Revisión: Pío de Luis Vizcaíno, OSA
1. [v.2] Esto es lo que ciertamente hemos cantado: Te ensalzaré, Señor, porque me has acogido, y no has alegrado a mis enemigos a mi costa. Si ya nos consta por las Escrituras Santas quiénes son nuestros enemigos, conocemos la verdad que hay en este canto; pero si la astucia de la carne nos engaña hasta el punto de hacer que desconozcamos contra quienes tenemos que luchar, nos encontramos ya de entrada en este salmo con un problema que no somos capaces de solucionar. ¿De quién pensamos que es la voz que alaba al Señor, que le da gracias, que salta de júbilo y que exclama: Te ensalzaré, Señor, porque me has acogido y no has alegrado a mis enemigos a mi costa? En primer término, pensemos en el Señor mismo, quien, al haberse dignado hacerse hombre, pudo adaptar a sí estas palabras, basándose en la profecía anterior, puesto que, al ser hombre, era un ser débil y, al ser débil, se puso a orar. Pues por lo que hemos escuchado cuando se leyó el evangelio, sabemos que se retiró al desierto apartándose de sus discípulos, que éstos le siguieron y le encontraron. Ahora bien, apartado de ellos, oraba allí y los discípulos que le hallaron le dijeron: La gente te busca, a lo que él respondió: Vayamos también a otros lugares y aldeas para predicar allí, pues para esto he venido1. Pero si tomas en consideración la divinidad de nuestro Señor Jesucristo, ¿quién ora?, ¿a quién ora?, ¿por qué ora?, ¿ora Dios?, ¿ora de igual a igual? ¿Qué motivos tiene para orar él, que es siempre dichoso, siempre omnipotente, siempre inmutable, eterno y coeterno con el Padre? Pensemos, por tanto, que él mismo tronó por medio de Juan, como por medio de cierta nube suya, y dijo: En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba en Dios y la Palabra era Dios. Esta estaba en el principio en Dios. Todo se hizo mediante ella, y sin ella no se hizo nada. Lo que se hizo es vida en ella, y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no la comprendieron. En lo dicho hasta aquí no hallamos ni oración, ni motivos para orar, ni ocasión, ni deseo de orar. Pero, porque poco después dice: Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros2, tienes la Majestad a la que ores, tienes la humanidad que ore por ti. En efecto, esto ha dicho el Apóstol, precisamente después de la resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Afirma: El cual está sentado a la derecha de Dios, el cual también intercede por nosotros3. ¿Por qué intercede por nosotros? Porque se ha dignado ser mediador. ¿Qué significa ser mediador entre Dios y los hombres?4. Que no lo es entre el Padre y los hombres, sino entre Dios y los hombres. ¿Qué es Dios? El Padre y el Hijo y el Espíritu Santo. ¿Qué son los hombres? Pecadores, impíos, mortales. Entre esa Trinidad y la debilidad e iniquidad de los hombres ha sido hecho mediador un hombre no inicuo, pero sí débil, de modo que, porque no es inicuo, te une a Dios y, porque es débil, se te acerca. Y así, para que existiera un mediador entre el hombre y Dios, la Palabra se hizo carne, esto es, la Palabra se hizo hombre, ya que a los hombres se les denomina con el apelativo de carne. De ahí que se diga: Y toda carne verá la salvación de Dios5. «Toda carne» equivale a todos los hombres. Dice también el Apóstol: Nuestra lucha no es contra la carne ni la sangre (esto es, contra hombres), sino contra los principados y las potestades y los rectores del mundo de estas tinieblas6. De ello hablaremos, con la ayuda de Dios, a continuación. Tal distinción resulta pertinente para exponer el salmo que me he propuesto explicar a Vuestra Santidad en nombre del Señor. Sin embargo, he traído a colación estos ejemplos, para que sepáis que se nomina carne a los hombres, de modo que lo que está dicho, y la Palabra se hizo carne, tenéis que interpretarlo en el sentido de que la Palabra se hizo hombre.
