EXPOSICIÓN DEL SALMO 6

Traducción: José Cosgaya García, OSA

Revisión: Pío de Luis Vizcaíno, OSA

1. [v.1] Para el fin. Entre los himnos. Del octavo. Salmo de David. «Del octavo» parece aquí oscuro. Efectivamente, el resto del título es más claro. Pues bien, a algunos parece que indica el día del juicio1, esto es, el tiempo de la llegada de nuestro Señor2, en el que va a venir a juzgar a vivos y muertos3. Se cree que, computados desde Adán los años, esta llegada sucederá tras siete mil años, de modo que los siete mil años pasen como siete días y después llegue como día octavo aquel tiempo. Pero porque está dicho por el Señor4: No os compete saber los tiempos que el Padre puso en su autoridad5, y «pero acerca del día y hora aquellos nadie sabe, ni un ángel ni fuerza ni el Hijo, sino el Padre solo»6, también lo que está escrito7, que cual ladrón viene el día del Señor8, muestra bastante claramente que es preciso que nadie se arrogue el conocimiento de ese tiempo mediante algún cómputo de los años. En efecto, si ese día va a venir tras siete mil años, todo hombre puede, computados los años, informarse de su llegada. ¿Dónde, pues, quedará lo de que ni el Hijo lo conoce? Es evidente que esto está dicho, precisamente porque los hombres no lo aprenden mediante el Hijo, no porque no lo conozca dentro de sí, según la expresión: Os tienta el Señor, Dios vuestro, para que sepa9, esto es, para haceros saber, y «levántate, Señor»10, esto es, haz que nos levantemos.

Porque, pues, se dice que el Hijo desconoce este día, no porque lo desconozca, sino porque hace que lo desconozcan esos a quienes no conviene conocerlo, esto es, [no conviene] que se lo muestre, ¿qué significa no sé qué conjetura que, computados los años, espera como certísimo tras siete mil años el día del Señor?

2. Nosotros, por tanto, lo que el Señor ha querido que desconozcamos, desconozcámoslo de buena gana e indaguemos qué quiere decir ese título que se escribe: Del octavo. Sin duda, incluso sin ningún cálculo de años temerario puede tomarse por el día octavo el del juicio porque, recibida la vida eterna tras el final de este mundo, entonces las almas de los justos ya no estarán sujetas a los tiempos. Y porque todos los tiempos se desarrollan por repetición de estos siete días, quizá se ha llamado octavo al que no tendrá esa mudanza.

Hay otra cosa por la que a propósito de esto puede entenderse no absurdamente por qué se califica de octavo al juicio: porque va a suceder tras dos generaciones, una, la que tiene que ver con el cuerpo, otra, la que tiene que ver con el alma. En efecto, Desde Adán hasta Moisés11 vivió conforme al cuerpo, es decir, según la carne12, el género humano, al que se llama también hombre viejo13 y exterior, y al cual se dio el Antiguo Testamento14, para que mediante las prácticas, aunque religiosas, todavía carnales prefigurase las futuras espirituales. En todo este tiempo en que se vivía según el cuerpo, reinó la muerte, como asevera el Apóstol, incluso en esos que no pecaron15. Ahora bien, como él mismo dice, reinó debido a la semejanza de la prevaricación de Adán (ibíd.), porque «hasta Moisés» hay que interpretarlo «hasta que las obras de la Ley», esto es, aquellos sacramentos observados carnalmente, «tuvieron encadenados a causa de cierto misterio a esos que estaban sometidos al único Dios»16. En cambio, desde la llegada del Señor17, a partir de la cual se ha pasado de la circuncisión de la carne18 a la circuncisión del corazón19, se ha producido la llamada20 a vivir según el alma, esto es, según el hombre interior21, al que a causa de la regeneración y de la renovación22 de las costumbres espirituales se llama también hombre nuevo23.

