Traducción: Pío de Luis, OSA
Planteamiento del problema
1. Escuchad con atención, os suplico, porque lo que está en juego no es una cuestión baladí. No dudo que ayer estuvisteis atentos porque también hoy os habéis congregado con mayor atención aún.
Plantea una cuestión no pequeña el que esta carta diga: Quien ha nacido de Dios no peca1, habiendo dicho con anterioridad: Si decimos que no tenemos pecado nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros2. ¿Qué ha de hacer aquel que se vea acosado, como por ambos flancos, por uno y otro texto de la Escritura? Si se reconoce pecador, teme que le digan: «Luego no has nacido de Dios, puesto que está escrito: Quien ha nacido de Dios no peca».Si, por el contrario, se declara justo y sin pecado, el golpe le llega de otra parte, pero siempre de la misma carta: Si decimos que no tenemos pecado nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros.Hallándose entre una y otra afirmación, el hombre no halla ni qué decir ni qué admitir. Proclamarse sin pecado es peligroso; y no sólo peligroso, sino también mentiroso. Dice la carta: Nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros, si decimos que no tenemos pecado.Pero ¡ojalá no los tuvieras y lo proclamaras! Dirías la verdad y no tendrías que temer el menor rastro de iniquidad por manifestarla. Pero obras mal al afirmarlo, porque dices mentira. La verdad -dice Juan- no está en nosotros si decimos que no tenemos pecado. No dice: «No tuvimos», para evitar dar la impresión de que habla de la vida pasada; como si ese hombre hubiera tenido pecados, pero hubiera dejado de tenerlos desde el momento en que nació de Dios. Si fuera así, la cuestión no nos pondría en aprietos. Pues diríamos: «Fuimos pecadores, pero ahora estamos justificados; tuvimos pecado, pero ahora ya no lo tenemos». No es eso lo que dice, sino: Si decimos que no tenemos pecado nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros y, un poco después, dice a su vez: Quien ha nacido de Dios no peca. ¿Acaso el mismo Juan no había nacido de Dios? Si no había nacido de Dios Juan de quien oísteis que se recostaba sobre el pecho del Señor, ¿habrá alguien que ose asegurar que se ha producido en él la regeneración que no mereció tener quien fue digno de reposar su cabeza sobre el pecho del Señor? Aquel a quien el Señor amaba más que a los demás3, ¿fue el único a quien no engendró el Espíritu Santo?
Síntesis de los pasos dados
2[a]. Prestad atención a esas palabras. Os confío todavía más angustias para que, mediante vuestra atención, que es una oración tanto en favor mío como en el vuestro, Dios ensanche el camino y nos dé una salida. Todo ello para evitar que alguien halle ocasión de perderse en una palabra que ha sido predicada y escrita sólo para que sirva de medicamento y para aportar salud.
Dice Juan: Todo el que comete pecado, comete también iniquidad4. Para que no distingas entre una cosa y otra, añade: El pecado es la iniquidad. Para que tampoco digas: «Soy pecador, pero no inicuo», añadió: El pecado es la iniquidad. Y sabéis que para esto se ha manifestado Él: para destruir el pecado. Y en Él no hay pecado5. ¿Y qué utilidad nos aporta a nosotros el que haya venido sin pecado? Todo el que no peca permanece en él, y todo el que peca no lo ha visto ni conocido. Hijitos, que nadie os seduzca. Quien obra la justicia es justo como también él es justo6. Ya dijimos que la palabra «como» suele emplearse para indicar cierta semejanza, no la igualdad. Quien comete pecado es del diablo, pues el diablo peca desde el principio7. También dijimos que el diablo ni creó ni engendró a nadie, pero que quienes le imitan es como si nacieran de él. Para esto se ha manifestado el Hijo de Dios: para destruir las obras del diablo8. Esto es, para que destruya los pecados quien no tiene pecado.
Apunta la posible solución del problema
[2b]. Luego sigue: Todo el que ha nacido de Dios no comete pecado, porque su germen permanece en él y no puede pecar porque ha nacido de Dios9. Nos ha atado en corto. Quizá dijo «no peca» refiriéndose a un pecado específico, no a cualquier pecado. Si ello es así, en las palabras Quien ha nacido de Dios no peca has de entender que alude a determinado pecado que no puede admitir el hombre que ha nacido de Dios. Y ese pecado es tal que, si alguien lo admite, ratifica los demás, pero que, si alguien no lo admite, se borran los demás. ¿Qué pecado es éste? Obrar contra el mandamiento. ¿Cuál es ese mandamiento? Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros10. Concentraos. A este mandato de Cristo se le llama amor; en virtud de ese amor se borran los pecados. El no tener ese amor no sólo es un grave pecado, sino la raíz de todos los pecados.
