Sermón de san Agustín obispo sobre el mártir Cuadrado junto al altar de san Cipriano
1. Hemos oído cómo suena la trompeta evangélica que exhorta a los mártires al combate en que han de vencer al mundo: Quien quiera salvar su alma la perderá; quien la pierda por mí la encontrará1. Salvándola la pierde, perdiéndola la encontrará. ¿Qué significa esto sino que hay una salud del alma según este mundo y otra según Dios? En el momento de la tentación con que fueron probados los mártires, presentándoseles la alternativa entre la negación de Cristo y la prueba de la muerte, quienes quisieron salvar sus almas según el mundo negaron a Cristo, y las perdieron; en cambio, quienes las perdieron según el mundo, confesaron a Cristo, y las encontraron. ¿A quién podían confiar su alma con más seguridad que a su creador? ¿Quién puede conservar lo que ya existía sino quien pudo crear lo que no existía? Aprendiendo y enseñando esto Cuadrado —era, en efecto, obispo—, cuya fiesta solemne celebramos hoy, confesó a Cristo con todo su pueblo, clérigos y laicos. Envió delante a la grey que apacentaba. A los cuatro días le siguió Cuadrado. La Masa Cándida, cuya solemnidad celebramos hace cuatro días, era el pueblo de Dios confiado a su gobierno. ¡Qué gran pared sin grietas regía este Cuadrado! Y aquellas numerosas almas y la pared formada con ellas aún no veían la Iglesia que contemplamos nosotros; aún no la veían, pero la construían con las piedras que eran ellas mismas; al morir corrían como piedras vivas a su armazón. Y advertid que vemos a la Iglesia extendida por todo el orbe de la tierra; entonces era grande en pocos, y ahora extendida y difundida entre muchos. Vemos también que se cumple lo predicho por los profetas, que habían anticipado como futuro lo que ahora vemos. Mas para hacerse realidad esto, cuando eran pocos, fue necesaria una gran fortaleza. Con su paso ensancharon el camino estrecho y, al pasar pisando lo áspero del mismo, nos precedieron. Fueron seguidores suyos quienes en aquellos tiempos soportaron tribulaciones varias por el nombre de Cristo. ¡Dichosos ellos perdiendo sus almas! ¡Dichosas pérdidas! Así arrojan, así pierden quienes siembran. ¿Quién duda de que, en toda sementera, lo que se siembra es arrojado y cubierto de tierra? Pero ¡cuán grande es la esperanza de mies, esperanza que precede a la siembra! Tampoco cuando se siembra ve nadie la mies; todo se deja en mano de Dios, se le confía a la tierra. La tierra lo conserva, lo fecunda, lo multiplica; pero por obra de quien hizo el cielo y la tierra.
2. El nombre de este mártir nos invita a decir algo sobre la cuadratura santa. El santo Noé mandó fabricar un arca de maderas cuadradas2. ¿Por qué se eligió el que fuesen cuadradas? ¿Qué se quiso indicar con ello sino que nadie puede derribar a un cuadrado? De cualquier forma que lo dejes, adquiere estabilidad. Destrózate dándole vueltas; fatígate intentando derribarlo; una vez que lo hayas derribado, lo encontrarás como estaba antes del derribo. En cualquier posición que se le ponga. Les mostraron los daños que iban a sufrir; se desposeyó de todos sus bienes a los confesores de Cristo: Cuadrado permaneció de pie. Se le amenazó con destierros y la pérdida de la patria carnal: pensando en la patria espiritual, Cuadrado siguió en pie. Le infligieron tormentos y crueles torturas: pensando en los grandes tormentos del infierno, Cuadrado siguió en pie. Le prometieron grandiosos premios en el mundo si negaba a Cristo: pensando en la corona celeste, Cuadrado siguió en pie.
