SERMÓN 122

Traductores: Pío de Luis Vizcaíno, o.s.a.

Jesús y Natanael (Jn 1,48—51)

1. Si lo entendemos bien, lo que hemos escuchado que dijo Jesucristo, el Señor, a Natanael, no se refería solo a él. En efecto, el Señor Jesús vio bajo la higuera a todo el género humano. De hecho, hay que entender que en este texto la higuera significaba el pecado. No es ese su significado en todos los pasajes en que aparece, pero sí en el presente, como he indicado, por la referencia al hecho, conocido por vosotros, de que, cuando pecó el primer hombre, se tapó con hojas de higuera1: Adán y Eva cubrieron sus genitales con hojas de ese árbol cuando se ruborizaron de su pecado: lo que Dios les había dado como miembros, lo convirtieron ellos en partes pudendas. No hay que avergonzarse de lo que es obra de Dios, pero al sonrojo precedió, como causa, el pecado. Si no hubiese precedido la maldad, la desnudez nunca hubiera producido vergüenza la desnudez. Se encontraban desnudos, pero no se ruborizaban, pues no habían cometido nada que les llevase a ello. Pero ¿con qué finalidad he dicho esto? Para dar a entender que en la higuera estaba significado el pecado. ¿Qué significa, entonces, cuando estabas bajo la higuera te vi2? Cuando estabas sometido al pecado, te vi. Y pensando en lo que había hecho anteriormente, Natanael recordó que había estado bajo la higuera, sin que estuviese Cristo allí. No estaba con presencia física, pero ¿dónde no está con su conocimiento espiritual? Y como sabía que había estado sin compañía bajo la higuera, lugar en que no se hallaba Cristo el Señor, cuando le dijo: Cuando estabas bajo la higuera, te vi, reconoció en él la divinidad y exclamó: Tú eres el rey de Israel3.

2. El Señor le replicó: Te extrañas de que te haya dicho que te vi cuando estabas bajo la higuera; verás cosas mayores4. ¿Cuáles son estas cosas mayores? Veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre5. Traigamos a la memoria el episodio consignado en uno de los libros santos: el Génesis. Cuando Jacob se dispuso a dormir en cierto lugar, puso de cabezal una piedra, y en sueños vio una escalera que llegaba de la tierra al cielo. El Señor se apoyaba sobre ella; los ángeles, a su vez, subían y bajaban por ella. Esto lo vio Jacob. El sueño de un hombre no se pondría por escrito, si en él no estuviese figurado algún gran misterio, y si no se entendiese que con aquella visión estaba profetizado algo grandioso. Además, Jacob mismo, al comprender lo que había visto, fijó allí la piedra y derramó aceite sobre ella6. Puesto que reconocéis la unción, reconoced también al Ungido (Cristo). Él, en efecto, es la piedra que rechazaron los constructores; él se ha convertido en piedra angular7. Él es la piedra de la que él mismo dijo: Quien tropiece contra esta piedra te harás añicos, y a aquel sobre quien ella caiga, lo aplastará8. Se tropieza en quien yace en tierra, pero caerá sobre él cuando venga de lo alto a juzgar a vivos y muertos. ¡Ay de los judíos que tropezaron en Cristo cuando yacía en su condición humilde! Este hombre — decían— no viene de Dios porque quebranta el sábado9. Si es Hijo de Dios, que descienda de la cruz10. ¡Insensato!, te provoca la risa la piedra en el suelo. Pero tu risa prueba tu ceguera; al estar ciego, tropiezas; al tropezar, te haces añicos; hecho añicos cuando él aún yace en tierra, cuando venga luego de lo alto, te aplastará. Así, pues, Jacob derramó aceite sobre la piedra. ¿Acaso la convirtió en un ídolo? Hizo de ella un signo, no la adoró. Ahora, pues, escuchad; escuchad a este Natanael que sirvió de ocasión al Señor Jesús para exponernos la visión de Jacob.

