cómo entrar, es decir, si su conciencia no está cargada, si su fardo no es demasiado grande para la puerta estrecha. Los esconderás, pues, en lo escondido de tu rostro, de las angustias humanas. Los protegerás en tu tienda, de la contradicción de sus lenguas. Los esconderás, por fin, de los disgustos humanos en lo escondido de tu rostro; así, a partir de entonces, no podrá haber ya más inquietudes humanas en ellos. Pero mientras dure su peregrinación por este mundo, tus siervos tendrán que sufrir las contradicciones de muchas lenguas. ¿Y entonces tú qué le harás? Los protegerás en tu tienda. ¿Qué tienda es esa? La Iglesia de este tiempo. Le llamamos tienda por encontrarse todavía en peregrinación por esta tierra. Una tienda es la morada de los soldados cuando están en campaña. A eso se le llama tienda de campaña. La casa no es una tienda de campaña. Lucha tú, peregrino, mientras estás en campaña, para que estando a salvo en la tienda, puedas ser recibido en la casa. Tendrás una casa eterna en el cielo, si ahora vives dignamente en la tienda de campaña. Por consiguiente será en esta tienda donde los protegerás de las lenguas contrarias. Son muchas las lenguas que lanzan contradicciones: son varias las herejías, varios los cismas que gritan; muchas son las lenguas contrarias a la verdadera doctrina; tú corre hacia la tienda de Dios, mantente en la Iglesia Católica, no te alejes de la norma de la verdad, y te sentirás protegido en la tienda de las lenguas que lanzan contradicciones.
9. [v.22] Bendito el Señor, porque ha hecho prodigiosa su misericordia en la ciudad de alrededor. ¿Cuál es esta ciudad que está alrededor? El pueblo de Dios estaba asentado únicamente en Judea, como en medio del mundo. Allí se recitaban alabanzas a Dios y se le ofrecían sacrificios. Allí no cesaban de cantarse las profecías que ahora vemos cumplirse; este pueblo estaba algo así como en medio de las naciones. Y el profeta mira y ve la Iglesia de Dios que iba a llegar a todas las naciones. Y como esas naciones, que tenían en medio a la nación judía, la rodeaban por todas partes, el salmista llamó con el nombre de ?ciudad de alrededor? a tales pueblos que estaban alrededor. Sí, has magnificado, Señor, tu misericordia en la ciudad de Jerusalén; allí padeció Cristo, allí resucitó, allí ascendió al cielo, allí realizó muchas maravillas. Pero mereces una mayor alabanza por haber magnificado tu misericordia en la ciudad circundante, es decir, difundiste por todas las naciones tu misericordia. Y no encerraste tu perfume en aquella Jerusalén como en un vaso. No, rompiste el vaso y el perfume se difundió por el mundo, para que se cumpliese lo que dicen las santas Escrituras: Tu nombre es un bálsamo derramado14. Es así como hiciste prodigiosa tu misericordia en la ciudad de alrededor. En efecto, ascendió al cielo, está sentado a la derecha del Padre y a los diez días envió el Espíritu Santo15. Los discípulos quedaron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a predicar las maravillas de Cristo; fueron apedreados, matados, tuvieron que huir16. Y al tener que huir como de un solo lugar, llenaron, como leños ardientes del fuego divino, toda la selva del mundo, incendiándola con el fervor del Espíritu y con la luz de la verdad. Así hizo prodigiosa el Señor su misericordia en la ciudad de alrededor.
