HOMILÍAS SOBRE LA PRIMERA CARTA
DE SAN JUAN A LOS PARTOS

HOMILÍA TERCERA (1 JN 2,18-27)

Traducción: Pío de Luis, OSA

El crecimiento voluntario: el alimento adecuado

1. Niños, es la última hora. En este texto dirige sus palabras a los niños para que se apresuren a crecer, porque es la última hora. El tener una edad u otra según el cuerpo no depende de la propia voluntad. De hecho, físicamente nadie crece cuando quiere, igual que nadie nace cuando quiere. Pero donde el nacimiento lo decide la propia voluntad, también la voluntad decide el crecimiento. Ahora bien, nadie nace del agua y del Espíritu más que queriendo. Por tanto, si quiere crecer, crece; si quiere, decrece. ¿En qué consiste el crecer? En ir a más. ¿Y el decrecer? En ir a menos. Quien es consciente de haber nacido, escuche que es un niño y un niño que aún no habla; ansíe con avidez los pechos de la madre y crecerá al instante. Madre que es la Iglesia, cuyos dos pechos son los dos testamentos de las Escrituras divinas. Mame de ellos la leche de todos los sacramentos realizados en el tiempo en bien de nuestra salud, para que, nutrido y robustecido, llegue a tomar el alimento sólido, es decir, la Palabra que existía en el principio, Palabra que estaba junto a Dios y era Dios1. Nuestra leche es Cristo humilde, nuestro alimento sólido, el mismo Cristo en cuanto igual al Padre. Te nutre con leche para alimentarte luego con pan. Pues tocar a Cristo espiritualmente con el corazón equivale a conocerlo como igual al Padre.

El contacto espiritual con Cristo

2. Ése es el motivo por el que el Señor prohibió a María que lo tocase y por el que le dijo: No me toques, pues aún no he subido a mi Padre2. ¿Qué significan estas palabras? ¿Se ofreció a que le tocasen los discípulos y evitó el contacto con María? ¿No es Él mismo quien dijo al discípulo que dudaba: Mete los dedos y toca las cicatrices?3 ¿Acaso había ascendido ya al Padre? ¿Por qué, pues, prohíbe a María que le toque y le dice: No me toques, pues aún no he subido al cielo?¿Hay que decir, acaso, que no temió que le tocaran los varones, pero sí las mujeres?El contacto con él purifica toda carne. ¿Temió que le tocaran aquellas a quienes quiso manifestarse en primer lugar? ¿No fueron mujeres quienes anunciaron su resurreccióna los varones, para vencer así a la serpiente, aplicando la misma técnica que ella, aunque en sentido contrario? Pues como ella fue la que primero anunció la muerte al hombre, sirviéndose de la mujer, también una mujer anunció a los varones la vida. ¿Por qué, entonces, no quiso que lo tocase María, sino porque quiso que se entendiese lo que es el contacto espiritual? El contacto espiritual es el que procede de un corazón puro. Entra en contacto con Cristo con un corazón puro quien entiende que es igual al Padre. Por el contrario, quien aún no entiende que Él es Dios, llega hasta la carne, no hasta la divinidad. Pero ¿qué tiene de grande llegar a tocarle donde le tocaron los que le crucificaron? Lo realmente grande es comprender a Cristo como la Palabra que es Dios junto a Dios desde el principio, Palabra por la que fueron hechas todas las cosas. Así quería que le reconocieran cuando dijo a Felipe: Llevo tanto tiempo con vosotros y ¿aún no me habéis conocido, Felipe? Quien me ve a mí, ve también a mi Padre4.

No hay otra oportunidad para crecer

3.Pero a fin de que nadie sea perezoso para ir a más escuche: Niños, es la última hora. Id a más, corred, creced: es la última hora. Esta última hora es de larga duración, pero es la última. Hora significa aquí los últimos tiempos, pues en ellos vendrá nuestro Señor Jesucristo. Pero ¿qué?, han de decir algunos; ¿cómo van a ser los últimos tiempos, la hora última? No hay duda de que antes vendrá el Anticristo y sólo luego el día del juicio. Juan previó esos pensamientos. Para evitar que los hombres se sintiesen como seguros y, en consecuencia, pensaran que no era la última hora porque aún había de llegar el Anticristo, les dice: Y como habéis oído que tiene que venir el Anticristo, ahora han aparecido ya muchos anticristos5. ¿Puede haber muchos anticristos en otra hora que no sea la última?