2. Y no me faltan razones para hablar así. Vuestra Santidad estará enterada de que existió cierta herejía, e incluso puede que aún queden restos de sus secuaces denominados apolinaristas. Pues bien, algunos de ellos afirmaron que el hombre asumido por la Sabiduría de Dios (y en el cual ha manifestado su persona; no como en el resto de los hombres, sino como está dicho en el salmo: Por eso Dios, tu Dios, te ha ungido con óleo de alegría por encima de todos tus compañeros7, es decir, en mayor grado que a tus compañeros; para que no se estime que Cristo ha sido ungido como el resto de los hombres, como los demás justos, como los patriarcas, profetas, apóstoles y mártires, o cuanto hay de grande en el género humano. Habida cuenta de que, dentro del género humano, de entre todos los nacidos de mujer no ha habido nadie más grande que Juan el Bautista8, si buscas el hombre excelente por antonomasia, ese es Juan el Bautista. Y aquel de quien Juan Bautista dice que no es digno de desatar la correa de su calzado9, ¿qué era sino más que el resto de los hombres? Incluso como hombre era más que el resto de los hombres. Y en cuanto Dios y según la divinidad y de acuerdo con el hecho de que en el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios y la Palabra era Dios, es igual al Padre por encima del resto de las criaturas. Pero nos estamos ocupando del hombre. Quizá alguno de vosotros, hermanos, piense que aquel hombre asumido por la Sabiduría de Dios era igual que el resto de los hombres. Si en tus miembros hay mucha diferencia entre la cabeza y el resto del cuerpo, no existe la menor duda de que todos los miembros integran un solo cuerpo, aunque exista una gran diferencia entre la cabeza y el resto de los miembros. De hecho, en el resto de los miembros no hay más que un sentido, el tacto. La sensación propia del resto de los miembros es el tacto, mientras que en la cabeza tiene su asiento la vista, el oído, el olfato, el gusto y el tacto. Si tanta es la superioridad de la cabeza sobre el resto de los miembros, ¿cuál será la supremacía de la Cabeza de la Iglesia entera, es decir, la de aquel Hombre a quien Dios quiso poner de Mediador entre Dios y los hombres?). Cerrado el paréntesis, sigamos. Aquellos herejes dijeron que el hombre al que asumió la Palabra, cuando esta se hizo carne, no tuvo mente humana, sino que se limitó a ser un alma sin inteligencia humana. Pero vosotros sabéis muy bien de qué consta el hombre: de cuerpo y de alma. Pero el alma humana tiene algo que no tienen las almas de las bestias. Efectivamente, también las bestias tienen alma; de ahí viene que las llamemos animales. Si no fuera por el alma no los denominaríamos así. Vemos, por otro lado, que viven gracias a ella. ¿Y qué es lo que el hombre posee de más, por lo que precisamente es imagen de Dios? La facultad de comprender y de saber, así como la capacidad de distinguir entre el bien y el mal. Estas facultades hacen al hombre imagen y semejanza de Dios. Luego está en posesión de algo que no tienen los animales. Pero cuando el hombre desprecia en sí mismo aquello por lo que es superior a las bestias, destruye en sí, deteriora y hasta cierto punto desdibuja la imagen de Dios. Por eso se dice a este tipo de personas: No seáis como el caballo y el mulo que no tienen inteligencia10. En resumidas cuentas, sostuvieron que nuestro Señor Jesucristo no tuvo mente humana, ni lo que los griegos llamaron ??????? y nosotros racionalidad, mediante la cual el hombre razona, cosa que no posee el resto de los animales. ¿Qué afirman estos herejes? Que era la misma Palabra de Dios quien hacía las veces de mente en este hombre. Se les excomulgó, sufrieron un rechazo por parte de la fe católica y crearon la herejía. Dentro de la fe católica quedó como verdad firme que aquel hombre a quien asumió la Sabiduría de Dios no carecía de nada de cuanto integra la naturaleza humana; y, por lo que respecta a la superioridad de la persona, tenía algo más que el resto de los humanos, pues de los demás hombres, teniendo como tienen la Palabra de Dios, puede decirse que son partícipes de la Palabra de Dios, pero ninguno de ellos puede decir que es Palabra de Dios como se dijo de él en el pasaje: La Palabra se hizo carne.
3. Tampoco faltaron otros sujetos provenientes del mismo error, afirmando que aquel hombre, Cristo, mediador entre Dios y los hombres, no sólo no tenía mente, sino que tampoco tenía alma. Se limitaron a decir que era Palabra y carne, pero que en él no había ni alma humana ni mente humana. Esto es lo que dijeron. En ese caso ¿qué es lo que era? Palabra y carne. También a estos los rechazó la Iglesia católica y los expulsó del redil de las ovejas y de la fe sencilla y verdadera, quedando inconcusamente establecido que aquel hombre mediador tenía todo lo que tiene el hombre menos el pecado. En efecto, si realizó muchas acciones específicas del cuerpo, de ahí entendemos que su cuerpo no fue ficticio, sino auténtico. Por vía de ejemplo, ¿cómo podemos deducir que tuvo un cuerpo? Porque anduvo, se sentó, durmió, lo arrestaron, lo azotaron, lo abofetearon, lo crucificaron y murió. Suprime el cuerpo y no habría acontecido ninguno de estos hechos. Análogamente a como a través de estos indicios conocemos por el evangelio que é1 tuvo un cuerpo verdadero, tal como él mismo lo afirmó incluso después de su resurrección: Tocad y ved que un fantasma no tiene carne y huesos como veis que yo tengo11; así como a base de estas realidades y de estas acciones creemos, entendemos y sabemos que el Señor Jesús tuvo cuerpo, del mismo modo sabemos que tuvo alma, basándonos en algunas otras funciones naturales. Sentir hambre, sentir sed es algo propio del alma. Suprime el alma y verás que un cuerpo exánime no puede sentir ni hambre ni sed. Solo que, si estos individuos mantienen que todas estas cosas eran falsas, también lo serán aquellas que creemos con respecto al cuerpo. Y si es un cuerpo real porque sus funciones corporales son reales, el alma tiene que ser también real porque las funciones que realiza son reales.
