Sermón sobre un justo
1. Hoy celebramos la memoria de un justo. Por tanto, mi ministerio es deudor ante Vuestra Caridad de un sermón para decir algo acerca de lo que, con el consentimiento del Señor, hemos cantado con el corazón y la boca. El justo permanecerá en el recuerdo eterno; no temerá oír algo malo1. Este salmo se nos ha leído para recordarnos en bien de quién se celebra esta festividad. En efecto, del hecho de que la santa Iglesia celebra cada año los últimos días de quienes abandonan este mundo en justicia y santidad, no se sigue que se aumente el honor a los justos, sino que se nos propone a nosotros un ejemplo que imitar.
2. En efecto, si despreciamos el recuerdo de los justos, es que no los amamos y los consideramos muertos para los muertos. ¡Lejos de nosotros el parecernos a aquellos saduceos, sobre quienes escuchamos cuando se leyó el evangelio que no creen en la resurrección de los muertos ni piensan que haya algo después de esta vida. Ellos propusieron al Señor el caso de los siete varones que tuvieron una sola mujer, uno después de otro. Cuestión con la que turbaron a los judíos, pero no a los cristianos, puesto que no lograron dejar convicto a Cristo, antes bien quedaron convictos por él. ¿Quiénes, pues, se sienten turbados por tal cuestión? Quienes piensan que los muertos resucitan para vivir después de idéntica manera a como viven en este mundo. Por eso dijeron: «Murieron todos los hermanos, que habían tenido todos ellos la misma mujer, que murió después de todos: ¿de cuál de ellos será mujer en la resurrección?2». Los judíos se llenaban de turbación. ¿Por qué? Porque esperaban una vida carnal para después de la resurrección. Se llenaron de turbación los judíos, pero no aquel a quien dieron muerte los judíos, y por ello Cristo solucionó el problema para que los cristianos no se sintiesen turbados por él. Escuchemos, por tanto, la respuesta de nuestro maestro. Dice, en efecto: Estáis en error, por desconocer las Escrituras y el poder de Dios. En la resurrección, nadie tomará marido ni mujer, pues serán como ángeles en el cielo3. ¿Por qué, pues, esperáis saber de cuál de ellos será mujer donde nadie tendrá mujer? La mujer es necesaria en el ámbito humano para que nazcan los que han de vivir sucediendo a los que han de morir. Allí, en cambio, ¿qué necesidad habrá de cónyuge, donde no habrá necesidad de descendencia? ¿Qué necesidad habrá de que nazcan hijos allí donde los padres no mueren, donde todos tienen un único padre, al que no pueden echar fuera? Puesto que para la resurrección se nos ha prometido que seremos iguales a los ángeles en los cielos, el justo vivirá en tal recuerdo eterno y no temerá oír algo malo4. En qué recuerdo eterno vivirá está claro, pero no lo está qué cosa mala no temerá oír. Es conveniente, por tanto, que os recuerde lo que sabéis al no oír lo que ignoráis. Ahora voy a mencionarlo, y todos reconoceréis qué cosa mala no temerá oír el justo.
3. El justo vivirá en el recuerdo eterno. Recuerdo eterno en que vive ahora el alma del justo en el reposo de los santos, apartada y separada de todos los tormentos y tinieblas de los impíos; pero al final del mundo, una vez recuperado el cuerpo, no ya mortal, sino inmortal; no animal, sino espiritual, el que se siembra en deshonra y resucitará en gloria5, será igual a los ángeles de Dios6 y en ese recuerdo eterno se hallará el justo7. Pero ¿qué cosa mala no temerá oír?8 Escuchadlo también, y obrad de forma que tampoco temáis oír nada malo. Jesucristo nuestro Señor, que no puede engañarse y a quien nadie engaña, dice: Cuando venga el hijo del hombre en su gloria, reunirá en su presencia todos los pueblos, y separará como un pastor las ovejas de los cabritos; las ovejas las pondrá a la derecha y los cabritos a la izquierda9. Menciona las obras buenas de los unos y reprocha las malas a los otros. Para no alargarme, dirá a los que están a su derecha: «Venid, benditos de mi Padre; recibid el reino, preparado para vosotros desde el comienzo del mundo».10. En este recuerdo eterno se hallará el justo. ¿Qué dirá a los de la izquierda? Id al fuego eterno, que está preparado para el diablo y sus ángeles11. Esta es la mala noticia que el justo no temerá oír. Elijamos, pues, mientras vivimos, el lugar en que hemos de estar después de la muerte. El justo juez dará los premios según los méritos de cada uno. Vigilemos, por tanto, en cuanto podamos por don suyo, para poder tener como abogado al mismísimo Hijo de Dios, juez de todos.