Traductor: P. Miguel Fuertes Lanero O.S.A.
Sermón al pueblo
1. [v. 1]. Este salmo tiene como título: Hasta el fin, cántico del salmo de la resurrección. Cuando se canta un salmo, y oís: Hasta el fin, entended que se refiere a Cristo, como dice el Apóstol: El fin de la ley es Cristo, para justificación de todo el que cree1. Ya iréis viendo, según me lo dé a conocer el Señor, cómo se canta en este salmo la resurrección, y a quién se refiere. Nosotros, los cristianos, ya conocemos realizada la resurrección en nuestra Cabeza, y que se realizará en los miembros. La Cabeza de La iglesia es Cristo, y sus miembros su Iglesia2. Lo que primero aconteció en la Cabeza, se cumplirá más tarde en su cuerpo. Esta es nuestra esperanza, por la cual creemos, por la cual nos mantenemos, y perseveramos en medio de la gran maldad de este mundo, consolados por la esperanza, hasta que la esperanza se convierta en realidad. Esta realidad tendrá lugar cuando también nosotros resucitemos, y nuestro ser se haga celestial, llegando a ser iguales a los ángeles. ¿Quién tendría la audacia de esperar todo esto, si la misma Verdad no nos lo hubiera prometido? Los judíos tenían esta esperanza como a ellos prometida; y se gloriaban sobremanera de sus buenas y en cierto modo justas obras, porque habían recibido la ley, viviendo según la cual, en este mundo tendrían bienes materiales, y en la resurrección de los muertos esperaban unos bienes como aquéllos de los que aquí ya disfrutaban. Por eso los judíos no eran capaces de responder a los saduceos, (que negaban la futura resurrección), cuando le propusieron la objeción al Señor. Y deducimos su incapacidad de resolverla, por la admiración que expresaron cuando la resolvió el Señor. Los saduceos le propusieron el problema de una mujer que tuvo siete maridos; los siete sucesivos, no simultáneos, por viudedad repetida. Porque según la ley, para asegurar la propagación del pueblo, si un casado moría sin hijos, su hermano la tomase por esposa para darle descendencia a su hermano3. Una vez expuesto este problema de la mujer que por esta razón, tuvo siete maridos, muertos todos sin descendencia, le hicieron esta pregunta: En la resurrección de los muertos, ¿de cuál de ellos será esposa? No cabe duda de que los judíos no se molestarían en resolver esta cuestión, si no esperasen para la futura resurrección bienes parecidos a los de esta vida. Pero el Señor, al prometerles la igualdad a los ángeles, sin la corrupción de la carne, le dice: Estáis equivocados, y no conocéis las Escrituras ni el poder de Dios. Porque en la resurrección ni se casarán las mujeres ni los hombres: y no habrá quien muera primero, serán como los ángeles de Dios4. Demostró que la sucesión es necesaria donde se da el dolor de la defunción; y no habrá necesidad de sucesión donde no haya defunción. Por eso añadió: Y no habrá quien muera el primero. Sin embargo, puesto que los judíos mantenían, aunque de una manera carnal, esta esperanza en la futura resurrección, se alegaron de esta respuesta dada a los saduceos, con quienes tenían enfrentamientos sobre este oscuro y espinoso tema. Conservaban, pues, los judíos la esperanza en la resurrección de los muertos; y esperaban que serían ellos solos los que resucitarían a la vida eterna por las obras de la ley, y por las justificaciones de las Escrituras, que sólo ellos tenían, y los gentiles no tenían. Cristo fue crucificado; y tuvo lugar la ceguera por parte de Israel, hasta que entraran en la fe la totalidad de los gentiles5, como dice el Apóstol. A partir de entonces se comenzó a prometer también la resurrección de los muertos a los gentiles que habían creído en la resurrección de Jesucristo. Por eso este salmo se muestra adverso a la presunción y soberbia de los judíos, y a favor de la fe de los gentiles, llamados a la misma esperanza en la resurrección.
2. Ya habéis oído, hermanos, de algún modo, el espíritu de este salmo. Tened fija vuestra atención en lo que os acabo de decir y proponer; que ningún otro pensamiento la distraiga de este punto: se alude en el salmo contra la presunción de los judíos, que, por la justificación de la ley, esperaban para sí la resurrección, y crucificaron a Cristo, que resucitó el primero, y había de tener como miembros resucitados no únicamente a los judíos, sino a todos los que creyeran en él, es decir, a todos los gentiles. Por eso comienza así: Aclamad a Dios. ¿Quiénes? toda la tierra. Por lo tanto no sólo Judea. Mirad, hermanos, cómo se pone de manifiesto la universalidad de la Iglesia, extendida por todo el mundo, y no tengáis pesar sólo por los judíos, que estaban en contra de que esta gracia alcanzase también a los paganos; no, sino llorad más todavía por los herejes. Porque si hay que lamentarse por los que no han sido reunidos, ¿cuánto más hay que lamentarse por los que se han separado, después de haber estado unidos? Aclamad a Dios, tierra entera. ¿Qué significa: Aclamad? Prorrumpid en gritos de júbilo, ya que no lo podéis expresar con palabras. El júbilo, de hecho, no se expresa con palabras; solamente se exterioriza con gritos típicos de los que están jubilosos, como una alegría concebida y nacida del corazón, y que se expresa con voces, imposible de expresar de palabra. Aclamad a Dios, tierra entera; que nadie aclame sólo de una parte: toda la tierra cante con júbilo, cante con júbilo la Católica. La Católica lo ocupa todo: el que tiene sólo una parte, y está separada del todo, lo que pretende es gritar, pero no cantar con júbilo. Aclamad a Dios, tierra entera.
3. [v. 2]. Cantad salmos a su nombre. ¿Qué dijo? Que bendigáis su nombre con salmos. Creo que dije ayer lo que es salmodiar, y creo que lo recuerda vuestra Caridad. Se trata de tocar también el instrumento llamado salterio, y pulsarlo con las manos, de manera que voces y manos estén acordes. Porque si aclamáis con júbilo algo para que lo oiga Dios, tocadlo también con salmos, de manera que lo vean y lo oigan además los hombres; pero no lo hagáis en vuestro nombre. Guardaos de practicar vuestra justicia delante de los hombres, para que lo vean ellos6. ¿Y a nombre de quién tocaré salmos, me dirás, sin que vean lo hombres mis obras? Prestad atención a otra cita del Evangelio: Brillen vuestras obras ante los hombres para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos7. Que vean vuestras buenas obras, y den gloria no a vosotros, sino a Dios. Porque si hacéis obras buenas para ser glorificados vosotros, os responderá lo que él mismo dijo a unos que hacían eso mismo: Os lo aseguro: ya recibieron su recompensa. Y también: De otro modo no recibiréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos8. Entonces me replicarás: —luego ¿debo ocultar mis obras para no hacerlas delante de los hombres? No. ¿Qué es lo que dice? Brillen vuestras obras ante los hombres. Así que me quedo indeciso: por un lado me dices: Cuidado con practicar vuestra justicia delante de los hombres; y por otro me dices: Brillen vuestras buenas obras ante los hombres; ¿Cuál voy a practicar? ¿Qué voy a hacer? ¿Cuál de ellas debo omitir? Así como no se puede servir a dos señores, que te mandan cosas diversas, así tampoco a uno que te ordena cosas contrarias. —No, dice el Señor; no te mando cosas contrarias. Fíjate en el fin, canta el salmo mirando el fin; fíjate a ver con qué fin lo haces. Si lo haces para ser tú glorificado, esto es lo que te he prohibido; pero si lo haces para que sea Dios glorificado, esto es lo que yo he mandado. Cantad, pues, salmos no a vuestro nombre, sino al nombre del Señor vuestro Dios. Vosotros cantad salmos; que sea él alabado; vosotros vivid rectamente: sea él glorificado. ¿Y cómo lograréis vivir con rectitud? Si tuvierais al eterno, jamás habríais vivido mal; pero si procede de vosotros, nunca habríais vivido bien.
