Llamada a los ricos a la perfección1
1. La lectura evangélica, hermanos, que hace poco golpeó nuestros oídos no pide tanto uno que la exponga, cuanto uno que la escuche y la ponga en práctica. ¿Qué hay más claro que esta luz: Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos?2. ¿Qué voy a decir, pues? Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos. ¿Quién hay que no quiera la vida? Y, sin embargo, ¿quién hay que quiera guardar los mandamientos? Si no quieres guardar los mandamientos, ¿por qué buscas la vida? Si eres perezoso para trabajar, ¿por qué te apresuras a recibir la recompensa? El joven rico dijo que había cumplido los mandamientos; escuchó otros preceptos mayores: Si quieres ser perfecto, una sola cosa te falta: vete, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres, y no lo perderás, sino que tendrás un tesoro en el cielo; y ven y sígueme3. En efecto, ¿de qué te aprovecharía hacerlo si no me sigues?
Como habéis oído, se alejó triste y cabizbajo, dado que tenía muchas riquezas4. Lo que escuchó él, lo hemos escuchado también nosotros. El evangelio es la boca de Cristo; él está sentado en el cielo, pero no cesa de hablar en la tierra. No seamos, pues, sordos, dado que él grita. No seamos muertos, pues él atruena. Si no quieres hacer lo más, haz lo menos. Si es excesivo para ti el peso de lo mayor, toma al menos lo menor. ¿Por qué eres perezoso para lo uno y lo otro? ¿Por qué te opones a ambas cosas? Las mayores son: Vende todo lo que tienes y dalo a los pobres y sígueme. Las menores: No matarás, no adulterarás, no buscarás un falso testimonio, no robarás, honra a tu padre y a tu madre, amarás a tu prójimo como a ti mismo5. Haz esto. ¿Qué sentido tiene que te diga a gritos que vendas tus cosas, si no consigo forzarte a que no robes las ajenas? Has escuchado: No robarás, y recurres al atraco. En la presencia de tan eminente juez ya no te tengo por un simple ladrón, sino por un atracador. Perdónate a ti, ten compasión de ti mismo. Esta vida te ofrece todavía un plazo, no rechaces la corrección. Fuiste ladrón ayer, no lo seas también hoy. Quizá ya lo fuiste también hoy; no lo seas mañana. Acaba de una vez con el mal y exige el bien como recompensa. Quieres tener buenas cosas, pero no quieres ser bueno; tu vida es lo opuesto a tus deseos. Si poseer una buena quinta es un gran bien, ¡cuán grande mal es tener un alma mala!
2. El rico marchó entristecido, y el Señor dijo: ¡Qué difícil es que entre un rico en el reino de los cielos!6. ¡Qué difícil es! Por la comparación puesta, mostró que es tan difícil que resulta completamente imposible. De hecho, todo lo que es imposible es difícil, aunque no todo lo difícil es imposible. Para ver cuán difícil es, pon atención a la comparación: En verdad os digo: es más fácil a un camello entrar por el hondón de una aguja que a un rico entrar en el reino de los cielos7. ¡Entrar un camello por el hondón de una aguja! Aunque hubiere dicho una pulga, ya sería imposible. Por ello, tras oír esto, los discípulos se entristecieron y dijeron: Si esto es así, ¿quién podrá salvarse?8. ¿Quién de los ricos? Pobres, escuchad a Cristo; hablo al pueblo de Dios. La mayoría sois pobres; vosotros apropiaos al menos el reino de los cielos; con todo, escuchad. Vosotros, los que os gloriáis de vuestra pobreza, evitad el orgullo, no sea que os superen los ricos humildes; evitad la impiedad, no sea que os superen los ricos piadosos; evitad las borracheras, no sea que os venzan los ricos sobrios. Si los ricos no deben gloriarse de sus riquezas, no os gloriéis vosotros de vuestra pobreza.
3. Escuchen los ricos, si es que hay alguno; escuchen al Apóstol: Manda a los ricos de este mundo. Señal de que existen ricos de otro mundo. Los ricos del otro mundo son los pobres, los apóstoles, que decían: Como no teniendo nada, pero poseyéndolo todo9. Para que supierais de qué ricos hablaba, añadió: de este mundo. Escuchen, entonces, al Apóstol los ricos de este mundo: Manda —dice— a los ricos de este mundo que no sean orgullosos. El primer gusano de las riquezas es el orgullo. Polilla maligna, todo lo corroe y lo reduce a polvo. Mándales, pues, que no sean orgullosos ni pongan su esperanza en riquezas inseguras,no sea que te acuestes rico y te levantes pobre. Ni pongan su esperanza en riquezas inseguras —son palabras del Apóstol—, sino en el Dios vivo. El ladrón te arrebata el oro; ¿quién te arrebatará a Dios? ¿Qué tiene el rico si no tiene a Dios? ¿Qué no tiene el pobre si tiene a Dios? Por tanto, no pongan su esperanza en las riquezas —dice—, sino en el Dios que nos concede todo con abundancia para que lo disfrutemos10, entre lo cual también él mismo.
Si, pues, no deben poner su esperanza ni confiar en las riquezas, sino en el Dios vivo, ¿qué han de hacer con ellas? Escúchalo: Sean ricos en buenas obras11. ¿Qué quiere decir esto? Expónnoslo, Apóstol. Pues muchos no quieren entenderlo porque no quieren emprenderlo. Expónnoslo, Apóstol; no des ocasión con la oscuridad de tus palabras a obrar mal. Dinos qué indicabas al decir: Sean ricos en buenas obras. Escuchen, compréndalo; no se les permita buscar excusas; antes bien, comiencen a acusarse a sí mismos y a decir lo que hace poco escuchamos en el salmo: Pues yo reconozco mi pecado12. Dinos tú qué significa: Sean ricos en buenas obras.