Por otra parte, es evidente que el número cuatro tiene que ver con el cuerpo por los cuatro conocidísimos elementos de que consta y por sus cuatro cualidades: seca, húmeda, cálida y fría. Por eso, se gestiona también en las cuatro estaciones: primavera, verano, otoño e invierno. Esto es conocidísimo. De hecho, también en otro lugar se trata con más agudeza, pero más oscuramente, acerca del número cuatro del cuerpo, cosa que ha de evitarse en este sermón que queremos que se adapte incluso a los menos eruditos. Que, en cambio, el número tres tiene que ver con el ánimo, puede entenderse porque se nos manda amar a Dios de tres formas, con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente24, cosas de las que, una a una, hay que disertar a propósito no del salterio, sino del evangelio. Creo que es bastante lo que ahora se ha dicho como prueba de que el número tres tiene que ver con el ánimo.

Por tanto, acabados los números del cuerpo, atañentes al hombre viejo25 y al Antiguo Testamento; acabados también los números del espíritu, relacionados con el hombre nuevo26 y con el Nuevo Testamento, como si hubiera terminado el número septenario, porque cada uno se ejerce temporalmente, el cuaternario distribuido al cuerpo, el ternario al ánimo, vendrá el octavo, el día del juicio27, que, tras otorgar a los méritos lo que se debe, a los santos ya no los trasladará a las obras temporales, sino a la vida eterna28 y, en cambio, condenará para siempre a los impíos.

3. [v.2] Temerosa de esa condena, la Iglesia ora en este salmo, diciendo: Señor, no me arguyas en tu ira. También el Apóstol habla de la ira del juicio: Te almacenas, afirma, ira en el día de la ira del justo juicio de Dios29. Cualquiera que ansía ser sanado en esta vida30, no quiere ser argüido en esa ira. Ni me corrijas en tu furor. «Corrijas» parece más suave, pues vale para la enmienda. Efectivamente, es de temer que quien es argüido, esto es, acusado, tenga como final la condena. Pero, porque el furor parece ser más que la ira, puede inquietar por qué lo que es más suave, esto es, la corrección, está puesto con lo que es más duro, esto es, con el furor. Pero yo supongo que los dos vocablos significan una sola cosa. Efectivamente, ?????, que está en el verso primero, significa en griego lo que ????, que está en el segundo verso. Pero, cuando los latinos quisieron también ellos poner dos vocablos, se buscó qué era vecino de «ira», y se puso «furor». Por eso, los códices [los] tienen de modo diverso. Efectivamente, en unos se halla primero «ira», después «furor»; en otros, primero «furor», después «ira»; en otros, en vez de «furor» se pone «indignación» o «amargura ». Pero, sea ello lo que fuere, es un movimiento del ánimo que incita a causar un castigo. Sin embargo, este movimiento no ha de atribuirse a Dios como al alma, acerca del cual está dicho31: Tú, en cambio, Señor de las fuerzas, juzgas con sosiego32. Ahora bien, lo que está sosegado no está perturbado. No afecta, pues, a Dios juez la perturbación, sino que lo que sucede en sus ministros se llama ira de él porque sucede mediante las leyes suyas. En esta ira, el alma que ora ahora no quiere no solo ser acusada, sino tampoco corregida, esto es, enmendada o educada. Efectivamente, en griego está puesto ?????????? esto es, eduques.

Pues bien, en el día del juicio33 son acusados todos los que no tienen el cimiento que es Cristo34. Por otra parte, quienes sobre este cimiento edifican [con] madera, hierba, paja35, son enmendados, esto es, purificados, pues sufrirán daño, pero serán salvos como a través del fuego36. ¿Qué pide, pues, ese que no quiere ser acusado o enmendado en la ira del Señor?37 ¿Qué, sino ser sanado? En efecto, donde hay salud, no son de temer ni la muerte ni las manos del médico, que quema o corta.

4. [v.3—4] Así, pues,sigue y dice: Compadécete de mí, Señor, porque estoy enfermo; sáname, Señor, porque están conturbados mis huesos, esto es, el apoyo o fortaleza de mi alma, pues esto significan los huesos. Cuando, pues, el alma nomina los huesos, dice que está turbada su fortaleza, pues no hay que creer que tiene los huesos que vemos en el cuerpo. Por eso, lo que se añade: Y mi alma está muy turbada, atañe a la explicación, para que, porque ha nombrado los huesos, no se entienda [que son] los del cuerpo.

