En el natalicio de los mártires
1. Este es el grito de todos los buenos fieles cristianos y, sobre todo, de los gloriosos mártires: Si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros?1 Bramaba el mundo contra ellos, los pueblos tramaban vanas acechanzas y los príncipes hacían alianzas; inventaban nuevas torturas y la crueldad se las ingeniaba para hallar suplicios increíbles. Se les cubría de afrentas, eran acusados de falsos crímenes, encerrados en cárceles insoportables, se les rasgaba el cuerpo con garfios, perecían a espada, eran arrojados a las fieras, se les entregaba al fuego, y aún decían los mártires de Cristo: Si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros? Está todo el mundo en contra de vosotros. ¿y decís: Quién contra nosotros? Ellos te responden: «¿Y qué es el mundo entero si morimos por quien hizo al mundo?». Digan, díganlo; escuchémosles, digámoslo nosotros con ellos: Si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros? Pueden maltratarnos, pueden maldecirnos, calumniarnos, llenarnos de afrentas infundadas; pueden, para acabar, no solo hacer que perezca el cuerpo, sino también despedazarlo; pero ¿qué harán? He aquí que Dios es mi auxiliador, y el Señor quien recibe mi alma2. Dime, bienaventurado mártir: te están despedazando el cuerpo, ¿y afirmas que nada de eso te incumbe? —Lo dije. —¿Por qué? Dinos el porqué. —Porque el Señor es quien recibe mi alma. Mi cuerpo es restablecido mediante mi alma. No perecerá ni un cabello, ¿y perece mi cabeza? Ni un cabello mío perecerá. Pero tu cuerpo es despedazado por los perros. ¿Y a mí qué? Aunque mi cuerpo sea destrozado por los perros, es resucitado por el Señor. El mundo da muerte a mi cuerpo, pero el Señor es quien recibe mi alma. Y si el Señor es quien recibe mi alma, ¿qué me daña el que el mundo dé muerte a mi cuerpo? ¿Qué he perdido? ¿Qué me han quitado? Si el Señor recibe mi alma, él restablecerá también mi cuerpo. Si mi enemigo despedazara todos mis miembros, ¿qué me puede faltar, si el Señor cuenta todos mis cabellos? Cristo, exhortando a sus mártires, para que no temiesen a los enemigos perseguidores, dijo: Todos vuestros cabellos están contados3. ¿Voy a temer, pues, que sufran daño mis miembros si tengo asegurado hasta el número de mis cabellos? Digamos, pues, digamos desde la fe, digamos en la esperanza, digamos con encendida caridad: Si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros?
2. He aquí que tienes contra ti al rey, ¿y dices: Quién contra nosotros?4 Tienes contra ti al pueblo entero, ¿y dices: Quién contra nosotros? ¿Cómo lo pruebas, oh mártir glorioso? ¿Cómo me demuestras lo que dices: Si Dios está con nosotros, quién contra nosotros? Es evidente que, si Dios está con vosotros, se puede preguntar: «¿Quién contra vosotros?». Pero pruébame que Dios está con vosotros. ¿Es que no lo pruebo, entonces? Ved que os lo enseño: Quien no perdonó a su propio hijo, sino que lo entregó por todos nosotros5.Escuchasteis la continuación del texto cuando se leyó al apóstol. De hecho, después de haber dicho: Si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros?, como si se le dijese: «Prueba que Dios está con vosotros», adujo al instante una gran prueba, sacó al estrado al Mártir de los mártires, al Testigo de los testigos, es decir, al Hijo a quien el Padre no perdonó, sino que lo entregó por todos nosotros. Con eso probó el apóstol que había hablado verdad: Si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros? Dios, que no perdonó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no va a darnos con él todas las cosas?6 Si con él nos dio todas las cosas, se nos dio también a sí mismo. ¿Me van a aterrorizar los bramidos del mundo a mí, que se me ha dado el artífice del mundo? Alegrémonos de que se nos haya dado a Cristo y no temamos a ningún enemigo de Cristo en este mundo. Ved quién es, en efecto, el que se nos ha dado: En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios7. Esa Palabra es Cristo, el Hijo unigénito de Dios, coeterno a quien lo engendró. Por ella fueron hechas todas las cosas8. ¿Cómo no nos iba a dar todas las cosas hechas por él, si se nos dio a sí mismo, por quien todo fue hecho? Y para que sepáis que es él mismo: La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros9. Desea y pide que te sea concedida la vida de Cristo, y hasta que llegues a ella ten como garantía la muerte de Cristo. Al prometernos que él había de vivir con nosotros, no pudo ofrecernos garantía mejor que el morir por nosotros. «He sufrido —dice— vuestros males; ¿no voy a daros en cambio mis bienes?». Hizo la promesa, dejó una fianza y dio una garantía, ¿y todavía dudas si creer? Hizo la promesa cuando caminaba aquí en compañía de los hombres; dejó la fianza en el evangelio escrito. Ante su garantía dices cada día: «Amén». Has recibido la garantía, cada día se te dispensa; no pierdas la esperanza tú que vives en virtud de esa fianza.
