La transfiguración de Jesús1
Cuando se leyó el santo Evangelio, escuchamos el relato de la extraordinaria visión que tuvo lugar en la montaña, en la que el Señor Jesús se manifestó a tres de sus discípulos: Pedro, Santiago y Juan. Su rostro resplandeció como el sol2: este hecho simboliza el resplandor del Evangelio. Sus vestidos se volvieron blancos como la nieve3: este hecho simboliza la purificación de la Iglesia, a la que se dijo por medio del profeta: Y aunque vuestros pecados sean como escarlata, los dejaré blancos como la nieve4. Elías y Moisés dialogaban con él, porque la gracia del Evangelio tiene el testimonio de la Ley y los Profetas. La Ley, personificada en Moisés, y los Profetas, en Elías, para decirlo brevemente, pues contamos con los favores realizados por Dios mediante el santo mártir, que van a ser leídos. Escuchemos. Plugo a Pedro montar tres tiendas, una para Moisés, otra para Elías y otra para Cristo. Hastiado del tumulto originado por los asuntos humanos, le deleitaba la soledad de la montaña. Mas ¿por qué buscaba tres tiendas sino porque no conocía todavía la unidad entre la Ley, la Profecía y el Evangelio? Luego le corrigió la nube. Mientras decía esto —refiere—, he aquí que una nube refulgente los cubrió5. Advierte que la nube hizo una sola tienda; ¿por qué buscabas tres? Y una voz desde la nube dijo «Este es mi hijo amado, en quien me he complacido; escuchadle»6. Habla Elías, pero escuchad a éste. Habla Moisés, pero escuchad a este. Hablan los Profetas, habla la Ley, pero escuchad a este, voz de la Ley y lengua de los Profetas. En ellos se le oyó a él; personalmente se apareció cuando lo tuvo a bien. Escuchad a este, escuchémosle. Cuando hablaba el Evangelio, pensad que era la nube. De ella nos llegó la voz. Escuchémosle; hagamos lo que nos manda y esperemos lo que nos prometió.