Alocución a los recién bautizados
1. Un sermón en el que se manda y recomienda la vida santa para alcanzar y recibir la vida eterna, concierne, evidentemente, a todos; sin embargo, me dirijo, sobre todo, a vosotros, nuevos retoños de santidad, regenerados con el agua y el Espíritu, plantados y regados mediante mi ministerio en el campo de Dios, el que da el crecimiento1. Consideraos, pues, liberados de una dura esclavitud -cual la de Egipto-2, en la que señoreaba sobre vosotros la iniquidad; pensad también que habéis atravesado el mar Rojo3, es decir, el bautismo, sellado con la cruz ensangrentada de Cristo. Considerad los pecados pasados como los enemigos que os perseguían por la espalda, pues así como los egipcios perecieron en él a la vez que el pueblo de Dios lo atravesaba, del mismo modo fueron destruidos vuestros pecados al ser bautizados. Ahora, pues, buscad el reino de los cielos, al que habéis sido llamados, cual si fuera la tierra prometida, y, mientras camináis por esta vida -como por el desierto-, resistid vigilantes a las tentaciones. Recibís vuestro maná al participar del altar, y de la roca fluye lo que bebéis. Recordando todo esto para instruirnos con su predicación, dice el apóstol Pablo: No quiero que ignoréis, hermanos, que todos nuestros padres estuvieron bajo la nube y todos atravesaron el mar; todos comieron el mismo alimento espiritual y bebieron la misma bebida espiritual, pues bebían de la roca espiritual que les seguía. La roca era Cristo4. Por estas palabras del Apóstol veis con claridad que no he introducido esto en vuestros oídos y mentes apoyándome en propias conjeturas, sino adoctrinado por la Sagrada Escritura.
2. Os exhorté a resistir vigilantes a las tentaciones. Examinad ahora las palabras tremendas que el mismo Apóstol dice a continuación: Pero la mayor parte de ellos no agradaron a Dios, pues quedaron tendidos en el desierto. Estas cosas sucedieron en figura nuestra para que no apetezcamos lo malo, como ellos; ni sirvamos a los ídolos, como algunos de ellos, según está escrito: Se sentó el pueblo a comer y a beber y se levantaron para jugar; ni forniquemos, como algunos de ellos fornicaron, y en un solo día cayeron veintitrés mil. Ni tentemos a Cristo, como algunos de ellos lo tentaron, y perecieron por la mordedura de las serpientes. Ni murmuréis como algunos de ellos murmuraron y perecieron a manos del exterminador. Todas estas cosas les sucedieron en figura, mas fueron escritas para amonestarnos a nosotros, para quienes ha llegado el fin de los tiempos5.
3. Vosotros, pues, amadísimos, evitad los malos ejemplos indicados e imitad a los que agradaron a Dios, no a los que perecieron por ofenderle. ¿De qué les sirvió haber escapado de los egipcios atravesando el mar Rojo6, si perecieron en el desierto por las mordeduras de las serpientes?7 Tales son los que, bautizados y liberados de los pecados pasados, desprecian gracia tan extraordinaria y no pueden llegar a la vida prometida al ser sorprendidos por las mordeduras venenosas de seducciones mortíferas. Huid de tales ejemplos y adheríos con obediencia constante a quien os redimió para que llegarais al reino; no a un reino como el dado al primer pueblo, que era sombra del futuro8, sino al que no tendrá fin, en compañía de Cristo, y en el que habéis de vivir en felicidad eterna.