Quiénes son los anticristos en la Iglesia

4. ¿A quiénes llamó anticristos? Escribe a continuación: De ahí conocemos que es la última hora. ¿De dónde? Del hecho de que han aparecido muchos anticristos. Salieron de entre nosotros: ved los anticristos. Salieron de entre nosotros: luego lloramos, pues, una pérdida. Escucha algo que te aportará consuelo: Pero no eran de los nuestros6. Todos los herejes, todos los cismáticos salieron de entre nosotros, es decir, salen de las filas de la Iglesia; pero no saldrían, si fueran de los nuestros. Antes de salir, pues, no eran de los nuestros. Si antes de salir no eran de los nuestros, es que muchos que están dentro y no han salido son anticristos. ¿Con qué finalidad nos atrevemos a decir esto sino para que todo el que esté dentro se guarde de ser un anticristo? El Apóstol Juan, pues, va a describir y a caracterizar a los anticristos. Ahora los veremos. Pero cada uno debe interrogar su conciencia y ver si es un anticristo. Efectivamente, anticristo designa en nuestra lengua a alguien que es contrario a Cristo. Algunos piensan equivocadamente que se habla de anticristo porque ha de venir antes de Cristo, es decir, porque Cristo ha de llegar después de él. Ni se pronuncia ni se escribe ante-cristo, sino anti-cristo, esto es, contrario a Cristo. Ahora, al exponerlo el mismo Juan, advertiréis quién es contrario a Cristo, y comprenderéis que sólo los anticristos pueden salir fuera. En cambio, los que no están contra Cristo es imposible que salgan fuera. En efecto, el que no está contra Cristo se mantiene adherido a su cuerpo y se le tiene por uno de sus miembros. Nunca un miembro está contra otro. La integridad del cuerpo es resultado de contar con todos sus miembros. Pero ¿qué dice el Apóstol acerca de la concordia entre los miembros? Si sufre un miembro, sufren todos y, si es glorificado uno, gozan con él todos los demás7. Por tanto, si todos los demás miembros gozan cuando uno es glorificado, también sufren todos cuando sufre uno solo. Entre los miembros concordes no hay anticristo alguno. Pero hay algunos que, siendo anticristos, están en el cuerpo de nuestro Señor Jesucristo, pues su cuerpo aún está sometido a curación y la salud perfecta sólo tendrá lugar tras la resurrección de los muertos. Los tales están en el cuerpo de Cristo como humores malignos. Cuando se los vomita, el cuerpo se siente aliviado. De idéntica manera, cuando salen de ella los malos, la Iglesia se siente aliviada. Y cuando el cuerpo los vomita y expulsa, dice: «Estos humores salieron de mí, pero no procedían de mí». ¿Qué significan estas palabras? «No fueron cortados de mi carne, mas, por tenerlos dentro, oprimían mi pecho».

La prueba descubre a los anticristos

5. Salieron de entre nosotros, pero -de ahí que no debáis poneros tristes- no eran de los nuestros. ¿Cómo lo pruebas? Porque si hubieran sido de los nuestros, sin duda habrían permanecido con nosotros. De aquí, pues, puede ver vuestra Caridad que muchos que no son de los nuestros reciben con nosotros los sacramentos, reciben con nosotros el bautismo, reciben con nosotros lo que los fieles saben que reciben: la bendición, la Eucaristía y todo lo que hay de santo en los sacramentos; reciben con nosotros la comunión al altar de Cristo, pero no son de los nuestros. La prueba deja claro que no son de los nuestros. Cuando les sobreviene la dificultad, como viento que les brinda la ocasión, vuelan lejos, pero no eran grano. Volarán todos -y hay que repetirlo con frecuencia- cuando la era del Señor comience a ser revelada en el día del juicio. Salieron de entre los nuestros, pero no eran de los nuestros, porque, si hubiesen sido de los nuestros, sin duda hubiesen permanecido con nosotros.