3. Así debe ser el cristiano; mas para ser así ha de invocar a Cristo. Sea él quien cuadre, quien rija, quien no permita caer al que está cayéndose. No se dijo en vano: El justo cae siete veces y se levanta3. No debemos de referir lo dicho a la caída en algún pecado grave. En efecto, cae gravemente el que a nadie hacía daño y se convierte en homicida; cae quien era casto y se torna adúltero. No es a estas caídas a lo que se refiere lo dicho: El justo cae siete veces y se levanta, sino a las caídas en las tribulaciones. Caer equivale a ser humillado. Por muchas veces que sea humillado el justo, se levanta siempre. Cuadrado es todo el que se mantiene en pie aunque se le dé la vuelta. Las siete veces equivalen a la totalidad. Con ese número perfecto indica cuantas veces caiga. «Siete» equivale a «cuantas veces», igual que en la frase: Te alabaré siete veces al día4. Su alabanza está siempre en mi boca5. Y para que veáis que este es el significado en la frase: El justo cae siete veces y se levanta, examinemos el contexto: lo que la Sagrada Escritura dijo antes y lo que añadió después de esas palabras. Entonces aparecerá claro el significado. ¿Qué dice la Escritura en el lugar en que aparece esta frase? No lleves al impío a los pastos del justo ni te dejes seducir por la hartura del vientre6. Y sigue: El justo cae siete veces y se levanta; los impíos, en cambio, se debilitarán en sus males. Las palabras que siguen a la frase comienzan a iluminarla: El justo cae siete veces y se levanta; los impíos, en cambio, se debilitarán en sus males7. Por tanto, el que cae siete veces y se levanta, no se debilita en los males. Esto es caer y levantarse: ser humillado y no debilitarse.
4. ¿Qué significa, pues, lo antes dicho: No lleves al impío a los pastos del justo ni te dejes seducir por la hartura del vientre?8.Diré lo que pueda, según el Señor se digne concedérmelo; quien llame más fuerte halle algo mejor. Ved, amadísimos, que os estoy predicando la palabra de Dios; todos la oís, todos os deleitáis y gozáis con ella, pero no todos la cumplís. Tales son los pastos de que se alimenta el alma del justo; pero allí se alimenta también el alma del malvado. La oyen juntamente el justo y el malvado; juntos la oyen y ambos dicen una vez acabado el sermón: «Estamos satisfechos». Mas tú distingue a quien se alimenta saludablemente de quien se alimenta de ella también, adquiere hartura en su vientre, pero no tiene solidez en su mente. Distingue, pues: No lleves al impío a los pastos del justo, es decir, no lo compares con el justo que pasta. «No lo lleves», es decir, no lo compares. De distinta manera se apacienta uno y otro. No pienses que son iguales; no lo pongas al lado del justo. Pero escuchas que también este se aferra a las Escrituras: no te dejes seducir por la hartura del vientre. No lleves al impío a los pastos del justo, porque también aquél se apacienta con gozo en ellos; ni te dejes seducir por la hartura del vientre, puesto que lo tiene todo. Sea la tentación quien pregunte y muestre de qué forma se ha apacentado cada uno. Ved que os indico los pastos del justo: Siete veces cae y se levanta; y ahora los del impío: el impío, en cambio, se debilita en sus males9. Se apacienta el justo: como piedra cuadrada, se mantendrá en pie la pongas del lado que la pongas. Se apacienta el impío: como piedra redonda, en ninguna posición halla estabilidad.
