SALMO CONTRA LA SECTA DE DONATO

Versión castellana: Miguel Fuertes Lanero, OSA

Del libro de las Revisiones (1 19[20])

Sobre la presente obra

1. Compuse un salmo con la intención de que el proceso de los donatistas llegase al conocimiento incluso del vulgo más humilde y totalmente ignorante y rudo, y de esta forma, en cuanto de nosotros dependiera, se quedase grabado en su memoria, siendo cantado ante ellos. Lo hice siguiendo el orden de las letras latinas, llamado abecedario, pero sólo hasta la U. Omití las tres últimas, añadiendo en su lugar una parte final, a manera de epílogo, como si la Iglesia les hablase como madre. El estribillo que se va repitiendo, y el proemio del proceso, que hemos querido que se cantase, no siguen el orden de las letras. Este comienza después del proemio. No quise hacerlo en ninguna clase de versos métricos, para que las leyes de la medida no me obligasen a usar términos poco usados por el vulgo.

2. Este salmo comienza así: Omnes qui gaudetis de pace, modo uerum iudicate, que es su estribillo.

Salmo contra la secta de Donato*

Vosotros, que amáis la paz,

   

juzgad ahora la verdad.

Con acepción de personas

 

es vergonzoso juzgar.

Nunca podrán los injustos

 

el Reino de Dios ganar.

Que rasgues la ajena túnica

 

nadie lo tolerará:

5

¿Cuánto más reo es de muerte

 

romper de Cristo la paz?

Al autor de estos delitos

 

busquémoslo sin errar.

Vosotros, que amáis la paz,

 

juzgad ahora la verdad.

Atormenta a los hermanos

 

la abundancia de malvados.

Ya quiso nuestro Señor

 

dejarnos bien avisados,

10

asemejando una red

 

con el celeste Reinado

que por los mares recoge

 

toda clase de pescados1.

La sacan hasta la orilla,

 

comienzan a separarlos:

los buenos van a las cestas,

 

al mar se tiran los malos.

Quien conozca el Evangelio

 

hallará, con temor santo,

15

que en la red vemos la Iglesia,

 

y el mar es el caos mundano2.

La mezcla de peces dice

 

que viven buenos con malos.

El fin del mundo es la orilla:

 

allí separarse han ambos.

Quienes rompieron las redes

 

mucho al mar se aficionaron.

Las cestas son de los santos

 

los tronos que no alcanzaron.

20

Vosotros, que amáis la paz,

 

juzgad ahora la verdad.

Buen hombre, tal vez preguntes:

 

¿Y quiénes la red rompieron?

-Los henchidos de soberbia,

 

que se dicen justos ellos.

Han creado divisiones,

 

altar contra altar han puesto.

Al diablo se han entregado,

 

con altercados muy viejos,

25

y el crimen que cometieron

 

lo cargan a hombros ajenos.

Entregaron la Escritura,

 

mas con gran atrevimiento

nos acusan a nosotros,

 

quedando de manifiesto

que es mayor hoy su pecado

 

que lo fuera en otro tiempo

Podrá excusarse la entrega

 

de los Libros, por el miedo,

que por temor a morir

 

de Cristo renegó Pedro3.

30

Pero ¿cómo excusarán

 

ser causa de enfrentamiento

de un altar contra otro altar?

 

¿Y el culpable rompimiento

de la paz que nos dio Cristo,

 

sólo en el hombre poniendo4

su esperanza? Tanto daño

 

a la Iglesia nunca hicieron

todas las persecuciones,

 

como ellos en paz le han hecho.

Vosotros, que amáis la paz,

 

juzgad ahora la verdad.

Custodio nuestro, Dios grande:

 

Tú nos puedes liberar

35

de estos bastardos profetas

 

que nos quieren devorar5.

Negro corazón de lobo

 

quieren ellos ocultar

bajo piel de oveja mansa,

 

con nombre de santidad,

pero en sus entrañas fieras

 

el cisma escondido está.