4. Dad gloria a su alabanza. Dirige toda nuestra intención hacia la alabanza de Dios; nada nos deja a nosotros para que podamos alabarnos. Démosle gloria, pues, intensamente y alegrémonos en él; unámonos estrechamente a él, y sea él nuestra alabanza. Habéis oído cuando se nos leía el Apóstol: Mirad cómo ha sido vuestra vocación, hermanos: porque entre vosotros no hay muchos intelectuales, ni muchos poderosos, ni muchos nobles, sino que Dios ha escogido lo necio del mundo para confundir a los sabios; y lo débil del mundo lo eligió Dios para confundir a los fuertes; y lo plebeyo del mundo Dios lo eligió, y lo que no es para reducir a la nada lo que es9. ¿Qué quiere decir con esto? ¿Qué quiere mostrar? Que el Señor nuestro Jesucristo descendió para redimir el género humano y dar su gracia a todos los que comprendieran que esto es obra de su gracia, no que se debe a sus méritos; y para que nadie se gloriase de su persona humana, eligió a los débiles. Por ejemplo, no fue elegido el llamado Natanael. ¿Y qué te parece que un publicano, sentado a la mesa de los impuestos, Mateo10, fuera elegido, y no lo fuera Natanael, de quien dio testimonio el mismo Señor, diciendo: he aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño? Deducimos que el tal Natanael era experto en la ley. Y no es que a los sabios no los iba a elegir, pero si fueran ellos los primeros elegidos, podían creerse elegidos por el mérito de su sabiduría; en cuyo caso sería alabada su ciencia, y quedaría disminuida la alabanza de la gracia de Cristo. Dio testimonio como de un hombre bueno y fiel, en el que no había engaño; pero a él no lo eligió entre los discípulos ignorantes que eligió primeramente. ¿Y cómo sabemos que era perito en la ley? Cuando oyó a uno de los que habían seguido al Señor, que le dijo: Hemos encontrado al Mesías, que significa Cristo11, preguntó de dónde era, y se le dijo: de Nazaret; entonces él respondió: De Nazaret puede salir algo bueno12. Sin duda que el que sabía que de Nazaret podía salir algo bueno, era conocedor de la ley, y había estudiado bien los profetas. Ya sé que hay otra lectura de sus palabras; pero no admitida por los más expertos: como de cierta desconfianza, cuando oyó lo que le decían. Sería así: ¿De Nazaret puede salir algo bueno? Es decir: ¿Podrá, por ventura? Esta lectura es de desconfianza, Pero sigue el evangelio: Ven y lo verás13. Estas palabras cuadran bien con ambas lecturas. Si las lees como quien no cree, significan: Ven a ver lo que no crees. Y si las lees en tono afirmativo, la respuesta es: Ven a ver cómo es cierto lo bueno que te notifico de Nazaret; y cómo estás en lo cierto de lo que piensas, ven y compruébalo. Y se deduce que era experto en la ley, por no ser elegido entre los discípulos por el que eligió primero a lo necio del mundo; y esto a pesar de haber dado un testimonio el Señor sobre él, diciendo: He aquí un auténtico israelita, en quien no hay doblez14. No obstante, el Señor eligió después también a algunos oradores; pero podrían engreírse, si antes no hubiera elegido a los pescadores; eligió a ricos, pero podrían decir que su elección se debió a sus riquezas, si no hubiera elegido antes a pobres; más tarde eligió a emperadores; pero es preferible que cuando un emperador llegue a Roma, deponga su corona y llore ante la tumba del pescador, que no un pescador llore ante la tumba del emperador. Sí, Dios eligió lo débil del mundo para confundir a los fuertes; y lo plebeyo del mundo y lo que no es, como si fuese, para anular a lo que es. ¿Y qué sigue? Así termina el Apóstol: Para que ningún mortal pueda engreírse ante Dios15. Mirad cómo nos ha quitado la gloria, para darnos gloria: nos ha quitado la nuestra, para darnos la suya; nos ha quitado la vacía para darnos la plena; nos ha quitado la vacilante, para darnos la sólida. ¡Cuanto más firme y fuerte sea la nuestra, es porque está en Dios! No debes, pues, gloriarte en ti. Lo ha prohibido la Verdad; esto es, como dice el Apóstol, lo que ha ordenado la Verdad: El que se gloríe, que se gloríe en el Señor16. Dad, pues, gloria a su alabanza. No imitéis a los judíos, que pretendían atribuir su justificación a sus propios méritos, y eran contrarios a que los gentiles se acercaran a la gracia del evangelio para que se les perdonaran todos sus pecados; como si ellos no tuvieran nada que ser perdonado, esperando ya su salario como los buenos operarios. Estando todavía enfermos, se creían sanos, lo cual les hacía enfermarse más gravemente. Porque si hubieran tenido una enfermedad más leve, no habrían, como locos, matado al médico. Dad gloria a su alabanza.
