EXPOSICIÓN DEL SALMO 1

Traducción: José Cosgaya García, OSA

Revisión: Pío de Luis Vizcaíno, OSA

1. [v.1] Dichoso el varón que no se fue según el consejo de los impíos: ha de entenderse acerca de nuestro Señor Jesucristo, esto es, el hombre del Señor. Dichoso el varón que no se fue según el consejo de los impíos, como el hombre terreno1, que con su esposa, engañada por la serpiente2, decidió no hacer caso de las ordenanzas de Dios. Y no se detuvo en el camino de los pecadores, porque vino, sí, por el camino de los pecadores, naciendo como los pecadores, pero no se detuvo porque no le retuvo el hechizo mundano. Ni en asiento de peste se sentó: no quiso el reino terreno con soberbia, que con razón se entiende como asiento de peste, precisamente porque no hay casi nadie que carezca del afán de mandar, y que no apetezca la gloria humana. En efecto, la peste es una enfermedad propagada ampliamente, y que arrolla a todos o a casi todos. Sin embargo, por «asiento de peste» ha de tomarse más apropiadamente una doctrina perniciosa, cuya palabra se extiende como el cáncer3. Por último, ha de considerarse el orden de los verbos, se fue, se detuvo, se sentó. En efecto, aquel se fue cuando se apartó de Dios; se detuvo cuando le agradó el pecado; se sentó cuando, consolidado en su soberbia, no pudo regresar, sino librado mediante el que ni se fue según el consejo de los impíos, ni se detuvo en el camino de los pecadores, ni se sentó en asiento de peste.

2. [v.2] Sino que su voluntad estuvo en la ley del Señor, y en su ley meditará día y noche. Como dice el apóstol, la Ley no ha sido puesta para el justo4, pero una cosa es estar en la ley, otra, bajo la ley. Quien está en la ley, actúa según la ley; a quien está bajo la ley, se le hace obrar según la ley. Aquel, pues, es libre; este, esclavo. Además, una cosa es la ley que se escribe y se impone al sometido, otra, la ley que contempla con la mente quien no necesita escritos. Meditará día y noche: ha de entenderse o «sin interrupción», o «de día» con alegría, «de noche» entre tribulaciones. En efecto, se dice: Abrahán vio mi día y se regocijó5, y de las tribulaciones se dice: Además, mis riñones me han enmendado incluso hasta la noche6.

3. [v.3] Y será cual el árbol que está plantado junto a las corrientes de las aguas. Esto es, o junto a la sabiduría en persona, que para nuestra salvación se dignó asumir al hombre, de modo que el hombre mismo sea el árbol plantado junto a las corrientes de las aguas —de hecho, en este sentido puede entenderse también lo que se dice en otro salmo: El río de Dios se llenó de agua7—, o junto al espíritu santo, según el cual se dice: Él mismo os bautizará en el Espíritu Santo8 y esto: Quien tiene sed, venga y beba9, y aquello: Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide agua, se la habrías pedido a él, y te daría agua viva10; quien bebiere de ella, nunca tendrá sed, sino que se convertirá en él en surtidor de agua que salta a la vida eterna11. O «junto a las corrientes de las aguas»: junto a los pecados de los pueblos porque, en el apocalipsis, las aguas se interpretan como pueblos12. Y por «corriente» se entiende no absurdamente «caída», lo cual tiene que ver con el delito.

Ese árbol, pues, esto es, nuestro Señor, de las aguas corrientes, esto es, los pueblos pecadores, al atraerlos, en el camino, a las raíces de su enseñanza, dará fruto, esto es, constituirá las Iglesias, a su tiempo, esto es, una vez glorificado mediante su resurrección y ascensión al cielo, pues entonces, enviado a los apóstoles el Espíritu Santo13, y consolidados ellos en la confianza en él y dirigidos a los pueblos, dio como fruto las Iglesias. Y su hoja no se caerá, esto es, su palabra no se frustrará, porque toda carne es heno, y la gloria del hombre, como flor del heno. El heno se secó y la flor cayó; en cambio, la palabra del Señor permanece por siempre14. Y todo lo que hiciere prosperará, esto es, todo lo que haya producido ese árbol. Sin duda, por «todo» hay que entender frutos y hojas, esto es, hechos y dichos.

