El yugo de Cristo (Mt 11,28-30)
1. 1. A algunos, hermanos míos, les parece extraño oír decir al Señor: Venid a mí todos los que estáis fatigados y cargados, y yo os aliviaré. Tomad sobre vosotros mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera1. Observan que los que se sometieron a ese yugo con cerviz intrépida y aceptaron esa carga con hombros mansísimos se ven agitados y ejercitados por tantos problemas de este mundo, que no parecen llamados de la fatiga al descanso, sino del descanso a la fatiga, puesto que dice el Apóstol: Todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo padecerán persecución2. Dirá, pues, alguno: «¿Cómo es suave el yugo y leve la carga, si el llevar ese yugo y esa carga no es otra cosa que vivir piadosamente en Cristo?». ¿Y cómo se dice: Venid a mí todos los que estáis fatigados y cargados, y yo os aliviaré, y no más bien: «Venid a fatigaros los desocupados?». Porque encontró desocupados a los que llevó a su viña para que soportaran el bochorno del día3. Y, estando bajo ese yugo suave y esa carga leve, oímos decir al Apóstol: En todo nos recomendamos, como ministros de Dios con mucha paciencia en tribulaciones, necesidades, angustias, golpes, etc.4. Y en otro lugar de la misma carta: De los judíos recibí cinco veces los cuarenta azotes menos uno, tres veces fui azotado con varas, una vez apedreado, tres veces padecí naufragio, pasé en lo profundo del mar un día y una noche5, y los demás peligros que pueden contarse pero no tolerarse, si no es con el auxilio del Espíritu Santo.
2. 2. Así, pues, el Apóstol padecía con más frecuencia y abundancia de lo normal todo lo áspero y pesado que ha recordado, pero le asistía, sin duda, el Espíritu Santo. El Espíritu, efectivamente, le renovaba de día en día el hombre interior aun en la corrupción del hombre exterior6, le suavizaba todas las asperezas del tiempo presente y le aligeraba todo lo pesado, haciéndole saborear el descanso espiritual en la abundancia de las delicias de Dios7 con la esperanza de la felicidad futura. Ved qué suave era el yugo de Cristo que llevaba y cuán ligera la carga: hasta el punto de considerar como una leve tribulación8 todo lo antes mencionado, padecimientos de tanta dureza y crueldad que horrorizan a quien oye mencionarlos; con los ojos interiores y de la fe veía que, aunque sea alto el precio que hay que pagar en bienes temporales por la vida futura, se evitan las fatigas eternas de los impíos y se goza sin preocupación alguna de la eterna felicidad de los justos. Los hombres toleran que se les saje y cauterice para librarse, al precio de dolores más agudos, de otros dolores no eternos, sino de los de una úlcera de cierta duración. Pensando en el atardecer de su vida, lánguida y sin la seguridad de un descanso, siempre brevísimo, el soldado se desgasta en cruelísimas guerras; siendo quizá más los años que va a tener de ajetreo entre fatigas que los que va a tener de descanso en su retiro. ¡Qué tempestades y tormentas, qué horrible y temible furor del cielo y del mar soportan los comerciantes, incapaces de echar raíces en ningún lugar, para adquirir unas riquezas ilusorias, llenas a su vez de tempestades y peligros mayores que aquellos con que las adquirieron! ¡Qué calores, qué fríos, qué peligros provenientes de los caballos, las hoyas, los precipicios, los ríos, las fieras, afrontan los cazadores! ¡Qué sufrimientos debidos al hambre y a la sed, qué angustias por un alimento y una bebida de los más viles y repugnantes, con tal de cazar una bestia! Y a veces ni siquiera necesitan para alimentarse la carne de la bestia, por la que se aguantan tantas incomodidades. Aunque, incluso si se ha cazado un jabalí o un ciervo, resulta más grato al cazador el haberlo cazado que al paladar del que lo come el haberlo cocinado. ¡A qué sufrimientos, con golpes casi diarios, se condena la tierna edad de los niños! ¡En cuántas vigilias y privaciones molestas se les ejercita en la escuela, no para que aprendan la sabiduría, sino para que aprendan, pensando en vanas riquezas y honores, a contar, a leer y a hablar con brillante, pero falaz, elocuencia.
3. 3. Por lo que se refiere a todas estas cosas, los que no las aman soportan todo su peso; en cambio, los que las aman soportan lo mismo, pero no les parece cargar con algo pesado. Pues todo eso, aunque sea atroz y cruel, el amor lo vuelve fácil y casi como si no existiera. Por tanto, ¡con cuánta mayor certidumbre y facilidad hace el amor, a cambio de la auténtica felicidad, lo que, a cambio de la miseria, hizo, en cuanto pudo, la pasión! ¡Cuán fácilmente se to lera cualquier adversidad temporal para evitar la pena eterna, para lograr la paz eterna! No sin razón dijo con inmensa alegría el Vaso de elección9: No corresponden los padecimientos de esta vida a la gloria futura que se revelará en nosotros10. He aquí por qué es suave aquel yugo y ligera la carga. Y si es difícil para los pocos que la eligen, es fácil para todos los que la aman. Dice el salmista: Por las palabras de tus labios, he transitado por caminos difíciles11. Solo que lo que es duro para aquellos a los que causa fatiga, si lo aman les resulta blando. Por eso, el condescendiente amor divino actuó de modo que al hombre interior, que se renueva de día en día12, se le convierten en llevaderas todas las molestias externas que le haya procurado el príncipe que fue echado fuera13. Se trata del hombre que no está aún bajo la ley, sino que, liberado de las cargas de innumerables observancias legales que constituían en verdad un yugo pesado, adecuadamente impuesto a una dura cerviz14, ya bajo la gracia, está lleno de gozo interior, gracias a la facilidad de la fe sencilla, de la buena esperanza y de la santa caridad. Nada es tan fácil para una buena voluntad como ella para sí misma; y ella basta para Dios. Por mucho que se ensañe este mundo, al nacer en carne el Señor, los ángeles cantaron con toda razón: Gloria en las alturas a Dios y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad15, porque era suave el yugo y ligera la carga del que acababa de nacer. Y como dice el Apóstol: Fiel es Dios, que no permite que seamos probados por encima de lo que podemos soportar, sino que con la prueba da también una salida para que podamos resistirla16.