Los que ignoran la Escritura

 

se les suelen acercar;

oyen hablar de «traidores»

 

sin conocer la verdad

40

de los hechos ya pasados.

 

Si yo les digo: -«Probad

lo que afirmáis como cierto»,

 

no saben qué contestar.

Ellos dicen que a los suyos

 

creyeron sin vacilar.

Yo les digo que mintieron,

 

pues nosotros, a la par,

a los nuestros damos fe,

 

que testimonio nos dan

de ser vosotros «traidores».

 

¿Quiénes dicen la verdad?

Los que en la raíz se injertan.

 

¿Y quiénes la falsedad?

Solamente quien no vive

 

con todos en la unidad.

45

Tiempo ha concluyó la causa

 

¿Por qué no vivís en paz?

Vosotros, que amáis la paz,

 

juzgad ahora la verdad.

Dijeron nuestros mayores,

 

y pusieron por escrito

los cargos que ahora os probamos:

 

ellos fueron los testigos.

Hubo algunos «traditores»

 

de los Sacrosantos Libros.

No eran hombres de la plebe:

 

eran los propios obispos

50

de la región de Numidia;

 

en Cartago reunidos

para ordenar nuevo obispo,

 

encontraron que había sido

ya ordenado Ceciliano

 

y en su sede establecido;

grande fue su indignación

 

al verse ellos excluidos.

Era Botro, era Celestio,

 

de Ceciliano enemigos,

55

-más vale de ellos no hablar-

 

soberbios, truhanes, impíos.

Se confabularon todos

 

inventando este delito:

Que su obispo consagrante

 

entregó los Santos Libros

¡La red de la paz rompieron

 

y andan por la mar perdidos!

Vosotros, que amáis la paz,

 

juzgad ahora la verdad.

60

¡Es tan dulce y delicioso

 

el convivir como hermanos!6

Oíd la voz del profeta

 

para que estéis aunados.

¿Quiénes lograrán probar

 

este tan viejo pecado?

¿Quién fue su fiscal en juicio?

 

¿Y qué jueces se sentaron?

¿Quiénes fueron los testigos

 

de quien osó confirmarlo?

65

Pero todo es invención,

 

porque en sus hechos pasados

la fama bien claro hablaba

 

de sus Libros entregados.

Los verdaderos autores

 

en este caos se ocultaron.

Echaron a otros la culpa

 

para esconder su pecado,

y, a partir de sus mentiras,

 

han vivido equivocados

70

los jefes de su partido,

 

por creerlos como a hermanos.

¡Que se acabe ya el error

 

y la unidad construyamos!

Vosotros, que amáis la paz,

 

juzgad ahora la verdad.

Fueron sus antojos ley,

 

sumidos en su ceguera:

para juicio tan solemne,

 

para una causa tan seria

75

no eligieron sacerdotes

 

en número según regla;

el acusador y el reo

 

no presentaron sus pruebas;

no hubo escritos ni testigos

 

que el crimen probar pudieran

furor, engaño y tumulto

 

se imponen en la tiniebla.

¿Podéis mostrarnos las actas

 

que todo concilio lleva?

80

¿Qué obligó a nuestros altares

 

enfrentar con violencia?

Si era indigno el sacerdote,

 

que antes removido fuera,

y si esto no era posible,

 

que en la red se mantuviera,

como ahora mantenéis

 

tantos malos, a fe cierta.

Los que a muchos aguantáis

 

por mor de vuestra fiereza,

para que hagamos las paces,

 

aguantad a uno siquiera

85

Vosotros, que amáis la paz,

 

juzgad ahora la verdad.

Gozo inmenso nos daría

 

saber que jamás antaño

quisisteis vuestros errores.

 

Mas si entonces no fue claro

dónde estaba la verdad,

 

vedlo ahora los letrados.

Muchos malvados tenéis

 

que soportáis de mal grado,

mas de vuestra comunión

 

no consentís separarlos

90

No hablo -los podréis negar-

 

de los famosos pecados:

palizas, hogueras, muertes,

 

obra de vuestros sicarios

a la luz del pleno día.

