Prólogo
Ocasión y motivo
Vuestra Santidad recuerda que venimos exponiendo de forma sistemática el evangelio según Juan. Pero ahora se ha interpuesto la solemnidad que representan estas fechas sagradas en las que es oportuno que se lean en la Iglesia determinados textos evangélicos, ya fijados para este período del año litúrgico, de manera que no pueden ser remplazados por otros. La necesidad nos obliga, pues, a suspender por un breve espacio de tiempo el orden de lecturas que veníamos siguiendo, sin que ello implique abandonarlo.
He estado pensando qué texto de la Escritura considerar con vosotros durante esta semana en la medida en que Dios se digne concederlo; un texto a tono con la alegría de estas fechas y cuyo comentario pueda acabarse en estos siete u ocho días. Se me ha ocurrido la [primera] carta de San Juan. De esta manera, al exponer dicha carta, no nos apartamos de él, aunque hayamos interrumpido por un período de tiempo el comentario de su evangelio. La razón principal, sin embargo, es que en esta carta -tan dulce para quienes tienen sano el paladar del corazón en el que se saborea el pan de Dios y tan célebre en la santa Iglesia de Dios- se encarece sobre todo el amor. Muchas cosas dice en ella y casi todas acerca de la caridad.
Quien tiene en sí la capacidad de oír, necesariamente se llenará de gozo ante lo que oiga. Así la lectura de esta carta será para él como aceite derramado sobre una llama. Si ya existe la llama que admite ser nutrida, se nutre efectivamente y se agranda y perdura. Para algunos otros, por el contrario, debe ser como fuego que se aplica a una materia inflamable, de modo que, si no ardía antes, se encenderá al acercársele las palabras [del apóstol Juan]. En algunos se nutre la llama, si ya existe; en otros se enciende, si aún no existe. El resultado final será que todos hallemos el gozo en la única caridad. Mas donde está la caridad está la paz, y donde está la humildad, allí está la caridad.
Pongámonos ya a su escucha. Acerca de sus palabras os diré lo que el Señor me sugiera para que también vosotros las entendáis bien.