Sobre las palabras del evangelio según san Mateo: O haced el árbol bueno y será bueno su fruto1
1. Nuestro Señor Jesucristo nos ha amonestado a ser árboles buenos para poder producir frutos buenos. Dice, en efecto: O haced bueno al árbol y bueno también su fruto, o haced malo al árbol y será malo también su fruto. Pues el árbol se conoce por su fruto2. Haced bueno el árbol y bueno será también su fruto, no es ciertamente una amonestación, sino un precepto saludable al que es necesario obedecer. En cambio, Haced malo el árbol y malo será también su fruto no es un precepto que hayas de cumplir, sino una advertencia para que lo evites. Lo dijo contra quienes juzgaban que, siendo malos, podían hablar cosas buenas3 o hacer obras buenas. El Señor Jesús declaró que eso no es posible. Primero ha de cambiar el hombre para que cambien sus obras. Pues, si permanece el hombre en su condición de malo, no puede producir obras buenas; si permanece en su condición de bueno, no puede producir obras malas.
2. Pero ¿a quién ha encontrado siendo bueno el Señor, considerando que Cristo murió por los impíos?4. Así, pues, a todos los encontró siendo árboles malos. No obstante, a los que creen en su nombre les concedió poder llegar a ser hijos de Dios5. Por tanto, a todo hombre que hoy es bueno, esto es, árbol bueno, lo encontró siendo malo y lo hizo bueno. Y si, cuando los encontró siendo árboles malos, hubiese preferido arrancarlos a dejarlos, ¿qué árbol no merecía ser arrancado? Pero aquel a quien se dice: Te cantaré la misericordia y el juicio6 anticipó la misericordia en su venida para ejercer después el juicio. A los creyentes les otorgó, pues, la remisión de sus pecados, sin querer exigirles cuentas ni de las facturas del pasado. Les otorgó la remisión de sus pecados: los hizo árboles buenos. Aplazó el hacha: les dio seguridad.
3. A esta hacha se refiere Juan cuando dice: Ya está puesta el hacha a la raíz del árbol. Todo árbol que no da fruto bueno será cortado y arrojado al fuego7. De esta hacha se sirve el padre de familia para amenazar en el evangelio cuando dice: Advierte que es el tercer año que vengo a buscar fruto en este árbol sin hallarlo. Ahora tengo que liberar este espacio; corta, pues, el árbol8. Pero intercede el labrador: Señor, déjalo en pie todavía este año; cavaré alrededor de él y le echaré abono; si produce fruto, bien; si no, vienes y lo cortas9. El Señor visitó al género humano como por un trienio, es decir, en tres tiempos específicos: el primero, anterior a la Ley; en segundo, cuando la Ley; el tercero, el actual, que es el tiempo de la gracia. En efecto, si no visitó al género humano antes de la Ley, ¿de dónde salieron Abel, Enoc, Noé, Abrahán, Isaac y Jacob? Dios, de quien son todos los pueblos, quiso que se le reconociese Dios de ellos, como si fuera Dios de tres hombres. Yo soy —dice— el Dios de Abrahán y de Isaac y de Jacob10. A su vez, si no lo hubiese visitado cuando la ley, no le habría dado la ley. Después de la Ley vino el mismo padre de familia: padeció, murió y resucitó, donó el Espíritu, hizo que se predicara el evangelio por el orbe entero11. Y todavía cierto árbol permaneció sin dar fruto. Existe aún cierta parte del género humano: aún no se corrige. Intercede el labrador: el Apóstol oraba por el pueblo: Doblo —dice— mis rodillas por vosotros ante el Padre para que, arraigados y fundados en el amor, podáis captar con todos los santos la anchura y la longitud, la altura y la profundidad; podáis conocer también la ciencia del amor de Cristo que trasciende todo, para ser llenos de él con la mirada puesta en la entera plenitud de Dios12. Al doblar sus rodillas, intercede por nosotros ante el padre de familia, para que no nos arranque. Por tanto, como es necesario que venga, que nos halle dando fruto. Cavar alrededor del árbol simboliza la humildad del que se arrepiente, pues toda fosa está en la tierra. El estiércol13 simboliza la suciedad de quien se arrepiente; en efecto, ¿qué hay más sórdido que el estiércol? No obstante, si usas bien de él, ¿qué hay que aporte más fruto?