5. Así debemos ser; pero hemos de invocar a Dios para poder serlo. Esperaré en él, porque él me librará del lazo de los cazadores y de la palabra dura10. El lazo de los cazadores son las asechanzas de los perseguidores; la palabra dura, la afrenta amarga. ¡Cuántas nos oían quienes, perdiendo sus almas, las encontraban! ¡Qué lazos se les tendían en las pruebas! Y decía el alma única de todos11: Mis ojos están siempre en el Señor, porque él sacará mis pies del lazo12. Esperaré en él, porque él me librará del lazo de los cazadores.¡Cuántas acusaciones criminales tenían que escuchar! Pero sabían que eran falsas. ¿Acaso no quema el dolor cuando se escucha la acusación de un falso delito? Pero ellos tenían la verdadera paciencia, porque resplandecía su blanca conciencia. Y ¿de dónde les venía a ellos esto sino de que los libraba del lazo de los cazadores y de la palabra dura quien les había dicho: Seréis dichosos cuando digan algo malo contra vosotros13? He aquí la palabra dura. No dijeron: «¿Por qué tengo yo que sufrir esta afrenta? ¿Para qué soy cristiano? ¿Para tener que oír siempre la acusación de estos falsos delitos?» No lo dijeron porque se mantuvieron cuadrados, y fueron liberados mirando al que dijo: Seréis dichosos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos14. Dado que entonces había tales tentaciones, ¿acaso pudieron luchar ellos solos? Abundan los males en el mundo, luchemos también nosotros. Se te tiende el lazo de la avaricia para traicionar a alguien: sé cuadrado; desdeña lo que se te promete, desprecia lo que se te ofrece, recibe lo que se te difiere. Más garantías tiene lo que se te difiere que lo que se te ofrece. Lo que se te ofrece, o bien te deja a ti en vida o lo dejas al morir; lo que se difiere, una vez que llegue, ya no se acaba. Ni te dejará a ti ni lo dejarás tú. Allí estarás; nunca de allí saldrás. Dichosos —dice— los que habitan en tu casa; te alabarán por los siglos de los siglos15. Te alabarán porque te amarán. Y ¡cómo te amarán cuando te vean, si así te amaron cuando, sin verte, creyeron en ti! Se te tiende el lazo del temor para que por miedo cometas algún mal y te hagas a ti mismo lo que no podía hacerte quien te atemorizaba. Quien te atemorizaba podía dar muerte a tu carne; tú, haciendo el mal, a tu alma. Nunca faltaron estas cosas en la vida humana; nunca faltaron los combates contra las tentaciones. Nuestros ojos estén siempre en el Señor16.
6. Hermanos míos, ignoramos lo que nos conviene en este mundo. Las riquezas fueron provechosas a muchos que hicieron buen uso de ellas, aunque no fueron las riquezas lo provechoso, sino el alma de quien hizo uso de ellas. Aunque no hubiesen tenido riquezas, ellos se hubiesen apropiado la sentencia divina: Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad17. ¡A cuántos fueron de estorbo las riquezas! ¿Quién puede contarlos? ¡A cuántos perdieron las riquezas! ¿Cuándo podrán ser contados? Es cosa de cada día, pero quienes lo ven no se corrigen. Admitamos que las riquezas fueron provechosas a algunos; pero dañaron también a otros muchos. Admitamos que el poder secular fue provechoso para algunos; pero ¡a cuántos fue perjudicial! No debemos ser ciegos. ¿Podemos decir, acaso, que el reino de los cielos fue perjudicial para alguien? ¿Puede decirse, por ventura, que el vivir por siempre con Cristo dañó a alguien? Pero estos bienes no se hallan aquí, porque no son de aquí, no son de este mundo. No améis, pues, el mundo ni lo que hay en el mundo. Si alguien ama el mundo, no reside en él la caridad del Padre, porque todo lo que hay en el mundo es concupiscencia de la carne, concupiscencia de los ojos y ambición mundana, que no procede del Padre, sino del mundo. Pero el mundo pasa, y su concupiscencia; en cambio, quien cumpla la voluntad de Dios, permanece para siempre18.
