La justicia y la misericordia (Miq 6,6-8)
1. 1. Cuando se leyeron, escuchamos varias lecturas sagradas; de ellas conviene que os hable lo que el Señor se digne concederme. Pero cualquier oyente de una lectura recuerda mejor lo último leído y espera que el comentador de la palabra diga algo sobre ello. Como lo último que se leyó fue el santo Evangelio, no dudo que vuestra caridad espera oír algo sobre esta viña, sobre los obreros contratados y sobre el denario en que consistió su salario 1. Pero yo recuerdo también lo que prometí el domingo pasado. Había querido exponeros algo de lo leído en el santo profeta. Lo leído se refería al hombre que buscaba con qué sacrificios aplacaría a Dios, al que se le comunicó que Dios no buscaba de él otra cosa sino que practicase el juicio y la justicia, amase la misericordia y estuviese dispuesto a ir con el Señor su Dios 2. Entonces traté en cuanto pude sobre el juicio, y el sermón se alargó tanto que no quedó tiempo para considerar las otras cosas. Por ello prometí que hoy hablaría de la justicia. Quienes esperabais que os hablase del Evangelio no os consideréis frustrados, pues el trabajo en aquella viña es la justicia misma.
2. 2. Pensad que sois vosotros quienes habéis sido contratados para trabajar en ella. Los que vinieron siendo aún niños, considérense los contratados a primera hora; los que vinieron en su adolescencia, a la hora de tercia; los que vinieron en su madurez, a la de sexta; los ya entrados en años, a la de nona, y los que eran ya ancianos, a la hora undécima. No os importe la hora en que fuisteis contratados. Mirad la tarea que realizáis; esperad seguros el salario. Y si consideráis quién es vuestro amo, no tengáis envidia si el salario es igual para todos 3. Sabéis cuál es la tarea, pero lo recordaré. Escuchad lo que ya sabéis y realizad lo que habéis oído. Dije que la tarea que Dios confía es la justicia. Preguntado el amo Jesús cuál era la tarea que Dios ordenaba hacer, respondió: Esta es la tarea asignada por Dios: que creáis en quien él envió 4. Hubiera podido decir: la justicia es la tarea asignada por Dios. ¿Me he atrevido entonces yo, un contratado, a emprender algo contra la voluntad del amo? Si la tarea asignada por Dios es la justicia -como yo dije-, ¿cómo va a ser lo que dijo el amo, esto es, que se crea en él, a no ser que la justicia misma consista en creer en él? «Pero he aquí que -dices- hemos oído al Señor: Esta es la tarea asignada por Dios: que creamos en él. Hemos escuchado de tuboca que la tarea asignada por Dios es la justicia; demuéstranos que creer en Cristo es la justicia. A mí me lo parece; puesto que ya estoy respondiendo a quien busca y desea cosas justas, ¿te parece a ti que creer en Cristo no es la justicia? ¿Qué es, entonces? Da un nombre a esta tarea. Sin duda alguna, si ponderas bien lo que has escuchado, has de responderme: «A eso se llama fe; creer en Cristo se llama fe». Acepto lo que afirmas, esto es, que creer en Cristo recibe el nombre de fe. Escucha también tú otro pasaje de la Escritura: el justo vive de la fe 5. Obrad la justicia: creed: el justo vive de la fe. Esdifícil que viva mal quien cree bien. Creed de todo corazón, creed sin cojear, sin dudar, sin argumentar con sospechas humanas contra la fe misma. Se llama fe porque se realiza lo que se dice. Cuando se pronuncia la palabra fides (fe) suenan dos sílabas. La primera viene de hacer; la segunda, de decir. . Te pregunto si crees. Dices: «Creo». Haz lo que dices y ya está la fe. Yo puedo oír la voz del que responde, mas no puedo ver el corazón del que cree. ¿Pero acaso lo contraté para que trabajara en la viña yo, que no puedo ver el corazón? No soy yo quien lo contrata, ni quien le asigna la tarea, ni quien le prepara un denario como salario. Soy un obrero como vosotros; me fatigo en la viña según las fuerzas que él tiene a bien darme. Con qué intención trabajo lo ve quien me contrató. Me importa muy poco -dice el Apóstol- que me juzguéis vosotros 6. También vosotros podéis oír mi voz, pero no penetrar en mi corazón. Presentemos todos nuestro corazón a Dios, para que lo vea, y realicemos la tarea con ilusión. No ofendamos a quien nos contrata, para recibir con la frente alta el salario.
