Sobre el día de Santa Eulalia
1. Santas y adecuadas lecturas se leen en las fiestas de los mártires que nos advierten que sus victorias fueron predichas de antemano y que se hicieron realidad con la ayuda de quien las había prometido. Si el mundo os odia ?dice el Señor? sabed que antes me odió a mí; si fuerais del mundo, el mundo amaría lo que es suyo1. Cristo el Señor nunca fue de este mundo, porque no fue pecador. Sus discípulos, en cambio, sí fueron del mundo; mas para que no fueran del mundo los eligió del mundo quien nunca fue del mundo. Con toda claridad, ciertamente, se lo dijo en otro lugar: Yo os he elegido del mundo2. Elegí lo que yo mismo hice, no lo que encontré. ¿Hay alguien en quien no encontró más que merecimientos malos cuando vino? Pero a quienes encontró siendo malos, los hizo buenos. Rescató a cautivos; de los rescatados hizo siervos; de los siervos, hermanos, y de los hermanos, miembros.
2. Entonces, habiendo sido hechos miembros suyos, ¿qué iban a sufrir sino lo que él mismo sufrió? Con su ejemplo les mostró lo que debían hacer. ¿Pensamos que se dijo: El mundo os odia3 sólo a los discípulos o a todos los cristianos? Pero ahora los cristianos en su totalidad son el mismo mundo, es decir, el mundo entero. ¿Qué ha quedado, pues, del mundo que pueda odiarnos? Con todo, lo que quedó nos odia. Quienes son paganos, sin duda odian a los cristianos. Nosotros a ellos no los odiamos, sino que los buscamos. Los réprobos judíos, como paja de aquella era aventada desde la cruz, nos odian también. Cuantos herejes hay en el género humano salidos de la Iglesia, todos nos odian. Y, sean los que sean, si se calculase los que quedan contra nosotros, nos odian de idéntica manera. ¡Cómo se ensaña el mundo entero! Ved que los mártires que han sufrido la pasión la han sufrido en todo el mundo. ¿Quiénes eran ellos para enfrentarse a león tan grande y enfurecido4 si no los hubiese ayudado Cristo? Adondequiera que iban, por dondequiera que pasaban, se les maldecía, se les apresaba, se les apedreaba, se les asesinaba; eran entregados a las llamas, a las bestias; eran heridos a espada. Mas ved que aquellos contra quienes el mundo se ensañaba han sido coronados; los que se ensañaban, ¿dónde están?
3. Llegará el momento en que quien os dé muerte piense hacer un obsequio a Dios5. Estas palabras del Señor no se aplican a aquellos mártires de cuyo grupo formaba parte esta cuya festividad celebramos. En efecto, esta santa Eulalia. de la provincia de España, mujer santa y fuerte que con su amor venció a su sexo, como también Santa Crispina, como el bienaventurado Cipriano, como otros muchos santos mártires, como los Ocho, como los Veinte mártires. y todos sus compañeros, vinieron a la fe de la gentilidad y recibieron la muerte de manos de los paganos. ¿Cómo puede decirse, pues, que se cumplió en ellos lo que dijo el Señor: Llegará el momento en que quien os dé muerte piense hacer un obsequio a Dios? No son ellos de quienes se dijo eso, puesto que quienes los mataron no pensaron en hacer un obsequio a Dios, sino a los ídolos. Reciben, pues, la muerte para no perecer; son humillados para ser exaltados6; mueren para vivir. Así sucedió. De esta manera, tras el olor de sus perfumes, corrieron también los demás; los Veinte, los Ocho; unos por un lado, otros por otro: Cipriano, Crispina, Eulalia. ¿Quién puede mencionarlos a todos? Fueron sembrados unos pocos granos, y produjeron tal cosecha que llenaron los graneros de Cristo.