4. Que cada uno sea un árbol bueno. No piense que va a producir frutos buenos si permanece siendo un árbol malo14. Solo habrá fruto bueno en un árbol bueno. Cambia tu corazón, y cambiará tu obra. Extirpa la codicia, planta la caridad. Como la codicia es la raíz de todos los males15, así también la caridad es la raíz de todos los bienes. ¿Por qué los hombres musitan entre sí o discuten: «¿Qué es el bien?». ¡Oh, si supieras lo que es! El bien que quieres poseer no es muy bueno. El bien que no quieres ser, ¡este es un gran bien! ¿Quieres tener salud física? De acuerdo, es un bien; con todo no es un gran bien lo que puede tener también el malo. ¿Quieres poseer oro y plata? Mira que digo también esto: es un bien, pero solo si haces buen uso de él; solo que no harás buen uso de él, en caso de ser tú malo. Por ello el oro y la plata son un mal para los malos y un bien para los buenos. No porque los haga buenos el oro y la plata, sino que, al encontrarlos siendo buenos, reciben un uso bueno. ¿Quieres poseer un cargo? Es un bien, pero también aquí si haces buen uso de él. ¡Para cuántos un cargo fue ocasión de perdición! ¡Para cuántos un cargo fue un servicio para hacer el bien!
5. Distingamos, pues, estos bienes, si somos capaces, puesto que estamos hablando de árboles buenos. Y nadie debe pensar en otra cosa que empeñarse, en la medida en que pueda, en apartar los ojos de aquellas cosas con que se enturbian, volverlos hacia sí mismo, descender al propio interior, escudriñarse, examinarse, buscarse y hallarse; y dar muerte a lo que le desagrade, elegir lo que le agrade y plantar lo que elija. Pues, si el hombre se descubre vacío de los bienes mejores, ¿qué sentido tiene ambicionar bienes externos? Ved, ¿qué aprovecha tener llena de bienes la caja de caudales y vacía la conciencia? ¡Quieres poseer bienes, pero no quieres ser bueno! ¿No adviertes que debes avergonzarte de tus bienes, si tu casa está llena de ellos, pero te tiene a ti siendo malo? ¿Qué quieres tener que sea malo? Dímelo. Nada en absoluto: ni la esposa, ni la hija, ni el hijo, ni el esclavo, ni la casa de campo, ni la túnica, ni por último el calzado. ¡Y, no obstante, quieres tener una vida mala! Te lo ruego: antepón tu vida a tu calzado. Todas las cosas que se presentan a tus ojos, de alto valor y bellas, son para ti preciosas, ¡y tú mismo eres para ti sin valor y feo! Si pudieran responderte los bienes de que está llena tu casa, bienes que deseaste tener, que te hicieron temblar ante la posibilidad de perderlos, ¿no te gritarían: «Como tú quieres tenernos como bienes, así también nosotros queremos tener un amo bueno»? De forma silenciosa elevan su voz contra ti a tu Señor: «Mira cuántos bienes diste a este, ¡y él es malo!». ¿De qué le sirve lo que tiene si no tiene al que le dio cuanto tiene?
