Tenido en Cartago in Mappalibus, es decir, en la Basílica del bienaventurado mártir Cipriano durante la vigilia del día de su natalicio
1. En la casa de Dios, hablo a Vuestra Caridad sobre lo que el presente salmo me ha indicado: quién es el que dice: He preparado una lámpara a mi Cristo. Cubriré de confusión a sus enemigos, pero sobre él florecerá mi santificación1, cuál es esa lámpara que ha preparado a su Cristo y quiénes son sus enemigos, a los que cubrió de confusión con ella; cuál la santificación; quién preparó la lámpara para su Cristo, que florecerá sobre su Cristo. De hecho, entre todas estas palabras, sólo una cosa parece clara y evidente: lo que dice: a mi Cristo, pues no ha de pensarse en otro más que en Cristo, Señor y Salvador nuestro. Así, pues, escrutando con atención, en cuanto me lo concede Dios, la profundidad de lo en ellas significado, he averiguado que esto lo dice Dios Padre. Es, por tanto, Dios Padre, es decir, la persona de Dios Padre, quien dice por boca del profeta: He preparado una lámpara a mi Cristo. Que el Hijo de Dios y el Cristo de Dios son la misma persona, no es necesario exponerlo a cristianos. Descubierta, pues, la persona que habla, veamos cuál es la lámpara preparada por Dios Padre para su Hijo el Cristo. El Señor mismo dice de Juan Bautista: Él era la lámpara que ardía y alumbraba, y vosotros quisisteis gozar un instante de su luz2. Llamó lámpara a Juan, lámpara encendida en la fuente de la luz3 para dar testimonio de la verdad4. En tal ceguera y en tal debilidad del ojo interior yacían los hombres que, sirviéndose de la lámpara, buscaban al sol de justicia. Pues si alguien tuviera limpio el ojo del corazón, vería al sol mismo directamente y no buscaría la lámpara como testimonio en favor de él. Habiendo dicho de aquella lámpara: Vosotros quisisteis gozar un instante de su luz, dice: Pero yo tengo un testimonio mayor que Juan5. La lámpara, pues, se ha encendido en la noche para los débiles. ¿Y cómo la encendió? El Padre dice a Cristo, su Hijo, refiriéndose a Juan: He aquí que envío mi ángel ante ti, quien preparará el camino delante de ti6. Preparó una lámpara a su Cristo.
2. ¿Cómo cubrió de confusión a sus enemigos por medio de la lámpara misma? Considerad antes lo que he dicho, a saber: que la lámpara fue encendida en la fuente de la luz. Lo atestigua el mismo Juan: Nosotros —dice— hemos recibido de su plenitud7. Tanto destacaba Juan por su excelencia, que fue considerado no ya como el precursor de Cristo, sino como el mismo Cristo. Si él hubiese sido una lámpara apagada o ennegrecida por el humo de la soberbia, cuando los judíos enviaron a él una embajada y se le preguntó: Tú, ¿quién eres?8. ¿Eres el Cristo, o Elías, o el Profeta?9, hubiese respondido: «Lo soy». Habría hallado el momento oportuno para su jactancia al atribuirle el error de los hombres, espontáneamente, un falso honor. ¿Acaso hubiera tenido que esforzarse en convencerles de lo que se anticipaban a decirle quienes le preguntaban? Pero un humilde fue enviado a preparar el camino al excelso; por eso era amigo del novio: porque era siervo que reconocía al Señor. Y dice: «Yo soy la voz del que clama en el desierto: ?Preparad el camino al Señor. Haced rectos sus caminos?10. Yo no soy ni el Cristo, ni Elías, ni el Profeta». Y ellos: «¿Quién eres entonces?»11. ¿Qué les respondió? «Yo soy la voz del que clama en el desierto: Preparad el camino al Señor?12. Esto ya lo había predicho Isaías13. A quién se refería su profecía, se entiende a partir de aquí. Esto lo habéis leído en Isaías —digo— y quizá, una vez leído, ignorasteis de quién se decía; de mí lo decía». ¡Cuánto se abaja quien era ensalzado tanto que lo consideraban el Cristo! Ved cuánto se abaja. «Yo —dice— os bautizo ciertamente en agua; pero quien viene detrás de mí es mayor que yo14)». Y podría decirse que es bastante mayor que yo. Dice que es mayor que él. —Di ¿en qué medida es mayor? —No soy digno —responde— de desatar la correa de su calzado15.