4. Y entonces ¿qué? Porque el Señor se ha hecho débil por ti, hombre que escuchas, no te compares con Dios. En efecto, tú eres una criatura, él es tu Creador. Tampoco te parangones con aquel hombre, porque por ti tu Dios, el Hijo de Dios, su Palabra, se ha hecho hombre. Pero eso sí, antepón a ti mismo a aquel hombre en cuanto mediador y Dios, que está por encima de todo lo creado. Así llegarás a comprender que quien se hizo hombre por amor a ti es lógico que ore por ti. Luego si no es absurdo que ore por ti, tampoco pudo resultar absurdo que pronunciara por ti estas palabras: Te ensalzaré, Señor, porque me has acogido y no has alegrado a mis enemigos a mi costa. Pero si no sabemos quiénes son nuestros enemigos, estas palabras serán falsas en el caso de que se piense en Jesucristo, el Señor. Si es Cristo el Señor quien habla, ¿en qué sentido es verdad el pasaje te ensalzaré, Señor, porque me has acogido? ¿En qué sentido son verdaderas estas palabras atribuidas al hombre, a la debilidad, a la carne, si sus enemigos se alegraron a costa de él cuando lo crucificaron, apresaron, azotaron y abofetearon diciendo: Adivínanos, Cristo?12. Esta alegría de los enemigos casi nos fuerza a pensar en la falsedad de las palabras: Y no has alegrado a mis enemigos a mi costa. Y luego, cuando colgaba de la cruz y ellos desfilaban o se detenían, le observaban y hacían visajes con la cabeza diciendo: Ahí tenéis al Hijo de Dios. Ha salvado a otros, pero no puede salvarse a sí mismo. Que baje ahora de la cruz y creeremos en él13. ¿Es que no se alegraban a costa de él al decir tales cosas? Entonces, ¿dónde queda, pues, esto: Te ensalzaré, Señor, porque me has acogido y no has alegrado a mis enemigos a mi costa?
5. Tal vez esta voz no procede de nuestro Señor Jesucristo, sino del hombre mismo, de la Iglesia universal del pueblo cristiano, porque todo hombre en Cristo es un solo hombre y la unidad de los cristianos es un solo hombre. Quizás el hombre mismo, es decir, la unidad de los cristianos es la que dice: Te ensalzaré, Señor, porque me has acogido y no has alegrado a mis enemigos a mi costa. ¿Y en qué sentido son ciertas estas palabras aplicadas a ellos? ¿No fueron apresados, azotados, muertos, crucificados, quemados vivos, o no lucharon con fieras aquellos cuya memoria celebramos? Cuando los hombres practicaban todo este tipo de violencias contra ellos, ¿no se divertían a su costa? ¿En qué sentido, pues, también el pueblo cristiano puede exclamar: Te ensalzaré, Señor, porque me has acogido y no has alegrado a mis enemigos a mi costa?
6. [v.1] Este extremo lo podremos comprender considerando en primer término el título del Salmo. Es como sigue: Para el fin, salmo del canto de la dedicación de la casa, para David mismo. En este título se basa toda la esperanza y todo el misterio de la cuestión que vamos a resolver. La casa que ahora se construye tendrá su dedicación o consagración más tarde. En la actualidad se procede a la construcción de la casa, es decir, de la Iglesia. Luego, se procederá a su consagración. En la dedicación se manifestará la gloria del pueblo cristiano, que está latente por el momento. Enfurézcanse ahora los enemigos, humíllenlo, hagan con él no lo que les venga en gana, sino lo que se les permite desde lo alto. Porque no hay que achacar a los enemigos todo cuanto ellos nos han hecho sufrir y nada al Señor nuestro Dios. El Mediador ha demostrado en sí mismo, con su propio ejemplo, en qué circunstancias se permite desde lo alto que los hombres nos hagan daño, no dándoles desde lo alto la voluntad de dañar, sino simplemente el poder de hacerlo. De hecho todo hombre malo tiene en sí la voluntad de hacer daño, pero no la posibilidad de hacerlo. En cuanto quiere el mal ya es culpable de él; pero la posibilidad de realizarlo es competencia y otorgamiento de una disposición oculta de la providencia de Dios. Esta permisión a unos les sirve de castigo, a otros de prueba y a otros de corona y recompensa. De castigo, como cuando a los ?????????, es decir, a los extranjeros, se les permitió reducir a la esclavitud al pueblo de Israel porque pecó contra Dios14. De prueba, como cuando al diablo se le concedió permiso para actuar contra Job15. Job sufrió la prueba y el diablo quedó avergonzado. De corona y recompensa, como el permiso que se les dio a los perseguidores para dar tormento a los mártires. Mataron a los mártires, y los perseguidores se figuraban en cierto modo que podían cantar victoria. Estos consiguieron públicamente un triunfo falso; aquellos obtuvieron en secreto una verdadera corona. Por consiguiente, en cuanto al permiso para hacer daño, estamos ante una disposición secreta de la providencia de Dios; en cambio, la voluntad de hacerlo es propia del hombre, pues no mata sin más ni más a quien quiere.