 

Y los sufrís, sin embargo,

por error o por temor.

 

Hubieran bien soportado

vuestros padres, por la unión,

 

a lo menos un malvado,

si la protesta era tal

 

que impidiese degradarlo.

95

Añade que era inocente,

 

sin nada en contra probado.

Mas porque nadie moviese

 

la verdad de su pecado,

se fingieron los muy justos,

 

siempre embrollos planeando.

Vosotros, que amáis la paz,

 

juzgad ahora la verdad.

Honores vanos quien busca,

 

con Cristo no ama reinar,

100

como el jefe de esta plaga

 

-«partido» nombrado le han-

Sí, Donato ambicionaba

 

toda África conquistar

y pidió al Emperador

 

jueces de allende del mar:

petición esta muy justa,

 

mas no según caridad.

Da voces la verdad sola

 

que ahora os voy a contar.

105

Consiente el Emperador,

 

prelados a Roma van,

que a Ceciliano y Donato

 

puedan en juicio escuchar.

Donato nada probó,

 

pero se atreve a apelar:

del juicio de sus colegas,

 

al Emperador irá.

La apelación por sí prueba

 

no estar en la caridad

110

Vencido, a los ya cristianos

 

comenzó a rebautizar

Vosotros, que amáis la paz,

 

juzgad ahora la verdad.

Investigad todo el caso,

 

si queréis ser imparciales.

Lo que luego hizo Donato,

 

¿por qué no haberlo hecho antes?

Los obispos africanos

 

no lograban concordarse:

115

Bien será, pues, que lo juzguen

 

jueces de allende los mares.

¿Por qué corristeis al cisma,

 

enfrentando ambos altares,

para cerrar los oídos

 

a los fallos judiciales,

y que vuestros propios jueces

 

a apelar os obligasen,

mientras por todos los medios

 

procuráis que se proclame

120

el imperio del error?

 

Y ahora que en vosotros nadie

ignora lo sucedido,

 

os fingís los ignorantes;

y si la verdad os urge,

 

decís que erraron los padres,

como si alguien impidiera

 

que abjuréis las falsedades.

Por la soberbia estáis presos

 

a una cátedra infamante7.

Vosotros, que amáis la paz,

 

juzgad ahora la verdad.

125

(K) Caridad cristiana tiene

 

quien ante todo es pacífico.

Prestadnos atención, pueblos,

 

y a la concordia aveníos

quienes carecéis de sede

 

que defender con prejuicios:

Si en un lugar contendiesen

 

entre sí vuestros obispos,

¿a qué jueces llamaríais,

 

como ajenos al litigio,

130

sino a obispos de otras tierras?

 

Y si ellos en justo juicio

condenasen una parte,

 

¿no seríais vosotros mismos

los primeros en romper

 

vuestra unión con los obispos

que a los jueces imparciales

 

hicieran sordos oídos?

¿Cómo, pues, sois partidarios

 

de quienes, en tiempos idos,

esto mismo realizaron?

 

Ellos son quienes, sin tino,

a los jueces de ultramar

 

no les prestaron oídos

135

en sentencia a favor nuestro;

 

y nos están hoy unidos.

¿Aún tendréis que replicar,

 

si lo declara el Juez, Cristo?

Vosotros, que amáis la paz,

 

juzgad ahora la verdad.

La verdad conoceréis,

 

si hay luz en vuestro interior.

Se conservan todavía

 

para darnos la razón,

Preces y Actas de Donato:

 

comprobadlas, por favor,

140

Si no las queréis creer,

 

probad con otra razón,

y si ésta la rechazamos,

 

habrá eterna discusión.

Abracemos, pues, la paz:

 

¿Qué importa lo que pasó?

Nos acusáis viejas faltas

 

y ésta es la contestación:

también vosotros faltasteis.

 

Por Macario alzáis la voz

y nosotros contestamos

 

con lo del circuncelión

145

Lo nuestro ya está pasado,

 

mas lo vuestro sigue hoy.

