Exhortación a mantenerse en vela
El bienaventurado Apóstol nos exhortó a orar y, al mismo tiempo, a velar, con estas palabras: Aplicaos a la oración, manteniéndoos en vela1. El amor impuro, hermanos, obliga a permanecer en vela a quienes tiene dominados. El impúdico vela para destruir la virginidad; el maléfico, para hacer daño; el ebrio, para beber; el salteador, para matar; el pródigo, para derrochar; el avaro, para almacenar; el ladrón, para robar, y el pirata, para apresar. ¡Con cuánta mayor razón debe mantenerse en vela la caridad en los santos e inocentes, si la maldad fuerza a ello a los impúdicos y malvados! Pero a ellos les oprime un sueño del corazón tan profundo que les obliga a estar despiertos en la carne. Contra este sueño se clama: Levántate tú que duermes y sal de entre los muertos, y te iluminará Cristo2. Esta voz nos desvela del sueño de este mundo si la hemos escuchado y hemos resucitado de entre los muertos de quienes se dijo: Dejad que los muertos den sepultura a sus muertos3. Entretanto, celebremos esta solemnidad velando en la carne; pero, iluminándonos Cristo, mantengámonos en vela perpetua en el corazón. En la medida de lo posible, velemos en la carne para orar y oremos para poder llegar a donde velemos, incluso con la carne, sin término. Los ángeles, en efecto, no duermen. Tenemos prometida la igualdad con ellos para el día de la resurrección si ahora se mantiene despierta en nosotros la caridad.