3. A partir de aquí, colegid ya el plan en virtud del cual Juan fue enviado antes de Cristo. Veis en qué medida es menor y en qué medida confiesa que Cristo es mayor: hasta el punto de considerarse indigno de desatar la correa de su calzado16. ¿Cuál es la grandeza de este que se considera indigno de desatar la correa del calzado del otro? ¿Cuál es la medida de su grandeza? ¿A quién preguntamos? Si preguntamos al mismo Juan por su grandeza, no la encontraremos, pues se humilla y nada —ni lo que es verdad— dice de sí jactándose de ello. ¿De boca de quién podemos escuchar la grandeza de este Juan que no es digno de desatar la correa del calzado de quien era tenido por un hombre? Preguntémoselo al Señor mismo y digámosle: «Señor, Juan dio de ti un gran testimonio, y como destacaba tanto entre los hombres que algunos lo consideraban el Cristo, le preguntaron quién era él, y respondió que no era el Cristo, que vendría otro mayor que él, y tan mayor que él no era digno de desatarle la correa de su calzado». Como lámpara fiel habló de la excelencia de tu luz. Esto es lo que dijo Juan de ti. Veamos quién es el que ha dicho eso de ti, cuál es la grandeza de quien tanto se humilló ante ti confesando que eres mucho mayor que él. ¿Quién es él? Él dijo de ti lo referido; dinos tú algo acerca de él». Escucha lo que dice el Señor acerca de Juan: Entre los nacidos de mujer no ha surgido nadie mayor que Juan Bautista17. Mas ¿qué dice? Pero quien es menor, es mayor que él en el reino de los cielos18. Se indica a sí mismo; Dios no es arrogante cuando encarece su grandeza. ¿Qué significa: quien es menor? Quien es posterior en edad y mayor en majestad. Más joven que Juan es Cristo el Señor, pero en lo que se hizo por nosotros, no en lo que nos hizo. El que nació después de Juan escucha que el Padre le dice: Yo te he engendrado no antes de Juan, no antes de David ni antes de Abrahán, sino antes de la aurora19 . Si, pues, ha condescendido en algo con nuestra debilidad, de forma que al día lo precedió la lámpara, y se dio crédito a lo que dijo la lámpara sobre el día, ¡cuánto más ha de creerse lo dicho por el día sobre la lámpara, a saber: que entre los nacidos de mujer no ha surgido nadie mayor que Juan Bautista! Por tanto, si es un hombre mayor que el cual no ha nacido nadie, que se considera indigno de desatar la correa del calzado de otra persona, ¿quién es esta otra persona cuya correa del calzado no es digno de desatar aquel hombre mayor que el cual no había otro? Si ya Juan era un hombre tan grande que no podía haber otro mayor que él, lo que sea mayor que él ha de ser más que hombre. Si ya Juan era un hombre tan grande que mayor que él no había otro, quien es mayor que él es más que hombre. Pero quien es más que hombre, se hizo hombre por el hombre, y con razón florece sobre él la santificación del Padre.