Si hay pajas en nuestra era,

 

paja en ella sólo sois,

cuando no queréis la paz;

 

y esos otros el bastón

levantan con amenazas.

 

¡Y ojalá sólo el temor,

sin las palizas diarias,

 

infundieran! Pero no;

porque si quitáis a éstos,

 

vuestro reino terminó.

150

Vosotros, que amáis la paz,

 

juzgad ahora la verdad.

Macario en su proceder

 

si tal vez fue más allá

de la mesura cristiana,

 

luchaba por la unidad,

haciendo cumplir las leyes

 

que dio el edicto imperial.

No digo que él no pecase,

 

pero vosotros aún más.

¿Quién ordenó a esos furiosos

 

ensañarse con crueldad,

como lo han hecho en el África?

 

No invoquéis la autoridad,

155

de Cristo ni del Imperio:

 

no la podéis demostrar

para quemas y apaleos

 

y locuras sin piedad.

El palo -dicen- no es crimen,

 

porque sólo escrito está:

Mete la espada en la vaina8.

 

No es que lleguen a matar;

les basta un duro apaleo:

 

él solo se morirá

entre crueles dolores.

 

Si les mueve la piedad,

160

se compadecen, sirviendo

 

un solo golpe mortal.

«Israel» llaman al palo:

 

así Dios lo quiso honrar9

pero ultrajan más su nombre

 

que el cuerpo que tundirán.

Vosotros, que amáis la paz,

 

juzgad ahora la verdad.

No nos imputéis, hermanos,

 

lo de tiempos de Macario.

165

De su mucha crueldad

 

estamos avergonzados;

si de ellos dicen calumnias,

 

Dios es quien puede juzgarlo.

Amemos la paz de Cristo,

 

jubilosos nos unamos.

Nada nos podrá dañar

 

que en la Iglesia queden malos,

y si no pueden vivir

 

entre nosotros mezclados,

separados sean al punto,

 

dejando la paz a salvo.

170

Si esto no es posible, sean

 

del corazón apartados

Dijo el profeta Ezequiel

 

que unos hombres señalados10

se lamentan de maldades

 

causadas por sus hermanos;

pero de ellos no se apartan,

 

siguen viviendo a su lado.

No nos apartemos, pues,

 

por los hermanos malvados,

de nuestra única madre.

 

Esto lo hicieron antaño

los impíos, erigiendo

 

su propio altar separado,

175

para contar en sus filas

 

peores y más dañados

que los que, fingiendo, dicen

 

haber ellos evitado

Vosotros, que amáis la paz,

 

juzgad ahora la verdad.

Ojeando la Escritura,

 

verás de forma sencilla

lo que pretendo explicar:

 

que predicó Juan Bautista

a los judíos, muy claro,

 

que Cristo los limpiaría11

como se aventa la parva

 

de la era preferida.

180

A la mies, como operarios,

 

sus discípulos envía12:

tras recoger la cosecha,

 

es la Cruz quien la ventila.

El trigo -los justos- llenan

 

la Iglesia de castas vidas;

diciéndole adiós al mundo,

 

vendieron cuanto tenían.

Eran como la simiente

 

por todo el mundo esparcida13,

185

para que brote otra mies

 

que sólo al final se limpia.

Esta crece entre cizaña

 

por doquier: las herejías.

Quienes rompen la unidad

 

son la paja de esta trilla.

y si Macario en su tiempo

 

se contaba entre sus filas,

¿por qué razón nos queréis

 

rebautizar todavía?

Vosotros, que amáis la paz,

 

juzgad ahora la verdad.

190

Pon dentro del corazón

 

las dos eras, para ver

lo que quiero demostrar.

 

Las Escrituras dan fe

que en el Viejo Testamento

 

había santos también:

Dijo Dios que siete mil

 

se guardaba para El14;

sacerdotes, reyes, santos,

 

muchos hay bajo la Ley.

Allá ves muchos profetas,

 

y de la plebe los ves.

195

Mas, dime, ¿quién de estos justos

 

su propio altar quiso hacer?

