Libro I
Entre semicristianos y pseudocristianos
Ocasión y motivo de la presente obra
1. Existió un cierto Fausto, africano de raza, ciudadano de Milevi, de palabra dulce, astuto por su ingenio, maniqueo de religión y, en consecuencia, extraviado por tan nefando error. Conocí personalmente a ese hombre según le he recordado en los libros de mis Confesiones1. Publicó cierto libro contra la recta fe cristiana y la verdad católica, que llegó a nuestras manos. Cuando lo leyeron los hermanos, desearon y, por el derecho que tiene la caridad por la que les sirvo, me pidieron que le diese réplica. Es lo que emprendo ahora en el nombre y con la ayuda de Jesucristo, nuestro Señor y Salvador, para que cuantos lean esto comprendan que de nada vale la agudeza de ingenio ni la elegancia de estilo, si el Señor no dirige los pasos del hombre2. Cosa que la misericordia divina, con oculta equidad, ha otorgado a muchos ingenios, incluso más romos y menos capacitados; por el contrario, su correr más veloz y obstinado condujo a muchos otros, agudísimos y sumamente elocuentes, desprovistos de la ayuda de Dios, a alejarse más y más del camino de la verdad.
Considero lo más práctico poner bajo su nombre sus palabras textuales y bajo el mío mi réplica.
Finalidad y método del escrito de Fausto
2. Fausto: Adimanto, la doctísima y para nosotros única persona que, después de nuestro bienaventurado padre Manés, merece estudio, sacó ya a la luz de forma suficiente y más que suficiente los errores y delató cumplidamente el engaño propio de la superstición judía y de los semicristianos; con todo, no me ha parecido fuera de lugar, amadísimos hermanos, escribiros yo también estas breves y ajustadas respuestas, pensando en las proposiciones sofisticadas y arteras de nuestros antagonistas. Todo con la finalidad de que cuando ellos, siguiendo la costumbre de su progenitora la serpiente, os quieran embrollar con cuestioncillas capciosas, también vosotros os halléis precavidos e instruidos para replicarles. De ese modo acaecerá, que atados a sus mismas proposiciones, ya no podrán vagar de un tema a otro. Y para evitar que un discurso profuso o confuso asfixie el ingenio de los lectores, he contrapuesto con tanta brevedad como claridad lo que dicen ellos y lo que decimos nosotros.
Si los católicos son semicristianos, los maniqueos son pseudocristianos
3. Agustín: Juzgas que hay que tomar precauciones ante los semicristianos, que afirmas somos nosotros. Nosotros, por el contrario, tomamos dichas precauciones ante los falsos cristianos, que mostramos sois vosotros lo. En efecto, lo que es "semi" en cierta medida es imperfecto, pero no falso. ¿Qué se sigue, pues? En el caso de que falte algo a la fe de aquellos a quienes intentáis embrollar, ¿ya hay que destruir por eso lo que tienen, y no más bien levantar lo que les falta? Es lo que dice el Apóstol dirigiéndose a ciertos cristianos aún imperfectos: Gozo y veo vuestra vida y lo que falta a vuestra fe en Cristo3. Contemplaba cierto edificio espiritual conforme a lo que dice en otro lugar: Sois edificación de Dios4, y en él veía una y otra cosa: motivos de gozo y motivos de preocupación. Le era motivo de gozo lo que veía ya edificado, y motivo de preocupación lo que veía que aún debía ser levantado hasta la cima de la perfección. Así pues, vosotros andáis tras nosotros, los católicos, cristianos aún no perfectos, acabados, sino en cierto modo, como tú has dicho, semicristianos, para engañarnos y seducirnos con vuestro propio extravío.
Pero si aún hay algunos así, una vez que adviertan que sois falsos cristianos, aunque, debido a lo que aún les falta a su fe, no puedan responder a las proposiciones capciosas encerradas en vuestras preguntas, saben que no han de seguiros, sino evitaros. Como vuestro intento es buscar semicristianos a quienes engañar, así el nuestro es mostrar que sois falsos cristianos, a fin de que os delaten, dejándoos convictos, los cristianos más instruidos y, a la vez, hasta los menos preparados saquen provecho evitándoos.
¿Por qué has dicho que la serpiente es nuestra progenitora? ¿Acaso olvidas cómo soléis vituperar a Dios que dio un precepto al hombre en el paraíso5, y alabar a la serpiente, porque le abrió los ojos mediante su aviso?6 Considero más acertado que reconozcas a aquella serpiente, el diablo, alabada por vosotros, como progenitora tuya, pues ella, incluso ahora que la has vituperado, te reconoce como hijo.