4. Sobre él, en efecto, descendió el Espíritu Santo en forma de paloma20. Entonces se manifestó más plenamente al mismo Juan la flor de la santidad en la forma de paloma, forma de simplicidad e inocencia. Así se cumplió: Y sobre él florecerá mi santificación. Yo —dice— no lo conocía. Pero quien me envió a bautizar en agua me dijo: «Aquel sobre quien veas que desciende el Espíritu Santo como una paloma y que repose sobre él, ése es quien bautiza en el Espíritu Santo». Y yo —dice— doy testimonio de lo que vi, que él es el elegido de Dios21. ¿De quién da testimonio? De aquel sobre quien vio la santificación del Padre. ¿De dónde vio descender al Espíritu Santo? Pues nunca se alejó el Espíritu del Hijo, ni el Hijo del Espíritu, ni el Hijo del Padre, ni el Padre del Hijo, ni el Espíritu del Hijo y del Padre; pero estas cosas se comprenden de una manera cuando se tiene la mente purificada22, y de otra se manifiestan a los ojos. El Padre no es anterior al Hijo en tiempo, ni el Hijo sigue temporalmente al Padre, puesto que allí no existe tiempo alguno. El Padre, y el Hijo, y el Espíritu Santo son un solo Dios, creador de los tiempos. Allí no tienes posibilidad de decir: «El Padre es anterior, y el Hijo posterior». Desde el momento en que existe el Padre, desde ese momento existe el Hijo. Investiga desde cuándo es Padre. Trasciendes con el pensamiento la tierra, el cielo, los ángeles, las cosas visibles, las invisibles y la creación entera; luego preguntas: «¿a partir de qué momento comenzó a ser Padre?» No es así como se interroga por las cosas eternas. No preguntes a partir de qué momento sino a lo que tiene un comienzo. No preguntes a partir de qué momento a propósito de aquel de quien toma comienzo cuanto ha comenzado y que no tiene comienzo a partir de nadie, porque no lo tiene en absoluto. Como el Padre no tiene comienzo, así tampoco el Hijo, pero el Hijo es el resplandor del Padre23. El resplandor del fuego existe desde el momento en que existe el fuego, y el resplandor del Padre, desde que es Padre. ¿A partir de cuándo es Padre? Desde siempre y por siempre. Así, pues, también el resplandor del Padre existe desde siempre y por siempre; y, con todo, puesto que es su resplandor, su Hijo tampoco comenzó en el tiempo a ser engendrado por el Padre. ¿Quién puede ver esto? Lima tu corazón, sacude el polvo, lava la mancha. Sea curado y sanado cuanto perturba la mirada interior, y aparecerá lo que se dice y se cree antes de ser visto.
5. Ahora, hermanos, lo creemos. ¿Qué creemos? Que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo no se anteceden recíprocamente en el tiempo. Por tanto, aunque el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo no se anteceden en tiempo alguno, sin embargo, no he podido nombrar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo sin que estos nombres ocuparan tiempo y fuesen contenidos en él. Ni el Padre es anterior, ni el Hijo posterior, y, sin embargo, no he podido no decir uno antes y otro después y todas las sílabas ocuparon su propio tiempo, y la segunda no pudo sonar en mis palabras hasta que no pasó la primera. Pasó tiempo al pronunciar mis sílabas para expresar lo que no tiene tiempo. Así, pues, hermanos míos, cuando aquella Trinidad se manifestó sensiblemente a esta carne, apareció la Trinidad entera en el río en que Juan bautizó al Señor. De hecho, una vez bautizado, ascendió del agua, descendió la paloma y sonó la voz desde el cielo: Este es mi Hijo amado, en quien me he complacido24. El Hijo se manifiesta en el hombre; el Espíritu, en la paloma; el Padre, en la voz. Una realidad inseparable se ha manifestado separadamente; supuesto el caso de que pueda hablarse de una realidad y no más bien de la causa de todas ellas, y eso si se puede hablar de causa. ¿Qué es lo que decimos cuando hablamos de Dios? Y, sin embargo, hablamos de él, y permite que se hable de él, que no es como se le piensa y del que no puede hablarse ni siquiera en el modo como se le piensa. Mas he aquí que en relación a los hombres, hermanos, se manifestó sirviéndose de una paloma, y así se cumplió: Sobre él florecerá mi santificación25.En efecto, se dijo: Florecerá, se manifestará claramente, pues nada hay más resplandeciente y más visible en un árbol que su flor. Ea, hemos llegado ya a las últimas palabras de la antífona: Pero sobre él florecerá mi santificación. Ahora me acuerdo de que he pasado por alto quiénes son los enemigos confundidos por medio de la lámpara.