Y tú, Señor, ¿hasta cuándo? ¿Quién no entenderá que se alude a que lucha con sus enfermedades el alma, a la que el médico, por su parte, ha hecho esperar largo tiempo, para persuadirla de los males en que se había precipitado pecando? En efecto, lo que fácilmente se sana, no se evita mucho; en cambio, por la dificultad de la curación será más diligente la custodia de la curación recibida. A Dios, pues, al cual se dice: Y tú, Señor, ¿hasta cuándo?, hay que estimarlo no cruel, sino como buen persuasor del alma, respecto a qué mal se ha procurado a sí misma. En efecto, esta alma aún no ora tan perfectamente, que [él] pueda decirle: Mientras aún estés hablando38, te diré: He ahí que estoy presente39. Simultáneamente [ella] reconozca esto: si quienes se convierten padecen tanta dificultad, cuán gran castigo se prepara para los impíos, que no quieren convertirse a Dios40, como en otro lugar está escrito41: Si el justo apenas será salvo, ¿el pecador e impío dónde se presentarán42.

5. [v.5] Vuélvete, Señor, y libra mi alma. Al volverse ella, ruega que también Dios se vuelva a ella, como está dicho43: Volveos a mí, y me volveré a vosotros, dice el Señor44. ¿O por ese dicho ha de entenderse «vuélvete, Señor », esto es, «hazme volver», porque precisamente en su conversión experimentaba dificultad y fatiga? Efectivamente, nuestra conversión perfecta encuentra dispuesto al Señor, como dice un profeta: Cual alborada lo hallaremos dispuesto45, porque el que lo perdiéramos, lo ha causado no la ausencia de él, que está presente por doquier, sino nuestro alejamiento. En este mundo estaba, afirma, y el mundo fue hecho mediante él, mas el mundo no le conoció46. Si, pues, en este mundo estaba, mas el mundo no le conoció, nuestra inmundicia no soporta su vista. Pues bien, mientras nos convertimos, esto es, con el cambio de la vida vieja reesculpimos nuestro espíritu, experimentamos como duro y laborioso volvernos atrás hacia la serenidad y tranquilidad de la divina luz, desde la niebla de los deseos terrenos. Y en tal dificultad decimos: «Vuélvete, Señor, esto es, ayúdanos, para que en nosotros sea completo el retorno, que te halla dispuesto y ofrecido a tus amantes, para que disfruten de ti». Y por eso, después de haber dicho «vuélvete, Señor», ha añadido «y libra mi alma» pegada, digamos, a los enredos de este mundo, y que precisamente en esa conversión padece ciertas espinas de los desgarradores deseos. Afirma: Ponme a salvo por tu misericordia. Entiende que no pertenece a sus méritos el hecho de ser sanado, ya que justa condena47 se debía al que ha pecado y no ha hecho caso al precepto. Sáname48, pues, afirma, no por mi mérito, sino por tu misericordia49.

6. [v.6] Porque en la muerte no hay quien se acuerde de ti. Entiende también que ahora es el tiempo de la conversión porque, cuando haya pasado esta vida, no queda sino la retribución de los méritos. Por otra parte, en el infierno ¿quién te confesará? Confesó en el infierno50 el famoso rico del que habla el Señor, el cual vio en descanso a Lázaro y, en cambio, él se lamentaba entre tormentos51. Confesó hasta tal punto que, por los castigos respecto a los que no se cree que existan en los infiernos, quiso que se aconsejase a los suyos refrenarse de los pecados52. Aunque, pues, inútilmente, sin embargo, puesto que deseaba que incluso a los suyos se los instruyese para que no cayeran en esos tormentos, confesó que estos le habían acaecido merecidamente. ¿Qué significa, pues: En el infierno ¿quién te confesará? ¿Quiso que se entendiera por infierno [el lugar] al que serán precipitados tras el juicio53 los impíos54, donde a causa de tinieblas profundísimas no verán ninguna luz de Dios, al cual confesar algo? Por cierto, aquel, levantados aún los ojos55, aunque interpuesto un descomunal abismo56, sin embargo, pudo ver establecido en descanso a Lázaro, en virtud de la comparación con el cual fue forzado a la confesión de sus culpas.