7. Así, pues,el mismo Señor, juez de vivos y muertos, al hallarse ante un juez humano, brindándonos un testimonio de humildad y de paciencia, no vencido sino ofreciendo al soldado un ejemplo de cómo hay que luchar, al juez que le amenaza con arrogancia, y que le pregunta: ¿No sabes que tengo poder de dejarte libre y de mandarte a la muerte?, le responde: No tendrías poder alguno sobre mí si no te lo hubieran dado desde arriba16, quitándole, al hablar así, su hinchazón orgullosa y como restituyéndole el resuello para que cediera en tal hinchazón. Y en cuanto a Job (a quien el diablo mató todos los hijos y arrebató toda la hacienda), ¿qué dijo? Dios me lo dio, Dios me lo quitó. Como agradó al Señor así ha ocurrido. ¡Bendito sea el nombre del Señor!17. Que no cante victoria el enemigo por lo que le hizo. Porque yo sé muy bien —dice Job— quién se lo ha permitido. Asígnese al diablo el deseo de hacer daño y a mi Señor el poder de ponerme a prueba. Convertido en pura llaga todo su cuerpo, se le acerca su mujer que, al igual que Eva, más que en ayudadora del marido se ha transformado en una auxiliar del diablo. Le tienta y, entre un montón de reproches, le dice: Di alguna palabra contra Dios y muérete18. Pero este Adán que yace en el estercolero es mucho más cauto que el Adán del paraíso, pues el Adán del paraíso dio asentimiento a su mujer, siendo expulsado del paraíso. El Adán del estercolero desatendió a su mujer, siendo admitido en el paraíso. ¿Qué es, pues, lo que dijo el Adán del basurero, dando a luz por dentro a la inmortalidad y por fuera chorreando gusanos? ¿Qué le dijo a la mujer? Como una de las mujeres necias has hablado. Si hemos recibido de la mano del Señor los bienes, ¿no vamos a aguantar los males?19. Una vez más afirmó que la mano del Señor estaba sobre él ante el hecho de que el diablo le hiriera, porque su atención no se centraba en quién le hería, sino en quién lo permitía. Y el diablo mismo calificó de mano de Dios a esa misma potestad que deseaba le dieran a él. Pues al incriminar a aquel santo varón de quien el Señor daba testimonio, le dice a Dios: ¿Acaso adora gratis Job a Dios? ¿No has rodeado de una valla protectora tanto a él como a su casa y a todo cuanto tiene a la redonda? Has bendecido el trabajo de sus manos y sus posesiones se esparcen por el país. Te rinde culto porque les has dado tantas riquezas; pero extiende tu mano y tócale en lo suyo, a ver si no te bendice a la cara20. ¿Qué quiere decir extiende tu mano, cuando el que quiere extenderla es él? Pero como personalmente no estaba autorizado o facultado para hacerlo, llamó mano de Dios al poder que recibió de Dios.
