La limosna
El rico y el pobre —dice— se encontraron en el camino; el Señor es el creador de ambos2. Así, pues, hermanos, como está escrito: El rico y el pobre se encontraron en el camino. ¿En qué camino sino en esta vida? ¡Ea, rico, oprimido por cargas, alíviate dando a los pobres lo que adquiriste con tus fatigas! Da algo a quien no tiene3, puesto que también tú careces de algo. ¿Acaso tienes la vida eterna? Da, pues, de lo que tienes para adquirir lo que no tienes. Llama el mendigo a tu puerta; llama también tú a la puerta de tu Señor4. Dios hace contigo, su mendigo, lo que haces tú con el tuyo.
Da, por tanto, y se te dará5; pero si no quieres dar, ¡allá tú! Clama el pobre y te dice: «Te pido pan, y no me lo das; tú pides la vida, y no la recibes. Veamos quién de nosotros sale más perjudicado: yo, que me veo privado de un bocado, o tú, que te verás privado de la vida eterna; yo, que soy castigado en el estómago, o tú, que lo eres en el alma; por último, yo, que ardo de hambre, o tú, que has de ser torrado en el fuego y entregado a llamas que no conocen término»6. Ignoro si la soberbia del rico podrá dar respuesta a estas palabras del pobre. Da —dice el Señor— a todo el que te pida7. Si a todos, ¡cuánto más al necesitado y al mísero, cuya flaqueza y palidez están mendigando, cuya lengua calla, a la vez que piden limosna su flacidez y gemidos!
Escúchame, ¡oh rico!, y sea de tu agrado mi consejo. Redime tus pecados con la limosna8. No guardes avariciosamente el oro; desnudo saliste del seno de tu madre, desnudo has de volver a la tierra9. Y si has de volver desnudo a la tierra, ¿para quién atesoras en ella? Pienso que, si pudieses llevarte algo de ella, hubieses devorado hombres vivos. He aquí que has de salir desnudo; ¿por qué no das de tu dinero acumulado justa o injustamente? Mándalo delante adonde has de ir tú; haz el traslado de las cosas perecederas para llegar al reino de los cielos.
Si dieras a un hombre diez sólidos por los cuales te devolviera después cien, ¡cuál sería tu alegría, cómo exultaría de gozo tu alma! Si te producen gozo los intereses, presta a tu Dios. Da a tu Señor de lo suyo, y te lo devolverá con intereses multiplicados. ¿Quieres saber por cuánto lo va a multiplicar? A cambio de un bocado, de una moneda, de una túnica, recibes la vida eterna, el reino de los cielos, la bienaventuranza sin fin. Compara el valor del bocado con la vida eterna, con las riquezas sempiternas. No hay comparación. Das tierra y recibes a quien hizo el cielo y la tierra. Él es nuestro premio, sin el cual el rico es un mendigo y con el cual el pobre es extremadamente rico. Pues ¿qué tiene el rico si no tiene a Dios? ¿Qué no tiene el pobre si tiene a Dios?
Por tanto, hermanos, como centinela del pueblo10, habiendo dicho esto y habiéndoos exhortado, yo me encuentro libre, me lavo las manos, cumplo con mi deber. Hay quien os pida cuentas y examine lo que habéis hecho. Ved que habéis gemido. Por tanto, ya estáis dispuestos a dar limosna. Gracias a Dios. El Señor, que os dio entenderlo, es poderoso para concederos el fruto de la limosna.