10. [v.23] Yo dije en mi éxtasis. Recordad el título del salmo: allí está este arrebato. Mirad lo que dice: Yo dije en mi éxtasis: «He sido arrojado de la vista de tus ojos». En mi terror yo dije, o sea: Yo dije en mi éxtasis. Lo vi aterrorizado interiormente por no sé qué gran tribulación, como las que no faltan; y mirando a su corazón despavorido y tembloroso, dice: He sido arrojado de la vista de tus ojos. Si estuviera en tu presencia, no tendría este miedo; si me miraras, no temblaría de esta forma. Pero al decir en otro salmo: Si yo decía: «Mi pie se tambalea», tu misericordia, Señor, me ayudaba17, dice aquí a continuación: Por eso has escuchado la voz de mi plegaria. Porque he confesado, porque he dicho: He sido arrojado de la vista de tus ojos, porque no me he levantado con soberbia, sino que he culpado a mi corazón, y al tambalearme en la tribulación he clamado a ti, has escuchado mi oración. Se ha cumplido, pues, lo que he citado de dicho salmo. Lo que aquí se dice: Yo dije en mi éxtasis: «He sido arrojado de la presencia de tus ojos», eso mismo se dice en aquel salmo: Si yo decía: «Mi pie se tambalea». Y lo que sigue: Tu misericordia, Señor, me ayudaba, corresponde a este otro: Por eso has escuchado, Señor, la voz de mi plegaria. Fíjate en aquello que le ocurrió a Pedro. Ve al Señor caminando sobre las aguas, y cree que es un fantasma. El Señor le grita: Soy, yo, no tengas miedo. Pedro recupera la confianza y dice: Si eres tú, mándame ir a ti sobre el agua; así me convenceré de que eres tú, si yo, por tu palabra, soy capaz de hacer lo mismo que tú. Y él le dijo: Ven. Así la palabra del que manda se transforma en poder para que el que oye. Ven, le dice. Y descendió de la barca; comienza a caminar, iba sin miedo, como quien confiaba en él. Pero al ver un viento fuerte, tuvo miedo. Yo dije en mi éxtasis: «He sido arrojado de la vista de tus ojos». Y al comenzar a hundirse, gritó: ¡Señor, que perezco! Y Jesús, alargándole la mano, lo levantó diciéndole: ¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?18 Sí, yo dije en mi terror: He sido arrojado de la vista de tus ojos. Y como quien ya comenzaba a ahogarse en el mar: Has escuchado, Señor, la voz de mi plegaria. Pero has escuchado, cuando gritaba hacia ti. El clamor a Dios no es con la voz, sino con el corazón. Hay muchos que sin mover los labios claman con el corazón; y muchos que gritando con la boca, no han podido alcanzar nada porque su corazón estaba de espaldas a Dios. Tú, si clamas, clama en tu interior, que es donde Dios oye. Cuando gritaba hacia ti, dice, has escuchado la voz de mi plegaria.
11. [v.24] Como experimentado, ¿qué es lo que nos aconseja? Amad al Señor, todos sus santos. Como si dijera: Creedme, yo tengo experiencia; he pasado por tribulaciones; invoqué y no me he decepcionado; puse mi esperanza en Dios y no he quedado confundido; iluminó mis pensamientos, ha puesto fin a mis miedos. Amad al Señor, todos sus santos. Quiere decir: amad al Señor quienes no amáis el mundo, es decir, todos sus santos. Porque ¿cómo le voy a decir que ame al Señor el que sigue amando el anfiteatro? ¿Cómo le voy a decir que ame al Señor el que ama la parodia, la pantomima, el que sigue aficionado a la borrachera, a las pompas mundanas, a toda clase de vanidades y de locuras engañosas? A éste tal le diré: Aprende a no amar, para que aprendas a amar; apártate, para que puedas volverte; vacíate para que te llenes. Amad al Señor, todos sus santos.