8. Entonces, hermanos, ¿qué cabe decir habida cuenta que los enemigos han hecho tantas cosas contra los cristianos, han saltado de gozo y se han divertido a costa de ellos? Pero ¿cuándo aparecerá que no se han divertido a costa de ellos? Cuando los primeros se vean confundidos, estos saltarán de gozo ante la llegada del Señor Dios nuestro; esto sucederá cuando venga trayendo en sus manos la paga: la condenación para los impíos, el reino para los justos; la compañía del diablo para los inicuos y la compañía de Cristo para los fieles. Cuando tenga lugar todo esto, cuando los justos se mantengan en pie con gran firmeza (cito la Escritura; recordad la lectura del libro de la Sabiduría: Entonces estarán los justos con gran firmeza frente a los que les afligieron. Ellos, en cambio, arrepentidos y gimiendo en la angustia de su espíritu, dirán entre sí: ¿De qué nos sirvió la altanería? ¿Qué nos aportó el jactarnos de las riquezas? Todo aquello pasó como una sombra. ¿Y qué dirán de los justos? ¡Cómo son contados entre los hijos de Dios y tienen su parte entre los santos!)21, entonces tendrá lugar la consagración o dedicación de la casa, cuya construcción se lleva a cabo actualmente en medio de tribulaciones. Entonces dirá con razón aquel pueblo: Te ensalzaré, Señor, porque me has acogido y no has alegrado a mis enemigos a mi costa. Entonces, por fin, será verdadero este pasaje aplicado al pueblo de Dios, pueblo que ahora sufre angustia, tribulaciones, tan grandes pruebas, tan grandes escándalos, tan grandes persecuciones, tan grande opresión. Todo este tipo de tormentos espirituales no los siente dentro de la Iglesia el que no avanza, pues estima que hay paz. Pero que comience a hacer progresos y entonces verá en medio de qué presión se halla, porque, una vez crecida la hierba y producido el fruto, hizo su aparición la cizaña22 y el que añade saber, añade dolor23. Progrese y verá dónde está: que haya fruto, y aparecerá la cizaña. Es palabra veraz del Apóstol que, de principio a fin, no puede ser anulada: Todos —dice— los que aspiran a vivir piadosamente en Cristo Jesús, sufrirán persecuciones. Los malvados y seductores irán de mal en peor engañándose a sí mismos y engañando a los demás24. ¿Y a qué responden las palabras del salmo: Ten paciencia con el Señor, compórtate como un hombre, vigorícese tu corazón y ten paciencia con el Señor?25. Poco era decir una sola vez: ten paciencia con el Señor, si no lo repetía. No fuera que tuvieran paciencia dos, tres o cuatro días, y persistiera la opresión y la tribulación. Por eso añadió primero: compórtate como un hombre, y luego: y vigorícese tu corazón. Y puesto que así será desde el principio hasta el fin, repite al final la invitación que inicialmente había cursado: Ten paciencia con el Señor. Pasa lo que te oprime y vendrá aquel con quien has tenido paciencia y enjugará tu sudor; secará tus lágrimas y no volverás a llorar. Pero ahora gimamos en las tribulaciones, pues como dice Job, ¿no es una prueba la vida del hombre sobre la tierra?26.
9. De todos modos, hermanos, antes de llegar el día de la dedicación de la casa, consideremos que nuestra Cabeza ya está consagrada. Ya ha tenido lugar la dedicación de la casa en su cabeza, una especie de dedicación del cimiento. La cabeza está arriba, el cimiento abajo. Quizá haya dicho erróneamente que Cristo es el cimiento. Es, más bien, la culminación, puesto que ha subido al cielo y está sentado a la derecha del Padre. De todos modos, creo que no me he equivocado. Porque es el Apóstol quien ha dicho: En cuanto al cimiento, nadie puede poner otro sino el que está puesto, que es Jesucristo. Si sobre este cimiento uno edifica oro, plata, piedras preciosas27. Los que viven bien, los que honran y alaban a Dios, los que aguantan en las tribulaciones, los que anhelan la patria edifican oro, plata, piedras preciosas; los que mantienen su apego a los bienes del siglo, los que están comprometidos en los asuntos temporales y enredados en los lazos de la carne, la vivienda, la esposa, la hacienda, pero siguen siendo cristianos hasta el punto de que su corazón no se aleja de Cristo ni anteponen nada a Cristo, lo mismo que en la construcción no preceden los materiales a los cimientos, ciertamente edifican madera, heno y paja. Pero, ¿qué añade el Apóstol a continuación? El fuego probará cuál fue la obra de cada uno: el fuego de la tribulación y de la tentación. Este fuego ya ha acrisolado aquí a muchos mártires, pero al final acrisolará a todo el género humano. Hubo mártires que disfrutaban de estos bienes temporales. ¡Cuántos ricos y senadores han sufrido martirio! Y algunos de ellos edificaban madera, hierba y paja, inmersos en afectos carnales y preocupaciones seculares. Pero, con todo, como tenían a Cristo como cimiento sobre el que edificaban, la hierba se quemó, y ellos se mantuvieron sobre ese cimiento. Así se expresa el Apóstol: Aquel cuya obra subsista recibirá el premio y no perderá nada; lo que amó, eso encontró. ¿Qué les hizo el fuego de la tribulación? Probarlos. Aquel cuya obra subsista recibirá el premio y aquel cuya obra sea consumida sufrirá el daño; él, sin embargo, se salvará, pero como quien pasa por el fuego28. De todos modos, una cosa es que no nos dañe el fuego y otra salvarse a través del fuego. ¿Y por qué? Por razón del cimiento. Que no se aleje el cimiento del corazón. No lo pongas sobre hierba, es decir, no pongas la hierba antes del cimiento de modo que en tu corazón ocupe la hierba el primer puesto y Cristo el segundo; pero si es inevitable que en tu corazón haya hierba, haz al menos que Cristo ocupe el primer puesto y la hierba el segundo.