6. Amonestado, pues, por estas palabras y tal vez compungido, pregunta qué es el bien, de qué clase de bien se trata, cuál es su origen. Entendiste bien qué bien debes buscar. Te responderé a ti que preguntas, y te diré: «Se trata del bien que no puedes perder. Puedes perder el oro, también contra tu voluntad; puedes perder la casa, los cargos, la misma salud física. Pero el bien por el que eres bueno, ni lo recibes ni lo pierdes contra tu voluntad». Pregunto, pues, a qué clase de bienes pertenece. El salmo ciertamente nos advierte de algo grande, tal vez lo que buscamos. Dice, en efecto: Hijos de los hombres, ¿hasta cuándo seréis duros de corazón?16. ¿Hasta cuándo se hallará aquel árbol en los "tres años"?17. Hijos de los hombres, ¿hasta cuándo seréis duros de corazón? ¿Qué significa duros de corazón? ¿Por qué amáis la vanidad y buscáis la mentira?18. Y por detrás dice lo que hay que buscar: Sabed que el Señor ha ensalzado a su Santo19. Ya ha venido también Cristo, ya ha sido ensalzado, ya resucitó y ascendió al cielo, ya se anuncia su nombre por toda la tierra: hasta cuándo seréis duros de corazón? Basten los tiempos pasados; una vez ensalzado ya aquel Santo, ¿hasta cuándo seréis duros de corazón? Transcurridos los tres años, ¿qué queda sino el hacha? ¿Hasta cuándo seréis duros de corazón? ¿Por qué amáis la vanidad y buscáis la mentira? ¡Aún se buscan cosas vanas, inútiles, ostentosas, pasajeras; aún se buscan después de ensalzado Cristo, el Santo! Ya grita la verdad, y todavía se busca lo vano. ¿Hasta cuándo seréis duros de corazón?
7. Con razón es flagelado con dureza este mundo, pues el mundo conoció ya las palabras del Señor: También el siervo —dice— que desconoce la voluntad de su amo y hace cosas merecedoras de castigo, recibirá unos pocos azotes20. ¿Con qué finalidad? Para que busque la voluntad de su amo. Así, pues, el siervo que desconoce la voluntad de su amo: esto era el mundo, antes de que el Señor ensalzase a su santo21: era un siervo que ignoraba la voluntad de su amo y, por eso, recibió pocos azotes. En cambio, el siervo que ya conoce la voluntad de su amo22, es decir, en el presente a partir del momento en que la divinidad el Señor ensalzó a su santo y no cumple su voluntad, recibirá muchos azotes ¿Qué tiene de extraño que el mundo reciba muchos azotes? Él es el siervo que conoce la voluntad de su amo y hace cosas merecedoras de castigo. No rehúse, pues, esa abundancia de azotes, porque, si injustamente no quiere oír a quien le manda, sufrirá justamente a quien actúa como vindicador; o no murmure contra quien le castiga, cuando advierta que merece el castigo, para merecer misericordia.
8. <.> .da paz sobre paz23. A los que aquí poseen la paz en la caridad, también les dará la paz; a ellos les dará la paz en la inmortalidad, no a los que dicen: Paz, paz, pero no hay paz24. Así, pues, busca la paz y persíguela25. De esta manera ensalzó a su santo en este salmo26. Por esto hay quien nos escucha, porque tenemos quien interceda por nosotros27. Es la razón por la que, después de haber dicho: El Señor ensalzó a su santo, añadió: El Señor me escuchará, cuando lo invoque28. En efecto, ya tengo allí al abogado que está sentado a la derecha de Dios e intercede por nosotros29.
