Revisión: Pío de Luis Vizcaíno, OSA
1. [v.1] Salmo de David mismo. La Iglesia habla a Cristo: el Señor me apacienta, y nada me faltará. El Señor Jesucristo es mi pastor y nada me faltará.
2. [v.2] En un lugar de pasto, allí me colocó: llevándome a la fe, me ha colocado en un lugar de pasto incipiente para nutrirme allí. Y me condujo sobre el agua que restaura: me condujo sobre el agua del bautismo, con el que son reconfortados quienes habían perdido su condición original y sus fuerzas, me condujo.
3. [v.3] Ha convertido mi alma. Me ha guiado en las sendas de la justicia, a causa de su nombre: en los angostos senderos de su justicia, por los que caminan pocos1, me ha guiado no a causa de mi mérito, sino a causa de su nombre.
4. [v.4] Efectivamente, aunque camine en medio de la sombra de la muerte: efectivamente, aunque camine en medio de esta vida que es una sombra de la muerte. No temeré males, porque tú estás conmigo: no temeré males, porque tú habitas por la fe en mi corazón, y ahora estás conmigo para que, pasada la sombra de la muerte, también esté yo contigo. Tu vara y tu cayado, esos mismos me han consolado: tu disciplina como vara para el rebaño de ovejas y como cayado para los hijos ya mayores y crecidos, que han pasado de la vida animal a la espiritual, esos mismos no me afligieron; al contrario, me han consolado, porque te acuerdas de mí.
5. [v.5] Has preparado en mi presencia una mesa frente a los que me afligen: pues bien, después de la vara que, en cuanto niño y animal, me aleccionaba con tus pastos dentro de tu rebaño; cuando, después de la vara, comencé a estar bajo tu cayado, preparaste en mi presencia una mesa, para que no me alimente ya con leche como un niño2, sino que tome alimento, una vez crecido y fortalecido frente a los que me afligen. Me ungiste la cabeza con aceite: alegraste con alegría espiritual mi mente. Y tu copa embriagadora ¡cuán deslumbradora es!: y tu copa, que causa el olvido de los primeros y vanos placeres, ¡cuán deslumbradora es!
6. [v.6] Y tu misericordia me acompañará todos los días de mi vida: esto es, mientras vivo en esta vida mortal, no tuya, sino mía. Para que yo habite en la casa del Señor a lo largo de los días: pues bien, me acompañará no sólo aquí, sino también para que habite en la casa del Señor por la eternidad.