Obrar contra el amor fraterno, señal de no haber nacido de Dios
3. Prestad atención, hermanos. He ofrecido una explicación; quienes la entienden bien, hallan solucionada la cuestión. Pero ¿acaso hago el camino sólo con los más rápidos? No hay que abandonar a los que caminan a paso más lento. Expongamos lo mismo con palabras que nos permitan llegar a todos. Considero, en efecto, hermanos, que tiene solicitud por su espíritu todo hombre que no entra sin saber por qué en la Iglesia, que no busca en ella ventajas temporales; que, por tanto, no entra para ventilar asuntos seculares, sino para agenciarse una promesa eterna que conseguir. Para ello es preciso que piense en cómo hacer el camino, no sea que no llegue o porque se queda parado o porque retrocede, o se sale de él o va cojo. Quien tiene solicitud por su espíritu, camine rápido camine lento, no se salga del camino.
He dicho, pues, esto porque quizá el apóstol Juan quiso que la afirmación quien ha nacido de Dios no pecase entendiese referida a determinado pecado, pues, en caso contrario, se opondría al otro pasaje que dice: Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros.De esa manera, pues, se puede resolver la cuestión. Hay cierto pecado que no puede admitir quien ha nacido de Dios; un pecado que, si no se admite, se borran todos los demás y, si se admite, se ratifican también todos. ¿Qué pecado es éste? Obrar contra el mandamiento de Cristo, contra el testamento nuevo. ¿Cuál es el mandamiento nuevo? Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Quien obra contra la caridad y contra el amor fraterno, no ose gloriarse y sostener que ha nacido de Dios; en cambio, quien esté asentado en el amor fraterno, en ningún modo puede cometer ciertos pecados y, en particular, el de odiar al hermano. ¿Y qué pasa con los restantes pecados, en referencia a los cuales se dijo: Si decimos que no tenemos pecado nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros? Escuche la seguridad que le garantiza otro pasaje de la Escritura: La caridad cubre la multitud de los pecados11.
La caridad en su nivel supremo:
estar dispuesto a morir por los hermanos
4. Os recomendamos, por tanto, la caridad; es lo que recomienda esta carta. ¿Qué otra cosa preguntó el Señor a Pedro tras la resurrección sino: Me amas?12 Y fue poco preguntarle una vez; por segunda y por tercera vez le preguntó lo mismo. Cuando, al interrogarle por tercera vez, Pedro se sintió molesto como si no le creyera, al estilo de quien no conociera lo que pasaba en su interior; sin embargo, por una, dos y tres veces le preguntó sobre lo mismo. Tres veces negó el temor, tres veces confesó el amor13. Ved que Pedro ama al Señor. ¿Qué le ha de otorgar a él? ¿No se sintió también él confuso al leer en el salmo: Qué devolveré al Señor por todo lo que me ha dado?14 El autor de estas palabras del salmo consideraba los muchos dones que Dios le había otorgado y buscaba qué darle a cambio, pero no lo hallaba. Pues cualquier cosa que quieras darle a cambio lo has recibido de él para que se lo devuelvas. ¿Y qué halló para darle a cambio? No halló otra cosa que darle a cambio sino, como dije, lo que había recibido de él: Tomaré el cáliz de la salvación e invocaré el nombre del Señor15. Pues, ¿quién le había dado el cáliz de la salvación sino aquel a quien quería devolvérselo? Ahora bien, recibir el cáliz de la salvación e invocar el nombre del Señor equivale a estar saciado de caridad; y estar saciado de tal modo que no sólo no odias al hermano, sino que estás dispuesto a morir por él. En eso consiste la perfección de la caridad: en estar dispuesto a morir por el hermano. Esta caridad es la que mostró en sí el Señor, muerto por todos, al orar por aquellos que le estaban crucificando y decir: Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen16. Pero si eso lo hizo él solo, no era maestro al no tener discípulos. Los discípulos que le siguieron lo hicieron también. Mientras le estaban lapidando, Esteban, de rodillas, decía: Señor, no les imputes este pecado17. Amaba a quienes le estaban dando muerte, dado que también por ellos moría. Escucha asimismo al apóstol Pablo que dice: También yo me desgastaré por vuestras almas18. Formaba parte del número de aquellos por quienes oraba Esteban cuando moría a mano de ellos.
