EXPOSICIÓN DEL SALMO 9

Traducción: José Cosgaya García, OSA

Revisión: Pío de Luis Vizcaíno, OSA

1. [v.1] El título de este salmo es: Para el fin, por los secretos del hijo, salmo de David mismo. Puede preguntarse acerca de los secretos del hijo; pero, porque no ha añadido de quién, es preciso tomarlo precisamente por el Unigénito Hijo de Dios1. En efecto, donde un salmo se titula acerca del hijo de David: Cuando huía de la faz de Absalón, hijo suyo2, aunque se había dicho su nombre y, por eso, no podía ignorarse acerca de quién se decía, sin embargo, no está dicho solo «de la faz de Absalón, hijo», sino que se ha añadido «suyo». Aquí, en cambio, porque no se ha añadido «suyo», y porque dice muchas cosas acerca de las naciones, [el hijo] no puede tomarse con razón por Absalón. Por cierto, la guerra que aquel perdido dirigió contra su padre, no tiene que ver de ningún modo con las naciones, ya que, en ella, Israel se dividió solamente contra sí. Así, pues, este salmo se canta por los secretos del Unigénito Hijo de Dios. De hecho, también el Señor mismo, cuando sin añadidura pone «hijo» donde asevera: Si el Hijo os hubiere librado, entonces seréis verdaderamente libres3, quiere que se entienda que es él mismo, el Unigénito. En efecto, no ha dicho «el Hijo de Dios», sino que, diciendo solo «el Hijo», da a entender de quién es hijo. Esta manera de hablar no la admite sino la excelencia de ese acerca del cual se habla de modo que, aun si no lo nombramos, puede entenderse [quién es]. De hecho, decimos así «llueve, serena, truena» y cosas por el estilo, mas no añadimos quién lo hace, porque a las mentes de todos se muestra espontáneamente a sí misma la excelencia de quien lo hace, y [ella] no necesita palabras.

Por tanto, ¿cuáles son los secretos del Hijo? A propósito de esa palabra hay que entender que existen algunas cosas del Hijo evidentes, de las que se diferencian estas a las que se nomina secretas. Por eso, porque creemos en dos venidas del Señor, pasada una, que los judíos no notaron, futura otra, que unos y otros esperamos, y porque esa que no notaron los judíos aprovechó a los gentiles, no es ilógico que de esta venida se diga «por los secretos del Hijo», según los cuales, en una parte de Israel se produjo la ceguera, para que entrase la totalidad de las naciones4.

Si uno presta atención, también dos juicios se insinúan mediante las Escrituras, uno oculto, manifiesto el otro. Ahora se realiza el oculto, acerca del cual dice el apóstol Pedro: Es tiempo de que el juicio comience por la casa del Señor5. Así, pues, el juicio oculto es el castigo que a cada uno de los hombres o le aguijonea para su purificación o le amonesta para la conversión o, si desprecia la llamada6 y la enseñanza de Dios7, le ciega8 para su condenación. En cambio, es manifiesto el juicio con el que el Señor, que va a venir9, juzgará a vivos y muertos10, de modo que todos reconocerán que él es quien a los buenos asignará premios y, a los malos, suplicios. Pero ese reconocimiento valdrá no para remedio de los malos, sino para el grado sumo de condena.

Me parece que de estos dos juicios, uno oculto, manifiesto el otro, habló el Señor cuando asevera: Quien en mí cree11, ha pasado de la muerte a la vida y no vendrá a juicio12, o sea, al juicio manifiesto, pues pasar de la muerte a la vida a través de alguna aflicción con la que azota a todo hijo al que acoge13, es un juicio oculto. En cambio, afirma, quien no cree, ya está juzgado14, esto es, mediante ese juicio oculto ya está presto para el [juicio] manifiesto. Estos dos juicios los leemos también en [el libro] Sabiduría, donde está escrito15: Por eso, como a niños insensatos les diste un juicio de burla; en cambio, estos que no se corrigieron con este juicio, experimentaron un juicio digno de Dios16. Quienes, pues, no se corrigen con ese juicio oculto de Dios, merecidísimamente serán castigados con el [juicio] manifiesto.

En consecuencia, en este salmo hay que examinar atentamente los secretos del Hijo, esto es, su venida humilde, mediante la cual aprovechó a los gentiles con la ceguera de los judíos, y el castigo que ahora ejecutan ocultamente, aún no la condenación de quienes pecan, sino el aguijonazo de los conversos, o la amonestación a que se conviertan quienes no hayan querido convertirse, o la ceguera, a fin de que los apreste a la condenación.

2. [v.2] Te confesaré, Señor, con todo mi corazón. Confiesa a Dios con todo el corazón no quien de su providencia duda en algo, sino quien ya percibe los secretos de la sabiduría de Dios: cuán invisible es el premio de aquel que dice «nos gozamos en las tribulaciones»17, y cómo todas las torturas que se infieren corporalmente, aguijonean a quienes se han convertido a Dios, o a los endurecidos los amonestan a convertirse, o los preparan para la justa condenación última, y así se refiera al régimen de la divina providencia todo lo que los tontos suponen que sucede cual por casualidad, al azar y sin administración divina alguna.

Narraré todas tus maravillas. Todas las maravillas de Dios narra quien ve que se realizan no solo en los cuerpos, a la vista de todos, sino en los ánimos, invisiblemente, sí, pero de modo mucho más sublime y excelente. Efectivamente, los hombres terrenos18 y adictos a cosas ocultas, más se asombran de que el muerto Lázaro19 hubiera resucitado en cuanto al cuerpo, que de que el perseguidor Pablo20 hubiera resucitado en cuanto al alma. Pero, porque el milagro visible llama al alma a la iluminación y, en cambio, el invisible ilumina a la que, llamada, viene, todas las maravillas de Dios narra quien, al creer a lo visible, pasa a entender lo invisible.