5. [v. 3]. Decid a Dios: ¡Qué temibles son tus obras! ¿Por qué temibles y no amables? Escucha otras palabras del salmo: Servid al Señor con temor, y ensalzadle con temblor17. ¿Qué quiere esto decir? Escucha la voz del Apóstol: Trabajad con temor y temblor, dice, por vuestra salvación. ¿Por qué con temor y temblor? Y añade la causa: Pues es Dios quien obra en vosotros el querer y el obrar por su benevolencia18. Luego si Dios obra en ti, haces el bien por gracia de Dios, no por tus fuerzas. Y si te alegras, teme también, no sea que lo que se le dio al humilde, tal vez se le quite al soberbio. Debéis saber que esto les sucedió a los judíos por su soberbia, como si hubieran sido justificados por las obras de la ley, y por tanto se vinieron abajo, dice otro salmo: Éstos confían en sus carros y en sus caballos; nosotros, en cambio, añade, en el nombre del Señor, nuestro Dios, recibiremos la gloria del triunfo: como si los primeros pusieran toda su confianza en su energía y en sus medios, pero nosotros triunfaremos amparados en el nombre del Señor nuestro Dios19. Fijaos cómo aquéllos se ensalzaban a sí mismos; en cambio estos otros se gloriaban en Dios. Por eso ¿qué añade el salmo? A ellos se les han trabado los pies y han caído; nosotros, en cambio nos mantenemos en pie20. Mira cómo el mismo Señor nuestro dice lo mismo: Yo, dice, he venido para que los que no ven, vean, y los que ven queden ciegos21 .Mira cómo en una parte hay bondad, y en la otra una especie de malicia. Pero ¿cuál de las dos es mejor? ¿Dónde hay más misericordia, más justicia? ¿Por qué los que no ven, que vean? Por bondad. ¿Y por qué los que ven se quedan ciegos? Por su arrogancia. ¿Pero realmente veían y quedaron ciegos? No, lo que pasa es que creían ver. Fijaos, hermanos: cuando decían los judíos: ¿Es que estamos ciegos? Les responde el Señor: Si estuvierais ciegos, no tendríais pecado; pero como decís que veis, vuestro pecado permanece en vosotros22. Tú has venido al médico; ¿y dices que ves? Entonces te suspenderán los colirios: te quedarás ciego para siempre; confiesa tu ceguera para que merezcas ser iluminado. Fíjate en los judíos; mira los gentiles. Los que no ven, que vean, dice; para eso he venido: para que los que ven, se queden ciegos. Los judíos veían al mismo Señor nuestro Jesucristo; los paganos no lo veían; y precisamente los que lo vieron, lo crucificaron; y los que no lo vieron, creyeron. ¿Qué hiciste, pues, oh Cristo, contra los soberbios? ¿Qué les has hecho? Nosotros, por tu generosidad, vemos, y somos tus miembros; vemos: te escondiste como Dios, y te presentaste como hombre. ¿Y esto por qué? Para que quedaran ciegos una parte de Israel, y entrara en la fe la totalidad de los gentiles. Para esto escondiste tu divinidad, y manifestaste tu condición humana. Veían y no veían: veían lo que habías asumido, y no veían lo que eras; veían tu condición de siervo, por la que el padre es mayor23, y no veían tu categoría de Dios24, por la cual acabáis de oír: El Padre y yo somos una misma cosa25. Los judíos apresaron al que veían, crucificaron al que veían; ultrajaron al que veían; no conocieron lo que se ocultaba. Escucha al Apóstol que dice: Porque si lo hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de la gloria26. Por lo tanto, vosotros, gentiles, que habéis sido llamados, fijaos cómo Dios, en su severidad, ha cortado algunos ramos; vosotros, en cambio, estáis injertados por su bondad, y se os ha hecho partícipes del fruto del olivo, vosotros, que no habéis tenido pensamientos altivos, es decir, que no habéis caído en la soberbia. Porque no eres tú, dice, quien sostiene la raíz; es la raíz la que te mantiene a ti. Debéis, más bien, aterraros, porque veis desgajados los ramos naturales. Los judíos descendían de los Patriarcas; nacieron de Abrahán, según la carne. ¿Y qué dice el Apóstol? Quizá digas: Han sido desgajados los ramos naturales, para ser yo injertado27. Sí es cierto, ellos fueron desgajados por su incredulidad. Tú, en cambio, te mantienes por la fe; no vayas a engreírte, sino más bien teme; porque si no perdonó Dios a las ramas naturales, tampoco te perdonará a ti. Fíjate cómo algunos ramos fueron arrancados, y tú fuiste injertado; no vayas a creerte más que ellos, sino que debes decirle a Dios: ¡Cuán temibles son tus obras! Hermanos, si no nos debemos creer más que los judíos, mirándolos con desprecio, ellos, que en otro tiempo fueron arrancados de la raíz de los patriarcas, sino más bien debemos temer, y decir a Dios: ¡Cuán temibles son tus obras! ¿Cuánto menos no debemos tener sentimientos de orgullo y desprecio hacia las recientes heridas de los desgajados? Primero fueron cortados los judíos e injertados los paganos; de ese injerto se han separado los herejes; pero ni tampoco contra ellos debemos tener sentimientos de orgullo, no vaya a merecer ser desgajado el que se complace en despreciar a los separados. Hermanos míos, si oís alguna voz de un obispo en este sentido, sea quien sea, os pido que estéis alerta; los que estáis dentro de la Iglesia, no despreciéis a los que no lo están. Mejor debéis orar para que ellos también lo estén. Poderoso es Dios para volverlos a injertar a ellos28. De los judíos dijo esto el Apóstol; y se ha realizado en ellos. Resucitó el Señor, y muchos han creído; no comprendieron cuando lo crucificaron; y sin embargo creyeron después, y les fue perdonado tamaño delito. La sangre derramada fue un don para los homicidas, que no los voy a llamar deicidas; porque si lo hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de la gloria. Ahora a los homicidas se les ha perdonado el derramamiento de la sangre de un inocente; y la misma sangre que derramaron por crueldad, la han bebido por gracia. Decid, pues, a Dios: ¡cuán temibles son tus obras! ¿Por qué temibles? Porque la ceguera de una parte de Israel sucedió, para que entrara en la fe la plenitud de los gentiles29. ¡Oh plenitud de los gentiles!, di a Dios: ¡Cuán temibles son tus obras! Y así alégrate, para que al mismo tiempo te estremezcas; no te pongas sobre los ramos cortados. Decid a Dios: ¡Qué temibles son tus obras!
6. Por la grandeza de tu poder, te mentirán tus enemigos. Por esto, dice, te mentirán tus enemigos, para que se agrande tu poder. ¿Qué quiere esto decir? Poned más atención. El poder de nuestro Señor Jesucristo cuando más se mostró fue en la resurrección, de la que este salmo ha recibido el título. Al resucitar se apareció a sus discípulos. No se apareció a sus enemigos, sino a sus discípulos30. Crucificado sí que estuvo visible a todos: al resucitar sólo a los fieles; para que los que luego quisieran, creyesen, y al creyente se le prometiera la resurrección. Hubo muchos santos, que hicieron muchos milagros; ninguno de ellos resucitó después de muerto; incluso los que ellos resucitaron habían de morir después. Atienda vuestra Caridad. El Señor, haciendo notar sus obras, dijo: Si no me queréis creer a mí, creed a las obras31. Con esto da también importancia a las obras de los antiguos profetas, que si no son las mismas, muchas sí lo son, muchas tienen el mismo poder. Caminó el Señor sobre el mar, y le ordenó a Pedro que lo hiciera también32. ¿Acaso no estaba el Señor presente cuando se dividió el mar, para que pasase Moisés con el pueblo de Israel?33 Era el Señor mismo quien lo hacía. El que realizaba estos prodigios por su propio cuerpo, era el que lo realizaba por medio del cuerpo de sus siervos. Pero lo que no hizo por medio de sus siervos (pues él era quien lo realizaba todo) fue el que alguno de los muertos resucitara para la vida eterna. Porque podrían decir los judíos de los milagros realizados por el Señor: Esto también lo realizó Moisés, o Elías, o Eliseo; podían haberlo dicho, ya que también ellos resucitaron a algunos muertos, e hicieron muchos milagros. Por eso, cuando le pidieron un signo, puso de relieve la señal que sólo en él había de suceder, y dijo: Esta generación malvada y corrupta pide un signo; y no se le dará otro signo que el del profeta Jonás: pues así como Jonás estuvo en el vientre del cetáceo tres días y tres noches, así estará también el Hijo del hombre tres días y tres noches en el seno de la tierra34. ¿Cómo estuvo Jonás en el vientre del cetáceo? ¿No estuvo de manera que lo pudiera luego vomitar vivo? Lo que fue el cetáceo para Jonás, eso fue el infierno (abismo) para el Señor. Expresó esta comparación como un signo propio suyo; y es de un enorme poder. Es de más poder que resucite un muerto que el no haber muerto. La grandeza del poder del Señor, en cuanto que se hizo hombre, se manifiesta en el poder de la resurrección. A ella se refiere al Apóstol, cuando dice: No tengo mi justicia por la ley, sino la que me viene por la fe en Cristo, la justicia que viene de Dios, apoyada en la fe, para conocerle a él y el poder de su resurrección35. Así lo recalca también en otro lugar: Y si fue crucificado en cuanto a su debilidad, vive ahora por el poder de Dios36. Teniendo en cuenta, pues, que este gran poder del Señor se refiere a su resurrección, de donde le vine el título de este salmo, ¿cuál será el sentido de la expresión: Por la grandeza de tu poder, tus enemigos te mentirán? Hay que buscarlo en que tus enemigos te mentirán para que seas crucificado; y lo serás para resucitar después. Así que su mentira servirá para poner de relieve tu gran poder. ¿Por qué suelen mentir los enemigos? Para reducir el poder de aquel a quien mienten. Pero a ti te ha sucedido al revés. Porque si no hubieran mentido, tu poder parecería menor.