3. ¿O acaso se hace una injuria al Hijo unigénito cuando se dice que nos ha sido donado para ser nuestra posesión futura? Ciertamente lo ha de ser. Si alguien te regalase hoy una finca frondosa y fértil donde te gustase habitar siempre por su frondosidad y donde te pudieses sustentar fácilmente por su fertilidad, ¿no aceptarías el regalo y se lo agradecerías a quien te la da? Nosotros hemos de permanecer en Cristo. ¿Cómo no va a ser nuestra posesión él, en quien permaneceremos y de quien viviremos? Dígalo también la Escritura para no dejar la impresión de que, apoyándonos en nuestras conjeturas, hemos dicho algo contra la enseñanza de la palabra de Dios. Escucha lo que le dice alguien que sabía que, si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros?10 El Señor —dice— es la porción de mi herencia11. No dijo: « ¡Oh Señor!, ¿por qué me das algo como herencia? Cualquier cosa que me des es vil. Sé tú mi herencia; yo te amo, te amo todo entero: con todo mi corazón, con toda mi mente y con toda mi alma te amo12. ¿Qué tendré, cualquier cosa que me des, fuera de ti?» Esto es amar a Dios gratuitamente, esperar a Dios de manos de Dios, apresurarse a ser llenados de Dios y saciarse de él. Él, en efecto, es suficiente para ti; fuera de él, ninguna otra cosa lo es. Bien sabía esto Felipe cuando le decía: Señor, muéstranos al Padre, y nos basta13. ¿Cuándo tendrá lugar lo que el apóstol anuncia para el final: De forma que Dios sea todo en todos?14 Él será para nosotros todo aquello que aquí deseamos fuera de él y por lo cual le ofendemos con frecuencia. Cuando Dios sea todo en todos, él será para nosotros todo. Pecas contra Dios para comer, para vestirte, para vivir, para recibir honores. ¿Cuándo acabaré de mencionar todo? No peques contra Dios por estas cosas. ¿Pecas contra Dios por el alimento? Dios será tu alimento eterno. ¿Por causa del vestido? Dios te ha de vestir de inmortalidad. ¿Por causa de los honores? Dios será tu honor. ¿Por el amor a la vida temporal? Dios será para ti vida eterna. No peques contra él por nada. Debes amarle gratuitamente, puesto que él puede saciarte en sustitución de todas las cosas.
4. No dejes de gritar a Dios, puesto que él puede librarte de tus pecados. Sentid preocupación, hermanos, y pensad siempre en el día de vuestra muerte, puesto que la oración diaria equivale a una diaria purificación. Precaveos de los pecados que conducen a la muerte. Mantened la fe en la Trinidad; mantened firmemente la encarnación y resurrección de Cristo por nosotros; no dudéis que ha de venir como juez de vivos y muertos. Que nadie sea homicida, fornicario, ladrón o testigo falso. Cuando te duele la cabeza no busques a uno en trance, a un hechicero, a un encantador, a quien busca remediar los males con amuletos sacrílegos. Huye de estas cosas y cuando las hayas despreciado no tendrás miedo a morir. —Temo morir, porque me causan miedo mis pecados. —Entonces deja ya de pecar. —Pero no puedo vivir sin pecar. —En ese caso, deja de vivir para dejar de pecar. Mientras estás en vida, perdóname mis deudas. Pues, una vez que hayas muerto, ¿pecarás acaso? Dios que acoge a esta persona que sale la purifica si sale orando.