3. [v.3] Me alegraré y regocijaré en ti. No ya en este mundo, no en el placer del manoseo de los cuerpos ni en los sabores del paladar y de la lengua, ni en la suavidad de los olores ni en el encanto de sonidos pasajeros ni en las formas de los cuerpos pintadas con diversos colores, ni en los engaños de la alabanza humana, ni en el matrimonio ni en la prole, que va a morirse, ni en la demasía de riquezas temporales ni en la exploración de este mundo, ora la que se despliega a propósito de los espacios de los lugares, ora la que se desarrolla a propósito de la sucesión del tiempo, sino que me alegraré y regocijaré en ti, es decir, en los secretos del Hijo, donde ha sido grabada en nosotros la luz de tu rostro, Señor21, pues afirma: Los esconderás en lo escondido de tu rostro22. Se alegrará, pues, y se regocijará en ti quien narra todas tus maravillas23. Ahora bien, ya que ahora [esto] está dicho mediante profecía24, narrará todas tus maravillas el que vino no a hacer su voluntad, sino la voluntad del que le envió25.

4. [v.4] Por cierto, ya comienza a aparecer que la persona del Señor habla en este salmo. Efectivamente, sigue: Salmodiaré para tu nombre, Altísimo, al hacer a mi enemigo volverse hacia atrás. ¿Cuándo, pues, al enemigo de este se le hizo volverse atrás? ¿Acaso cuando se le dijo: Regresa atrás, Satanás?26 De hecho, el que, tentando, ansiaba ponerse delante, ha resultado estar atrás, no engañando al tentado27 ni pudiendo nada contra él. Por cierto, los hombres terrenos28 están atrás; en cambio, el hombre celeste fue hecho primero, aunque vino después. En efecto, el primer hombre, de la tierra, terreno; el segundo hombre, del cielo, celeste29, pero de esa estirpe misma venía ese por el que está dicho: El que viene detrás de mí, ha resultado estar antes que yo30. Y el Apóstol olvida lo que está atrás, y se lanza a lo que está delante31. Por tanto, después que el enemigo32 no pudo engañar al hombre celestial tentado, se le ha hecho volverse atrás y se vuelve hacia los [hombres] terrenos, donde puede dominar. Por eso, ningún hombre le precede ni le hace estar atrás, sino quien, tras deponer la imagen del hombre terreno, carga con la imagen del celeste33.

Ahora bien, si por lo que está dicho «mi enemigo», queremos, más bien, tomar en general al hombre pecador o al gentil, no será absurdo, ni lo que está dicho «al hacer a mi enemigo volverse hacia atrás» será un castigo, sino un beneficio, y tal beneficio, que nada puede comparársele. En efecto, ¿qué mayor dicha que deponer la soberbia y no querer preceder a Cristo, como si [uno] fuese [alguien] sano a quien el médico no le es necesario, sino preferir ir atrás, detrás de Cristo que, al llamar a un discípulo a perfeccionarse, le dice: Sígueme?34

Pero en todo caso, es más apropiado entender que acerca del diablo se dice: Al hacer a mi enemigo volverse hacia atrás. En efecto, al diablo se le hace volverse hacia atrás también en la persecución de los justos, y es perseguidor mucho más útilmente que si fuese delante como guía y príncipe. Por tanto, hay que salmodiar al nombre del Altísimo, al hacer al enemigo volverse hacia atrás, porque debemos preferir huir de él en cuanto perseguidor, antes que seguirle en cuanto guiador. De hecho, tenemos a dónde huir y escondernos, en los secretos del Hijo35, porque el Señor se ha hecho refugio nuestro36.

5. [v.4—5] Se debilitarán y desaparecerán de tu rostro. ¿Quiénes se debilitarán y desaparecerán sino los inicuos e impíos? Se debilitarán hasta no poder nada, y desaparecerán porque no habrá impíos, del rostro de Dios, esto es, del conocimiento de Dios, como desapareció aquél que dijo: Ahora bien, ya no vivo yo; en cambio, vive en mí Cristo37. Pero ¿por qué se debilitarán y desaparecerán de tu rostro los impíos? Porque hiciste mío el juicio, afirma, y mía la causa, esto es, mío hiciste el juicio en el que parecí ser juzgado, e hiciste mía la causa en la que los hombres me condenaron a mí, justo38 e inocente39. En efecto, estas cosas le sirvieron para nuestra liberación, como también los marineros llaman viento suyo al que usan para navegar bien.

6. Te sentaste sobre el trono, tú que juzgas con equidad. Si el Hijo, que ha dicho también esto: No tendrías potestad contra mí, si no se te hubiera dado desde arriba40 8, dice al Padre [aquello] para asignar al Padre y a sus secretos el mismo hecho de que el juez de los hombres haya sido juzgado para provecho de los hombres; o si un hombre dice a Dios «te sentaste sobre el trono tú que juzgas con equidad», nominando «trono» a su alma, de modo que su cuerpo sea tal vez la tierra, a la que se ha llamado estrado de sus pies41 —pues, en Cristo, estaba Dios reconciliando consigo el mundo42—; o si el alma de la Iglesia, ya perfecta, sin mancha ni arruga43, es decir, digna de los secretos del Hijo44 porque el rey la ha introducido en45 su alcoba, dice a su esposo: «Te sentaste sobre el trono tú que juzgas con equidad, porque resucitaste de entre los muertos46 y subiste al cielo47 y estás sentado a la derecha48 del Padre», ninguna opinión de estas [sobre] a quién se asigna este versículo, [cualquiera que sea] la que agrada, rebasa en ningún caso la regla de la fe.

7. [v.6] Increpaste a las naciones y pereció el impío. Entendemos que esto tiene mayor congruencia dicho al Señor Jesucristo que dicho por él. En efecto, ¿qué otro increpó a las naciones y pereció el impío—, sino quien, después que ha subido al cielo49, envió el Espíritu Santo, para que los apóstoles, colmados de él, predicasen con valentía la palabra de Dios50 y libremente acusasen los pecados de los hombres?51. Con esa increpación pereció el impío, porque el impío fue justificado52 y fue hecho piadoso.