9. Mas, puesto que no escuchó para darle la paz plena sino al que se aparta del mal y hace el bien30 —apartarse del mal equivale a airarse con uno mismo, compungirse en el lecho; hacer el bien, en cambio, equivale a ofrecer un sacrificio de justicia, buscar la paz y esperar en el Señor31—, después de decir: Ofreced un sacrificio de justicia, añadió: Y esperad en el Señor32. Ya te has airado contigo mismo, ya te has compungido, ya te has apartado del mal, ya has ofrecido un sacrificio de justicia, aún en esperanza, en tus buenas obras. Aún te falta una cosa; no sea que digas: «Ya he hecho todas estas cosas y aún no he recibido nada» te falta todavía una obra: la de la tolerancia. En efecto, la tribulación produce paciencia; la paciencia, la prueba; la prueba, la esperanza33.Ten seguridad: no te verás confundido. Ahora es todavía casi de noche; aún no ves a Dios ni posees lo que te prometió, pero haz en la noche lo que dice el salmo: En el día de mi tribulación busqué a Dios de noche con mis manos ante ti y no sufrí decepción34. En el día de mi tribulación: considera como día de tribulación esta vida entera, y di: Busqué al Señor con mis manos, no con mis ojos. Pues aún es de noche. Busca con las manos, haz méritos con las obras, haz cosas buenas y dique en esta noche buscaste al Señor con tus manos. Sigue —o que sigue es también para ti—: Y no sufrí decepción. Busqué de noche, busqué a tientas y sin embargo encontré. Busqué con las manos significa «busqué sin pereza y con las obras». Pero ¿cómo busqué con las mismas manos? En su presencia, con la mente puesta en aquello: No practiquéis vuestra justicia ante los hombres35, no en el sentido de que evites su mirada, sino en el sentido de que no esperes su alabanza. Pues si evitas que te vean cuando haces el bien, ¿dónde queda aquello: Brillen vuestras obras ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras? Pero fíjate en lo que sigue: Y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos36, para que sea glorificado en ti quien te hizo bueno. Pues fuiste capaz de hacerte malo, pero no lo eres para hacerte bueno. Fuiste capaz de herirte, no lo eres para sanarte. En consecuencia, cuando realizas obras buenas, desea que Dios reciba gloria en ti, porque la ofrenda del sacrificio de justicia —esto es, las obras buenas— continúa en la esperanza en el Señor.
10. «¿Y qué he de esperar? ¿Durante cuánto tiempo tengo que esperarlo?». No lo esperes aquí; no es de esta tierra lo que buscas. Quieres ser feliz, lo sé. ¿Quién hay que <no> lo quiera? Buscas una cosa buena, pero no la buscas en el lugar en que se encuentra. Es como si oyes que el oro es un bien y que no se puede hallar sino es bajo tierra, agarras el azadón y te pones a cavar en tu casa. Si te preguntan qué buscas, responderás: «oro». El que te preguntó, que sabe dónde se halla el oro, te replicará: «Buscas una cosa buena, pero no las buscas donde debes». Quieres ser feliz, quieres hallarte pletórico de gozo, quieres saciarte de bienes de modo que no sientas necesidad alguna ni te falte nada: es gran cosa, pero no está aquí. Te digo cómo llegar a ella. ¿Qué diré, sino lo que ya he dicho? Aírate contigo mismo, compúngete en tu lecho, cambia. Ofrece el sacrificio de justicia y espera en el Señor37. En él tendrás lo que buscas; cuando llegues a él, allí lo tendrás, porque tendrás a aquel de quien se dice: Señor, muéstranos al Padre, y nos basta38.
11. ¿Y qué sigue aquí? Después de haber dicho [y] compungíos39 —esto es, arrepentíos de haber sido malos—, ofreced el sacrificio de justicia —enfervorizaos en hacer obras buenas—, añadió: Esperad en el Señor, y dice: Muchos dicen: ¿Quién nos muestra los bienes?40. Advertid que se compungieron. «En mi lecho era malo: me he airado conmigo mismo41. Era ladrón, era depredador, era esto y aquello: me airé conmigo mismo, me compungí en mi lecho, cambié. Ahora realizo obras buenas: si veo a alguien hambriento, le proporciono pan; si veo a alguien desnudo, lo visto; si veo a un forastero, lo hospedo; si veo que alguien en desacuerdo, lo pongo de acuerdo; si veo a alguien oprimido, lo libero; si veo a alguien enfermo, lo visito; si veo a alguien muerto, le doy sepultura: ¿dónde está el bien que se me prometió? Ya me corregí, ya cambié; corregido de mis obras malas, ya realizo obras buenas. ¿Dónde están los bienes que se me prometieron? Muchos dicen —¡ojalá fueran pocos los que lo dicen—, muchos dicen. ¿Qué dicen muchos? «¿Quién nos muestra los bienes? —¿dónde está lo que se me prometió?—. Reparto mi oro, y nada veo. Veo lo que doy, pero no veo lo que se me promete». Es de noche. Busca: no decaigan las manos, y no sufrirás decepción. Muchos dicen: «¿Quién nos muestra los bienes?».