Ésta es, pues, la caridad perfecta. Si hay alguno que tiene tal caridad que esté dispuesto incluso a morir por los hermanos, en ése la caridad ha alcanzado la perfección. Pero ¿acaso es ya totalmente perfecta nada más nacer? No; nace para alcanzar la perfección. Una vez que ha nacido, se nutre; nutrida, se fortalece; fortalecida, alcanza la perfección. Y una vez que ha alcanzado la perfección ¿cómo se manifiesta? Para mí vivir es Cristo y una ganancia el morir... Deseaba morir y estar con Cristo, pues era con mucho lo mejor; pero en atención a vosotros es necesario que permanezca en la carne19. Quería seguir en vida en atención a las personas por quienes estaba dispuesto a morir.
Cómo manifestar el amor a Cristo
5. Y para que sepáis que ésa es la caridad perfecta que no viola y contra la que no peca quien ha nacido de Dios, dice el Señor a Pedro: Pedro, ¿me amas? Y él le responde: Te amo20. No le dice: «Si me amas, obedéceme». En efecto, cuando el Señor vivía en carne mortal, sintió hambre y sed; cuando sintió hambre y sed, le dieron hospitalidad; quienes disponían de bienes le sirvieron, según leemos en el evangelio21. Hospitalidad le dio Zaqueo quien, al recibir al médico, quedó curado de su enfermedad. ¿De cuál? De la enfermedad de la avaricia, pues era riquísimo y el jefe de los recaudadores de impuestos. Ved la prueba de que quedó curado de su enfermedad. Dijo: Entrego la mitad de mis bienes a los pobres, y si quité algo a alguien le devolveré cuatro veces más22. Se reservó, pues,la mitad de los bienes, pero no para disfrutar de ellos, sino para pagar sus deudas. Entonces, pues, ofreció hospitalidad al médico, porque el Señor, al sufrir la debilidad de la carne, necesitaba que le prestasen ayuda los hombres. Y ello porque quiso dar a los que le socorrían; el beneficio era para ellos, no para Él. Pues ¿necesitaba socorro aquel a quien servían los ángeles? Tampoco tenía necesidad de socorro Elías en determinado momento, pues Dios le enviaba pan y carne por medio de un cuervo y, sin embargo, el siervo de Dios fue enviado a una viuda piadosa, para así bendecirla. Recibe alimento de una viuda quien lo recibía ocultamente de Dios23. Sin embargo, aunque obtengan provecho para sí los que socorren la indigencia de los siervos de Dios con la mirada puesta en aquella recompensa clarísimamente indicada por el Señor, al decir: Quien recibe a un justo por ser justo recibirá recompensa de justo; y quien reciba a un profeta por ser profeta recibirá recompensa de profeta, y quien dé un vaso de agua fría a uno de estos más pequeños discípulos, en verdad os digo que no perderá su recompensa24; aunque -repito- quienes obran así obtengan provecho para sí, no podrán socorrerle una vez ascendido al cielo. ¿Qué podía darle Pedro en prueba de su amor? Escucha qué: Apacienta a mis ovejas, es decir, «haz por tus hermanos lo que yo hice por ti. Os he redimido a todos con mi sangre; no dudéis en morir por confesar la verdad para que los demás os imiten».
De nada valen los sacramentos sin la caridad
6. Ésta es, según hemos dicho, hermanos, la caridad perfecta. Quien ha nacido de Dios la posee. Preste atención vuestra Caridad; ved lo que quiero decir. He aquí que un hombre bautizado ha recibido el sacramento del nacimiento. Está en posesión de un sacramento, y un sacramento grande, divino, santo, inefable. Considera qué gran cosa: es tal que hace nuevo al hombre, perdonándole todos los pecados. No obstante, ponga sus ojos en su corazón y vea si se ha realizado plenamente en él lo que ve que ha tenido lugar en su cuerpo; vea si tiene la caridad y, en caso positivo, diga: «He nacido de Dios». Si, por el contrario, no la tiene, ciertamente tiene impreso el carácter, pero vaga errante como un desertor. Posea la caridad; de lo contrario, no diga que ha nacido de Dios. «Pero tengo -dice- el sacramento». Escucha al Apóstol: Aunque conozca todos los sacramentos, aunque tenga toda la fe hasta el punto de trasladar montañas, si no tengo caridad, nada soy25.