Borraste su nombre para el siglo y para el siglo del siglo. El nombre de los impíos ha sido borrado. Por cierto, no se nomina impíos a quienes creen al Dios verdadero. Pues bien, su nombre es borrado para el siglo, esto es, mientras gira este siglo temporal, y para el siglo del siglo. ¿Cuál es el siglo del siglo, sino ese cuya imagen y sombra, por así decirlo, tiene este siglo? En efecto, es cierta imitación de la eternidad la alternancia de los tiempos que se suceden, mientras la luna mengua y de nuevo se llena, mientras cada año vuelve a su lugar el sol, mientras la primavera o el verano o el otoño o el invierno pasan para regresar. Pero propio de este siglo de siglos es lo que se mantiene estable en la inmutable eternidad. Como el verso está en el ánimo y el verso está en la voz —aquel se entiende, este se oye, y aquel regula a este y, por eso, aquel trabaja en el arte y permanece, y este suena en el aire y pasa—, así la medida de este siglo mudable la define ese siglo inmutable al que se llama el siglo del siglo. Y, por eso, este permanece en el Arte de Dios, esto es, en su Sabiduría y Fuerza53, el otro, en cambio, se lleva a cabo en la gestión de la creación. A no ser que haya repetición, de modo que, después que está dicho «para el siglo», a fin de que no se lo interpretase como el siglo que pasa, se añadió «para el siglo del siglo». Efectivamente, en los ejemplares griegos se lee e?? t?n a?vna, ka? e?? t?n a?vna to? a?vno?, que la mayor parte de los latinos ha traducido no «para el siglo y para el siglo del siglo», sino «para la eternidad y para el siglo del siglo», de modo que en eso que está dicho, «para el siglo del siglo», se expusiera lo que está dicho, «para la eternidad». Borraste, pues, para la eternidad su nombre, porque a partir de entonces nunca habrá impíos. Y si su nombre no se prolonga durante este siglo, mucho menos para el siglo del siglo.

8. [v.7] Las frámeas del enemigo fallaron al final. No en plural, enemigos, sino en singular, de este enemigo 13. Pues bien, ¿las frámeas de qué enemigo fallaron, sino del diablo? Mt 13,39). Por su parte, por ellas se entiende las distintas opiniones de error, con las que, cual con espadas, aquel mata las almas. A vencer y llevar a [su] desaparición estas espadas se dedica con afán esa espada acerca de la cual se dice en el salmo séptimo: Si no os convertís, blandirá su espada54. Y quizá es este el final en el que fallan las frámeas del enemigo, porque hasta él influyen algo. Ella actúa ahora ocultamente; en cambio, en el juicio final será blandida públicamente. Con ella son destruidas las ciudades, pues sigue así: Las frámeas del enemigo fallaron al final, y destruiste las ciudades.

Pues bien, [destruiste] las ciudades en que reina el diablo, donde los planes55 dolosos y fraudulentos ocupan, digamos, el lugar del senado, cuya primacía secundan cual satélites y ministros las funciones de cada uno de los miembros: los ojos al servicio de la curiosidad, los oídos al de la lascivia o de otra cosa que, si la hay, con gusto se escucha en sentido malo, las manos al servicio de la rapiña o de cualquier otra fechoría o acción deshonrosa, y los demás miembros que de este modo sirven a la primacía tiránica, esto es, a los planes perversos. La plebe de esta ciudad, por así decirlo, son todas las inclinaciones voluptuosas y todos los movimientos del ánimo turbulentos, que en el hombre agitan cotidianas sediciones. Donde, pues, se hallan un rey, un senado, ministros y plebe, hay una ciudad. Por cierto, en las malas ciudades no existirían tales cosas, si antes no existieran en cada uno de los hombres, los cuales son como los elementos y semillas de las ciudades. Destruye estas ciudades cuando, excluido de ellas el príncipe acerca del cual está dicho: El príncipe de este mundo ha sido echado fuera56, por la palabra de la verdad son devastados estos reinos, acallados los planes malignos, domadas las inclinaciones torpes, apresadas las operaciones de los miembros y sentidos, y transferidas a la milicia de la justicia y de las buenas obras, para que, como dice el Apóstol, ya no reine en nuestro mortal cuerpo el pecado57 ni lo demás de este pasaje. Entonces se pacifica el alma, y al hombre se lo organiza para que se dirija rápidamente hacia el descanso y la felicidad.

Con estrépito pereció su recuerdo, o sea, el de los impíos. Pero está dicho «con estrépito», porque se produce estrépito cuando es derribada la impiedad, pues no pasa a la suprema paz, donde existe el supremo silencio, sino quien antes haya luchado con gran estruendo contra sus vicios; o está dicho «con estruendo», porque perece el recuerdo de los impíos, precisamente al perecer el estrépito con que se alborota la impiedad.

9. [v.8—9] Y el Señor permanece por la eternidad. ¿Para qué, pues, bramaron las naciones, y los pueblos hicieron proyectos vanos contra el Señor y contra su Cristo?58. Porque el Señor permanece por la eternidad.

Preparó en el juicio su trono, y él mismo juzgará con equidad el disco de las tierras. Cuando fue juzgado preparó su trono, pues el hombre adquirió gracias a esa paciencia el cielo y, en el hombre, Dios sirvió de provecho a los creyentes. Y este es el oculto juicio del Hijo. Pero, porque también va a venir59 pública y manifiestamente a juzgar a vivos y muertos60, preparó en el juicio oculto su trono y, asimismo públicamente, él mismo juzgará con equidad el disco de las tierras, esto es, distribuirá lo proporcionado a los méritos, pues pondrá a la derecha los corderos, a la izquierda los cabritos61.

Juzgará con justicia a los pueblos. Esto equivale a lo que está dicho más arriba: Juzgará con equidad el disco de las tierras. El Señor juzgará no como juzgan los hombres, que no ven los corazones62, y que a veces absuelven a los peores en vez de condenarlos, sino con equidad y justicia, según dé testimonio la conciencia y según los pensamientos acusen o defiendan.

10. [v.10] Y el Señor se ha hecho refugio para el pobre. El enemigo63 aquel al que se le hizo volverse atrás64, persiga cuanto quiera: ¿en qué dañará a esos cuyo refugio se ha hecho el Señor? Pero esto sucederá, si en este siglo, cuyo magistrado es aquel, hubieren elegido ser pobres, no amando ni lo que abandona al que aquí vive o ama, ni [lo que] es abandonado por el que muere. En efecto, para el pobre de esta clase, el Señor se ha hecho refugio, auxiliador en los momentos oportunos, en la tribulación. Así hace Dios los pobres, porque azota a todo hijo al que acoge65. Efectivamente, qué significa «auxiliador en los momentos oportunos », lo ha expuesto cuando ha añadido «en la tribulación». De hecho, el alma no se vuelve hacia Dios, sino cuando se aleja de este siglo; y de este siglo no se aleja muy oportunamente, si con sus placeres frívolos, dañinos y perniciosos no se mezclan fatigas y dolores.

