El espíritu y el don de lenguas
1. 1. La solemnidad del día de hoy nos trae a la memoria la grandeza del Señor Dios y de la gracia que ha derramado sobre nosotros. Por esto precisamente se celebra la solemnidad: para que no se borre del recuerdo lo que acaeció una sola vez. «Solemnidad»proviene de solet in anno, es decir, indica lo que suele acontecer cada año, igual que se habla de la perennidad de un río, porque no se seca en el verano, sino que fluye todo el año. Así, pues, «perenne» significa «a lo largo del año», como «solemne» «lo que suele celebrarse una vez al año».
Hoy celebramos la llegada del Espíritu Santo. En efecto, el Señor envió desde el cielo al Espíritu Santo que prometió estando aún en la tierra. De esta manera había prometido enviarlo desde el cielo: Él no puede venir en tanto no me vaya yo; mas, una vez que yo me haya ido, os lo enviaré1. Por eso padeció, murió, resucitó y ascendió; sólo le quedaba cumplir la promesa. Era lo que esperaban sus discípulos, ciento veinte personas, según está escrito; es decir, diez veces el número de los apóstoles: eligió a doce2 y envió el Espíritu sobre ciento veinte3. A la espera de esta promesa, estaban en una casa reunidos en oración, puesto que ya deseaban con idéntica fe lo mismo que pedían con la oración y anhelaban en su espíritu. Eran odres nuevos a la espera del vino nuevo del cielo, y llegó. Aquel gran racimo había sido ya pisoteado y glorificado. Leemos en el evangelio: Todavía no se había dado el Espíritu, porque Jesús aún no había sido glorificado4.
2. 2. Ya habéis escuchado cuál fue su respuesta: un gran milagro. Ninguno de los presentes había aprendido más de una sola lengua. Vino el Espíritu Santo, se sintieron llenos de él y comenzaron a hablar en las distintas lenguas de todos los pueblos, que ni conocían ni habían aprendido. Se las enseñaba el que había venido; entró, los llenó, tuvo lugar la efusión. Y ésta era entonces la señal: todo el que recibía el Espíritu, nada más sentirse lleno de él, hablaba en las lenguas de todos5. Y esto no sólo los ciento veinte. Las mismas Escrituras nos enseñan que luego creyeron otros hombres, quienes fueron bautizados, recibieron el Espíritu Santo y hablaron en las lenguas de todos los pueblos. Los presentes se asustaron, unos admirándose, otros burlándose, hasta el punto de decir: Ésos están borrachos y llenos de vino6. Aunque lo decían en plan de burla, algo verdadero decían: eran odres llenos de vino nuevo. Cuando se leyó el evangelio oísteis: Nadie echa el vino nuevo en odres viejos7. El hombre carnal no comprende las cosas del espíritu8. La carne es vetustez, la gracia novedad. Cuanto más se renueve el hombre para mejor, tanto más capaz se hace de recibir con abundancia la verdad que saborea. Borbotaba el mosto, y de ese borboteo fluían las lenguas de los pueblos.
3. 3. ¿Acaso, hermanos, no se otorga ahora el Espíritu Santo? Quien así piense no es digno de recibirlo. También ahora se da. -¿Por qué, entonces, nadie habla en las lenguas de todos los pueblos, como hablaban los que entonces estaban llenos del Espíritu Santo? ¿Por qué? -Porque se ha cumplido lo significado mediante aquel hecho. -¿Qué cosa? -Recordad que, cuando celebramos el día cuarenta después de Pascua, os indiqué que Jesucristo el Señor nos confió la Iglesia y luego ascendió a los cielos. Le preguntaron los discípulos cuándo tendría lugar el fin del mundo, a lo que él respondió: No os corresponde a vosotros conocer el momento, que el Padre se ha reservado en su poder9. Entonces hacía aún la promesa que hoy ha cumplido: Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, y en toda Judea, y Samaria, y hasta los confines de la tierra10. La Iglesia, existente entonces en una única casa, recibió el Espíritu Santo: existía en pocos hombres, pero en las lenguas del orbe entero. He aquí lo que en ese momento se prefiguraba. En efecto, el que aquella minúscula Iglesia hablase las lenguas de todos los hombres, ¿qué significaba sino que esta gran Iglesia habla las lenguas de todos los hombres desde la salida del sol hasta su ocaso? Ahora se cumple lo que entonces era una promesa. Escuchamos la promesa y vemos su cumplimiento. Escucha, hija; mira11. A la reina misma se dijo: Escucha, hija; mira: escucha la promesa, mírala realizada. No te ha engañado tu Dios, no te ha engañado tu esposo, no te ha engañado quien dio como dote su propia sangre, no te ha engañado quien de fea te hizo hermosa, y de ramera, virgen. Tú has recibido una promesa que eres tú misma; promesa recibida cuando constabas de pocos y cumplida ahora que posees a tantos.
4. 4. Que nadie diga, pues: «He recibido el Espíritu Santo, ¿por qué no hablo las lenguas de todos los pueblos?». Si queréis poseer el Espíritu Santo, prestad atención, hermanos míos. Nuestro espíritu, gracias al cual vive todo hombre, se llama alma, y ya veis cuál es la función del alma respecto al cuerpo. Da vigor a todos los miembros; ella ve por los ojos, oye por los oídos, huele por las narices, habla por la lengua, obra mediante las manos y camina mediante los pies; está presente en todos los miembros al mismo tiempo para mantenerlos en vida; da vida a todos y a cada uno su función. No oye el ojo, ni ve el oído ni la lengua, ni habla el oído o el ojo; pero, con todo, viven: vive el oído, vive la lengua: son diversas las funciones, pero una misma la vida. Así es la Iglesia de Dios: en unos santos hace milagros, en otros proclama la verdad, en otros guarda la virginidad, en otros la castidad conyugal; en unos una cosa y en otros otra; cada uno realiza su función propia, pero todos viven la misma vida. Lo que es el alma respecto al cuerpo del hombre, eso mismo es el Espíritu Santo respecto al cuerpo de Cristo que es la Iglesia12. El Espíritu Santo obra en la Iglesia lo mismo que el alma en todos los miembros de un único cuerpo. Mas ved de qué debéis guardaros, qué tenéis que cumplir y qué habéis de temer. Acontece que en un cuerpo humano, mejor, de un cuerpo humano, hay que amputar un miembro: la mano, un dedo, un pie. ¿Acaso el alma va tras el miembro cortado? Mientras estaba en el cuerpo, vivía; una vez cortado, perdió la vida. De idéntica manera, el hombre cristiano es católico mientras vive en el cuerpo; hacerse hereje equivale a ser amputado, y el espíritu no sigue a un miembro amputado. Por tanto, si queréis recibir la vida del Espíritu Santo, conservad la caridad, amad la verdad y desead la unidad para llegar a la eternidad. Amén.