7. Fijaos en concreto en la mentira de los falsos testigos en el Evangelio, y mirad cómo se trata de la resurrección. Al Señor se le preguntó en una ocasión: ¿Qué señal nos das por la que haces estas cosas?37 Ya les había dado el ejemplo de Jonás, y ahora les da el mismo contenido, por medio de otra comparación; y así veréis cómo esa señal es la que más puso de manifiesto: Destruid este templo, dice, y en tres días yo lo reedificaré. Pero ellos le replicaron: Cuarenta y seis años duró su edificación, ¿y tú lo vas a levantar en tres días? Juan el evangelista explica lo que quería decir Jesús: Esto lo decía Jesús refiriéndose al templo de su cuerpo38. Ya veis cómo pretendía mostrar a los hombres su poder. Y había utilizado la semejanza del templo, por su cuerpo, que era templo, donde residía oculta la divinidad. Pero los judíos veían el templo exterior, ignorando la divinidad que habitaba en su interior. De estas palabras del Señor los falsos testigos urdieron la mentira para decirla contra él, precisamente de las mismas con las que anunciaba su futura resurrección, hablando del templo. En efecto, los falsos testigos, cuando fueron preguntados qué le habían oído decir, manifestaron: Nosotros le hemos oído decir: Yo destruiré este templo, y en tres días lo volveré a levantar39. Lo que habían oído era: Yo lo restauraré en tres días Pero lo que no habían oído era: Yo lo destruiré, sino: Destruid. Cambiaron pocas letras de una sola palabra, para tramar el falso testimonio. Pero ¿a quién le cambias la palabra, oh vanidad humana, oh humana flaqueza? ¡A la Palabra inmutable le cambias tú la palabra! Tú cambias tu palabra; ¿acaso vas a cambiar la Palabra de Dios? Por eso en otro lugar se dice: La maldad se mintió a sí misma40. ¿Y por qué te han mentido tus enemigos, oh Señor, a quien aclama la tierra entera? Por la grandeza de tu poder te mentirán tus enemigos. Dirán: destruiré, cuando tú has dicho: destruid. ¿Por qué dijeron que tú habías dicho: Destruiré, en lugar de decir lo que tú dijiste: Destruid? Como si se quisieran defenderse a sí mismos, sin motivo, del delito de la destrucción del templo. Cristo, de hecho, murió porque quiso; y sin embargo, vosotros lo matasteis. Bien, os hacemos la concesión a vosotros, mentirosos, de que fue él quien destruyó el templo. El Apóstol ha dejado dicho: Él me amó y se entregó a sí mismo por mí41. Y ha dicho también, refiriéndose al Padre: No perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros42. Si, pues, el Padre entregó al Hijo, y el Hijo se entregó a sí mismo, ¿Judas qué hizo? El Padre, entregando a su Hijo a la muerte por nosotros, obró bien; Cristo, entregándose a sí mismo por nosotros, obró bien; Judas, traicionando a su Maestro por avaricia, obró mal. No hay que atribuir a la malicia de Judas el bien que nos ha proporcionado a nosotros la pasión de Cristo; él tendrá el castigo de su maldad; y Cristo la alabanza de su gracia. No hay duda, él ha destruido el templo; él, que había dicho: Tengo poder para dar mi vida, y poder para recobrarla; nadie me la quita, soy yo quien la entrego voluntariamente, y yo quien la vuelvo a recuperar de nuevo43. Él es quien ha destruido el templo por su gracia generosa, y valiéndose de vuestra malicia. Por tu gran poder, tus enemigos te mentirán. Mienten, sí, y se les da crédito; y tú serás apresado, serás crucificado, serás ultrajado, y menean la cabeza, diciendo: Si es Hijo de Dios, que baje de la cruz44. Realmente entregas la vida cuando quieres, y es herido con la lanza tu costado45, y de tu costado manan los sacramentos; eres bajado de la cruz, envuelto en lienzos y colocado en el sepulcro. Unos guardias llegan para custodiarte, y que no te roben tus discípulos; llega la hora de tu resurrección: la tierra se estremece, se abren los sepulcros, resucitas oculto y te apareces manifiestamente. ¿Dónde están aquellos mentirosos? ¿Dónde está el falso testimonio de la maldad? ¿Acaso no te mentirán tus enemigos en la grandeza de tu poder?
8. Presenta también como testigos a los guardianes del sepulcro; que cuenten lo que han visto; que reciban el soborno, y que también ellos mientan; que hablen ellos también, corruptos, instruidos por los corruptos, que confiesen haber sido sobornados por los judíos, que no quisieron ser íntegros con Cristo; que hablen, que mientan también ellos. ¿Qué van a decir? Hablad, veamos lo que dicen: mentid vosotros también, ante la grandeza del poder del Señor. ¿Qué vais a decir? Mientras estábamos nosotros dormidos, vinieron sus discípulos y se lo llevaron del sepulcro46. ¡Oh necedad, verdaderamente dormida! O estabas en vela, y se lo debiste impedir, o estabas dormido, y no te enteraste de lo que pasó. Se agregaron también ellos a la mentira de sus enemigos: se ha aumentado el número de los mentirosos, para aumentar la recompensa de los creyentes, ya que por la grandeza de tu poder, te mentirán tus enemigos. Luego han mentido; por la grandeza de tu poder, han mentido; en contra de los mentirosos, te apareciste a los veraces, y a los veraces que tú habías hecho tales.
9. [v. 4]. Que se queden los judíos con sus mentiras; y a ti, que por la grandeza de tu poder te han mentido, te suceda lo siguiente: Toda la tierra te adore y te cante salmos; que cante a tu nombre, oh Altísimo. Poco antes eras humildísimo, ahora Altísimo: humildísimo en manos de tus enemigos mentirosos; Altísimo sobre los coros de los ángeles que lo alaban. Que toda la tierra te adore y te cante salmos; que aclamen tu nombre, oh Altísimo.