Ejercitarse en el amor fraterno
7. Si recordáis, cuando comenzamos a leer esta carta os hice saber que no había otra cosa que tanto encareciese como la caridad. Y, aunque parezca que habla de esto y de lo otro, siempre vuelve a lo mismo, y quiere referir a la caridad misma todo lo que dice. Veamos si también aquí actúa así. Presta atención: Todo el que ha nacido de Dios no comete pecado. Preguntamos de qué pecado se trata. En efecto, si se entiende referido a cualquier pecado, se cae en contradicción con el otro texto que dice: Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros.Díganos, pues, de qué pecado se trata, enséñenoslo él; no sea yo quien, tal vez temerariamente, sostenga que es el de violar la caridad, apoyándome en que dijo antes: Quien odia a su hermano está en tinieblas y camina en tinieblas y no sabe a dónde va, porque las tinieblas cegaron sus ojos26. Pero quizá dijo algo más adelante, nombrando explícitamente la caridad. Ved que el período iniciado antes acaba y concluye de esta manera: Todo el que ha nacido de Dios no peca porque su germen permanece en él. El germen de Dios es su palabra. De ahí que diga el apóstol: Por medio del evangelio yo os he engendrado27. El texto de la carta de San Juan continúa: Y no puede pecar porque ha nacido de Dios.Explicite esto; veamos qué pecado no puede cometer. Aquí se descubren los hijos de Dios y los hijos del diablo: todo el que no es justo no es de Dios como tampoco el que no ama a su hermano. Ya resulta totalmente claro por qué dice: como tampoco el que no ama a su hermano28. Sólo el amor discierne entre los hijos de Dios y los hijos del diablo. Aunque todos se signen con la señal de la cruz, aunque todos respondan «amén», aunque todos canten el «aleluya», aunque todos se bauticen, entren en las iglesias y levanten las paredes de las basílicas: los hijos de Dios y los hijos del diablo sólo se disciernen mediante la caridad. Los que poseen la caridad, han nacido de Dios; quienes no la poseen, no. Gran indicador, gran principio de discernimiento. Ten todo lo que quieras; aunque sólo te falte la caridad, de nada te sirve; aunque no tengas lo demás, ten la caridad y has cumplido la ley. Pues quien ama al prójimo ha cumplido la ley, dice el Apóstol, y también: La plenitud de la ley es la caridad29.
Considero que la caridad es aquella piedra preciosa que, según refiere el evangelio, buscaba el comerciante. Éste halló una piedra preciosa y vendió cuanto poseía y la compró30. Ésta es la margarita preciosa, la caridad sin la cual no te sirve de nada cuanto poseas y que, aunque la poseas a ella sola, te es suficiente. Ahora ves mediante la fe, entonces verás en la visión. Pues si amamos cuando no le vemos, ¿cuáles serán nuestros abrazos cuando le veamos? Pero ¿dónde debemos ejercitarnos en la caridad? En el amor al hermano. Puedes decirme: «No he visto a Dios»; pero ¿puedes acaso decirme: «No he visto al hombre»? Ama al hermano. Pues, si amas al hermano que ves, verás a la vez a Dios, puesto que verás la misma caridad, dentro de la cual habita Dios.