6. He preparado una lámpara para mi Cristo26. Son palabras del Padre refiriéndose a su Hijo. ¿De qué lámpara se trata? De Juan. Pregunta al Hijo mismo. Él era la lámpara que arde y alumbra27. Cubriré a sus enemigos de confusión28. ¿Quiénes sino los judíos son los enemigos manifiestos de Cristo? Pues también tiene enemigos encubiertos. Todos los que viven en la maldad y en la impiedad son enemigos de Cristo, aunque se santigüen en su nombre y aunque se llamen cristianos. ¿A quiénes ha de decir él: No os conozco29; a lo que ellos responden: Señor, hemos comido y bebido en tu nombre30 y en tu nombre hemos hecho muchos prodigios31 ? ¿Qué significa hemos comido y bebido en tu nombre? Efectivamente no consideraban gran cosa sus propios alimentos, y por eso decían que pertenecían a Cristo. Hay cierto alimento que se come y se bebe, y ése es Cristo; hasta los enemigos comen y beben a Cristo. Saben los fieles de qué cordero inmaculado se alimentan; y ¡ojalá se alimenten de él sin hacerse merecedores del castigo! Pues, como dice el apóstol, todo el que lo come y bebe indignamente, come y bebe su propia condenación32. Así, pues, son enemigos de Cristo quienes prefieren vivir en la maldad antes que obedecerle a él y quienes, cuando se les dice que ha de venir a juzgar a vivos y a muertos, temen que venga. Si se les hubiese permitido, se hubiesen movido para que no viniese; mas como no pudieron conseguirlo, intentarán impedir su regreso. Ya los judíos procuraron hacer que no volviese. Fue enviado el Hijo a aquellos malos colonos, a los malos renteros, que no querían entregar el fruto y apedrearon a los siervos que les fueron enviados. Entonces dijo el padre de familia, el dueño de la viña: Enviaré a mi hijo33 ; quizá tengan respeto, al menos, a él. Pero ellos pensaron así: Este es el heredero; venid, démosle muerte, y será nuestra la herencia34. No pudieron impedir que viniera del Padre, e intentaron conseguir que no volviera a él. Pero ¿en bien de quién? Lo veían mortal, y como tal lo despreciaban; pero en su persona no pudieron dar muerte más que a la muerte. En la muerte de Cristo murió la muerte. Él, una vez resucitado, subió al Padre y ha de volver. ¿Por qué teméis? Amad su venida, y estaréis seguros. ¿No pedimos nosotros: Venga tu reino35? Entonces, hermanos, pedimos y ¿tememos que se nos escuche?