10. [v. 5]. Venid a ver las obras del Señor. Vosotros, gentiles, y naciones más lejanas, dejad a los judíos con sus mentiras, y venid a confesar vuestra fe. Venid a ver las obras del Señor; temible en sus designios sobre los hijos de los hombres. Curiosamente también él fue llamado hijo del hombre, y ciertamente se hizo hijo del hombre; verdadero Hijo de Dios en su categoría de Dios; y verdadero hijo de hombre en su condición de siervo47; pero esta condición de siervo no la penséis igual que la de otros de semejante condición: es terrible en sus decisiones sobre los hijos de los hombres. Tramaron los hijos de los hombres la decisión de crucificar a Cristo; el crucificado dejó ciegos a los que lo crucificaban. ¿Qué es lo que hicisteis, hijos de los hombres, tramando ingeniosas decisiones contra vuestro Señor, en quien se ocultaba la majestad, y aparecía la debilidad? Vosotros maquinabais el modo de perderlo, y él el de hacer ciegos y salvar; de volver ciegos a los soberbios, y de salvar a los humildes; para esto mismo quiso cegar a los soberbios: para que ciegos, se humillasen, humillados, confesasen, y confesos fueran iluminados. Es terrible en sus decisiones sobre los hijos de los hombres. ¡Realmente terrible! Ved que la ceguera de una parte de Israel se realizó; que los judíos, de los que nació Cristo, están fuera. Y ahí están los gentiles, que se oponían a Judea, y están dentro48. Terrible en las decisiones sobre los hijos de los hombres.
11. v. 6]. Pero ¿Qué fue lo que hizo con el terror de su decisión? Convirtió el mar en tierra seca. En efecto, así continúa el salmo: Convirtió el mar en tierra seca. El mar era el mundo; amargo por la sal, turbulento por las borrascas, cruel por la violencia de las persecuciones, era el mar; ciertamente el mar se ha convertido en tierra firme; ahora tiene sed de agua dulce el mundo que estaba inundado de agua salada. ¿Quién hizo esto? El que convierte el mar en tierra seca. Y el alma de todos los gentiles ¿qué dice ahora? Mi alma es para ti como tierra sin agua49. Él convierte el mar en tierra seca. Pasarán el río a pie. Los mismos que después de haber sido mar, fueron convertidos en tierra firme, pasarán a pie el río. ¿Qué es el río? El río es el mundo en toda su mortalidad. Mirad el río: cosas que vienen y pasan, y otras que pasarán detrás de ellas, y así sucesivamente. ¿No sucede así en el agua del río, que mana de la tierra y corre? Todo el que ha nacido debe necesariamente dejar el puesto al que ha de nacer; todo este sucederse de las cosas caducas, que van pasando, es como un río. No se arroje a este río el alma apasionada, no se sumerja, conténgase. ¿Y cómo podrá superar el deleite de las cosas perecederas? Crea en Cristo y las pasará a pie: Con él como guía, las pasará a pie firme. ¿Qué significa pasar a pie firme? Pasar con facilidad. No necesita caballo para pasarlo; no se engría en la soberbia para pasar el río; lo pasa con humildad, lo pasa con seguridad. Pasarán el río a pie.
12. Allí nos alegraremos en él. Oh judíos, vosotros os gloriáis de vuestras obras: dejad la soberbia de gloriaros de vosotros y asumid la gracia de alegraros en Cristo. Sí, en él nos regocijaremos; pero no en nosotros: Allí nos alegraremos en él. ¿Cuándo nos alegraremos? Cuando hayamos pasado el río a pie. Se nos promete la vida eterna, se nos promete la resurrección; donde nuestro cuerpo mortal ya no estará en el río: ahora estamos en el río, porque hay río cuando hay mortalidad. Fijaos a ver si se para alguna de nuestras edades. Los niños quieren crecer, sin darse cuenta de que la duración de su vida va disminuyendo según pasan los años. En realidad los años no se añaden, sino que se nos restan según crecemos; como sucede con el agua del río, que viene constantemente, pero se va alejando de la fuente. Así también los niños quieren crecer, para verse libres del dominio de los mayores; crecen, crecen pronto, y llegan a la juventud; los que ya pasaron la niñez, miren a ver si pueden retener la juventud: pero ésta también pasa. Y llega la vejez ¡Ojalá fuera eterna la vejez! Pero ésta termina con la muerte. Está claro que todo el que ha nacido es como un río. Y este río de mortalidad lo pasa fácilmente, sin que le arrastre ni le lleve la concupiscencia de las cosas transitorias el que sea humilde; lo pasará a pie firme, dejándose guiar por el que ya lo había pasado antes, y, como dice el salmo, en su camino bebió del torrente, y lo bebió hasta la muerte, y por eso levantó la cabeza50. Luego cuando ya hayamos atravesado a pie este río, es decir, cuando hayamos atravesado fácilmente esta nuestra mortalidad que fluye, allí nos regocijaremos en él. Y ahora, ¿en quién lo haremos, sino en él, o al menos en la esperanza puesta en él? Porque aunque ahora nos regocijamos, lo hacemos en esperanza, pero entonces nuestra alegría será en él. Ahora en esperanza, después cara a cara51.
13. [v. 7]. Allí nos regocijaremos en él. ¿En quién? En quien domina con su poder eternamente. Porque nosotros ¿qué poder tenemos: acaso es eterno? Si fuera eterno nuestro poder, no habríamos caído, no nos habríamos hundido en el pecado, no hubiéramos merecido el castigo de la mortalidad. El que domina con su poder eternamente asumió libremente aquella condición a la que nuestra culpa nos había arrojado. Hagámonos partícipes de aquél por cuyo poder nosotros seremos fuertes: él lo es por el suyo; nosotros somos iluminados; él es la luz que ilumina; nosotros, separados de él, entramos en tinieblas; él no puede separarse de sí mismo. Por su calor quedamos encendidos. Apartados de él nos helamos; si nos acercamos de nuevo, volvemos a entrar en calor. Digámosle, pues, que nos proteja con su poder, puesto que nos regocijaremos en el que domina con su poder eternamente.
14. Pero esto no lo hace sólo con los judíos que creen, ya que se habían enorgullecido mucho de su poder, y luego descubrieron por qué poder habían sido saludablemente fuertes, y algunos de ellos creyeron. Pero a Cristo no le basta con esto; fue mucho lo que dio, pagó un gran precio, y no debe valer sólo por los judíos todo lo que dio. Sus ojos miran sobre los gentiles. Insisto, sus ojos están puestos sobre los gentiles. ¿Y qué haremos? Protestarán los judíos; dirán: Lo que nos ha dado a nosotros, también se lo ha dado a ellos; a nosotros nos dio el Evangelio, y a ellos también el Evangelio; a nosotros la gracia de la resurrección, y también a ellos esta gracia; ¡de nada nos sirve el haber recibido la ley; haber vivido en la justificación de la ley, el haber cumplido los preceptos de nuestros padres; de nada nos sirve esto; se les ha dado a ellos lo que a nosotros! Que no litiguen, que no protesten. Los que provocan la ira, que no se exalten en sí mismos. ¡Oh mísera y vacilante carne! ¿No eres pecadora? ¿Qué grita tu lengua? Fijémonos en la conciencia. Todos pecaron y están privados de la gloria de Dios52. Reconócete, humana fragilidad. Recibiste la ley, para ser prevaricadora de la ley: no permaneciste fiel ni cumpliste lo que habías recibido. Lo que has heredado de la ley no es la justificación que manda la ley, sino la transgresión que tú has cometido. Por tanto, si abundó el pecado, ¿por qué envidias a quien le sobreabundó la gracia?53 No provoques la ira, ya que los que provocan la ira, que no se exalten. Parecería como una maldición: los que provocan la ira, que no se exalten. O más bien: que se exalten, pero no en si mismos. Humíllense en sí mismos; sean exaltados en Cristo. Porque el que se humilla será ensalzado; y el que se exalta, será humillado54. Los que irritan, no se exalten en sí mismos.