3. 3. También nosotros, amadísimos, veremos mutuamente nuestros corazones, pero después. Al presente todavía estamos envueltos en las tinieblas de esta mortalidad y caminamos a la luz de la lámpara de la Escritura, como dice el apóstol Pedro: Tenemos una palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en mirar como a una lámpara en un lugar oscuro, hasta que brille el día y el lucero se levante en vuestros corazones 7. Por lo tanto, amadísimos, a causa de esta fe por la que creemos en Dios, en comparación con los no creyentes, somos día. Fuimos noche con ellos en el tiempo de nuestra infidelidad; pero ahora somos luz, según lo que dice el Apóstol: Fuisteis en otro tiempo tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor 8. Las tinieblas están en vosotros; la luz, en el Señor. También dice en otro lugar: Todos vosotros sois hijos de la luz e hijos de Dios: no somos de la noche ni de las tinieblas 9. Como de día, caminemos con decoro 10. Así, pues, somos día en comparación con los no creyentes. Sin embargo, en comparación con el día en que resuciten los muertos y esto corruptible se revista de incorruptibilidad y esto mortal de inmortalidad 11, somos todavía noche. A nosotros, como ya viviendo de día, nos dice el apóstol Juan: Amadísimos, ahora somos hijos de Dios 12. Y, sin embargo, puesto que aún es de noche, ¿cómo sigue? Y todavía no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que cuando se manifieste seremos semejantes a él, porque le veremos tal cual es 13. Pero esto es el salario, no la tarea. Le veremos como es:esto es el salario. Entonces será día, más brillante que el cual no puede haber otro. Ahora, pues, caminemos con decoro en este día 14; en esta noche provisional no nos juzguemos los unos a los otros. Ved, pues, que el mismo apóstol Pablo, que dijo: Caminemos con decoro como de día, no se opone ni contradice a Pedro, apóstol como él, que dijo: A la cual haréis bien en mirar -refiriéndose a la palabra divina- como a una lámpara en un lugar oscuro, hasta que brille el día y el lucero se levante en vuestros corazones 15.
4. 4. Prestad atención al apóstol Pablo que dice lo mismo: Por lo tanto, no juzguéis nada antes de que llegue el momento 16. Pero, ¿cuándo será el momento? Hasta que llegue el Señor e ilumine lo escondido de las tinieblas y manifieste los pensamientos del corazón, y entonces recibirá cada uno la alabanza de parte de Dios 17. ¿Qué es antes del tiempo, sino antes de que veáis recíprocamente vuestros corazones? Ved si es esto lo que dije. Considerad por un momento todas las palabras de la frase. No juzguéis nada antes de tiempo. ¿Ycuándo será el tiempo? Hasta que venga el Señor y manifieste los pensamientos del corazón, y entonces recibirá cada uno la alabanza de parte de Dios. ¿Cómo van a censurar las tinieblas cuando seas alabado por la luz? Entonces estarán abiertos los corazones; ahora se nos ocultan. Sospechas que alguien es tu enemigo, y tal vez es amigo; otro parece amigo, y es, tal vez, un enemigo oculto. ¡Oh tinieblas! Se muestra despiadado contigo, y te está amando; te halaga, y te está odiando. Si juzgo por las palabras, me alejo del mar tranquilo y voy a dar contra un escollo; huyo del amigo y me abrazo al enemigo. Esto lo causó el tener oculto el corazón. En él se ha de creer, allí dentro donde está oculto, donde no se manifiesta. Para cultivar el corazón has sido contratado. Trabaja con la fe allí donde no te ve tu compañero de trabajo, pero te ve tu amo. El justo vive de la fe 18. Haz esto.