7. He aquí la construcción de los santos; he aquí el edificio de quienes son cuadrados. Lo que nosotros ignoramos si nos es provechoso o perjudicial dejémoslo, pues, a Dios que a algunos no los escucha mostrándose propicio y a otros los escucha mostrándose enojado y, al revés, a veces escucha mostrándose propicio y no escucha para mostrar su enojo. Dejemos —repito— tales cosas a él que no escucha mostrándose propicio y escucha porque está airado, y a la vez escucha mostrándose propicio y no escucha mostrándose enojado. Por tanto, cuando le pidamos por ignorancia algo que no nos convenga, muéstrese propicio no escuchándonos. En consecuencia, quien fuere escuchado y viere atendido su deseo, no debe gloriarse por ello. Se hizo realidad el deseo de los israelitas que rechazaban el maná y deseaban carne. Pero leed lo que está escrito: Cuando aún había alimento en sus bocas19.. ¿Qué puedo decir a propósito de los hombres? Fue escuchado el diablo que pedía que se le entregase el siervo de Dios para tentarlo20. Fueron escuchados los demonios, que pedían entrar en los cerdos21. Entonces, ¿qué tiene de grande ser escuchado? Lo que importa en verdad es en qué eres escuchado. Si pides lo que te conviene y eres escuchado, Dios se muestra propicio. O ¿acaso sabemos nosotros lo que hemos de pedir y no lo sabía el apóstol? Ved que os he mostrado cómo fue escuchado el pueblo ingrato, pero para su mal; fue escuchado el diablo, fueron escuchados los demonios. Escucha como no fue escuchado el apóstol, que tenía propicio a Dios. Sin duda estáis diciendo en vuestros corazones: «Si fue escuchado el diablo, ¡cuánto más debe serlo el apóstol! Y, sin embargo, ¿qué dice él mismo? Para que no me envanezca por la grandeza de mis revelaciones22. Después de no haber sido escuchado, halló la razón de esa negativa. Por eso no la calló, sino que la presentó de entrada. Cosa extraña y contra la opinión común iba a decir tan gran varón, tan santo, instrumento elegido23 que trabajó más que todos; pero no él, sino la gracia de Dios con él24. Habiendo leído la promesa de Dios: Cuando aún estés hablando tú, diré: «Aquí estoy»25, suplica una vez, y no es escuchado; suplica por segunda vez, y ni siquiera así es escuchado; por tercera vez, y en absoluto es escuchado. Para que no me envanezca —dice— por la grandeza de mis revelaciones, se me ha dado el aguijón de mi carne, el ángel de satanás que me abofetea26. Son muchas las interpretaciones de este texto; pero es más fácil de creer lo que afirman los más sabios, a saber: que el apóstol Pablo sufría un dolor agudísimo de cabeza; por eso dijo que era abofeteado, porque sufría en su cabeza, y ello para que no se envaneciera. Era golpeado en la parte que el orgullo no ha de levantar. Pero ¿qué dijo, qué añadió? Por lo cual rogué al Señor tres veces que lo apartase de mí; pero me dijo: «Te basta mi gracia, pues la virtud se realiza en la debilidad27». ¡Extraño modo de no escuchar, que equivale más bien a socorrer! Medicina picante, pero salutífera; tal era la que el médico aplicaba al enfermo. Bajo el efecto de la medicina, el enfermo suplicaba que el médico le quitase lo que le había dado; el médico no le atendía en relación a lo que quería y, de esa manera, le atendía con vistas a la salud.
8. ¿No vemos repetirse esto cada día en la vida humana como expresión de dura e inexorable misericordia? ¡Cuántas cosas inconvenientes piden los enfermos a los médicos y cuántas les niegan los médicos por misericordia! Se las niegan por misericordia, pues el concedérselas es señal de crueldad. Esto lo sabe el médico y ¿puede ignorarlo Dios? Sabe tratarte así quien fue creado contigo, ¿y no sabe trataros a vosotros quien os creó a ambos? Amadísimos, en todas, absolutamente en todas las tribulaciones, en todos los temores, en todos los gozos, rogad a Dios que en relación con las realidades temporales os conceda lo que él sabe que os conviene. En cambio, en relación con las cosas eternas como santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo28, y cosas semejantes, pedidlas tranquilos, pues no pueden ser perjudiciales. Elegid, amad, recoged, pues él abre su mano y llena de bendiciones a toda alma29. Y cuando se las das —dice— los recogen30. Que nadie dude de los bienes celestes; aunque se difieran, se darán; no se niega el premio, sino que se ejercita el deseo. Deseémoslo por largo tiempo, puesto que es algo grande lo que hemos de recibir. Tengamos sed de ello por mucho tiempo, pues beberemos de la fuente de la vida31. Con todo, amadísimos, pidamos lo que no es desvergüenza pedir, puesto que nos lo enseñó el apóstol: que tengamos una vida sosegada y tranquila, llena de piedad y caridad32.