¿Queréis saber, hermanos, que esto se afirma con total certeza? Los que tal vez salieron, pero vuelven, no son anticristos, no están contra Cristo. Los que no son anticristos es imposible que permanezcan fuera. Pues sólo por propia voluntad se está contra Cristo o se está en Él. O nos contamos entre los miembros o entre los humores malignos. Quien cambia a mejor es miembro en el cuerpo; quien, al contrario, se mantiene en la maldad, es humor maligno y, una vez que haya salido, hallarán alivio aquellos a quienes oprimía. Salieron de entre nosotros, pero no eran de los nuestros, porque, si hubiesen sido de los nuestros, sin duda habrían permanecido con nosotros; pero aconteció así para que se manifestase que no todos eran de los nuestros8. Añadió para que se manifestasen,porque, aunque están también dentro, no son de los nuestros; pero no se manifiestan como tales más que al salir.

Y vosotros tenéis la Unción dada por el Santo para que os seáis manifiestos a vosotros mismos9. La Unción espiritual es el mismo Espíritu Santo, cuyo signo es la unción visible. Juan afirma que todos los que tienen esta Unción de Cristo conocen quiénes son malos y quiénes son buenos, y no tienen necesidad de que les enseñen, porque la misma Unción les enseña.

La mentira que descubre al anticristo: negar que Jesús es Cristo

6. Os escribo, no porque desconozcáis la verdad, sino porque la conocéis y sabéis que ninguna mentira proviene de la verdad10. Ved que se nos advierte cómo podemos conocer al Anticristo. ¿Qué es Cristo? La Verdad. Él mismo dijo: Yo soy la verdad11. Pero ninguna mentira proviene de la verdad; en consecuencia, de todos los que mienten, ninguno proviene aún de Cristo. No dijo que cierta mentira provenga de la Verdad y otra no. Prestad atención a lo afirmado; no os paséis la mano, no os aduléis, no os engañéis, no os hagáis ilusiones. Ninguna mentira proviene de la verdad.

Veamos, pues, cómo mienten los anticristos puesto que no existe un único modo de mentir. ¿Quién es mentiroso sino el que niega que Jesús es el Cristo?12 Jesús tiene un significado, Cristo otro. Aun tratándose de un único Jesucristo, nuestro salvador, Jesús es su nombre propio, igual que son nombres propios Moisés, Elías, Abrahán. Igual que ellos, también nuestro Señor tiene como nombre propio Jesús. Cristo, por el contrario, es el nombre que señala el misterio de Jesús. Igual que si se dijese profeta o sacerdote, así con el término Cristo se presenta a Jesús como el ungido, en que iba a realizarse la redención de todo el pueblo de Israel. El pueblo de Israel esperaba la venida de este Cristo: mas, como vino en humildad, no le reconoció; como era una piedra pequeña, tropezaron en ella y se hicieron pedazos. Pero la piedra creció hasta convertirse en una montaña grande13. ¿Y qué dice la Escritura? El que tropiece en esta piedra se hará pedazos; y a aquel sobre quien caiga lo aplastará14. Hay que distinguir bien las palabras. De quien tropiece en la piedra se dice que se hará pedazos y de aquel sobre quien caiga, que lo aplastará. En un primer momento los hombres tropezaron en ella porque vino en la humildad; como ha de venir glorioso para juzgar, aplastará a aquel sobre quien caiga. Pero no aplastará cuando venga a aquel a quien no hizo pedazos cuando vino. Quien no tropiece en él humilde no le temerá glorioso. Lo habéis oído, hermanos, dicho en pocas palabras: quien no tropieza en el humilde no temerá al glorioso. Cristo es piedra de tropiezo para todos los malos: todo lo que Él dice les resulta amargo.

