SERMÓN 141

Traductor: Pío de Luis Vizcaíno, o.s.a.

«Yo soy el camino, la verdad y la vida» (Jn 14,6)

1. Cuando se nos leyó el evangelio, oísteis entre otras cosas que el Señor Jesús dijo: Yo soy el camino, y la verdad y la vida1. Todo hombre desea la verdad y la vida, pero no todos encuentran el camino. Que Dios es una cierta vida eterna, inmutable, inteligible, inteligente, sabia y que hace sabios lo vieron incluso algunos filósofos de este mundo. Vieron ciertamente que él una verdad fija, estable, inconmovible, en la que están en su totalidad las razones de ser de todas las criaturas, pero lo vieron de lejos; lo vieron, pero asentados en el error y, por ello, no encontraron el camino por el que llegar a posesión tan magnífica, inefable y gozosa. En efecto, el apóstol Pablo, al que ciertamente deben creer los cristianos, es testigo de que, en la medida posible al hombre, también ellos vieron al Creador sirviéndose de la criatura, al Hacedor sirviéndose de la hechura, al artífice del mundo sirviéndose del mundo. Hablando de ellos, dice: La cólera de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad. Como habéis reconocido, son palabras del Apóstol. La cólera de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que retienen la verdad en la iniquidad2. ¿Dijo acaso que no retienen la verdad? Pero retienen la verdad en la iniquidad. Bueno es lo que retienen, pero malo el lugar donde la retienen. Retienen la verdad en la iniquidad.

2. Pero faltó decirle: «¿Cómo es que esos impíos retienen la verdad?». ¿Acaso Dios habló a alguno de ellos? ¿Acaso recibieron tal vez una ley, como el pueblo judío por medio de Moisés? ¿Cómo, entonces, retienen la verdad y en la iniquidad misma?3 Escuchad, pues lo muestra en lo que sigue: Porque lo que se sabe de Dios —dice— está en ellos manifiesto, pues Dios se lo manifestó4. ¿Se lo manifestó a ellos a quienes no dio ley alguna? Escucha cómo se lo manifestó: En efecto, lo invisible de él se hace visible a la inteligencia por medio de sus obras5. Pregunta al mundo, a la belleza del cielo, al resplandor y armonía de los astros, al sol que basta para iluminar el día, a la luna que alivia la noche; pregunta a la tierra, fértil en hierbas y plantas, poblada de animales, embellecida de hombres; pregunta al mar, repleto de una gran cantidad y variedad de seres acuáticos; pregunta a la atmósfera cuántos volátiles contiene; pregunta a cuanto existe y mira si no parecen responderte a su modo: «Dios nos ha hecho». También hubo nobles filósofos que investigaron todo eso y por la obra hecha descubrieron al artífice. Entonces, ¿qué? ¿Por qué la cólera de Dios se revela contra toda impiedad?6 ¿Porque retienen la verdad en la iniquidad?7 Acérquese; muestre de qué manera. En efecto, ya ha dicho cómo la conocieron. Lo invisible de él, es decir, de Dios, se hace visible a la inteligencia por medio de sus obras; también su sempiterno poder y divinidad, para que sean inexcusables. Pues, habiendo conocido a Dios, no lo glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, sino que se disiparon en sus pensamientos, y se entenebreció su necio corazón8. Son palabras del Apóstol, no mías. Se entenebreció su necio corazón, pues, teniéndose por sabios, se hicieron necios9. Lo descubrieron por su deseo de saber, lo perdieron por su orgullo. Repito, son palabras del Apóstol. Teniéndose por sabios, es decir, atribuyéndose lo que era un don de Dios, se hicieron necios.

3. Muéstranos, pruébanos su necedad. Igual que nos mostraste cómo pudieron llegar al conocimiento de Dios: porque lo invisible de él se hace visible a la inteligencia por medio de sus obras10, muéstranos también ahora, oh Apóstol, muéstranos cómo teniéndose por sabios, se hicieron necios11. Escucha: Porque trocaron —dice— la gloria de Dios incorruptible por una representación en forma de hombre corruptible, y de aves, y de cuadrúpedos, y de reptiles12. Los paganos, en efecto, convirtieron en dioses propios las figuras de esos animales. Hallaste a Dios, pero adoras a un ídolo. Hallaste la verdad, pero retienes la misma verdad en la injusticia13. Además, lo que lo que has conocido por las obras de Dios, lo pierdes por las obras del hombre. Has examinado todo; has captado el concierto del cielo, de la tierra, del mar y del conjunto de los elementos; sólo a esto no quieres prestar atención: que el mundo es obra de Dios, y el ídolo obra del artesano. Si el artesano diera al ídolo también un corazón, igual que le dio una figura, el ídolo adoraría al artesano. En efecto, oh hombre, como Dios es tu artífice, así también el hombre es el artífice del ídolo. ¿Quién es tu Dios? Quien te hizo. ¿Quién es el Dios del artífice? El que lo hizo. ¿Y el Dios del ídolo? El que lo hizo. Luego, si el ídolo tuviera corazón, ¿no adoraría al artesano que lo hizo? Ahí tenéis la iniquidad en la que los filósofos han retenido la verdad y no hallaron el camino que conduce a la posesión de la verdad que vieron.

4. Ahora bien, Cristo, como él es la verdad y la vida que existe junto al Padre, la Palabra de la que se dijo La vida era la luz de los hombres14; como él es la verdad y la vida que existe junto al Padre, y nosotros no teníamos por dónde ir a la verdad, el Hijo de Dios que es siempre la Verdad y la Vida en el Padre, al asumir al hombre, se hizo camino. Camina por el hombre y llegas a Dios. Vas por él y a él vas. No busques por dónde llegar a él fuera de él. Efectivamente, si él no hubiese querido ser camino, estaríamos siempre extraviados. Así, pues, se hizo camino por donde ir. No te digo: «Busca el camino». El camino mismo ha venido hasta ti: levántate y camina. Camina con la conducta, no con los pies, pues muchos caminan bien con los pies, pero mal con la conducta. De hecho, los mismos que caminan bien a veces corren fuera del camino. Hallarás, sin duda, hombres de una vida recta que no son cristianos. Corren bien, pero no por el camino. Cuanto más corren, más se extravían, puesto que se alejan del camino. Ahora bien, si esos hombres llevan al camino y se mantienen en él, ¡qué gran seguridad, puesto que corren bien y no se extravían! Si, por el contrario, no se mantienen en el camino, por muy bien que anden, ¡cuánto hay que compadecerlos! En efecto, es preferible ir cojeando por el camino a caminar con energía fuera de él. Sea esto suficiente a Vuestra Caridad. Vueltos al Señor, etc..