El quinto día de la creación1
Veamos, pues, qué dicen las Escrituras. La luz fue hecha por la Luz2; los justos por la Palabra. El firmamento del cielo3 es la solidez de las Escrituras; las aguas bajo el firmamento son el pueblo terreno, y las aguas sobre el firmamento4, el pueblo celestial. La tierra seca separada de las aguas del mar5 son las almas sedientas de Dios, alejadas de la multitud de delitos del mundo. De la tierra germina la hierba de pasto y los árboles frutales6: las obras de misericordia. Los astros en el firmamento del cielo7 son los predicadores de la Palabra, los evangelistas y los apóstoles, los dones espirituales. Consideremos, por tanto, los astros que giran en torno al mundo entero8; ved cómo las aguas producen reptiles de almas vivientes. Van de un lado a otro los evangelistas, y los hombres son evangelizados. En consecuencia, en los reptiles9 hemos de ver los sacramentos. ¿Por qué? Porque son necesarios para que los gentiles sean evangelizados, y los hombres, separados de los gentiles; esto es, para que aquellas aguas amargas engendren peces y se conviertan en dulces. ¡Gran cosa es ésta! Nadie puede saborear el agua del mar ni comer sus peces: nacen y crecen en aguas amargas. Los sacramentos dulces son los que han sido enviados por todo el mundo. Pero se les llama reptiles de almas vivientes, aún no alma viviente. ¿Por qué? Esto es algo oscuro para comprenderlo. Cuando se leyó la lectura, escuchasteis que Simón Mago fue bautizado y no depuso su mal pensar10: recibió la forma del sacramento, pero no su fuerza. Escucha lo que dice el Apóstol de los impíos: Quienes tienen la forma de la piedad, pero niegan su fuerza11. ¿Cuál es esta forma de la piedad? El sacramento visible. ¿Cuál es la fuerza de la piedad? La caridad invisible. Escucha la fuerza de la piedad: Aunque hablare las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad, soy como un bronce que suena12 etc. Y, aunque tenga esto y aquello, si no tengo caridad, nada soy13. Los sacramentos son algo santo y grande; pero el hombre nada es si no tiene caridad. Así, pues, la fuerza del sacramento es la caridad; caridad de que carece el hereje aunque se encuentre en él la forma del sacramento. En consecuencia, cuando un hereje viene a mí, percibo la forma del sacramento y no lo rebautizo; pero le devuelvo la fuerza del sacramento para introducir la raíz de la caridad. Ella será el alma viviente que produce la tierra para que sea alma viviente teniendo ya la fuerza del sacramento. Esto es lo dicho: Produzcan las aguas reptiles de almas vivientes14, etc.