Los donatistas son anticristos

7. Así, pues, oíd y ved. Son ciertamente anticristos todos los que salen de la Iglesia y se separan de su unidad. Nadie lo dude; lo afirma el mismo Juan: Salieron de entre nosotros, pero no eran de los nuestros, pues, si hubiesen sido de los nuestros, sin duda hubiesen permanecido con nosotros. Resulta evidente, por tanto, que es anticristo cualquiera que, en vez de permanecer con nosotros, salga de nosotros. ¿Y cómo se prueba que son anticristos? Por su mentira. Y ¿quién es mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo?Preguntemos a los herejes. ¿Hallas algún hereje que niegue que Jesús es el Cristo? Perciba vuestra Caridad un gran misterio. Prestad atención a lo que el Señor Dios quiera inspirarnos y yo sugeriros.

Advertid que salieron de entre nosotros y se hicieron donatistas. Preguntémosles si Jesús es Cristo. Al instante confiesan que lo es. Por tanto, si es anticristo quien niega que Jesús es el Cristo, ni ellos pueden llamarnos a nosotros anticristos ni nosotros a ellos, puesto que ellos y nosotros confesamos que Jesús lo es. En consecuencia, si ni ellos dicen que nosotros somos anticristos ni nosotros que lo sean ellos, entonces ni ellos salieron de entre nosotros ni nosotros de entre ellos. Si, pues, no hemos salido los unos de entre los otros, estamos en unidad. Y, si estamos en unidad, ¿qué pintan dos altares en esta ciudad?, ¿qué hacen las casas y los matrimonios divididos?, ¿qué sentido tiene un lecho común, si Cristo está dividido? El Apóstol Juan nos pone sobre aviso, quiere que confesemos lo que es verdad. O salieron ellos de entre nosotros o nosotros de entre ellos. Pero ¡lejos de vosotros pensar que hayamos salido nosotros de entre ellos! Pues tenemos el testamento con la herencia del Señor, lo leemos y en él nos encontramos nosotros: Te daré los pueblos gentiles como heredad, como posesión los confines de la tierra15. Estamos en posesión de la herencia de Cristo; ellos no la poseen; no están en comunión con el orbe de la tierra, no están en comunión con el conjunto de los redimidos por la sangre del Señor. Tenemos al mismo Señor que, una vez resucitado de entre los muertos, se ofreció para que lo tocaran con sus manos los discípulos que dudaban. Y como aún persistían en la duda, les dijo: Convenía que Cristo sufriera la pasión y que resucitara al tercer día, y que en su nombre se predicara la penitencia y el perdón de los pecados. ¿Dónde? ¿Siguiendo qué ruta? ¿A quiénes? En todos los pueblos de la gentilidad, comenzando por Jerusalén16. Nuestra seguridad acerca de la unidad de la herencia es plena. Quien no entra en comunión con esta herencia, sale fuera.

Confesar que Jesús es el Cristo no de palabra sino de obra

8. Pero no nos entristezcamos. Salieron de entre nosotros, pero no eran de los nuestros, pues si hubiesen sido de los nuestros, sin duda hubiesen permanecido con nosotros. Si, pues, salieron de entre nosotros, son anticristos; si son anticristos son los mentirosos; si son los mentirosos, niegan que Jesús sea el Cristo. Regresamos de nuevo al nudo de la cuestión. Pregunta a uno por uno: todos confiesan que Jesús es el Cristo.Nuestro estrecho entendimiento nos pone en una situación difícil con ocasión de esta carta. Captáis, sin duda, el problema que nos turba a nosotros y a ellos, si no halla solución. O somos nosotros los anticristos o lo son ellos. Ellos nos tachan de anticristos a nosotros, afirmando que salimos de ellos; lo mismo hacemos nosotros con ellos. Pero esta carta caracterizó a los anticristos. Anticristo es todo el que niega que Jesús es el Cristo. Es hora ya de preguntar quién lo niega. Pero no nos fijemos en las palabras, sino en los hechos. En efecto, si se les pregunta a uno por uno, todos confiesan unánimemente que Jesús es el Cristo. Que calle por un momento la lengua; interroga a la vida. Si halláramos que la misma Escritura nos dice que no sólo se niega con la lengua, sino también con los hechos, con toda certeza topamos con muchos anticristos: los que de boca confiesan a Cristo, pero con sus costumbres disienten de él. ¿Dónde hallamos eso en la Escritura? Escucha al apóstol Pablo. Hablando de ese tipo de personas, dice: Pues confiesan que conocen a Dios, pero le niegan con las obras17. Hemos hallado a los anticristos mismos: quien niega a Cristo con sus obras es un anticristo. No presto oído a lo que suena al oído, sino que pongo los ojos en cómo vive. Hablan las obras y ¿estamos buscando palabras? Pues ¿qué malvado no quiere hablar como persona de bien? ¿Qué les dice a ésos el Señor? Hipócritas, ¿cómo podéis hablar cosas buenas siendo vosotros malos?18 Vosotros hacéis llegar vuestras palabras a mis oídos; yo examino vuestros pensamientos. En ellos veo yo la mala voluntad y mostráis vuestros supuestos frutos. Sé qué puedo recoger de cada planta; no recojo higos de los abrojos ni uvas de las zarzas. Pues a cada árbol se le conoce por su fruto19. Mentiroso consumado es el anticristo que confiesa con la boca que Jesús es el Cristo y le niega con las obras. Por eso es mentiroso, porque dice una cosa y hace otra.