12. Porque el Señor buscará la verdad. Ya conocéis la cantidad de malhechores que aparecen en nuestros días; conocéis cómo se inflan en sus apariencias; pero el Señor busca la verdad. Y les dará la paga a los que hacen derroches de orgullo. Aguantad hasta el final; soportad mientras tengáis carencias; porque llegará necesariamente el momento en que el Señor, buscador de la verdad, pague con creces a los que se enorgullecen sobremanera. Y tú me dirás: ¿Cuándo llegará ese momento? Cuando él quiera. Estate cierto que les pagará, no pongas en duda esa retribución; pero no tengas el atrevimiento de aconsejar a Dios sobre cuándo lo debe hacer. Es seguro que averiguará la verdad y les pagará con creces a quienes tienen un comportamiento altivo. Algunos tendrán aquí su paga, ya lo hemos visto y lo hemos aprendido: Dios da la retribución. Y cuando son humillados los que temen a Dios, si tal vez habían sobresalido en alguna autoridad de este mundo, al ser humillados no se sintieron caídos, porque a Dios lo mantuvieron dentro de su corazón; su excelencia es Dios. Job parecía humillado por la pérdida de su hacienda, de sus hijos, por perder lo que conservaba y aquéllos por quienes lo conservaba. Se quedó sin herencia, y, lo que es más triste todavía, sin heredero alguno19. Le quedaba su esposa, que por cierto no le daba ningún consuelo; era más bien colaboradora del diablo20. Job parecía humillado, pero mira a ver si era infeliz, si no estaba en lo secreto del rostro de Dios. Desnudo salí, dice, del vientre de mi madre, y desnudo volveré a la tierra; el Señor me lo dio, el Señor me lo quitó; como a él le agradó, así lo hizo; sea bendito el nombre del Señor21. Estas perlas preciosas de su alabanza ¿de dónde provienen? Fijaos cómo por fuera era pobre, y por dentro rico. ¿Saldrían de sus labios estas perlas de alabanza divina, si no tuviera un tesoro en su corazón? Los que deseáis ser ricos, anhelad estas riquezas, que ni siquiera en un naufragio se pueden perder. Por tanto, cuando son humillados hombres como éstos, no los consideréis desgraciados. Os equivocáis, no sabéis el tesoro que llevan dentro. Los juzgáis por vosotros, que amáis el mundo: vosotros, cuando perdéis esas cosas, os consideráis desgraciados. No, de ninguna manera penséis así; tienen en su interior la fuente de la alegría. En su más íntimo ser está su dueño, íntimo les es su pastor y consolador. Quienes caen y se pierden son los que ponen su esperanza en este siglo. Se evapora lo que brillaba por fuera, y dentro sólo les queda el humo de una mala conciencia. Por ninguna parte encuentran consuelo, no tienen adónde salir de su encierro, no tienen adónde volver en su interior, abandonados de la pompa mundana, vacíos de gracia espiritual, éstos son los verdaderos humillados. Y Dios a muchos los trata así en el tiempo presente, pero no a todos. Si esto no lo hiciera con nadie, daría la impresión de que la divina providencia estaba dormida; si lo hiciera con todos, se le habría agotado la paciencia divina. Porque tú, cristiano, aprendiste a tolerar, no a vengarte. ¿Quieres, cristiano, vengarte? Cristo todavía no se ha vengado. ¿Acaso has sufrido tú solo las ofensas de algún malvado, y Cristo no? ¿No fue él quien primero sufrió por ti, sin tener razón ninguna para sufrir? En realidad, el sufrimiento en ti es un horno de orfebre (siempre que seas oro, y no paja), para ser purificado de tus escorias, y no reducido a cenizas.
13. [v.25] Amad al Señor, todos sus santos, porque el Señor buscará la verdad y les dará la paga a los que hacen derroches de orgullo. Pero ¿cuándo les pagará? ¡Oh si les pagase ahora! Ahora me gustaría a mí verlos humillados y postrados. Escuchad lo que sigue: Sed valientes. Que no se cansen vuestras manos en las tribulaciones, que no vacilen vuestras rodillas. Actuad varonilmente, y que se vigorice vuestro corazón. Para sufrir y tolerar todos los males de este mundo debe robustecerse vuestro corazón. ¿Pero quiénes son los destinatarios de lo que dice el Profeta: Actuad varonilmente, y que se vigorice vuestro corazón? ¿Acaso los amantes de este mundo? No. Mirad a quiénes se lo dice: Todos los que esperáis en el Señor.