Cometió muchos pecados

 

el inicuo pueblo aquel:

sacrificó a falsos dioses,

 

mató a profetas también,

pero nadie entre los santos

 

la unidad quiso romper.

A los malos soportaban

 

todos los hombres de bien,

en espera de que el bieldo

 

supiera el grano escoger.

200

Aunque en el templo mezclados,

 

mezclada el alma no fue,

y por más que los acusen,

 

sólo un altar ha de haber.

Vosotros, que amáis la paz,

 

juzgad ahora la verdad.

¿Qué pensáis de todo esto?

 

Otra mies nueva nació:

la Iglesia por todo el orbe,

 

que ha de sufrir el dolor.

205

En Jesús tiene un ejemplo

 

con lo de Judas traidor15.

Lo admitía entre los buenos

 

y a predicar lo envió.

Un mal siervo predicaba,

 

pero la fe a Cristo vio,

porque los que al juez creían,

 

se olvidaban del pregón.

Cuando dio la Santa Cena,

 

ni siquiera lo excluyó16,

210

y aunque antes salido hubiese,

 

fuera también su traición

quien a Jesús entregara.

 

Pero ejemplo nos dejó,

de tolerar a los malos,

 

y si la separación

no es posible, la ruptura

 

sólo sea de corazón.

Pero cual paja de espigas

 

algunos soberbios son,

que antes de ser aventados

 

la tempestad arrastró.

215

Vosotros, que amáis la paz,

 

juzgad ahora la verdad.

Responded: ¿Por qué razón

 

nos queréis rebautizar?

A vuestros obispos reos

 

expulsáis de la unidad

pero nadie después de ellos

 

se atrevió a rebautizar,

y a los que ellos bautizaron

 

en vuestra unión aceptáis.

220

¿Qué pudieron transmitirles

 

si nada tenían que dar?

Mirad cómo a los adúlteros

 

la Ley manda castigar17.

No podrán decir que el miedo

 

fue quien les hizo pecar.

Si bautizan sólo santos,

 

tras ésos rebautizad.

¿Nos calumniáis a nosotros,

 

que estamos en la unidad,

225

y que no éramos nacidos

 

cuando aquella crueldad?

Los pecados de los padres

 

los hijos no cargarán18.

Esto dice la Escritura,

 

y que buen fruto no da

si el sarmiento de la vid

 

cortado del tronco está19.

Vosotros, que amáis la paz,

 

juzgad ahora la verdad.

Sabéis bien qué es «la Católica»,

 

y qué «de la vid cortado».

230

Si de en medio de vosotros

 

hay algunos avisados,

que vuelvan, y vivirán

 

en la raíz injertados,

y, antes de ser ramas secas,

 

serán del fuego librados20.

La fe sólo tiene un signo,

 

y a nadie rebautizamos,

por usar la única fórmula,

 

no por veros como a santos.

Ambos la tienen: la cepa

 

y el sarmiento separado.

235

Mas ¿qué aprovecha la forma

 

a quien está desgajado?

Venid, si queréis hermanos,

 

y a la vid incorporaos.

Nos duele veros yacer

 

por el suelo así cortados.

A partir del mismo Pedro,

 

si queréis, id numerando

los pontífices, y ved

 

qué padres antepasados

en su cátedra se han ido

 

uno tras otro sentando:

240

Ella es la Roca invencible

 

ante las fuerzas del Tártaro21.

Vosotros, que amáis la paz,

 

juzgad ahora la verdad.

Tú, si un católico viene,

 

hacia ti de buena fe,

hombre santo, como todos

 

aquellos hombres de bien

que solemos escuchar,

 

y te pregunta: «¿Por qué

245

me quieres rebautizar?

 

Del pasado yo no sé;

sólo sé que ahora en Cristo

 

tengo la auténtica fe.

Si me mancha lo que ignoro,

 

cómo eres hoy quiero ver.

Muéstrame todas tus caras,

 

que el corazón no se ve.

