El Mesías, hijo y Señor de David1
1. Los cristianos deben resolver la cuestión propuesta a los judíos. Pues el señor Jesucristo que se la propuso, no se la resolvió a ellos, pero sí a nosotros. Lo recordaré a Vuestra Caridad y advertiréis que lo hizo. Ante todo, ved el núcleo de la cuestión. Preguntó a los judíos su parecer respecto a Cristo; en concreto, de quién era hijo, pues también ellos esperan a Cristo. Lo leyeron en los profetas, esperaron al que había de venir y, presente en medio de ellos, le dieron muerte, pues donde leían que había de venir el Cristo, allí mismo leían que le iban a dar muerte. Pero lo cierto es que, apoyándose en los profetas, aún esperaban su llegada futura, dado que su delito futuro no lo veían. Así, pues, les hizo una pregunta acerca de Cristo, es decir, no de algo desconocido, o de alguien cuyo nombre nunca hubiesen oído o cuya llegada nunca hubiesen esperado. De hecho, su equivocación consiste en estar esperándolo todavía. Ciertamente también nosotros esperamos que ha de venir, pero a juzgar, no a ser juzgado. Los santos profetas predijeron lo uno y lo otro: que había de venir primeramente para ser juzgado injustamente, y que había de venir después para juzgar conforme a justicia. Les dice: ¿Qué pensáis, pues, del Cristo? ¿De quién es hijo? Respondieron ellos: De David. De todo punto conforme a las Escrituras. Pero él replicó: ¿Cómo es que David, llevado por el Espíritu, le llama Señor al decir: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha hasta que ponga a tus enemigos como escabel de tus pies? Si, pues, David, inspirado, le llama Señor, ¿cómo es su hijo?2.
2. Aquí hay que precaverse de pensar que Jesús negase ser hijo de David. No negó que fuese hijo de David, sino que preguntó cómo podía serlo. «Dijisteis que es hijo de David; no lo niego; pero él le llama señor. Decidme cómo es hijo quien es también señor. Decidme cómo». Ellos no se lo dijeron, sino que callaron. Digámoslo nosotros, habiéndolo expuesto Cristo. ¿Dónde? Por medio de su Apóstol. En primer lugar, ¿cómo probamos que lo expuso Cristo mismo? Dice el Apóstol: ¿O acaso queréis recibir una prueba de que habla en mí Cristo?3. Por tanto, mediante el Apóstol, se ha dignado resolver esta cuestión. Ante todo, ¿qué dijo Cristo, hablando por boca del Apóstol? ¿Qué dijo el Apóstol a Timoteo? Acuérdate de que, según mi evangelio, Jesucristo, del linaje de David, resucitó de entre los muertos4. Ved que Cristo es hijo de David. ¿Cómo es también Señor de David? Dilo, Apóstol: Quien, existiendo en la forma de Dios, no juzgó objeto de rapiña ser igual a Dios5. Reconoce al Señor de David. Si reconoces al Señor de David, Señor nuestro, Señor de cielo y tierra, Señor de los ángeles; si le reconoces igual a Dios en la forma de Dios, ¿cómo es hijo de David? Pon atención a lo que sigue. El Apóstol te muestra que es Señor de David al decir: Quien, existiendo en forma de Dios, no juzgó objeto de rapiña ser igual a Dios. ¿Cómo es hijo de David? Sino que se anonadó a sí mismo tomando la forma de siervo; hecho a semejanza de los hombres, apareció en el porte como un hombre; se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte y muerte de cruz. Por lo cual Dios lo exaltó6. Cristo, del linaje de David, hijo de David, resucitó porque personalmente se anonadó. ¿Cómo se anonadó? Recibiendo lo que no era, sin perder lo que era. Se anonadó, se humilló. Siendo Dios, se manifestó como hombre. Cuando caminaba por la tierra fue despreciado quien hizo el cielo. Fue despreciado como si fuese solo un hombre, como si no tuviese poder alguno. No solo despreciado, sino hasta entregado a la muerte. Era una piedra en el suelo; contra ella tropezaron los judíos y se hicieron añicos. ¿Qué dice él? Quien tropiece contra esta piedra se estrellará, y a aquel sobre quien ella caiga, lo aplastará7. Primero yació en tierra y tropezaron contra ella; vendrá de arriba y los aplastará.
3. Habéis aceptado que Cristo es hijo y señor de David; señor de David, desde siempre; hijo de David, desde determinado momento; Señor de David, en cuanto nacido de la sustancia del Padre; hijo de David, en cuanto nacido de la Virgen María, concebido por el Espíritu Santo. Retengamos una y otra cosa. Una de ellas será nuestra morada eterna; la otra significa para nosotros la liberación del exilio. Pues, si nuestro Señor Jesucristo no se hubiese dignado ser hombre, hubiese perecido el hombre. Se hizo lo que hizo, para que no pereciese aquel al que hizo. Verdadero hombre, verdadero Dios; Cristo en su totalidad es Dios y hombre. Esta es la fe católica. Quien niega que Cristo es Dios, es fotiniano; quien niega que Cristo es hombre, es maniqueo. Quien confiesa que Cristo es Dios igual al Padre y hombre verdadero, que sufrió en verdad, que derramó sangre verdadera —pues no nos hubiese librado la verdad, si hubiese dado por nosotros un precio falso—; quien confiesa una y otra cosa, es católico. Tiene la patria, tiene el camino. Tiene la patria: En el principio existía la Palabra8; tiene la patria: Existiendo en la forma de Dios, no juzgó objeto de rapiña ser igual a Dios9. Tiene el camino: La Palabra se hizo carne10; tiene el camino: Se anonadó tomando la forma de siervo11. Él es la patria a la que nos dirigimos, él es camino por el que vamos. Vayamos por él a él y no nos extraviaremos.