15. [vv. 8—9]. Bendecid, gentiles, a nuestro Dios. He aquí que han sido rechazados los que provocan ira, y se les ha dado razón: algunos se convirtieron, otros permanecieron en su soberbia. No os asusten los que se oponen a que llegue la gracia del Evangelio a los gentiles. Ha llegado ya la descendencia de Abrahán, en quien son benditos todos los pueblos55. Bendecid a aquél por el cual sois benditos: Bendecid, pueblos, a nuestro Dios; y escuchad la voz de su alabanza. No os alabéis a vosotros mismos, sino alabadlo a él. ¿Cuál es la voz de su alabanza? He aquí su contenido: Que a su gracia debemos lo que tenemos de buenos. El ha devuelto la vida a mi alma. Esta es la voz de su alabanza: Él ha devuelto la vida a mi alma. Luego estaba muerta; sí, estaba muerta en ti. De ahí el que no debisteis exaltaros en vosotros mismos. Por eso estaba muerta en ti; ¿Y cuándo estará con vida, sino cuando esté en aquél que dijo: Yo soy el camino, la verdad y la vida?56 Es lo que dice el Apóstol a algunos creyentes: Hubo un tiempo en que fuisteis tinieblas; pero ahora sois luz en el Señor57. Tinieblas, pues, en vosotros, y luz en el Señor. Él ha devuelto la vida a mi alma. Sí, le ha dado vida a nuestra alma, porque creemos en él; le devolvió la vida a nuestra alma; ¿y qué se necesita, además, sino que perseveremos hasta el fin? ¿Y esto quién lo dará, sino aquél de quien se dijo a continuación: No permitió que vacilaran mis pies? Él da vida al alma, él se cuida de los pies para que no vacilen, no resbalen, no se muevan. Él nos hace vivir, y él mismo perseverar hasta el fin, para que vivamos eternamente. Y no permitió que vacilaran mis pies.
16. [vv. 10—12]. ¿Por qué dijiste: Y no permitió que resbalaran mis pies? ¿Qué es lo que has padecido, o lo que has podido llegar a padecer, para que tus pies vacilasen? ¿Qué? Escucha lo que sigue. ¿Me preguntas por qué dije: No permitió que vacilaran mis pies? Porque hemos padecido muchas cosas, por las que se habrían movido del camino nuestros pies, si él no los guiase, e impidiese que vacilaran. ¿Cuáles son estas cosas? Tú nos probaste, oh Dios; nos has puesto al fuego como se pone la plata. No nos quemaste como se quema el heno, sino como la plata: prendiéndonos fuego, no nos has convertido en ceniza, sino que nos has purificado de nuestras escorias. Nos has puesto al fuego como se pone la plata. Mira cómo Dios ha sido duro con aquellos a cuya alma les ha devuelto la vida. Nos hiciste caer en la trampa; no para que, muriésemos atrapados en ella, sino para que supiéramos por experiencia de dónde habíamos sido liberados. Nos echaste tribulaciones sobre nuestras espaldas. Nos habíamos erguido equivocadamente, éramos soberbios: y, mal erguidos, estamos encorvados, para que estando encorvados, fuéramos bien enderezados. Nos echaste tribulaciones sobre nuestras espaldas; pusiste hombres sobre nuestras cabezas. Todo esto lo ha padecido la Iglesia, en sus diversas persecuciones; lo ha padecido en cada uno de sus miembros, y también ahora lo padece. No hay nadie en esta vida que pueda decir que está inmune de estas tentaciones. Luego también se nos ponen hombres sobre nuestras cabezas; toleramos a los que no queremos, y a veces toleramos a superiores que nos consta ser peores que nosotros. Si no hay pecados en él, ese hombre está bien como superior; pero cuando más abundan los pecados, tanto más es inferior. Y es bueno que nosotros nos consideremos pecadores, y así toleremos a los que están sobre nosotros, para que también ante Dios confesemos que padecemos merecidamente. ¿Cómo vas a padecer indignamente algo que hace uno que es justo? Nos echaste tribulaciones sobre nuestras espaldas; has impuesto hombres sobre nuestras cabezas. Parece que Dios se ensaña, cuando hace estas cosas; no tengas miedo; es Padre, y jamás se ensañará para nuestra perdición. Cuando vives mal, si no te lo tiene en cuenta, eso es una ira mayor. Estos sufrimientos son completamente azotes de quien corrige, para que no sobrevenga el castigo del juez. Nos echaste tribulaciones sobre nuestras espaldas; has impuesto hombres sobre nuestras cabezas.
17. Hemos pasado por el fuego y el agua. Tanto el fuego como el agua son un peligro en esta vida. Vemos cómo el agua apaga el fuego, y el fuego seca el agua. Así son las tentaciones, de las que abunda esta vida. El fuego quema, el agua corrompe; ambas son de temer, tanto el fuego de la tribulación, como el agua de la corrupción. Cuando vivimos alguna situación angustiosa, o nos sucede algo de lo que en este mundo llamamos infelicidad, es como el fuego; pero cuando las cosas se nos presentan prósperas, y la abundancia de este mundo nos rodea, es como el agua. Cuidado con que el fuego no te queme, ni te corrompa el agua. Estate firme ante el fuego. Conviene que seas cocido por él: como un vaso de arcilla recién hecho, se te pondrá en el horno de fuego, para consolidar la arcilla. El vaso ya cocido por el fuego, no teme el agua. Pero si no fuera solidificado por el fuego, se disolverá en el agua. No te apresures a ir al agua; pasa antes por el fuego, para que atravieses también el agua. De ahí que en la administración de los sacramentos, durante la catequesis y en los exorcismos, se recurre primero al fuego. De ahí que muchas veces los espíritus inmundos gritan: ¡Ardo, si eso no es fuego! Y luego, tras el fuego del exorcismo, se viene al bautismo, para ir del fuego al agua, y del agua al refrigerio. Lo que realizamos en los sacramentos, también nos sucede en las tentaciones de esta vida: vivimos el fuego en la angustia y el temor; desaparecido el temor, queda la preocupación de que la felicidad mundana no nos corrompa. Porque cuando el fuego deje de quemarte, y no te hundas en el agua, sino que te salvas nadando, por la disciplina vienes al descanso, y así, pasando por el fuego y el agua, llegas al refrigerio. Las realidades que hay contenidas en los signos sacramentales, tienen su cumplimiento en la perfección de la vida eterna. Cuando ya hayamos llegado a aquel descanso de la vida eterna, hermanos carísimos, no temeremos allí ningún enemigo, ningún tentador, ningún envidioso: ya no habrá fuego alguno ni agua; habrá una perpetua tranquilidad. Decimos tranquilidad y refrigerio por la falta de preocupación. Si dices: Hay calor, es verdad; si dices refrigerio, también es verdad. Pero si entiendes mal la palabra refrigerio, allí nos entumeceríamos. Pero eso no va a suceder allí, sino que descansaremos; no porque se hable de calor nos vamos a quemar, no; quiere decir que nuestro espíritu estará fervoroso. Mira lo que dice otro salmo sobre este calor: Nadie se esconde de su calor58¿Y qué dice el Apóstol? Con espíritu fervoroso59. Así pues: Hemos pasado por el fuego y el agua, pero nos llevaste al refrigerio.