11. [v.11] Y esperen en ti quienes conocen tu nombre, cuando dejen de esperar en las riquezas y en otros halagos de este siglo. Sin duda, al alma que, cuando se la arranca de este mundo, busca dónde fijar la esperanza, la acoge oportunamente el conocimiento del nombre de Dios. De hecho, el nombre mismo de Dios está ahora divulgado por doquier, pero el conocimiento del nombre existe cuando se conoce a aquel de quien es el nombre, pues el nombre es nombre no por sí mismo, sino por lo que significa. Por otra parte, está dicho: «Señor» es su nombre66. Por tanto, quien en calidad de siervo se somete gustosamente a Dios, conoce este nombre. Y esperen en ti los que conocen tu nombre. Asimismo, el Señor dice a Moisés «Yo soy el que soy», y: Dirás a los hijos de Israel: «El que es» me ha enviado»67.

Esperen, pues, en ti quienes conocen tu nombre, para que no esperen en estas cosas que se escapan por la volubilidad del tiempo, pues no tienen sino «será» y «fue». Porque lo que en ellas es futuro se convierte en pretérito tan pronto como ha llegado, se aguarda con ansia, se pierde con dolor. En cambio, en la naturaleza de Dios nada existirá como si aún no existiera, ni existió como si ya no existiera, sino que existe solamente lo que existe, y precisamente eso es la eternidad. Cesen, pues, de esperar y amar lo temporal, y conságrense a la eterna esperanza quienes conocen el nombre del que ha dicho «Yo soy el que soy», y de quien está dicho: «El que es» me ha enviado.

Porque no abandonaste a quienes te buscan, Señor. Quienes le buscan, ya no buscan lo transitorio y perecedero, pues nadie puede servir a dos amos68.

12. [v.12] Salmodiad al Señor, que habita en Sion: se dice a quienes el Señor no abandona cuando le buscan69. Él habita en Sion, que se traduce «especulación» y lleva la imagen de la Iglesia que ahora existe, como Jerusalén lleva la imagen de la Iglesia que existirá, esto es, de la ciudad de los santos que disfrutan ya de la vida angélica, porque Jerusalén se traduce «visión de paz». Por otra parte, la especulación precede a la visión, como esta Iglesia precede a esa ciudad inmortal y eterna que está prometida. Pero [la] precede en el tiempo, no en dignidad, porque es más honorable eso adonde nos esforzamos por llegar, que lo que practicamos para merecer llegar; pues bien, practicamos la especulación para llegar a la visión. Pero, si el Señor no habitase precisamente en la Iglesia que existe ahora, al error iría la especulación, por diligentísima que fuese. Y a esta Iglesia se ha dicho: Pues es santo el templo de Dios, que sois vosotros70, y: En el hombre interior habite Cristo mediante la fe, en vuestros corazones71. Se nos preceptúa, pues, salmodiar al Señor, que habita en Sion, para que loemos concordemente al Señor, habitante de la Iglesia.

Haced conocer entre las naciones sus maravillas: ha sucedido y no dejará de suceder.

13. [v.13] Porque se acordó de reclamar la sangre de ellos. Como si quienes han sido enviados a evangelizar respondieran al precepto que está dicho: Haced conocer entre las naciones sus maravillas72, y dijeran: Señor, ¿quién creyó a nuestro anuncio?73, y «por causa de ti nos matan todo el día»74, sigue adecuadamente, pues dice que, no sin gran fruto de eternidad, los cristianos van a morir en las persecuciones: Porque se acordó de reclamar la sangre de ellos. Pero ¿por qué ha preferido decir «la sangre de ellos»? ¿Acaso como si otro más ignorante y de menor fe preguntase, diciendo: «Puesto que contra ellos va a ensañarse la incredulidad de los gentiles, cómo darán a conocer», y se le respondiera: «Porque se acordó de reclamar la sangre de ellos», esto es, llegará el juicio final, para que en él queden manifiestos la gloria de los asesinados75 y el castigo de los asesinos?

Por otra parte, nadie suponga que «se acordó» está puesto como si el olvido afectase a Dios. Más bien, porque el juicio sucederá tras largo tiempo, [aquello] está puesto según el sentimiento de los hombres débiles, que suponen que Dios se ha olvidado, digamos, porque no actúa tan pronto como ellos quieren. A estos, como si, tras haber oído «se acordó», dijeran «luego ha olvidado», se dice también lo que sigue: No ha olvidado el grito de los pobres, esto es, no se ha olvidado como vosotros pensáis.

14. [v.14—15] Pero pregunto cuál es el grito de los pobres que Dios no76 olvida. ¿Este grito es de ese cuyas palabras son estas: Ten misericordia de mí, Señor; mira mi humillación [causada] por mis enemigos? ¿Por qué, pues, no ha dicho «ten misericordia de nosotros, Señor; mira nuestra humillación [causada] por nuestros enemigos», como si muchos pobres gritasen, sino que, como si uno solo [gritase, ha dicho]: Ten misericordia de mí, Señor? ¿Acaso porque uno solo intercede77 por los santos78, el cual, primero, se hizo pobre por nosotros aunque era rico79, y ese mismo dice: [tú] que me levantas de las puertas de la muerte, para que en las puertas de la hija de Sion haga conocer todas tus alabanzas? En efecto, en él es levantado no solo el hombre que [él] lleva porque es cabeza de la Iglesia80, sino también cualquiera de nosotros que está entre los demás miembros, y es levantado de todos los malos apetitos desordenados, que son las puertas de la muerte, porque a través de ellas se pasa a la muerte. Ahora bien, precisamente es ya muerte la alegría en disfrutar mucho, cuando uno consigue lo que perdidamente anheló. En efecto, la raíz de todos los males es el apetito desordenado81, y es puerta de la muerte, precisamente porque muerta está la viuda que vive entre placeres82. A estos placeres se llega, cual a través de las puertas de la muerte, a través de los apetitos desordenados.