3. Los instruidos en la escuela de Cristo sabéis cómo Jacob e Israel son el mismo. Dos son los nombres, pero solo hubo un hombre. Al nacer recibió el primer nombre, Jacob, que significa Suplantador. Mas al nacer como gemelos, primero nació su hermano Esaú, y se vio la mano del menor en el pie del mayor. Sujetaba el pie de su hermano que le tomó la delantera al nacer; luego nació también él. Y por esta acción de sujetar el talón de su hermano recibió el nombre de Jacob11, es decir, el Suplantador. Pero más tarde, al volver de Mesopotamia, un ángel luchó con él en el camino12. ¿Hay comparación entre la fuerza de un ángel y la de un hombre? En consecuencia, estamos ante un misterio, ante una acción simbólica, ante una profecía, ante algo figurado; entendámoslo, pues. Considerad también la modalidad de la lucha. Mientras estaba en curso, se impuso Jacob sobre el ángel. ¡Significado profundo! Y, al imponerse el hombre sobre el ángel, aquel sujetó a este; el hombre mismo sujetó al que había vencido. Y le dijo: No te soltaré hasta que no me hayas bendecido13. En el hecho de que el vencido bendijese al vencedor estaba figurado Cristo. Entonces, el ángel aquel, que se entiende que era el Señor Jesús, dice a Jacob: Ya no te llamarás Jacob, sino que tu nombre será Israel14, que significa: «El que ve a Dios». Luego tocó el nervio de su muslo, es decir, la articulación del muslo de Jacob y se le secó. Y Jacob quedó cojo15. Aquel vencido era Cristo. Tanto poder tenía el vencido que le tocó el muslo y le dejó cojo. Por tanto, se dejó vencer deliberadamente. En efecto, tuvo poder para despojarse de su fuerza y para recuperarla16. Vencido no se aíra, porque no se aíra crucificado. Prueba de que no se aíra es que le bendijo, diciéndole: No te llamarás Jacob, sino Israel. En ese momento el Suplantador se convirtió en «El que ve a Dios». Y le tocó, según he dicho, el muslo y lo dejó cojo. Advierte en Jacob al pueblo judío: aquellos miles que seguían y precedían la cabalgadura que montaba el Señor, quienes, unidos a los apóstoles, adoraban al Señor, y gritaban: Hosanna al hijo de David; bendito el que viene en el nombre del Señor17. Ved al Jacob bendecido. El Jacob cojo ha perdurado en los judíos actuales, pues la anchura de su muslo significa su descendencia numerosa. De esta habla el salmo, cuando profetiza la futura fe de los gentiles, con estas palabras: Un pueblo al que no he conocido me sirvió; al oírme, me obedeció18. Allí no estuve, y me escucharon; estuve aquí y me crucificaron. Un pueblo al que no he conocido me sirvió; al oírme, me obedeció. Así, pues, la fe proviene de la escucha, la escucha por la palabra de Cristo19. Y continúa: Hijos, ya extraños para mí, me mintieron —palabras que indican a los judíos—; hijos, ya extraños para mí, se endurecieron y se apartaron de sus caminos20. Os he presentado al Jacob bendecido y al Jacob cojo.

4. Tomando pie de aquí, no he de pasar por alto algo que, por sí mismo, tal vez puede turbar a alguno de vosotros. ¿Qué significa el que, cuando se cambió el nombre a Abrahán, el abuelo de este Jacob —de hecho él se llamaba antes Abrán, pero Dios le cambió el nombre, diciéndole: No te llamarás Abrán, sino Abrahán21— ya no volvió a llamarse Abrán? Buscad en las Escrituras, y veréis cómo, antes de recibir otro nombre, no se llamaba sino Abrán, y después de recibirlo no se llamó sino Abrahán. En cambio, cuando este Jacob recibió otro nombre, oyó las mismas palabras: No te llamarás Jacob; te llamarás Israel22. Buscad en las Escrituras, y veréis que siempre se llamó lo uno y lo otro: Jacob e Israel. A Abrán, una vez que recibió el otro nombre, solo se le llamó Abrahán; a Jacob, una vez recibido el segundo nombre, se le llamó tanto Jacob como Israel. El significado del nombre de Abrahán tenía que verificarse en el tiempo presente: efectivamente, él se convirtió en el padre de muchos pueblos, de donde le viene el nombre. En cambio el nombre de Israel dice relación al mundo futuro, cuando veremos a Dios. Así, pues, el pueblo de Dios, el pueblo cristiano, es actualmente, a la vez, Jacob e Israel; Jacob en la realidad, Israel en la esperanza. En efecto, al pueblo venido después se le llama suplantador de su hermano, el pueblo mayor. ¿Acaso hemos suplantado nosotros a los judíos? No obstante se dice que los hemos suplantado porque fueron suplantados por causa nuestra. De no haber sido cegados, Cristo no hubiese sido crucificado; de no haber sido crucificado Cristo, no se hubiera derramado su preciosa sangre; si aquella sangre no se hubiera derramado, no habría sido rescatado el orbe de la tierra. Y como la ceguera de ellos redundó en provecho nuestro, el hermano mayor fue suplantado por el menor, y el menor fue llamado suplantador. Mas ¿por cuánto tiempo?