Puede entenderse también esto: al pecado que se comete por desprecio a la ley divina, lo llama muerte para que, pues el aguijón de la muerte [es] el pecado57, al aguijón de la muerte lo llamemos muerte, porque procura muerte. En esta muerte, ser olvidadizo de Dios es esto, despreciar su ley y sus preceptos, de modo que ha llamado infierno a la ceguera del ánimo, la cual acoge y envuelve a quien peca, esto es, a quien muere. Afirma: Como no aprobaron tener en conocimiento a Dios, Dios los entregó a una réproba mentalidad58. El alma suplica presentarse protegida de esa muerte y de ese infierno, mientras trabaja con ahínco en la conversión a Dios y siente dificultades.

7. [v.7] Por eso ha continuado diciendo: Me fatigué en mi gemido. Y, como si hubiere adelantado poco, añade y dice: Lavaré noche tras noche mi lecho. En este pasaje llama lecho [al lugar] donde descansa el ánimo enfermo y débil, esto es, en el placer del cuerpo y en toda clase de deleite mundano. Este deleite lava con lágrimas quien intenta sacarse de él a sí mismo. En efecto, ve que ya rechaza las concupiscencias carnales y, sin embargo, el deleite cautiva su debilidad y a gusto yace en él, de donde el ánimo no puede levantarse, si no es sanado. Por otra parte, respecto a lo que asevera, noche tras noche, tal vez ha querido que se entienda esto: quien, resuelto de espíritu59, siente alguna luz de la verdad y, sin embargo, a causa de la debilidad de la carne descansa a veces en el deleite de este mundo, es forzado, digamos, a soportar con sentimiento alterno los días y las noches, de modo que, cuando dice «con la mente sirvo a la ley de Dios», experimenta, digamos, el día y, a la inversa, cuando dice «con la carne, en cambio, [sirvo] a la ley del pecado60, se cambia en noche, hasta que pase toda noche y venga un único día, acerca del cual se dice: De mañana me levantaré para ti y veré61. En efecto, entonces se levantará. En cambio, yace ahora cuando está en el lecho que lavará noche tras noche para, con tantas lágrimas, impetrar de la misericordia de Dios la eficacísima medicina.

«Con lágrimas regaré mi cama» es una repetición ya que, cuando dice «con lágrimas», muestra cómo antes había dicho «lavaré». Por otra parte, entendemos que «cama» es lo que antes «lecho». Sin embargo, «regaré» es bastante más que «lavaré», porque algo puede lavarse en la superficie y, en cambio, el riego penetra al interior, lo cual alude al llanto hasta las intimidades del corazón.

Por otra parte, la variedad de tiempos —haber puesto el pretérito cuando decía «me fatigué en mi gemido», y el futuro cuando decía «lavaré noche tras noche mi lecho» y, de nuevo, futuro, «con lágrimas regaré mi cama»—, eso muestra qué debe uno decirse cuando en vano se haya fatigado en el gemido; como si dijera: «No me ha aprovechado cuando hice esto; haré, pues, lo otro».

8. [v.8] Se ha turbado por la ira mi ojo. ¿Por la suya o por la de Dios, respecto a la cual pide que en ella no se le acusase o se le corrigiese?62 Pero si ella indica el día del juicio63, ¿cómo puede entenderse ahora? ¿Acaso es su incoación, porque los hombres padecen aquí dolores y tormentos y, sobre todo, la pérdida de la comprensión de la verdad, como ya he mencionado lo que está dicho64: Dios los entregó a una réproba mentalidad65? Efectivamente, esto es ceguera de la mente. Quien haya sido entregado a ella, queda excluido de la interior luz de Dios, pero no totalmente cuando está en esta vida66. En efecto, hay unas tinieblas exteriores67, respecto a las cuales se interpreta que tienen que ver con el día del juicio, de modo que está totalmente fuera de Dios cualquiera que, mientras hay tiempo68, no quisiere corregir. En efecto, qué es estar totalmente fuera de Dios, sino estar en total ceguera, puesto que Dios habita una luz inaccesible69, adonde entran esos a quienes se dice: Entra al gozo de tu Señor?70 Por tanto, la incoación de esta ira es la que en esta vida padece cualquier pecador. Así, pues, porque teme el día del juicio, se lamenta y se esfuerza en no ser conducido a eso respecto a cuyo inicio experimenta ahora que es tan pernicioso. Y, por eso, no ha dicho «se ha apagado», sino: Se ha turbado por la ira mi ojo.