En cambio, las puertas de la hija de Sion son todos los estudios óptimos, a través de los cuales se llega, en la santa Iglesia, a la visión de paz. Por tanto, en estas puertas se hace conocer bien todas las alabanzas de Dios, sin dar a los perros lo santo ni tirar ante los cerdos las perlas83: quienes prefieren ladrar pertinazmente antes que buscar afanosamente, o quienes prefieren no ladrar ni buscar, sino revolcarse en el cieno de sus apetitos desordenados84. Pues bien, cuando con los buenos estudios se hace conocer las alabanzas de Dios, se da a quienes piden, se manifiesta a quienes buscan y se abre a quienes aldabean85.

¿O acaso las puertas de la muerte son los sentidos corporales y los ojos que se le abrieron al hombre, tras haber gustado del árbol86 prohibido, de las cuales son levantados esos a quienes, porque lo que se ve es temporal y, en cambio, lo que no se ve es eterno, se dice que busquen no lo que se ve, sino lo que no se ve87, y las puertas de la hija de Sion son los sacramentos y los inicios de la fe88, que se abren a quienes aldabean89, para que se acceda a los secretos del Hijo?90. En efecto, ojo no vio ni oído oyó ni a corazón humano subió lo que Dios preparó para los que le aman91. Hasta aquí es el grito de los pobres, que no ha olvidado92 el Señor.

15. [v.16] Después sigue: Me regocijaré en tu salvación, esto es, con felicidad me mantendrá íntegro tu salvación, que es nuestro Señor Jesucristo93, Fuerza y Sabiduría de Dios94. Habla, pues, la Iglesia, a la que se aflige aquí y está a salvo en esperanza95. Mientras está oculto el juicio del Hijo, ella dice con esperanza «Me regocijaré en tu salvación», porque ahora la trituran la violencia o el error de los gentiles, que gritan alrededor de ella.

Las naciones se hundieron en la corrupción que hicieron. Observa tú cómo se reserva para el pecador el castigo por sus obras, y cómo quienes quisieron perseguir a la Iglesia se han hundido en esa corrupción que suponían inferir a otros. De hecho, ansiaban matar los cuerpos mientras aquellos morían en cuanto al alma.

En esa ratonera que ocultaron fue prendido su pie. Ratonera oculta es un plan doloso. Por pie del alma se entiende con razón el amor, al cual, cuando es torcido, se le llama apetito desordenado o deseo inmoderado y, en cambio, cuando es recto, dilección o caridad. Por cierto, el amor mueve [al alma], por así decirlo, hacia el lugar al que tiende. Ahora bien, el lugar del alma está no en algún espacio que la forma del cuerpo ocupa, sino en el deleite, adonde se alegra de haber llegado mediante el amor. Por otra parte, el deleite pernicioso sigue al apetito desordenado, el [deleite] fructuoso [sigue] a la caridad. Por eso, al apetito desordenado se le ha llamado raíz96. Ahora bien, a la raíz se la considera como pie del árbol. Raíz se ha llamado también a la caridad, cuando el Señor habla de las semillas que en los lugares pedregosos, al quemarlas el sol, se secan porque no tienen raíz profunda97. Por eso, alude a quienes gozan acogiendo98 la palabra de la verdad99, pero ceden ante las persecuciones100, a las que sola la caridad hace frente. También el Apóstol dice: Para que, enraizados y cimentados en la caridad, podáis comprender101.

Así, pues,en la ratonera que ocultan es prendido el pie de los pecadores, esto es, su amor, porque, una vez que el deleite ha seguido a la acción fraudulenta —pues Dios los ha entregado a la concupiscencia de su corazón102—, ese deleite los ata ya, de modo que no osan arrancar de ahí el amor y llevarlo hacia cosas provechosas, porque, cuando lo hubieren intentado, les dolerá el ánimo como a quienes ansían sacar de los grilletes el pie y, al dejarse vencer por ese dolor, no quieren apartarse de los deleites perniciosos. En la ratonera, pues, que ocultaron, esto es, en el proyecto fraudulento103, quedó prendido su pie, o sea, el amor que mediante el fraude ha llegado a la alegría huera, la cual procura dolor.

16. [v.17] El Señor es conocido cuando hace juicios. Los juicios de Dios son estos. Ni de la tranquilidad de su dicha ni de los arcanos de su sabiduría104, que acogen a las almas bienaventuradas, se saca una espada o fuego o una bestia o algo parecido, que atormenten a los pecadores. Pero ¿cómo son atormentados y cómo hace el Señor un juicio? Afirma: El pecador quedó prendido en las obras de sus manos.

17. [v.18] Hasta donde podemos estimar, un cántico de interludio se intercala aquí cual por la oculta alegría de la separación que entre pecadores y justos se hace ahora, no según los lugares sino según los sentimientos de los ánimos, como la de los granos respecto a las pajas aún en la era105. Y sigue: Los pecadores sean hechos volver al infierno, esto es, sean entregados a sus manos, cuando se les tiene miramiento, y la delectación mortífera los enrede. Todas las naciones que olvidan a Dios: porque, cuando no aprobaron tener en conocimiento a Dios, Dios los entregó a una mentalidad réproba106.

18. [v.19] Porque no estará en olvido hasta el final el pobre, el cual parece estar en olvido ahora, cuando se estima que los pecadores prosperan según la felicidad de este mundo, y que los justos pasan fatigas. Pero, afirma, la paciencia de los pobres no perecerá para siempre. Por lo cual, ahora se necesita la paciencia para soportar a los malos, que ya están separados por sus decisiones, hasta que los separe también el juicio final.

19. [v.20—21] Ponte en pie, Señor; no prevalezca el hombre. Se implora el juicio futuro. Pero, antes que llegue, sean juzgadas, afirma, las naciones en tu presencia, esto es, en lo oculto, pues lo entienden los pocos santos y justos107; a esto se lo llama «ante Dios». Establece, Señor, un legislador sobre ellos. Me parece que alude al Anticristo, del que dice el Apóstol: Cuando se revele el hombre del pecado108. Sepan las naciones que son hombres: que quienes no quieren ser liberados por el Hijo de Dios109 y pertenecer al Hijo del hombre y ser hijos de los hombres, esto es, nuevos hombres110, sean esclavos del hombre, esto es, del hombre viejo pecador111, porque son hombres.