18. [v. 13]. Mira cómo no dejó de citar sólo el refrigerio, sino también un fuego deseable: Entraré en tu casa con holocaustos. ¿Qué es un holocausto? Algo totalmente consumido por el fuego, pero el fuego divino. Se le llama holocausto a un sacrificio, cuando todo él es consumido. Hay muchas clases de sacrificios, pero uno distinto es el holocausto: cuando es quemado íntegramente, y cuando lo es por el fuego divino, se le llama holocausto; cuando sólo se quema una parte, es un sacrificio. Todo holocausto es sacrificio, pero no todo sacrificio es holocausto. Promete el salmista holocaustos. Es el cuerpo de Cristo el que habla, es la unidad de Cristo: Entraré en tu casa con holocaustos. Que todo lo mío lo consuma tu fuego; nada de lo mío quede para mí; sea todo para ti. Esto sucederá en la resurrección de los justos, cuando esto corruptible se revista de incorruptibilidad, y esto mortal se revista de inmortalidad, entonces se realizará lo que está escrito60: La muerte ha sido anulada por la victoria. La muerte es como el fuego divino; cuando consuma también nuestra muerte, es un holocausto. Nada mortal quedará en nuestra carne, nada culpable quedará en el espíritu; todo lo que proviene de la vida mortal es consumido, para que se transforme en vida eterna; serán, pues, holocaustos.
19. [v. 14]. ¿Y qué será: Con holocaustos? Te cumpliré mis votos, los que eligieron mis labios. ¿Qué diferencia habrá en los votos, para elegir unos u otros? Sí, la diferencia está en que tú te acuses, y a él lo alabes; que entiendas que tú eres criatura y él el Creador. Tú tinieblas, y él el iluminador, a quien digas: Tú iluminarás mi lámpara, Señor; Dios mío, tú iluminarás mis tinieblas61. Porque si hubieras dicho, oh alma, que la luz viene de ti, no distingues, y si no distingues, no puedes hacer elección en los votos. Cumple los votos elegidos, confiésate a ti mudable, y a él inmutable; confiesa que tú sin él no eres nada, y que él sin ti es perfecto; que tú tienes necesidad de él, y él, en cambio, no la tiene de ti. Levanta tu voz hacia él así: Yo he dicho al Señor: Tú eres mi Dios, porque no necesitas nada de mis bienes62. No porque Dios te reciba como holocausto, por eso crece él, ni aumenta, ni se enriquece él, ni mejora su bienestar; a ti sí te es mejor todo lo que por ti hace en ti; no lo hace por él. Si disciernes bien estas cosas, cumplirás a tu Dios los votos que eligieron tus labios. Te cumpliré mis votos, los que eligieron mis labios.
20. [v. 15]. Y mi boca habló en mi tribulación. ¡Cuán dulce es muchas veces la tribulación! ¡y cuán necesaria! ¿Qué ha dicho su boca en su tribulación? Te ofreceré pingües holocaustos. ¿Qué quiere decir "pingües" o "medulosos"? La médula es lo interior, lo más íntimo. Querría decir: En mi interior mantendré tu amor; no estará en la superficie, sino en mis entrañas, en mi intimidad conservaré el amor que te tengo. Nada más interior que nuestra médula: los huesos están más dentro que la carne, y dentro de los huesos la médula. El que quiere dar culto a Dios en la superficie, más bien quiere agradar a los hombres; y si alguien en su interior tiene otros sentimientos, no ofrece holocaustos medulosos; pero cuando Dios se fija en la intimidad, ése es aceptado todo íntegro. Te ofreceré holocaustos medulosos, junto con incienso y carneros. Los carneros son los conductores o jefes de la Iglesia: es todo el cuerpo de Cristo el que habla; esto es lo que ofrece a Dios. ¿Y el incienso qué es? La oración. ¿Con incienso y carneros? Sí, son ellos los que más oran por el rebaño. Te ofreceré bueyes con machos cabríos. Nos encontramos con bueyes que trillan, y son éstos los que se ofrecen a Dios. El Apóstol dijo, refiriéndose a los predicadores del Evangelio, lo que está escrito: No pondrás bozal al buey que trilla63. ¿Le importan a Dios los bueyes? Luego estos machos cabríos son algo grande, y algo grande estos bueyes. ¿Y qué será de los demás, los que quizá son conscientes de algunos pecados; que tal vez en ese mismo camino han caído, y, heridos, se han curado por la penitencia? ¿Permanecerán también ellos excluidos, sin tomar parte en el holocausto? No teman, pues también añadió: con machos cabríos. Te ofreceré, dice, holocaustos medulosos, con incienso y carneros; te ofreceré bueyes con machos cabríos. Por esta añadidura se salvan los machos cabríos: por sí mismos no pueden; junto con los bueyes serán recibidos. La razón es que se ganaron amigos con la malvada riqueza, para que ellos los reciban, como dice el Señor, en las moradas eternas64. Luego estos cabritos no estarán a la izquierda, por haberse granjeado amigos con las injustas riquezas. ¿Qué cabritos, entonces, estarán a la izquierda? Aquellos a quienes se dirá: Tuve hambre y no me disteis de comer65, ni tampoco los que han redimido sus pecados con la limosna.