5. 5. El domingo pasado hablé acerca del juicio para que te juzgues a ti mismo y, al hallarte malvado, no te halagues, sino que te endereces, te hagas recto, y te agrade el Dios recto. De hecho, Dios, al ser recto, no agrada al malvado torcido. ¿Quieres que te agrade el Dios recto? Sé tú mismo recto. Júzgate a ti mismo; no te agrades. Castiga, corrige, endereza lo que justamente te desagrada en ti. Sea para ti la Sagrada Escritura como un espejo. Este espejo tiene un brillo que ni miente, ni adula ni prefiere a nadie. Eres hermoso; hermoso te ves allí; eres feo, feo te ves allí. Pero si te acercas siendo feo, y feo te ves en él, no acuses al espejo. Vuelve a tu interior; el espejo no te engaña; no te engañes a ti mismo. Júzgate, entristécete de tu fealdad, para que al marchar y alejarte triste, corregida la fealdad, puedas retornar hermoso. Pero, aunque te juzgues a ti mismo sin adulación, juzga al prójimo con amor. Para juzgar tienes ahí lo que tú ves. Puede acontecer que veas algo malo que te ensucie; puede suceder que tu mismo prójimo te confiese su mal y declare al amigo lo que había encubierto al enemigo. Juzga lo que ves; lo que no ves, déjalo a Dios. Cuando juzgues, ama al hombre, odia el vicio. No ames el vicio por el hombre ni odies al hombre por el vicio. El hombre es tu prójimo; el vicio es el enemigo de tu prójimo. Amas al amigo cuando detestas lo que le daña. Si crees, estás obrando porque el justo vive por la fe 19.
6. 6. Estoy hablando de lo que abunda en la vida de los hombres. A veces se convierte en enemigo de un amigo queridísimo tuyo alguien que era amigo de ambos. Si, de tres amigos, dos comienzan a ser enemigos, ¿qué hará el tercero? Quiere, te pide, te exige que aborrezcas con él al que él ha comenzado a odiar, y te dice estas palabras: «No eres mi amigo porque eres amigo de mi enemigo». Lo que te dice uno te lo dice el otro. Erais tres. Erais tres; dos comenzaron a entrar en discordia; quedaste tú. Si te pones de parte de uno, tendrás al otro como enemigo; si te pones de parte del otro, tendrás como enemigo al primero; si te avienes con ambos, ambos murmurarán de ti. He aquí la tentación; he aquí las espinas en la viña a la que hemos venido contratados. Tal vez estás esperando que te diga qué has de hacer. Permanece amigo de los dos. Quienes están en desacuerdo entre sí, encuentren la concordia en ti. Si oyes que uno te cuenta males del otro, no lo manifiestes a éste, no sea que tal vez lleguen a ser amigos quienes ahora son enemigos y se descubran mutuamente a los que los delataron. Pero esto lo dije pensando en los hombres, no en los ojos de aquel que nos contrató. Mira que nadie te descubre; Dios, que te ve, es quien te juzga. Has oído una palabra de una persona airada, dolorida, excitada. Muera en ti. ¿Por qué manifestarla, por qué revelarla? Aunque quede en ti, a ti no te destroza. A tu amigo que quiere hacerte enemigo de tu amigo, háblale; háblale y trátale con la suavidad de la medicina como a un enfermo del alma; dile: «¿Por qué quieres que sea su enemigo?» Te responderá: «Porque es enemigo mío». ¿Deseas, pues, que yo sea enemigo de tu enemigo? Debo ser enemigo de tu vicio. Ese de quien me quieres hacer enemigo es un hombre. Existe otro enemigo tuyo, de quien tengo que ser enemigo, si soy amigo tuyo». Te responderá: «¿Quién ese otro enemigo mío?» -«Tu vicio». Te replicará. -«¿Qué vicio?» -«El odio con que odias a tu amigo». Sé semejante al médico. El médico no ama al enfermo si no odia la enfermedad. Para librar al enfermo, persigue la fiebre. No améis los vicios de vuestros amigos si en verdad amáis a vuestros amigos.