12. ¿Qué respondería aquel a quien se decía: «¿Quién nos muestra los bienes?»42. Y ¿de qué bien se trata? La luz de tu rostro, Señor, ha sido grabada en nosotros43. He aquí el bien. La luz de tu rostro, Señor, ha ido grabada en nosotros. Fuimos hechos a imagen de Dios44, y solo quien nos hizo puede esculpirnos de nuevo, y solo quien nos creó puede formarnos otra vez. Por tanto, la luz de tu rostro, Señor, ha sido grabada en nosotros, para ser moneda tuya y ser guardados en tu cofre. La luz de tu rostro, Señor, ha sido grabada en nosotros. Esta es la moneda de Cristo: el rostro de nuestro emperador ha sido grabado en nosotros. Esta es la moneda que Cristo, cual recaudador, reclamaba, cuando, a los que le tendían una trampa a propósito del tributo, mostrándole una moneda y respondiéndole que tenía la imagen del César, decía: Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios45. El César busca su imagen en su oro, ¿no va a buscarla Dios en tu alma? He aquí cuáles son los bienes. ¿Por qué aún dicen muchos: Quién nos muestra los bienes? ¿Hasta cuándo seréis duros de corazón? Buscáis bienes que os van a procurar más temores. Buscáis bienes pasajeros, buscáis bienes temporales, buscáis bienes que u os dejan cuando estáis en vida o tenéis que dejarlos al morir. Entonces, ¿hasta cuándo seréis duros de corazón? ¿Por qué amáis la vanidad y buscáis la mentira?46. ¿Queréis que os muestre el bien? Poseedlo y lo conoceréis. Se puede poseer en el corazón, pero no puede mostrarse a los ojos.
13. Mira ahora lo que sigue a la luz de tu rostro, Señor, ha sido grabada en nosotros: Has infundido alegría —dice— a mi corazón47. A mi corazón; no a mi despensa, no a mi caja fuerte, sino a mi corazón. Advierte que la luz de tu rostro ha sido grabada en nosotros. Pues también recibe oro y deposita en la cajafuerte; su corazón se alegra, pero de la vanidad, no de la verdad. ¿Quieres ver cuán inútilmente se alegra quien se imagina que es verdad lo que es falso? Este tiene llena su caja fuerte: sale de su casa y adondequiera que se dirija, va alegre, porque su caja fuerte está llena. Otro tuvo llena su caja fuerte y perdió cuanto tenía al llevárselo el ladrón; lo ignora, aún muestra alegría; ignora que pereció, aún se alegra. ¿Cómo era tuyo lo que no estaba en ti? Advierte que ya está perdido, y tú aún muestras alegría. Te alimentas de vanas esperanzas. ¿Cómo, sino porque buscas la vanidad? ¿Por qué?48. ¿Buscando qué bien, qué fruto? He aquí que lo perdiste, aunque amaste lo que perdiste. ¿Y cómo pereciste? Vuelve, pues, al sumo bien, para que puedas decir: «La luz de tu rostro, Señor, ha sido grabada en nosotros. Hemos sido hechos moneda tuya; recógenos en tus cofres, y pagamos el tributo al César; nuestro tributo a ti, nosotros mismos49. Lo que nos diste lo pagamos al César, lo que hiciste a ti que lo hiciste. Infundiste alegría en mi corazón50; en él está el motivo de mi alegría, es un bien íntimo, se guarda en cofre interior». Este bien no lo puedes perder si no quieres; allí está el mismo que lo hizo, deleitado en su templo, porque tú te compungiste en tu lecho51.