10. Luego el cimiento es Cristo. Como ya he dicho, nuestra Cabeza está consagrada y esta misma Cabeza es el cimiento. Pero el cimiento suele estar abajo y la cabeza arriba. Entienda vuestra santidad lo que voy a decir; quizá en nombre de Cristo me sienta capaz de explicarlo. Hay dos clases de pesos. Se entiende por peso un cierto impulso de cualquier cosa que, por hablar de algún modo, trata de buscar el lugar que le es propio. Tal es la noción de peso. Tomas en tu mano una piedra y sientes su peso. Tu mano la siente pesada porque busca el lugar que le es propio. ¿Quieres ver qué es lo que busca? Retira la mano; la piedra se va al suelo y en él se queda quieta; ha llegado al punto adonde tendía, ha encontrado su lugar propio. Según vemos, aquel peso era un movimiento casi espontáneo, inanimado, insensible. Hay otros elementos que buscan su lugar hacia arriba. Por ejemplo, si derramas agua sobre aceite, por su propio peso el agua tiende hacia abajo. Busca el lugar que le es propio; busca ajustarse al orden, ya que situarse el agua sobre el aceite va contra el orden. Según eso, mientras no consiga restablecer su propio orden ni alcanzar el lugar que le es propio, su movimiento es inquieto. A la inversa, pon aceite debajo del agua. Suponte, por ejemplo, que una vasija de aceite se cae al agua, llega al fondo del mar y se rompe. Pues bien, el aceite no aguanta quedar debajo. Al igual que el agua que se derrama sobre el aceite que, por su propio peso, busca abajo su lugar propio, le ocurre al aceite que se coloca debajo del agua: por su propio peso busca hacia arriba el lugar que le corresponde. Y si esto es así, hermanos, ¿adónde tienden el fuego y el agua? El fuego se eleva hacia arriba, busca el lugar que le es propio y el agua busca su sitio y lo busca por su propio peso. La piedra tiende hacia abajo y lo mismo pasa con la madera, las columnas y el barro con que se construyen estas casas. Pertenecen al género de cosas que por su propio peso tienden hacia abajo. Es evidente, por tanto, que tienen su cimiento abajo porque su propio peso las lleva hacia abajo; y si no cuentan con una base que las soporte, todo se desploma, porque todo tiende hacia la tierra. Por consiguiente, la base o cimiento de todas las cosas que tienden hacia abajo se pone abajo. La Iglesia de Dios, aunque está instalada aquí abajo, tiende hacia el cielo. Allí está situado nuestro cimiento, nuestro Señor Jesucristo, sentado a la derecha del Padre. Por todo lo cual, si vuestra santidad ha comprendido que ya está dedicado o consagrado nuestro cimiento, escuchemos y recorramos brevemente el salmo.
11. [v.2] Te ensalzaré, Señor, porque me has acogido y no has alegrado a mis enemigos a mi costa. ¿De qué enemigos se trata? ¿De los judíos? En la dedicación del cimiento entendamos la dedicación de la futura casa. Lo que actualmente se dice respecto del cimiento, se dirá entonces sobre la casa en su totalidad. ¿A qué enemigos se refiere entonces? ¿A los judíos, o más bien al diablo y a sus ángeles que se retiraron confundidos después que resucitó el Señor? Al príncipe de la muerte le dolió la derrota de la muerte. Y no has alegrado a mis enemigos a mi costa, porque no han podido retenerme en los infiernos.
12. [v.3] Señor, Dios mío, he gritado hacia ti y me has sanado: el Señor oró en el monte antes de la Pasión29, y Dios lo sanó. ¿A quién sanó? ¿A quien nunca estuvo enfermo, a la Palabra Dios, a la Palabra divinidad? No, pero é1 llevaba sobre sí la muerte de la carne, llevaba sobre sí tu herida e iba a curarte de tu herida30. Y la carne quedó sanada. ¿Cuándo? Cuando resucitó. Presta oído al Apóstol y considera la auténtica sanación: La muerte —dice— quedó absorbida en la victoria. ¿Dónde está, muerte, tu aguijón? ¿Dónde está, muerte, tu pretensión?31. Luego aquel ensalzamiento será entonces la glorificación de nuestra voz, ahora es el ensalzamiento de Cristo.
13. [v.4] Señor, has hecho volver de los infiernos mi alma. No hay necesidad de exponer este pasaje. Me has salvado de entre quienes bajan a la fosa. ¿Quiénes son los que bajan a la fosa? Todos los pecadores que se hunden en el abismo, pues la fosa es el abismo del siglo. ¿Y qué es eso del abismo del siglo? La proliferación de la lujuria y de la maldad. Por tanto, quienes se zambullen en los placeres y ambiciones terrenales bajan a la fosa. Estos tales son los que persiguieron a Cristo. ¿Y qué es lo que dice? Me has salvado de entre quienes bajan a la fosa.
14. [v.5] Salmodiad al Señor, sus santos: porque ha resucitado vuestra Cabeza, vosotros que sois el resto de los miembros, esperad lo que en ella veis. Esperad, oh miembros, lo que habéis creído que tuvo lugar en vuestra Cabeza. Hay un proverbio antiguo y verídico: «Donde está la cabeza, está el resto de los miembros». Cristo ha subido al cielo adonde nosotros le seguiremos; no se quedó en los infiernos, ha resucitado, ya no muere32. Cuando también nosotros hayamos resucitado, ya no moriremos. Contando, pues, con tales promesas, salmodiad al Señor, sus santos, y alabad el recuerdo de su santidad. ¿Qué quiere decir alabad el recuerdo? Vosotros os habíais olvidado de él, pero él no se había olvidado de vosotros.