Son muchos los anticristos que están aún dentro

9. Ahora ya, hermanos, si son las acciones las que han de ser sometidas a examen, encontramos no sólo que hay muchos anticristos que salieron fuera, sino que hay muchos otros, aún no al descubierto, que no han salido en absoluto. Pues ¡cuántos perjuros, defraudadores, hechiceros, consultores de adivinos, adúlteros, borrachos, usureros, traficantes de esclavos tiene la Iglesia y los incontables que siguen cualquier conducta errada! Todos ellos están contra la doctrina de Cristo, contra la palabra de Dios. Ahora bien, como la Palabra de Dios es el Cristo, todo lo que es contrario a la Palabra de Dios cae dentro del concepto de anticristo. Anticristo, en efecto, es quien está contra Cristo. Y ¿quieres saber cuán abiertamente se oponen éstos a Cristo? Les acontece alguna vez hacer algo malo y comienzan a ser corregidos. Como no se atreven a blasfemar contra Cristo, blasfeman contra sus miembros que les corrigen. Pero si les muestras que lo que les dices no son tus propias palabras, sino las de Cristo, intentan convencerte, en la medida en que pueden, de que hablas palabras tuyas, no de Cristo. Y si se demuestra que lo que dices son palabras de Cristo, se lanzan también contra Cristo y comienzan a incriminarle a Él. «Cómo -dicen- y por qué nos hizo así». ¿No se expresan de este modo a diario los hombres convictos de sus acciones? Extraviados por su voluntad torcida, acusan al creador. Puesto que quien nos hizo nos rehizo, el mismo creador les grita desde el cielo: «¿Cómo que te hice yo? Yo hice al hombre, no la avaricia; yo hice al hombre, no el hurto; yo hice al hombre, no el adulterio. Has oído cómo me alaban mis obras». Ese mismo himno, salido de la boca de los tres niños, los protegía del fuego20. Alaban al Señor las obras del Señor; le alaba el cielo, la tierra, el mar; le alaban todos los seres que están en el cielo; le alaban los ángeles, le alaban las estrellas, le alaban los astros, le alaban cuantos animales nadan, cuantos vuelan, cuantos andan, cuantos reptan. Todos estos seres alaban al Señor. ¿Has oído acaso que alabe al Señor la avaricia? ¿Has oído acaso que alabe al Señor la embriaguez, que le alabe la lujuria, que le alabe la frivolidad? Cuanto adviertas que en ese himno no alaba al Señor no lo hizo el Señor. Corrige lo que hiciste tú para salvaguardar lo que Dios hizo en ti. Pero si no quieres y amas y te abrazas a tus pecados, estás contra Cristo. Estés fuera, estés dentro, eres un anticristo; estés dentro, estés fuera, eres paja. ¿Por qué entonces no estás fuera? Porque te ha faltado el viento favorable.

