Libro IX
Gentilidad y Antiguo Testamento
El Antiguo Testamento no cuadra a los gentiles
1. Fausto: —¿Por qué no aceptas el Antiguo Testamento?
—Si plugo a los apóstoles, nacidos bajo su autoridad, separarse de él, ¿por qué no me va a ser lícito a mí no usurpar el Testamento en el que no he nacido?
Todos nacemos gentiles; no nacemos judíos, ni tampoco cristianos. Pero el Antiguo Testamento llama a sí a algunos desde la gentilidad y los convierte en judíos; a otros los llama el Nuevo y los inicia como cristianos. Igual que si dos árboles, uno dulce y otro amargo absorbiesen por medio de sus raíces la potencialidad de la única tierra, para acomodarla a sus cualidades, convirtiéndose así los apóstoles de amargos en dulces. ¡Qué demencia la mía si de dulce me convirtiese en amargo!
El injerto de que habla el Apóstol
2. Agustín: ¿Por qué entonces el Apóstol, de quien afirmas que, abandonado el judaísmo, de amargo se convirtió en dulce, llama ramas desgajadas de allí a los que perteneciendo al pueblo judío no quisieron creer en Cristo? ¿Por qué sostiene que los gentiles, cual olivo silvestre, fueron injertados en la misma raíz del olivo, es decir, en la raíz que son los santos hebreos para hacerlos partícipes de la savia del olivo?
Advirtiendo a los gentiles, a propósito de la caída de los judíos, que no se enorgulleciesen, he aquí lo que escribió: A vosotros, los gentiles, os digo: En tanto sea apóstol de los gentiles, honraré mi ministerio, por si de alguna manera logro despertar celos en mi linaje, para salvar a algunos de ellos. Si su reprobación ha significado la reconciliación para el mundo, ¿qué significará su readmisión, sino una resurrección de entre los muertos? Si las primicias son santas, también la masa; y si la raíz es santa, también las ramas. Porque si algunas ramas fueron desgajadas, mientras que tú que eras olivo silvestre fuiste injertado entre ellas y te hiciste partícipe de la raíz y de la savia del olivo, no te engrías contra las ramas. Y si te engríes, sábete que no eres tú quien sostiene a la raíz, sino la raíz a ti. Pero replicas: Las ramas fueron desgajadas para que yo fuera injertado. ¡Está bien! Por su incredulidad fueron desgajadas. Tú te mantienes por la fe, no te engrías; antes bien, teme. Que si Dios no perdonó a las ramas naturales, tampoco te perdonará a ti. Estás viendo, pues, la bondad y severidad de Dios: severidad frente a los que cayeron, bondad para contigo, si es que permaneces en la bondad. De lo contrario, también tú serás desgajado. También ellos, si no se obstinan en la incredulidad, serán injertados. Poderoso es Dios para injertarlos de nuevo. Porque si tú fuiste cortado del olivo silvestre y, contra tu naturaleza, fuiste injertado en un olivo bueno, ¡con cuánta mayor razón ellos, según su naturaleza, serán injertados en su propio olivo! Pues no quiero que ignoréis, hermanos, este misterio, para que no presumáis de sabios: la ceguera parcial de Israel durará hasta que entre la totalidad de los gentiles, y así todo Israel será salvo1.
Ya veis, pues, vosotros que no queréis ser injertados en esa raíz, que en ningún modo sois semejantes a las ramas desgajadas, como es el caso del pueblo carnal e impío de los judíos, si no que habéis permanecido en el amargor del olivo silvestre. En efecto, el adorar al sol y a la luna ¿no tiene el mismo sabor que el olivo silvestre de la gentilidad? A no ser que, tal vez, vosotros penséis estar ya fuera del olivo silvestre de la gentilidad, porque le habéis añadido espinas de nueva especie y habéis modelado, no con mano de artesano, sino con un corazón extraviado, un falso Cristo, al que adoráis junto con el sol y la luna.
Injertaos, pues, en la raíz del olivo, al que se goza de haber vuelto el Apóstol, quien por su incredulidad se contó entre las ramas desgajadas. De estas dice que se liberó al pasar —lo que le llena de alegría— del judaísmo a Cristo, pues a Cristo siempre se le ha anunciado en aquella raíz y en aquel árbol. Los que no creyeron en él cuando vino, se desgajaron de él; los que creyeron, fueron injertados en él. Para que no se ensoberbezcan les dice: No te engrías; antes bien, teme. Pues si Dios no perdonó a las ramas naturales, tampoco te perdonará a ti2. Mas para que no se pierda la esperanza respecto a las mismas ramas desgajadas, dice poco después: También ellos, si no se obstinan en la incredulidad, serán injertados. Poderoso es Dios para injertarlos de nuevo. Porque si tú fuiste cortado del olivo silvestre y, contra tu naturaleza, luiste injertado en un olivo bueno, ¡con cuánta mayor razón ellos, según su naturaleza, serán injertados en su propio olivo!3 He aquí de qué se gloria también él, liberado del desgaje y vuelto a la savia de la raíz. Los que hay entre vosotros, a los que la impiedad desgajó de allí, que vuelvan y serán injertados de nuevo; los que nunca estuvieron, vengan desgajándose de su natural esterilidad a ser partícipes de la fecundidad.