5. Mas ¿qué puedo decir de los mártires? ¡Cuán grande fue la seguridad que se les dio! Ni siquiera les importaba el despedazamiento de sus miembros. Se preocupa del número de los cabellos15, ¿y no se preocupa en el momento de la resurrección de la integridad de los miembros? Confiesa, pues, a Cristo. Elige una de las dos cosas. —¿Quieres que te confiese Cristo ante su Padre? —Sí, respondes. Entonces confiesa también tú a Cristo ante los hombres16. En efecto, los santos mártires no presumieron de sí mismos, sino que pidieron socorro a Cristo. Por eso también vencieron. Escucha la voz de los que no presumen de sí mismos; es la voz de los santos mártires: Si el Señor no hubiera estado en nosotros; que lo diga ahora Israel: Si el Señor no hubiera estado en nosotros cuando los hombres se levantaron contra nosotros, quizá nos hubiesen tragado vivos17. Dicen los mártires: Si el Señor no hubiera estado con nosotros, si él no nos hubiese ayudado, si él no hubiese afianzado nuestro corazón en la fe, si no nos hubiese donado la paciencia, si no hubiese otorgado fuerzas a los combatientes, quizá nos hubiesen tragado vivos18. ¿Qué significa nos hubiesen tragado vivos? Así como conocemos a Cristo, como sabemos que sufrió la pasión y que resucitó, como sabemos que ha de venir a juzgar a vivos y a muertos, así, si él no nos hubiese ayudado, nos hubiesen tragado. Llama vivos a quienes conocen lo indicado. Un caso distinto es el de quien desconoce a Cristo. Este es tragado, puesto que no cree que él es el salvador; es tragado, pero estando muerto. En cambio, quien cree que Cristo es el salvador y lo niega es tragado vivo. Lo sabe como quien está vivo porque lo sabe, y sabiéndolo perece. Niega a Cristo y da la impresión de que no perece. Pero es sobre todo entonces cuando perece. He aquí que negaron a Cristo, y se vieron libres de las cadenas, de las cárceles. Decidme: «¿Perecieron o no perecieron?». Dirijo mi pregunta a la fe del corazón, no a los ojos de la carne. Veis que existe un no perecer que es perecer y un perecer que no es perecer. Por eso se dijo: Quien encuentre su alma, la perderá19. Perdiéndola, no la pierde, y, si no la pierde, entonces la pierde más. —¿Por qué niegas a Cristo, tú que te alegras ahora de verte libre de las cadenas? —Temí por mi alma, respondes. Me iba a matar. Por eso le negué. Miré por mi alma, para no perderla. —Más la has perdido así; has sido tragado vivo. Si hubieras temido, no la habrías perdido.—¡Necio! Temiste por tu cuerpo, no por tu alma. ¿No has escuchado a quien dijo: No temáis a quienes matan al cuerpo, mas nada pueden hacer al alma?20 Ni siquiera miraste por tu cuerpo, puesto que, en el día del juicio, los cuerpos arderán junto con las almas. Temiste que el perseguidor diera muerte a tu cuerpo. He aquí que por haber negado a Cristo no te dio muerte. Alejaste de ti al perseguidor negando a Cristo. Aleja la fiebre, si puedes. He aquí que llegará, que subirá más y más, que te arrojará del cuerpo. ¿Adónde irás tú una vez abandonado el cuerpo? Pero, como había comenzado a decir, ni siquiera por tu cuerpo mismo miraste. De hecho, mientras tu alma se consume y se abrasa en la tortura del fuego, tu cuerpo se pudre y se convierte en cenizas. «Los mártires —dice— ¿no fueron hombres? También sus cuerpos se convierten en cenizas». Mas, cuando llegue la voz del cielo, resucitaréis los dos. Sale el mártir, sales también tú. Pero fíjate en el sujeto y en el lugar: adónde va él y adónde tú. Ciertamente en el hecho de resucitar no hay distinción; mas quienes hicieron el bien saldrán para la resurrección de la vida, y quienes obraron el mal, para la resurrección de la condena21. «¿De qué condena? ¿De qué suplicio?». Escucha al profeta Isaías: Su gusano no morirá y su fuego no se extinguirá22. Si no te enmiendas en vida, mira adonde irás al resucitar: al fuego, a las llamas, donde el fuego no se extinguirá y el gusano no morirá. ¿Qué temiste? ¿a causa de qué temiste? Del cuerpo. Mira que a ese cuerpo se le pegará la gehenna del fuego y el gusano. Estás viendo cómo, al temer por él, ni siquiera por él miraste. No temas y teme. No temas que el perseguidor haga salir de aquí a tu alma. No temas la muerte de tu cuerpo. No temiste por tu alma y miraste por tu cuerpo. Dios será quien reciba a tu alma y a tu cuerpo; él te restituirá tu alma y restaurará tu cuerpo.