15. [v.6] Porque ira hay en su indignación y vida en su voluntad. Ira en su indignación para el pecador: El día que comáis de él, moriréis33. Tocaron el fruto, murieron, fueron expulsados del paraíso porque ira hay en su indignación; pero no quedaron desposeídos de la esperanza, porque vida hay en su voluntad. ¿Qué quiere decir en su voluntad? Que no está en nuestras fuerzas ni en nuestros méritos, sino que nos salvó porque quiso, no porque fuéramos merecedores de ello. ¿De qué es merecedor el pecador, sino de castigo? Sin embargo é1 mismo ha dado su vida a cambio del castigo. Les dio vida. Y si ha dado la vida a los impíos, ¿qué tiene reservado para los fieles?
16. Por la tarde se prolongará el llanto. No tengáis miedo de que os haya dicho anteriormente salmodiad, y de que ahora se hable de un gemido; en salmodiar hay gozo, en orar, gemido. Gime ante las realidades presentes, canta himnos ante las futuras; ora por lo que tienes, canta por lo que espe ras. Por la tarde se prolongará el llanto. ¿Qué quiere decir que por la tarde se prolongará el llanto? La tarde llega cuando se pone el sol. Al hombre se le puso el sol, es decir, la luz de la justicia, la presencia de Dios. Por eso cuando Adán fue expulsado del paraíso, ¿qué se dijo en el Génesis? Cuando Dios se paseaba por el paraíso, paseaba por la tarde. Aquel pecador ya se había ocultado entre el follaje, no quería ver la cara de Dios34 de la que se había acostumbrado a gozar. Se le había ocultado el sol de justicia, ya no gozaba de la presencia de Dios. Aquí tuvo su inicio toda esta vida mortal. Por la tarde se prolongará el llanto. Tu llanto será duradero, oh, género humano. Naces de Adán y la realidad es ésta; también nosotros descendemos de Adán y todos cuantos engendraron o van engendrar hijos proceden de Adán, de quien también ellos descienden. Por la tarde se prolongará el llanto y por la mañana la alegría: cuando comience a despuntar para los fieles la luz que había tenido su ocaso para los pecadores. Justamente por este motivo, también el Señor Jesucristo resucitó del sepulcro por la mañana35, para prometerle a la casa la dedicación que ya tuvo lugar en su cimiento. En el caso de Nuestro Señor, su sepultura tuvo lugar por la tarde, mientras que su resurrección al tercer día ocurrió por la mañana. También a ti te sepultaron en el paraíso por la tarde y resucitaste al tercer día. ¿Cómo es que resucitaste al tercer día? Si piensas en el siglo, el primer día es la época anterior a la Ley, el segundo bajo la Ley y el tercero bajo la gracia. Lo que ha mostrado tu Cabeza en aquellos tres días, eso mismo se manifiesta en ti en tres días del siglo. ¿Cuándo? En la mañana hay que esperar y alegrarse, pero ahora hay que aguantar y gemir.
17. [v.7] Por mi parte, yo dije en mi abundancia: «No me harán vacilar nunca jamás». ¿En qué abundancia dijo el hombre: No me harán vacilar nunca jamás? Entendemos aquí, hermanos, al hombre humilde. ¿Quién tiene aquí abundancia? Nadie. ¿En qué consiste la abundancia del hombre? En miserias y calamidades. ¿Es que los ricos no disfrutan de abundancia? Cuanto más tienen más necesitan. Se ven arrasados por la ambición, rotos por los caprichos, atormentados por el miedo, consumidos por la congoja. ¿Qué clase de abundancia es ésta? En realidad había abundancia cuando el hombre fue instalado en el paraíso, cuando nada le faltaba, cuando disfrutaba de Dios. Pero dijo: No me harán vacilar nunca jamás. ¿Cómo dijo: No me harán vacilar nunca jamás? Cuando escuchó gustosamente: Comed de él y seréis como dioses, cuando Dios había dicho: El día que comáis, moriréis de muerte, y el diablo: No moriréis de muerte36. Por consiguiente, al dar crédito a quien tales sugerencias le hacía, dijo: No me harán vacilar nunca jamás.