20. [v.1—3] 28 Y porque se cree que aquel va a llegar a tal cumbre de vanagloria, y que le será lícito hacer contra todos los hombres y contra los santos de Dios tantas cosas, que entonces algunos débiles supondrán que, de verdad, Dios se despreocupa de los asuntos humanos, interpuesto un interludio, añade la frase de quienes, por así decirlo, gimen y preguntan por qué se difiere el juicio. Dice: ¿Para qué, Señor, te has retirado lejos?

Después, quien así ha preguntado, como si de repente hubiera entendido, o cual si, sabedor, hubiera preguntado para enseñar, dice a continuación: Desprecias en los tiempos oportunos, en las tribulaciones, esto es, oportunamente desprecias y produces tribulaciones para inflamar los ánimos con el deseo de tu venida. En efecto, aquella fuente de la vida112 es más agradable para quienes hayan tenido mucha sed. Así, pues, insinúa el plan de su demora, al decir: Mientras se ensoberbece el impío, se enardece el pobre. Sorprendente y verdadero es con cuánta pasión la comparación con los pecadores provoca a los pequeñines de buena esperanza113 a vivir rectamente. En virtud de este misterio sucede que incluso a las herejías se les permita existir, no porque lo quieren los herejes mismos, sino porque debido a sus pecados lo realiza la divina providencia, que hace y ordena la luz y, en cambio, a las tinieblas114 sólo las ordena115 de modo que, en comparación con ellas, la luz es más grata, como en comparación con los herejes es más agradable el hallazgo de la verdad. Ciertamente, mediante esta comparación quedan de manifiesto entre los hombres los aprobados116, los cuales son conocidos para Dios.

21. Son prendidos en sus pensamientos con los que piensan, esto es, sus malos pensamientos se les convierten en cadenas. Pero ¿por qué se les convierten en cadenas? Afirma: Porque el pecador es alabado con ocasión de los deseos de su alma. Las lenguas de los aduladores atan con los pecados las almas, pues deleita hacer eso a propósito de lo cual no solo no se teme al censor, sino que incluso se escucha al alabador. Y quien realiza cosas inicuas, es bendecido. Por eso son prendidos en sus pensamientos con los que piensan.

22. [v.4] Irritó al Señor el pecador. Nadie felicite al hombre que prospera en su camino117, a cuyos pecados falta un vengador y asiste un loador. Mayor es esta ira del Señor118, pues irritó al Señor el pecador, de forma que padece precisamente eso, esto es, no padecer los azotes de la reprimenda.

Irritó al Señor el pecador; según la abundancia de su ira no indagará. Mucho se aíra cuando no indaga los pecados, cuando los olvida, digamos, y no les presta atención, y mediante fraudes y fechorías llega uno a riquezas y honores. Esto se realizará, sobre todo, en ese Anticristo que parecerá a los hombres tan dichosos, que se lo tenga por Dios119. Pero lo que sigue, enseña cuánta es esa ira de Dios.

23. [v.5] No está Dios en su presencia, en todo tiempo se contaminan sus caminos. Quien sabe de qué disfruta o de qué se alegra en el alma, sabe cuán gran mal es ser abandonado por la luz de la verdad, pues los hombres consideran gran mal la ceguera de los ojos corporales, por la que es retirada esta luz. ¡Cuán gran castigo, pues, padece ese a quien la prosperidad de sus pecados lo lleva a que Dios no esté en su presencia y en todo tiempo se contaminen sus caminos, esto es, que sus pensamientos y planes sean inmundos!

Son quitados de su faz tus juicios. En efecto, un ánimo que se conoce mal, mientras le parece no sufrir ningún castigo, cree que Dios no juzga, y así, aunque esto mismo es gran condena, son quitados de su faz los juicios de Dios. Y dominará a todos sus enemigos. De hecho, la tradición dice que va a vencer a todos los reyes, y que él solo va a obtener el reino cuando, también según el Apóstol, que predica acerca de él, en el templo de Dios se sentará encumbrándose por encima de todo lo que es adorado y a lo que se llama Dios120.

24. [v.6] Y porque, entregado a la concupiscencia de su corazón y destinado a la condenación última, mediante abominables tácticas va a llegar a esa huera e inútil cima y dominación, por eso sigue: Por cierto, dijo en su corazón: «No seré movido, de generación en generación [estaré] sin mal», esto es, mi fama y mi nombre no pasarán de esta generación hasta la generación de los posteriores, a no ser que con malas artes consiga principado tan alto, que los posteriores no podrán dejar de hablar de él. En efecto, un ánimo degenerado, carente de buenas cualidades y ajeno a la luz de la justicia121 se construye con malas artes el acceso a una fama tan duradera que se le elogiará también entre los posteriores. Y quienes no pueden hacerse célebres bien, ansían que los hombres hablen de ellos aunque sea mal, con tal que [su] nombre se divulgue amplísimamente. Supongo que en este sentido se dice aquí: No seré movido, de generación en generación [estaré] sin mal.

Hay también otra interpretación: si el ánimo huero, mas lleno de error, supone que de la generación mortal no puede él llegar a la generación de la eternidad sino con malas artes —y precisamente esto se ha divulgado acerca de Simón122, pues suponía que con tácticas infames lograría el cielo, y que con medios mágicos123 pasaría de la generación humana a la generación divina—, ¿qué tiene, pues, de extraño que aquel hombre del pecado124, que colmará toda la maldad e impiedad que iniciaron todos los pseudoprofetas, y que hará signos tan grandes que engañe, si es posible, incluso a los elegidos125, vaya a decir en su corazón: No seré movido, de generación en generación [estaré] sin mal?

25. [v.7] Cuya boca está llena de maledicencia, amargura y engaño. En efecto, gran maldición es ambicionar el cielo con artes tan nefandas y adquirir tales méritos para conquistar el eterno trono. Pero su boca está llena de esta maldición. En efecto, esa codicia no tendrá efecto, sino que dentro de su boca valdrá solo para destruir a quien osó prometerse estas cosas con amargura y engaño, esto es, con la ira e insidias con las que atraerá hacia su partido a una multitud.

