Sobre el mártir Esteban
Ciertamente, mi preocupaciónes vuestra edificación, y mi gozo, vuestra salud; salud tanto temporal como eterna. Como dijo el apóstol, se nos ha prometido la salud para la vida presente y para la futura. Pero la salud actual la da Dios tanto a los hombres como a los animales, tanto a los buenos como a los malos. Esta salud temporal la despreciaron los mártires por la eterna. No dudo que sentís gozo por mi salud; también yo lo siento por vuestra salud en Cristo. Pero esforzaos para que también en aquel día pueda gozar con vosotros, pues lo que dice el apóstol respecto a su plan tan grandioso y amplio que apenas seguimos sus huellas, eso es lo que nos decía a nosotros, a quienes edificaba, al afirmar: Mi gozo y mi corona1 sois vosotros. Por tanto, todos los que progresan en Cristo como resultado de mis fatigas constituyen mi gozo y mi corona, porque mi función es dispensar fielmente no mi dinero, sino el dinero del Señor; lo que os corresponde a vosotros es recibir los grandes dones con interés y esmero. En efecto, yo puedo ser dador, pero no exactor; pero dador no de algo mío, sino de algo que es de Dios, de lo que vivo yo también. La razón es que todos pertenecemos a una gran casa y todos tenemos un solo padre de familia. Tiene una gran despensa, de la que podamos vivir vosotros y yo. Solamente hemos de pedirle que haga desaparecer el hastío; pedirle que nos dé primeramente el sentir hambre, y luego que nos conceda el pan. De donde yo vivo, de allí saco mis palabras; sirvo aquello de lo que me alimento yo mismo. En verdad, soy pobre como vosotros; nuestras riquezas son comunes: nuestro Señor. La vida de todos nosotros es la vida eterna y feliz. Por tanto, quien se gloríe, que se gloríe en el Señor2.