7. Pero estos, como había comenzado a decir, son los enemigos encubiertos. Hablemos de los manifiestos, de quienes claramente le miraron con malos ojos, lo maltrataron, lo apresaron, lo flagelaron, lo cubrieron de burlas, lo crucificaron, le dieron muerte y custodiaron su sepulcro. Veamos cómo fueron cubiertos de confusión mediante aquella lámpara. Viendo los mismos enemigos los milagros que hacía el Señor, le dicen: Dinos con qué poder haces estas cosas36. Se lo preguntaron con mala intención, para poder acusarlo de blasfemia en el caso de que confesase su propio poder. Sucedió lo mismo que con el caso de la moneda. Ellos querían acusarle, y si afirmaba que había que pagar tributo al César, habría renegado, en cierto modo, del pueblo judío, súbdito y tributario de aquél; si, por el contrario, hubiese dicho que no había que pagarlo, se le acusaría ante los amigos y ministros del César, en cuanto que prohibía pagarlo. Pero el Señor les dice: «Mostradme la moneda: ¿de quién es la imagen y la inscripción?». Le respondieron: «Del César». «Entonces, devolved al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios»37.Lo que equivale a decir: si el César busca su imagen en la moneda, ¿no va a buscar Dios la suya en el hombre? Así, también aquí los enemigos acusadores hablaron el mal en el corazón y con corazón38. Hubiese dicho una sola vez en el corazón si quienes así hablaban no tuviesen un corazón doble; como poco antes se menciona un corazón doble, no simple. Ved, pues, la diferencia. De los siervos de Dios se dijo, aunque eran muchos, que tenían un solo corazón: Tenían —dice— un alma sola y un solo corazón hacia Dios39. Muchas personas sencillas tienen un solo corazón, mientras que una sola persona dolosa tiene dos. Por tanto, dado que ellos hablaban en el corazón y con el corazón: Dinos con qué poder haces estas cosas40; es decir: «Si nos lo dices, te honramos, te veneramos y te oramos». Estas palabras parecen proceder de un corazón. Puesto que era doble, del otro proceden estas otras: «Si nos lo dices te calumniamos, tendremos un motivo para apresarte; si nos lo dices, tendremos de qué acusarte». Esos son los enemigos; pero sean confundidos por medio de la lámpara. Ahora vais a ver su confusión. Y muy oportunamente; como nos hallamos en la hora del lucernario, sean confundidos los enemigos de Cristo por medio de la lámpara que el Padre ha preparado para su Cristo. Pues él era la lámpara que ardía41, dice el Señor mismo. ¿Qué les responde a quienes le decían: —Dinos con qué poder haces estas cosas? —También yo os haré una pregunta. Decidme: el bautismo de Juan, ¿de dónde viene? ¿Del cielo o de los hombres?42.Ellos perturbados en su interior: Si decimos que del cielo, nos ha de replicar: «Entonces, ¿por qué no creísteis en él?43 »; que equivale a decir: «¿Por qué me preguntáis con qué poder hago estas cosas, si ya ha dado testimonio de mí aquel a quien interrogasteis?» Así, pues, si decimos que del cielo, nos replicará: «¿Por qué no creísteis en él?». Si decimos que de los hombres, tememos al pueblo. En efecto, todos tenían a Juan por profeta44. Por un lado, temían al pueblo; por otro, la verdad; de una parte eran tímidos; de otra, malévolos; en cualquier caso ciegos. Respondieron: Lo ignoramos45. Se presentó la lámpara, huyeron las tinieblas; efectivamente, aunque se hallasen corporalmente presentes, huyeron con el corazón, diciendo que ignoraban lo que sabían. La prueba de la huida es el temor del corazón: temían que el pueblo los apedrease si decían que el bautismo de Juan procedía de los hombres; temían quedar convictos por Cristo si decían que procedía del cielo. Huyeron confundidos. Así, pues, mencionado Juan, temieron y, llenos de turbación, callaron. Y el Señor: Tampoco yo os diré con qué poder hago estas cosas46.
8. Así, pues, a Cristo nuestro Señor se le preparó la lámpara: Juan Bautista. Sus enemigos, que le interrogaban capciosamente, se alejaron confundidos nada más presentar la luz de la lámpara. Se cumplió: Cubriré de confusión a sus enemigos47. Pero nosotros, hermanos, que reconocemos al Señor gracias a Juan Bautista el precursor, y, más aún, por el testimonio del mismo Señor, que dice: Tengo un testimonio mayor que Juan48, creyendo en Cristo, hagámonos cuerpo de la cabeza que es él, para que haya un solo Cristo, cabeza y cuerpo, y así se cumplirá en todos nosotros, hechos unidad, aquello: Sobre él florecerá mi santificación49. Vueltos al Señor.