Hacerse amante de Cristo para no ser anticristo

10. Esto ya está claro, hermanos. Que nadie diga: «No adoro a Cristo, pero adoro a Dios, su Padre». Todo el que niega al Hijo, no posee ni al Hijo ni al Padre, y quien confiesa al Hijo, posee al Hijo y al Padre21. Se dirige a vosotros, granos. Y los que eran paja escuchen y conviértanse en granos. Que cada uno examine su conciencia y, si se descubre amador del mundo, cambie. Hágase amante de Cristo para no ser anticristo. Si alguien llega a decirle que es un anticristo, se enfurece y lo toma como una injuria inferida a él; quizá amenaza con llevar a los tribunales a quien, en una discusión, llega a decirle que es un anticristo. Cristo le dice: «Ten paciencia. Si lo que has oído es una calumnia, alégrate conmigo porque también yo tengo que escucharlas de boca de los anticristos; si, por el contrario, es verdad, haz las paces con tu conciencia. Y, si temes que te acusen de serlo, teme más serlo».

La promesa de Cristo: la vida eterna

11.Por tanto, permanezca en vosotros lo que habéis oído desde el principio. Porque si permanece en vosotros lo que habéis oído desde el principio, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre. Ésta es la promesa que él mismo nos hizo22. Pues quizá buscas recompensa y dices: «He aquí que yo lo guardo en mí, y obedezco; soporto peligros, fatigas, pruebas en pro de esa permanencia. ¿Qué fruto, qué recompensa voy a obtener? ¿Qué me otorgará después, dado que en este mundo me veo lleno de fatigas, envuelto en tentaciones? No veo que aquí haya descanso alguno; la misma mortalidad abruma al espíritu y el cuerpo que se corrompe inclina con su peso hacia las realidades inferiores. Pero lo tolero todo para que permanezca en mí lo que he oído desde el principio». Diré a Dios: En atención a las palabras de tus labios, he mantenido tus caminos ásperos23. ¿Con la vista puesta en qué recompensa?

Escucha y no desfallezcas. Si llegas a desfallecer en medio de las fatigas, recobra ánimo, una vez que se te ha prometido la recompensa. ¿Quién hay que trabaje en la viña y deje de pensar en lo que va a recibir? Imagínate que se olvida del salario que va a recibir: desfallecen sus manos. El traer a la mente el salario prometido le hace perseverar en la tarea y ¡eso cuando quien promete es un hombre que puede engañar! ¡Cuánto mayores energías ha de mostrar en el campo de Dios cuando quien ha hecho la promesa es la Verdad cuyo puesto nadie puede ocupar, ni puede morir, ni engañar a aquel a quien hizo la promesa! ¿Y qué es lo prometido? Veamos qué prometió. ¿Se trata de oro, algo que aman aquí los hombres, o de plata? ¿Se trata de propiedades, por cuya adquisición dan los hombres el oro, aunque lo aman tanto? ¿O se trata de fincas amenas, casas espaciosas, abundancia de esclavos, cuantiosos animales? No es ésa la recompensa con la que se nos estimula a soportar la fatiga. ¿Qué recompensa es? La vida eterna. Lo habéis oído y, llenos de gozo, habéis aclamado. Amad lo que habéis escuchado y quedáis liberados de vuestras fatigas, pensando en el descanso de la vida eterna. Ved lo que promete Dios: la vida eterna. Ved con qué amenaza: con el fuego eterno. ¿Qué dirá a los que están a la derecha? Venid, benditos de mi Padre, recibid el reino que os está preparado desde el comienzo del mundo. ¿Y qué dirá a los de la izquierda? Id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles24. Si no amas lo primero, al menos teme lo segundo.

Promesas y amenazas de Dios y del mundo

12. Recordad, pues, hermanos míos, que Cristo nos prometió la vida eterna. Ésta es, dijo, la promesa que nos hizo: la vida eterna. Os he escrito esto respecto de los que tratan de seduciros25. Que nadie os seduzca y arrastre a la muerte; desead lo prometido: la vida eterna. ¿Qué puede prometer el mundo? Prometa lo que prometa, lo promete el que quizá mañana estará muerto. ¿Y con qué cara ha de salir de aquí para presentarse ante el que permanece por siempre? «Pero un hombre poderoso me amenaza, pretendiendo que ejecute una acción mala». ¿Con qué te amenaza? ¿Con cárcel, cadenas, fuego, tormentos, fieras? ¿Acaso te amenaza con el fuego eterno? Horrorízate ante la amenaza del Todopoderoso, ama lo que te promete el Omnipotente. Ante ello se vuelve vil el mundo entero, ya haga promesas, ya amenace.