14. Luego, después de decir: La luz de tu rostro, Señor, ha sido grabada en nosotros; infundiste alegría en mi corazón»52, miró a los muchos que decían: «¿Quién nos muestra los bienes?53, y dijo: Se han multiplicado desde la temporada de su trigo, de su vino y de su aceite54. De su trigo, de su vino, de su aceite. En estas cosas pusieron sus ojos, deseando bienes terrenos. Y cuando les fue bien, se llenaron de estos bienes terrenos —se multiplicaron— proclamaron dichoso al pueblo que los posee. Pero ¿qué dices tú? Dichoso el pueblo cuyo Dios es el Señor55, puesto que la luz de tu rostro, Señor, se ha grabado en nosotros56. Ellos, en cambio, multiplicados desde la temporada de su trigo, su vino y su aceite se apartan de mí; quienes aman esos bienes no me digan: «¿Quién nos muestra esos bienes?». Tengo qué mostrar, pero no a quiénes mostrarlo. Por tanto, se han multiplicado desde la temporada de su trigo, su vino y su aceite.
15. Tú ¿qué? En la paz, «in idipsum». ¿Qué significa «in idipsum»? Lo que no cambia, lo que no varía, lo que no es temporal, lo que no es ahora así y luego de otra manera. Me dormiré en el inmutable57. Es difícil explicar lo que siento ante lo que dijo: Me dormiré en el inmutable. Me dormiré en paz; me dormiré en el inmutable. El que duerme está en cierta manera ausente de los sentidos de la carne. ¿Por qué, entonces, en relación con la vida bienaventurada buscas fuera formas y colores para los ojos, cánticos y cánticos suaves para los oídos, sabores distintos para el gusto, diversas sensaciones placenteras para el tacto? No es así el bien por el que eres bueno, no es así el bien del que dijiste: «¿Quién nos mostrará los bienes?»58. Dentro, en la imagen de Dios, está el bien del que adquiere forma este bien que ni el ojo ha visto, ni el oído ha oído59. Por eso me dormí. Apártate de lo que desean tus ojos, no negocies con los sentidos de la carne, para que pueda decirte tu Señor: Entra en el gozo de tu Señor60. Así, pues, dormiré y descansaré en paz, en el Inmutable61.
16. ¿Cómo se llega a ese estado? Porque tú, Señor, me hiciste habitar con un exclusivo objeto de esperanza62. Lo anterior: Esperad en el Señor, se dijo tras limpiar la iniquidad, tras ofrecer el sacrificio de justicia. Esperad en el Señor, pero me hiciste habitar con un exclusivo objeto de esperanza63. ¿Qué significa exclusivo? No como muchos, que dicen: «¡Quién nos mostrará los bienes!»64, deseando muchas cosas y dispersos en diferentes placeres —uno busca una cosa, otro otra, no una única cosa—. Uno pone su bien en el mal del otro. Uno no puede enriquecerse, salvo que otro acabe en la necesidad. Un pez mayor no puede saciarse, si otro no acaba en la penuria. Un pez mayor no puede saciarse si no devora al menor. Quienes buscan estos bienes no buscan bienes porque buscan lo que no son bienes. Así, pues, recibirás ese único bien que no reciben los impíos. ¡O tú, hombre —cuerpo entero de Cristo—; o tú, hombre único —cuerpo cuya cabeza es Cristo65—, habita con un exclusivo objeto de esperanza66, no busques los bienes de los paganos! Todas estas cosas, en efecto, las buscan los paganos. Buscar primero el reino y la justicia de Dios67 —este es el signo del rostro de Dios68—. Búscalo en ti y, si tienes necesidad de ellas, todas esas cosas las recibirás como complemento69. ¿Alimenta Dios al salteador y te abandonará a ti? Del Señor es la tierra y lo que contiene70.