4. [v.4] No así los impíos, no así, sino cual el polvo que el viento arroja de la faz de la tierra. Por «tierra» ha de tomarse precisamente la estabilidad en Dios, según la cual se dice: El Señor es el lote de mi heredad15, pues mi heredad es, para mí, deslumbrante16. Según esta, se dice: Aguarda al Señor y pide sus caminos, y te levantará a poseer la tierra17; según esta, se dice: Dichosos los mansos, porque esos mismos poseerán en heredad la tierra18. El símil está tomado del hecho de que, como esta tierra visible nutre y conserva al hombre exterior, así también aquella tierra invisible, al hombre interior19. De la faz de esta tierra arroja al impío el viento, esto es, la soberbia, porque hincha20. Para evitarla ese que se embriagaba de la abundancia de la casa de Dios y bebía del torrente de sus delicias21 dice: No venga a mí el pie de la soberbia22. De esta tierra arrojó la soberbia a ese que dijo: Hacia el aquilón pondré mi trono23, y «seré similar al Altísimo»24. De la faz de esta tierra arrojó también a ese que, tras haber consentido y gustado del árbol prohibido25 para ser como26 Dios, se escondió de la faz de Dios27. Que esta tierra tiene que ver con el hombre interior, y que de ella arrojó al hombre la soberbia, puede entenderse, sobre todo, mediante lo que está escrito28: ¿Por qué se ensoberbece [el que es] tierra y ceniza? Porque durante su vida arrojó sus intimidades29. De hecho, no es absurdo decir «fue arrojado» de donde [uno] se arrojó.

5. [v.5] Por eso, en el juicio no se levantan los impíos. Por eso, a saber, porque cual polvo son arrojados de la faz de la tierra30. Y ha dicho bien que se les quita lo que los orgullosos ambicionan, esto es, juzgar, de modo que se entiende que la frase siguiente dice con mayor claridad esto mismo: Ni los pecadores en la asamblea de los justos. En efecto, suele repetirse con mayor claridad lo que se dice más arriba, de modo que por «pecadores» se entiende los impíos, y lo que está dicho31 arriba, «en el juicio», aquí está dicho: En la asamblea de los justos. O en todo caso, si una cosa son los impíos, otra, los pecadores, de modo que, aunque todo impío es pecador, sin embargo, no todo pecador es impío, los impíos no se levantan en el juicio, esto es, se levantarán, sí, pero no para ser juzgados, porque ya han sido destinados a penas certísimas; en cambio, los pecadores no se levantan en la asamblea de los justos, esto es, para juzgar, sino quizá para ser juzgados, como acerca de estos está dicho: La calidad de la obra de cada cual la probará el fuego. Si la obra de uno permaneciere, recibirá recompensa; si, en cambio, la obra de uno fuere abrasada, sufrirá daño; él, en cambio, quedará a salvo; sin embargo, como mediante fuego32.

6. [v.6] Porque el Señor conoce el camino de los justos. Como se dice «la medicina conoce la salud, pero no conoce las enfermedades» y, sin embargo, precisamente las enfermedades las diagnostica el arte de la medicina, así puede decirse que el Señor conoce el camino de los justos, pero que no conoce el camino de los impíos, no porque el Señor desconozca algo, y sin embargo, dice a los pecadores: No os conozco33. En cambio, «la ruta de los impíos perecerá» está puesto como si se dijera en vez de ello: «en cambio, el Señor no conoce la ruta de los impíos». Pero está dicho más claramente, de modo que ser desconocido por el Señor equivale a perecer, y ser conocido por el Señor equivale a permanecer, de modo que existir tiene que ver con el conocimiento de Dios y, en cambio, no existir [tiene que ver] con su ignorancia, porque el Señor dice «yo soy el que soy», y «el que es me ha enviado»34.