Bajo su lengua, fatiga y dolor. Nada hay más fatigoso que la iniquidad y la impiedad. A esta fatiga sigue el dolor, porque se pasan fatigas no solo sin fruto, sino incluso para ruina. Esos fatiga y dolor se refieren a lo que dijo en su corazón: «No seré movido, de generación en generación [estaré] sin mal»126. Y «bajo su lengua», no «en la lengua», precisamente porque en secreto va a pensar esas cosas y, en cambio, a la gente va a decir otras, para parecer bueno y justo127 e hijo de Dios128.

26. [v.8] En lugares de emboscada se sienta con los ricos. ¿Con qué ricos, sino con esos a quienes ha colmado de regalos de este mundo? Y se dice que en lugares de emboscada se sienta con ellos, precisamente porque hará ostentación de la falsa felicidad de ellos para embaucar a los hombres, los cuales, cuando con voluntad torcida ansían ser como ellos y no buscan los bienes eternos, caerán en trampas de él. En sitios ocultos, para matar al inocente. Supongo que «en sitios ocultos » quiere decir: donde no se entiende fácilmente qué ha de apetecerse o qué ha de rechazarse. Por otra parte, matar al inocente es hacer del virtuoso un culpable.

27. [v.9] Sus ojos se vuelven a mirar al pobre. En efecto, va a perseguir principalmente a los justos, de los cuales está dicho: Dichosos los pobres de espíritu, porque de esos es el reino de los cielos129.

Acecha en sitio oculto, como león en su guarida. «León en su guarida» llama a ese en quien actúan la violencia y el dolo. Por cierto, la primera persecución de la Iglesia fue violenta, porque con proscripciones, torturas y matanzas se coaccionaba a los cristianos a sacrificar. Otra persecución, la que ahora se hace mediante herejes de todo género y falsos hermanos130, es persecución astuta. Queda la tercera, la que va a venir mediante el Anticristo. Nada hay más peligroso que ella, porque será violenta y astuta. Violencia tendrá en el mando; dolo, en los milagros. A la violencia se refiere lo que está dicho «león»; a los dolos, lo que está dicho «en su guarida». Y de nuevo están repetidas en orden inverso esas mismas cosas. Afirma: Acecha para arrastrar consigo al pobre; esto tiene que ver con el dolo. En cambio, lo que sigue, para arrastrar consigo al pobre, mientras tira de él, se asigna a la violencia, pues «tira de él» significa: atrae hacia sí, afligiéndole con cuantos tormentos puede.

28. [v.10] Eso mismo significan también las dos cosas que siguen. En su ratonera lo humillará: es el dolo. Se inclinará y caerá mientras domina a los pobres: es la violencia. En efecto, la ratonera alude atinadamente a las insidias; el dominio, por su parte, da a entender clarísimamente el terror. Y atinadamente asevera: Lo humillará en su ratonera. En efecto, cuando haya comenzado a hacer los signos131 aquellos, cuanto más sorprendentes parezcan a la gente, tanto se despreciará y se tendrá en nada a los santos que habrá entonces, y él, al cual se opondrán mediante la justicia y la inocencia, parecerá vencerlos con hechos asombrosos. Pero se inclinará y caerá mientras domina a los pobres, esto es, mientras impone cualesquiera suplicios a los siervos de Dios132, que se le oponen.

29. [v.11—12] Ahora bien, ¿por qué se inclinará y caerá?133. Pues dijo en su corazón: «Dios se ha olvidado, vuelve su cara para no ver hasta el final». La inclinación y caída más deplorable es esta: cuando el ánimo humano prospera en sus iniquidades, por así decirlo, y supone que se le tiene miramiento, aunque se le ciega y se le reserva para la última y oportuna venganza, de la cual se habla ya aquí: Ponte en pie, Señor Dios; elévese tu mano, esto es, quede manifiesta tu potencia. Pues bien, más arriba había dicho: Ponte en pie, Señor; no prevalezca el hombre, sean juzgadas las naciones en tu presencia134, esto es, en lo oculto, donde solo Dios ve135. Esto sucedió, cuando a la felicidad que a los hombres parece grande llegaron los impíos, sobre los cuales es establecido un legislador como merecieron tenerlo, acerca del cual se dice: Establece, Señor, un legislador sobre ellos; sepan las naciones que son hombres136. En cambio, ahora, tras esos castigos y venganza ocultos, se dice: Ponte en pie, Señor Dios; elévese tu mano: sin duda, no en lo oculto, sino ya en gloria evidentísima.

No te olvides de los pobres hasta el final, esto es, según suponen los impíos, que dicen: Dios se ha olvidado, vuelve su cara para no ver hasta el final. Pues bien, ya que la tierra es cual el final de las cosas porque es el último elemento en que los hombres se fatigan ordenadísimamente, pero no pueden ver el orden de sus fatigas137, el cual atañe, sobre todo, a los secretos del Hijo138, niegan que Dios ve hasta el final, quienes dicen que él no vela por los asuntos humanos y terrenos.

La Iglesia, pues, al pasar fatigas en aquellos tiempos139 cual la nave140 entre grandes olas141 y tempestades, despierta al Señor dormido, por así calificarlo, para que curse órdenes a los vientos y retorne la bonanza142. Dice, pues: Ponte en pie, Señor Dios; elévese tu mano, no te olvides de los pobres hasta el final.

30. [v.13—14] Así, pues,tras entender que el juicio es ya manifiesto, además dicen con regocijo: ¿Por qué ha irritado a Dios el impío?, esto es, ¿de qué le ha servido hacer tantos males? En efecto, dijo en su corazón: «No reclamará». Después sigue: Ves porque tú consideras la fatiga y la ira para entregarlos a tus manos. Este concepto resulta oscuro, si uno yerra en cuanto a la explicación que [aquel] exige. De hecho, el impío dijo en su corazón «Dios no reclamará», como si Dios, para entregarlos a sus manos, considerase la fatiga y la ira, esto es, como si temiera fatigarse y airarse y, por eso, les tiene miramiento, para que el castigo de estos no le sea oneroso a él, o para que no le turbe la tempestad de la iracundia, como de ordinario hace la gente, que para no fatigarse ni airarse pasa por alto la reivindicación.