5. Llegará el momento, llegará el fin de este mundo, y creerá el pueblo entero de Israel; no los que existen ahora, sino sus hijos, los que entonces se hallen en vida. Puesto que estos de ahora que siguen sus propios caminos irán al lugar que les pertenece, pasarán a la condenación perpetua. Mas, cuando el pueblo entero se haya convertido en un único pueblo, se cumplirá lo que cantamos: Me saciaré cuando se manifieste tu gloria23, cuando llegue la promesa que se nos ha hecho de verlo cara a cara24. Ahora le vemos como por un espejo, en enigma y parcialmente; mas cuando, uno y otro pueblo se haya purificado, haya resucitado, haya sido coronado y transformado al recibir una forma inmortal y la incorrupción perpetua, verá a Dios cara a cara, y ya no existirá Jacob, sino solo Israel. Entonces lo verá el Señor en la persona de este santo Natanael, y le dirá: He aquí el genuino israelita, en quien no hay engaño25. Cuando escuchas: He aquí el genuino israelita ha de venirte a la mente Israel; cuando te venga a la mente Israel, ha de venirte asimismo a la mente aquel sueño en el que vio una escaleta que iba de la tierra al cielo, al Señor asentado en su extremo superior y a los ángeles de Dios que subían y bajaban. Es el sueño que vio Jacob. Comenzó a llamarse Israel después de tenerlo, es decir, poco después de salir de Mesopotamia, estando aún de viaje. En consecuencia, si vio la escalera Jacob que fue llamado también Israel; si, a su vez, es también genuino israelita este Natanael, en quien no hay engaño, con razón, cuando este se extrañó de que el Señor le dijera: Te vi bajo la higuera, le añadió: algo mayor que eso verás26. Y además le mencionó el sueño de Jacob. ¿A quién se lo mencionó? Al que acababa de llamar israelita, en quien no había engaño. Como si le dijera: «En ti se mostrará el sueño de aquel cuyo nombre te he dado; no te precipites en mostrar extrañeza; verás cosas mayores». Veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar hacia el hijo del hombre27. He aquí lo que vio Jacob; he aquí porqué Jacob derramó aceite sobre la piedra; he aquí por qué Jacob, cual profeta, fue signo y figura de Cristo. Efectivamente, aquella acción era una profecía.

6. Sé qué estáis esperando ahora; entiendo qué queréis oír de mí. Lo diré también brevemente, conforme al don del Señor: a los ángeles que subían y bajaban hacia el hijo del hombre28. Si descienden hacia él, es que está aquí abajo, y, si ascienden hacia él, es que está arriba. ¿Cómo se explica? Si ascienden hacia él, si descienden hacia él, está allí arriba y aquí abajo. De ninguna manera puede darse que asciendan hacia él y hacia él desciendan, a no ser que esté allí a donde ascienden y aquí a donde descienden. ¿Cómo pruebo que él está tanto allí como aquí? Que nos responda Pablo, antes Saulo. Es algo que experimentó él mismo siendo primero su perseguidor y convirtiéndose luego en su predicador: primero Jacob, luego Israel. El mismo era del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín29. Apoyándonos en su experiencia, veamos que Cristo está arriba y abajo. En primer lugar lo manifestó la misma voz proveniente del cielo: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?30. ¿Acaso había subido Pablo al cielo? ¿Acaso Pablo había lanzado una piedra al cielo? Él perseguía a los cristianos, los encadenaba, los entregaba para que les diesen muerte, los buscaba dondequiera que se ocultasen, una vez descubiertos bajo ningún concepto los perdonaba. ¿A quién dice Cristo el Señor: Saulo, Saulo? ¿Desde dónde le grita? ¿Desde el cielo? Entonces, está arriba. ¿Por qué me persigues? Entonces, está abajo. Aunque brevemente, he expuesto todo a Vuestra Caridad, en cuanto he podido. He dado lo que a mí me corresponde; en cuanto a lo que os corresponde a vosotros, pensad en los pobres. Vueltos al Señor.