SERMÓN 313 G

Traductor: José Anoz Gutiérrez, o.a.r.

Sermón de san Agustín en el natalicio del mártir Cipriano

1. Doy gracias al Señor, Dios nuestro, porque se ha dignado concedernos a mí y a vosotros que yo pase con vosotros este día. En devotísima asamblea celebramos la fiesta de un mártir preclarísimo. Ornato de la confesión, guía de los africanos y doctor de la Iglesia, mártir totalmente auténtico y sincerísimo, preceptor.4 y asimismo guía pues enseñó lo que iba a hacer [e] hizo lo que había enseñado, a muchos envió ante sí con el consejo, a muchos ha arrastrado en pos de sí con el ejemplo. Pero ¿quién ha hecho en él esto, sino quien le ha hecho [a él]? En efecto, Dios lo hizohombre y fiel y mártir: hombre cuando lo creó, fiel cuando lo llamó, mártir cuando lo coronó. A tales mártires los veneramos sin escrúpulo, pues muy claros y evidentes para todos son los sufrimientos que por el Señor soportaron hasta el final. También este bienaventurado Cipriano fue enviado cual oveja en medio de lobos: con la palabra censuraba a los lobos y cual pastor respondía de las ovejas y por las ovejas derramaba la sangre. Mantuvo la simplicidad de la paloma y la astucia de la serpiente1: gracias a la simplicidad de la paloma, a nadie dañó; gracias a la astucia de la serpiente, la cabeza propia custodió. Cuando se mata a las serpientes, en vez de la cabeza, gracias a la cual viven, exponen todos los anillos de los miembros y con gran afán la conservan. ¿Cómo conservó san Cipriano la cabeza? La cabeza del marido es Cristo2; conservó, pues, la cabeza cuando, expuesto su cuerpo a los perseguidores, no negó a Cristo [...].

2. Entusiasmados, alegres, celebremos la sinceridad de la devoción, bástenos, hermanos! ¡No persigamos con copas a los mártires que los paganos persiguieron con piedras! Por favor de Dios veo lleno del entusiasmo de vuestra asamblea este lugar. ¿Acaso ahora mismo no comemos —¡no interroguéis a los vientres, sino a las mentes!—, acaso ahora mismo no bebemos? Nuestra comida y bebida debe ser la del hombre interior, pues el hombre exterior, embotado, oprime al interior, en razón de lo cual el Señor asevera «No se emboten vuestros corazones con la crápula y la ebriedad»3, porque la ebriedad llena los cuerpos y embota los corazones. ¡Cuánto debemos evitar esto, pues celebramos los aniversarios de los mártires! Efectivamente, estos, para llegar a las coronas, despreciaron cosas tales, cuales esas que, como [si fuesen] vivamente deseables, se celebran ahora, cuando disponen celebrar las fiestas de ellos. Por cierto, si amamos a los mártires ¡sigamos las huellas de los mártires! Imitad a quien amáis; el fruto del amor es este: la huella de la imitación.