El tercer día de la creación1
Contemplamos la tierra y el mar; son obras de Dios. Éstas caen bajo nuestros ojos, aquéllas bajo nuestra inteligencia; éstas las conoce nuestro cuerpo, aquéllas nuestro espíritu. Dentro de la Iglesia, ¿qué se corresponde con la tierra seca? Se llama tierra seca a toda alma sedienta de Dios. Fueron separadas las aguas, y apareció la tierra seca2. El mar es este siglo, y los malos las aguas amargas; fueron separadas y reunidas en un lugar, es decir, fueron predestinadas a un mismo fin, al que dirige Dios a todos los que separa de los santos. Pero el que separa es Dios, pues el hombre no puede separar estas cosas. Y así, la tierra seca es resultado de una separación. Piensa en dos hombres simultáneamente: uno desea ir a los espectáculos, otro a la iglesia. Están juntos corporalmente, pero los separan los deseos. El primero cae dentro de las aguas amargas; en el segundo aparece la tierra seca. ¿Cómo demostramos que es árida la tierra que simboliza a los hombres que desean el bien? Dice el salmo al Señor: Mi alma es para ti como tierra sin agua3. Mi alma está sedienta de ti. Tiene sed; está seca; está separada de las aguas del mar. No dé importancia al hecho de que aún no se ha producido la separación corporal: el deseo ya la ha realizado. Unos tienen deseos de Dios y otros del mundo. ¿De qué tiene sed la tierra árida? De la lluvia que procede del cielo, de las nubes, de las Escrituras, del firmamento. Cuando desea la lluvia, desea el agua dulce, separada del agua amarga. Dios conoce este deseo de la tierra seca, aunque es oculto y no se manifiesta. Los deseos de mar, es decir, los deseos mundanos, son visibles. Si alguien desea dinero, se siente impulsado hacia él, quiere conseguirlo; puesto que el dinero es cosa visible, se hace visible su deseo. Quien, en cambio, siente deseos de Dios, su deseo queda oculto, porque oculto está Dios a quien desea; habita en lo interior, es cosa oculta. Tiene ciertamente sed y está seca; pero sólo se manifiesta a los ojos de Dios. Mas no pasó por alto el fruto; inmediatamente dijo: Germine la tierra hierba de pasto4. Germine la tierra el mismo día en que se convirtió en tierra seca. La tierra seca no pudo durar mucho tiempo sin dar fruto. Escuchemos también nosotros la palabra de Dios y germine la tierra hierba de pasto, es decir, las buenas obras de misericordia, de las que dice Isaías: Reparte tu pan con el hambriento y acoge en tu casa al necesitado que no tiene techo5. El firmamento es, pues, la Escritura de Dios; los astros del firmamento, la comprensión de las Escrituras; los astros en el cielo, la inteligencia aplicada a las Escrituras. ¿Quieres llegar a la luz celestial? Sé antes tierra que da frutos; con otras palabras: vayan delante las obras de misericordia, pues, tras las obras de misericordia, viene la iluminación causada por aquella luz que deseas.