17. Tú no te apartes de tu Dios; ama a tu Dios. A Aquel a quien dices: «Dame esto y aquello», dile alguna vez: «Dáteme tú mismo». Si lo amas, ámalo gratuitamente; no seas alma carente de fidelidad. Dejaría de agradarte tu esposa, si amase tu oro, si te amara porque le diste oro, una túnica de valor, una óptima casa de campo, un esclavo selecto, un eunuco impresionante, porque si esto fuera lo que ama en ti, no te amaría a ti. No te goces de un amor de esa calaña; con frecuencia un adúltero puede dar más. Quieres que tu mujer te ame gratuitamente, ¿y tú quieres vender a Dios tu fidelidad? «Puesto que creo en ti —dices a tu Dios— dame oro». ¿No se te cae la cara de vergüenza? «Puesto que creo en ti —dices a tu Dios— dame oro». Pusiste en venta tu fe: advierte su precio. El valor de tu fe no se tasa así, no se tasa en oro o en plata. Tiene un gran premio: Dios mismo es su premio. Ámalo y ámalo gratis. De hecho, si lo amas por otra cosa, no lo amas a él. No lo debes querer por otra cosa; al contrario, cualquier otra cosa que quieras, la debes querer por él; todo has de referirlo a su amor, sin referirlo a él a otros amores; anteponlo en el amor a amores ajenos. Ámalo a él, ámalo gratis. A esto retó el gran adversario a aquel gran atleta al decirle: ¿Acaso Job rinde culto a Dios desinteresadamente?71.
18. Por tanto, si, cuando preguntas: ¿Quién nos muestra los bienes?, quieres el Bien, es Dios mismo, él, que te hizo bueno y te hace mejor; él, que no es bueno por algún bien externo a él, sino que lo es por sí mismo. En efecto, para que tú seas bueno te sobrevino otro bien, para que él sea bueno no le sobrevino ninguno. Él es bueno por sí mismo para sí mismo. Recomendando este gran bien dice el Señor: ¿Por qué me preguntas qué es bueno? Nadie es bueno, sino el único Dios72. ¿No hay otros bienes? ¿No está escrito: Dios hizo todas las cosas muy buenas?73. Sí, pero todas estas cosas son buenas mediando Dios. Dios, en cambio, no es bueno gracias a estas cosas, ni por otras que poseen bienes, sino que es el Bien de bienes. He aquí cómo es este bien: búscalo. ¿Por qué amáis aún la vanidad y buscáis la mentira?74. He aquí qué bien es: busca al bien de bienes. Buscas riquezas: no es algo exclusivo. Presta atención: Me hiciste habitar con un exclusivo objeto de esperanza75. ¿Por qué no es algo exclusivo? Lo poseen tanto los buenos como los malos. Buscas la salud del cuerpo: la poseen los buenos y los malos, los hombres y las bestias: no es algo exclusivo. Buscas cargos públicos: los adquieren también los malos; no es algo exclusivo. Exclusivo es lo que poseen solo los buenos. En esta tierra Dios da bienes a buenos y a malos; es él quien da bienes y males tanto a los buenos como a los malos; a estos para atormentarlos, a aquellos para ejercitarlos. Los males son comunes a buenos y a malos. Mal exclusivo es el fuego eterno, malo; bien exclusivo, el Dios eterno, bueno. Cualesquiera otras criaturas que existan, Dios las da también a sus enemigos: la tierra y el cielo; de las lumbreras del cielo, de los frutos de la tierra, de la salud del cuerpo, de los cargos mundanos se sirven sus enemigos. Se trata de criaturas; Dios les da lo que creó. Quien las creó se reserva para ti, a condición de que lo ames desinteresadamente. Llegará, en efecto, el momento cuando él se te dé a ti y se diga a los impíos: Desparezca el impío; que no vea el resplandor de Dios76. Por tanto, hermanos, amemos a Dios desinteresadamente, hagamos el bien, toleremos el mal, esperemos en él a fin de que, una vez que nos haya pagado consigo mismo, nos saciemos únicamente de él que vive y reina por los siglos imperecederos. Amén.