Si, en cambio, dice que su ira ha turbado su ojo, tampoco esto es extraño. Efectivamente, «el sol no se ponga sobre vuestra ira»71 está dicho, tal vez porque la mente a la que su perturbación no le permite ver el sol interior, esto es, la sabiduría de Dios72, supone que ese padece en ella cierto ocaso.

9. He envejecido en medio de todos mis enemigos. Había hablado solo de la ira, si empero había hablado de su ira. Pues bien, considerados los demás vicios, ha hallado que todos le han asediado. Porque estos vicios son propios de la vida vieja y del hombre viejo, del que hemos de despojarnos para vestirnos del nuevo73, con razón está dicho74: He envejecido. Por otra parte, «en medio de todos mis enemigos» quiere decir o «entre esos vicios» o «entre los hombres que no quieren convertirse a Dios»75. De hecho, precisamente estos, aunque son respetuosos, aunque sin interponer ningún pleito disfrutan concordemente, digamos, de los mismos banquetes, casas, ciudades y conversaciones frecuentes, sin embargo, por su intención opuesta son, aun sin saberlo, enemigos de quienes se convierten a Dios. Efectivamente, cuando unos aman y apetecen este mundo y los otros desean librarse de este mundo, ¿quién no verá que aquellos son enemigos de estos? De hecho, si pueden, consigo los arrastran a los castigos. Y gran don es hallarse habitualmente entre sus palabras y no salirse de la ruta de los preceptos de Dios. En efecto, la mente que se esfuerza en llegar a Dios, frecuentemente tiembla estremecida en la ruta misma y ordinariamente no cumple el buen propósito, precisamente para no molestar a esos con quienes vive, los cuales aman y van tras otros bienes, los perecederos y pasajeros. De estos separan no los espacios, sino el ánimo, a cualquier hombre cuerdo. Efectivamente, los espacios contienen los cuerpos; en cambio, el espacio del ánimo es su querencia.

10. [v.9] Por tanto, porque no puede ser inútil que tan vehementemente se ruegue al que es la fuente de todas las misericordias, y [porque] con toda verdad está dicho76 «el Señor está cerca de los triturados de corazón»77, mira qué ha añadido tras la fatiga, el gemido y los abundantísimos torrentes de lágrimas78 el alma piadosa, por la que cabe también entender la Iglesia, para indicar que tras tantas dificultades ha sido escuchada: Apartaos de mí todos los que hacéis la iniquidad, porque el Señor ha escuchado la voz de mi llanto. Está dicho o en profecía79, porque van a ser apartados, es decir, serán separados de los justos los impíos80, cuando haya llegado el día del juicio, o ahora porque, si bien están contenidos juntamente y en idénticos grupillos, sin embargo, en la era desnuda están ya separados de las pajas los granos, aunque se esconden entre las pajas. Así, pues, pueden vivir habitualmente juntos, pero el viento no puede llevárselos juntos.

11. [v.10] Porque el Señor ha escuchado la voz de mi llanto, el Señor ha escuchado mi súplica, el Señor ha acogido mi oración. La repetición frecuente de idéntica expresión muestra no el sentimiento de quien narra, digamos, una necesidad, sino el de quien se regocija. En efecto, quienes se regocijan, suelen hablar de modo que no les basta expresar una sola vez eso de lo que se alegran. Este es el fruto de aquel gemido en que uno se fatiga, y de aquellas lágrimas con que se lava el lecho y se riega la cama81, porque quien siembra con lágrimas, con gozo siega82, y dichosos quienes lloran, porque esos mismos serán consolados83.