El criterio para distinguir a los hombres. Caridad y envidia
8. El que no es justo no es de Dios, ni tampoco el que no ama a su hermano.Pues éste es el anuncio.Mira en qué lo apoya: Porque éste es el anuncio que oímos desde el principio: que nos amemos los unos a los otros31. Nos ha manifestado que de ahí deriva su enseñanza, según la cual todo el que obra contra ese mandamiento, comete el pecado asesino en que caen los que no nacen de Dios. No como Caín que era del maligno y mató a su hermano. Y ¿por qué le mató? Porque sus obras eran malas, mientras que las de su hermano eran justas32. Por tanto, donde hay envidia no puede existir el amor fraterno. Preste atención vuestra Caridad. El que siente envidia no ama. En él mora el pecado del diablo, porque también el diablo derribó al hombre por envidia. Pues cayó y sintió envidia de quien permaneció en pie. Por tanto, no quiso derribar para mantenerse él en pie, sino para no yacer en tierra solo. Conservad en vuestra memoria lo que dedujo de aquí: que la envidia no puede coexistir con la caridad. En el himno de alabanza de la caridad tienes claramente indicado: La caridad no es envidiosa33. Caín no tuvo caridad; por otra parte, si Abel no hubiese tenido caridad, Dios no hubiese aceptado su sacrificio. Uno y otro hicieron sus ofrendas a Dios; Caín le ofreció frutos de la tierra, Abel crías de ovejas; ¿acaso pensáis, hermanos, que Dios despreció los frutos y amó las crías? Dios no miró las manos, sino que vio lo que había en el corazón, y puso sus ojos en el sacrificio de quien vio que se lo ofrecía con caridad, a la vez que los apartó de quien vio que lo ofrecía con envidia. Así, pues, no señala más obras buenas en Abel que la caridad, ni más obras malas en Caín que el odio al hermano. Es poco decir que odiaba al hermano, pues también sentía envidia de sus obras. Al no querer imitarle, quiso matarle. En esto descubrió que uno era hijo del diablo y que el otro era justo de Dios. Ahí está, hermanos, el criterio para discernir a los hombres. Nadie preste atención a las palabras, sino a los hechos y al corazón. Si no obra bien en favor de sus hermanos, muestra lo que tiene en su interior. Los hombres se disciernen en las pruebas.
El mundo no ama a los cristianos
9. No os extrañéis, hermanos, de que os odie el mundo34. ¿Acaso hay que deciros continuamente qué es el mundo? No se entiende aquí por mundo ni el cielo ni la tierra, ni estas obras que hizo Dios. De tanto repetirlo, resulto pesado para algunos, pero nolo hago en vano, pues al preguntar a algunos si lo he dicho, no responden. Lo importante es que, a fuerza de machacar, quede algo en los corazones de los oyentes. ¿Qué es el mundo? Cuando se emplea el término en su acepción negativa, son mundo los amadores del mundo; cuando se emplea en su acepción positiva, mundo equivale al cielo y a la tierra y a las obras de Dios que hay en ellos. En este sentido se dice: El mundo fue hecho por ella [la Palabra]35. Mundo se emplea también para designar la tierra entera en su plenitud, como dice el mismo Juan: Él es víctima de propiciación no sólo por nuestros pecados, sino también por los de todo el mundo36. Aquí mundo equivale al conjunto de los fieles esparcidos por todo el orbe; en cambio, tomado en su acepción negativa son los amantes del mundo. Los que aman al mundo, no pueden amar al hermano.
La caridad fraterna señal de haber pasado de la muerte a la vida
10. Si el mundo nos odia, nosotros sabemos. ¿Qué sabemos? Que hemos pasado de la muerte a la vida37. ¿Cómo lo sabemos? Porque amamos a los hermanos. Que nadie pregunte a otro hombre; que cada cual vuelva a su corazón y, si halla en él la caridad fraterna, esté seguro de que ha pasado de la muerte a la vida. Ya está ubicado a la derecha; no dé importancia al hecho de que su gloria está ahora oculta. Cuando vuelva el Señor, entonces aparecerá en la gloria. Pues tiene vida, pero aún se halla en el invierno; está viva la raíz, pero las ramas tienen la apariencia de estar secas. Dentro posee la savia que tiene vida, dentro están las hojas de los árboles, dentro los frutos, pero esperan el verano. Así, pues, nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida, porque amamos a los hermanos. Quien no ama permanece en la muerte. No penséis, hermanos, que es cosa sin importancia odiar o no amar. Escuchad lo que sigue. Todo el que odia a su hermano es un homicida. Por tanto, si alguien tenía en poco el odio fraterno, ¿acaso ha de valorar también como algo insignificante la existencia de un homicidio en su corazón? No mueve las manos para dar muerte a un hombre, pero Dios le tiene ya por un homicida. Vive aún aquél, pero éste ya es tenido por asesino. Todo el que odia a su hermano es un homicida y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en sí38.
