Comentario de Sal 17,36
1. Hermanos, atendamos a lo que hemos cantado. De donde el salmo está dicho, de allí está propuesto el salmo. Con la ayuda del Señor algo hable yo de lo que está escrito y que está reciente en voces y oídos: Tu disciplina me ha enderezado al fin y esa disciplina tuya me enseñará 1. Buscamos, en efecto, a qué fin somos dirigidos, qué disciplina es la que nos dirige y cuál es la doctrina de esta cosa. Queremos ser dirigidos y tal vez inquirimos a dónde somos dirigidos. Hemos oído: al fin. Ahora bien, cuando se dice fin, este vocablo tiene que ver o con la consunción o con la consumación. La consunción hace no existir, la consumación hace estar ultimado. Se acaba el alimento comiendo, se acaba un vestido tejiendo. Comiendo se acaba el alimento, de forma que no existe; tejiendo se acaba el vestido, de forma que está ultimado. Sin duda, pues, buscamos ser dirigidos a un fin tal que nos ultime, no por el que sea consumido.
2. ¿Cuál es, pues, ese fin, y cuál la disciplina? El fin es Cristo, la disciplina es la Ley. Oye al Apóstol: Fin de la Ley es Cristo, para justicia a favor de todo el que cree 2. Esto, pues -por decir ya y exponer yo clarísimamente lo que hemos cantado-, o sea, Tu disciplina me ha enderezado al fin 3, significa lo mismo que «Tu Ley me ha dirigido al fin»: tu Ley me ha enderezado a Cristo. Tienen la Ley los judíos, pero no los ha enderezado al fin. En efecto, vinieron al fin porque vieron a Cristo; pero, tropezando contra la piedra 4 final pasaron al lado opuesto, tropezando contra Cristo se derrumbaron y cayeron fuera del fin, pues reprobaron 5 a ese al que debieron llegar. Por eso, para quienes no creen, ese fin mismo vino a ser piedra de traspié; para los creyentes, piedra angular: Para vosotros, asevera el apóstol Pedro, que habéis creído 6, la piedra 7 que reprobaron los edificadores, ésta vino a ser cabeza de ángulo; en cambio, para quienes no creen, piedra de traspié y roca de tropiezo 8.
3. Sabemos quién es el fin; el domingo pasado he dicho ya qué significa ser dirigido al fin. En efecto, ser dirigido al fin es venir a Cristo, esto es, creer en Cristo. ¿Acaso ha de repetirse frecuentísimamente lo mismo? En efecto, se os ha de aconsejar, no se os ha de abrumar, aunque deciros a vosotros lo mismo ciertamente no me da pereza; en cambio, para vosotros es seguro 9. Expuse, de hecho -por esos que, por suponer que creyendo serán salvos y que viviendo mal no van a perecer, suponen que les basta creer y aman vivir mal-, expuse, pues, que entre la fe de los cristianos y la fe de los demonios debe haber esta diferencia, porque también ellos creen: dijeron a Cristo sabemos 10 quién eres 11. Creyeron que es el Cristo, pero no creyeron en Cristo. ¿Por qué, pues, se distingue quien cree que es el Cristo, de quien cree en Cristo? Porque todo el que cree en Cristo, lógicamente cree sin duda que es el Cristo; en cambio, no se sigue que crea en Cristo quien cree que es el Cristo. Ahora bien, el Hijo de Dios ha definido toda la obra de Dios, de forma que dijo: Esta es la obra de Dios: que creáis en ese al que él ha enviado 12. ¿Con qué fin, sino él en persona? No busques un fin fuera de su persona, no sea que buscando un fin fuera de su persona seas consumido, no quedes consumado. En efecto, ¿qué es un fin, sino a donde queremos llegar, mantenernos firmes y no buscar más? En realidad, si vienes pero aún buscas, todavía no has llegado al fin. Llegar, pues, al fin es llegar allí donde digas: «Basta».
4. Como Felipe supusiera que esa realidad es el Padre solo, y dijese: Señor, muéstranos al Padre y nos basta 13, el Señor le muestra que el fin es Dios, pero el Dios Trinidad. Por ende, cuando dices «El fin es Cristo» 14, no separas de ahí a Dios Padre ni, cuando dices «El fin es Dios Padre», separas de ahí a Cristo. El que quiso como separar, por haber supuesto que Cristo es sólo lo que conocía con los ojos, gozoso asevera: Muéstranos al Padre, y nos basta. ¿Qué significa «nos basta»? Allí está el fin del deseo, nada ulterior requeriremos, allí estará nuestra saciedad, allí diremos: «Basta, nada más quiero». ¿Por qué esto? Porque ya te conocemos, muéstranos al Padre, ya que, cuando te vemos, mas a él no le vemos, no nos basta. Gozamos porque te vemos, pero muestra su persona y nos basta: nada más requeriremos. Y el Señor a aquél, porque él en persona es el fin y porque también él en persona es saciante, para retirarle lo que suponía -pues suponía que él no veía al Hijo de Dios cuando veía la forma de esclavo 15-, pregunta a Felipe: Tanto tiempo estoy con vosotros ¿y no me habéis conocido? 16. Cuando buscas el fin y no ves lo que ves, por eso, sí, buscas el fin porque no ves que el fin está apostado ante ti. ¿No crees -pregunta- que yo estoy en el Padre y el Padre en mí? 17
5. A esto exhorto también yo mediante la lectura que sigue, la que hoy se ha públicamente del evangelio: Ésta es la voluntad del Padre: que, quien viere al Hijo y creyere en él, tenga vida eterna. Y yo lo levantaré en el último día 18. Buscabas el fin: ¿buscas algo más que la vida eterna? Ésta es la voluntad del Padre: que, quien viere al Hijo y creyere en él, tenga vida eterna. Y yo lo levantaré en el último día 19. ¿Qué diré, hermanos míos? ¿Qué ojos buscamos para esta visión? Ved, en efecto, otra definición que hoy ha de ser mostrada, similar ciertamente a la pretérita, de la que ya he hablado: Ésta es la obra de Dios: que creáis en ese a quien él ha enviado 20. Y aquí ¿qué asevera? Ésta es la voluntad del Padre 21, como si dijese Ésta es la obra de Dios, ya que, quien hace la obra de Dios hace la voluntad de Dios. Ésta es la voluntad del Padre: que, quien viere al Hijo y creyere en él, tenga vida eterna. Dos cosas ha dicho. Ésta es la obra de Dios: que creáis en ése a quien él ha enviado 22. Mas aquí ha añadido: el que viere y creyere 23. Vieron los judíos, pero no creyeron; tuvieron una cosa, faltó la otra; sin la otra ¿cómo pudieron llegar a la vida eterna? Si, pues, esos que vieron no llegaron porque no creyeron 24, nosotros, que hemos creído 25, mas no hemos visto -si merecen la vida eterna esas dos cosas, ver y creer, y esos a quienes falta una no llegan a la paga de la vida eterna- ¿qué haremos? Una faltó a los judíos, la otra nos falta a nosotros. Tuvieron el ver, pero les faltó creer. Nosotros tenemos el creer, mas nos falta ver. Verdaderamente, en cuanto que tenemos el creer, mas nos falta ver, el Señor en persona nos ha felicitado en profecía porque, cuando Tomás, uno de los Doce 26, palpó la cicatrices, examinándolas.