7. 7. ¿Piensas que yo, que te estoy hablando, cumplo lo que estoy diciendo? Hermanos míos, lo cumplo si lo hago antes en mí. Lo hago en mí, lo hago si recibo del Señor el hacerlo. Aborrezco mis vicios y ofrezco mi corazón a mi médico para que lo sane. Los persigo en cuanto puedo, gimo a causa de ellos, confieso que los tengo y me acuso de ellos. Tú que me reprendías, corrígete tú. En esto consiste la justicia: en que no haya que decírsenos: ¿Ves la paja en el ojo de tu hermano y no ves la viga en el tuyo? Hipócrita, quita la viga de tu ojo y entonces verás para quitar la paja del ojo de tu hermano 20. La ira es la paja; el odio, la viga. Pero nutres la paja y se convierte en una viga. La ira inveterada se convierte en odio; la paja nutrida se hace una viga. Por tanto, para que la paja no se haga una viga, no se ponga el sol sobre vuestra ira 21. ¿Ves, sientes que estás ardiendo de odio y reprendes al que se aíra? Elimina el odio y tu reprensión es correcta. En su ojo hay una paja; en el tuyo, una viga. Pues si tú odias, ¿cómo ves lo que vas a sacar? En tu ojo hay una viga. ¿Por qué hay una viga en tu ojo? Porque despreciaste la paja que brotó en él. Te echaste a dormir con ella, con ella despertaste. La cultivaste en ti mismo, la regaste con falsas sospechas; dando fe a las palabras de los aduladores y a los que te hablaban mal de tu amigo, nutriste la paja. Al no esmerarte en sacar la paja, hiciste de ella una viga. Quita la viga de tu ojo, no odies a tu hermano. ¿Te estremeces o no te estremeces? Te digo: si no lo odias, estate tranquilo. Y me respondes diciéndome: «¿Qué es odiar? ¿Qué hay de malo en que un hombre odie a su enemigo?» Odias a tu hermano. Pero, si no das importancia al odio, escucha algo a lo que no prestas atención: Quién odia a su hermano es un homicida 22. Quien odia es un homicida. ¿Acaso puedes decir ahora «qué me importa ser un homicida?» Quien odia es un homicida. No has preparado un veneno, no has salido con la espada a herir a tu enemigo; no has buscado un sicario, no has fijado ni el lugar ni el momento; por último, no cometiste el crimen. Lo único que has hecho es odiarlo, y ya te diste muerte a ti mismo antes que a él. Aprended, pues, la justicia: odiad sólo los vicios, amad a los hombres. Si cumplís esto y obráis esta justicia, de manera que prefiráis que los hombres viciosos sanen a que sean condenados, habéis realizado bien vuestra tarea en la viña. Ejercitaos en esto, hermanos míos.
8. 8. Ved que, después del sermón, tiene lugar el despido de los catecúmenos. Quedarán sólo los bautizados, llega el momento de la oración. Sabéis a qué vamos a acercarnos, ¿qué hemos de decir antes a Dios? Perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores 23. Obrad el perdón; obrad. Pues llegaréis a esas palabras de la oración. ¿Cómo os atreveréis a decirlas? ¿Cómo vais a pasarlas por alto? Por último, pregunto: ¿Las decís o no las decís? Estás lleno de odio, ¿y te atreves a decirlas? Me responderás: «Yo no las digo». Rezas, ¿y no las dices? Estás lleno de odio ¿y no las dices? Te respondo al instante. Así, pues, si las dices, mientes; si no las dices, nada merecerás. Obsérvate, examínate. Ahora vas a rezar, perdona de corazón. Quieres entrar en litigio con tu enemigo, litiga antes con tu corazón. Litiga -repito-; litiga con tu corazón. Di a tu corazón: no odies. Mas tu corazón, tu alma, odia todavía; di a tu alma: no odies. «¿Cómo podré orar, cómo podré decir: perdónanos nuestras deudas? Sin duda puedo decir eso, pero ¿cómo me atreveré a decir lo que sigue: como también nosotros?» ¿Qué? «Como también nosotros perdonamos». ¿Dónde está la fe? Haz tú lo que dices: Como también nosotros.
9. Si tu alma no quiere perdonar y se entristece porque le dices: «No odies», respóndele: ¿Por qué estás triste, alma mía, por qué me turbas? 24 ¿Por qué estás triste? No odies, para no llevarme a la perdición. ¿Por qué me turbas? Espera en Dios. Languideces, jadeas, te lastima la enfermedad. No puedes eliminar de ti el odio. Espera en Dios, que es el médico. Por ti pendió de un madero y aún no se ha vengado. ¿Por qué quieres vengarte? Odias con el fin de vengarte. Contempla colgado a tu Señor, contémplalo colgado y como dándote órdenes a ti desde el madero a modo de tribunal. Contémplale colgado y haciendo de su sangre una medicina para el enfermo que eres tú. Contémplalo colgado, si quieres vengarte. ¿Quieres vengarte? Contémplalo colgado y escucha su oración: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen 25.