La perfección del amor: entregar la vida por los hermanos
11.En esto hemos conocido el amor. Alude a la perfección del amor, la perfección que hemos encarecido. En esto hemos conocido el amor, en que él entregó su vida por nosotros. También nosotros debemos entregar las nuestras por los hermanos39. Ved el origen de la pregunta: Pedro ¿me amas? Apacienta mis ovejas40. Mas para que sepáis que quería que apacentase sus ovejas precisamente entregando su vida por ellas, le dijo a continuación: Cuando eras joven te ceñías tú mismo e ibas a donde querías; mas cuando seas anciano, otro te ceñirá y te llevará a donde tú no quieras. Dijo esto -añade el evangelista-significando de qué muerte iba a glorificar a Dios41. De esa manera, Cristo enseñaba a entregar su vida por sus ovejas a Pedro, a quien había dicho: Apacienta mis ovejas.
La caridad comienza dando al hermano necesitado
los bienes materiales
12. ¿Dónde empieza la caridad, hermanos? Prestad un mínimo de atención. Habéis oído dónde alcanza su perfección. Su término y medida la recomendó también el Señor en el evangelio: Nadie tiene mayor amor que el que entrega su vida por sus amigos42. Así, pues, en el evangelio Juan nos muestra la perfección de la caridad; aquí, en la carta, nos la recomienda. Pero vosotros os hacéis la pregunta siguiente: « ¿Cuándo podemos poseer nosotros semejante caridad?» No pierdas la esperanza demasiado pronto. Quizá ya ha germinado, pero aún no ha crecido; nútrela para que no la ahogue la maleza. Pero me vas a decir: «¿Y cómo lo sé?» Pues hemos oído a dónde he de llegar para alcanzar la perfección; oigamos ahora por dónde empieza.
La carta continúa: Mas si alguno posee bienes de este mundo y ve que su hermano padece hambre y le cierra sus entrañas, ¿cómo podrá permanecer en él el amor de Dios?43 Ved dónde comienza la caridad. Si aún no has llegado a la disponibilidad para dar tu vida por el hermano, hállate dispuesto a hacerle partícipe de tus riquezas. Comience la caridad a sacudir tus entrañas, para que no lo hagas movido por el orgullo, sino por la abundancia íntima de tu misericordia. Pues si no eres capaz de dar a tu hermano lo que tienes de superfluo, ¿cómo vas a poder entregar tu vida por él? Tienes depositado en un lugar oculto el dinero que los ladrones pueden quitarte. Y, si no te lo quitan los ladrones, lo tendrás que abandonar a la hora de la muerte, aún en el caso de que en vida no te abandone a ti. ¿Qué has de hacer entonces con él? Siente hambre tu hermano, se halla necesitado; quizá ni respira, apremiado por un acreedor; él no tiene, pero tú sí. Es tu hermano, habéis sido rescatados a la vez, el precio pagado por ambos es el mismo, uno y otro habéis sido rescatados por la sangre de Cristo. Mira si te compadeces de él, en caso de tener bienes del mundo. Quizá digas: «¿Y a mí qué me incumbe? ¿Voy a dar yo mi dinero para que él no sufra molestias?» Si es ésta la respuesta que te da tu corazón, el amor del Padre no permanece en ti. Si el amor del Padre no permanece en ti, no has nacido de Dios. ¿Cómo te glorías de ser cristiano? Tienes el nombre, pero no los hechos. Si, por el contrario, el nombre va acompañado de las obras, llámete quienquiera pagano; tú, con tus obras, demuestras que eres cristiano. Pues si no muestras con los hechos que lo eres, aunque todos te llamen cristiano, ¿qué utilidad te aporta el nombre, si falta la realidad? Mas si alguno posee bienes de este mundo y ve que su hermano padece hambre y le cierra sus entrañas, ¿cómo podrá permanecer en él el amor de Dios? Y sigue la carta: Hijitos, no amemos sólo de palabra y de lengua, sino de obra y verdad44.
Recomendaciones finales
13. Hermanos míos, creo haberos puesto al descubierto un secreto y un misterio grande e ineludible. La Escritura entera encarece el valor de la caridad, pero dudo que lo haga en algún otro lugar más prolijamente que en esta carta. Os rogamos y suplicamos en el Señor que, por una parte, retengáis en la memoria lo que habéis escuchado; y, por otra, que vengáis y escuchéis con atención lo que aún hay que decir hasta la conclusión de la carta. Pero abrid el corazón a las semillas buenas; extirpad las zarzas, para que no ahoguen en vosotros lo sembrado, sino que más bien crezca la mies, se llene de gozo el agricultor y os prepare a vosotros un hórreo como a trigo, no el fuego como a paja.