18. [v.8—9] Mas, teniendo en cuenta que el Señor había dicho la verdad, esto es, que iba a quitar al hombre por ser soberbio cuanto le había dado por ser humilde en el momento de la creación, el salmista sigue diciendo: Señor, en tu voluntad has dado fuerza a mi belleza. Es decir, dado que yo no era bueno y fuerte por mí mismo, sino que era hermoso y fuerte gracias a ti, tú habías dado vigor a dignidad por un acto de tu voluntad con el que también me habías creado. Y para mostrarme que lo que yo era lo era por voluntad tuya, por tu parte, retiraste de mí tu rostro, y me quedé turbado. Dios apartó su rostro de aquel a quien expulsó del paraíso37. Una vez emplazado aquí, que grite y diga: Hacia ti, Señor, gritaré y hacia mi Dios suplicaré. En el paraíso no gritabas, sino que alababas; no gemías, sino que disfrutabas. Ahora que te han expulsado gime y grita. El que abandonó al orgulloso se acerca al atribulado. Porque resiste a los orgullosos, pero da su gracia a los humildes38. Hacia ti, Señor, gritaré y hacia mi Dios suplicaré.
19. [v.10] Lo que sigue corresponde ya al Señor, nuestro cimiento: ¿Qué utilidad hay en mi sangre, mientras desciendo a la corrupción? ¿Qué es lo que pide? La resurrección. Porque si desciendo a la corrupción —dice—, si mi carne se corrompiera aquí como la del resto de los hombres para resucitar al final, ¿para qué he derramado mi sangre? Y si no resucito ahora, no transmitiré a nadie mi mensaje, no conquistaré a nadie; al contrario, para contarle a alguien tus maravillas, tus alabanzas y la vida eterna, quiero que resucite mi carne, que no se precipite hacia la corrupción. Porque si se precipita como la del resto de la humanidad, ¿qué utilidad hay en mi sangre? ¿Acaso te alabará el polvo, o anunciará tu verdad? Hay dos clases de confesión: de pecado o de alabanza. Cuando nos va mal, confesemos nuestros pecados en medio de las tribulaciones, y cuando nos va bien, confesemos nuestra alabanza a Dios en medio del gozo de la justicia. No vivamos nunca sin practicar la confesión.
20. [v.11] Ha escuchado el Señor y se ha compadecido de mí. ¿Cómo? Fijaos en la dedicación de la casa. Ha escuchado y se ha compadecido. El Señor se ha hecho mi ayudador.
21. [v.12] Escucha ya lo referente a la resurrección misma: Para mí has convertido en gozo mi llanto, has desgarrado mi sayal y me has ceñido de alegría. ¿De qué sayal se trata? De la mortalidad. Los sayales se confeccionan a base de pelo de cabra o de cabrito y, por otra parte, tanto a las cabras como a los cabritos se les coloca entre los pecadores39. El Señor sólo recibió de nuestra condición humana el sayal, pero no asumió lo que mereció ese sayal. Merecimiento del sayal es el pecado; ese sayal, la mortalidad. Por amor a ti asumió la mortalidad quien no merecía la muerte. Lo que merece la muerte lo tiene el que peca; pero el que no pecó no tuvo lo que merece el sayal. En otro pasaje dice su misma voz: Por mi parte, yo, cuando me molestaban, me vestía de cilicio40. ¿Qué significa esto, me vestía de cilicio? Que presentaba a los que me perseguían lo que tengo de cilicio. Para que únicamente vieran en él a un hombre, se escondió de los ojos de los perseguidores, dado que éstos eran indignos de contemplar al vestido de cilicio. Por tanto, has desgarrado mi sayal y me has ceñido de alegría.
22. [v.13] Para que mi gloria te cante y nada me punce. Lo que se da en la cabeza se da también en el cuerpo. ¿Qué significa «para que nada me punce»? Que ya no muera. Pues fue punzado cuando pendía de la cruz; fue traspasado con la lanza41. Así, pues, nuestra Cabeza dice: Que nada me punce, que no muera ya. Y nosotros ¿qué decimos ante la dedicación de la casa? Que no nos punce nuestra conciencia con los aguijones de los pecados. Se nos perdonarán todos y entonces seremos libres. Para que mi gloria, dice, te cante, no mi humillación. Si la gloria es nuestra, es también de Cristo, porque nosotros somos el Cuerpo de Cristo. ¿Por qué? Porque, aunque Cristo está sentado en el cielo, ha de decir a algunos: Tuve hambre y me disteis de comer42. Está allí y está aquí: allí está en su persona, aquí en nosotros. ¿Qué dice, pues? Para que mi gloria te cante y nada me punce. Mi humildad gime ante ti, mi gloria cantará para ti. Y por último, Señor, Dios mío, te confesaré por la eternidad. ¿Qué significa «te confesaré por la eternidad»? Te alabaré por la eternidad, porque, como dije, la confesión se extiende no sólo a las alabanzas, sino también a los pecados. Confiesa, pues, ahora lo que has hecho contra Dios y confesarás lo que Dios ha hecho contigo. ¿Qué has hecho? Pecados. ¿Qué ha hecho Dios? Al confesar tu iniquidad, él perdona tus pecados, para que, acto seguido, al confesar sus alabanzas por la eternidad, no te punce el pecado.