9. 10. «Pero él pudo hacerlo -me dices-, yo no. Yo soy hombre, él es Dios; yo soy sólo hombre; él, Dios-hombre». ¿Para qué, pues, se hizo hombre Dios si el hombre no se corrige? Pero advierte que te estoy hablando a ti. ¡Oh hombre! Si es mucho para ti imitar a tu Señor, mira a tu consiervo Esteban. El santo Esteban ¿era en verdad hombre o era Dios? Era hombre. Era ciertamente un hombre; era lo mismo que tú. Pero lo que hizo no lo hizo sino por don de aquel a quien oras también tú. Considera, no obstante, lo que hizo. Hablaba a los judíos, se mostraba duro con ellos, pero les amaba. Tengo que probar mi doble afirmación: que era duro con ellos y que los amaba; debo demostrar su dureza y su amor. Escúchale mostrándose duro: Duros de cerviz. Son palabras del santo Esteban hablando a los judíos: Duros de cerviz, incircuncisos de corazón y oídos, vosotros siempre resistís al Espíritu Santo. ¿A qué profeta no dieron muerte vuestros padres? 26 Le has oído como hombre duro. Debo mostrarte al otro Esteban; escúchale amándolos. Airados, aún más acalorados y devolviendo mal por bien 27, recurrieron a las piedras y comenzaron a lapidar al siervo de Dios 28. Demuestra aquí, Esteban santo, tu amor. Aquí, aquí queremos verte; aquí te contemplamos y aquí deseamos hallarte vencedor y triunfador del diablo. Te hemos escuchado mostrándote duro con quienes callaban; veamos si amas a quienes te devuelven la misma dureza. Te mostrabas duro con quienes callaban, veamos si amas a quienes te apedrean. Si odias y has podido odiar, te brindan la ocasión: cuando te apedrean; es sobre todo este el momento en que debes odiar. Veamos si devuelves dureza a las piedras duras de corazón, a las piedras que te apedrean. En efecto, piedras arrojan piedras; los duros, cosas duras. Quienes recibieron la ley en piedras, piedras arrojan.
10. 11. Veamos, amadísimos, veamos, contemplemos el gran espectáculo. Contemplemos lo que también se nos va a presentar mañana. Veámoslo. Esteban es apedreado; esté como ante vuestros ojos. ¡Ánimo!, miembro de Cristo; ¡valor!, atleta de Cristo, pon tus ojos en aquel que por ti colgó del madero. A él le crucificaban, a ti te apedrean. Él dijo: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen 29. Escuche yo qué dices tú. Quiero verte, por si tal vez puedo imitarte al menos a ti. En un primer momento, el bienaventurado Esteban rogó en pie por sí mismo y dijo: Señor Jesús, recibe mi espíritu 30. Luego, se arrodilló para orar por los que le apedreaban y dijo: Señor, no les imputes este delito. Dicho esto, se durmió 31. ¡Oh feliz sueño y descanso auténtico! Ved qué significa descansar: orar por los enemigos. Pero espera un poco, te suplico, Esteban santo, exponme esto: no sé qué significa el que al orar por ti estabas de pie y para rogar por los enemigos te arrodillaste. Responderá tal vez lo que ya nosotros hemos comprendido: «He orado por mí de pie, porque he orado por mí que he servido al Dios recto; por tanto, al orar y conseguir lo pedido, no me he fatigado». Quien ora por un justo no se fatiga. Por esto rezó de pie por sí mismo. Llegó el momento de orar por los judíos, por los asesinos de Cristo, por los que dan muerte a los santos, por los que le apedreaban; advirtió que su impiedad era tan exageradamente grande que difícilmente podía alcanzar el perdón, y se arrodilló. Hinca tu rodilla en esta viña, obrero esforzado. Hinca tu rodilla -repito- en la tarea de esta viña, obrero esforzadísimo. Grande es tu tarea, extraordinaria y digna de toda alabanza. Muy hondo cavaste, tú que arrancaste de tu corazón el odio a los enemigos. Vueltos al Señor...