4. ¿Qué quiere decir: Den con facilidad? ¿Acaso tampoco esto se entiende? Den con facilidad, repartan13. Tienes tú y no tiene el otro; reparte para que repartan contigo. Reparte aquí y participarás del reparto allí. Reparte aquí pan y recibirás allí pan. ¿Qué pan repartes aquí? El que cosechas con tu sudor y fatiga, como consecuencia de la maldición que cayó sobre el primer hombre14. ¿Qué pan recibirás allí? El que dijo: Yo soy el pan vivo que he bajado del cielo15. Aquí eres rico, pero eres pobre allí. Tienes oro, pero aún no tienes a Cristo presente. Da de lo que tienes para recibir lo que no tienes. Sean ricos en buenas obras, den con facilidad, repartan.
Entonces, ¿han de perder sus bienes? Dijo Repartan, no «Denlo todo». Reserven para sí lo suficiente o más de lo suficiente. De esto demos una cierta parte. ¿Qué parte? ¿Una décima parte? Esa cantidad la daban los escribas y los fariseos. Avergoncémonos, hermanos; la décima parte la daban aquellos por quienes Cristo aún no había derramado su sangre. No sea que creas estar haciendo algo grande por partir tu pan con el pobre, cosa que apenas significa una milésima parte de tus posibilidades, sábete que los escribas y fariseos daban la décima parte16. Y, con todo, no te lo reprocho; haz al menos eso. Es tanta mi sed, es tanta mi hambre, que me regocijo con estas migajas. Pero, no obstante, no callaré lo que dijo cuando estaba vivo quien murió por nosotros. Si vuestra justicia —dice— no es superior a la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos17. Él no se limita a palpar con la mano; es médico, llega a lo vivo de la herida. Si vuestra justicia no es superior a la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. Los escribas y los fariseos pagaban los diezmos. ¿Qué significa esto? Haceos esta pregunta. Ved lo que hacéis, a partir de qué cantidad lo hacéis; lo que dais y lo que os reserváis; lo que empleáis en obras de misericordia y lo que dejáis para el derroche. Por tanto, den con facilidad, repartan, atesórense un buen fundamento para el futuro, para adquirir la vida verdadera18.
5. He exhortado a los ricos; oíd vosotros, pobres. Los primeros, dad; los segundos, no robéis. Los unos dad de vuestras riquezas; los otros frenad vuestras apetencias. Escuchad vosotros, pobres, al mismo Apóstol: Es una gran ganancia. Una ganancia es una adquisición de alguna riqueza. Es —dice— una gran ganancia la piedad, teniendo lo suficiente19. Tenéis en común con los ricos el mundo, pero no la casa. Tenéis en común con ellos el cielo y la luz. Buscad lo que os sea suficiente; buscad eso, nada más. Las demás cosas oprimen, no elevan; son un peso, no una honra. Gran ganancia es la piedad, teniendo lo suficiente. Ante todo, la piedad. Piedad que es el culto de Dios. La piedad, teniendo lo suficiente. Pues nada hemos traído a este mundo20. ¿O trajiste algo a él? La verdad es que ni siquiera vosotros, los ricos, trajisteis nada. Aquí encontrasteis todo; nacisteis desnudos como los pobres. A ambos es común la debilidad del cuerpo, común el llanto, testigo de miserias. Nada hemos traído a este mundo —me dirijo a los pobres— y nada podemos llevarnos de él. Teniendo vestido y alimento, con eso estemos contentos. Pues los que quieren hacerse ricos21. Los que quieren hacerse ricos, no quienes lo son. Pues quienes lo son, séanlo. Han escuchado lo que se refiere a ellos: sean ricos en buenas obras, den con facilidad, repartan22.
6. Ellos lo han oído. Vosotros que aún no lo sois, escuchad: Los que quieren hacerse ricos caen en la tentación y en trampas, en multitud de deseos nocivos. ¿No sentís miedo? Escuchad lo que sigue: Que sumergen a los hombres en la muerte y en la perdición. ¿No temes aún? Pues la avaricia es la raíz de todos los males23. La avaricia consiste no en ser rico, sino en querer serlo. Eso es la avaricia. ¿No temes sumergirte en la muerte y la perdición? ¿No temes la avaricia, raíz de todos los males? Arrancas las raíces de las zarzas de tu finca, ¿y no extirpas de tu corazón la raíz de todas las malas apetencias? Limpias tu campo del que obtienes el fruto que sacia tu vientre, ¿y no purificas tu corazón para que lo habite tu Dios? La avaricia es la raíz de todos los males; siguiendo la cual algunos se extraviaron de la fe y vinieron a dar en muchos dolores24.
7. Oísteis qué habéis de hacer, qué habéis de temer; escuchasteis con qué se compra el reino de los cielos y qué impide entrar en él. Poneos todos de acuerdo en la palabra de Dios. Dios hizo tanto al rico como al pobre. Habla la Escritura: El rico y el pobre se encontraron; a ambos los hizo el Señor25. El rico y el pobre se encontraron. ¿En qué camino, sino en esta vida? Nació el rico, nació el pobre. Os encontrasteis caminando juntos por un mismo camino. Tú no oprimas; tú no estafes. Este necesita, aquel tiene. Pero a ambos los hizo el Señor. Por medio del que tiene socorre al necesitado; por medio del que no tiene, prueba al que tiene. Lo hemos escuchado, lo he dicho; temamos, precavámonos, oremos, lleguemos.