La hipocresía de los fariseos1
1. Habéis oído en el santo evangelio cómo el Señor Jesús, con las palabras que dirigía a los fariseos, advertía a sus propios discípulos que no creyesen que la justicia se hallaba en la limpieza del cuerpo. Los fariseos, en efecto, se lavaban todos los días antes de comer, como si el lavado diario pudiera limpiar el corazón. Además, mostró cómo eran en realidad los fariseos. Lo decía quien los veía, quien miraba no solo los rostros, sino también su interior. Para que lo sepáis, el fariseo al que Cristo respondió, pensó algo dentro de sí, no lo expresó con la voz y, sin embargo, Jesús lo oyó. En su interior reprochó a Cristo el Señor el haber entrado al banquete sin lavarse. Él lo estaba pensando, Jesús le oía y, en consecuencia, le respondía. ¿Y qué le respondió? Ahora vosotros, fariseos, laváis la parte exterior de los platos, mas por dentro estáis llenos de hipocresía y rapiña2. ¡Qué forma de venir a una comida! ¿Cómo no perdonó al hombre que le invitó? Más correcto es decir que le perdonó al hacerle el reproche para perdonarle en el juicio, tras haberse corregido. Además, ¿qué nos manifestó a nosotros? Que también el bautismo, que se confiere solo una vez, purifica mediante la fe. Fe que está dentro, no fuera de nosotros. Por eso se dice y se lee en los Hechos de los Apóstoles: Purificando sus corazones por la fe3. También el apóstol Pedro habla de ese modo en una carta suya: Así —dice— os dejó una semejanza en el arca de Noé, de cómo solo ocho personas se salvaron mediante el agua. Y añade: De igual manera os salvará también a vosotros el bautismo; no se trata de limpiar las inmundicias de la carne, sino de la exigencia de una conciencia buena4. Los fariseos despreciaban esta exigencia de una conciencia buena, y lavando lo exterior, permanecían interiormente llenos de suciedad.
2. ¿Y qué les dijo después? No obstante, dad limosna y he aquí que todas las cosas serán puras para vosotros5. Se ha alabado la limosna; practicadla y experimentadlo. Pero atended un poquito. Eso lo dijo a los fariseos. Los fariseos eran judíos, algo así como los más excelentes de ellos, pues se llamaba fariseos a los más nobles y doctos. No habían sido lavados con el bautismo de Cristo: aún no habían creído en Cristo, el Hijo unigénito de Dios que caminaba en medio de ellos sin que le reconociesen. ¿Cómo, entonces, les dice: Dad limosna y así todas las cosas serán puras para vosotros? Con solo escucharle y dar limosnas, ya todas las cosas serían puras para ellos, según las palabras mismas de Jesús; ¿qué necesidad tenían de creer en él? Si, por el contrario, no podían ser purificados mas que creyendo en él, que purifica el corazón mediante la fe, ¿qué significa dad limosna y así todas las cosas serán puras para vosotros? Prestemos atención; quizá el mismo Señor nos lo expone.
Tras estas palabras de Jesús, sin duda pensaron los fariseos en las limosnas que daban. Pero ¿cómo las daban? Diezmaban todos sus bienes: de todos los frutos apartaban la décima parte y la donaban. Cosa que no hace fácilmente un cristiano cualquiera. He aquí lo que hacían los judíos. No solo con el trigo, sino también con el vino y el aceite. Y no solo con estas cosas, sino también, siguiendo el precepto divino, con otras despreciables: diezmaban el comino, la ruda, la menta y el eneldo, es decir, de todas estas cosas separaban la décima parte y daban limosnas6. Creo, pues, que pensaron en esto dentro de sí y creyeron que Cristo el Señor hablaba sin fundamento al dirigirse a ellos como si no hicieran limosna, siendo así que, conocedores de sus obras, sabían que diezmaban los frutos de hasta las cosas más diminutas e insignificantes y la daban. Y en su interior se mofaron de quien decía tales cosas como si hablase a hombres que no practicaban la limosna.
3. Sabiéndolo el Señor, añadió a continuación: Con todo, ¡ay de vosotros, escribas y fariseos, que pagáis el diezmo de la menta, del comino, de la ruda y de todas las hortalizas!7. Para que lo sepáis, conozco vuestras limosnas. Es cierto; ésas son vuestras limosnas, ésos vuestros diezmos. Diezmáis incluso los frutos de vuestros productos más diminutos e insignificantes, pero habéis abandonado las cosas más importantes de la ley: el juicio y la caridad8. Prestad atención. Habéis abandonado el juicio y la caridad y dais el diezmo de las hortalizas. Eso no es hacer limosna. También conviene hacer esto —les dice—; pero no hay que omitir lo otro9. ¿Qué hay que hacer? El juicio y la caridad, la justicia y la misericordia, y no omitir lo otro. Haced aquello, pero anteponed esto.
4. Si las cosas están así, ¿por qué les dijo: haced limosna y así todas las demás cosas serán puras para vosotros?10. ¿Qué significa haced limosna? Practicad la misericordia. ¿Y qué es practicar la misericordia? Si lo entiendes, comienza por ti. ¿Cómo puedes ser misericordioso con otro, si eres cruel contigo? Dad limosna y todas las cosas serán puras para vosotros. Practicad la limosna auténtica. ¿Qué es la limosna? La misericordia. Escucha a la Escritura: Compadécete de tu alma agradando a Dios11. Practica la limosna: compadécete de tu alma agradando a Dios. Tu alma mendiga ante tus puertas; regresa a tu conciencia. Quienquiera que seas, si vives mal, si vives como un infiel, regresa a tu conciencia y allí encontrarás a tu alma pidiendo limosna; la encontrarás necesitada, pobre, hecha una piltrafa; quizá no la encuentres ni necesitada, sino muda a causa de su necesidad. En efecto, si mendiga, tiene hambre de justicia. Si encuentras así a tu alma —pues todo eso tiene lugar en tu corazón—, antes de otra cosa, practica con ella la limosna; dale pan. ¿Qué pan? Si el fariseo le hubiese preguntado, el Señor le hubiera dicho: «Da limosna a tu alma». Aunque él no lo entendió, de hecho, es lo que le dijo cuando les mencionó las limosnas que hacían y que ellos creían que él desconocía. Lo que les dijo fue: «Sé que hacéis limosnas; diezmáis la menta y el eneldo, la ruda y el comino, pero yo me refiero a otras limosnas. Despreciáis el juicio y la caridad». Da a tu alma una limosna de juicio y caridad. ¿Qué es el juicio? Mira y descúbrelo: desagrádate a ti mismo, pronuncia sentencia contra ti. ¿Y qué es la caridad? Ama al Señor Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente, y ama a tu prójimo como a ti mismo12. Así, tu primera misericordia ha sido para con tu alma en tu conciencia. Si pasas por alto esta limosna, da lo que quieras, regala cuanto te parezca bien, aparta de tus frutos no la décima parte, sino la mitad; da las nueve partes, reservándote solo una para ti; nada haces cuando contigo no lo haces y te comportas contigo mismo como un pobre. Alimenta tu alma para que no perezca de hambre. Dale pan. Pero ¿qué pan? —dice—. Él habla contigo. Si oyeses, entendieses y creyeses al Señor, él mismo te diría: Yo soy el pan vivo que he bajado del cielo13. ¿No comenzarías dando este pan a tu alma, practicando así la limosna con ella? Por tanto, si crees, lo primero que debes hacer es alimentar tu alma. Cree en Cristo y quedará purificado cuanto hay dentro de ti, y lo que está fuera quedará también purificado. Vueltos al Señor...