21. [vv. 16—17]. Venid, escuchad y os contaré, vosotros, todos los que teméis a Dios. Vayamos a escuchar lo que nos va a contar. Venid, escuchad y os contaré. Pero ¿a quiénes se dirigen estas palabras? A todos los que teméis a Dios. Si no teméis a Dios, no os contaré nada. No hay a quién contar esto donde falta el temor de Dios. Abra, pues el temor d Dios los oídos, para que tenga dónde y por dónde entrar lo que nos va a contar. Pero ¿qué nos va a contar? Cuánto ha hecho por mi alma. Quiere narrar, sí. ¿Pero qué? ¿Quizá la anchura de la tierra, o cuánto dista el cielo, y cuántas son las estrellas, y las rotaciones del sol y de la luna? Estas criaturas cumplen las leyes para ellas establecidas; los que han investigado con profunda curiosidad estas leyes, se han quedado, a pesar de todo, sin descubrir a su Creador66. Poned atención y aceptad lo que nos va a contar cuánto ha hecho por mi alma, vosotros los que teméis a Dios; y si os parece bien, también por la vuestra. Cuánto ha hecho Dios por mi alma. A él he levantado mi voz. Esto lo dice refiriéndose a su alma, para que pudiera levantar su voz al él con sus labios. No perdáis de vista, hermanos, que éramos gentiles, si no nosotros personalmente, sí nuestros antepasados. ¿Y qué dice el Apóstol? Bien sabéis que cuando erais paganos os dejabais llevar a los ídolos mudos67. Que diga ahora la Iglesia: Cuánto ha hecho por mi alma. A él ha levantado mi boca la voz. Cuando era un puro hombre, invocaba a una piedra, clamaba a un leño sordo, les hablaba a ídolos sordos y mudos; ahora, hecho ya imagen de Dios, ella se dirige a su Creador. Yo que le decía a una madera: Tú eres mi padre, y a una piedra: Tú me engendraste68, ahora digo: Padre nuestro que estás en el cielo69. A él levanté la voz con mi boca. Con mi boca ya, no con la boca de otro. Cuando invocaba a las piedras, en una vacía conducta, según la tradición de mis padres70, lo hacía con la boca de otro; pero cuando elevo mi voz al Señor, según lo que él me ha enseñado, según su inspiración, a él clamo con mi voz, y lo ensalzo con mi lengua. ¿Qué quiere decir: a él he clamado con mi voz, y lo he ensalzado con mi lengua? Que lo he predicado en público, y lo he confesado en secreto. No basta con ensalzar a Dios con la lengua. Debes hacerlo también en secreto, meditando en silencio lo que hablas en público. A él he clamado con mi voz y he exaltado con mi lengua. Mira cómo quiere que quede en secreto la integridad del que ofrece holocaustos pingües o medulosos. Obrad así, hermanos, imitad esto, para que podáis decir: Venid a escuchar todo lo que ha hecho por mi alma. Todo lo que él cuenta sucede por su gratuita generosidad en nuestra alma. Y ahora mirad lo que sigue diciendo.
22. [v. 18]. Si he mirado alguna maldad en mi corazón, que el Señor no me escuche. Fijaros ahora, hermanos, cuán fácilmente y a diario los hombres con vergüenza descubren los pecados de los demás: Obró mal, es un perdido, es un criminal; dice esto por amor propio ante los demás. Mira a ver si no hallas en tu corazón alguna maldad, no sea que lo que reprendes en el otro, pienses hacerlo tú, y tú protestas contra él, no porque lo ha realizado, sino porque se le ha descubierto. Vuélvete a ti; sé tu propio juez en tu interior. Procura que en lo secreto de tu aposento, en lo más íntimo de tu corazón, donde estás tú solo, y el que todo lo ve, allí te desagrade tu maldad, para que puedas agradar a Dios. No te limites a mirarla, quiero decir, con complacencia; no, mírala con desprecio, es decir, recházala, y aléjate de ella. Todo lo que prometa algún goce para arrastrar al pecado, o amenace con algún inconveniente para empujarte al mal, todo eso es nada, todo pasa; merece el desprecio, que sea pisoteado; nunca mirarlo para que lo aceptemos. Se nos sugiere esto a veces por los pensamientos, o también por las palabras de los perversos charlatanes, ya que las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres71. Tú no les hagas caso. Pero no basta con la mirada ni con la lengua; que sea también con tu corazón, es decir, no las aceptes, no las aprecies. Porque es muy corriente utilizar el término mirada en el sentido de aprecio, estima, amor: primero porque lo decimos de Dios: "Me ha mirado" ¿Es que antes no te veía? ¿O estaba mirando para arriba, y conmovido por tus plegarias volvió a ti sus ojos? Te veía antes, sí, pero tú dices: Me ha mirado, significando: Me ha querido, me ha amado. También al hombre que te está viendo, y quieres suplicarle algo, le dices, para que se compadezca de ti: Mírame. Él te está viendo, y le dices: Mírame. ¿Qué quieres decir? Fíjate, apréciame, préstame atención, compadécete de mí. Luego no dijo: Si he mirado alguna maldad en mi corazón, porque no se le haya insinuado o sugerido ninguna maldad al corazón humano. Allí se le sugieren, no cesan las sugerencias, pero se trata de no mirarlas con complacencia. Si miras la maldad, miras hacia atrás, e incurres en la sentencia del Señor en el Evangelio: Quien ponga la mano en el arado y mire hacia atrás, no es apto para el reino de Dios72. ¿Entonces qué debo hacer? Lo que dice el Apóstol: Olvidándome de lo que queda atrás, me lanzo a lo que está delante73. Todas nuestras cosas que han pasado y quedan atrás, son malas. Nadie viene a Cristo desde una vida buena: todos han pecado, y creyendo quedan justificados74. La perfecta justicia no se dará, sino en la otra vida. Sin embargo, para avanzar hacia esa meta, él nos inspira las buenas costumbres, él nos las proporciona. No andes contando, pues, tus méritos, no. Y si tienes sugerencias de alguna maldad, no las consientas. ¿Qué dice el salmo? Si he mirado la maldad en mi corazón, que el Señor no me escuche.
23. [v. 19]. Por eso me ha escuchado Dios. Porque no he mirado la maldad en mi corazón. Y ha prestado atención a la voz de mi plegaria.
24. [v. 20]. Bendito sea mi Dios, que no apartó mi plegaria, ni su misericordia de mí. Mantiene el mismo sentido de lo anterior, donde dijo: Venid, escuchad todos los que teméis a Dios, y os contaré cuánto ha hecho el Señor por mi alma75; y les dice lo que habéis oído, y al final concluye así: Bendito sea mi Dios, que no apartó mi plegaria, ni su misericordia de mí. Así llega el salmista a la resurrección, donde ya estamos nosotros en esperanza; es más, también nosotros estamos en esta invocación, y esta es nuestra voz. Así que mientras estemos aquí abajo, hagamos este ruego a Dios, para que no aparte de nosotros nuestra súplica, ni su misericordia; es decir, para que oremos con perseverancia, y él con perseverancia tenga misericordia. Hay muchos que pierden el ánimo en la oración: Mientras es una novedad su conversión, oran con fervor, después sin entusiasmo, luego se enfrían, y después con negligencia; como si estuvieran seguros de sí mismos. El enemigo está vigilando: tú duermes. El mismo Señor nos ordena en el Evangelio: Es necesario orar siempre y no desfallecer76. Y pone la semejanza de aquel juez injusto, que no temía a Dios ni le importaban los hombres, a quien suplicaba la viuda aquella un día y otro, para que le prestara atención, y movido por la pesadez de la mujer, sin dejarse doblegar por la misericordia, se dijo el malvado juez para sí: Aunque ni a Dios temo, ni respeto a los hombres, para que esta viuda deje de importunarme cada día, voy a escuchar si causa y hacerle justicia. Y dijo el Señor: Si un malvado juez hizo esto, ¿vuestro Padre no hará justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche? Os lo aseguro: les hará justicia, y pronto77. Luego no desfallezcamos en la oración. Lo que ha de conceder, aunque lo difiera, no lo rechazará. Seguros de su promesa, no desistamos de orar; y esto es un beneficio suyo. Por eso dijo el salmista: Bendito sea mi Dios, que no apartó mi plegaria ni su misericordia de mí. Cuando veas que tu plegaria no ha sido apartada de ti, estate tranquilo, porque tampoco ha sido apartada de ti su misericordia.