250

Si me mancha lo que ignoro,

 

me estás manchando tal vez.

y si te tengo por santo,

 

has de examinar muy bien

con quiénes estás mezclado.

 

Si pecamos sin saber

los pecados que tu gente

 

no cesa de cometer

en secreto, te mancillan,

 

y santo no puedes ser.

y si de faltas que ignoras

 

te despreocupas, también

yo quiero despreocuparme

 

de lo sucedido ayer.»

¡Y a un cristiano así te atreves

 

a bautizarlo otra vez!

Vosotros, que amáis la paz,

 

juzgad ahora la verdad.

255

Vuestras sedes pretendéis

 

mantener contra justicia.

¡Ay de vosotros!, que sois

 

-proclama vuestra osadía-

los únicos hombres santos,

 

aunque de forma distinta

pensáis en el corazón,

 

cuando veis en vuestras filas

los malos por todas partes

 

abundar en demasía.

¿Podréis decirnos: «Estamos

 

mezclados en la red misma»?

Os respondemos bien pronto

 

que rota la red habíais.

260

No podréis decir que pajas

 

soportáis en vuestra trilla:

- «¿Por qué antaño no lo hicisteis?»,

 

nuestra respuesta sería.

Los malos no eran peores

 

que Judas traidor22, y un día

los apóstoles aceptan

 

tomar con él las primicias

del misterio de la Cena,

 

sabiendo, como sabían,

todos ellos que era reo

 

de tamaña felonía.

265

Tampoco a ellos les manchaban

 

pecados de ajena vida.

¡Y a los cristianos osáis

 

rebautizar todavía!

Vosotros, que amáis la paz,

 

juzgad ahora la verdad.

Atendedme sin enojos

 

a lo que os digo, hermanos:

Nada hay falso en lo que oís,

 

y podéis bien comprobarlo.

270

¿Qué respondéis si la Iglesia

 

como madre os fuese hablando.

- Hijos míos, a qué viene

 

de vuestra madre quejaros?

Decidme más bien por qué

 

me abandonasteis antaño.

Culpáis a vuestros hermanos,

 

y es a mí a quien dais quebranto.

Antaño con los gentiles,

 

cuando sufrí males tantos,

275

me abandonaron, sí, muchos,

 

mas por miedo renegaron;

¿Y quién os fuerza a vosotros

 

a estar contra mí luchando?

Decís estar de mi parte,

 

pero bien sabéis que es falso.

Yo me llamo la Católica,

 

vosotros los de Donato.

Rezar por todos los reyes

 

me mandó el apóstol Pablo23,

280

y a vosotros os da enojo

 

de ver que ya son cristianos.

¿Cómo os doléis, si sois hijos,

 

de que Dios me haya escuchado?

Cuando trajeron sus dones,

 

no quisisteis aceptarlos,

olvidando a los profetas

 

que tiempo ha profetizaron

que grandes reyes gentiles

 

a la Iglesia harían regalos24.

285

Y al rechazar estos dones

 

dejasteis bien demostrado

no ser parte de la Iglesia,

 

y obligasteis a Macario

dolido de tal desprecio

 

a vengar su desagrado.

Pero yo, madre de todos,

 

¿qué males os he causado?

Si puedo expulso a los malos,

 

y cuando no, los aguanto.

Los soporto hasta que sanen,

 

o sean al fin separados.

290

Vuestra muerte me atormenta;

 

¿por qué os habéis alejado?

Si a los malos tanto odiáis,

 

en los que tenéis fijaos.

Pero si también vosotros

 

toleráis el tener malos,

¿por qué razón no ha de ser

 

en unidad hermanados,

donde nadie rebautiza,

 

ni hay altares enfrentados?

¡A cuántos malos sufrís!,

 

pero será sin salario,

295

pues que el sufrir lo debéis

 

no a Cristo, sino a Donato.

Cantares de paz son éstos,

 

si escuchar queréis, hermanos.

Os recuerdo que algún día

 

llegará el Juez soberano:

Él es quien exige cuentas,

 

nosotros quienes las damos.