31. A ti se ha abandonado el pobre. En efecto, es pobre, esto es, ha despreciado todos los bienes temporales de este mundo, precisamente para que solo tú seas su esperanza. Para el huérfano tú serás ayudador, esto es, para aquel a quien se le muere el padre, este mundo mediante el cual fue engendrado carnalmente, y ya puede decir: El mundo ha quedado crucificado para mí y yo para el mundo143. De hecho, Dios se convierte en padre de tales huérfanos. En efecto, el Señor enseña a hacerse huérfanos a sus discípulos, a los cuales dice: No llaméis padre vuestro [a nadie] en la tierra144. Ejemplo de esto lo dio, el primero145, él, diciendo: ¿Quién [es] mi madre y quiénes [son mis] hermanos?146. Por eso, ciertos herejes muy perniciosos pretenden sostener que él no tuvo madre; pero no ven que, si prestan atención a estas palabras, es consecuente que tampoco sus discípulos hayan tenido padres, porque, como él dijo «¿Quién es mi madre», así les enseñó, cuando asevera: No llaméis padre vuestro [a nadie] en la tierra.

32. [v.16] Tritura el brazo del pecador y del maligno, o sea, el de ese acerca del cual se decía antes: Dominará a todos sus enemigos147. Ha llamado, pues, brazo suyo a su potencia, a la que es contraria la potencia de Cristo, acerca de la cual se dice: Ponte en pie, Señor Dios, elévese tu mano148. Se buscará con insistencia su delito, pero no se encontrará a causa de aquello, esto es, se le juzgará de su pecado149 y él perecerá a causa de su pecado. Por último, ¿qué tiene de extraño que siga: El Señor reinará eternamente y por el siglo del siglo; naciones, desapareceréis de su tierra? «Naciones» ha puesto por los pecadores e impíos.

33. [v.17] El Señor escuchó el deseo de los pobres, aquel deseo que los desazonaba, cuando en medio de las angustias y tribulaciones150 de este mundo ansiaban el día del Señor151. Tu oído escuchó la disposición de su corazón. La disposición del corazón es esta acerca de la cual se canta en otro salmo: Dispuesto está mi corazón, Dios, dispuesto está mi corazón152, de la cual dice el Apóstol: Si, en cambio, esperamos lo que no vemos, mediante la paciencia lo aguardamos153. Ahora bien, por regla general debemos entender que el oído de Dios es no un miembro corpóreo, sino la potencia con que escucha. Y así, para no repetirlo frecuentemente, es preciso que, nombrados algunos miembros suyos, que en nosotros son visibles y corpóreos, se entiendan las potencias de las acciones, pues no es legítimo tener por corpóreo el hecho de que el Señor Dios escuche no la voz que suena, sino la preparación del corazón.

34. [v.18] Para juzgar a favor del huérfano y del humilde, esto es, no del que se adapta a este mundo154, ni del soberbio. En efecto, una cosa es juzgar al huérfano, y otra juzgar a favor del huérfano. También juzga al huérfano quien lo condena; en cambio, juzga a favor del huérfano quien emite una sentencia favorable a él.

Para que el hombre no añada más el tenerse en mucho sobre la tierra. Por cierto, hombres son [esos] de quienes está dicho: Pon, Señor, un legislador sobre ellos; sepan las naciones que son hombres155. Pero también ese a propósito del cual, en ese mismo pasaje, se entiende que es puesto sobre ellos, será un hombre, acerca del cual se dice ahora: Para que el hombre no añada más el tenerse en mucho sobre la tierra, o sea, cuando venga el Hijo del hombre156 para juzgar a favor del huérfano: el que se ha despojado del hombre viejo157 y de este modo ha ensalzado al Padre, por así decirlo.

35. Por tanto, tras los secretos del Hijo158, de los que en este salmo se han dicho muchas cosas, existirán las cosas del Hijo manifiestas, de las que unas pocas se han dicho ahora al final del salmo. Pues bien, el título está hecho de las que aquí ocupan mayor espacio. El día mismo de la venida del Señor159 puede también incluirse con razón entre los secretos del Hijo, aunque la presencia misma del Señor será manifiesta. En efecto, acerca de aquel día está dicho que nadie lo conoce, ni los ángeles ni las fuerzas ni el Hijo160 del hombre. ¿Qué hay, pues, tan oculto como esto de lo que está dicho que al juez mismo se ha ocultado no en cuanto a conocerlo, sino en cuanto a publicarlo?

Por otra parte, si respecto a los secretos del hijo alguien quisiere sobreentender que el hijo es no el de Dios, sino el de David mismo, a cuyo nombre se atribuye entero el salterio porque a los salmos se los llama generalmente «davídicos», oiga esos gritos con los que se dice al Señor: Compadécete de nosotros, Hijo de David161, y entienda que precisamente así, de este modo, [se llama] al mismo Señor Cristo162, acerca de cuyos secretos se titula este salmo. En efecto, también así dice el ángel: Dios le dará el trono de David su padre163. Y no es contraria a esta interpretación la frase con que el mismo Señor pregunta a los judíos: Si el Cristo es hijo de David164, ¿cómo, en espíritu, le llama «señor», al decir: «Dijo el Señor a mi Señor: «Siéntate a mi derecha hasta que ponga bajo tus pies a tus enemigos»?»165. Por cierto, está dicho a incultos que, aunque esperasen que Cristo iba a venir, sin embargo, le aguardarían en cuanto hombre, no en cuanto que es Fuerza y Sabiduría de Dios166. Enseña, pues, ahí la fe verdaderísima y sincerísima: es el Señor del rey David, en cuanto Palabra [que existía] en el principio, Dios en Dios, mediante la cual fue hecho todo167; y es hijo en cuanto que, según la carne, para él fue hecho de la estirpe de David168. Por cierto, no dice «el Cristo no es hijo de David», sino: «Si ya sostenéis que es hijo suyo169, aprended cómo es su Señor y, respecto al Cristo, no sostengáis que es hijo de hombre —de hecho, así es hijo de David—, y paséis por alto que es el Hijo de Dios, pues así es el Señor de aquel».