Diversos temas
1. No necesitan médico los sanos, sino los enfermos; no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores1. Es la voz del Señor que llama a los pecadores para que definitivamente dejen de serlo. Hay que evitar que el pensamiento de que el Señor ha amado a los pecadores lleve a los hombres a querer tener siempre pecados para que Cristo los ame. Cristo ama a los pecadores como el médico ama al enfermo: para hacer desaparecer su fiebre y sanarlo. No desea que esté siempre enfermo para tener siempre a quien visitar; quiere sanarlo. Por tanto, el Señor no vino a llamar a los justos, sino a los pecadores, para justificar al impío.
De un idólatra hizo un fiel, de un borracho un sobrio, de un derrochador un parco. Al avaro lo hizo espléndido, pero no con los cazadores -poniéndose de parte del diablo-, sino con los pobres, a fin de ser coronado por Cristo y adquirir para sí algo no transitorio. Más difícil era lo que hizo el Señor. El que de un impío hizo una persona religiosa ¿no dará el premio a esta persona? Prestad atención, hermanos míos: ¿qué es más increíble, hacer de un impío una persona religiosa, o hacer de una persona religiosa un ángel? Ser persona religiosa y ser impío se oponen entre sí; no el ser persona religiosa y ser ángel. ¿No te llevará a la plenitud angélica desde esa cercanía quien te transformó en lo contrario de lo que eras? Por tanto, cuando comienzas a ser persona religiosa, comienzas ya a imitar la vida de los ángeles; cuando, en cambio, eras un impío, estabas alejado de su vida. Cuando te llega la fe, te haces justo y te abajas ante Dios, tú que blasfemabas contra él, y tú que te habías vuelto hacia las criaturas, deseas ya al Creador.
2. He aquí lo que ha otorgado: mostró su Iglesia a todo el mundo. Tal como la prometió, la mostró. Predijo que la idolatría iba a ser exterminada y desterrada en algún momento. Nuestros mayores lo leyeron, pero no lo vieron; nosotros lo leemos y lo estamos viendo.
¿Cree, acaso, el que ve? Cree quien no ve. Una cosa es creer y otra ver. Cree ya que no ves, a fin de que, creyendo lo que no ves, merezcas ver lo que crees. Lo que merece la visión es la fe; la recompensa de la fe es la visión. ¿Por qué pretendes recibir el salario antes de trabajar? Cree, por tanto, y camina en la fe: tu salvación está en la esperanza. Ha comenzado ya a curarte el mejor médico, aquel para quien no hay enfermedad incurable. No temas los pecados que quizá cometiste en el pasado, por monstruosos e increíbles que sean; 1as enfermedades son grandes, pero es mayor el médico. Así, pues, no te preocupen tus pecados pasados; quedarán borrados todos, absolutamente todos, por el valor incomparable del sacramento. Oye lo que sobre esto dijeron los apóstoles a los judíos que crucificaron al Señor: Arrepentíos y que cada uno de vosotros se bautice en el nombre del Señor Jesucristo, y se os perdonarán vuestros pecados2. Así se hizo: fueron bautizados, creyeron, se acercaron al cuerpo y a la sangre del Señor que habían derramado. A cuantos se han hecho reos de pecados concede el perdón quien absuelve de ellos, no quien los alaba, ya que no vino a llamar a los justos, sino a los pecadores.
3. En pocas palabras, pues, digo a vuestra santidad: que todo cristiano, si todavía es catecúmeno, ponga manos a la obra para que se le perdonen sus pecados. De hecho, lleva ya en su frente la señal de Cristo, ya entra en la iglesia, ya invoca tan sublime nombre, pero aún carga con el fardo de sus pecados; todavía no se le han perdonado, ya que solo se borran por el santo bautismo. Y que no se diga a sí mismo: «Temo hacerme fiel por si peco en el futuro». En efecto, el no pecar posteriormente está en su poder, pero ¿también el no haber pecado? Sabe lo que tiene que hacer para no pecar más, pero ¿qué hará para no haber pecado? Lo hecho, hecho está. No puedes conseguir que lo ya hecho no esté hecho; en cambio, lo aún futuro puedes evitar hacerlo. ¿Por qué, entonces, lo seduce el diablo mediante esa consideración aberrante? Teme los pecados futuros que aún no comete; no teme los pecados pasados con los que va cargado. Aquellos todavía no los has realizado; estos ya te oprimen. Es posible que aquellos no los cometas; más aún, así será si tú quieres; también estos, si quieres, puedes borrarlos. «No puedo», dices. Acude, pues, a quien los perdona.
4. Acércate a la gracia. Te es posible, pues se ha escrito: Les dio poder para hacerse hijos de Dios3. Comienza a ser hijo, tú que, a pesar de ser mal siervo, ya habías comenzado a habitar en la gran casa. Actúa como si fueras hijo allí donde comenzaste a ser siervo; basta que se te perdonen los pecados con que cargas. ¿Por qué temes los que todavía no existen, y no temes los que ya son realidad? Cuando te haya renovado la remisión de todos los pecados pasados, si se te concede aquí una larga vida, vive de tal forma que las buenas obras sigan tu fe, como uno que se ha convertido en hijo de la familia de tan gran padre, sobre el que en cierto modo se invoca el nombre de Dios. Vive de esta manera: progresa, menosprecia los bienes presentes, espera los futuros; sean viles para ti las realidades temporales y resplandezcan las eternas. Cumplamos lo prescrito por el médico para merecer disfrutar de salud eterna, ya que quien cumpla la voluntad de Dios, permanecerá por siempre, como Dios permanece por siempre4.