Os he escrito esto respecto de los que tratan de seduciros, para que sepáis que tenéis la Unción, y la Unción que hemos recibido de él, permanece en vosotros26. Es el misterio de la Unción; su efecto invisible, la Unción invisible, es el Espíritu Santo; la Unción invisible es aquella caridad que, esté en quien esté, será para él como una raíz, por lo que no puede secarse, aunque caliente el sol. A lo que tiene raíz el calor del sol, en vez de secarlo, lo nutre.

Quién instruye al cristiano: el maestro interior

13. Y no tenéis necesidad de que alguien os enseñe porque la misma Unción os instruye sobre todas las cosas27. Entonces, ¿qué hago, hermanos, yo que os estoy enseñando? Si su Unción os instruye sobre todas las cosas parece que trabajamos en vano. ¿Para qué gritar tanto? Es preferible confiaros a su Unción y que ella os instruya. Pero ahora me planteo una cuestión y se la planteo al mismo apóstol Juan; dígnese escuchar al parvulillo que le interroga. Al mismo Juan le pregunto: «¿Tenían la Unción aquellos a quienes hablabas? Tú mismo has dicho: Pues su Unción os instruye sobre todas las cosas.¿Por qué escribiste esta carta? ¿Por qué les enseñabas tú? ¿Por qué les instruías? ¿Por qué los edificabas?»

Ved ya aquí un gran misterio, hermanos. El sonido de nuestras palabras golpea vuestros oídos, pero el maestro está dentro. No penséis que alguien aprende algo de otro hombre. Podemos poner alerta mediante el sonido de nuestra voz, pero si no se halla dentro alguien que enseñe, el sonido que emitimos sobra. ¿Queréis una prueba, hermanos? ¿Acaso no habéis oído todos este sermón? ¡Cuántos no van a salir de aquí sin haber aprendido nada! En lo que de mí depende, he hablado a todos, pero aquellos a quienes no habla interiormente la Unción, a los que no enseña interiormente el Espíritu Santo, regresan con la misma ignorancia. El magisterio exterior no es más que una cierta ayuda, un poner alerta. Quien tiene su cátedra en el cielo es quien instruye los corazones. Por eso dice también él mismo en el evangelio: No permitáis que os llamen maestros en la tierra; único es vuestro maestro, Cristo28. Así, pues, que él os hable interiormente, cuando no está presente ningún hombre. Porque aunque haya alguien a tu lado, nadie hay en tu corazón. Que no haya nadie en tu corazón, que esté sólo Cristo; esté en tu corazón su Unción, para que no se halle como corazón sediento en el desierto y sin fuentes que lo rieguen. Quien instruye, pues, es el maestro interior; quien instruye es Cristo, quien instruye es su Inspiración. Donde falta su Inspiración y su Unción, en vano suenan exteriormente las palabras, por alto que suenen. Las palabras que emitimos al exterior son, hermanos, lo mismo que el agricultor respecto del árbol: actúa exteriormente, le aporta el agua y el cultivo esmerado. Pero ¿acaso lo que aporta él desde el exterior origina el fruto? ¿Acaso viste la desnudez de los troncos con el sombrío follaje? ¿Acaso su actuar obra algo en el interior del árbol? ¿A quién se debe? Escuchad al Apóstol en condición de agricultor y ved lo que somos; escuchad quién es el maestro interior: Yo planté, Apolo regó, pero Dios dio el crecimiento; ni el que planta ni el que riega es algo, sino quien da el crecimiento, Dios29.

He aquí, pues, lo que os decimos: ya plantemos, ya reguemos al hablar, no somos nada; quien da el crecimiento es Dios, es decir, su Unción que os instruye sobre todas las cosas.