EXPOSICIÓN DEL SALMO 28

Traducción: José Cosgaya García, OSA

Revisión: Pío de Luis Vizcaíno, OSA

1. [v.1] Salmo para David mismo, de la conclusión del tabernáculo. Salmo para el mediador mismo, fuerte de mano, acerca de la perfección de la Iglesia en este mundo, donde en el tiempo se combate contra el diablo.

2. [v.2] Dice el profeta: Traed al Señor, hijos de Dios, traed al Señor las crías de los carneros: traed al Señor vuestras mismas personas, que los apóstoles, guías de los rebaños, engendraron mediante el Evangelio. Traed al Señor gloria y honor: mediante vuestras obras sea glorificado y honrado el Señor. Traed al Señor la gloria a su nombre: gloriosamente se dé a conocer en el orbe. Adorad al Señor en su santo atrio: adorad al Señor en vuestro corazón ensanchado y santificado, pues vosotros sois su santa morada regia.

3. [v.3] La voz del Señor sobre las aguas: la voz de Cristo sobre los pueblos. El Dios de majestad ha tronado: desde la nube de su carne, el Dios de majestad ha predicado terriblemente la penitencia. El Señor sobre las muchas aguas: el Señor Jesús mismo, después que sobre los pueblos lanzó su voz y los aterrorizó, los convirtió a sí y habitó entre ellos.

4. [v.4] La voz del Señor con fuerza: en ellos está ya la voz del Señor, la cual los hace poderosos. La voz del Señor con magnificencia: la voz del Señor, la cual hace en ellos grandes cosas.

5. [v.5] La voz del Señor tritura los cedros: la voz del Señor humilla a los soberbios con la contrición del corazón. El Señor triturará los cedros del Líbano: el Señor triturará mediante la penitencia a los altaneros por el relumbrón de la nobleza terrena cuando, para confundirlos, escoja lo despreciable de este mundo1, en lo que manifestará su divinidad.

6. [v.6] Y los despedazará como a ternero del Líbano: y, amputada su orgullosa altura, los abatirá para que imiten su humildad, la de quien, como un ternero, fue llevado al sacrificio2 a manos de la mismísima nobleza de este siglo: Se levantaron, en efecto, los reyes de la tierra y se confabularon los príncipes contra el Señor y contra su Cristo3. Y el amado es como una cría de unicornios: porque, precisamente el amado y único Hijo del Padre se vació de su nobleza4, y se hizo hombre como hijo de los judíos que ignoraban la justicia de Dios, y que soberbiamente se jactaban de su justicia, como si fuese personal5.

7. [v.7] La voz del Señor, el cual corta la llama de fuego: la voz del Señor, el cual, sin ninguna lesión suya, pasó a través del ardor violentísimo de los perseguidores, o dividió la furiosa ira de sus perseguidores, de modo que unos decían: «¿No será por casualidad éste el Cristo?», y otros: «No, sino que seduce al pueblo»6; y cortó el loco tumulto de ellos, de modo que a unos los hizo pasar a su caridad y a otros los abandonó en su malicia.

8. [v.8] La voz del Señor, el cual conmociona la soledad: la voz del Señor, el cual impulsa hacia la fe las naciones, que en otro tiempo vivían en este mundo sin fe y sin Dios7; soledad donde no habitaba ningún profeta, ningún predicador de la palabra de Dios, como si no la hubiera habitado hombre alguno. Y el Señor conmocionará el desierto de Cadés: entonces hará el Señor que se difunda la santa palabra de sus Escrituras, la cual era abandonada por los judíos, que no la entendían.

9. [v.9] La voz del Señor, el cual hace perfectos a los ciervos: en efecto, primero hizo perfectos a los que han superado y rechazado las lenguas venenosas. Y dejará al descubierto los bosques: y entonces les dejará al descubierto las opacidades de los libros divinos y las oscuridades de los misterios, para que en ellos pasten con libertad. Y en su templo cada uno dice: «¡Gloria!»: y en su Iglesia, todo regenerado para la esperanza eterna alaba a Dios, cada uno según el don suyo que ha recibido del Espíritu Santo.

10. [v.10] El Señor habita el diluvio: en primer lugar, pues, el Señor habita el diluvio de este siglo en sus santos, custodiados en la Iglesia como en el arca. Y se sentará el Señor como rey por la eternidad: y después se sentará para reinar en ellos por la eternidad.

11. [v.11] El Señor dará fuerza a su pueblo: el Señor dará fuerza a su pueblo, que lucha contra las borrascas y ciclones de este mundo, porque no les ha prometido la paz en este mundo. El Señor bendecirá a su pueblo en la paz: y el mismo Señor bendecirá a su pueblo, otorgándole la paz en sí mismo, porque dijo: Mi paz os doy, mi paz os dejo8.