12. [v.11] Sonrójense y contúrbense todos mis enemigos. Más arriba ha dicho: Apartaos de mí84, y esto, como ha quedado expuesto, puede ocurrir también en esta vida85. En cambio, lo que dice, sonrójense y contúrbense, no veo cómo puede acaecer, sino aquel día, cuando hayan quedado manifiestos los premios de los justos y los suplicios de los pecadores. De hecho, los impíos no se sonrojan ahora, hasta tal punto que no cesan de ultrajarnos. Y, generalmente, con sus escarnios son tan influyentes que hacen a los débiles hombres sonrojarse del nombre de Cristo86. Por eso está dicho87: Cualquiera que se haya sonrojado de mí88 ante los hombres, me sonrojaré de él ante mi Padre89. Añado, cualquiera que quisiere cumplir esos sublimes preceptos de repartir, dar a los pobres, para que su justicia dure eternamente90, y, vendidas sus posesiones terrenas y distribuidas a los indigentes, [quiera] seguir a Cristo91 tras decir «Nada trajimos a este mundo y, en verdad, nada podemos llevarnos; si tenemos comida y vestido, con esto estemos contentos»92, se convierte en presa de la sacrílega mordacidad de aquellos, le llaman loco quienes no quieren ser cuerdos y, para que la gente sin remedio no lo llame así, frecuentemente teme y aplaza hacer lo que ha mandado el médico más leal y potente de todos.

No pueden, pues, sonrojarse esos respecto a los que es de desear no sonrojarnos de ellos, ni que nos desvíen de la ruta propuesta ni nos la estorben ni impidan. Pero llegará el tiempo93 de que ellos se avergüencen, mientras dicen como está escrito94: Estos son a quienes otrora tuvimos por objeto de risa y por imagen de afrenta. Nosotros, insensatos, estimábamos su vida como locura, y su final, sin honra. ¿Cómo se los cuenta entre los hijos de Dios, y entre los santos está su lote? Nos hemos extraviado, pues, del camino de la verdad, y la luz de la justicia no brilló para nosotros, y el sol no salió para nosotros. Nos rellenamos del camino de iniquidad y perdición, anduvimos por soledades arduas, pero hemos ignorado el camino del Señor. ¿De qué nos sirvió la soberbia? o ¿qué nos ha aportado la jactancia de las riquezas? Todo aquello pasó como sombra95.

13. Por otra parte, en cuanto a lo que asevera, vuélvanse y sean confundidos, ¿quién no juzgará que es justísimo castigo que tengan una vuelta a la confusión quienes no quisieron tenerla a la salvación? Después ha añadido: Muy velozmente. En efecto, cuando comiencen a no contar ya con el día del juicio96, cuando hayan dicho «paz», entonces les vendrá repentina la destrucción97. Ahora bien, venga cuando viniere, rapidísimamente viene eso con lo que no se cuenta que va a venir, y la longitud de esta vida no la hace sentirse, sino la esperanza de vivir. Efectivamente, nada parece ser más rápido que lo que en aquella es ya pasado. Cuando, pues, hubiere llegado el día del juicio98, entonces los pecadores se darán cuenta de cómo no es larga ninguna vida que pasa. Y en absoluto no podrá parecerles que ha llegado tarde lo que ha llegado no a quienes lo deseaban, sino, más bien, a quienes no creían [en ello].

Sin embargo, aquí, según dice «Apartaos de mí todos los que hacéis la iniquidad, porque el Señor ha escuchado la voz de mi llanto99, puede también interpretarse que, porque Dios ha escuchado a la que gemía, digamos, y lloraba tan frecuente y prolongadamente100, [ella] entiende que ha sido librada de los pecados, y que ha domado todos los movimientos perversos de la inclinación carnal. Cuando esto le haya sucedido, no es extraño que sea tan perfecta que rece por sus enemigos. Puede, pues, tener que ver con esto lo que ha dicho, sonrójense y contúrbense todos mis enemigos101, para que hagan penitencia102 de sus pecados, cosa que no puede suceder sin confusión y conturbación.

Así, pues,nada impide tampoco interpretar así lo que sigue, vuélvanse y sonrójense, esto es, vuélvanse103 a Dios104 y sonrójense105 de haberse gloriado otrora en las anteriores tinieblas de los pecados, como dice el Apóstol: ¿Qué gloria tuvisteis otrora en estas cosas de las que ahora os ruborizáis?106. Por otra parte, lo que ha añadido, muy velozmente, hay que referirlo o al sentimiento del suplicante, o a la potencia de Cristo, el cual, a los gentiles que en defensa de sus ídolos perseguían a la Iglesia, en tan gran celeridad de tiempos los ha convertido a la fe del Evangelio107.