El significado de la noche
1. Nuestro Señor Jesucristo, a punto de sufrir en la plenitud de los tiempos por nuestra salvación, previno a sus discípulos diciéndoles: Velad y orad para que no os sobrevenga la tentación1. Esto debe ser preocupación constante del cristiano, para que no sea el sueño quien se adueñe de todas las noches; no obstante ello, para imitar al Apóstol, que dice: frecuentemente en vigilias2, se ha constituido en esta noche una vigilia más sagrada y santa con el fin de que el mundo entero esté en vela por Cristo, para que la piedad humana celebre en esta solemnidad anual lo que la misericordia divina realizó una sola vez y no permita que el olvido la destruya. Pues Cristo murió una sola vez, el justo por los injustos3; pero, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más y la muerte no tiene dominio sobre él. En efecto, cuanto murió al pecado, murió una sola vez; en cuanto vive, vive para Dios. Así, también nosotros juzguemos estar muertos para el pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús4. Para que la memoria conservara siempre este misterio tan sublime, convenía que el día del año en que tal acontecimiento tuvo lugar se distinguiera de las restantes noches, y, gracias a esta conocidísima solemnidad, se hace presente al corazón de los hombres piadosos. Los judíos dieron muerte a Cristo para borrar de la tierra su memoria. Pero, exceptuado en el castigo eterno, sólo han conseguido que el mundo no olvide ni su memoria, ya célebre, ni el propio crimen de ellos. Todo el que en el orbe de la tierra admira la luz de esta noche detesta, al mismo tiempo, las tinieblas de los judíos. Abominemos también nosotros su crimen; mantengamos en la fe el bien que el Señor nos proporcionó de su maldad y celebrémoslo con toda solemnidad.
2. Amadísimos hermanos, puesto que celebramos la vigilia en esta noche en la que recordamos la sepultura del Señor, mantengámonos en vela durante el tiempo en que él estuvo dormido por nosotros. Anunciando su pasión, él había dicho mucho tiempo antes por el profeta: Yo me dormí y me levanté, porque el Señor me recibió5. Llamó Señor al Padre. Por tanto, en la noche en que él durmió nosotros nos mantenemos en vela para vivir gracias a la muerte que él sufrió. Celebramos la vigilia en recuerdo de su sueño transitorio, para que, velando él por nosotros, permanezcamos sin cansarnos, una vez resucitados, en la vigilia eterna. Resucitó también en esta noche, y nuestro velar es un estar a la espera de esa resurrección. Fue entregado por nuestros pecados y se durmió; resucitó para nuestra justificación6. Es éste el motivo por el que asistimos en masa a la vigilia en esta única noche en que él se durmió, para vernos libres algún día, seguros ya en su vigilia, de este mismo sueño; y esperamos en vela la hora en que él despertó, no sea que, por negligencia, nos encontremos dormidos, no en el cuerpo, sino en el corazón, respecto a nuestra justificación, causa de su resurrección. Mantengámonos, pues, en vela, amadísimos, para que no nos sobrevenga la tentación.